Revoluciones en la historia de América Latina, editado por Enrique Ayala Mora, es un compendio de artículos sobre diversos movimientos sociales sucedidos en el subcontinente entre 1850 y 2019, es decir, un recorrido de 169 años de historia, publicado por la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador y Ariel, en 2022. Contiene trece capítulos independientes, de diversos autores, cada uno centrado en etapas históricas diversas, la mayoría sucedidas en el siglo XX, excepto cinco casos que se refirieren al siglo XIX. Se trata de una obra divulgativa que ofrece a los lectores explicaciones generales de los procesos que aborda cada autor y busca abarcar una diversidad de movimientos sociales, pues como lo señala el editor, en la historia republicana de América Latina se han llamado revoluciones "desde los cuartelazos [...] hasta los procesos de gran aliento" (p. 9).
De ahí que en la "Presentación" se indica que la selección de los artículos se realizó con un criterio amplio, que permitió incluir diversos procesos sociales, caracterizados como revoluciones, aunque "no podrían considerarse tales según los cánones más rigurosos" (p. 11). La advertencia resulta especialmente pertinente en el apartado sobre Uruguay, cuyo autor, Gerardo Caetano, inicia por señalar que ese Estado "se consolidó a comienzos del siglo XX en clave mucho más reformista que revolucionaria" (p. 219). Gran parte de los artículos fueron escritos por historiadores, aunque se incluye a otros especialistas y, para Nicaragua, el testimonio de una comandante guerrillera de la Revolución sandinista.
El artículo de mayor calado es "La Revolución mexicana entre otras: trayectorias, actores colectivos y comparaciones con las grandes revoluciones mundiales", del historiador británico Alan Knight, quien desde su conocimiento del caso mexicano, propone conclusiones generales sobre las revoluciones. En su criterio, el concepto de revolución solo puede aplicarse a los movimientos que tienen la fuerza suficiente para afectar a toda la sociedad (p. 18). En esa lógica considera que únicamente han existido tres "revoluciones" en América Latina: la mexicana, la boliviana y la cubana. Las demás, dice, fueron transformaciones de regímenes políticos, a las que se suman un sinnúmero de rebeliones fallidas (p. 19).
Knight avanza sobre otras reflexiones de interés, por ejemplo, que el campesinado no es "torpe y marginal", como Carlos Marx y varios marxistas han sostenido, sino que es la clase que ha dado pie a las revoluciones (p. 36). Además, afirma que los movimientos políticos dedicados al debilitamiento del Estado tuvieron poco éxito en el siglo XX porque iban "en contra de la corriente de la historia" (p. 38), a lo que suma otras observaciones de interés, respaldadas en hechos históricos: las revoluciones como obra no de las clases ascendentes sino de las que van en picada, que buscan conservar su estatus (p. 32); así como también que las ideologías (seculares o religiosas) no son meros reflejos de la clase social (p. 25) y "que ningún régimen democrático ha sido derrocado por una amplia revolución armada" (p. 26).
Estas reflexiones dialogan con obras como las de Enzo Traverso, quien, en Revolución. Una historia intelectual, plantea que la acepción actual -proveniente de la Revolución francesa- de la revolución como una ruptura radical del orden social y político encarna también la invención del futuro, el momento en que las clases oprimidas toman conciencia de su fuerza, se convierten en un actor colectivo y un sujeto de la historia; como lo plantea también Arno Mayer en el clásico Las Furias. Violencia y terror en las revoluciones francesa y rusa, quien, al distinguir revolución de revuelta, señala que esta última es un hecho efímero y sin un objetivo claro, producto de un malestar social, mientras que la revolución moviliza fuerzas fundamentales de la sociedad y está dirigida, de manera consciente, hacia el cambio social y político de las relaciones de poder. 1
Revoluciones acompaña esta primera reflexión a la presentación de estudios sobre las otras dos grandes revoluciones de América Latina señaladas por Knight: la boliviana y cubana. En el primer caso, un artículo de Gustavo Rodríguez Ostria, titulado "La Revolución Nacional en Bolivia: entre dos fuegos (1952-2009)" hace un largo recorrido de lo sucedido en el país andino desde la insurrección popular de 1952, los intentos de sustitución de ese proyecto a partir de 1985 y culmina con un análisis de la reposición del "estatismo con visión indígena desde 2009" (pp. 329-369). El caso de la Revolución cubana, abordado por Sergio Guerra Vilaboy, dividido en cuatro partes, abarca desde la etapa previa (1953-1958) hasta la crisis del período especial (1990-2019), un lapso de 66 años que, en un artículo de 40 páginas (pp. 403-444) propone un vistazo general del proceso social más influyente de la segunda mitad del siglo XX en los países de la región.
Corresponden al siglo XIX dos estudios sobre la actual Colombia: la revolución liberal de 1851 y el golpe militar de 1854, que por primera vez incluyeron como actor político al pueblo (pp. 83-100), elaborado por Alonso Valencia Llano; y un estudio de caso sobre el sitio de Cartagena por los radicales en la guerra civil de 1885 (pp. 111-174), de Juan Marchena Fernández; a estos se une el artículo sobre la revolución de 1854 en Perú, su relación con la producción del guano, la corrupción y la guerra civil (pp. 53-82), escrito por Claudia Rosas Lauro. A la transición entre los siglos XIX y XX se refiere el estudio sobre la Revolución liberal ecuatoriana y su permanencia en el poder, entre 1895 y 1912, considerada como el cambio más profundo y radical de la historia republicana (pp. 175-217), de Enrique Ayala Mora.
Los demás trabajos se centran en hechos sucedidos en el siglo XX. El más temprano, y de tiempo de análisis más extenso (1933-2015) trata el peronismo y los modelos usados para su análisis (pp. 293-327), a cargo de Adrián Mercado Reynoso; cronológicamente le sigue el referido a la Revolución guatemalteca (1944-1954), tratada como un esfuerzo por acabar con el Estado oligárquico, pero en el que ganó la contrarrevolución (pp. 257-291), de Julieta Carla Rostica; muy próxima a esta es la revolución democrática de Venezuela, iniciada en 1945, y marcada por elementos fuertemente nacionalistas que fortalecieron a ese Estado (pp. 371-401), cuyo análisis es realizado por Eduardo Morales Gil.
Los dos últimos artículos hacen referencia a los procesos de movilización social más tardíos del siglo XX tratados en la obra. En el primer caso se encuentra la revolución campesina y ruptura política sucedidas en Chile entre 1962 y 1973, es decir, hasta el final del gobierno de Salvador Allende (pp. 445483), estudio a cargo de Nicolás Ocaranza; el libro finaliza con una reflexión de la Revolución sandinista por parte de una de sus combatientes, Mónica Baltodano, donde se hace referencia a sus antecedentes, la revolución en el poder, la acción de los contras y la traición de sus propios excombatientes, en un recorrido que va desde el nacimiento de la república hasta el año 2018, inclusive (pp. 485-508).
Al concluir el libro y el extenso recorrido que propone por revoluciones y rebeliones en las repúblicas de América Latina, se constata que, como lo ha señalado Traverso, la experiencia de la izquierda en el siglo XX, relacionada con la idea de pertenencia a un movimiento -una cultura-, vinculada con la transmisión de conocimientos, experiencias y valores orientados a la toma del poder, dentro de un esquema de organización militar, se encuentra ya agotada; sin que se haya encontrado una alternativa, en lo que lleva de recorrido el siglo XXI, que ya ha producido nuevas formas de rebelión, con formas de organización fructíferas y creativas en sus potencialidades anticapitalistas, pero que no reivindican continuidad histórica alguna con las revoluciones de los siglos pasados. 2
No obstante, si bien las estrategias revolucionarias pueden considerarse agotadas, no sucede lo mismo con el concepto histórico de revolución, aún necesario para interpretar el presente y gestionar la interacción entre memoria e historia. En ese camino, el análisis crítico del pasado ayuda a definir un horizonte de otro mundo posible, aunque la tarea de pensar otro futuro no concluye en el trabajo intelectual; requiere de la dimensión emocional y corporal, de acciones concretas e ideas encarnadas en afectos.
Revoluciones en la historia de América Latina es una obra divulgativa sobre las grandes gestas revolucionarias de América Latina y también de otras menos exitosas llevadas adelante en diversos momentos históricos del continente. En esa medida, se refiere a extensos períodos de tiempo, lo que limita explicar los matices internos de cada proceso, así como sus conexiones internacionales. Constituye un buen repaso general sobre el tema, que da paso a inquietudes históricas e historiográficas sobre las revoluciones y lo que la historia ya ha planteado respecto a esos procesos, así como lo que el método histórico aún puede aportar para estudiar tanto este concepto como otros varios que han sido -y son aún hoy- objeto de disputa de diversos agentes sociales, en ese camino señalado por Pierre Vilar sobre la labor del historiador: elaborar un discurso crítico sobre el pasado para poder pensar históricamente el presente.
