Procesos 59, enero-junio 2024 177
una manipulación del código dominante, opciones de renegociar o revertir
dicho statu quo.6
A la par con la soberanía pactista y su espectáculo, el barroco en Qui-
to, como en el resto del universo barroco, movilizó el disciplinamiento del
sujeto individual y comunitario. Los dos regímenes de poder que Foucault
asoció al Antiguo Régimen: soberanía monárquica —en el sentido pactista
o de administración de poblaciones— y el micropoder pastoral, se comple-
mentaban.7 El disciplinamiento lo exploré en dos contextos: la santidad de
Mariana de Jesús y el régimen pastoral jesuita presente en las Cartas Annuas
jesuitas de Quito. En el primer caso, la célebre beata quiteña de mediados
del siglo XVI asociada a los jesuitas, me enfoqué en cómo ella se impuso un
régimen de disciplina religiosa marcado por los silicios, ayunos, y procesio-
nes domésticas, bajo la vigilancia de su confesor jesuita. Al mismo tiempo,
interactuaba con imágenes mentales y físicas de lo divino: por ejemplo, con-
vertía su cuerpo mutilado en una imagen del Cristo crucicado para expiar
sus pecados y los de la ciudad. Al morir, su cuerpo pasó a ser una reliquia
que emanaba poderes espirituales. A su vez, su retrato, obra de su confesor
jesuita, funcionaba como reliquia e imagen barroca, al estar habitado por su
verdadera presencia.8
Las Cartas Annuas jesuitas, que analicé en otro artículo, sondeaban el
régimen disciplinario colectivo ejercido por la orden en Quito o, por lo me-
nos, su idealización en las Cartas Annuas. Esto también signicaba resaltar
el lado represivo más que emancipador del barroco. Según este género de
escritura, los jesuitas sometieron a la población a un régimen sacramental
centrado en la confesión. Supuestamente realizaban miles de confesiones
especícas, anuales y generales (de vida), que escrutaban en base a la ca-
suística. Las confesiones estaban acompañadas de actos de penitencia como
ayunos, rezo repetitivo y aplicación de silicios. Los indios ladinos eran el
foco del régimen sacramental urbano en Quito, interpelados en torno al
amancebamiento y las borracheras más que a la idolatría. En las confesiones,
con frecuencia relataban sueños en los que se presentaba el inerno de los
grandes cuadros didácticos que permitían al propio sujeto de la confesión
reconocer sus pecados y las consecuencias de no revelarlos. Se trataba de
un universo onírico colonizado por la materialidad de la imagen barroca e
6. Carlos Espinosa Fernández de Córdova, “Colonial Visions: Drama, Art and Legi-
timation in Peru and Ecuador”, Phoebus 7 (1995): 83-106.
7. Michel Foucault, Seguridad, territorio, población (Ciudad de México: Fondo de Cul-
tura Económica, 2006), 135-136, 157.
8. Carlos Espinosa Fernández de Córdova, “El cuerpo místico en el barroco andi-
no”, en Modernidad, mestizaje cultural, ethos barroco, ed. por Bolívar Echeverría (Ciudad
de México: Universidad Autónoma de México/El Equilibrista, 1994), 163-170.