Procesos 58, julio-diciembre 2023114
Sobre la situación del teatro local en el período, investigadores como Her-
nán Rodríguez Castelo, Genoveva Mora, Alfonso Campos o Nancy Yépez
han reexionado sobre acontecimientos concretos, difundidos por la prensa o
a través de testimonios;5 han estudiado las iniciativas y producciones artísti-
cas, encomiando el esfuerzo denodado de creadores o notando la recurrente
falta de apoyo estatal y la inestabilidad de espectadores. Sin embargo, para
comprender el alcance del fenómeno es necesario vincular las condiciones
productivas con las posibilidades distributivas y consuntivas de las obras en
la “realidad artística” de la producción de bienes culturales consumidos por
una sociedad, como propone Juan Acha.6 Así, el despliegue de compañías
locales de teatro puede ser leído como expresión de los procesos de cambio y
expansión de la sociedad quiteña, y sus crisis y limitaciones internas pueden
entenderse, también, en tanto marcadas por esta condición de transformacio-
nes urbanas. Esto procura evidenciar el presente trabajo.
Actividad urbana por antonomasia, el teatro como género artístico de-
manda un público recurrente y estable, dispuesto a pagar por un tipo de
experiencia “suntuaria”. El actor requiere, a su vez, regularidad en la pro-
ducción, para que la profesionalidad implique la posibilidad de subsistencia
y el perfeccionamiento de la técnica. Para ello, una signicativa cantidad de
gente invierte en su preparación amplios recursos: tiempos de escritura, en-
sayos, producción; para llegar al consumo de los evanescentes bienes. En ese
contexto, la profesionalización se dene como la posibilidad de subsistencia
económica de los productores en la actividad especíca; como salida laboral
implica un contexto que la permita y a unos sujetos que apuesten por ella.
Analizar las prácticas y límites de esta opción de producción teatral en el pe-
5. Hernán Rodríguez Castelo, “Teatro ecuatoriano III. Desde los años 30 hasta los años
50 y teatro social”, en Teatrosocialecuatoriano.Flajelo,Eltigre,ElDiosdelaselva,Inernonegro
(Quito: Ariel, s. f.), 9-42; Genoveva Mora, “Las artes escénicas en el Teatro Nacional Sucre”,
en Subeeltelón..., t. 1, 74-123; Gerardo Luzuriaga, “El teatro ecuatoriano”, en Historia de las
literaturasdelEcuador.Literaturadelarepública1925-1960, ed. por Jorge Dávila Vázquez, vol.
5 (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacio-
nal, 2007), 190-215; Campos, El canto del ruiseñor...; Nancy Yánez, Memoriasdelalíricade
Quito (Quito: Banco Central del Ecuador, 2005).
6. El teatro, como bien cultural, requiere de un contexto de posibilidad en que el re-
sultado nal de las actividades “productivas” (la obra) coincida con las “distributivas” y
“consuntivas” en un mismo tiempo-espacio, uniendo creadores y público. Sobre el proceso
de producción del arte como bien productivo, véase Juan Acha, “Hacia la sociohistoria de
nuestra realidad artística”, en CríticaycienciasocialenAméricaLatina (Caracas: Equinoccio,
s. f.), 7-8. Al mismo tiempo, como bien, el teatro tiene los límites de consumo de la evanes-
cencia de la obra: coinciden en el tiempo la presentación del bien cultural y su consumo con
la disolución de aquel. Esta condición de “convivio” es una de sus condición de posibili-
dad, como marca el teórico e historiador teatral Jorge Dubatti, FilosofíadelteatroI:convivio,
experiencia, subjetividad (Buenos Aires: Atuel, 2006), 20, 43 y ss.