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Reseña

DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.n60.2024.5519

Alberto da Costa e Silva: el mayor africanista brasileño (1931-2023)*


Alberto da Costa e Silva: the Greatest Brazilian Africanist (1931-2023)


Alberto da Costa e Silva: o grande africanista brasileiro (1931-2023)


Paulo Roberto de Almeida ORCID

Instituto Histórico e Geográfico do Distrito Federal / Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia Brasilia, Brasil

Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, , n.º 60 (julio-diciembre 2024), 198-202. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780





En todas las áreas intelectuales en que Alberto da Costa e Silva sumergió su pluma, su bolígrafo, y extendió su teclado, en las que discurrió oralmente, en academias y salones acartonados de los palacios oficiales, en las pequeñas tertulias entre amigos, el poeta, ensayista, memorialista, historiador y diplomático brilló como pocos en la república de las letras de Brasil, del mundo portugués, en el universo africanista del tráfico esclavo y de las culturas africanas de su costa occidental (las que más abastecieron de esclavos al Brasil), que Alberto conoció mucho. Este es un tema del cual fue, probablemente, el mayor historiador y un gran divulgador en el Brasil y el mundo luso-portugués, quizás también en diversos otros países.

Como su padre, el poeta Antonio Francisco da Costa e Silva, comenzó su carrera literaria como poeta a inicios de los años 1950, cuando publicó su primera recopilación de poemas O parque e outros poemas (Río de Janeiro, 1953). Después, casi enseguida decidió convertirse en diplomático, según confesó más tarde, solo para vengarse del Barón de Río Branco, que había recusado el ingreso de su padre a la carrera diplomática por ser "pavorosamente feo", como relató otro colega diplomático.

En los tiempos del Barón de Río Branco no había concurso para entrar en la carrera diplomática y la selección la hacía él personalmente, conversando con los candidatos que eran, en general, personas de familias conocidas, de preferencia bien parecidos y que hablasen lenguas extranjeras. Antônio Francisco da Costa e Silva, ilustre poeta, conversó con el barón sobre la posibilidad de ingresar a la carrera, pero el canciller fue taxativo: "Oiga, usted es un hombre inteligente, lo admiro como poeta, con todo no voy a nombrarlo porque usted es muy feo y no quiero gente fea en Itamaraty". 1

El mismo año en que fue admitido en Itamaraty de Río de Janeiro, en 1957, da Costa también publicó una antología: Lendas do índio brasileiro (Río de Janeiro, 1957, reeditada en 1969, 1980 y 1992). Cuando fue designado para su primer puesto diplomático en Lisboa (1960-1963), aprovechó para publicar otras dos antologías: La nueva poesía brasileña y Poesía concreta (Lisboa, 1960 y 1962). En ese mismo año, embriagado como su padre por la poesía, reincidió en el oficio paralelo, con O tecelão (Río de Janeiro, 1962) y nuevamente con una recopilación suya: Alberto da Costa e Silva carda, fia, doba e tece (Lisboa, 1962); cuatro años después, volvió a dedicarse al vicio de una vida entera: Livro de linhagem (Lisboa, 1966).

No contento con dejarse dominar por esa poderosa droga literaria, se entregó igualmente a otro proyecto ambicioso: dirigió y fue el principal redactor de la parte brasileña de la Enciclopédia Internacional Focus (Lisboa, 1963-1968). En esa época, ya estaba destinado para la embajada en Caracas, su segundo puesto (1963-1964), donde también sirvió como cónsul por tres años (1964-1967).

De vuelta a Río de Janeiro, sirvió como auxiliar del secretario general de Política Exterior (19167-1969) y fue destinado en seguida para la Embajada en Washington (1969), de donde fue convocado en 1970 para ser oficial de gabinete y asesor de coordinación del Ministerio de Relaciones Exteriores, el mismo año en que Itamaraty fue transferido de Río a Brasilia, diez años después de inaugurada la tercera y definitiva capital de Brasil. Sirvió todo el período (1970-1974), tal como el ministro Mario Gibson Barbosa, a quien acompañó en la primera visita de un canciller brasileño a África, en 1972. Ese fue un "momento importante de la acción diplomática en aquel periodo, cuando Itamaraty fue obligado a enfrentar y contornear la rígida posición colonialista de Portugal, que insistía en transformar el gobierno brasileño en garante de ese pagaré colonial que Lisboa se rehusaba a recuperar". 2

Probablemente fue en ese viaje memorable, preparado con esmero por el joven diplomático (ya designado consejero y coordinador de la misión), que nació en Costa e Silva la afición por el continente africano, como lo relató un corresponsal:

En la misión programada por Itamaraty enfrentarían rutas, aeropuertos, infraestructuras aeroportuarias y espacios aéreos desconocidos. Pasarían por situaciones en que las alternativas de ayuda desde tierra serían precarias, sin contar que, esta vez (...) [había] una carga preciosa abordo: la primera comitiva oficial de la diplomacia brasileña encabezada por el propio Canciller, para visitar el continente africano. 3

El coordinador del viaje, escogido por el canciller para los ocho países finalmente seleccionados: Costa de Marfil, Gana, Togo, Daomé, Zaire, Camarões, Nigeria y Senegal, todos en la costa atlántica, realizado entre el 25 de octubre y el 21 de noviembre de 1972, fue descrito así por el corresponsal Flávio de Almeida Salles:

Delgado, cabellos prematuramente encanecidos, tenía una barba rala, que le cubría parte del rostro; a cada momento, peinaba esa barba en forma de caprichoso candado. Inteligente, era considerado un excelente diplomático, interesado en temas políticos y culturales y defensor de la tesis de la natural aproximación entre Brasil y las naciones del continente negro. 4

En Costa de Marfil, Costa e Silva descubrió que el frevo brasileño es un ritmo musical proveniente de aquel país, como relató años más tarde en uno de los capítulos de O vício da África e outros vícios (Lisboa 1989). Él debió haber aprendido mucho más en ese periplo de más de tres semanas por los países que más suministraron esclavos para las plantaciones de azúcar del nordeste y de café del sudeste -a excepción de Angola, obviamente- para las muchas minas brasileñas y para todos los demás trabajos "destinados" a los africanos.

Fue el inicio del "caso único de amor", entre un poeta por vocación, improvisado historiador, y todo un continente, que se materializaría, años más tarde, en los libros que trataron el inmenso continente, no como simple abastecedor de mano de obra forzada para las Américas, sino como una civilización original, una cultura riquísima, de naciones vibrantes, como quedó revelado en las obras que lo distinguieron como el más conocido de los africanistas, uno de los más importantes en lengua portuguesa, una referencia de la literatura historiográfica en esa área. Debido a que, por entonces, prestaba mis servicios en la Embajada en Washington, fui varias veces solicitado por él para enviar por maleta diplomática ejemplares del Journal of African History, editado por la Cambridge University Press, así como otros materiales de estudios africanos.

Después de servir como ministro-consejero en las embajadas en Madrid (1974-1976) y Roma (1977-1979), Costa e Silva fue designado como embajador en Lagos (1979-1983), por entonces capital de Nigeria (antes de su cambio a la ciudad interior de Abuja), juntamente con Benin (Cotonu), después fue para Lisboa, donde representó a Brasil de 1986 a 1990. Al final de esa década, da Costa publicó el ya referido O vício da África..., una colección de ensayos que tuvo al continente como hilo conductor. También fue embajador en Bogotá (1990-1993) y en Asunción (1993-1995).

El primer libro del ciclo africano, tan voluminoso como el segundo, fue A enxada e a lança, cuyo subtítulo es iluminador A África antes dos portugueses (Río de Janeiro, 1992, con reediciones en 1996 y 2006), al que le siguió, diez años después, la obra que da continuidad al detallado estudio de las culturas africanas de esa parte de la costa atlántica tan bien conocida y vistada por él: A Manilha e o Libambo: A África e a Escravidão, de 1500 a 1700 (Río de Janeiro, 2002 y 2004). Esta segunda obra fue galardonada con el premio Sérgio Buarque de Holanda, de la Fundación Biblioteca Nacional, y con el premio Jabuti, de la Cámara Brasileña del Libro, en 2003. En el intervalo entre una obra y otra, da Costa publicó As Relações entre o Brasil e a África Negra, de 1822 à 1 a Guerra Mundial (Luanda, 1996), y en seguida, en su segundo gran monumento historiográfico, un libro que simboliza las relaciones brasileñas con "nuestros vecinos" del otro lado del océano: Um Rio Chamado Atlântico: A África no Brasil e o Brasil na África (Río de Janeiro, 2003 y 2005).

En medio de todas esas obras únicas, altamente situadas en el mismo nivel del estado del arte de los mejores estudios africanistas en las universidades de punta, da Costa fue honrado con una silla en la Academia Brasileña de Letras (ABL), en 2000, siendo acogido por el académico Marcos Villaça. Menos de dos años después, da Costa se desempeñaba como presidente de la ABL, siendo distinguido con el título de "Intelectual del año" en 2004, premio "Juca Pato", de la Unión Brasileña de Escritores y, ese mismo año, publicó una biografía sobre el mercader de esclavos de la costa de Benin, Francisco Félix de Souza (Río de Janeiro, 2004), nacido en Salvador de Bahía a mediados del siglo XVIII, y que se transformó, a partir de su instalación en la "costa de los esclavos", a inicios del siglo XIX, en uno de los más famosos y ricos traficantes del golfo de Guinea. Curiosamente, cuando estudié en Bélgica, en los años 70, fui colega, en la Universidad de Bruselas, de una togolesa llamada Leonardina de Souza, que no hablaba una sola palabra en portugués, se notaba que pertenecía a la élite de su país.

La producción ensayística y memorialista de Alberto es múltiple y su obra poética es nada menos que copiosa. Dos recopilaciones, a partir de sus muchos libros de poesía, fueron reunidas, respectivamente, en Poemas reunidos (Río de Janeiro, 2000: premio Jabuti de la Cámara Brasileña del Libro) y, por André Seffrin, en Melhores poemas de Alberto da Costa e Silva (São Paulo, 2007). Da Costa terminó su carrera diplomática como inspector-general del Ministerio de Relaciones Exteriores (1995-1998), pero no por eso dejó de colaborar con la elevación de la inteligencia en Itamaraty: después de haber sido presidente de la banca examinadora del Curso de Altos Estudios del Instituto Río Branco (1983-1985), la instancia institucional y cuasi académica que evalúa la calidad del trabajo intelectual de los consejeros que aspiran promoverse a ministros de segunda clase; da Costa fue vicepresidente de esa misma banca, de 1995 a 2000. Tuve el privilegio de ser examinado por él, en 1997, cuando defendí mi "tesis" sobre la formación de la diplomacia en el Brasil imperial, después, cuando se publicó esa pesquisa historiográfica, él escribió el prefacio. Da Costa me reclamó continuar con el trabajo sobre el siglo XX (aún estoy en deuda).

Por la inmensidad de su obra intelectual, Alberto da Costa e Silva también fue distinguido con el premio Camões de 2014, además de varios doctorados honoris causa y de una serie enorme de medallas y condecoraciones de los más diversos países, honra acumulada que puede haber reivindicado a su padre, recusado por el Barón de Río Branco por no ser un blanco doli-cocéfalo, ni estar dentro de las preferencias estéticas del patrono de la diplomacia brasileña un siglo antes.




NOTAS


[1] Traducción de Santiago Cabrera Hanna.

[2] Guilherme Luiz Leite Ribeiro, Os bastidores da diplomacia (Río de Janeiro: Nova Fronteira, 2007), 50.

[3] Flávio de Almeida Salles, Preto no Branco (Río de Janeiro: Francisco Alves, 2001), 15-16.

[4] Ibíd., 22-23.

[5] Ibíd., 50-51.



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