Huellas sobre huellas sobre huellas
Footprints on footprints on footprints
Vestígiossobrevestígiossobrevestígios
Mark Thurner
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-8111-1145
https://doi.org/10.29078/procesos.n58.2023.4593
Como un Carihuairazo ensombrecido por el imponente Chimborazo, la
diminuta huella del último libro colectivo de la red LAGLOBAL1 se desvanece
bajo las huellas de los gigantes. La prueba está al alcance de tus dedos: si
tecleas TheInventionofHumboldt —el feliz título de nuestro libro— en un
buscador como Google se dará con una avalancha de enlaces que conducen
no a nuestro libro sino al bestseller de Andrea Wulf, TheInventionofNature.
¡Alabado sea Google! Pues el libro de Wulf es required reading para nuestros
alumnos de la Escuela de Verano Chimborazo, a quienes hemos dedicado con
gratitud y esperanza nuestro libro. Las omnipresentes huellas digitales (en
el sentido virtual y no táctil, claro está) de Wulf conducen a las aún más
amplias y difundidas huellas de papel (ahora muchas de ellas digitalizadas)
dejadas por Alexander von Humboldt, el sujeto heroico de la hagiografía
de Wulf. Con el entusiasmo característico de los “humboldtianos”, en
el pasado, presente y futuro, la escritora sigue sus huellas. Huellas sobre
huellas sobre huellas. El propósito de este “Diálogo crítico” en Procesos.
Revista Ecuatoriana de Historia —a su vez basado en el “Coloquio Modos de
Conocer” que se organizó en FLACSO Ecuador en diciembre de 2023— es
esclarecer la naturaleza y propósito de nuestra huella ya que, como hemos
1. La red LAGLOBAL se dedica a investigar el lugar de América Latina en la historia
global del conocimiento. Las investigaciones de la red se vinculan con la sociedad por va-
rios medios, entre ellos la Escuela de Verano Chimborazo y LACABINET, un gabinete virtual
de objetos de conocimiento de origen americano, de acceso abierto y colgado en https://
acso.edu.ec/laglobal/es/. Invitamos a los lectores a consultar nuestro sitio web y así
conocer mejor la naturaleza colectiva y epistemológica del proyecto.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 58 (julio-diciembre 2023), 169-174. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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querido insinuar, queda fácilmente sepultada tras otras y, por tanto, se presta
a posibles malentendidos.
En la introducción a TheInventionofHumboldt hemos referido a esas huellas
sobre huellas con nombres irónicos que no por eso dejan de ser signicativos
para nuestros tiempos: “virus” y “cráter”, metáforas que registran de manera
fehaciente la coyuntura global y el lugar particular de la producción de
nuestro libro: Covid-19 y Humboldt-19. Este último referido al 250 aniversario
del nacimiento de Alexander, que tuvo lugar en 2019, celebrado por nosotros
en Quito con un simposio internacional de LAGLOBAL que, a su vez, dio
lugar a este libro, cuya publicación se atrasó por los largos efectos del virus.
Al mismo tiempo, esos nombres reconocen el notable interés globalista y
vulcanista de Alexander, un afán que le llevó a deambular por los Andes. En
una reseña —que dice mucho de su autor y poco del contenido de nuestro
libro— un biólogo madrileño, con una notable obra humboldtiana, se ha
demostrado escandalizado por nuestras metáforas y críticas, que considera
“absolutamente negativas”, “desmesuradas” y, en n, “anti-humboldtianas”.2
Lamentamos este malentendido, pero no nos sorprende: el culto a Humboldt
es tan profundo y difundido que cualquier escrito que no sea laudatorio tiende
a ser tomado, al menos en un primer momento, como un ataque ingrato a un
héroe de la ciencia o como una ofensa a los muchos estudiosos humboldtianos
cuyas obras han contribuido a construir y difundir esa imagen heroica.
Sin embargo, la realidad de nuestro libro es otra: no nos interesa en
absoluto juzgar a Humboldt y tampoco buscamos tumbar las muchas
estatuas (en todos los sentidos de la palabra) erigidas a él. Como regla
general, Humboldt y los humboldtianos nos interesan solo en la medida en
que sean útiles para conducirnos hacia las huellas que descansen bajo sus huellas.
Buscamos,enn,hallarlashuellasquehicieronposibleslashuellasdeHumboldt.
Dejemos claro entonces, y de una vez por todas, que la perspectiva de los
editores del volumen y de todos los autores partícipes no es antihumboldtiana
sino subhumboldtiana y poshumboldtiana, es decir, arqueológica y geopolítica.
Desde su publicación en 2023, la naturaleza positiva de nuestro proyecto
arqueológico ha sido conrmada en reseñas eruditas y sin tintes maniqueos.3
2. Miguel Ángel Puig-Samper, reseña de “TheInventionofHumboldt:OntheGeopolitics
of Knowledge, ed. por Mark Thurner y Jorge Cañizares-Esguerra”, Hispanic American Histo-
rical Review 104, n.º 1 (febrero 2024): 147-149.
3. Véase Luz Fernanda Azuela, reseña de TheInventionofHumboldt:OntheGeopoliticsof
Knowledge, ed. por Mark Thurner y Jorge Cañizares-Esguerra” (Nueva York / Londres: Rout-
ledge, 2023)”, Araucaria.RevistaIberoamericanadeFilosofía,Política,HumanidadesyRelacionesIn-
ternacionales 26, n.º 55 (2024): 703-706; Patrick Anthony, reseña de “TheInventionofHumboldt:
On the Geopolitics of Knowledge, , ed. por Mark Thurner and Jorge Cañizares-Esguerra” (Nueva
York / Londres: Routledge, 2023)”, TheBritishJournalfortheHistoryofScience (2023): 1-2.
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En el poco espacio que me queda intentaré ilustrar nuestra perspectiva
con unos pocos ejemplos tomados de los capítulos del libro. Repasaré el
argumento de mi propio capítulo sobre el destino de la huella orientalista
de Humboldt para luego tocar puntos desarrollados por algunos de los trece
autores que alimentan la obra.
Como dejamos claro en la introducción, el bestseller de Wulf no es solo
cuestión de su trama épica y estilo “casi de pulp ction” —como remarcó
el New York Review of Books— de sus muchos premios y del marketing. La
razón más profunda de su éxito descansa en un subyacente discurso mítico
de tipo clásico y colonial que pregura su recepción. Ese discurso o cimiento
narrativo privilegia “los héroes de la ciencia” del norte y las fuentes que lo
conrman, elaboradas, en parte, por los mismos héroes y sus seguidores. En
este caso, Wulf utiliza las fuentes para inventar a un Humboldt que “inventa
la naturaleza”, tesis ecologista que se basa en una lectura equivocada de un
artículo cientíco escrito por Gregory Cushman, donde el autor demuestra
todo lo contrario: Humboldt se equivocó porque ignoró los saberes locales
sobre los ciclos climáticos de la región.4
El relato ecologista wulano no solo malinterpreta la historiografía
especializada y distorsiona la sensibilidad de Humboldt hacia sus fuentes
y antriones americanos, sino que responde a los deseos de nuestra
época y no los de la suya, un fallo grave ampliamente compartido por las
muchas biografías que, a través de los siglos, se ha escrito sobre Humboldt,
como ha demostrado con lujo de detalles Nicolaas Rupke en su excelente
metabiografía.5 Pero es también evidente que Wulf —y muchos otros
humboltianos— celebran a su ídolo no solo por ser el primer ecologista
sino también como un pionero indigenista o relativista cultural, cuando el
hecho histórico es que fue un orientalista ilustrado, con marcadas tendencias
historicistas. La huella orientalista de Humboldt es muy evidente en la época
pero muy incómoda para los humboldtianos, pues no pinta bien para la
imagen ecologista e indigenista que nos quieren vender, y por eso la borran
de sus relatos. Pero no se puede entender la empresa humboldtiana sin esa
huella ya que no era solo un proyecto que intentaba englobar la naturaleza
sino también la cultura.
El hecho innegable es que Humboldt dejó una profunda huella orientalista
en los estudios americanistas del siglo XIX y comienzos del XX. El caso peruano
es muy ilustrativo en este sentido, aunque no es el único, pues esa misma
4. Gregory Cushman, “Humboldtian Science, Creole Meteorology, and the Disco-
very of Human-Caused Climate Change in South America”, Osiris 26, n.º 1 (2011): 19-44.
https://doi.org/10.1086/661263.
5. Nicolaas Rupke, Alexander von Humboldt: A Metabiography (Chicago: University of
Chicago Press, 2008).
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huella puede rastrearse en la historia del pensamiento mexicano. Basándose
en mitos y algunos artefactos precolombinos que recogió en su improvisado
periplo por las Américas, Humboldt especuló que los incas y su civilización
eran de origen y carácter orientales, es decir, teocráticos y despóticos, y que los
indígenas comunes sobre los que reinaban eran (y seguían siendo en la época
en que Humboldt pasó por el Perú) unos meros autómatas, sin capacidad de
producir arte y progreso y, por tanto, poco aptos para ejercer la ciudadanía. A
pesar de su prestigio mundial, muchos peruanos ilustrados contemporáneos
rechazaron esas infundadas especulaciones del prusiano, y no solo por razones
de índole patriótico. Armaron mejores argumentos históricos basados en
datos más convincentes. José Hipólito Unanue fue ejemplar en ese sentido. El
mercuriano peruano desarrolló una epistemología y estética muy distintas de
las del prusiano. Sus investigaciones etnohistóricas, climáticas y anatómicas
le llevaron a plantear que la civilización peruana era autóctona, ingeniosa y
bella, de acuerdo con su situación geográca vertical y “las vicisitudes de la
historia”. Los historiadores y naturalistas peruanos del siglo XIX subieron al
mismo tren, logrando ganar un largo debate sobre el origen de los incas y la
naturaleza de su civilización.
Ese debate se extendió hasta los años 30 del siglo XX y dio como resultado
que hoy las civilizaciones que surgieron en el Perú sean consideradas
ingeniosas invenciones culturales suramericanas y no meras derivaciones
asiáticas. Así, y a pesar de que a lo largo y ancho del siglo XIX los eruditos
de Europa y Estados Unidos seguían echando leña a la falsa tesis orientalista
de Humboldt, en el Perú se enterró esa desgraciada huella. Gracias a la labor
histórica y cientíca de los sabios peruanos, solo queda en el imaginario la
huella naturalista del prusiano, cuya manifestación más visible hoy es un
busto de Humboldt situado sobre un pedestal rodeado de esculturas de la
fauna que está condenada a llevar su nombre. Esta obra fue donada por
la colonia alemana asentada en Lima ca. 1935, es decir, durante la era del
nazismo. Esa escultura es el equivalente del libro de Wulf. La triste diferencia
es que la escultura literaria de Wulf es un bestseller global y no una curiosa
pieza relegada a un parque de exposiciones para niños.
El problema que enfrentamos hoy es que no contamos con un número
suciente de interlocutores críticos como los con que contó el Perú del
siglo XIX. Hablo de intelectuales públicos como Ramon Feliu, delegado
suplente del Perú a las Cortes de Cádiz; José Hipólito Unanue, pionero de la
etnohistoria y autor de una crítica contundente del historicismo europeo en
su variante supremacista; Mariano de Rivero, fundador del museo nacional
y cuya carrera se debió mucho tanto a Humboldt como a Bolívar; o Sebastián
Lorente, un lósofo murciano peruanizado, fundador de la moderna
historiografía peruana. Hoy en día, ellos contestarían el hecho de que la
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muy inuyente biografía de Wulf borra casi por completo la comunidad
intelectual limeña y la de su contraparte mexicana —sin duda las más
importantes de la región en esa época— sin las cuales Humboldt no hubiera
podido compilar su obra.
Decimos “compilar” por la simple razón de que en gran medida —y este
hecho no es para nada desmesurado o negativo, pues queda ampliamente
comprobado en nuestro libro y muchos otros trabajos ajenos al nuestro—
Humboldt no es el “autor” único de todas sus obras y de todas las “invenciones”
que se le han querido atribuir. Hasta cierto punto y en algunos momentos
determinados de su carrera, el prusiano reconoció su deuda con la ciencia
hispánica y también la naturaleza compiladora y derivativa de algunas de
sus publicaciones. ¿De qué se derivaban? Pues de la ilustración hispana y
americana, de sus archivos, de sus publicaciones y de sus informantes, un hecho
reconocido y advertido por Jorge Cañizares-Esguerra hace ya más que una
década.6 Su EnsayopolíticosobrelosreinosdeNuevaEspaña, para citar un ejemplo
archiconocido, toma su inspiración y forma de las “guías de forasteros” peruanos
compilados por Unanue, contenido que le fue entregado por sus contrapartes
mexicanas. Quizás lo único nuevo que contribuía a esa obra compilada fue su
dudosa tesis siocrática y smithiana, cuestionada por economistas mexicanos,
como demuestra José Enrique Covarrubias en su capítulo. Su famoso tableau
o Naturgemalde geobotánica del Chimborazo se debe no solo a su genio y arte
sino a una tensa rivalidad con su contraparte neogranadina, Francisco José de
Caldas, pues sin Caldas ese famoso tableau no reportaría nombres de plantas
(aunque las alturas que a ellas las asigna Humboldt se apartan de la realidad),7
un hecho relatado, con lujo de detalles, en el capítulo de Alberto Gómez.
Las practicas geobotánicas de Humboldt también deben mucho a
precedentes hispano-italianos, estudiados por Florike Egmond, saberes que
fueron reformulados durante sus cortos viajes a Canarias y Roma, antes y
después de visitar el “Nuevo Continente”, como destaca Peter Mason en su
capítulo. En el campo de la botánica, José Amaya demuestra en su estudio
que la obra de Humboldt y Aimé Bonpland contiene elementos mutisianos
que el gaditano-colombino les había regalado cuando pasaron por su casa-
laboratorio en Bogotá, siempre con la expectativa profesional de que sean
6. Jorge Cañizares-Esguerra, “How Derivative was Humboldt? Microcosmic Nature
Narratives in early modern Spanish America and the (other) Origins of Humboldt’s Eco-
logical Sensibilities”, en Colonial Botany: Science, Commerce, and Politics in the Early Modern
World, ed. por Londa Schiebinger y Claudia Swan (Filadela: University of Pennsylvania
Press, 2007).
7. Susanne S. Renner, Ulrich Päßler y Pierre Moret, “ ‘My Reputation is at Stake’.
Humboldt’s Mountain Plant Geography in the Making”, Journal of the History of Biology
56, n.º 1 (2023): 97-124.
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preservados en París y reconocidos en sus publicaciones. Pero, a pesar del
reconocimiento que Humboldt y Bonpland dan a José Celestino Mutis en el
preámbulo de una publicación que tantas veces citan los humboldtianos, ese
no fue precisamente el caso. En México, como demuestran Miruna Achim y
Gabriela Goldin Marcovich, los hallazgos en mineralogía de Andrés Manuel
del Río fueron subvertidos por las maniobras y negligencias de Humboldt,
dando como resultado su desconocimiento en el mundo de la ciencia, otra
vez a pesar de que Humboldt lo reconoce en otro contexto, tantas veces citado
por los apologistas. Humboldt hizo algo similar con los mapas elaborados
por Vicente Talledo, quizás porque superaron los suyos. Su relato del viaje
a Quito —que Humboldt inventa retrospectivamente— es otro ejemplo:
el barón sigue las huellas de La Condamine (por eso intenta ascender al
Chimborazo) pero al seguir las huellas del gran ilustrado francés, Humboldt
borra las huellas de Antonio de Ulloa, como demuestra Neil Saer en su
capítulo. En todos estos casos no es una simple cuestión de si Humboldt
menciona en algún momento sus fuentes y antecesores —como quieren los
humboldtianos— sino de cómo, dónde y cuándo los cita.
Irónicamente, quizás la grandeza de la obra y archivo de Humboldt
reside en su naturaleza derivativa y compiladora, pues en ella quedaron
incrustadas las huellas de los que hicieron posible su ciencia. Todo esa gran
obra y archivo fue posible por la naturaleza improvisada y autonanciada
de su viaje —que le permitió recorrer los virreinatos americanos sin mayor
vigilancia de sus pares— su estatus nobiliario prusiano, su blancura,
su prestigio parisino, sus caros instrumentos, su gran fortuna, genio, e
intrepidez (que nadie niega) sino también por el hecho de que, a través de
sus redes y gestos de divulgación, pudo llegar a ser laureado en vida como el
Apolo moderno de la ciencia, un “dios solar”, como destaca Leoncio López-
Ocón en el trabajo incluido en el libro. Esta imagen trae a la mente otra,
cuya gura inmortal fue diseñada y plasmada por Gian Lorenzo Bernini
en su famosa estatua ecuestre de Louise XIV. Según su creador, esa estatua
quiso representar al rey sol en su máxima gloria: la conquista de una alta
cumbre, fruto merecido de haber “sangrado” y sufrido durante el acenso. La
inspiración renacentista de ese tropo viene de Petrarca, quien lo rescata de
Hesíodo.8 El mismo tropo le sirve a Humboldt para ensalzar, años después,
su ascenso al Chimborazo. Y ese mítico relato de su ascenso al Chimborazo
sirve a Wulf como escena primaria de su hagiografía. Huellas sobre huellas
sobre huellas.
8. Véase Irving Lavin, Past-Present: Essays on Historicism in Art from Donatello to Picasso
(Berkeley: University of California Press, 1993), 170-172.