La aparición de los partidos de extrema derecha en Europa, desde su nacimiento hasta su actual consolidación en los sistemas democráticos, ha supuesto un fenómeno sin precedentes. Los resultados electorales de las últimas décadas se han visto afectados por la aparición de estos partidos, que no solo han incrementado su rédito electoral, sino también obtenido representación en los distintos parlamentos nacionales (Mudde 2017). Mientras que hace un par décadas estas formaciones de corte autoritario y xenófobo se situaban en los márgenes de la sociedad y de la política institucional, en la actualidad forman parte del mapa político y son equiparables al resto de fuerzas políticas existentes dentro del sistema (Hainsworth 2008; Akkerman, De Lange y Rooduijn 2016; Ferreira 2019).
El auge de los partidos de extrema derecha en Europa parecía una situación ajena a la esfera política de España; sin embargo, la aparición de VOX supuso un boom en el escenario político-electoral español. La ola de la extrema derecha llegó allí de forma tardía, al igual que a Portugal: el año 2018 marcaría la entrada del partido liderado por Santiago Abascal en las instituciones españolas, ni más ni menos que en el parlamento andaluz, institución gobernada por los socialistas durante treinta años. Lo que Xavier Casals (2004) denominó "presencia ausente" de la extrema derecha en España estaba más presente que nunca, pues en las elecciones generales celebradas en abril de 2019, VOX obtuvo un resultado inesperado, al entrar en el Congreso de los Diputados con un total de 24 escaños. Este éxito se vio duplicado a causa de la repetición electoral de dichos comicios, situación de la cual supo beneficiarse el partido de Abascal para llegar a los 52 diputados en la siguiente elección, celebrada en noviembre de 2019.
El surgimiento de VOX no es una cuestión baladí, sino el resultado de cambios que se venían produciendo en el sistema político español desde 2011 y que tuvieron su punto álgido en 2014, con la aparición a nivel nacional y europeo de dos nuevas formaciones políticas en España: Podemos y Ciudadanos (C's) (Oñate et al. 2022). Ambos partidos representaban la "nueva política" frente a los partidos tradicionales o mainstream, encarnados en el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) (Oñate et al. 2022). El hecho de que estas nuevas formaciones adquiriesen cada vez más relevancia en las distintas cámaras municipales, autonómicas y, por supuesto, en la nacional supuso una ruptura con el bipartidismo imperfecto que regía en España hasta la fecha. Esto, sumado al surgimiento y auge de VOX, modificó los espacios de competición, principalmente en el ámbito de la derecha española, que hasta ese momento carecía de rivales en su espectro ideológico, a diferencia de los partidos situados a la izquierda.
El estudio de los partidos de extrema derecha es un asunto extremadamente complejo (López y Colomé 2020). Comenzando por su nomenclatura -"extrema derecha", "derecha radical", "ultraderecha", "derecha radical populista". „-, son incesantes las discusiones académicas en torno a la denominación de estos partidos, así como acerca de sus elementos caracterizadores y explicativos. El caso español no es una excepción. Alonso y Rovira (2014, 42) ya señalaban la posibilidad del nacimiento de un partido de derecha radical populista en España, pero bajo una salvedad: la idea de que en España "el potencial electoral de estos partidos guarda más relación con el populismo que con el nativismo". Esta idea del nativismo como motor explicativo del voto a los partidos de derecha radical populista forma parte del estudio clásico de estas formaciones, y deja a un lado el carácter explicativo que los componentes emocionales pueden suponer en el análisis de los partidos de extrema derecha.
En este contexto, el objetivo del presente trabajo es explicar la radicalización política en España, representada por VOX, y cómo los componentes emocionales juegan un papel principal en el voto a esta formación. Asimismo, trataremos de dilucidar cómo VOX actúa como principal catalizador del voto descontento procedente del PP. En otros términos, ¿existe un paso del voto del PP a VOX? ¿Son las emociones un factor explicativo de la radicalización de la política en España?
Para poder dar respuesta a estas cuestiones, el manuscrito se ha estructurado en cuatro apartados. Comenzaremos por una breve revisión bibliográfica en torno al estudio de los partidos de extrema derecha y su distinción de la derecha radical, y haremos hincapié en su surgimiento en el contexto español, desde una perspectiva emocional o afectiva. En segundo lugar, expondremos las hipótesis y los objetivos de la investigación, así como el marco metodológico empleado. A continuación, mostraremos los resultados obtenidos del análisis descriptivo y, finalmente, las conclusiones, discutidas en relación con las hipótesis y los objetivos analizados a lo largo del manuscrito.
Marco teórico
Radicalizaciónpolítica en España: El caso de VOX
El surgimiento de los partidos de extrema derecha en Europa es un fenómeno que se viene produciendo desde hace décadas. Parece que existe un consenso entre los académicos a la hora de discernir las diferentes olas de su aparición. Mientras que la primera y segunda ola vieron nacer a los primeros partidos considerados de extrema derecha, que dieron continuidad a los períodos de posguerra (Mudde 2016), no fue sino hasta la denominada tercera ola cuando estas formaciones comenzaron su andadura en la vida política.
Los estudios trataron a los partidos de extrema derecha como una variable dependiente y no como la independiente. Asimismo, marcaron el inicio de una serie de investigaciones en torno al éxito electoral de las formaciones que Mudde (2016) denominó como "derecha radical". Sin embargo, el auge de estos partidos no se produjo de forma equitativa por todo el terreno europeo. Italia, con la Lega Nord, y Francia, con el Front Nacional, fueron los primeros países en cosechar el rédito electoral de las formaciones más al extremo derecho ideológico (Jaráiz, Rivera y Castro 2020).
Es durante esta época cuando comienza a desarrollarse el debate en torno a la conceptualización de estas formaciones. La expresión "extrema derecha" se situó como la nomenclatura dominante para designar a estos nuevos partidos (Arzheimer 2018). Autores como Ignazi (1992 y 2003), Mudde (1996) y Carter (2005) otorgaban la etiqueta de "extrema derecha" a todo aquel partido situado más a la derecha de los partidos conservadores o populares (Ferreira 2019). Sin embargo, la publicación de la obra de Mudde Populist Radical Right Parties in Europe (2007) supuso un antes y un después en la investigación y, posterior discusión académica, en la nomenclatura de estas formaciones.
Mudde (2004 y 2007) entiende la extrema derecha como una ideología anclada en cinco elementos: nacionalismo, racismo, xenofobia, sentimiento antidemocrático y Estado fuerte. De ellos, el sentimiento antidemocrático es la condición sine qua non para que un partido pueda considerarse como extrema derecha, pues sin antidemocracia no hay extremismo (Jaráiz, Rivera y Castro 2020).
Por otra parte, la derecha radical se caracteriza por rechazar aspectos de la democracia liberal como el pluralismo político o la protección de las minorías, pero no rechazan el conjunto del sistema democrático, sino que juegan dentro de este, aceptan el juego electoral como medio de participación en la vida política (Ferreira 2019). Mientras que la extrema derecha rechaza la esencia de la democracia y lo que esta representa, la derecha radical acepta su esencia y participa de ella (Mudde 2007).
Llegado este punto, cabe la opción de preguntarse si la derecha radical puede ser extremista. No obstante, el extremismo habita tanto en la izquierda como en la derecha, y la principal diferenciación entre los bandos radica en el hecho de que el extremismo de derecha rechaza la igualdad intrínseca a las democracias liberales; fomentan, en cambio, entre la población, una brecha que entienden como una jerarquía moral y social, y que desencadena una desigualdad natural (Ignazi 1992 y 2003). La derecha radical exacerba los contenidos, pero, a diferencia de la extrema derecha, nunca supera los márgenes del sistema (Jaráiz, Rivera y Castro 2020).
Sin embargo, el hecho de que los partidos de derecha radical se encuentren dentro de los límites preestablecidos por el sistema no garantiza que no se los catalogue como de extrema derecha, sino que esta concepción va más allá de la mera descripción académica. Los propios ciudadanos ubican a un partido en la extrema derecha en función de sus percepciones sobre la organización y la ideología que defiende, ya sea rechazando la igualdad o el pluralismo (Jaráiz, Cazorla y Pereira 2020).
Entonces, ¿qué ocurre en el caso de VOX? ¿Es extrema derecha o derecha radical? Lo cierto es que la ola de la extrema derecha llegó tarde a los países del sur de Europa, debido, según la literatura, a su pasado dictatorial y a su tardía industrialización y modernización (Jaráiz, Rivera y Castro 2020). Este es el caso de Portugal y España: el primero con Chega y el segundo con VOX.
Este último partido se fundó en el año 2013 por una mayoría de miembros procedentes del PP, agrupados en torno a la figura del entonces eurodiputado Alejo Vidal-Quadras. Surge por el descontento con la supuesta actitud dubitativa del gobierno de Mariano Rajoy _ frente a la cuestión catalana (Jaráiz, Rivera y Castro 2020). VOX irrumpe en un momento en el cual los académicos están debatiendo el surgimiento de una cuarta ola de extrema derecha, marcada por la consolidación de este tipo de partidos dentro del propio sistema democrático.
El liderado por Santiago Abascal no se presenta como un partido en contra del sistema democrático, sino que entiende sus lógicas, aprovecha las oportunidades que le da y permanece dentro de los márgenes. Sin embargo, es un partido de extrema derecha, como ya se dijo, porque los ciudadanos lo sitúan en el extremo de la derecha y porque niega taxativamente la idea de igualdad, garante de las sociedades actuales. A pesar de la defensa de muchos estudiosos de encuadrar a VOX como un partido de derecha radical por la presencia del nativismo y el etnonacionalismo (Ferreira 2019) en sus discursos o en la inquina contra los inmigrantes, no son nociones que permitan catalogarlo únicamente como derecha radical. La diferencia radica en la adecuación al marco de competición, al framing, y ahí VOX sabe jugar su papel a la perfección.
El componente emocional en VOX
El estudio sobre el auge de los partidos de extrema derecha ha estado tradicionalmente vinculado a su carácter populista, principalmente a la calificación de derecha radical populista (Betz 1993 y 2002; Mudde 2007, 2010, 2014 y 2016; Antón y Hernández 2016). Esta noción de populismo aplicado a la extrema derecha no es un rasgo característico per se, sino que se debe entender como un "estilo político" o un "estilo de comunicación política" (Jagers y Walgrave 2007; Inglehart y Norris 2017; Norris e Inglehart 2019; Oñate et al. 2022). Este "estilo político" se caracteriza por las constantes referencias emocionales en los discursos de sus líderes políticos, emociones principalmente negativas, ligadas al miedo o a la ansiedad (Vasilopoulos et al. 2019; López López y González 2020). Con ello, pretenden situar a la ciudadanía en contra de los partidos del establishment, aquellos que no supieron defender la soberanía nacional, las ideas y los valores que deberían imperar en la sociedad (Betz 1990; Marcus, Neuman y Mackuen 2000; Betz y Johnson 2004). Estas constantes apelaciones negativas provocan en la sociedad un clima de crispación, desconfianza y desafección hacia la política, pues los ciudadanos entienden que sus demandas no están siendo escuchadas y que los políticos están anteponiendo sus intereses individuales al interés colectivo (Kitschelt 1995; Ignazi 2003). Esta situación, en auge en Europa desde hace décadas, ha generado una estructura de oportunidad para los partidos de extrema derecha, en tanto se presentan como vehículos o catalizadores de la expresión de frustración y descontento social (Bélanger 2014; Oñate et al. 2022).
El discurso de las formaciones de extrema derecha genera un apego emocional entre el electorado y los líderes (Eatwell 2018). Aunque en un inicio se entendía que la identificación partidista era un elemento que se generaba a largo plazo y, por lo tanto, difícil de aplicar a estos nuevos partidos (Arzheimer 2018), los autores de la Escuela de Michigan ya habían llegado a la conclusión de que implicaba la presencia de afectos, "la orientación afectiva individual hacia un importante objeto o grupo de personas" (Campbell et al. 1960, 121). Los partidos de extrema derecha convierten la identificación en algo más allá de una afinidad ideológica: la transforman en un lazo afectivo, en un sentimiento de apego (Miller y Shanks 1996; Lagares y Castro 2020).
A diferencia de lo que ocurre con los partidos situados a la izquierda del espectro ideológico, los partidos considerados de derecha otorgan más peso al componente emocional que al componente ideológico (Jaráiz, Rivera y Castro 2020). Las emociones comienzan a ocupar el espacio de los factores sociodemográficos.
Santiago Abascal ejerce a la perfección la figura de líder carismático que tanto caracteriza a los partidos de extrema derecha. Su imagen de hombre común, de salvador en épocas de crisis -como puede ser el conflicto catalán- frente a los partidos del establishment, su defensa de la unidad de España y la soberanía del país, y la cercanía al pueblo generan un apego emocional con el electorado (Ferreira 2019; Lagares y Castro 2020; Oñate et al. 2022).
A pesar del continuo empleo de sentimientos negativos en el discurso de VOX, en el presente trabajo se tratarán las emociones de corte positivo siguiendo la teoría de la inteligencia afectiva de Marcus, pues las emociones positivas son las que mejor explican la identificación con el partido. Marcus, Neuman y Mackuen (2000) agrupan las emociones positivas en torno a una dimensión de referencia, el entusiasmo. Dentro de ella se asocian los siguientes pares de emociones positivas: orgullo, esperanza, entusiasmo y tranquilidad. Dichas emociones se estudiarán en referencia al líder de VOX, Santiago Abascal; a Pablo Casado, líder del PP hasta el año 2022; y a sus respectivas formaciones políticas.
Marco analítico y metodológico
Tal y como se mencionó en la introducción, el objetivo principal del presente trabajo es explicar el papel que juega el componente emocional o afectivo en la radicalización de la política española representada por VOX, y cómo esta radicalización derivó en el traspaso del voto del PP a VOX en los procesos electorales de junio de 2016 y de abril y noviembre de 2019. Para llevar cabo el análisis, se ha empleado un estudio demoscópico realizado por el Equipo de Investigaciones Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela (EIP-USC) tras la celebración de dichas contiendas electorales. La información técnica del estudio utilizado se puede encontrar en la tabla mostrada a continuación.
Tabla 1 Estudio demoscópico utilizado
El cuestionario cuenta con un bloque específico dedicado al análisis de las emociones expresadas por los ciudadanos españoles de cara a los principales partidos y líderes políticos. El estudio permite examinar tres cuestiones: presencia, intensidad y duración de la expresión de un total de trece emociones para cada uno de ellos. 1
El trabajo se ha diseñado desde un punto de vista descriptivo. En un primer análisis, se mostrará el perfil sociodemográfico de los votantes de VOX, en comparación con aquellos que dicen haber votado al PP. En segundo lugar, se analizará el perfil emocional de ambos electorados, poniendo el foco en las emociones positivas hacia los líderes de ambos partidos, Santiago Abascal y Pablo Casado, y hacia sus propias formaciones políticas. Por último, se llevará a cabo un análisis de transferencia del voto entre las elecciones generales de junio de 2016 y de abril de 2019, entre las de junio de 2016 y de noviembre de 2019, y entre las abril de 2019 y noviembre de 2019. Con ello, se pretende abordar el posible papel de VOX como principal catalizador del voto más radical de los populares.
Puesto que el trabajo es meramente descriptivo, resulta de interés analizar el perfil de los votantes de ambos partidos, de cara a reconocer posibles similitudes o diferencias que motiven el traspaso del voto de la formación de derecha hacia la de extrema derecha. La literatura se ha centrado principalmente en el estudio de las emociones negativas -sobre todo el miedo y la ansiedad- como factor explicativo del apoyo a las formaciones de extrema derecha (Vasilopoulos et al. 2019). Sin embargo, las emociones positivas no son una cuestión menor; por ejemplo, el orgullo forma parte del core explicativo del voto a la extrema derecha. Por ello, se ha elaborado un perfil emocional -restringido a las emociones positivas- tanto de los votantes de VOX como del PP hacia su líder y formación política.
En última instancia, se analizará la transferencia de voto entre las distintas formaciones políticas, desde los comicios generales de 2016 hasta la repetición electoral de noviembre de 2019. El objetivo de este análisis es conocer el caladero de voto de la formación de Santiago Abascal, que pasó de no tener representación parlamentaria en 2016 a conseguir 52 diputados en noviembre de 2019.
Perfil sociodemográfico
Tradicionalmente, desde la literatura se ha defendido que el target electoral de la extrema derecha proviene de aquellos considerados de clase baja, principalmente hombres jóvenes, con un nivel de estudios bajo y poca capacidad adquisitiva (Betz 1990 y 1994; Arzheimer 2018; Eatwell 2018; Mudde 2019; Vasilopoulos et al. 2019; Oñate et al. 2022). Sin embargo, tal y como se puede observar en la tabla a continuación, esto no es del todo cierto para el caso de VOX.
Tabla 2 Perfil sociodemográfico
El votante promedio de VOX es un hombre de unos 51 años, a diferencia del votante promedio PP, una mujer de aproximadamente 56 años. Hasta aquí, la teoría parece confirmarse con los datos, en tanto se defiende el voto masculino como el principal voto de la extrema derecha. Sin embargo, respecto al nivel de estudios, en ambos casos el mayor porcentaje se obtiene para aquellos con estudios universitarios y en situación laboral activa, lo cual distingue el caso de VOX del resto de la familia de extrema derecha. (Mayer 2002 y 2014; Gougou y Mayer 2013). La consideración de que la derecha radical hace su aparición entre las clases más bajas, en detrimento de un target que solía pertenecer a la izquierda tradicional, parece no cumplirse para el caso de la formación de Santiago Abascal. Es más: el nivel de ingresos es muy elevado en ambas formaciones, lo que deja entrever que las consignas defendidas por VOX respecto a la inmigración, la defensa de la identidad o la comunidad han dejado en un segundo plano las preocupaciones y los temas de carácter económico que reinaban hasta la fecha (Betz 2001).
Por último, acerca de la religión, se puede observar que los votantes del PP se consideran católicos practicantes, a diferencia de los de VOX, que, a pesar de considerarse católicos, no acuden a la iglesia con asiduidad. Aunque la religión no es un tema central en las proclamas de la organización, sí se encuentra presente en alguna de sus propuestas, como la creación de una agencia para las minorías cristianas amenazadas o la defensa de los católicos españoles ante los movimientos laicos (Ferreira 2019).
Perfil emocional
Dejando a un lado los factores sociodemográficos por excelencia, resulta oportuno proponer una visión analítica en clave emocional sobre los votantes de VOX y del PP. A continuación se mostrará una serie de gráficos que representan los porcentajes de presencia e intensidad con que los entrevistados afirman sentir, hacia los líderes y partidos, las siguientes emociones positivas: entusiasmo, esperanza, orgullo y tranquilidad. Conviene resaltar que la intensidad de la emoción se mide solo cuando el entrevistado ha afirmado sentirla. Para acotar el marco temporal, en este caso, al igual que en el perfil sociodemográfico, los análisis expuestos referencian los datos de las elecciones generales celebradas en noviembre de 2019, al ser aquellas en las que mayor representación parlamentaria obtuvo la formación de extrema derecha.
Así, tal y como se puede observar en la figura 1, los votantes de VOX afirman haber sentido considerables niveles (porcentuales) de sentimiento emocional hacia su líder, Santiago Abascal; porcentajes todos ellos superiores al 70 % para las cuatro emociones. De ellas, la esperanza llega a superar el umbral del 90 %, seguida por la tranquilidad y el orgullo. Sin embargo, respecto a la intensidad (en una escala de 1 a 5), el orgullo (4,59) hacia el líder es la emoción que sienten con mayor intensidad, seguida por la esperanza (4,5). Son cifras que no resultan contradictorias a simple vista, pues el orgullo forma parte de la concepción del líder como figura carismática y de la personalización del liderazgo en un salvador de la unidad y la soberanía españolas (Jaráiz, Rivera y Castro 2020).
En el caso de lo que los votantes del PP sienten hacia el líder de VOX, las cifras siguen el mismo patrón que el de los propios votantes de la formación de extrema derecha, pero con valores mucho más reducidos, aunque significantes. La esperanza hacia Santiago Abascal es la emoción con mayor presencia entre las filas del PP, y llega a superar el 35 %, seguida por el entusiasmo (30 %) y la tranquilidad (26,4 %). Respecto a la intensidad, las cifras superan en todos los casos los 3 puntos; el orgullo vuelve entonces a ser la emoción que se siente con más intensidad: llega a situarse en un 4,13, frente al 4,59 de los votantes de VOX, es decir, menos de medio punto de diferencia entre ambos electorados. Esto, sumado a los altos porcentajes de presencia positiva entre los votantes del PP hacia Abascal, permite afirmar que el líder de la formación de extrema derecha no solo se encuentra bien valorado entre el electorado del PP, sino que suscita emociones positivas con una alta intensidad, lo que puede resultar en la aparición de un factor explicativo del voto a la formación verde.
En cuanto al caso del líder del Partido Popular, se puede observar que las emociones son mucho más estables en ambos bandos. Entre los votantes populares, la esperanza es la emoción con mayor presencia (76,3 %), seguida muy de lejos por el entusiasmo (46,7 %). El electorado de VOX siente en mayor medida tranquilidad hacia Pablo Casado (59,6 %), pero seguida muy de cerca por la esperanza (56 %). Respecto a la intensidad, los valores se encuentran todos muy próximos entre sí, tanto entre las diversas emociones como entre los electorados de ambos partidos. Todos los valores se encuentran entre 3 y 4, con la esperanza como la emoción con mayor intensidad para el electorado del PP hacia su líder.
Si se compara este gráfico con el expuesto anteriormente, se puede observar cómo los votantes de VOX tienen un mayor porcentaje de presencia de emociones positivas hacia el líder del PP que las expresadas por los populares hacia Santiago Abascal. Incluso, los votantes de VOX muestran un 56 % de tranquilidad hacia Pablo Casado, frente al 37,8 % de su propio electorado. Es decir, Pablo Casado genera más tranquilidad a los votantes de VOX que a los del PP. Algo similar sucede con el entusiasmo, cuya intensidad hacia Pablo Casado es mayor dentro de los votantes de VOX que entre los populares. Este suceso resulta llamativo por una parte, pero por otra puede deberse a que una gran mayoría del electorado de VOX proviene del PP, por lo que sus valoraciones tienden a ser positivas. Sin embargo, en el caso del PP hacia VOX sucede lo contrario, quizás motivado por la estrategia de los verdes de captar el electorado descontento con los líderes populares.
Dejando a un lado las emociones hacia los líderes de la derecha española, el siguiente paso es construir el perfil emocional de los votantes de ambas formaciones hacia sus partidos.
En el caso de VOX acontece algo similar a lo que ocurría con Abascal, aunque con algunas salvedades. La esperanza sigue siendo la emoción con mayor presencia entre el electorado (91,8 %), seguida por la tranquilidad (75,5 %) y el entusiasmo (74,9 %). En este caso, el orgullo es la emoción con menor presencia entre los verdes, a pesar de tener un porcentaje superior al 70 %. Esto puede explicarse por, como se expuso previamente, la estrecha relación entre el orgullo y el liderazgo. Dentro del electorado del PP, las cifras son muy similares a las expuestas hacia su líder, e incluso en el mismo orden: la esperanza (38,1 %) es la emoción que sienten los votantes del PP en mayor medida hacia VOX, seguida por el entusiasmo (26,3 %) y la tranquilidad (24,5 %).
En cuanto a la intensidad de las emociones de los votantes de VOX, son prácticamente idénticas a las analizadas para el liderazgo de Abascal, es decir, superan los 4 puntos en todas las emociones. Son cifras elevadas; el hecho de que el orgullo (4,52) y la esperanza (4,42) se encuentren tan próximas al 5 constata el efecto que las componentes emocionales tienen en el voto a la extrema derecha española.
Sobre las emociones hacia el PP, empezando por su propio electorado, se puede observar cómo los porcentajes de presencia de las emociones son considerablemente más bajos que los estudiados para el liderazgo de Pablo Casado, lo cual deja entrever el posible descontento de los votantes populares hacia su partido. La esperanza (76,8 %) y la tranquilidad (59,7 %) vuelven a ser las emociones con mayor presencia dentro del electorado popular, y se repiten para el caso de los votantes de VOX, con un 67 % de presencia de esperanza y un 47 % de tranquilidad. El orgullo, al igual que sucedía para el caso de VOX, es la emoción con menor presencia en ambos electorados. En cuanto a la intensidad, los valores son inferiores a los vistos para el caso de la extrema derecha: todas se sitúan entre 3 y 4. Resulta relevante destacar como, a pesar de que el orgullo es la emoción con menor presencia, es la que mayor intensidad presenta (4,17 para los votantes del PP; 4,11 para los de VOX).
Transferencia de voto
Una vez analizado el perfil emocional de los votantes de VOX y del PP, es momento de conocer si, como todos los datos apuntan, la formación de Santiago Abascal ha sido la principal catalizadora del voto descontento procedente del Partido Popular. A pesar de que VOX no entró en las instituciones hasta el año 2018 en el Parlamento de Andalucía, conviene comenzar el análisis más atrás, de cara a observar si hubo un traspaso claro entre ambas formaciones.
En las elecciones celebradas en junio de 2016, España se encontraba inmersa en una situación de descontento general, después de que en los comicios celebrados en diciembre de 2015 no se alcanzara ninguna mayoría parlamentaria que permitiera a Mariano Rajoy, candidato del PP en ese momento, formar gobierno. Esto, sumado a la entrada de Podemos y C's en el Parlamento Nacional, marcó un antes y un después en la política española. Estos fueron los últimos comicios a los que se presentó Mariano Rajoy como candidato del PP, después de que el candidato del PSOE, Pedro Sánchez (actual presidente del gobierno en funciones), introdujera una moción de censura a causa de los múltiples casos de corrupción en que se vio inmerso el partido, y que acabarían por costarle, como se verá posteriormente, una caída en las urnas.
En primer lugar, comenzando por las elecciones generales de junio de 2016 y, comparándolas con las celebradas en abril de 2019, se obtienen los siguientes resultados. De aquellos que admitieron votar al PP en 2016, un 63,6 % lo volvió a votar en abril de 2019, un 16,6 % se decantó por C's y un 15,9 % depositó su voto por VOX. Estas últimas dos formaciones cuentan con un traspaso de voto desde el PP muy similar, lo cual resulta llamativo, pues C's contaba con una trayectoria temporal mucho más representativa que la de VOX, principalmente debido a su labor de oposición en el Parlament catalán. Las cifras de traspaso de voto del PP a las formaciones de izquierda resulta prácticamente irrelevante.
También resulta interesante comentar el traspaso de un 13,1 % de los votos desde C's hacia VOX. Se considera a la formación naranja un partido de "centro-derecha", pero, a la vez, ya formaba parte de coaliciones con el PP y VOX en diversos parlamentos autonómicos y municipales.
Tabla 3 Transferencia de voto de las elecciones generales de junio de 2016 a las elecciones generales de abril de 2019
Respecto a la comparación entre los comicios de junio de 2016 y los de noviembre de 2019, los movimientos de voto resultan más sorprendentes, si cabe. Un 62,9 % de quienes decidieron otorgar su voto al PP en 2016 volvieron a hacerlo en la repetición electoral de noviembre de 2019. Sin embargo, mientras que en el caso anterior hubo un traspaso de un 16 % de los votos del PP a C's, en este caso el porcentaje baja hasta un 3,6 %. ¿Una de las causas? Poniendo el foco en VOX, se puede observar cómo, de aquellos que votaron al partido azul en 2016, un 28,6 % decidió depositar su confianza en el partido liderado por Santiago Abascal. Es decir, entre junio de 2016 y noviembre de 2019, hubo una transferencia del 28,6 % de los votos del PP hacia VOX. El partido verde se convirtió en un caladero del voto popular en casi un 30 %.
Una de las preguntas puede ser de dónde viene ese voto, pero, observando la tabla, se puede observar que un 13 % viene de aquel que en abril de 2019 se había marchado en pro del partido naranja. Este hecho se confirma con el descenso electoral que sufrió C's en las urnas entre abril y noviembre de 2019, motivada por la negativa del entonces presidente de C's, Albert Rivera, de apoyar un gobierno liderado por Pedro Sánchez. Es más, de aquellos que votaron a C's en 2016, un 14,5 % votó por VOX en noviembre de 2019. Lo cierto es que, en apenas siete meses, VOX pasó de tener 24 diputados a obtener 52 escaños en las Cortes Generales.
Tabla 4 Transferencia de voto de las elecciones generales de junio de 2016 a las elecciones generales de noviembre de 2019>
Por último, en cuanto a las elecciones de noviembre de 2019, aunque pasaron únicamente siete meses, esto supuso un incremento electoral tanto para el PP como para VOX. Para el primero, tras conseguir únicamente 66 diputados, las elecciones de abril significaron la mayor derrota electoral de su historia. En cambio, para el partido de Santiago Abascal supusieron una entrada triunfal.
Sobre los posibles traspasos de voto, en este caso se puede observar cómo el PP mantuvo fijo un mayor porcentaje de electorado que en las otras contiendas analizadas. Aquellos que lo votaron en abril de 2019 repitieron su voto en noviembre de ese mismo año en un 81,7 %. Sin embargo, desde el partido de Pablo Casado, se produjo un traspaso de voto de un 13,5 % a la formación de extrema derecha. Observando los datos de VOX, de quienes afirmaron votarlo en abril de 2019, volvió a hacerlo un 85 %, es decir, obtuvo una fidelización de voto mayor incluso que la obtenida por el PP, un porcentaje para nada menor por tratarse de un partido de nueva creación. Este también traspasó voto hacia el PP, pero en menor medida (12,5 %), un reflejo del préstamo de votantes entre ambas formaciones durante ese período. Respecto a C's, los porcentajes de traspaso de voto fueron inferiores a los mostrados con anterioridad, algo promovido quizás por la caída electoral que sufrió el partido en dichos comicios.
Tabla 5 Transferencia de voto de las elecciones generales de abril de 2019 a las elecciones generales de noviembre de 2019