El voto femenino: un episodio de la guerra cultural
Estado-Iglesia. Ecuador, 1928-1929
Women’sSurage:AnepisodeintheCulturalWarbetween
theStateandtheChurch.Ecuador,1928-1929
Ovotofeminino:umepisódiodaguerraculturalentre
oEstadoeaIgreja.Equador,1928-1929
Katerinne Orquera Polanco
UniversidadAndinaSimónBolívar,SedeEcuador
Quito, Ecuador
katerinne.orquera@uasb.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-3603-0311
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n56.2022.3396
Fecha de presentación: 13 de julio de 2019
Fecha de aceptación: 18 de mayo de 2022
Artículo de investigación
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 56 (julio-diciembre 2022), 93-120. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
El artículo evalúa la forma en que la historiografía ecuatoriana
ha estudiado el acceso al voto de las mujeres alfabetizadas
en el Ecuador, aprobado por la Asamblea Constituyente de 1928-1929.
Ofrece una revisión crítica de los estudios sobre el tema y una nueva
lectura sobre las razones por las que se otorgó el derecho al voto
a las ecuatorianas alfabetizadas, quienes fueron las primeras
en sufragar en América Latina. Con este objetivo, se estudia el contexto
político marcado por una guerra cultural entre la Iglesia y el Estado,
que tuvo como uno de sus principales componentes la participación
de las mujeres en el espacio público.
Palabras clave: historia latinoamericana, historia del Ecuador,
historia de mujeres, voto femenino, guerra cultural,
Estado-Iglesia, Asamblea Constituyente, alfabetización.
ABSTRACT
The article evaluates how Ecuadorian historiography has studied literate
women’s access to vote in Ecuador, as approved by the Constituent
Assembly of 1928-1929. It oers a critical review of the studies
on the subject and a new reading of the reasons why the right to vote was
granted to literate Ecuadorian women, who were the rst to vote in Latin
America. To this end, it studies the political context marked by a cultural
war between the Church and the State, which had women’s participation
in the public sphere as one of its main components.
Keywords: Latin American history, History of Ecuador,
women’s history, women’s surage, cultural war,
State-Church, Constituent Assembly, literacy.
RESUMO
O artigo avalia a historiograa equatoriana que estudou o acesso ao voto
das mulheres alfabetizadas no Equador, aprovado pela Assembleia
Constituinte de 1928-1929. O trabalho oferece uma revisão crítica das
contribuições sobre o tema e uma nova leitura acerca das razões pelas
quais se outorgou o direito ao voto às equatorianas, que foram
as primeiras a votarem em eleições presidenciais na América Latina.
Com este objetivo, estuda-se o contexto político marcado por uma guerra
cultural entre a Igreja e o Estado, que teve como um de seus principais
componentes a participação das mulheres no espaço público.
Palavras chave: história latino-americana, história do Equador,
história das mulheres, voto feminino, guerra cultural,
Estado-Igreja, Assembleia Constituinte, alfabetização.
introduCCión
La investigación sobre el voto femenino en el Ecuador se ha desarrolla-
do en relación con la ampliación del acceso a derechos políticos por parte
del Estado, especialmente centrados en las motivaciones de la Asamblea de
1928-1929 para otorgar el voto a las mujeres. Las posiciones son diversas y
en algunos casos contradictorias, según se trate de estudios con enfoque de
género, clase o acceso a derechos políticos. Este artículo hace una revisión
crítica de esos estudios y propone una nueva lectura del proceso: el acceso a
voto de las mujeres alfabetizadas sucedió en el marco de la guerra cultural
de largo aliento entre el Estado republicano por la secularización y resisten-
cia de la Iglesia católica a que la religión se restringiera a una práctica priva-
da, contexto en el que se activó un movimiento católico que tuvo un fuerte
componente de género.
La relectura propuesta se articula en dos fenómenos históricos simul-
táneos e interrelacionados: por una parte, el fortalecimiento del Estado re-
publicano en tanto institución de control social; y, por otra, la irrupción de
las católicas en el espacio público para defender la Iglesia del proceso de
secularización. Se busca conectar la lenta aunque progresiva consolidación
del Estado como aparato político-administrativo —a cargo de políticos y
burócratas que buscaron perfeccionarlo como un organismo republicano
desde los fragmentos posteriores a la independencia, mediante la integra-
ción de periferias territoriales y sociales— con la irrupción de las católicas
en el espacio público, entre nes del siglo XIX y la tercera década del XX,
para defender la Iglesia católica de la secularización y el anticlericalismo,
que tuvo como efecto no deseado la ruptura del modelo ilustrado de esferas
separadas para hombres y mujeres, y permitió concebir la idea de conceder
derechos políticos a las mujeres alfabetizadas, como sucedió con el voto, a
nes de la década de 1920.1
La estructura del trabajo considera, en primer término, el proceso de
irrupción en el espacio público por parte de las mujeres, previo al derecho
al voto; se examinan luego los debates legislativos previos a la concesión de
voto, así como su aprobación efectiva por la Asamblea de 1928-1929; se cierra
1. Juan Maiguashca, “Dirigentes políticos y burócratas: el Estado como institución en
los países andinos, entre 1830 y 1880”, en Historia de América Andina. CreacióndelasRepú-
blicasyformacióndelanación, vol. 5 (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecua-
dor / Libresa, 2003), 213-216, 225; Inmaculada Blasco Herranz, “Género y religión: mujeres
y catolicismo en la historia contemporánea de España”, Revista de Historia y Pensamiento
Contemporáneos, n.º 4 (verano-otoño 2010): 13-14.
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con la relectura del acceso a derechos políticos en medio de la guerra cultural
entre la Iglesia y el Estado, como explicación de largo aliento sobre los cam-
bios en las condiciones sociales y políticas de las mujeres, y, nalmente, se
presentan algunas conclusiones que se extraen de la revisión de los hechos
históricos. Las fuentes primarias utilizadas se reeren, sobre todo, a las de-
claraciones de las propias mujeres sobre sus condiciones de vida, recogidas
de diversos impresos, como cartas públicas, hojas volantes y revistas, donde
expresaron sus ideas; así como también hacen relación con los artículos de
las Constituciones pertinentes para el análisis.
la aCtividad públiCa de las alFabetizadas
antes del dereCho a voto
Un primer tema que exploran los trabajos referidos a la aprobación del
voto para las mujeres alfabetizadas otorgado por la Asamblea de 1928-1929
son los derechos concedidos por los gobiernos liberales luego de la Revo-
lución de 1895.2 Entre las acciones especícas que se mencionan están: el
Decreto 68 que las declaró habilitadas para el ejercicio de cargos públicos
(1895), la Ley de Matrimonio Civil (1902), la Ley de Divorcio (1910) y la de
Emancipación Económica de la Mujer Casada (1911), que permitió la exclu-
sión de bienes de la sociedad conyugal. También se señala que los gobiernos
liberales no excluyeron explícitamente el sufragio femenino, aunque lo man-
tuvieron en términos ambiguos, por temor de favorecer a los conservadores.3
A ello se agregan otros cambios producto de la Revolución Liberal, que
abrieron paso a una incipiente participación femenina, en momentos en que
organizaciones sociales, sindicales y políticas buscaron capacitar a la mujer
en actividades relacionadas con la esfera pública, dando paso al trabajo asa-
lariado y la posibilidad de incorporarse a nuevas formas de organización,
así como el contexto internacional de la primera ola feminista. Se asegura
también que la educación liberal permitió formar a las primeras maestras y
periodistas, que crearon revistas femeninas y literarias, así como organiza-
ciones de benecencia de logias masónicas de las mujeres de las clases altas
liberales, que impulsaron la benecencia.4 No obstante, como se verá en las
próximas líneas, algunas de estas armaciones requieren de revisión, dado
2. Raquel Rodas, Historia del voto femenino en el Ecuador (Quito: CONAMU, 2009), 70, 84.
3. Agustín Grijalva, Eleccionesyrepresentaciónpolítica (Quito: Universidad Andina Si-
món Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 1998), 96, 99.
4. Jenny Londoño, “El sufragio femenino en el Ecuador”, en LibrodehomenajeaPlutar-
coNaranjoVargas (Quito: Academia Nacional de Historia, 2010), 217.
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que, según la revisión de fuentes, las católicas fueron las pioneras en la pu-
blicación de prensa femenina, así como en actividades de asistencia social.
Pero, antes de profundizar en el período de estudio, es necesario denir
que el voto no se otorgó a “la mujer ecuatoriana” —esencialización que im-
pide una correcta lectura del pasado— sino únicamente a las alfabetizadas,
es decir, a mujeres blanco-mestizas de clase media y alta, pues las de estratos
bajos no fueron beneciadas por las reformas liberales; aún más, eran con-
sideradas como el “símbolo de la desviación femenina por antonomasia”,
dado que no respondían al ideal de mujer doméstica,5 en una época denida
por Juan Maiguashca como contrarrevolución oligárquica por la ruptura en-
tre los de abajo y los de arriba.6
Hecha esta aclaración, es relevante mencionar que las católicas de clases
medias y altas estuvieron en constante actividad pública por lo menos desde
la década de 1870 y fueron las primeras en pronunciarse sobre su situación de
género, su religiosidad y la política nacional; pues las liberales solo se expre-
sarán a partir del siglo XX. Las declaraciones de las católicas, no directamente
relacionadas con sus propios derechos políticos sino más bien con los de la
Iglesia, alimentaron el debate sobre el papel de las mujeres en la vida pública,
en medio del conicto cultural por el tipo de Estado que planteaban clericales y
seculares, ámbito en el que las mujeres intervinieron de manera determinante.7
La pugna entre liberales y conservadores ecuatorianos por el lugar que
debía ocupar la religión en el régimen republicano se extendió entre me-
diados del XIX y las primeras décadas del XX y se vivió en todo el espacio
trasatlántico.8 Ese conicto implicó una problemática construcción del Es-
tado republicano, en un país “escasamente integrado, con amplias zonas
aisladas o débilmente comunicadas, y con una sociedad poco disciplinada,
acostumbrada a las prácticas de escamoteo y desviación”.9 Aunque tam-
bién se debe señalar que, más allá de sus discrepancias ideológicas, todos
los agentes políticos estuvieron de acuerdo en la legitimidad del régimen
republicano, pero disentían sobre su forma y contenido.10
5. Lorena Mireya Rosero Manzano, “Lenguajes políticos sobre la clase media en la
opinión pública quiteña 1920-1932” (tesis de maestría en Sociología, FLACSO Ecuador,
2017), 118.
6. Maiguashca, “Dirigentes políticos y burócratas...”, 273.
7. Line Barreiro, “Representación política de las mujeres”, en TratadodeDerechoElectoral
comparado de América Latina (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2007), 682.
8. Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín, “Conceptos clave del conservadurismo en
Ecuador, 1875-1900”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultural 42, n.º 1 (enero-
junio 2015): 182-183.
9. Ana María Goetschel, Moral y orden (Quito: FLACSO Ecuador / Abya-Yala, 2019),
187-188.
10. Espinosa y Aljovín, “Conceptos clave del conservadurismo...”, 190.
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En sus inicios, el Estado republicano se basó en el concepto ilustrado que
planteaba una sociedad dividida en dos esferas separadas —una pública, re-
lacionada con la razón y la masculinidad, y otra la privada, doméstica, feme-
nina y religiosa— que fue la base para plantear la autonomía entre la política
y la religión.11 Con esa misma lógica se asoció la ciudadanía a la virilidad, lo
que introdujo en la política la diferenciación sexual;12 y llevó a los dirigentes
liberales a negar la posibilidad de que las mujeres intervinieran en la esfera
pública, pese a valorar positivamente su inuencia en el ámbito familiar.13
Aunque la Iglesia también había participado activamente en el proceso
de construcción de la diferenciación entre hombres y mujeres y la restricción
de estas al espacio doméstico, al considerarse en peligro de subsistencia jus-
ticó la intervención femenina en la esfera pública, especialmente de las más
respetables señoras de condición acomodada, bajo la conceptualización de
que la Virgen María, como madre poderosa, había intervenido activamente
en los destinos de su hijo, lo que la convirtió en un poderoso símbolo de la
capacidad femenina de ir más allá del ámbito familiar.14
En el caso especíco de Quito, esa actuación se facilitó por la importancia
que habían tenido los linajes maternos desde la época colonial, lo que legiti-
maba su participación en política, frecuentemente a favor de la Iglesia.15 De
acuerdo con Marie-Danielle Demélas e Yves Saint-Geours, si bien se le puede
atribuir a la modernidad la creación de un universo no religioso, la paradoja
ecuatoriana muestra que la esfera pública se alimentó de una visión cristiana
común, con diferencias regionales (más fuerte en la sierra que en la costa).16
De manera que la lenta secularización del país tuvo que ver con la revitaliza-
ción de la Iglesia ante la amenaza que percibió en las reformas liberales, ante las
cuales reaccionó con una vigorosa prensa católica, órdenes religiosas llegadas de
11. Roberto Di Stefano, “¿De qué hablamos cuando decimos ‘Iglesia’? Reexiones so-
bre el uso historiográco de un término polisémico”, Ariadnahistórica.Lenguajes,conceptos,
metáforas 1 (2012): 217.
12. Joan Wallach Scott, Género e historia (Ciudad de México: Fondo de Cultura Econó-
mica / Universidad Autónoma de la Ciudad de México), 257.
13. Raúl Mínguez Blasco, Evas,MaríasyMagdalenas.Géneroymodernidadcatólicaen
la España liberal (1833-1874) (Madrid: Asociación de Historia Contemporánea / Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, 2016), 194.
14. Ibíd., 129, 215.
15. Ana María Goetschel, “Introducción”, en Cartaspúblicasdemujeresecuatorianas,
investigado y ed. por Ana María Goetschel (Quito: Alcaldía Metropolitana / FLACSO
Ecuador / Secretaría de Cultura / Instituto Metropolitano de Patrimonio / Fundación Mu-
seos de la Ciudad / Centro de Arte Contemporáneo de Quito / ONU Mujeres-Región An-
dina / Cooperación Alemana al Desarrollo, 2014), 12.
16. Marie-Danielle Demélas e Yves Saint-Geours, JerusalényBabilonia.Religiónypo-
líticaenelEcuador1780-1880, trad. por Carmen Garatea Yuri (Quito: Instituto Francés de
Estudios Andinos /Corporación Editora Nacional, 1988), 159-160.
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Europa, asociaciones piadosas de laicos, cofradías marianas y de caridad, espe-
cialmente entre las mujeres, al tiempo que la Iglesia local se articulaba de mejor
manera al Vaticano y la sociedad vivía un momento de activación general, con
sectores ubicados en distintos bandos, mientras la economía nacional se integra-
ba al capitalismo mundial.17 Este fue un escenario propicio para que las católicas
pudieran emitir abiertamente sus criterios, cosa que anteriormente solo había
sucedido de manera circunstancial.18 Por ejemplo, en 1877, durante el Gobierno
de Ignacio de Veintemilla —18 años antes de la Revolución Liberal— las señoras
de Loja protestaban por una posible exclusión de la Iglesia del ámbito educativo:
PROTESTA
No vacilamos, con nuestros señores prelados, en calicar la injusta exclusión de
la Iglesia de la enseñanza pública, como impía, antisocial y criminal. Es impía,
porque ataca el divino magisterio de la Iglesia, es antisocial, porque socava los
fundamentos de la sociedad, privándola de las esenciales condiciones de orden
y prosperidad. Por último, es criminal, porque vulnera los sagrados derechos de
la paternidad en su más elevada función: la educación de la infancia. Nosotras,
como nuestros esposos, no deseamos para nuestros hijos otra ilustración que la
verdad eterna, ni otra moral que la enseñada por Jesucristo.19
Si bien esta declaración y muchas otras se registran en hojas volantes, a
nes del siglo XIX también existieron ilustradas que publicaban impresos
que se adscribían a los principios católicos, sin estar orgánicamente vincu-
ladas a la Iglesia. Es el caso de Lastenia Larriva de Llona, limeña que vivió
en Guayaquil luego de casarse con el poeta Numa Pompillo Llona, ciudad
en la que publicó ElTesorodel Hogar.SemanariodeLiteratura, Ciencias, Ar-
tes, Noticias y Modas, entre los años 1887-1888 (primera época) y 1891-1892
(segunda época), que llegó a contar con 118 ediciones, prácticamente dos
décadas antes de que circulara en Quito LaMujer, editada por Zoila Ugarte
en 1905, tradicionalmente considerada como la primera revista literaria del
Ecuador.20 Este tipo de publicaciones reforzó la alianza simbólica entre mu-
17. Espinosa y Aljovín, “Conceptos clave del conservadurismo...”, 189; John Lynch,
“La Iglesia católica en América Latina, 1830-1930”, en Historia de América Latina. América
Latina:culturaysociedad,1830-1930, ed. por Leslie Bethell, vol. 8 (Barcelona: Cambridge
University Press / Crítica, 1991), 79, 112.
18. Fernando Hidalgo Nistri, La República del Sagrado Corazón. Religión, escatología
y ethos conservador en Ecuador (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecua-
dor / Corporación Editora Nacional, 2013), 195; Goetschel, “Introducción”, 12.
19. Dolores Carrión, Rosario Carrión, Bárbara Riofrío de Lequerica, Ana M. Torres v.
de Eguigúren, Ursulina Eguigúren de Riofrío (siguen más rmas), “Protesta”, Loja, 8 de
mayo de 1877, en Cartaspúblicasdemujeres..., 39-41.
20. Lastenia Larriva de Llona, dir., ElTesorodelHogar.SemanariodeLiteratura,Ciencias,
Artes, Noticias y Modas, 1887-1892. Archivo Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit (ABAEP).
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jeres y catolicismo, pero, además, tuvo mayor popularidad que la literatura
liberal, generalmente restringida a los círculos de ilustrados.21
El peso político de ElTesorodelHogar se puede ver en uno de sus ejem-
plares de enero de 1888, donde Larriva de Llona reporta que recibió una
solicitud de Quintilio Bonini, director periódico romano La Palestra del Clero,
para apoyar la candidatura de Antonio Flores a la presidencia de la Repúbli-
ca; y, pese a que lamenta no poder complacerlo porque “aunque nos congra-
tulamos sobre manera por el prestigio de que este digno caballero goza en
los altos círculos católicos del mundo, queremos permanecer eles á nuestro
propósito de absoluta prescindencia en los asuntos políticos”,22 tradujo y
transcribió la carta de manera íntegra.
Las acciones de las católicas se profundizaron tanto en el ámbito de la
asistencia como de la escritura a partir de la década de 1890, con la publicación
de la encíclica Rerum novarum, donde el papa León XIII hizo referencia a los
deberes del capital, los derechos de los trabajadores y el papel del Estado.23 A
partir de entonces, la Iglesia dio mayor protagonismo a la sociedad civil para
el reforzamiento de la religiosidad, con lo cual tomaron fuerza demostraciones
públicas de fe, como las peregrinaciones hacia el Quinche y la devoción a la
Virgen de La Dolorosa, que exponían el poder eclesiástico y evidenciaban el
papel de las madres en la educación de los hijos;24 rasgos sentimentales con los
cuales el catolicismo buscó combatir la concepción liberal de la nación.25
Si bien el catolicismo social convocó por igual a hombres y mujeres, para
ellas fue especialmente novedoso porque implicó convertirse en sujetos mi-
litantes, que sustituyeron las clásicas obras caritativas por una acción social
organizada para afrontar la “cuestión social”, es decir, los efectos sociales y
morales del liberalismo económico. Aquí es donde se produjo el quiebre del
modelo femenino decimonónico de mujer doméstica, que dio paso al de mujer
social, impulsado por la Iglesia, que trasladó el papel de madres al espacio pú-
blico, con la idea de que también la sociedad necesitaba ese tipo de cuidados.26
21. Mínguez Blasco, Evas,MaríasyMagdalenas..., 205; Hidalgo Nistri, LaRepúblicadel
Sagrado..., 23.
22. Lastenia Larriva de Llona, “El Tesoro del Hogar”, ElTesorodelHogar..., n.º 43, 28 de
enero de 1888, 348. Se mantiene la escritura original.
23. Lynch, “La Iglesia católica...”, 68; Hidalgo Nistri, LaRepúblicadelSagrado..., 17.
24. Luis Esteban Vizuete Marcillo, “El clero y los usos políticos de la Virgen del Quin-
che en la sierra centro-norte de Ecuador, 1883-1914”, Anuario de Historia Regional y de las
Fronteras 23, n.º 2 (2018): 107; Gioconda Herrera, “La Virgen de La Dolorosa y la lucha por
el control de la socialización de las nuevas generaciones en el Ecuador del 1900”, Bulletin
del’InstitutFrançaisd’ÉtudesAndines 28, n.º 3 (1999), 389.
25. Mínguez Blasco, Evas,MaríasyMagdalenas..., 188.
26. Blasco Herranz, “Género y religión...”, 11-18.
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Ese discurso de rehabilitación social, aceptado por conservadores y libe-
rales, amplió el acceso de las mujeres a actividades en la esfera pública, de
manera social y personalmente aceptable, dado que se trataba de llevar ade-
lante prácticas tradicionalmente consideradas femeninas, bajo una serie de
supuestos considerados femeninos: su superioridad moral, sus cualidades
para el cuidado de otros y su mayor religiosidad.27 A la acción de las seglares
se unían las ejecutadas por las congregaciones femeninas de vida activa, que
se ocuparon de la educación primaria y secundaria femenina, la asistencia en
hospitales y la atención de colectivos vulnerables, como ancianos, huérfanos
prostitutas o sirvientas.28
De tal manera que las católicas de comienzos del siglo XX, a diferencia
de las anteriores, articularon su acción en torno a un apostolado femenino
público, permanente y de masas, que reformuló el imaginario sobre la res-
tricción de las mujeres al espacio doméstico.29 La organización más fuerte
fue la Acción Católica Ecuatoriana, que cuestionó la educación laica, el ma-
trimonio civil y el divorcio, al tiempo que desarrolló iniciativas de asistencia
social.30 Aunque no faltaron otras manifestaciones públicas contra medidas
liberales como la Ley de Cultos.31 En ese momento aparecen también las pri-
meras expresiones públicas de las mujeres laicas y librepensadoras, quienes
si bien mantenían diferentes opiniones sobre el papel de la Iglesia y el Es-
tado, compartían la noción de mujer-madre y la relevancia de la religión en
sus vidas.32
La coincidencia por su condición de género, que trascendió las diferen-
cias ideológicas, se registra en 1907, cuando el Gobierno de Eloy Alfaro re-
primió una manifestación en su contra, con el saldo de tres jóvenes muertos,
cuyos cadáveres fueron secuestrados por el gobierno y al ser devueltos a sus
familias, quienes asistieron al entierro fueron encarcelados. Ante estos he-
chos, las señoras de Quito —conservadoras, esposas y hermanas de liberales
opuestos a Alfaro, de clases altas, medias y bajas— publicaron en el diario La
Patria una proclama sobre su derecho a la insurrección y pidieron la dimisión
27. Ibíd., 12, 18.
28. Mínguez Blasco, Evas,MaríasyMagdalenas..., 51.
29. Inmaculada Blasco Herranz, “Identidad en movimiento: la acción de las ‘católicas’
en España (1856-1913)”, HistoriayPolítica 37 (2017): 27-56, doi: https://doi.org/10.18042/
hp.37.02.
30. Hidalgo Nistri, LaRepúblicadelSagrado..., 212; OrígenesdelfeminismoenelEcuador.
Antología, comp. por Ana María Goetschel (Quito: CONAMU / FLACSO Ecuador, 2006), 37.
31. Dolores Jijón de Gangotena, Josena de Ascásubi, Dolores Caamaño de Jijón, An-
tonia L. de Freire, Antonia Jijón de Bonifaz (siguen más rmas), “Carta dirigida por las
señoras de la capital a las religiosas de las comunidades en protesta de la Ley de Cultos”,
Quito, 22 de octubre de 1904, en Cartaspúblicasdemujeres..., 52-53.
32. Blasco Herranz, “Género y religión...”, 12.
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del gobernante.33 Ante las críticas del gobierno a las mujeres liberales, como
Zoila Ugarte de Landívar, una de las rmantes, esta replicó en carta pública:
Soy libre de obrar como me parezca, libre para entender mi deber tal como es, y
no tengo tutores que me obliguen á portarme de tal ó cual manera, ni maestros
que me den lecciones de conducta, menos de labores domésticas; de lo único que
me avergonzaría sería del proceder mal.
Mi pluma, gracias a Dios siempre ha estado y está, al servicio de la justicia, de la
moral, del deber y del patriotismo, del patriotismo sí, porque mal que les pese y
por más que se empeñen, ahora se trata de la Patria, no de caudillos ni de partidos.
De pie junto á mi familia me han hallado, de pie me han de encontrar siempre,
que para eso estoy en las las del honor.
Cobarde no soy, mal no he hecho, mi nombre lo estampo al pie de lo que escribo
porque lo puedo sustentar.34
Pero así como se puede encontrar liberales que critican al gobierno alfaris-
ta, también hay felicitaciones recibidas de ilustradas católicas como Zoila Ren-
dón, por el decreto legislativo sobre la emancipación económica de la mujer
casada, que consideraba “prueba de haber dado un gigantesco paso hacia el
progreso y la civilización”.35 Al tiempo que pedía al Estado trabajar por la for-
mación, cultura y regeneración de la mujer ecuatoriana, para llevar a la “Patria
en la senda del progreso y bienestar”.36 Y es que la mayor preocupación de las
escritoras de la época era el desamparo en el que consideraban se encontraba
la mujer por las normas del Código Civil, como se verá más adelante.
El debate sobre la participación de la mujer en política, completamente
ausente en el siglo XIX, llega de la mano del feminismo, al que el papa Pío
X hace referencia en 1908, explicando que son admisibles las labores de las
mujeres fuera del hogar, con “la sola condición de no contrariar las doctrinas
del catolicismo”. Sin embargo, entre esas actividades no se incluía la política,
pues “vosotras debéis limitaros a educar a vuestros hijos en las más sanas
ideas [...] ¡Indirectamente, inuiréis así, por vuestra dulzura, bondad y clari-
videncia en la política de vuestro país!”.37 De estas declaraciones nació el lla-
mado “feminismo bien entendido”, al que adscribieron escritoras católicas
como Adelaida Velasco Galdós, quien en 1914 aseguraba:
33. Ana María Goetschel, “La crisis del liberalismo y las mujeres”, en Cartaspúblicas
demujeres..., 88-89.
34. Zoila Ugarte de Landívar, “Al público”, en Cartaspúblicasdemujeres..., 96. Énfasis
en el original.
35. Zoila C. Rendón, “Estado jurídico de la mujer casada. Seducción a las solteras, sus
consecuencias”, 1923, en Orígenesdelfeminismo..., 97.
36. Ibíd., 102.
37. “El Papa y el feminismo”, El Hogar Cristiano, n.º 16, Guayaquil, marzo de 1908, en
ibíd., 23.
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Utópicas y engañadoras teorías de un mal entendido y peor comprendido femi-
nismo, que jamás la podrá enaltecer ni honrar, ha invadido desgraciadamente
muchos cerebros y sino basta echar una mirada hacia Inglaterra donde un con-
siderable número de mujeres, queriendo usurpar derechos incompatibles con su
sexo y condición, emprenden una campaña violentísima que llama la atención
del mundo entero, forman escándalos, atacan y rompen los vidrios de los Minis-
terios; incendian los teatros de Dublín; destrozan cuadros célebres de los museos
de arte y otras mil barbaridades, que siempre a los gritos de: “VOTEN WOMEN
SI!”, terminan con la conducción de muchísimas de ellas a las cárceles públicas.38
Años más tarde, ya en la década de los 20, Victoria Vásconez Cuvi deen-
de el feminismo y asegura que “no está como algunos espíritus presumen,
ávido de obtener prerrogativas innobles ni de usurpar los derechos del hom-
bre”, sino que “viene a volver útil la vida de la mujer, tiende a dar trabajo y
protección a la obrera, asilo y defensa al niño infeliz, consuelo a la anciana y
enferma”.39 Pero no se trata de una adscripción al feminismo norteamericano
o inglés sino un avance del feminismo católico, pues luego la autora asegura:
“para discurrir con paso rme por los campos de la moral y penetrar los miste-
rios de nuestra voluntad juguetona y caprichosa, es necesaria la moral cristia-
na [...] la fuente más pura y el origen de la virtud y perfección más excelsas”.40
Como se puede notar, los escritos de las mujeres de la época muestran
mayor preocupación por la pertinencia del feminismo que por el acceso al
voto, a pesar de que en el ámbito internacional las mujeres de las clases me-
dias reivindican el acceso a ese y otros derechos políticos y que la resistencia
a dichas propuestas se basó en argumentos como la inconveniencia de que
la mujer abandonara el espacio privado, la dicultad práctica de ejecutar el
voto, el poder indirecto que se consideraba ya ejercía desde el ámbito do-
méstico y el hecho de que se le otorgaría un derecho sin cumplir con obliga-
ciones como el pago de impuestos y el servicio militar.41
Al llegar a este punto no puede dejar de mencionarse que la Asamblea
de 1928-1929, en la que se aprueba el voto femenino alfabetizado, es produc-
to de la Revolución juliana y el Gobierno del doctor Isidro Ayora —colega
de Matilde Hidalgo, mujer que solicitó se aprobara este derecho—, cuyas
reivindicaciones se dirigían a profundizar las reformas liberales que habían
38. Adelaida Velasco Galdós, “¿Feminismo?”, El Hogar Cristiano, n.º 81, Guayaquil,
julio de 1914, en ibíd., 81-82.
39. Victoria Vásconez Cuvi, Honor al feminismo (Quito: Imprenta Nacional, 1922), en
ibíd., 87.
40. Ibíd., 90.
41. Rosa María Capel, “El sagrado derecho de votar”, en HistoriadelasmujeresenEs-
paña y América Latina (Madrid: Cátedra, 2006), 77-81.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 104
beneciado a los sectores medios, con cuyo respaldo habían tomado el po-
der; y que tanto los liberales como los julianos reivindicaron para el Estado el
control de espacios sociales que habían sido administrados por la Iglesia ca-
tólica, proceso en el cual requirieron de una burocracia secular que incluía a
las mujeres de la clase media, a quienes se educó para adquirir parte de esas
responsabilidades.42 Con esta revisión general sobre el ingreso de las mujeres
al espacio público, es momento de considerar la consolidación del Estado
sobre sus periferias sociales en el proceso previo y el otorgamiento del voto
a las mujeres alfabetizadas, mediante los debates legislativos sobre el tema.
los debates previos y la ConCesión
eFeCtiva del voto FeMenino
En general, los textos sobre el sufragio femenino alfabetizado hacen refe-
rencia a las Constituciones previas a su aprobación como una manera de ver
el avance de los derechos ciudadanos. A ello debe sumarse que la penetración
normativa evidencia el fortalecimiento institucional del Estado,43 en momentos
históricos concretos, dentro de campos de fuerza especícos, como es el caso del
sistema judicial, que establece pautas de relacionamiento y congura atributos
estatales, al igual que sucede con el sistema educativo, la salud y las obras públi-
cas, conjunto de poder sobre la población, que se aplican mediante la negocia-
ción con distintas fuerzas sociales, para el fortalecer la soberanía estatal.44
De ahí que resulte de interés conocer que la primera ocasión en que se
menciona la limitación de las mujeres para acceder al voto fue en la Asam-
42. Alberto Acosta, BrevehistoriaeconómicadelEcuador (Quito: Corporación Editora
Nacional, 2000), 67; Enrique Ayala Mora, HistoriadelaRevoluciónLiberalecuatoriana, 2.ª ed.
(Quito: Corporación Editora Nacional / TEHIS, 2002), 88, 208, 209, 255, 262. Sobre la edu-
cación femenina en el período liberal véase, entre otros: Ana María Goetschel, Educaciónde
lasmujeres,maestrasyesferaspúblicas.QuitoenlaprimeramitaddelsigloXX (Quito: FLACSO
Ecuador / Abya-Yala, 2007); de la misma autora, “Educación e imágenes de mujer”, en
Yelamornoeratodo...Mujeres,imágenesyconictos, ed. por Martha Moscoso (Cayambe:
Abya-Yala, 1999); Gabriela Ossenbach, Formación de los sistemas educativos nacionales en
Hispanoamérica. El caso ecuatoriano (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecua-
dor / Corporación Editora Nacional, 2018); Sonia Fernández Rueda, La escuela que redime.
Maestros,infanciaescolarizadaypedagogíaenEcuador,1925-1948 (Quito: Universidad Andina
Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2018); y, especícamente
sobre la educación femenina en el período liberal-radical, Katerinne Orquera Polanco, La
agendaeducativaenelperíodoliberal-radical,1895-1912 (Quito: Universidad Andina Simón
Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2015).
43. Maiguashca, “Dirigentes políticos y burócratas...”, 253.
44. Goetschel, Moral y orden, 187, 190-191.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 105
blea de 1861, durante el Gobierno de Gabriel García Moreno y en el mismo
año de aprobación del Código Civil, cuando el vicepresidente de la Asam-
blea aseguró, al referirse al derecho de propiedad, que para acceder al voto
“no basta tener ilustración y razón bastante desarrollada, pues en tal hipóte-
sis, no deberían ser excluidos los menores de 21 años, ni las mujeres”.45 Esta
reexión, que defendía el voto censitario, se realizaba tres lustros más tarde
de la DeclaracióndeSentimientosde Seneca Falls (1848), donde las sufragistas
blancas norteamericanas registraron sus anhelos de que se les concedieran
los mismos derechos que a “los hombres más ignorantes e inmorales”, em-
pezando por el “inalienable derecho al voto”;46 y también tenía como an-
tecedente que en 1853 la legislatura provincial de Vélez (Colombia) había
aprobado el voto femenino, aunque la Corte Suprema Nacional lo descalicó
inmediatamente.47
Como se puede notar, la participación pública de las mujeres ya era obje-
to de regulación en toda el área andina, cuyas repúblicas procuraban restrin-
gir su acción al ámbito familiar, cimiento de la sociedad republicana.48 Es así
que menos de 20 años después, la Convención de 1883-1884, realizada bajo el
régimen Progresista, ya determinó de manera explícita: “son ciudadanos los
ecuatorianos varones que sepan leer y escribir y hayan cumplido veintiún
años y sean o hubieren sido casados”.49 El hecho de que se incluyera la pala-
bra varón puede tener como antecedente que en la reforma electoral chilena
de 1874, al suprimir los requisitos censitarios para el voto, no se excluyó a las
mujeres, quienes se registraron como votantes, ante lo cual se reformó la ley
para prohibir su voto de manera expresa.50
Jenny Londoño asegura que la razón por la que se incluyó la palabra
varón fue que el diputado liberal Luis Felipe Borja insistió en ello, aseguran-
do que “algunos colegas quieren otorgar el derecho al voto a la mujer”.51 Al
tiempo que su coideario, Marcos Alfaro, abogó por eliminar la condición de
letrado para votar, a lo que el conservador Remigio Crespo respondió que
aceptaría incluir en los derechos de ciudadanía a mujeres, incapaces y niños
pero no a iletrados porque signicaría “encomendar a los ignorantes el ejer-
cicio de derechos políticos”.52 Estas declaraciones podrían dar cuenta de una
45. Rodas, Historia del voto femenino..., 37.
46. Capel, “El sagrado derecho...”, 78.
47. Maiguashca, “Dirigentes políticos y burócratas...”, 244.
48. Ibíd., 227.
49. “Sección 2.ª De los ciudadanos”, ConstitucióndelaRepúblicadelEcuador,dadaporla
Asamblea Nacional (Quito: Imprenta del Gobierno, 1883), 7.
50. Maiguashca, “Dirigentes políticos y burócratas...”, 258-259.
51. Londoño, “El sufragio femenino...”, 303.
52. Ibíd., 56.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 106
intención conservadora de otorgar el voto a la mujer alfabetizada, como so-
cia natural de sus intereses, ante lo cual los liberales plantearon una opción
extrema para la mentalidad de ese momento: conceder el voto a los iletrados,
con lo cual se habría conseguido detener las intenciones conservadoras.
La intención conservadora parece comprobarse con las declaraciones de
Antonio Flores, quien planteó la aprobación del voto femenino argumentan-
do que “después de la dominación de Veintimilla, contra cuya revolución
protestaron las señoras de Quito, manifestando con ello su perfecta capaci-
dad de tener opinión, y á cuya caída habían contribuido, quizá más que los
hombres”.53 Sin embargo, Francisco Javier Montalvo puso coto al debate al
señalar que “la discusión se ha separado de su objeto, pues no se trata de
conceder derechos de ciudadanía a la mujer, sino de si la palabra varón debe
o no existir en el artículo”.54 La palabra fue incluida pese a que varios dipu-
tados la consideraron innecesaria, dado que el sentido común y la costumbre
hacían obvia esa limitación, a lo que agregaban el hecho de que las mujeres
nunca habían pretendido la ciudadanía.
Este debate ha sido interpretado de diversas maneras, pero cabe dete-
nerse en la apreciación de Raquel Rodas, quien sostiene que “Borja ocasionó
una estocada profunda a la pretensión de conceder estatus de ciudadanía
a la mujer”, una “victoria del sexismo y el androcentrismo en el lenguaje
ocial y en la cultura canónica”;55 mientras que respecto a Flores asevera:
“también tuvimos quien hablara por nuestros derechos y defendiera posicio-
nes de avanzada”, al tiempo que considera que “las mujeres encapsuladas
en sus prácticas domésticas y religiosas, no parecen haberse percatado de la
aberrante omisión”.56 Sin embargo, la inclusión de la palabra “varón” parece
haber estado directamente relacionada con la coyuntura política generada
por el régimen de Ignacio de Veintimilla que, al autoproclamarse dictador,
partió hacia Guayaquil; mientras al calor de las circunstancias, su sobrina
Marietta comandó la guarnición de Quito por casi un año (marzo de 1882
a enero de 1883), contra quien lucharon las señoras de la capital hasta pro-
vocar su salida del Palacio Presidencial. Estos hechos y los descritos en el
acápite anterior dejan claro que las mujeres no se hallaban encapsuladas en
sus prácticas domésticas ni eran ajenas a la realidad política del país.
Más tarde, a nes del siglo XIX, luego de que la Revolución Liberal acce-
diera al poder, se realizó la Asamblea de 1897-1898, que bajó la edad y eliminó
las referencias al sexo del votante. A decir de Rodas, una comisión de esa
Constituyente intentó conceder el voto a las mujeres, pero el diputado César
53. Ibíd., 59.
54. Ibíd., 63.
55. Rodas, Historia del voto femenino..., 65.
56. Ibíd., 57, 66.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 107
Borja Cordero impugnó la moción con el argumento de que “si a la mujer se
le conceden derechos, también se le deben exigir deberes, por consiguien-
te, tendría que cumplir con el servicio militar”.57 Cabe mencionar, como se
señaló anteriormente, que los liberales no tenían interés en que las mujeres
accedieran a derechos políticos, en primer lugar porque esperaban que se
mantuvieran en la esfera privada, a la que consideraban su lugar natural y, en
segundo término, porque dichas mujeres estaban movilizadas a favor de la
Iglesia y eran opuestas tanto a la secularización como al anticlericalismo. De
tal manera que el acceso a voto para las mujeres no fue objeto de nuevos tra-
tamientos sino hasta la Constitución dictada luego de la Revolución juliana.
Cuando se realizó la nueva Constituyente, al nal de la década de 1920,
las condiciones de las mujeres habían variado considerablemente respecto a
los inicios del siglo XX, entre otras cosas porque la concentración de tropas
para la I Guerra Mundial evidenció la capacidad femenina para cumplir con
labores productivas, lo que llevó a que Inglaterra aprobara su acceso al voto
en 1918, aunque se impuso una mínima los 30 años, en medio de un debate
con argumentos a favor y en contra; pues, aunque los Consejos Electorales
habían aprobado el voto femenino en 1869, su aprobación se había detenido
por considerar que favorecería la tendencia conservadora.58 Mientras que en
Canadá varios estados habían concedido el voto a las mujeres alfabetizadas
desde 1916, aunque la medida solo se implementó a nivel nacional en 1929,
por lo que se lo calica como el segundo país en otorgar ese derecho en
América, luego de Estados Unidos, que lo aprobó en 1920, por exigencia del
movimiento sufragista femenino blanco, que se erigió en oposición al voto
masculino negro. En América Latina, el Ecuador fue el primero en admi-
tir la votación femenina; le siguió Brasil, en 1932, aunque lo incorporó a su
Constitución en 1934 por presión femenina; Uruguay lo hizo en 1932; Bolivia
en 1946 —y ya en 1952 la Revolución promulgó el voto universal, que en el
Ecuador se aprobó a nes de los 70—;59 Argentina lo aprobó en 1947; México
en 1953; y Colombia en 1957.60
57. Ibíd., 95.
58. Capel, “El sagrado derecho...”, 82.
59. Nilse Bejarano, “Movilizaciones y votos. La participación política de la mujer en
Bolivia”, en MujeresdelosAndes.Condicionesdevidaysalud, ed. por Anne Claire Defossez,
Didier Fassin y Mara Viveros (Bogotá: Instituto Francés de Estudios Andinos / Universi-
dad Externado de Colombia, 1992), 250.
60. Rachel Soihet, “Movimientos femeninos y lucha por el voto en Brasil”, en Historia
delasmujeresenEspañayAméricaLatina (Madrid: Cátedra, 2006), 626; Dora Barrancos, “La
conquista del sufragio femenino en el Río de la Plata”, en HistoriadelasmujeresenEspañay
América Latina (Madrid: Cátedra, 2006), 512; Gabriela Cano, “Debates en torno al sufragio
y la ciudadanía de las mujeres en México”, en HistoriadelasmujeresenEspañayAmérica
Latina (Madrid: Cátedra, 2006), 512; Magdalena Vásquez Toro, “Cuarenta años del voto de
Procesos 56, julio-diciembre 2022 108
Como se dijo ya, en un municipio de Colombia se propuso el voto feme-
nino a mediados del siglo XIX; en México, luego de la Revolución en la que
las mujeres participaron masivamente, se intentó reconocer en la Constitu-
ción de 1917 su derecho a voto, pero los legisladores desistieron por conside-
rar que “el hecho de que algunas mujeres excepcionales tengan condiciones
para ejercer satisfactoriamente los derechos políticos no funda la conclusión
de que estos deban concederse a la mujer como clase. La dicultad de ejercer
la selección autoriza la negativa”.61 Con lo cual, dos de los países pioneros en
intentar conceder ese derecho a las mujeres alfabetizadas terminaron siendo
los que lo efectivizaron de manera más tardía.
En los años 20, las mujeres ecuatorianas eran activas participantes de
la política nacional, pues, además de lo detallado anteriormente, crearon el
Club Femenino Dolores Sucre para auspiciar al candidato, y futuro presiden-
te, José Luis Tamayo; en 1924 las obreras actuaron en la campaña liberal para
el Concejo Municipal; y en 1925 —año de la Revolución juliana— Matilde
Hidalgo se inscribió en el padrón electoral. El Consejo de Estado decidió a
su favor, con tres argumentos: a) que las palabras hombre, persona, niño y
adulto, en su sentido general, se aplican a individuos de la especie humana,
sin distinción de sexo; b) que las mujeres están vinculadas a la sociedad por
su carácter de nacionales; y c) que la legislación secundaria, en ciertas condi-
ciones, reconoce a la mujer su capacidad de guardiana del patrimonio y de
sus hijos e hijas.62 Pero la ejecución efectiva de ese derecho debió esperar a
que se reuniera la Asamblea de 1928-1929, que aprobó el sufragio facultativo
de la mujer alfabetizada el 14 de diciembre de 1928, con el siguiente texto:
“Art. 13. Es ciudadano todo ecuatoriano, hombre o mujer, mayor de veintiún
años que sepa leer y escribir”.63
El registro del debate legislativo muestra que los diputados conserva-
dores, que ya habían propuesto el voto femenino en la Asamblea de 1883-
1884, volvieron a hacerlo en esta ocasión. Remigio Crespo Toral —apoyado
la mujer en Colombia. Reexiones históricas en torno a los derechos políticos de las muje-
res”, en 40añosdelvotodelamujerenColombia.LeyesyJurisprudencia, t. 1 (Bogotá: Dirección
Nacional de Equidad de las Mujeres, s. f.), 21.
61. Enriqueta Tuñón, “¡Todas a votar! Las mujeres en México y el derecho al voto.
1917-1953”, en HistoriadelasmujeresenAméricaLatina,ed. por Juan Andreo y Sara Beatriz
Guardia (Murcia: Universidad de Murcia, 2002), 324.
62. Londoño, “El sufragio femenino...”, 221; Mercedes Prieto y Ana María Goetschel,
“El sufragio femenino en Ecuador 1884-1940”, en Mujeresyescenariosciudadanos (Quito:
FLACSO Ecuador / Ministerio de Cultura, 2008), 305, 319; Ximena Abarca, Historia del voto
femenino en el Ecuador (Quito: CONAMU, 2009), 11.
63. ConstituciónPolíticadelaRepúblicadelEcuador(Quito: Imprenta Nacional, 1929),
https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/constitucion-de-la-republica-de-ecua-
dor-el-26-de-marzo-1929/html/47f51947-6b67-442f-8d33-13c941391362_2.htm.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 109
por sus coidearios, Miguel Cordero Dávila, Remigio Romero y Cordero y
Alberto Acosta Soberón— armó: a pesar de mis principios, proclamo que el
sufragio sea universal, que sea un derecho para todas las personas, sepan
o no leer y escribir”.64 Los liberales negaron la moción y los conservadores
no insistieron, pero, al analizar la decisión del Consejo de Estado sobre el
voto femenino alfabetizado, el liberal Alejandro Mosquera argumentó en
contra asegurando que la mujer “por política desatiende sus sacrosantos de-
beres, pierde todos sus encantos, todos sus atributos y degenera en un ser
despreciable”.65 A lo que el conservador Jacinto Jijón y Caamaño replicó:
Los actos de gobierno importan por igual a hombres y mujeres, y tratándose, no
degobernarsinoúnicamentedeescogerlosmásaptos, no encontramos razón alguna
para privar de este derecho a la mitad de la población; aducir supuesta inferiori-
dad mental de la mujer sería craso error y anacronismo. Podría, quizás, decirse
que no conviene perturbar la tranquilidad femenina, introduciendo, en su vida
destinada a la maternidad y el hogar, las luchas políticas; pero estas penetran en
tan sagrado recinto, quiéranlo o no las leyes, haya o no voto femenino.66
De manera que la Asamblea Constituyente reconoció el derecho de la
mujer alfabetizada al sufragio propuesto por los conservadores bajo el crite-
rio que ella puricaría la política. Entre quienes se opusieron, el principal ar-
gumento fue el temor a que su voto fuera manipulado por los conservadores
y la Iglesia. En la sociedad civil, las mujeres de clase media y alta tuvieron
posiciones contrarias: las católicas se opusieron al voto, mientras Victoria
Vásconez Cuvi y María Angélica Idrobo llamaron a ejercerlo. Los obreros
de Quito y los juristas de la Universidad Central solicitaron su abolición por
considerar que a la mujer le faltaba autonomía y no cumplía con la obliga-
ción de hacer el servicio militar.67
El sociólogo Rafael Quintero asegura que el Partido Conservador impul-
só la extensión del sufragio femenino porque buscaba la derrota electoral de
los liberales, lo que se evidenciaría en las elecciones presidenciales de Neptalí
Bonifaz (1931) y Velasco Ibarra (1933), donde participó un reducido grupo de
votantes, dado que los iletrados correspondían al 65 % de la población mayor
de 21 años; pero, además, de quienes cumplían los requisitos para sufragar,
solo lo hicieron el 49 % en 1931 y el 27 % en 1933.68 Si bien la aprobación del
voto para la mujer alfabetizada permitió la creación de Comités Electorales
64. Rafael Quintero, El mito del populismo, 3.ª ed. (Quito: Abya-Yala / Universidad An-
dina Simón Bolívar, Sede Ecuador, 1997), 243. Énfasis añadido.
65. Grijalva, Eleccionesyrepresentación..., 100.
66. Ibíd., 103. Énfasis añadido.
67. Prieto y Goetschel, “El sufragio femenino en Ecuador...”, 316, 317, 321-323.
68. Quintero, El mito del populismo, 223, 226, 229, 292.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 110
Femeninos de gran actividad, como los impulsados por la Iglesia católica en
la sierra centro, no existen datos sobre el sufragio femenino porque las mesas
electorales no se diferenciaron por sexo; aunque se puede deducir que llegó
a ser de entre el 9 y 12 %, sobre todo en la zona rural.69 En esa medida, es
posible suponer que el voto de las alfabetizadas no fue determinante en esas
elecciones y, en todo caso, solo reejaron el sentir de las clases medias; como se
registra en estudios realizados para otros países de la región, que consideran
que “la inclusión formal de la mujer al electorado tuvo efectos inocuos para
el sistema político”, dado que votaron más o menos igual que los varones.70
Las intenciones de esta Asamblea Constituyente han sido sujeto de lec-
turas contradictorias. Mientras hay autores que consideran que fue inuida
por el constitucionalismo social inglés de la primera postguerra;71 otros lo
consideran un mecanismo de manipulación del voto, en medio de la lucha
de las clases dominantes por el control del Estado.72 Una tercera visión es
que hubo un acuerdo entre diversas tendencias para que se legitimara el
voto femenino alfabetizado;73 e incluso una adicional habla de un supuesto
“hecho cierto de la existencia de un movimiento sufragista que se expresó
a través de revistas propias y de otros medios de comunicación de la época
y en foros y debates que se desarrollaron a lo largo de varios años, sobre la
necesidad del voto femenino”.74 Consideración que dice sostenerse en una
visión “feminista e historicista”.75
No obstante, estas lecturas requieren algunas puntualizaciones. Como
se ha visto en la revisión de los debates de las diversas Asambleas, el voto
femenino siempre fue impulsado por los conservadores y no constó en las
agendas legislativas de liberales ni de los socialistas, por los motivos ya in-
dicados sobre la cercanía de las mujeres a las posiciones clericales. De todas
maneras, aunque los conservadores esperaban beneciarse del voto feme-
nino alfabetizado, los datos presentados por Quintero sobre las elecciones
inmediatas a la aprobación de ese derecho político evidencian que no consti-
tuyó un cambio mayor en los procesos electorales.
En cuanto a la armación de que existió un movimiento sufragista, se
debe señalar que la extensa movilización femenina, sobre todo católica, no
estaba tan interesada en impulsar derechos políticos, sino que más bien se
69. Ibíd., 245, 296, 297.
70. Gisela Zaremberg, Mujeres,votosyasistenciasocialenelMéxicopriistaylaArgentina
peronista (Ciudad de México: FLACSO México, 2009), 23.
71. Grijalva, Eleccionesyrepresentación..., 91, 92.
72. Quintero, El mito del populismo, 241.
73. Rodas, Historia del voto femenino..., 131. Énfasis añadido.
74. Londoño, “El sufragio femenino...”, 228.
75. Ibíd., 231.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 111
centraba en las actividades de asistencia pública y regeneración social, con la
idea de la maternidad extendida, basada en los principios religiosos, natura-
lizados como esencialmente femeninos. Si bien hubo mujeres de clase media
interesadas en impulsar el voto, no existen evidencias de que se constituye-
ran como un movimiento político. De hecho, la consulta realizada al Consejo
de Seguridad fue rmada únicamente por Matilde Hidalgo, quien libró otras
batallas de manera solitaria, como el ingreso a la carrera de Medicina. Un
movimiento sufragista habría llamado la atención pública, pero no existen
registros de ese hecho en la época de referencia. En esa medida, explicar el
voto femenino alfabetizado requiere de una mirada más amplia, que com-
plemente la irrupción de las mujeres en el espacio público con las decisiones
parlamentarias, para entender el sentido que tuvo este hecho histórico, sin
perder de vista que los horizontes de las mujeres del pasado no tienen que
ser coincidentes con las expectativas del presente;76 como indica Joan Scott,
los movimientos políticos no se desarrollan lógicamente sino improvisan-
do proclamas y adaptando ideas a su causa, por lo que no corresponden a
sistemas de pensamiento unicados coherentemente sino a una mezcla de
interpretaciones y programas.77
el aCCeso al voto CoMo aMpliaCión
de la Frontera estatal
La institucionalización del Estado ecuatoriano, mediante la progresiva
incorporación de diversos grupos sociales a su control administrativo y bu-
rocrático, se profundizó a partir del régimen de Gabriel García Moreno, a
mediados del siglo XIX. Desde ese momento es posible evidenciar que todos
los gobiernos posteriores, incluido el liberal, procuraron fortalecer y volver
más ecaces sus aparatos, cuerpos normativos, funcionarios y sistemas de
control, como expresión de la razón estatal ejercida sobre la sociedad, tanto
en el campo jurídico como en las prácticas económicas, simbólicas y socia-
les.78 La evolución jurídica del siglo XIX signicó una lenta corrosión de las
prerrogativas del padre, ante la creciente tutela del Estado hacia las mujeres
y las familias, por la incuria paterna;79 así se consolidó el Estado republica-
76. Isabel Burdiel, “Prólogo”, en Mínguez Blasco, Evas,MaríasyMagdalenas..., 16.
77. Scott, Género e historia, 87.
78. Maiguashca, “Dirigentes políticos y burócratas...”, 216; Goetschel, Moral y orden,
14, 188.
79. Michelle Perrot, “Figuras y funciones”, en Historia de la vida privada. De la Revo-
luciónfrancesaalaPrimeraGuerraMundial, dir. por Philippe Ariès y Georges Duby, vol. 4
(Madrid: Santillana, 2001), 136.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 112
no, mediante la regulación de las conductas masculinas y femeninas, que se
volvieron un tema político. Por ello, la normativa que diferenció las obliga-
ciones y derechos de acuerdo con el sexo son relevantes para entender la am-
pliación de la frontera estatal hacia poblaciones anteriormente no reguladas.
En esa medida, se debe mantener en mente que el Estado ecuatoriano no
se concibió como un ente estatal a secas sino como una institución republi-
cana que, más allá de sus realidades, generó aspiraciones que moldearon el
pensamiento y la acción de sus integrantes.80 De manera que, si bien respon-
día a la creación y el fortalecimiento estatal, implicaba también un programa
cultural y político que tenía como elemento fundamental ofrecer un futuro
caracterizado por la concreción de posibilidades realizables a través de una
agencia humana autónoma, lo que promovió acciones políticas que se acti-
varon mediante protestas, rebeliones y la construcción de nuevas identida-
des, como herramientas del cambio social.81
En el caso de las mujeres, la construcción republicana implicó un pri-
mer momento de repliegue al ámbito privado, cosa que se evidencia en la
decisión del presidente Vicente Rocafuerte de prohibir expresamente su in-
tervención en el ámbito público, luego de la batalla de Miñarica, en la que
participaron activamente.82 Mientras que el Código Civil de 1861, primera
normativa republicana que las consideró como sujetos de control estatal, re-
guló la vida de las mujeres, sujetándolas a la autoridad marital, al tiempo
que regulaba la separación de bienes, el divorcio canónigo, las sociedades
gananciales y el control de sus bienes raíces. El Código asimiliba a las muje-
res con los menores de edad, por lo tanto siempre necesitadas de un varón
para la administración de sus bienes o su relación con el Estado.83
Es decir que en la sociedad decimonónica las mujeres no solo carecían
de derechos políticos, sino que tampoco tenían derechos civiles, reducidas
como estaban en la consideración liberal a la reproducción y crianza de los
hijos de la patria, de donde se explica su profunda relación con la Iglesia,
que, si bien también las subordinaba, les ofrecía un espacio propio, a través
de la oración, la confesión, el convento y la santidad, únicos ámbitos de com-
pensación y placer que les estaban permitidos.84 De manera que, al ser con-
vocadas para defender a la Iglesia y detener la secularización, se volcaron
80. Maiguashca, “Dirigentes políticos y burócratas...”, 215, 223.
81. Mínguez Blasco, Evas,MaríasyMagdalenas..., 46.
82. Carmen Mc Evoy, “De la república utópica a la república práctica: intelectuales y
artesanos en la forja de una cultura política en el área andina (1806-1878)”, en Historia de
América Andina, vol. 5, 363.
83. Orquera Polanco, La agenda educativa..., 22.
84. Michelle Perrot, Mihistoriadelasmujeres (Buenos Aires: Fondo de Cultura Econó-
mica, 2008), 87, 106, 120.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 113
con la fuerza de su convicción religiosa sobre la capacidad que tenían para
regenerar la esfera pública.
Ya en el siglo XX, la encíclica Rerum Novarum, para el caso de las ca-
tólicas, y los nuevos referentes de la modernidad —la moda, el teatro, las
novelas—, así como las oportunidades abiertas por el Estado mediante la
educación laica y los empleos públicos, modicaron sus condiciones de vida
y trajeron para sí mismas nuevas nociones sobre lo que era posible hacer y
alcanzar fuera del espacio doméstico, en medio de dos proyectos políticos
contrapuestos que las movilizaron con la idea de las madres sociales.85
El Estado buscó obtener su favor y atraerlas a sus las, entre otras cosas,
porque las necesitaba para asumir la administración de los servicios y bie-
nes que hasta tradicionalmente habían estado en manos clericales, como los
registros de nacimientos, muertes y matrimonios; la tutela de hospicios, hos-
pitales, cementerios, escuelas y formación docente. Esta intervención estatal
introyectó valores, conocimientos y símbolos que reforzaron el sentimiento
de nacionalidad laico.86 En la guerra cultural que mantuvo contra la Iglesia,
el Estado de la década de 1920 intervino directamente en la vida de las mu-
jeres mediante una campaña de control de la mortalidad infantil. Este pro-
blema de salud pública equiparó el cumplimiento de los deberes maternos
(lactancia, higiene y educación) con la ciudadanía femenina. Así, se logró
una penetración normativa horizontal y vertical que impactó a las mujeres
de los estratos bajos, objeto de la mayoría de regulaciones; mientras que a
las mujeres de la clase media se les permitió optar por profesiones liberales
relacionadas con niños, mujeres y temas domésticos; y las de estratos altos se
dirigieron a actividades de benecencia que les ofrecieron carreras públicas
satisfactorias.87 Gisela Zaremberg, quien ha estudiado la relación entre el ac-
ceso al voto de las mujeres alfabetizadas y sus labores en la asistencia social
para los casos de México y Argentina, asegura que esas labores fueron un
componente central en la agenda de las mujeres cuando se expandió el dere-
cho de voto, dado que pudieron evidenciar que desarrollaron las actividades
de benecencia pública desde nes del siglo XIX.88
En el caso ecuatoriano, la crisis demográca legitimó la intervención
médica en la formación de hogares, en el parto, en la crianza de los niños
y en los comportamientos morales de la población. Al promover la visión
85. Ana María Goetschel, Mujereseimaginarios.Quito enlosiniciosdelamodernidad
(Quito: Abya-Yala, 1999), 15; Blasco Herranz, “Género y religión...”, 11.
86. Ibíd., 224-225, 253-254.
87. Kim Clark, “Género, raza y nación: protección a la infancia en el Ecuador, 1910-
1945”, en Palabras del silencio (Quito: Abya-Yala / Unicef / Embajada Real de los Países Ba-
jos, 1995), 225-227, 238, 253.
88. Zaremberg, Mujeres,votosyasistenciasocial..., 18.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 114
de madre-ciudadana, el Estado creó las condiciones para la inclusión de las
mujeres en la actividad pública, en la que una de sus principales actividades
fue promover la moralidad, como se evidencia en fechas muy cercanas a la
obtención del voto, donde se ve que sus intereses estaban más centrados en
este tipo de temas que en la obtención de derechos políticos. En 1928, Zoi-
la Rendón pedía emprender una campaña contra los seductores “fundando
asilos en los que se les dé ejemplo de virtud i de moralidad; en los que, a
esas desgraciadas, se les enseñe las artes manuales, culturales i artísticas;
hagamos que odien el juego, que adquieran amor al trabajo, sobre todo amor
al hogar, principio i n de su existencia y de la sociedad misma”.89 Según su
testimonio, se ocupó también de presentar una propuesta a la Asamblea de
1928-1929, que no buscaba el voto de manera especíca, sino que hablaba de
una serie de necesidades más amplia, según explica en un libro publicado
una década más tarde:
En la Asamblea Constituyente del Ecuador, reunida en 1928-1929, cabe anotar,
que en la Carta Fundamental de aquellos años, los derechos civiles y políticos
de la mujer ecuatoriana, obtuvieron un mayor realce y apogeo, al hacerlos efecti-
vos, por cuanto, documentada legalmente, yo elevé la petición del caso ante ese
H. Cuerpo Legislativo, cuyos puntos a discutir fueron resueltos y aprobados en
todas sus partes. Tomé como base, los enunciados del Bando Femenino Social y
Cultural de Chile, que son, más o menos: Igualdad legal en derecho penal, con
sanciones idénticas en delitos comunes; derechos políticos amplios, como princi-
pio de la verdadera democracia, a n de que el goce de aquellos benecios sean a
la humanidad entera; que la mujer sea reconocida jurídicamente en igualdad con
el hombre; que desaparezcan en los formularios de instrucción pública la palabra
“legítimo” e “ilegítimo”; investigación de la paternidad, etc.90
La relación de estos hechos permite evidenciar que fue en el contexto
de la guerra cultural entre la Iglesia y el Estado que las mujeres de estratos
medios lograron ampliar su participación en actividades públicas que les
permitieron construir su propia imagen y desarrollar estrategias discursivas
en la prensa, la literatura y en diversas acciones políticas.91 La ausencia de
solidaridad hacia las mujeres de estratos bajos parece haber sido parte del
patrón cultural bajo el cual fueron educadas,92 como se puede constatar en
los testimonios de las maestras de la primera mitad del siglo XX, recogidos
89. Zoila Rendón de Mosquera, “Cómo se juzga el feminismo verdadero”, La Aurora,
n.º 139, Guayaquil, septiembre de 1928, en Orígenesdelfeminismo..., 95.
90. Zoila Rendón de Mosquera, “La mujer en los diversos organismos humanos”
(Quito: Imprenta Nacional, 1948), en Orígenesdelfeminismo..., 104.
91. Goetschel, Educacióndelasmujeres..., 243, 244.
92. Armstrong, Deseoyccióndoméstica, 166.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 115
por Ana María Goetschel, donde una de ellas dice: “Yo mandaba en mi ho-
gar. Lasempleadassiempresabíanloqueteníanquehacer”; a lo que la autora
agrega: “las maestras entrevistadas pudieron compaginar las dos activida-
des porque tenían la ayuda de las empleadas domésticas. En todo caso, esta era
unacondicióncomúnalasmujeresblanco-mestizas,tantodelascapasaltascomo
medias”.93 Es decir, que estas mujeres liberaron tiempo para trabajar fuera de
casa delegando las tareas domésticas a otras, excluidas de los procesos esta-
tales de alfabetización y, por lo tanto, de ascenso social.
De ahí que se pueda concluir que las mujeres alfabetizadas de inicios del
siglo XX jugaron más con una identidad de clase que de género, cosa que
también se puede comprobar en las diferencias que plantean sus reivindica-
ciones laborales. Mientras las primeras exigían acceso a empleos públicos; las
obreras y artesanas —para quienes el trabajo era consustancial a sus vidas—
reclamaban pagos justos, la disminución los horarios laborales, la protección
de las trabajadoras nocturnas, de las menores de edad y de las obreras emba-
razadas.94 Estas diferencias fueron auspiciadas por un Estado aristocratizan-
te, como lo calica Maiguashca, que imponía el requisito de alfabetismo para
votar, con lo cual excluyó al menos a la mitad de la población.95
Pero si bien es cierto que el temprano acceso a derechos políticos de las
mujeres alfabetizadas tuvo que ver con la conanza que sintieron sus pares
varones en que eran sus aliadas en la consecución de los mismos objetivos
para la institucionalización del Estado, no se puede negar el empuje que en
ello tuvo también la implicación de las mujeres del movimiento católico, pri-
meras en minar la exclusión del espacio público, lo que favoreció la progre-
siva incorporación de las mujeres en las actividades reservadas de manera
exclusiva para los varones en los inicios de la república.96 Sin embargo, su ac-
cionar en el ámbito público —al que se unieron luego otras mujeres— activa-
do por el enfrentamiento de dos poderosas instituciones sociales llevó a que
poco más de medio siglo pasaran de no tener derechos civiles ni políticos a
ser las primeras en América Latina en conseguir el acceso al voto facultativo,
si bien con las exclusiones sociales ya referidas, que no solo afectaban a las
mujeres pobres sino también a los hombres de la misma condición.
93. Goetschel, Educacióndelasmujeres..., 253, 289. Énfasis añadido.
94. Guillermo Bustos, “La politización del ‘problema obrero’. Los trabajadores qui-
teños entre la identidad de ‘pueblo’ y la identidad de ‘clase’ ”, en Ciudadaníaeidentidad
(Quito: FLACSO Ecuador, 2003), 214, 220.
95. Maiguashca, “Dirigentes políticos y burócratas...”, 222.
96. Blasco Herranz, “Género y religión...”, 10.
Procesos 56, julio-diciembre 2022 116
ConClusiones
Con los elementos presentados hasta aquí es posible concluir que el pro-
ceso de concesión del voto a las mujeres alfabetizadas tuvo que ver con el
fortalecimiento del Estado y su enfrentamiento con la Iglesia por denir el
lugar que debía tener la religión en la república. Este conicto cultural llevó
a que el catolicismo movilizara a las mujeres para luchar contra la seculariza-
ción, lo que tuvo como resultado su ingreso al ámbito público, teóricamente
masculino y, con el impulso del catolicismo social, la acción femenina pasó
de obras de caridad a unas actividades organizadas bajo el concepto de ma-
dres sociales que debilitó la idea de mujeres domésticas que se había procu-
rado implantar desde los inicios de la constitución estatal.
Las mujeres involucradas en estos cambios fueron las blanco-mestizas,
de clases medias y altas, quienes se beneciaron de la alfabetización y tam-
bién de carreras profesionales ofertadas por el Estado para reemplazar las
labores que durante el siglo XIX fueron ejecutadas por la Iglesia, pero que a
partir de la Revolución Liberal se fueron volviendo instituciones laicas. Sin
embargo, las mujeres pobres no necesariamente se beneciaron de la insti-
tucionalización estatal sino que, más bien, en la época de estudio quedaron
excluidas del ejercicio de derechos políticos, dado que no cumplían el requi-
sito de estar alfabetizadas; al tiempo que sostuvieron las labores domésticas
de las mujeres de clases medias que salieron de sus hogares para asumir
funciones en el espacio público.
Como se ha evidenciado en estas páginas, no fueron las liberales las pri-
meras en asumir actividades de escritura y asistencia social sino las católi-
cas, cuyas acciones públicas se pueden evidenciar, por lo menos, desde el
último tercio del siglo XIX. Desde su militancia religiosa, produjeron cartas
públicas, hojas volantes y semanarios donde expresaron su solidaridad con
la Iglesia católica y, de manera progresiva, también su preocupación por su
propia situación social y la de otras mujeres, bajo el criterio que tenían el
deber de moralizar la sociedad, que tenían una superioridad moral sobre
los hombres y que la crisis social requería tanto de esa virtud, como de otras
que les fueron asignadas como la capacidad de cuidar de otros y extender su
labor de madres hacia los más necesitados.
En el siglo XX, además de las católicas, participan en el debate público
las liberales, quienes se unieron a las actividades de escritura y asistencia
social iniciadas por las católicas, pero no desde la cercanía con la Iglesia sino
por el impulso generado por el Estado, que buscaba atraerlas a su control
mediante acciones de protección en su vida privada (acceso a educación y
trabajo, emancipación de la mujer casada, divorcio, entre otras), pues, según
Procesos 56, julio-diciembre 2022 117
el Código Civil emitido en 1861, no tenían derechos civiles ni políticos, los
cuales solo adquirieron de manera paulatina, al evidenciar la utilidad de sus
actividades en el ámbito público.
En medio de este proceso de enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado, y
de la movilización femenina que provocó varias Asambleas Constituyentes
debatieron la posibilidad de conceder el voto a la mujer alfabetizada, pro-
puesta que siempre fue llevada adelante por los conservadores, hasta que
llegó a concretarse en la Asamblea de 1928-1929, dado que previamente el
Consejo de Estado había considerado que no existía impedimento para ello,
ante la consulta elevada por Matilde Hidalgo. Si bien la concesión de ese de-
recho político se produjo en medio de una masiva movilización femenina, no
existen registros de la existencia de un movimiento sufragista sino, más bien,
un reclamo más amplio por el acceso a derecho civiles, que preocupaban a
las mujeres aún más que los derechos políticos.
El hecho de que el Estado ecuatoriano concediera ese derecho político a
las mujeres alfabetizadas antes que los demás de América Latina tiene que
ver también con las expectativas que la república generó entre sus integran-
tes sobre las posibilidad de la acción política que fue impulsada por varios
actores, pero especialmente por la Iglesia católica; y que recibió como res-
puesta estatal que evidenció la efectiva estrategia de presentar a las mujeres
como madres sociales que podían regenerar el espacio público, idea que fue
asumida positivamente tanto por conservadores como por liberales, quienes
consideraron a la mujer una efectiva colaboradora para impulsar el proyecto
de nación.
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