De las repúblicas urbanas a la nación
republicana: la negociada transición del Ecuador
From urban republics to republican nationhood:
Ecuadors negotiated transition
Das repúblicas urbanas à nação republicana:
a transição negociada do Equador
Georges Lomné
Equipo “Analyse Comparée des Pouvoirs” (ACP)-EA 3350 / Universidad Gustave Eiel
París, Francia
https://orcid.org/0000-0001-8222-3301
https://doi.org/10.29078/procesos.n59.2024.4950
Desde el siglo XIX, la historiografía latinoamericana de corte liberal ha
tratado de establecer una obligada correspondencia entre las revoluciones
de independencia y la Revolución francesa. El Ecuador no escapó a este re-
lato, aunque se atañó más a subrayar la liación de la Revolución de Quito
con las luces radicales, sean galas o ginebrinas. Añadamos a ello lo que Pie-
rre Chaunu calicó de Boston Tea Party interiorizado”.1 En otras palabras,
la búsqueda de una auténtica liación con la Revolución norteamericana:
una vertiente que no paró de denunciar Jaime E. Rodríguez O. hasta el nal
de su vida, y no solo en el caso ecuatoriano.2 En suma, la historia de la inde-
pendencia del Ecuador ha hecho caso omiso durante largas décadas de una
visión sui géneris, insertada en un espacio imperial: una historia conectada,
pero de dimensiones propias.
El libro de Santiago Cabrera Hanna trata de librarse precisamente de las
dos quimeras del origen que mencionamos, gracias a un enfoque a ras de
suelo, desde las repúblicas más auténticas del orbe hispano: los municipios.
1. Pierre Chaunu, L’Amérique et les Amériques de la Préhistoire à nos jours (París: Armand
Colin, 1964), 192.
2. Véase Jaime E. Rodríguez O., “Sobre la supuesta inuencia de la Independencia de
los Estados Unidos en las independencias hispanoamericanas”, Revista de Indias 70, n.º 250
(2010): 691-714.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 59 (enero-junio 2024), 133-140. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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Es más, lo hace a partir del arco temporal iniciado por lo que François-Xavier
Guerra calicó de “Revolución española”.3 La pregunta sigue siendo: ¿cómo
pudo acoplarse una “modernidad de ruptura” —la soberanía nacional ga-
ditana y, luego el republicanismo colombiano— con las antiguas formas y
prácticas del autogobierno urbano? Huelga decirlo, el título del libro tiende
a subrayar la existencia de un enfrentamiento entre dos visiones de la sobe-
ranía radicalmente opuestas. Pero la misma voz de “transiciones”, presente
en el subtítulo, nos sugiere de entrada que este conicto se resolvió, al menos
en el caso quiteño, mediante un largo proceso de negociaciones apto a de-
nir una articulación entre ambas.
A nuestro parecer, conviene recalcar dos aspectos clave del libro. Prime-
ro, la identicación de diferentes etapas en la transición: un “momento ga-
ditano”, de 1813 a 1822; un “momento colombiano”, desde 1822 hasta 1824;
y, de hecho, un período de crisis de 1826 a 1830. Segundo, lo que se impone
como un verdadero hilo rojo: la tensión entre libertad y naturaleza. Es decir,
el enfrentamiento entre el nomos político de 1821, los cimientos republicanos
plasmados en la constitución redactada en Villa del Rosario de Cúcuta, y
la physis del Reino de Quito, entendida como la naturaleza de una comuni-
dad subjetiva de cierto arraigo. Finalmente, adelantaremos un postulado: el
aporte de este libro a una visión compleja del proceso independentista que
no carece de rasgos tocquevillianos.
¿momentos de transiCión?
Las secuencias destacadas en el libro obedecen a formulaciones sucesi-
vas de la representación moderna. El primer momento corresponde clara-
mente a la implementación de la Constitución de Cádiz en la Audiencia y
al desarrollo consecuente de nuevas soberanías municipales. Se destaca la
voluntad del presidente Montes, desde 1813, de “desmonopolizar” (p. 30) la
hegemonía de las ciudades de mayor rango y, sobre todo, de “mermar he-
gemonía territorial a la región de Quito” al autonomizar las regiones (p. 40).
El censo constitucional lo hizo posible mediante un conteo scal que per-
mitió la identicación de los lugares aptos a albergar nuevos ayuntamientos.
De todo ello resultó una “homogeneización social normativa”: el paso de
la vecindad a la ciudadanía y la incorporación social de numerosos actores
mantenidos antes al margen de la vida política, como fue el caso de los in-
dígenas. Cabe recalcar también que la “constitucionalización del espacio ru-
3. François-Xavier Guerra, “L’Amérique latine face à la Révolution française”, Carave-
lle. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n.º 54 (1990): 7-20.
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ral” (la expresión es de Federica Morelli) fue manejada por el Ayuntamiento
de Quito de manera más hábil que en Lima, Arequipa o la ciudad de Guate-
mala, donde brotaron numerosos conictos de soberanía.
A partir de septiembre de 1820, la “segunda ola gaditana” permitió la
consolidación de los nuevos ayuntamientos y su autonomización con res-
pecto a Quito (pp. 48-52). Una mayor fragmentación acompañó el desarrollo
de las identidades comunales y se hicieron alianzas entre los nuevos ediles
y los antiguos dueños de la tierra; los hacendados. Surgió entonces la nece-
sidad de armar esta nueva ciudadanía frente al avance del ejército colombia-
no, mayormente, de parte del ayuntamiento quiteño, mediante el engancha-
miento de indígenas y castas.
El segundo momento corresponde a la incorporación de Quito a la re-
pública de Colombia. Con el afán de romper con un antiguo régimen de
índole corporativo, el nuevo orden político implementó un régimen de in-
tendencias capaz de “combinar la administración civil con el control militar
del territorio” (p. 97). El cabildo quiteño tuvo entonces que aceptar la par-
ticipación en el esfuerzo de guerra contra el alzamiento realista de Pasto, lo
que dio paso a una contienda directa con la intendencia. El ayuntamiento
pretendió representar la “voluntad local” (p. 111) al tratar de aminorar sus
contribuciones a dicho esfuerzo. El Libertador tuvo entonces que refrentar a
su propio intendente, Vicente Aguirre, propenso a acusar al cabildo de falta
de patriotismo.
Las fricciones iniciales terminaron en una necesaria convivencia entre
un municipio celoso de sus tradiciones y un poder al servicio de una guerra
nacional (p. 122). La negociación que entabló Vicente Aguirre con José Félix
Valdivieso, por entonces presidente del Concejo Municipal, debió su éxito
a los nexos sociales que ambos entretejían. Aguirre estaba casado con Rosa
Montúfar, la hija del marqués de Selva Alegre, mientras que Valdivieso es-
taba emparentado con el marqués Sánchez de Orellana. ¿Acaso no irrumpe
aquí la “sombra del Marquesado” sobre la Revolución, tal como la llamó
Arturo Abella4 en el contexto bogotano?
Por tanto, la nueva estructuración del Departamento del Sur permitió
controlar las rivalidades que habían brotado entre los municipios creados
durante el largo episodio gaditano. De aquí en adelante se abolió también el
reconocimiento de los cabildos abiertos como posibles expresiones de la vo-
luntad general (p. 143). En suma, la soberanía “primitiva” recibió una fuerte
limitación por parte de un régimen decidido a imponer el nomos republicano.
El tercer período destacado no corresponde propiamente a un “momen-
to”, sino a la crisis de 1826-1830. He aquí una interesante interpretación del
4. Arturo Abella, El orero de Llorente (Bogotá: Antares, 1960), 224.
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derrumbamiento nal de Colombia a partir de las conexiones que se esta-
blecieron entre Venezuela y el Ecuador. El eco en el Departamento del Sur
del pronunciamiento de los municipios de Valencia y de Caracas —la dicha
Cosiata de abril-mayo 1826— habría suscitado la voluntad de los munici-
pios de Guayaquil, Quito y Cuenca de cuestionar abiertamente la anexión
a Colombia. El rasgo más interesante del período seguramente fue la inter-
pelación directa de los cabildos a Bolívar. Se desarrolló entonces un intenso
debate acerca de quién encarnaría la voluntad del pueblo: ¿los municipios
o el congreso? Por tanto, el predominio de la legalidad cedía gradualmente
el paso a la legitimidad y gran parte de los municipios sureños aanzaron
una versión moderna de la Acclamatio Imperii de los antiguos romanos: el
pronunciamiento a favor de un caudillo. Haciendo hincapié en prácticas an-
tiguas, se apelaba al registro difuso de la libertad a través de un salvador,
un Restitutor Orbis, un restaurador del mundo, digno heredero de Augusto.
libertad versus naturaleza.
Nomos versus physis
El capítulo dos del libro propone una heurística del proceso institucional
de incorporación de la Audiencia de Quito a la República de Colombia. Al
considerar la unión de las tres audiencias de Veraguas, Santafé y Quito, la
Ley fundamental sancionada en Angostura hizo caso omiso, en 1819, no solo
de la peculiar historia de las juntas urbanas, y por ende del consentimiento
de los pueblos considerados, sino también de sus identicaciones imagina-
rias a tal o cual territorio. Al respecto, el Congreso de Cúcuta se mostró más
ambiguo en cuanto al delineamiento territorial exacto de la futura república.
El debate corrió sobre el carácter natural de tal unión. Francisco Antonio
Zea había postulado en Angostura que la agregación de tres “naturalezas”
preexistentes podrían conformar una naturaleza de mayores dimensiones:
Colombia. Los debates de Cúcuta impusieron una visión centralista de la
incipiente república, cimentada más en el amor hacia la libertad que en va-
gas referencias territoriales fundamentadas en una pretendida naturaleza
común. La Constitución de 1821 denió así un nomos, una norma político-
territorial impuesta desde arriba a unos pueblos respetuosos de un legado
territorial e histórico, una physis, y que sacaban orgullo de su propia gesta,
de sus respectivos gritos de independencia. Obvia decir que el caso de Quito
fue elocuente al respecto.
Quito no concebía su incorporación sino a través del consentimiento, de
un contrato respetuoso entre ambas partes. Bolívar, en cambio, consideraba
la anexión como tributo a la libertad concedida a sus habitantes por la vic-
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toria de las armas. El precio de la sangre eximía el consentimiento, impo-
nía la unión como justa e indiscutible. He aquí el enfrentamiento entre un
discurso republicano, asentado en una obvia alternativa —la fraternidad o
la muerte— y un deseo de asociación heredado del pactismo medieval ara-
gonés. A otra escala, la incorporación de Quito a Colombia podría evocar la
de Polonia al Primer Imperio francés en 1807. Deseosos de volver a existir
como nación frente a Rusia en el marco del bloque territorial napoleónico,
los polacos organizados en Ducado siguieron defendiendo los principios de
su “República nobiliaria”.
Recalquemos que el “Acta de las corporaciones y personas notables de
Quito”, que suscribió la incorporación el 29 de mayo de 1822, mencionaba
explícitamente que la ciudad era capital de “las provincias del antiguo reino
de Quito”. A mi parecer esta mención es fundamental y hubiera merecido
quizás mayor atención. El sentimiento de pertenencia a “una comunidad
imaginada” identicada con el virreinato de la Nueva Granada, se reducía a
una fracción de la élite ilustrada. En las postrimerías del siglo XVIII, todavía
se utilizaban las denominaciones de dos reinos subjetivos, de existencia me-
ramente “nominal”: el “Nuevo Reyno”, asociado al bastión de la altiplanicie
de la cordillera oriental, y el “Reyno de Quito”. Estas dos matrices de identi-
cación no ocultaban la profunda realidad del virreinato, la de un archipié-
lago urbano. Por la distancia misma que las separaba, las ciudades se habían
edicado tales patrias chicas, manejando importantes dominios agrícolas,
algo semejantes a las urbes de la Italia medieval. ¿Acaso el modelo romano
que implementaron los conquistadores no les había dado instituciones mu-
nicipales, fomentando verdaderas repúblicas? Son precisamente estas —a
manera de paradoja— que expresarían la necesidad en 1826 de devolverles
un padre augusto, un pater patriae, que pudiera asegurar la paz entre ellas
como lo hacía el “Podestà” entre las comunas italianas, según lo relataba
Jean de Sismondi en un famoso libro publicado en 1807.5
Cabe recalcar aquí otro aspecto. La América española ha perpetuado una
ambivalencia renacentista: soñar las ciudades con un padrón urbano vitru-
viano, pero dotarles a la par de una personalidad fomentada en unos “usos
y costumbres” peculiares, razón por la cual, Quito siempre sacó orgullo de
“tener estilo”. Se entiende entonces cómo la geometría política de los Bor-
bones pudo atentar a tantas repúblicas urbanas y, muy particularmente, a la
de Quito. Esta dimensión tiende a desaparecer en el libro al no considerar
el período anterior a 1812. El ídolo moderno de la Constitución gaditana no
debe ocultar la larga duración de la reivindicación quiteña del autogobierno
5. Jean Charles Léonard Simonde de Sismondi, Histoire des républiques italiennes du
moyen âge, t. 2 (Zúrich: Henri Gessner, 1807).
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frente a una soberanía de superior índole. ¡Que conste el carácter de la rebe-
lión de los barrios de 1765 tan “inédito y singular” en palabras de Anthony
McFarlane6 y, obviamente, las dos juntas de gobierno de 1809 y 1810-1812!
La huella de estos acontecimientos explica, en parte, el espíritu de rebeldía
que se experimentó frente a la administración de Aymerich en 1820-1822 y,
luego, frente a la de Vicente Aguirre en 1822-1824. El virrey Pedro Messía
de la Cerda había consignado ya en 1772 su absoluta desconanza hacia sus
propios vasallos, especialmente quiteños.7 Utilizaba la metáfora del incen-
dio, antecediéndose a la del volcán, que utilizó Bolívar.
el transCurso de la independenCia:
de las repúbliCas urbanas a la repúbliCa del eCuador
Cuando trató de entender el paso del Antiguo Régimen a la Revolución,
Tocqueville enfatizó la impronta de la larga duración frente al mito de la
ruptura política. La república diseñada en Francia a partir de 1792 habría
sido el punto de llegada de un largo proceso. ¿No habría de igual manera
un “momento independencia” de más amplia cronología, que conectara pa-
radójicamente la geometrización política y scal del Reyno de Quito por los
Borbones con la fundación misma del Estado del Ecuador? De igual manera,
acordémonos que dos décadas antes de que Tocqueville estuviera fascinado
por la construcción a ras de suelo de la democracia americana, Benjamin
Constant, en los pasos de Jean de Sismondi, destacó el papel esencial de un
“cuarto poder” para conformar la libertad de los modernos: el poder muni-
cipal. A nuestro parecer, este libro verica ambos postulados.
Por una parte, Santiago Cabrera Hanna señala cómo la Constitución de
Cúcuta ruralizó la participación política pero, a la vez, reforzó el papel de los
cabildos de las ciudades principales. Al preservar los municipios como gu-
ras esenciales del “gobierno de las comunidades”, supeditándolos a la vez
a “la jerarquía del régimen de intendencias” (pp. 134-136), ¡hasta se podría
decir que la república de Colombia logró concretar el proyecto borbónico!
Las atribuciones dadas a los jefes superiores y a los intendentes en mate-
ria militar y scal lo conrman de sobremanera. Por tanto, se hace evidente
que “el régimen colombiano trazó continuidades con el sistema imperial, y
6. Anthony McFarlane “The ‘Rebellion of the Barrios’: Urban Insurrection in Bourbon
Quito”, Hispanic American Historical Review 69, n.º 2 (mayo 1989): 283.
7. “Relación del estado del Virreinato de Santafé que hace el Excelentísimo señor don
Pedro Messía de la Cerda a su sucesor don Manuel Guirior”, 1772, BNCB, fondo Manus-
critos, vol. 289, pieza 1, en Germán Colmenares, Relaciones e informes de los gobernantes de la
Nueva Granada, t. 1 (Bogotá: Banco Popular, 1989), 144-145.
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reprodujo en parte un régimen administrativo de vieja factura ataviada en
ropajes republicanos” (p. 143). A ello, conviene añadir que las necesidades
del combate contra los realistas de Pasto obligaron a reunir lo militar con lo
administrativo y así brindar un modelo que sirviera de matriz a la “estructu-
ra fundacional de la República del Ecuador”, en 1830 (pp. 132-133). En este
sentido, podría armarse que, paradójicamente, el Ecuador nació durante el
episodio de su incorporación a Colombia, gracias a las leyes de 1822-1824.
Por otra parte, y esto constituye un aporte fundamental, Santiago Cabre-
ra Hanna nos demuestra cómo la crisis de 1826 pudo conectar las aspiracio-
nes de los cabildos venezolanos con la de los cabildos sureños, lo cual llegó
a poner en tela de juicio la representatividad del Congreso de la república
frente a la de los municipios. El apoyo de los intendentes del Departamento
del Sur a las proclamas urbanas debilitó aún más la legitimidad conferida al
Congreso. La “soberanía primitiva” de las ciudades fomentaba una ciudada-
nía de corte “deliberativo-resolutivo” que discrepaba de la ciudadanía deli-
neada en Cúcuta, o sea “electoral-censitaria”. He aquí un elemento crucial:
Bolívar se puso entonces a entablar transacciones políticas directamente con
los cabildos principales. Algo lógico, al nal, si consideramos que muchas
proclamas de las ciudades del Departamento del Sur lo designaban como
único lazo de unión posible para la incipiente república. Una situación que, a
nuestro parecer, lo convertía en árbitro superior, de legitimidad indiscutible.
Se dibujaba entonces la gura de un posible monarca de corte republicano,
varios meses antes de que se proclamara en noviembre 1826 la Constitución
boliviana... Esta conguración que conecta la prevalencia de los municipios
con una especie de Acclamatio Imperii nos da de pensar otra vez que las coor-
denadas de la política remitían en gran parte a la tradición clásica.
Cuando me formé en la Sorbona, se nos prohibía hablar de “caída” del
Imperio romano. Siguiendo los pasos de Henri Irénée Marrou,8 se nos su-
gería hablar de “antigüedad tardía”, de un “período de transición” durante
el cual hubiera sido fundamental el fenómeno de la “seudomorfosis”,9 que
Marrou había retomado de Spengler. En rigor, este término de cristalogra-
fía —que designa los cristales que, a pesar de un cambio de composición
química, conservan su forma inicial— podía aplicarse al bajo imperio. Tra-
té de aplicar yo mismo este tipo de acercamiento teórico al aparato ritual y
simbólico del período 1789-1830. El objetivo era demostrar cómo en Quito
y en Santafé de Bogotá un inmutable dispositivo de la gloria pudo celebrar
un nuevo tipo de soberanía y por ende, desvirtuarlo, celebrando a Bolívar,
8. Henri-Irénée Marrou, Décadence romaine ou Antiquité tardive? IIIe-VIe siècle (París:
Le Seuil, 1977).
9. Ibíd., 23.
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in ne, tal nuevo monarca. Es lo que llamé una “mutación imaginaria”. Al
término de la lectura del libro de Santiago Cabrera Hanna podríamos intuir
lo mismo en cuanto al sistema institucional: los municipios de las tres ciuda-
des principales del Departamento del Sur supieron mantenerse y suscitaron
un pacto regional apto a congurar en Riobamba un territorio que pudiera
juntarse en un futuro, bajo la forma de una confederación, con la Nueva Gra-
nada. Las “soberanías primitivas” del Departamento del Sur se presentaron,
así, como los pilares necesarios de una soberanía de rango superior, fruto de
una negociación local y no del dictamen del Congreso de Cúcuta, del cual no
pudieron participar en tiempo y hora. Este nuevo espacio nacional, de incier-
tas dimensiones, dado que no remetía propiamente a la antigua Audiencia en
función de un irrisorio uti possidetis juris, podía llamarse de aquí en adelante
“El Ecuador en Colombia”.
Fuentes y bibliograFía
FUENTES PRIMARIAS
“Relación del estado del Virreinato de Santafé que hace el Excelentísimo señor don
Pedro Messía de la Cerda a su sucesor don Manuel Guirior”, 1772, BNCB, fon-
do Manuscritos. Vol. 289, pieza 1. En Germán Colmenares, Relaciones e informes
de los gobernantes de la Nueva Granada. T. 1. Bogotá: Banco Popular, 1989.
FUENTES SECUNDARIAS
Abella, Arturo. El orero de Llorente. Bogotá: Antares, 1960.
Chaunu, Pierre. L’Amérique et les Amériques de la Préhistoire à nos jours. París: Armand
Colin, 1964.
Guerra, François-Xavier. “L’Amérique latine face à la Révolution française”. Carave-
lle. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n.o 54 (1990): 7-20.
Marrou, Henri-Irénée. Décadence romaine ou Antiquité tardive? IIIe-VIe siècle. París: Le
Seuil, 1977.
McFarlane, Anthony, “The ‘Rebellion of the Barrios’: Urban Insurrection in Bourbon
Quito”. Hispanic American Historical Review 69, n.o 2 (mayo 1989): 283-330.
Rodríguez O., Jaime E. “Sobre la supuesta inuencia de la Independencia de los Es-
tados Unidos en las independencias hispanoamericanas”. Revista de Indias 70,
n.º 250 (2010): 691-714.
Sismondi, Jean Charles Léonard Simonde de. Histoire des républiques italiennes du mo-
yen âge. T. 2. Zúrich: Henri Gessner, 1807.