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in Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia
Huellas sobre huellas sobre huellas
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Como un Carihuairazo ensombrecido por el imponente Chimborazo, la diminuta huella del último libro colectivo de la red LAGLOBAL 1 se desvanece bajo las huellas de los gigantes. La prueba está al alcance de tus dedos: si tecleas The Invention of Humboldt -el feliz título de nuestro libro- en un buscador como Google se dará con una avalancha de enlaces que conducen no a nuestro libro sino al bestseller de Andrea Wulf, The Invention of Nature. ¡Alabado sea Google! Pues el libro de Wulf es required reading para nuestros alumnos de la Escuela de Verano Chimborazo, a quienes hemos dedicado con gratitud y esperanza nuestro libro. Las omnipresentes huellas digitales (en el sentido virtual y no táctil, claro está) de Wulf conducen a las aún más amplias y difundidas huellas de papel (ahora muchas de ellas digitalizadas) dejadas por Alexander von Humboldt, el sujeto heroico de la hagiografía de Wulf. Con el entusiasmo característico de los "humboldtianos", en el pasado, presente y futuro, la escritora sigue sus huellas. Huellas sobre huellas sobre huellas. El propósito de este "Diálogo crítico" en Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia -a su vez basado en el "Coloquio Modos de Conocer" que se organizó en FLACSO Ecuador en diciembre de 2023- es esclarecer la naturaleza y propósito de nuestra huella ya que, como hemos querido insinuar, queda fácilmente sepultada tras otras y, por tanto, se presta a posibles malentendidos.
En la introducción a The Invention of Humboldt hemos referido a esas huellas sobre huellas con nombres irónicos que no por eso dejan de ser significativos para nuestros tiempos: "virus" y "cráter", metáforas que registran de manera fehaciente la coyuntura global y el lugar particular de la producción de nuestro libro: Covid-19 y Humboldt-19. Este último referido al 250 aniversario del nacimiento de Alexander, que tuvo lugar en 2019, celebrado por nosotros en Quito con un simposio internacional de LAGLOBAL que, a su vez, dio lugar a este libro, cuya publicación se atrasó por los largos efectos del virus. Al mismo tiempo, esos nombres reconocen el notable interés globalista y vulcanista de Alexander, un afán que le llevó a deambular por los Andes. En una reseña -que dice mucho de su autor y poco del contenido de nuestro libro- un biólogo madrileño, con una notable obra humboldtiana, se ha demostrado escandalizado por nuestras metáforas y críticas, que considera "absolutamente negativas", "desmesuradas" y, en fin, "anti-humboldtianas". 2 Lamentamos este malentendido, pero no nos sorprende: el culto a Humboldt es tan profundo y difundido que cualquier escrito que no sea laudatorio tiende a ser tomado, al menos en un primer momento, como un ataque ingrato a un héroe de la ciencia o como una ofensa a los muchos estudiosos humboldtianos cuyas obras han contribuido a construir y difundir esa imagen heroica.
Sin embargo, la realidad de nuestro libro es otra: no nos interesa en absoluto juzgar a Humboldt y tampoco buscamos tumbar las muchas estatuas (en todos los sentidos de la palabra) erigidas a él. Como regla general, Humboldt y los humboldtianos nos interesan solo en la medida en que sean útiles para conducirnos hacia las huellas que descansen bajo sus huellas. Buscamos, en fin, hallar las huellas que hicieron posibles las huellas de Humboldt. Dejemos claro entonces, y de una vez por todas, que la perspectiva de los editores del volumen y de todos los autores partícipes no es antihumboldtiana sino subhumboldtiana y poshumboldtiana, es decir, arqueológica y geopolítica. Desde su publicación en 2023, la naturaleza positiva de nuestro proyecto arqueológico ha sido confirmada en reseñas eruditas y sin tintes maniqueos. 3
En el poco espacio que me queda intentaré ilustrar nuestra perspectiva con unos pocos ejemplos tomados de los capítulos del libro. Repasaré el argumento de mi propio capítulo sobre el destino de la huella orientalista de Humboldt para luego tocar puntos desarrollados por algunos de los trece autores que alimentan la obra.
Como dejamos claro en la introducción, el bestseller de Wulf no es solo cuestión de su trama épica y estilo "casi de pulp fiction" -como remarcó el New York Review of Books- de sus muchos premios y del marketing. La razón más profunda de su éxito descansa en un subyacente discurso mítico de tipo clásico y colonial que prefigura su recepción. Ese discurso o cimiento narrativo privilegia "los héroes de la ciencia" del norte y las fuentes que lo confirman, elaboradas, en parte, por los mismos héroes y sus seguidores. En este caso, Wulf utiliza las fuentes para inventar a un Humboldt que "inventa la naturaleza", tesis ecologista que se basa en una lectura equivocada de un artículo científico escrito por Gregory Cushman, donde el autor demuestra todo lo contrario: Humboldt se equivocó porque ignoró los saberes locales sobre los ciclos climáticos de la región. 4
El relato ecologista wulfiano no solo malinterpreta la historiografía especializada y distorsiona la sensibilidad de Humboldt hacia sus fuentes y anfitriones americanos, sino que responde a los deseos de nuestra época y no los de la suya, un fallo grave ampliamente compartido por las muchas biografías que, a través de los siglos, se ha escrito sobre Humboldt, como ha demostrado con lujo de detalles Nicolaas Rupke en su excelente metabiografía. 5 Pero es también evidente que Wulf -y muchos otros humboltianos- celebran a su ídolo no solo por ser el primer ecologista sino también como un pionero indigenista o relativista cultural, cuando el hecho histórico es que fue un orientalista ilustrado, con marcadas tendencias historicistas. La huella orientalista de Humboldt es muy evidente en la época pero muy incómoda para los humboldtianos, pues no pinta bien para la imagen ecologista e indigenista que nos quieren vender, y por eso la borran de sus relatos. Pero no se puede entender la empresa humboldtiana sin esa huella ya que no era solo un proyecto que intentaba englobar la naturaleza sino también la cultura.
El hecho innegable es que Humboldt dejó una profunda huella orientalista en los estudios americanistas del siglo XIX y comienzos del XX. El caso peruano es muy ilustrativo en este sentido, aunque no es el único, pues esa misma huella puede rastrearse en la historia del pensamiento mexicano. Basándose en mitos y algunos artefactos precolombinos que recogió en su improvisado periplo por las Américas, Humboldt especuló que los incas y su civilización eran de origen y carácter orientales, es decir, teocráticos y despóticos, y que los indígenas comunes sobre los que reinaban eran (y seguían siendo en la época en que Humboldt pasó por el Perú) unos meros autómatas, sin capacidad de producir arte y progreso y, por tanto, poco aptos para ejercer la ciudadanía. A pesar de su prestigio mundial, muchos peruanos ilustrados contemporáneos rechazaron esas infundadas especulaciones del prusiano, y no solo por razones de índole patriótico. Armaron mejores argumentos históricos basados en datos más convincentes. José Hipólito Unanue fue ejemplar en ese sentido. El mercuriano peruano desarrolló una epistemología y estética muy distintas de las del prusiano. Sus investigaciones etnohistóricas, climáticas y anatómicas le llevaron a plantear que la civilización peruana era autóctona, ingeniosa y bella, de acuerdo con su situación geográfica vertical y "las vicisitudes de la historia". Los historiadores y naturalistas peruanos del siglo XIX subieron al mismo tren, logrando ganar un largo debate sobre el origen de los incas y la naturaleza de su civilización.
Ese debate se extendió hasta los años 30 del siglo XX y dio como resultado que hoy las civilizaciones que surgieron en el Perú sean consideradas ingeniosas invenciones culturales suramericanas y no meras derivaciones asiáticas. Así, y a pesar de que a lo largo y ancho del siglo XIX los eruditos de Europa y Estados Unidos seguían echando leña a la falsa tesis orientalista de Humboldt, en el Perú se enterró esa desgraciada huella. Gracias a la labor histórica y científica de los sabios peruanos, solo queda en el imaginario la huella naturalista del prusiano, cuya manifestación más visible hoy es un busto de Humboldt situado sobre un pedestal rodeado de esculturas de la fauna que está condenada a llevar su nombre. Esta obra fue donada por la colonia alemana asentada en Lima ca. 1935, es decir, durante la era del nazismo. Esa escultura es el equivalente del libro de Wulf. La triste diferencia es que la escultura literaria de Wulf es un bestseller global y no una curiosa pieza relegada a un parque de exposiciones para niños.
El problema que enfrentamos hoy es que no contamos con un número suficiente de interlocutores críticos como los con que contó el Perú del siglo XIX. Hablo de intelectuales públicos como Ramon Feliu, delegado suplente del Perú a las Cortes de Cádiz; José Hipólito Unanue, pionero de la etnohistoria y autor de una crítica contundente del historicismo europeo en su variante supremacista; Mariano de Rivero, fundador del museo nacional y cuya carrera se debió mucho tanto a Humboldt como a Bolívar; o Sebastián Lorente, un filósofo murciano peruanizado, fundador de la moderna historiografía peruana. Hoy en día, ellos contestarían el hecho de que la muy influyente biografía de Wulf borra casi por completo la comunidad intelectual limeña y la de su contraparte mexicana -sin duda las más importantes de la región en esa época- sin las cuales Humboldt no hubiera podido compilar su obra.
Decimos "compilar" por la simple razón de que en gran medida -y este hecho no es para nada desmesurado o negativo, pues queda ampliamente comprobado en nuestro libro y muchos otros trabajos ajenos al nuestro- Humboldt no es el "autor" único de todas sus obras y de todas las "invenciones" que se le han querido atribuir. Hasta cierto punto y en algunos momentos determinados de su carrera, el prusiano reconoció su deuda con la ciencia hispánica y también la naturaleza compiladora y derivativa de algunas de sus publicaciones. ¿De qué se derivaban? Pues de la ilustración hispana y americana, de sus archivos, de sus publicaciones y de sus informantes, un hecho reconocido y advertido por Jorge Cañizares-Esguerra hace ya más que una década. 6 Su Ensayo político sobre los reinos de Nueva España, para citar un ejemplo archiconocido, toma su inspiración y forma de las "guías de forasteros" peruanos compilados por Unanue, contenido que le fue entregado por sus contrapartes mexicanas. Quizás lo único nuevo que contribuía a esa obra compilada fue su dudosa tesis fisiocrática y smithiana, cuestionada por economistas mexicanos, como demuestra José Enrique Covarrubias en su capítulo. Su famoso tableau o Naturgemalde geobotánica del Chimborazo se debe no solo a su genio y arte sino a una tensa rivalidad con su contraparte neogranadina, Francisco José de Caldas, pues sin Caldas ese famoso tableau no reportaría nombres de plantas (aunque las alturas que a ellas las asigna Humboldt se apartan de la realidad), 7 un hecho relatado, con lujo de detalles, en el capítulo de Alberto Gómez.
Las practicas geobotánicas de Humboldt también deben mucho a precedentes hispano-italianos, estudiados por Florike Egmond, saberes que fueron reformulados durante sus cortos viajes a Canarias y Roma, antes y después de visitar el "Nuevo Continente", como destaca Peter Mason en su capítulo. En el campo de la botánica, José Amaya demuestra en su estudio que la obra de Humboldt y Aimé Bonpland contiene elementos mutisianos que el gaditano-colombino les había regalado cuando pasaron por su casa-laboratorio en Bogotá, siempre con la expectativa profesional de que sean preservados en París y reconocidos en sus publicaciones. Pero, a pesar del reconocimiento que Humboldt y Bonpland dan a José Celestino Mutis en el preámbulo de una publicación que tantas veces citan los humboldtianos, ese no fue precisamente el caso. En México, como demuestran Miruna Achim y Gabriela Goldin Marcovich, los hallazgos en mineralogía de Andrés Manuel del Río fueron subvertidos por las maniobras y negligencias de Humboldt, dando como resultado su desconocimiento en el mundo de la ciencia, otra vez a pesar de que Humboldt lo reconoce en otro contexto, tantas veces citado por los apologistas. Humboldt hizo algo similar con los mapas elaborados por Vicente Talledo, quizás porque superaron los suyos. Su relato del viaje a Quito -que Humboldt inventa retrospectivamente- es otro ejemplo: el barón sigue las huellas de La Condamine (por eso intenta ascender al Chimborazo) pero al seguir las huellas del gran ilustrado francés, Humboldt borra las huellas de Antonio de Ulloa, como demuestra Neil Safier en su capítulo. En todos estos casos no es una simple cuestión de si Humboldt menciona en algún momento sus fuentes y antecesores -como quieren los humboldtianos- sino de cómo, dónde y cuándo los cita.
Irónicamente, quizás la grandeza de la obra y archivo de Humboldt reside en su naturaleza derivativa y compiladora, pues en ella quedaron incrustadas las huellas de los que hicieron posible su ciencia. Todo esa gran obra y archivo fue posible por la naturaleza improvisada y autofinanciada de su viaje -que le permitió recorrer los virreinatos americanos sin mayor vigilancia de sus pares- su estatus nobiliario prusiano, su blancura, su prestigio parisino, sus caros instrumentos, su gran fortuna, genio, e intrepidez (que nadie niega) sino también por el hecho de que, a través de sus redes y gestos de divulgación, pudo llegar a ser laureado en vida como el Apolo moderno de la ciencia, un "dios solar", como destaca Leoncio López-Ocón en el trabajo incluido en el libro. Esta imagen trae a la mente otra, cuya figura inmortal fue diseñada y plasmada por Gian Lorenzo Bernini en su famosa estatua ecuestre de Louise XIV. Según su creador, esa estatua quiso representar al rey sol en su máxima gloria: la conquista de una alta cumbre, fruto merecido de haber "sangrado" y sufrido durante el acenso. La inspiración renacentista de ese tropo viene de Petrarca, quien lo rescata de Hesíodo. 8 El mismo tropo le sirve a Humboldt para ensalzar, años después, su ascenso al Chimborazo. Y ese mítico relato de su ascenso al Chimborazo sirve a Wulf como escena primaria de su hagiografía. Huellas sobre huellas sobre huellas.
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Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons
Author
Mark Thurner
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Quito, Ecuador https://orcid.org/0000-0002-8111-1145, Quito, Ecuador