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Reseña

DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.n60.2024.5535

Noemí Goldman y Georges Lomné, editores. Los lenguajes de la república. Historia conceptual y traducciones en Iberoamérica (siglos XVIII y XIX). Madrid: Casa de Velázquez, 2024, 267 pp.



Rafael E. Acevedo P. ORCID

Universidad de Cartagena Cartagena, Colombia

Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, , n.º 60 (julio-diciembre 2024), 206-214. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780





Entre finales del siglo XX y principios del XXI, la historia cultural, o la new cultural history, se convirtió en uno de los ámbitos más privilegiados y debatidos en el ámbito historiográfico. El reconocido historiador francés Roger Chartier, en un breve libro titulado La historia o la lectura del tiempo, recordaba las múltiples dimensiones que ahora abordaban los historiadores y habían permitido ampliar el espectro de análisis, más allá de la historia de las mentalidades, de los determinismos económicos, de las ideas, de identificación de las divisiones y las diferencias sociales objetivas, entre otras. Algunas de esas nuevas dimensiones tenían que ver con la preocupación por estudiar las relaciones entre las formas simbólicas y el mundo social, las representaciones comunes y las obras singulares, los lenguajes y los modos de argumentación, la producción de significados por la relación entre los textos y sus lectores y, en fin, las prácticas culturales arraigadas, construidas o transmitidas en una determinada sociedad. 1 La nueva historia cultural, aducía Chartier, "se define por el espacio de intercambios y de debates construido entre historiadores que tienen como identidad común el repudio a reducir los fenómenos históricos a solo una de sus dimensiones". 2

El libro Los lenguajes de la república. Historia conceptual y traducciones en Iberoamérica (siglos XVIII y XIX), editado por Noemí Goldman y Georges Lomné, y publicado recientemente por la Casa de Velázquez, es un aporte novedoso y un claro ejemplo de las conexiones que se pueden establecer desde la historia de la traducción y la historia conceptual con las preocupaciones y los desafíos metodológicos de la historia cultural. Como lo indica el título, el propósito del libro es analizar el ejercicio de la traducción y el proceso de adaptación de conceptos políticos que permiten comprender el republicanismo y el liberalismo entre las diferentes lenguas (imperiales, nacionales o regionales) que coexistieron en la geografía iberoamericana. ¿Cómo interpretar el acto de traducir conceptos políticos? Es la inquietud que comparten y se trata de responder, desde distintos puntos de vista, en la decena de capítulos que se incorporan. Una pregunta que no es fácil de resolver pero que lleva a los autores a analizar las dimensiones de las prácticas culturales relacionadas con la cultura escrita, las trayectorias intelectuales de los traductores, las estrategias comunicativas de la traducción, los modos de argumentación y narración, las circulaciones, recepciones, apropiaciones y transformación de los significados de las obras, así como también la historia de la lectura y la producción de un "laboratorio conceptual inédito" en Iberoamérica.

Desde luego, tanto las prácticas de la traducción como la adaptación y resemantización de los conceptos responden a los contextos y las circunstancias históricas de la modernidad política iberoamericana. La adopción de esta perspectiva en la que se analizan las "ideas en contexto", en la que se examinan las intenciones y decisiones de los actores, en la que el significado no queda condicionado solo a lo que se dice, sino que se estudia también lo que se hace, 3 es lo que permite, desde mi punto de vista, entablar un enriquecedor diálogo entre la historia de la traducción y la historia conceptual con la historia cultural. Aparte de la dilucidación de los conceptos fundamentales (pueblo, libertad, democracia, soberanía, ciudadanía, tolerancia, asociación, entre otros) que se transfieren y debaten en Iberoamérica, el libro estudia las condiciones de posibilidad y los escenarios intelectuales en los que fue posible la emergencia y transformación de los lenguajes de la república. Así pues, para llevar a cabo ese propósito, se analizan cuatro aspectos centrales (alrededor de los cuales se ubican los capítulos): I. El horizonte republicano de la traducción; II. Adaptaciones: las traducciones en lenguas indígenas y regionales; III. Mediaciones: actores y soportes, y IV. Recepciones: lecturas y contextos.

A propósito de esa división del libro, quiero ahora señalar algunos de los aportes centrales que permiten entender la traducción como un intercambio cultural, y no solo de lenguas, que posibilitó la emergencia y constante transformación del laboratorio conceptual, político y constitucional iberoamericano. No pretendo hacer un análisis detallado de cada capítulo, lo cual excedería los límites de estas páginas, sino, más bien, presentar a grandes rasgos los aportes investigativos de esta novedad editorial en tres frentes: 1. las mediaciones y estructuras comunicativas de la traducción; 2. la emergencia de la figura del traductor, y 3. las prácticas de la lectura en la traducción de conceptos.

En ese orden de ideas, los tres capítulos iniciales del libro analizan tanto las transferencias como las mediaciones conceptuales y los debates suscitados sobre el gobierno republicano. El análisis de las estrategias comunicativas de la traducción, es decir, las formas de apropiación y transformación de la cultura escrita (manifestadas en la manipulación, las adaptaciones, la selección y la materialidad de los textos), permiten a Georges Lomné explorar la polisemia del concepto de libertad que se fue emancipando del legado romano y se adaptó al ideario liberal moderno de la ilustración. El autor muestra las nuevas formas de gobierno en la Gran Colombia (1780-1848) no como resultado de la circulación de modelos políticos, sino más bien de la transposición y el uso de las ciencias políticas europea y norteamericana, del carácter singular de las culturas políticas que buscaban conciliar la razón con la religión y forjaron una "poética de la libertad" para justificar la emancipación. Asimismo, este estudio, que vincula a la historia conceptual con la historia de la traducción, permite ver una de las principales trasformaciones intelectuales del período: el paso de patricios a publicistas de los traductores de la libertad.

Seguidamente, se presentan dos capítulos dedicados al análisis de dos obras cruciales que se tradujeron en el contexto iberoamericano y suscitaron cierto debate sobre la tolerancia religiosa. Noemí Goldman estudia, por un lado, las traducciones al castellano del ensayo de Pierre-Claude-François Daunou, Ensayos sobre las garantías individuales que reclama el estado actual de la sociedad; mientras que, por otro lado, Gonzalo Capellán examina la traducción de la obra La esclavitud moderna, escrita por Félicité Robert de Lamennais. En ambos capítulos se aborda la recepción de esas obras y sus mediaciones para adaptarlas a las emergentes formas de gobierno republicanas de algunas regiones iberoamericanas. Comparten, en ese sentido, la preocupación por entender la negociación o conciliación que intenta establecerse a partir de esas traducciones entre los principios liberales y la religión; para ello, Goldman reconstruye la transformación de los sentidos del concepto de "garantías individuales" en Daunou, y Capellán hace lo propio con los conceptos de libertad, soberanía y pueblo y la metáfora de la esclavitud moderna en el caso de la recepción del texto de Lamennais. Desde luego, en ambos capítulos se demuestra cómo las traducciones son intercambios culturales que ayudan a entender la resemantización de los conceptos, pero que, al mismo tiempo, más allá del estudio de la circulación de las obras, se hace necesario examinar las diferentes estrategias comunicativas de los traductores (con sus pequeños aunque reveladores cambios) que ponen en escena las intenciones y las convicciones tanto políticas como religiosas en diferentes contextos sociopolíticos (p. 34).

No es suficiente, en ese sentido, la historia de la circulación de los libros para entender las mutaciones y adaptaciones de los conceptos a las realidades políticas iberoamericanas. La historia de la traducción trasciende el plano tanto de lo literal como de la circulación y -en su pretensión por reconstruir las transformaciones y adaptaciones de los conceptos- se pregunta por las intenciones de los traductores, por los sentidos de las metáforas, por los estilos de la escritura, por la materialidad de los textos, por la naturaleza de los lenguajes y hasta por las estructuras sociales e históricas de las comunidades políticas nacionales o de las lenguas regionales. Sobre este último aspecto trata el capítulo de Capucine Boidin, Joêlle Chassin, Noemí Goldman y César Itier, en el cual, de manera novedosa, presentan una comparación de las traducciones al guaraní, aimara y quechua sobre el decreto de la Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas (en 1813) que eximía del tributo a los indígenas, cuya traducción buscaba convencer e incorporar a los naturales al proyecto político que estaba emergiendo y asumir así su nueva condición de ciudadanos. Para ello se emplearon diferentes estrategias propagandistas que hacían un uso distinto de las lenguas indígenas articulado con sus prácticas culturales, sus formas de organización y de interpretación de los conceptos de autoridad, jerarquía, parentesco, entre otros, arraigados a sus tradiciones. Algo similar a lo estudiado también en el capítulo de Juan Esteban Ochoa, en el que se demuestra cómo la estrategia pedagógica de los traductores incidió en la adaptación y la manipulación de la que fue objeto el liberalismo en las cartillas constitucionales traducidas al euskera.

Estos dos estudios sobre las estrategias comunicativas, pedagógicas y propagandistas empleadas en la traducción develan la incorporación de las lenguas regionales al proyecto político republicano y al liberalismo. Una clara muestra de los aportes que puede ofrecer la historia de la traducción y la historia conceptual para "reconsiderar" la participación de las comunidades indígenas, y tal vez de otros sectores denominados "subalternos", más allá de esa imagen de la resistencia, subordinación y exclusión que ha predominado en cierta historiografía construida con una determinada carga ideológica y con cierto grado de anacronismo. En contraposición, hay que decir que la República se pensaba con los indígenas, sus privilegios y sobre todo con sus lenguas.

Ahora bien, otro nivel de análisis que se estudia en el libro tiene que ver con la emergencia de los actores o la figura del traductor. Más allá del rol asignado a la prensa chilena como instrumento de traducción, de formación de ciudadanos, de opinión pública y del republicanismo, el capítulo de Susana Gazmuri resulta pertinente para comprender las diversas características de los traductores asociadas a su formación y trayectorias intelectuales, su papel como escritores y publicistas, al dominio de los idiomas y experiencias con el latín, sus redes de contacto, el exilio en Londres y, en fin, a una serie de circunstancias que incidieron en la transformación de muchos de ellos en pensadores constitucionales, legisladores y científicos. En medio de esas variadas circunstancias, llama la atención cómo la prensa se constituye en un eslabón importante para traducir fragmentos de obras en una sociedad marcada por la ausencia de un mercado editorial, al igual que -y es un tema aún por estudiar- la relación de los hombres de letras con las universidades y su mutación en actores políticos. En ese sentido, la historia de la traducción se vincula directamente con la historia intelectual para examinar los lenguajes y los conceptos de una comunidad política. Desde ese punto de vista cobran relevancia las preguntas que se plantea el capítulo de Alejandra Pasino, a propósito de su estudio sobre la traducción y edición en el Río de la Plata de la obra de J. Gaudín, Observaciones sobre los inconvenientes del celibato de los clérigos. ¿Qué se traduce? ¿De qué manera? ¿Con qué intenciones? Preguntas que intenta resolver analizando las condiciones materiales de la obra, sus contenidos y, sobre todo, el contexto de producción y recepción, poniendo el énfasis en los escritos políticos que acompañaban la traducción y las luchas políticas que generó el celibato. En síntesis, tanto el trabajo de Gazmuri como de Pasino son una invitación a estudiar la emergencia de la "libertad de conocimiento" desde una historia de la traducción vinculada con la historia intelectual y la de los conceptos políticos.

Para finalizar, volvamos nuevamente a una de las premisas de la new cultural history: la necesidad de pasar de la historia del libro a la historia de la lectura. Esta premisa, desde mi punto de vista, se encuentra presente en los estudios de historia de la traducción e historia conceptual desarrollados en los capítulos de Víctor Samuel Rivera, Ana Isabel González y Darío Roldán. En el caso de Rivera muestra detalladamente, a propósito de la denominada traducción pragmática (es decir, la eficacia y circulación de un vocabulario no necesariamente traducido en términos lingüísticos), las estrategias argumentativas y la administración de un saber y unos conceptos (acuñados a Tocqueville) que generaron ciertos debates en los modos de concebir lo político entre los tertulianos, los jacobinos y los tocquevillanos, en distintos momentos electorales. Por su parte, González reconstruye los contextos de recepción y la lectura de los escritos de Lamennais que ayudaron al desarrollo del catolicismo liberal en España, frente a las visiones del neocatolicismo y la interpretación krausista, que no concebían la posibilidad de que el catolicismo defendiera las libertades políticas y civiles. Por último, Roldán estudia, en el contexto del Río de la Plata, los usos, las críticas y las reinterpretaciones que hizo Esteban Echevarría de la lectura de la teoría de la soberanía de la razón de François Guizot. Estos trabajos tienen en común el interés por estudiar las recepciones y, sobre todo, las interpretaciones del vocabulario político de algunas obras -no todas- que no habían sido aún traducidas en ciertos lugares de Iberoamérica.

Para cerrar, hay que decir que el libro editado por Noemí Goldman y Georges Lomné, vinculado al proyecto científico e intelectual de Iberconceptos, es un aporte significativo a los diálogos que desde la historia conceptual se pueden establecer con la historia de la traducción, la historia intelectual y la historia cultural en sus múltiples dimensiones. Además, en cada uno de sus capítulos, el libro ofrece lecciones del método para interpretar esa relación entre traducción, liberalismo y republicanismo. Aún nos quedan debiendo los editores y autores una interpretación sobre las otras recepciones, adaptaciones y traducciones que van más allá de los círculos de intelectuales, aquella historia de la forma en que el pueblo o los actores que no hacían parte de la élite política e intelectual se apropiaron, tradujeron y transformaron los lenguajes en función de sus realidades sociopolíticas y de la propia vida cotidiana. Desde luego, esta inquietud rebasa los objetivos del libro y, más bien, es una invitación a desplazar la escala de observación a otros estratos, en futuras investigaciones.




NOTAS


[1] Roger Chartier, La historia o la lectura del tiempo (Barcelona: Gedisa, 2007).

[2] Roger Chartier, El presente del pasado. Escritura de la historia, historia de lo escrito (Ciudad de México: Universidad Iberoamericana, 2005), 38.

[3] Quentin Skinner, Lenguaje, política e historia (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2007), 148-149.



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