Procesos 57, enero-junio 2023 17
las pinturas y el objeto vestido
El vestido es uno de esos objetos cotidianos. Para Moreyra, el aporte de
esta prenda a la lectura de la cultura de la época es que representa el medio
más ostensible del estatus social y económico de quien lo lleva, pues per-
mitía la diferenciación social y, por tal motivo, “era celosamente defendido
por aquellos que pertenecían al sector social más encumbrado”.17 La indu-
mentaria, más las joyas y adornos de la época, también pueden ser enten-
didos como el resultado de unas prácticas sociales e inuencias culturales
hispanas, europeas y producto del mestizaje, así como la consecuencia de la
existencia de redes económicas que permiten el comercio y de circulación de
bienes que se vieron alimentadas por las reformas borbónicas y la importa-
ción de géneros, adornos y objetos desde España y Europa.18
El análisis inicia apreciando el tipo de mujer retratada. La Audiencia de
Quito del último cuarto del siglo XVIII poseía unas características culturales
y sociorraciales producto de una segmentación y segregación propias de las
sociedades estamentales del Antiguo Régimen, pero, como han planteado au-
tores como Martin Minchom,19 Rosemarie Terán Najas y Joanne Rappaport,
do colonial”, en Nueva Historia del Ecuador. Época colonial III, ed. por Enrique Ayala Mora,
vol. 5 (Quito: Corporación Editora Nacional / Grijalbo, 1989), 187-243.
17. Cecilia Edith Moreyra, “Entre lo íntimo y lo público: la vestimenta en la ciudad de
Córdoba a nes del siglo XVIII”, Fronteras de la Historia 15, n.º 2 (julio-diciembre 2010): 389.
18. Joyas, indumentaria y adornos y ornamento femenino eran símbolo de pertenencia
a un sector social en la época colonial, por ejemplo, en el siglo XVIII, “sayas de nobleza,
mantellinas y mantos”, eran piezas símbolo de preeminencia social, como en el caso de
Venezuela. Samudio, “La importancia de la dote...”. La indumentaria y joyas en la América
Andina y otros espacios coloniales hispanoamericanos provenían de modelos culturales de
la Península. Véase Letizia Arbeteta Mira, “Precisiones iconográcas sobre algunas pinturas
de la colección del Museo de América basadas en el estudio de la joyería representada”,
Anales del Museo de América, n.º 15 (2007): 141-172. A nales del siglo XVIII los objetos de la
vida doméstica formaban parte de las relaciones culturales y de los circuitos de comercio,
de los ujos, rutas e interdependencia con otras sociedades. En el Virreinato de la Nueva
Granada, al que pertenecía la Audiencia de Quito, tomaron importancia una serie de objetos
nuevos, encontrados o citados en testamentos y dotes, demostración de que con el reformis-
mo borbónico y la apertura al libre comercio se abrió el mercado a productos de la Penín-
sula y otros lugares del mundo. Vajillas de porcelana (de la China, por ejemplo), cristalería
na, cubiertos de plata, lujosas sillas, escritorios, telas inglesas, entre otros, llegaban estos
territorios y ciudades provenientes de Cádiz, Cartagena, Santafé, Popayán y Quito. Telas,
piedras preciosas, géneros, vino, papel, cera eran, entre otros, los productos de ese inter-
cambio. Véase Orián Jiménez Meneses, “Objetos y cultura. Rituales, ujos y elaboraciones
en el Nuevo Reino de Granada”, HistoriaCrítica, n.º 39 (septiembre-diciembre 2009): 56-57.
19. Martin Minchom, ElpueblodeQuito1690-1810.Demografía,dinámicasociorracialy
protesta popular (Quito: FONSAL, 2007).