En nuestros días, el término "revolución" quizás es visto como un anacronismo o como una utopía. Pero ha sido uno de los más usados en la historia de América Latina, aunque con diversas acepciones. Hay una abundante literatura al respecto. Pero, curiosamente, no hay muchos trabajos comparativos respecto de revoluciones que se han dado en la región después de la independencia. En general, hay cada vez menos textos que enfrenten temas comunes en el ámbito latinoamericano comparando diversas realidades. Hay una avalancha de ejercicios historiográficos centrados en temas nacionales o locales, a veces en cuestiones absolutamente puntuales. Los libros de los años 70 y 80 del siglo XX, de autores que ofrecían perspectivas generales, son parte del pasado.
Por ello, siempre tuve la intención de promover un texto en que se compararan procesos revolucionarios de diversos países latinoamericanos. La oportunidad se dio cuando pudimos convocar a un seminario internacional organizado por el Colegio de América, Sede Latinoamericana, y la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, que se denominó "Revoluciones de América Latina" y se realizó el 6 y 7 febrero de 2019, con notable éxito de manera presencial y virtual.
El objetivo del seminario era producir un libro que no podía ser escrito por una sola persona, sino por contribuciones de diversos autores con el fin de comparar procesos de distintos países. Por ello se convocó a varios colegas a producir textos que fueron preparados para formar parte de un reader. Se trataba de ofrecer a los lectores un conjunto de estudios que analizaran procesos caracterizados como revolucionarios que se dieron en varios países latinoamericanos desde el fin de las guerras independentistas hasta el fin del siglo XX. En total fueron doce casos. Cada uno fue un aporte al tema general, con un análisis de una "revolución" concreta, ocurrida en determinado país.
Se pidió a los participantes que enfocaran los casos con entera libertad académica y con la aproximación que creyeran conveniente, pero enfatizando algunos elementos, como una narrativa de los hechos, sus actores socioeconómicos, colectivos e individuales, el contenido de conflicto, lo que se podría llamar su "proyecto político", los cambios ocurridos y sus consecuencias, es decir, la "herencia" de la revolución. Los comentaristas de este Diálogo Crítico han hecho referencia a esta característica, que permite tener elementos comunes que pueden verse en cada proceso.
Una cuestión central en la preparación del seminario y del libro fue establecer qué es, en qué consiste, una "revolución". Se pensó, en un principio, que podría incluirse un artículo general de un autor que enfocara el tema de manera amplia para realizar un acercamiento a las diversas acepciones de ese término que han surgido en Latinoamérica. Pero un estudio detenido hubiera dado material para un libro y más. Se prefirió, por ello, seguir la idea original y contar con artículos para los casos nacionales.
Cada participante dio al término un contenido específico y diverso. En realidad, como lo hice notar en la introducción, se han llamado o autodenominado "revoluciones" desde los cuartelazos que simplemente derrocaron un déspota para poner a otro, hasta procesos de gran aliento que iniciaron etapas de cambio con hondas repercusiones. Eric Hobsbawm llegó a afirmar: "América Latina: No hay región más revolucionaria".
Con estas consideraciones, me pareció que lo que cabía era presentar unas pocas ideas sobre la conceptualización de las revoluciones, que lo incluí en la introducción, y luego poner en primer lugar el artículo de Alan Knigth sobre la Revolución mexicana porque trata sobre uno de los procesos de mayor radicalidad y de notable influencia no solo en el propio país, sino en los demás países de la región latinoamericana, y porque aporta observaciones de corte general que ofrecen pistas que permiten entender las "revoluciones" latinoamericanas. Alan ofrece una tipología muy iluminadora. Por ello puede considerarse como texto introductorio a la obra.
Al ver los temas que podrían integrar el libro, establecimos un primer criterio: se seleccionaría un solo caso por país. Solo hicimos una excepción con Colombia por la diversidad de los enfoques de la realidad. Así se consiguió juntar doce casos nacionales en trece estudios. Un segundo criterio fue que al estudiar los procesos, por distintos que fueran, se considerarían "revoluciones" los que son así percibidos en la tradición histórica de cada uno de los países. Esto resultaba muy claro en los casos de México, Ecuador, Cuba o Nicaragua, pero también se podía considerar lo que había sucedido en Argentina con los diversos momentos del peronismo y en Chile con la Reforma Agraria. Otro criterio fue que los procesos estudiados debían haber sido determinantes en la trayectoria de los países y de la región. Fueron rupturas políticas y sociales de distintos alcances que marcaron hitos visibles, constituyéndose a veces en el fin de etapas o períodos y el comienzo de otros, siendo verdaderos "parteaguas" de la historia.
De antemano se sabía, y lo advertí en la introducción, que no todas las revoluciones que se presentan podrían considerarse tales según los cánones más rigurosos, sobre todo del marxismo. Pero tuvieron impacto político social y económico en los países. Y, por cierto, los casos tratados no son todos los de América Latina, pero pueden considerarse representativos. Quedaron fuera, desde luego, los meros golpes de cuartel o los rótulos con que se han caracterizado regímenes, en especial dictaduras, que no cambiaron nada de fondo.
Una vez que Revoluciones en la historia de América Latina ha circulado ya casi por dos años, puedo presentar algunas de las opiniones que me han dado sobre el libro. Las más frecuentes han hecho referencia a su carácter comparativo. Me han indicado, por una parte, que resulta muy útil este raro esfuerzo porque ofrece una visión amplia con estudios de buen nivel. Un colega me dijo que este libro debería alentar que se publiquen otros de tipo comparativo. Ojalá así suceda. Por otra parte, me han indicado que en la obra se considera revoluciones a muy diversas realidades y, por ello, la perspectiva comparada no es muy clara. Una colega me indicó: "¿Qué tiene que ver la revolución mexicana, que sí lo fue, con el peronismo, que nada ha tenido de revolucionario ni en sus mejores tiempos, peor después?". Una atenta lectura del libro quizá podría responder a esa objeción porque, efectivamente, hay destacables similitudes en todos los casos estudiados.
Otra opinión frecuente ha sido la falta de un estudio profundo sobre la categoría "revolución". Se me ha indicado que sobre el tema hay una amplísima bibliografía, que pudo ser usada en la obra. Sobre esta cuestión ya dije algo en este comentario. Ahora añadiría que precisamente la profusión de textos sobre el tema determina que muy pocos rasgos originales se podría añadir a lo ya publicado y, por ello, no cabe producir un texto más sobre lo que ya se ha escrito tanto. Además, resulta muy complicado reducir toda esa enorme producción en unas veinte páginas.
También me han reclamado que no se haya incluido procesos revolucionarios que fueron muy relevantes en varios países, como algunas revueltas en Brasil o guerras en Centroamérica. Desde luego que el libro no agota ni de lejos todos los casos que pueden ser estudiados. Podrían añadirse muchos muy interesantes, tratados por colegas conocedores y competentes. Pero, como toda obra, esta tenía un límite de extensión, un tope de páginas, y eso puso un techo al número de contribuciones, que debían ser representativas, sabiendo que no son las únicas posibles.
Varias personas me han reclamado por la extensión de los artículos, que no ofrecen una visión exhaustiva de los procesos. Pero hacerlos más largos hubiera implicado que debían ser menos los estudios, perjudicando la cobertura comparativa. También me han dicho que, sobre todo algunos textos, no son "neutrales" y tienen visiones muy favorables a los procesos y los protagonistas. A esta objeción, que supone que la historia es "aséptica", ya se ha contestado en muchas publicaciones y no voy a hacerlo aquí porque me desviaría del tema. Solo indicaré que todas las contribuciones son de rigor académico y carácter profesional. Además, la simpatía que los autores pueden tener por el tema que tratan es siempre un incentivo para la investigación académica. Una dosis de pasión por el arte es siempre necesaria para el trabajo de quienes hacemos historia.
Quizá el artículo que más comentarios ha suscitado es el de Mónica Baltodano sobre la Revolución sandinista, no solo por lo que podríamos llamar su actualidad, sino porque está escrito en tono militante. A muchos les ha gustado la visión general del proceso y como, por confesión de una protagonista, desembocó en una dictadura que constituye una regresión. A un colega le pareció que desentona con los demás estudios de la obra, porque es un alegato político contra Daniel Ortega y no un trabajo profesional. Al respecto puedo decir que invitamos a Mónica Baltodano precisamente porque es un excepcional caso de una académica con experiencia en estudios históricos que fue comandante sandinista y protagonista del proceso que estudia. Ella ha publicado una historia del sandinismo en varios tomos. Su artículo no es un panfleto, sino un ejercicio académico riguroso, escrito con la pasión de que se refiere a conflictivas situaciones que se están viviendo.
El libro, que fue publicado en Bogotá, solo ha sido distribuido comercialmente en Colombia y Ecuador, y ha llegado excepcionalmente a otros países latinoamericanos, incluso a Norteamérica y Europa. Esa es una limitación que tienen muchos de nuestros libros, que muy difícilmente pueden cruzar las fronteras de los países. Sin embargo, a muy poco tiempo de haberse editado se agotó y fue necesario realizar una reedición. Actualmente circula regularmente.
Diseñar, preparar y publicar un libro como Revoluciones en la historia de América Latina fue una experiencia muy interesante. Tanto la convocatoria como la posibilidad de trabajar y dialogar con colegas de varios países y trayectorias diversas, que vinieron a presentar sus comunicaciones y recibir observaciones, como el ejercicio de editar los textos, enriqueció mucho nuestro trabajo y confirmó la vocación del Colegio de América, Sede Latinoamericana por sus enfoques internacionales y comparativos.
Al cerrar estos cortos párrafos, agradezco una vez más a los autores y al personal que realizó las labores editoriales, así como a Ana Luz Borrero, Katerinne Orquera y Manuel Chust por su participación en este Diálogo Crítico sobre el libro.
Desde que lo preparábamos, durante las discusiones del seminario y a través de la lectura del libro, hemos detectado las limitaciones de la obra, que debería ser complementado por ulteriores publicaciones. Pero queda ya hecha su principal contribución porque aborda casos que fueron históricamente relevantes, con grupos sociales representativos como actores colectivos que expresaron sus intereses en medio de situaciones conflictivas.