Mujeres, representaciones y objetos de la cultura
material en la Audiencia de Quito
en el último cuarto del siglo XVIII*
Women, Representations and Objects of Material Culture
in the Audiencia of Quito in the Late Eighteenth Century
Mulheres, representações e objetos da cultura material na Audiência
de Quito no último quartel do século XVIII
Ana Luz Borrero
UniversidaddeCuenca/CátedraAbiertadeHistoriadeCuencaysuregión
Cuenca, Ecuador
ana.borrero@ucuenca.edu.ec
https://orcid.org/0000-0002-3919-6528
https://doi.org/10.29078/procesos.n57.3719
Fecha de presentación: 23 de noviembre de 2022
Fecha de aceptación: 17 de febrero de 2023
Artículo de investigación
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 57 (enero-junio 2023), 11-38. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
* Este estudio es parte de los resultados nales de la investigación “Cultura material,
imaginarios y fronteras simbólicas en la Audiencia de Quito en el contexto de una socie-
dad protoglobalizada. Estudio de casos”, desarrollada en la Dirección de Investigaciones
(DIUC) de la Universidad de Cuenca, bajo la codirección de Juan Martínez Borrero y la
autora, entre junio de 2017 y agosto de 2018. Se presentó como ponencia en el Simposio
principal del X Congreso Ecuatoriano de Historia en Cuenca, en octubre de 2018.
RESUMEN
Se estudia la conguración del sujeto femenino en la Audiencia de
Quito a nales del siglo XVIII, con un enfoque sobre los objetos
materiales asociados a las mujeres de la élite cuencana: cuadros, retratos,
pinturas y otras piezas consignadas en dotes y testamentos. El artículo
se interesa, en especial, por la vestimenta, las joyas, los ornamentos
y otros bienes que permiten establecer diferenciaciones sociales
y evidencian aspectos económicos y de pertenencia étnica.
El estudio aporta a los estudios de la cultura material durante
la colonia tardía en la región sur del Ecuador.
Palabras clave: historia latinoamericana, historia cultural, siglo XVIII,
Audiencia de Quito, Cuenca, mujeres, prestigio social, dotes.
ABSTRACT
The conguration of the female subject in the Audiencia of Quito at the
end of the 18th century is examined with a focus on the objects associated
with elite-class women in Cuenca—pictures, portraits, paintings, and other
pieces consigned in dowries and wills. The article is especially concerned
with clothing, jewelry, ornaments, and other items that enable establishing
social dierentiations and show economic aspects and ethnicity. The study
contributes to an analysis of material culture during the late colonial
period in the southern region of Ecuador.
Keywords: Latin American history, cultural history, eighteenth century,
Audiencia of Quito, Cuenca, women, social prestige, dowries.
RESUMO
Estuda-se a conguração do sujeito feminino na Audiência de Quito no
nal do século XVIII, com foco nos objetos materiais associados às
mulheres da elite de Cuenca: quadros, retratos, pinturas e outras peças
consignadas em dotes e testamentos. O artigo apresenta interesse
especialmente por roupas, joias, enfeites e outros bens que permitem
estabelecer diferenciação social e demonstram aspectos econômicos e de
pertencimento étnico. O trabalho contribui para os estudos da cultura
material durante o período colonial tardio na região do sul do Equador.
Palavras chave: história latino-americana, história cultural, século XVIII,
Audiência de Quito, Cuenca, mulheres, prestígio social, dotes.
introduCCión
Las mujeres de la Real Audiencia de Quito en el último cuarto del siglo
XVIII, pese al marcado carácter subalterno al que fueron sometidas por el or-
den patriarcal,1 atesoran una serie de elementos que las conguraron como su-
jetos, que merecen ser rescatados. Este estudio se enfoca en los objetos materia-
les asociados a las mujeres, concretamente en cuadros, retratos y pinturas, así
como en protocolos notariales, testamentos y dotes, y busca comprender cómo
esos objetos permiten comprender la inuencia de la estructura sociocultu-
ral y económica propia de la etapa colonial hispanoamericana, y particular-
mente de la región andina, en la conguración del sujeto femenino. De forma
particular, pone interés en la vestimenta, joyas, ornamentos y otras cosas que
permiten procesos de diferenciación entre los sujetos y que traslucen aspectos
sociales, económicos y de pertenencia étnica de sus poseedoras. Se trata de un
tema de signicativo valor si consideramos los escasos estudios emprendidos
sobre cultura material en la región durante la época de estudio, con excepción
de las investigaciones sobre obras artísticas, patrimoniales y arte colonial.
Además, el último cuarto del siglo XVIII, período objeto del presente estu-
dio, resulta atractivo porque en esa época se produjeron ciertos aires de cambio
en las ciudades coloniales principales como consecuencia de la apertura del
comercio: se aprecia prosperidad entre las élites y, con ello, variación en el gus-
to y la transformación de ciertos hábitos en los diversos grupos sociales. Como
lo explicó Pilar Gonzalbo Aizpuru,2 el sentido de la moda comenzó a modi-
car el gusto, hecho que se expresó en el mobiliario, las costumbres, los cánones
arquitectónicos, especialmente en la indumentaria y objetos ornamentales. La
inuencia de la indumentaria tradicional española comenzó a variar debido
a la introducción de las novedades europeas, sin dejar de lado la inuencia
de los productos de Oriente ni de otras regiones de la América hispana, con
las cuales existía un fuerte intercambio. Entonces, hablar de moda, como bien
señaló Fernand Braudel, no es un asunto fútil como aparenta; al contrario, la
moda actúa como un signo que permite apreciar elementos profundos de una
sociedad: sus posibilidades, sus ambiciones, su alegría de vivir.3
1. Alexandra Astudillo Figueroa, La emergencia del sujeto femenino en la escritura de cua-
tro ecuatorianas de los siglos XVIII y XIX (Quito: Corregidor / Universidad Andina Simón
Bolívar, Sede Ecuador, 2015), 14.
2. Pilar Gonzalbo Aizpuru, Vivir en Nueva España. Orden y desorden en la vida cotidiana
(Ciudad de México: El Colegio de México / Centro de Estudios Históricos, 2009).
3. Fernand Braudel, Civilizaciónmaterial,economíaycapitalismo,siglosXV-XVIII.Las
estructuras de lo cotidiano: lo plausible y lo imposible, t. I (Madrid: Alianza, 1984).
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Para el estudio de diferentes tipos sociorraciales y de las prendas de vestir
de las mujeres hemos escogido dos tipos de objetos de estudio. Por un lado, la
obra del pintor Vicente Albán en Quito, del año 1783, que se conserva en el Mu-
seo de América de Madrid, debido a la amplia tipología de mujer que presen-
ta.4 A ello se suma la pintura mural del convento de El Carmen de la Asunción
de la ciudad de Cuenca, pintada en 1801, “El baile del costillar. Fandango”; el
“Retrato de doña María Josefa de Velasco Vallejo”, anónimo pintado en Quito,
en 1772; y la pintura “Manuela Tupa Amaru” de 1777, del museo MALI de
Lima. Por otro lado, están los protocolos notariales que certican dos casos de
dotes y dos testamentos. Las dotes escogidas corresponden a una entregada en
Quito por doña Antonia María Muñoz a su hija Francisca Calisto y Muñoz en
1781, y otra concedida por un padre a su hija natural Manuela Albares, en 1784.
Los testamentos analizados son de una mujer vecina de Cuenca, doña Manue-
la Blanco de Alvarado en 1778, que testa sus bienes que provienen de la dona-
ción o dote que recibió de sus padres en el momento de su matrimonio; y, el
segundo, un testamento solicitado por doña Micaela Blanco, vecina de Quito.5
el objeto Como elemento
de la Cultura material
El estudio de los objetos de la cultura material surgió tardíamente en la
historia. Emergió, principalmente, a partir de la inuencia de las perspec-
tivas antropológicas y sociológicas durante las décadas de los 70 y 80 del
siglo XX, fenómeno que Ian Woodward, entre otros autores, denominó el
“giro del objeto” (the object turn).6 Ciertamente, con los aportes conceptuales
y metodológicos de la antropología, como lo armaron Peter Burke y Cecilia
Moreyra,7 se llegó a construir una historia cultural de las sociedades a partir
del estudio del objeto y de la cultura material. Una premisa guió este giro:
mediante el objeto se puede conocer mejor la vida cotidiana, estudiar las va-
4. Juan Martínez Borrero, “De lejos y de cerca: miradas sobre la realidad de Quito
durante el período borbónico”, Kaypunku 3, n.º 2 (2016): 117-150.
5. “Testamento de Micaela Blanco”, Archivo Histórico Nacional del Ecuador, Quito
(AHN/Q), Notaría Primera de Pichincha, sección Protocolos, 1783-1792, vol. 423, . 88-90.
6. Ian Woodward, “Domestic Objects and the Taste Epiphany: A Resource for
Consumption Methodology”, Journal of Material Culture 6, n.º 2 (2001): 115-136, doi.
org/10.1177/135918350100600201.
7. Peter Burke, “La historia cultural y sus vecinos”, Alteridades 17, n.º 33 (enero-junio
2007): 113; Cecilia Edith Moreyra, “Mestizaje, vida cotidiana y cultura material. Una mi-
rada sociocultural a dos matrimonios interétnicos en la ciudad de Córdoba, siglo XVIII”,
Diálogos.RevistaelectrónicadeHistoria 13, n.º 2 (septiembre 2012-febrero 2013): 92-111.
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riantes y signicantes ya sea del vestido, de la vivienda u otros aspectos por
el simbolismo que engendran y por las funciones que cumplen. Entendemos
al objeto, en términos de Moreyra, como “una entidad física y tangible que
fue imaginada, construida, nombrada, deseada, vendida, comprada, utiliza-
da, compartida y tal vez termine desechada o reutilizada”.8
Para Woodward, la perspectiva actual de la cultura material, con sus obje-
tos y signos, parte de dos paradigmas teóricos que no son mutuamente exclu-
yentes o antagónicos y que permiten interpretar el consumo de los objetos. El
primero está basado en la semiótica que enfatiza “en la habilidad de los objetos
para representar o signicar algo en el discurso social”.9 El segundo se basa en
la antropología cultural y se enfoca en lo que las personas hacen con los obje-
tos, así como en las formas en que los objetos están culturalmente entretejidos
dentro de las relaciones sociales. En el desarrollo de este artículo se sostiene
que es muy difícil separar los criterios en el análisis propiamente dicho, pues-
to que los objetos pasan a signicar algo justamente en la medida en que se
comprende el uso que recibieron en un contexto dado y, naturalmente, por las
relaciones que entablaron con otros elementos. Por tanto, se plantea un análisis
más bien simbiótico, que recoge los lineamientos de ambos paradigmas.
Dada la enorme carga de sentidos que aporta un objeto, su estudio, como
parte de la cultura material, ayuda a inferir las características de la sociedad
que los emplea, la actividad que emprendió e incluso sus formas de pensar.
Desde la arqueología urbana colonial, Ross Jamieson adiciona que estos ob-
jetos son relevantes por su capacidad interpretativa, porque al conocer las
funciones que cumplieron cuentan la historia de la sociedad a la que perte-
necían: “los bienes materiales poseídos por ciudadanos privados fueron una
parte esencial del proceso de colonialismo en los Andes. Vestimenta, vajillas
y mobiliario no eran simplemente funcionales, sino que acarreaban una mul-
tiplicidad de signicados para los cuencanos coloniales”.10
Antropólogos y sociólogos como Arjun Appadurai, Jean Baudrillard y, par-
ticularmente, Pierre Bourdieu, explican el valor del objeto de la vida cotidiana
para comprender la cultura al analizar la moda y el gusto en las sociedades
contemporáneas, ideario que bien puede ser extrapolado a las sociedades del
pasado.11 Moreyra, igualmente, argumenta que estudiar la cultura material su-
8. Cecilia Edith Moreyra, “La alcoba, el lecho, lo cotidiano. Cultura material de un espa-
cio doméstico. Córdoba (Argentina), siglos XVIII y XIX”, Páginas 10, n.º 24 (2018): 97.
9. Woodward, “Domestic Objects and the Taste...”, 116.
10. Ross Jamieson, DeTomebambaaCuenca.Arquitecturayarqueologíacolonial (Quito:
Abya-Yala / Universidad de Cuenca / Banco Central del Ecuador / Universidad Simon
Fraser, 2003), 217.
11. Arjun Appadurai, “Introducción: Las mercancías y la política del valor”, en La vida so-
cialdelascosas.Perspectivaculturaldelasmercancías, ed. por Arjun Appadurai (Ciudad de Mé-
Procesos 57, enero-junio 202316
pone analizar las características físicas de los objetos (tamaño, material, color,
estilo...), pues las cosas, aparentemente inanimadas, actúan sobre las personas
y son utilizadas por estas para regular relaciones y dar signicado y sentido
a su actividad.12 Gonzalbo Aizpuro sintetiza esa idea de la siguiente manera:
Todos comemos y bebemos, todos dormimos, nos enfermamos y morimos; pero
la forma de hacer todo esto no es intemporal sino histórica. Cada época tiene su
modo de percibir la vida y la muerte y de satisfacer las necesidades corporales,
y cada situación impone determinadas exigencias. Por eso tiene sentido una his-
toria de la vida cotidiana que puede decirnos mucho acerca de gustos y temores,
desdichas y alegrías que dejaron huella en las costumbres y en las creencias.13
Entre los antecedentes de investigaciones sobre vida cotidiana, la familia
y la cultura material en los Andes del norte y en el Ecuador, está el estudio de
Pablo Rodríguez, quien analiza la vida cotidiana en las ciudades andinas del
siglo XVIII y contribuye al conectar sus ideas con los trabajos de Gonzalbo
Aizpuro, así como de otros especialistas como Christine Hunefeldt, Verónica
Zárate Toscano y Edda Samudio.14 Otra investigación fue llevada a cabo por
el arqueólogo Jamieson, quien analizó los bienes materiales, la arquitectura y
la arqueología colonial de Cuenca.15 Y sobre el tema concreto de este trabajo
cabe mencionar la investigación de Silvia Benítez y Gaby Costa, quienes se
rerieron a las mujeres y a la importancia de las dotes, objetos, casas y cultu-
ra material en el Ecuador colonial.16
xico: Grijalbo, 1991); Jean Baudrillard, El sistema de los objetos (Ciudad de México: Siglo XXI,
1969); Pierre Bourdieu, Ladistinción.Criteriosybasessocialesdelgusto (Madrid: Taurus, 1988).
12. Moreyra, “La alcoba, el lecho...”.
13. Pilar Gonzalbo Aizpuru, “Presentación”, en Historia de la vida cotidiana en México.
ElsigloXVIII:entretradiciónycambio, ed. por Pilar Gonzalbo Aizpuru t. III (Ciudad de
México: Fondo de Cultura Económica / El Colegio de México, 2005), 11.
14. Pablo Rodríguez, “La vida cotidiana en las ciudades andinas del siglo XVIII”, en
HistoriadeAméricaAndina.Elcismacolonialtardío, ed. por Margarita Garrido, vol. 3 (Qui-
to: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Libresa, 2001), 215-246; Gonzalbo
Aizpuru, “Presentación”; Christina Hunefeldt, “Las dotes en manos limeñas”, en Familia
y vida privada en la historia de Iberoamérica, ed. por Pilar Gonzalbo Aizpuru y Cecilia Rabell
Romero (Ciudad de México: El Colegio de México / Universidad Autónoma de México,
1996), 255-289; Verónica Zárate Toscano, “Estrategias matrimoniales de una familia noble:
los marqueses de Selva Nevada en la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo
XIX”, en ibíd., 227-254; Edda Samudio, “La importancia de la dote en la historia regional”,
en Historia del Ecuador y América Latina: estudios de caso. Memorias del II Encuentro Nacional
de Historia de la Provincia del Azuay, ed. por Ana Luz Borrero (Cuenca: Cátedra Abierta de
Historia de Cuenca y su Región. Programa de la Universidad de Cuenca / Prefectura del
Azuay, 2012), 243-254.
15. Jamieson, DeTomebambaaCuenca...
16. Silvia Benítez y Gaby Costa, “La familia, la ciudad y la vida cotidiana en el perío-
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las pinturas y el objeto vestido
El vestido es uno de esos objetos cotidianos. Para Moreyra, el aporte de
esta prenda a la lectura de la cultura de la época es que representa el medio
más ostensible del estatus social y económico de quien lo lleva, pues per-
mitía la diferenciación social y, por tal motivo, “era celosamente defendido
por aquellos que pertenecían al sector social más encumbrado”.17 La indu-
mentaria, más las joyas y adornos de la época, también pueden ser enten-
didos como el resultado de unas prácticas sociales e inuencias culturales
hispanas, europeas y producto del mestizaje, así como la consecuencia de la
existencia de redes económicas que permiten el comercio y de circulación de
bienes que se vieron alimentadas por las reformas borbónicas y la importa-
ción de géneros, adornos y objetos desde España y Europa.18
El análisis inicia apreciando el tipo de mujer retratada. La Audiencia de
Quito del último cuarto del siglo XVIII poseía unas características culturales
y sociorraciales producto de una segmentación y segregación propias de las
sociedades estamentales del Antiguo Régimen, pero, como han planteado au-
tores como Martin Minchom,19 Rosemarie Terán Najas y Joanne Rappaport,
do colonial”, en Nueva Historia del Ecuador. Época colonial III, ed. por Enrique Ayala Mora,
vol. 5 (Quito: Corporación Editora Nacional / Grijalbo, 1989), 187-243.
17. Cecilia Edith Moreyra, “Entre lo íntimo y lo público: la vestimenta en la ciudad de
Córdoba a nes del siglo XVIII”, Fronteras de la Historia 15, n.º 2 (julio-diciembre 2010): 389.
18. Joyas, indumentaria y adornos y ornamento femenino eran símbolo de pertenencia
a un sector social en la época colonial, por ejemplo, en el siglo XVIII, “sayas de nobleza,
mantellinas y mantos”, eran piezas símbolo de preeminencia social, como en el caso de
Venezuela. Samudio, “La importancia de la dote...”. La indumentaria y joyas en la América
Andina y otros espacios coloniales hispanoamericanos provenían de modelos culturales de
la Península. Véase Letizia Arbeteta Mira, “Precisiones iconográcas sobre algunas pinturas
de la colección del Museo de América basadas en el estudio de la joyería representada”,
Anales del Museo de América, n.º 15 (2007): 141-172. A nales del siglo XVIII los objetos de la
vida doméstica formaban parte de las relaciones culturales y de los circuitos de comercio,
de los ujos, rutas e interdependencia con otras sociedades. En el Virreinato de la Nueva
Granada, al que pertenecía la Audiencia de Quito, tomaron importancia una serie de objetos
nuevos, encontrados o citados en testamentos y dotes, demostración de que con el reformis-
mo borbónico y la apertura al libre comercio se abrió el mercado a productos de la Penín-
sula y otros lugares del mundo. Vajillas de porcelana (de la China, por ejemplo), cristalería
na, cubiertos de plata, lujosas sillas, escritorios, telas inglesas, entre otros, llegaban estos
territorios y ciudades provenientes de Cádiz, Cartagena, Santafé, Popayán y Quito. Telas,
piedras preciosas, géneros, vino, papel, cera eran, entre otros, los productos de ese inter-
cambio. Véase Orián Jiménez Meneses, “Objetos y cultura. Rituales, ujos y elaboraciones
en el Nuevo Reino de Granada”, HistoriaCrítica, n.º 39 (septiembre-diciembre 2009): 56-57.
19. Martin Minchom, ElpueblodeQuito1690-1810.Demografía,dinámicasociorracialy
protesta popular (Quito: FONSAL, 2007).
Procesos 57, enero-junio 202318
también existió una frontera social difusa y permeable.20 Una de las formas
de apreciar el tipo de mujer es mediante la vestimenta o “hábito”, joyas y
adornos, que, como advertimos, constituyeron símbolos de estatus y perte-
nencia étnica. El objeto que permite apreciar cómo se representó a la mujer
de la época son las pinturas y retratos de Vicente Albán (Quito, 1783), objetos
importantes, sobre todo, lo reiteramos, por los diferentes tipos de mujer que
retrata: la mujer de la élite, la negra esclava, la mestiza y la india principal.
En las pinturas, el primer tipo de mujer es la “principal” que fue retra-
tada con su negra esclava. La indumentaria acerca al arquetipo de la dama
criolla o peninsular, adornada con joyas y otros objetos en el cabello, usa
sombrero y calzado a la moda. Su vestido muestra hilos de oro y plata que el
pintor resaltó en la obra para poner de relieve la importancia de la belleza y
prestigio que podía ostentar su propietaria al vestir a la usanza de la época.
Letizia Arbeteta Mira describió así ese retrato:
La Señora —la única que calza zapatos ornamentados por un broquelete de doble
oral, posiblemente de oro— lleva un complejo tocado de ores y chispas quizás
esmaltadas y con pedrería, salpicadas por el cabello, cuyo moño se sujeta con un
agujón simulando un espadín [...] sus pendientes [...] mezclan una estructura de
oro con botón y pinjantes de metal blanco. Las manillas de perlas de 8 vueltas con-
tinúan con brazaletes de oro para ambos brazos, moda exótica para la Península,
como lo es también la mezcla de una cruz pectoral de engastería, colgada de una
gruesa cadena de oro, con el collar-rosario de cuentas negras y pomos de per-
las que remata en un relicario ovalado de corte manierista, que parece ser prenda
usual, pues es prácticamente igual a la que lleva la Yapanga que también coincide
con el adorno del cuello y en el tipo de pendientes —que aquí parecen de piedras
azules, quizás vidrios.21
Para comprender mejor la tipología de la señora principal, anónima y po-
siblemente idealizada, podemos apreciar un retrato de alta calidad de un autor
anónimo, casi contemporáneo al de Albán, que se exhibe en una colección priva-
da en Quito y que cuenta con una réplica en la Hacienda Chillo Jijón (gura 1).
La dama del retrato (gura 2), posiblemente pintada en 1772, es una mu-
jer de la élite, doña María Josefa Luciana de Velasco y Vallejo, nacida el 20
de noviembre 1751 en Riobamba, contrajo matrimonio a los 21 años con don
Manuel Nicolás Carrión y Vaca de la Vega (1723-1793), lojano de nacimiento.
Martínez Borrero analizó así la gura:
20. Rosemarie Terán Najas, “La plebe de Quito a mediados del siglo XVIII. Una mirada
de la periferia de la sociedad barroca”, Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 30 (julio-
diciembre 2009): 99-108; Joanne Rappaport, TheDisappearingMestizo.ConguringDierence
in the Colonial New Kingdom of Granada (Durham / Londres: Duke University Press, 2014).
21. Arbeteta Mira, “Precisiones iconográcas sobre...”, 165-166.
Procesos 57, enero-junio 2023 19
Los detalles de la pintura permiten recrear algunos elementos de la construcción
imaginaria de su imagen, y sitúan la pintura en el contexto de la circulación
oceánica de bienes de prestigio y de la utilización de marcadores simbólicos de
su posición social. La retratada mira directamente al observador con sus grandes
ojos marrones y almendrados, las cejas delineadas resaltan su mirada y los labios
están pintados de rojo carmín [...] con el empleo de cochinilla como tinte pictóri-
co y que probablemente recuerde el uso real de pintura para los labios hecha de
este mismo tinte local [...] En su mano derecha sostiene, entre los dedos pulgar e
índice, una rosa y su brazo desnudo, mantiene el color “propio de las criollas”, a
decir de Cicala, que encontramos también en su rostro.22
22. Juan Martínez Borrero, “Elementos simbólicos en la cultura material: imaginarios
y fronteras en la Audiencia de Quito”, informe nal del proyecto “Cultural material, ima-
ginarios y denición de fronteras simbólicas en la Audiencia de Quito en el contexto de
una ciudad protoglobalizada. Estudio de casos” (Universidad de Cuenca, 2018), 3. Véase
también Juan Martínez Borrero, “Objetos de prestigio en retratos de mujeres criollas. Au-
diencia de Quito, período borbónico tardío”, Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 52
(julio-diciembre 2020): 52.
Figura 1. Vicente Albán, Señora Principal con su negra esclava
Fuente: Museo de América, Madrid, inventario 0073.
Procesos 57, enero-junio 202320
Figura 2. Anónimo, RetratodedoñaMaríaJosefadeVelascoVallejo
(Quito, 1772)
Fuente: Colección privada de arte colonial de Iván Cruz Cevallos.
Fotografía: Judy de Bustamante.
Sobresale en la retratada el uso de hermosas joyas. En la vestimenta se
aprecia que el cuello del vestido termina en un encaje transparente. Además,
el vestido de brocado denota la alta calidad y belleza del tejido importado.
Cuando nuestro equipo de investigación visitó las reservas del Museo Na-
cional del Ministerio de Cultura en Quito, encontró tejidos y textiles, vesti-
dos de vírgenes y santas muy similares a los que se representan en el traje.
Martínez Borrero, en su análisis de la simbología y contenido del cuadro,
señala que la joven retratada lleva en la muñeca una manilla de cinta de seda
negra con un medallón de oro blanco y diamantes, que podría ser parte de
un legado familiar. Estas joyas están acompañadas de unos zarcillos de oro
y diamantes, una peineta plateada con perlas y en el cuello de “una cinta de
seda negra con medias perlas a manera de gargantilla y de ella pende una
compleja joya de oro en forma de hoja y que culmina en una delicada cruz”.23
Jesús Paniagua, experto en la joyería y platería de Quito y Cuenca, considera
que la alta calidad y las materias primas, metales, perlas y piedras preciosas
23. Ibíd., 4-5.
Procesos 57, enero-junio 2023 21
y semipreciosas sí existían en los territorios de Quito y de los países colin-
dantes, lo que se reeja en el “despliegue de riqueza que conocemos mejor
en la platería y joyería eclesiástica”.24
Otro tipo de mujer propuesta por Albán es la esclava negra, pintada jun-
to a su señora, una muestra de las relaciones sociales de la época, la presencia
del sistema esclavista y de las condiciones de subordinación de las mujeres,
así como del prestigio social que otorgaba la posesión de esclavas domésti-
cas en hogares criollos de la élite. Albán representó a la mujer esclava muy
bien vestida, pero descalza y, tal como señaló Arbeteta Mira:
Aunque menos alhajada lleva joyas magnícas, especialmente el pendiente con aro
del que cuelga una perla periforme de gran tamaño y el collar de oro de peculiar di-
seño colocado sobre la cinta negra del cuello. Adornada con unas rosetas de piedras
blancas. En denitiva, se aprecia en estas pinturas un batiburrillo de modelos que
pueden llegar a estar separados más de dos siglos, pues se mezclan joyas de tipo
renacentista como los marcos ovales, entre 1575 y 1650 y las cruces de engastería
según modelos del siglo diecisiete y primera mitad del siglo dieciocho, las cintas de
cuello con plata y piedras blancas de 1750-1790 y los agujones, moda contemporá-
nea la época de la pintura estudiada, que también estuvo en uso en el siglo XIX.25
Esta característica de la vestimenta de la mujer negra doméstica se ex-
plica porque las matronas de la casa solían vestirlas con las mejores ropas
como un elemento que las distinguía a ellas más que a sus poseedoras. En
este accionar hay un proceso de vaciamiento del sujeto social representado
que se convierte en un objeto de presunción para las señoras principales, si
bien se trata de una práctica no muy frecuente, los protocolos notariales de
la época de la ciudad de Cuenca demuestran que muchas señoras todavía
poseían esclavas hacia nales de la Colonia.26
24. Jesús Paniagua, “Riqueza suntuaria en Quito. Algunas consideraciones sobre las jo-
yas con piedras preciosas y perlas en el período colonial”, en Áurea quersoneso. Estudios sobre la
plata iberoamericana: siglos XVI-XIX, coord. por Gonçalo de Vasconcelos e Sousa, Jesús Pania-
gua Pérez y Nuria Salazar Simarro (León / Ciudad de México / Oporto: Instituto de Huma-
nismo y Tradición Clásica. Universidad de León / CONACULTA e INAH / Centro de Inves-
tigado em Ciéncia e Tecnologia das Artes da Universidade Católica Portuguesa, 2014), 302.
25. Arbeteta Mira, “Precisiones iconográcas sobre...”, 163.
26. Un ejemplo concreto data del 11 de agosto de 1810. Don Antonio Cebilla, viudo de
doña Ana Esparza, vendió una negra esclava que fuera propiedad de su esposa, llamada
Rosalía Arias, de más de 30 años, con un mulatillo hijo suyo, llamado Manuel Esparza, de
6 años de edad poco más o menos, “para lo que se pagó 6 pesos de Alcabala por el contado
de 200 pesos y 8 reales en que vendió la negra con su hijo a don Ambrosio Prieto”. “An-
tonio Cebilla, viudo de doña Ana Esparza, vende una esclava negra y su hijo a Ambrosio
Prieto”, 11 de agosto de 1810, Archivo Histórico Nacional del Ecuador, Cuenca (AHN/C),
Notaría Tercera, libro 562, f. 54.
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Una tercera tipología es la que encontramos en la pintura dedicada a la
representación de la mujer indígena de Quito. El título de la pintura que ana-
lizamos es Yndia en trage de gala, quien, al contrario que en el cuadro de la mis-
ma serie de Albán que representa a un indio principal, va descalza (gura 3).
La india, según observa Arbeteta Mira, “lleva un collar de 2 vueltas de
perlas con intermedio de coral, anchas manillas de lo mismo, con 10 vueltas,
collar de cuentas galoneado de oro o de vidrio dorado y un tupu o fíbula
para aprender el manto en que se aprecia un modelo propio y una técnica
europea”.27 No obstante la imagen, en general, la extracción social humilde
del indio se apreciaba en el bajo precio de las telas que conformaban su vesti-
menta, como las camisas confeccionadas en “tejidos de tierra”, en oposición
de los importados de Europa, o en la pobreza de los calzados, que eran hu-
mildes y sin cintas.28 La tradición y el mestizaje explicarían el uso de las joyas
27. Arbeteta Mira, “Precisiones iconográcas sobre...”, 163.
28. Jacques Poloni-Simard, Elmosaicoindígena.Movilidad,estraticaciónsocialymestiza-
Figura 3. Vicente Albán, India en traje de gala (Quito, 1783)
Fuente: Museo de América, Madrid, inventario 0072.
Procesos 57, enero-junio 2023 23
y la vestimenta,29 situación que también encontramos en la representación de
la Yapanga, mestiza que también va descalza.30
El mestizaje lo encontramos sobre todo en la blusa y las mangas de en-
caje. La tradicional lliclla indígena de color negro es parte del atuendo y el
tupu de plata que hasta hoy es utilizado por algunas mujeres indígenas de la
Sierra ecuatoriana. Otro elemento importante de la indumentaria tradicional
presente en este retrato es la faja o chumpi, que muestra la continuidad cul-
tural desde la época aborigen en la región andina y que, según su calidad y
diseño, indicaba el estatus y pertenencia étnica de quien lo portaba. El chum-
pi que ciñe la falda o anaco de la mujer indígena fue un elemento del vestido
muy generalizado en toda la región andina.31 Ciertamente, entre los escasos
bienes heredados en los testamentos de las mujeres indígenas de la época
solían enlistarse los chumpis y llicllas.
Esta importante representación pictórica de una indígena de Quito pue-
de ser contrastada con una representación similar que se conserva en el Mu-
seo MALI en Lima, una pintura datada en 1777, aunque es una copia de un
retrato producido a inicios de siglo: una pintura con heráldica de la Ñusta
Inca, Manuela Tupa Amaru,32 en la que encontramos atuendos similares: la
je en el corregimiento de Cuenca (Ecuador) del siglo XVI al XVIII (Quito: Abya-Yala / Instituto
Francés de Estudios Andinos, 2006), 493-494.
29. En los territorios de la Audiencia de Quito persistió durante la época colonial la
memoria de las antiguas identidades (indígenas), la producción artesanal local de textiles
de lana y algodón permitió y contribuyó a la construcción de “identidades a partir del
uso étnico exclusivo de trajes distintivos. De esta manera, unos podían distinguirse de
otros en los espacios públicos a causa de sus trajes. Algunos de estos [...] han permanecido
hasta la actualidad”. La sociedad colonial jerárquica y estamental dejaba ver la presen-
cia de grupos subordinados, indígenas de la nobleza y caciques, sirvientes-yanaconas y
campesinos, con singulares atuendos identitarios y también aquellos que provenían del
mestizaje. En muchas de las representaciones y los retratos costumbristas los mestizos e
indígenas van descalzos. “El Álbum de la Biblioteca Nacional de España”, en Imágenes
de identidad. Acuarelas quiteñas del siglo XIX (Quito: FONSAL, 2005), 214 y 215. Jiménez
Meneses recuerda que la legislación indiana establecía la diferenciación en el uso de la
indumentaria y objetos de vestir, hombres y mujeres indígenas no podían utilizar ciertos
atuendos o adornos distintivos de los blancos y caballeros, tampoco hombres y mujeres
esclavas. Ciertos distintivos como birretes, capas, dagas y espadas solamente podían ser
utilizadas por personas de origen español. Jiménez Meneses, “Objetos y cultura...”, 54.
30. Llapanga es un adjetivo en kichwa que signica ‘que no usa calzado’, la deforma-
ción es yapanga en Quito o la variante ñapanga que se usa en la zona de Nariño, Colombia.
31. Alejandra Vega Palma y Natalia Guerra Araya, “Fajar, ceñir, envolver. Chumpi y
fajas. Objetos y prácticas del vestir de indias y guaguas en Potosí y La Plata, siglos XVI y
XVII”, Fronteras de la Historia 20, n.º 1 (2015): 200-229.
32. Este retrato estuvo oculto dos siglos bajo una imagen del Señor de los Temblores.
Fue rescatado por una decisión de Francisco Stastny, que adquirió la obra. La gura 4 es
Procesos 57, enero-junio 202324
lliclla sostenida por un tupu, la blusa de encaje, la faja, la falda negra y, por su
estatus, sandalias. Otra semejanza, en otros espacios virreinales, son aque-
llos que se pueden advertir en vestidos de indígenas en Córdoba durante el
siglo XVIII, que exhiben características socioculturales similares (gura 4).33
Una cuarta tipología es la mujer mestiza, que va descalza y, por tal razón,
se la llama llapanga o yapanga. La interpretación generalizada es que puede
ser una mujer de vida pública, como lo señaló Minchom, basado en la inter-
pretación de Stevenson, un viajero inglés connotado que visitó la región en la
época, a Guayaquil en 1808, y quien se desempeñó como secretario personal
del Presidente de la Audiencia de Quito, el Conde Ruiz de Castilla.34 Albán
intituló a esta pintura “Yapanga de Quito, con el trage que usa esta clase de
Mugeres que tratan de agradar”. Un elemento del atuendo, que distinguía
a un tipo de mujeres del pueblo —llamadas bolsiconas en Quito y en otros
lugares de la Audiencia— es el bolsillo de gran tamaño que se llevaba a la al-
tura de la cintura. Para Rita Borderías Tejada, sin embargo, el gran bolsillo lo
llevaban tanto la yapanga como la señora principal, además, ambas llevaban
sombrero: de paja la mujer mestiza y uno adornado con dorado y pedrería, la
señora principal.35 En ambos casos, el pintor destaca la presencia de las joyas
que lucen y del oro del atuendo (gura 5).
En torno al personaje de la llapanga (yapanga) de Quito, y sobre el vestido
y adornos que utilizan las mujeres mestizas, una completa y prolija descrip-
ción la realiza Stevenson en sus narraciones de viajes por esta ciudad:
Las mujeres visten a menudo una amplia falda circular, una enagua chillona
hecha de franela inglesa, roja, rosada, amarilla o azul pálido, ornamentada con
cintas abundantes, encaje, equillos y lentejuelas, forjados de una especie de ara-
besco de alrededor de media yarda de profundidad, cerca de la parte inferior del
abrigo, debajo de la cual cuelga un amplio encaje blanco pegado a una prenda in-
terior. El corpiño está hecho generalmente de brocado o tejido, o satén bordado,
atado muy ajustado alrededor de la cintura; el pecho y las mangas se encuentran
ornamentadas con encaje blanco, cintas y lentejuelas y, un delgado chal de frane-
la inglesa que corresponde con el color de las enaguas es arrojado sobre los hom-
bros; la cabeza se encuentra descubierta, pero adornada con una banda para el
pelo con cintas y ores, y el pelo cuelga en pequeños bucles espalda abajo. Como
los hombres, las mujeres rara vez usan zapatos o medias, y el tener pies blancos
y pequeños, y talones rojos, es considerado un rasgo de belleza, para procura de
copia del original, de inicios del siglo XVIII, encargado por los hijos de doña Manuela en
el juicio por el Marquesado de Oropesa.
33. Moreyra, “Mestizaje, vida cotidiana...”.
34. Minchom, El pueblo de Quito...
35. Rita Borderías Tejada, “La imagen artístico-cientíca en el Madrid de la segunda
mitad del siglo XVIII” (tesis de doctorado, Universidad Complutense de Madrid, 2016).
Procesos 57, enero-junio 2023 25
Figura 4. Anónimo, ManuelaTupaAmaru.Ñusta (1777)
Fuente: Museo MALI, Lima. Colección Petrus y Verónica Fernandini.
Procesos 57, enero-junio 202326
lo cual los cosméticos y el colorete son llamados a menudo a prestarles asistencia:
la práctica es muy común entre ciertas mujeres.36
Para Minchom, en la cita de Stevenson existe la insinuación de las lla-
pangas con las prostitutas. Esta relación de la mujer llapanga, o ñapanga,
con la prostitución se encuentra también en investigaciones sobre las muje-
res en Popayán y en el Cauca. En ese contexto eran descritas como mujeres
blancas muy bonitas, de costumbres ligeras, que se vestían elegantemente,
pero sin zapatos, muchas veces usando anillos de gran valor en los pies.37
La descripción de Stevenson coincide en parte con la realizada por Ferrario
sobre las mujeres de Quito:
36. Citado en Minchom, El pueblo de Quito..., 194-195.
37. Borderías Tejada, “La imagen artístico...”.
Figura 5. Vicente Albán, Yapanga de Quito con el trage que usa
esta clase de mujeres que tratan de agradar (1783)
Fuente: Museo de América, Madrid, inventario 0074.
Procesos 57, enero-junio 2023 27
El traje de las mujeres españolas consiste en un faldellín o bata abierta por de-
lante, con los dos lados que se cruzan [...] esta va guarnecida de listones de otra
tela más rica, de media ana de ancho [antigua medida de longitud equivalente a
más o menos 1 m], y los listones están cargados de nos encajes, franjas de oro
y de plata y de bellísimas cintas, los unos y los otros dispuestos con tanto arte y
simetría que hacen de este un traje hermoso y brillante.38
Este carácter alegre con se representa a las mestizas también se puede
encontrar en otras iconografías y pinturas regionales, como el mural del con-
vento de El Carmen de la Asunción de la ciudad de Cuenca, pintado en 1801.
Esta escena se encuentra en la cenefa del ante refectorio de este monasterio,
Martínez Borrero describe la escena del fandango o baile a la que intitula “El
baile del costillar” de este modo:
Así en una escena puede verse a un hombre interpretando el arpa a cuyo ritmo
baila una pareja. La mujer está elegantemente vestida con blusa y pollera (falda)
está terciada de cintas que sujeta con las dos manos, como en ademán de bailar.
El hombre, tocado con sombrero de paño [...] se acerca a la mujer con un pañuelo
a la mano. Por detrás otro hombre, este tocado con pañuelo, se aproxima a los
bailarines para sumarse a la diversión.39
Las mujeres mestizas, como pudo haber sido el caso del personaje a quien
representa una dama de la pintura mural, probablemente una “chola” o una
española (o una criolla), adoptan el traje que corresponde a una española,
como ejemplo del parte del crisol del mestizaje, como decía Poloni-Simard.40
Provenía de los tres principales grupos que componían la población de
esta región: españoles, indios y mestizos (gura 6).41
En esencia, la vestimenta y el uso de joyas traducida en estos objetos
materiales provenientes de distintos sitios y depositados en repositorios y
museos dan cuenta de los diferentes tipos de mujer categorizadas por su
posición social y pertinencia étnica. El mayor lujo y cuidado en las prendas
de vestir que usaban los criollos, particularmente en días festivos y ceremo-
38. Julio Ferrario, “Castas, ocupaciones e indumentarias de las gentes de Quito”, en La ciu-
dad, su paisaje, gentes y costumbres observadas por los visitantes extranjeros. Siglos XVI-XX, comp.
por Manuel Espinosa Apolo (Quito: Centro de Estudios Felipe Guamán Poma, 2000), 127.
39. Martínez Borrero, “De lejos y de cerca...”, 138.
40. Poloni-Simard, Elmosaicoindígena...
41. Según Poloni-Simard, la sociedad indígena en la región de Cuenca de la época era
muy segmentada, tanto que muchos sectores podían sobrepasar el límite de la denición
colonial de indio. Asimismo, hubo varias formas de mestizaje que crearon un campesina-
do y otras particularidades debido a la presencia de los forasteros. De acuerdo al censo de
1778, en la ciudad vivían dos tercios de indios y un tercio de blancos o mestizos; la parte
blanca estuvo conformada básicamente por criollos. Ibíd.
Procesos 57, enero-junio 202328
nias, demuestra asimismo que ese objeto era un medio para exhibir rique-
za, estatus y distinción, por lo que no tenían reparos para invertir en ropa.
Asimismo, se aprecia la forma en que “a medida que la mujer se aleja de su
tronco indígena o africano y se acerca al blanco, su traje adquiere un mayor
grado de lujo”,42 así que la calidad de los paños, de las joyas y de los demás
adornos aumenta.
Adicionalmente, la indumentaria de estos cuatro tipos reeja la inuen-
cia de la moda europea, sobre todo napolitana, de la segunda mitad del siglo
XVIII, especialmente en el caso de adornos y vestuario.43 Y aunque los cam-
bios culturales de la época alivianaron los trajes y las prendas, estos se vieron
sometidos a la nueva servidumbre de la moda, que dejó de lado el exceso
de adornos, brocados y tejidos con hilos de oro y plata. Se trata de un rasgo
que no podría aplicarse únicamente a la indumentaria de la mujer, sino tam-
bién a la del varón, Como ha sostenido Jamieson, no se pueden establecer
dicotomías estrictas entre el mundo varonil y el mundo de las mujeres. En
ocasiones, los atuendos femeninos y las telas se relacionan con imágenes
42. Taña Escobar, “La indumentaria como símbolo de distinción social de la mujer
criolla, mestiza, e indígena en la Real Audiencia de Quito. Período 1520 a 1830”, ponencia
del Congreso “Enseñanza del Diseño” (Universidad de Palermo, abril de 2015), https://
do.palermo.edu/servicios_dyc/...concursos/.../1288_82434_2206con.docx.
43. Arbeteta Mira, “Precisiones iconográcas sobre...”.
Figura 6. Anónimo, El baile del costillar (Cuenca, 1801)
Fuente: Juan Martínez Borrero, “De lejos y de cerca: miradas sobre la realidad de Quito
durante el período borbónico”, Kaypunku 3, n.º 2 (junio 2016): 138.
Procesos 57, enero-junio 2023 29
religiosas, ya sean esculturas de la Virgen María y de santas de tamaño na-
tural, que suelen vestir prendas y textiles de la época. Un rasgo nal acotado
es la presencia de los mestizajes que se producen localmente. También aquí
existe una coincidencia con las conclusiones de Jamieson sobre los objetos de
la cultura material en la Cuenca colonial: existió un importante sincretismo
cultural hispano-indígena en los espacios domésticos femeninos, los objetos
de origen indígena o aborigen no necesariamente fueron invisibilizados en
los hogares coloniales.44
bienes dotales y testamentos
A través del estudio de protocolos notariales de nales del siglo XVIII, en
las ciudades de Quito y Cuenca, se puede apreciar la importancia de ciertos
objetos de la cultura material que denen lo femenino, o a las mujeres, y que
son exclusivamente femeninos, como la indumentaria, las joyas, los adornos,
el mobiliario, lo que ayuda a comprender mejor el signicado social y cultu-
ral de esos objetos, así como la representación de la mujer y la carga simbó-
lica que signicó el rito del matrimonio. Se toman como ejemplos dos dotes
y dos testamentos. La importancia de la dote, tanto en lo social como en lo
económico para el caso de la América hispana, fue estudiada por Hunefeldt,
quien señala que cumplía varias funciones en la sociedad colonial: “una ayu-
da de los padres para soportar las cargas del matrimonio, un adelanto de la
herencia de la hija [...] una demostración social de poder y riqueza, bienes y
dinero con los que se lograba borrar diferencias étnicas, virtudes perdidas,
un elemento de control de los padres sobre el matrimonio de las hijas”.45
Los bienes dotales constituyeron un elemento muy importante para las
mujeres porque aseguraban su seguridad económica.46 Las políticas matri-
moniales de las familias diferían según su rango y posición social, pero para
el caso de las familias de la nobleza titulada quiteña, según Büschges, se
manejaban con un alto grado de endogamia, lo que permitía preservar e in-
44. El sincretismo y el mestizaje estuvieron presentes en objetos de origen indígena in-
corporados en ciudades coloniales como Cuenca. No todos los elementos indígenas incor-
porados dentro de la sociedad colonial andina estuvieron en áreas socialmente invisibles.
La colonización en Cuenca fue, más bien, un proceso muy heterogéneo, en el cual mucha
gente se resistió al control español en sus vidas a través de la cultura material y muchos otros
la usaron para ganar poder social en el régimen colonial. Véase Jamieson, DeTomebambaa
Cuenca...
45. Hunefeldt, “Las dotes en manos...”, 255.
46. Samudio, “La importancia de la dote...”, 248.
Procesos 57, enero-junio 202330
crementar el nivel social y la prosperidad económica.47 El matrimonio tenía
una serie de normas estatales y eclesiásticas, pues los reyes borbónicos esta-
blecieron unas normas jurídicas que impedían los matrimonios desiguales,
es decir, entre individuos que pertenecían a distintos grupos sociales.48 En
esencia, los bienes dotales o de herencia poseían muchas funciones, entre
ellas, permitían a quienes los poseían mantener un estatus y una denición
simbólica de pertenencia dentro de un grupo social determinado. Por otro
lado, los testamentos permiten analizar los contextos socioeconómicos y las
características de la cultura material de la época, y también algunos de los
aspectos de la institución matrimonial.
Entre los bienes, objetos y dinero que se entregaban en las dotes de Cuen-
ca, los más importantes fueron el vestuario femenino, joyas, ropa de cama
y muebles, y también objetos domésticos y de cocina. Una de las primeras
investigaciones sobre dotes determinó que su denominador común fue la
vestimenta. La mayor parte de los donantes eran miembros de las élites, per-
tenecientes al cabildo, militares, comerciantes y hacendados.49
Esto se ejemplica mejor en dos casos: el primero es una dote entregada
en Quito en 1781 por una dama de una connotada familia, doña Antonia
María Muñoz, esposa de don Nicolás Calisto de Alarcón y Aguilar, a su hija
Francisca Calisto y Muñoz, y a su esposo, Nicolás Vivanco; el segundo es la
dote concedida por un padre a su hija natural, Manuela Albares, en 1784.50
El padre fue un comerciante de Cuenca que trabajaba en el circuito comer-
cial del sur de la Audiencia, es decir, Cuenca y el norte del Perú y Lima. La
primera dote, otorgada en noviembre de 1781,51 por doña Antonia Muñoz
(albacea testamentario al fallecimiento de su esposo don Nicolás Claudio
47. Christian Büshgues, Familia, honor y poder. La nobleza de la ciudad de Quito en la época
colonialtardía(1765-1822) (Quito: FONSAL, 2007).
48. Ibíd., 233. Los reyes borbónicos emitieron ciertas normas jurídicas para todos los
reinos de la Corona española, que debían servir como impedimento para los “matrimo-
nios desiguales”. Comenzó con la Real Pragmática del año de 1776, que posibilitaba a las
familias de todos los estratos controlar los matrimonios de sus hijos menores de edad,
quienes no podían contraer matrimonio sin el consentimiento de los padres. Además, las
más altas autoridades administrativas y eclesiásticas debían vigilar severamente la obser-
vancia del derecho matrimonial.
49. Gloria Cabrera y María Eugenia Rea, “El aspecto económico y social del matri-
monio durante la colonia. El caso de los sectores dominantes de la Cuenca colonial (1700-
1820). Estudios a través de las dotes” (tesis de licenciatura, Universidad de Cuenca, 1992).
50. Dentro del mundo hispánico, se denomina hijo natural al nacido de padres solte-
ros, “Si los padres se casaban, aún décadas después este niño se transformó automática-
mente y totalmente a un hijo legítimo”. Ann Twinam, “Repensando las reformas sociales
de los Borbones en las colonias, siglo XVIII”, ElTallerdelaHistoria 5, n.º 5 (2013): 23.
51. “Carta de dote a favor de Doña Francisca Calisto y Muñoz”, AHN/Q, Notaría
Primera de Pichincha, Quito, sección Protocolos, 1781-1782, vol. 419, . 196-197.
Procesos 57, enero-junio 2023 31
Calisto de Alarcón y Aguilar) a don Nicolás Antonio de Vivanco, esposo de
su hija doña Francisca Calisto y Muñoz, hermana de Pedro Calisto y Muñoz,
ascendía a 9000 pesos; entre los bienes dotales estaban objetos de uso priva-
do y doméstico y bienes de lujo, vestimentas y joyas.
Entre otros bienes se mencionan camas, sábanas de cambrai, encajes nos,
almohadas con sus fundas y una colcha, “cortinas de perciana [sic] carmesí”,
espaldar de Damasco, sábanas de Holanda y bramante, mangas de encaje,
mangas de encaje de pluma, camisas de adentro, fustanes de Bretaña, paños
de mano de velillo con su franja y sintas de tisu, una saya de tisu rizo con na-
car y plata, avaluada en 200 pesos, un chelequie de tisu de oro con sus franjas
de plata, un faldellín de lama nácar con ambel de lama azul, un faldellín de
brocado carmesí con oro, con fajas de tisu y franja de oro de Milán y forro de
tafetán con sus cintas, además de muchos vestidos, una saya de riso jardín
con dos altos de franjas de plata de Milán, otra saya de rizo morado con
blanco, una saya de terciopelo negro, una mantilla de cardenillo con franjas
de plata de Milán, otra mantilla de Botón de Rosa con sobrepuesto de oro, un
par de manillas de perlas avaluadas en 275 pesos, un par de zarcillos de oro,
perlas y diamantes avaluados en 100 pesos, varias joyas más y un relicario
de oro con diamantes, una gargantilla de dos hilos de perlas con su estrella
de diamantes, pulseras de oro con sesenta castellanos, una gargantilla de
esmeraldas, un par de zarcillos de piedras coloradas, con perlas de oro, sor-
tijas, un sillón de plata, marcos de plata labrada, hebillas baúles forrados de
baqueta, un par de escritorios, dos cajas grandes, 3834 pesos en plata sellada,
1019 pesos en ropas de la tierra y a este listado se suma una negra esclava
llamada María Antonia vosal [bozal] un mulatillo de nombre Bernardo.
Como se aprecia, existían objetos de variada procedencia, a la altura de
la pertenencia socioeconómica de los beneciarios. Además, aquí se repro-
duce la escena del cuadro de la Señora principal y su esclava negra, ya que la
madre dota una esclava a la hija.52 En la carta dotal se señalaba: “también
una negra esclava llamada María Antonia vosal en qual dejo mejorada su
padre, por clausula de su testamento la que está avaluada en quatrocientos
pesos 400. Tambien un mulatillo nombrado Bernardo en don dado a dicha
Doña Francisca. Desde que nació que esta avaluado en cien pesos”.53 Esta
descripción notarial de la dote recibida por doña Francisca Calisto y Mu-
ñoz permite reejar lo que se armara anteriormente sobre la circulación de
bienes y la apertura del comercio, pues se detallan bienes provenientes de
Milán, de Holanda o de Bretaña.
52. Los documentos de la época muestran que también se entregaban como dote canti-
dades de dinero, que, en el período de estudio, oscilaban entre 2000 y 5000 pesos. AHN/C.
53. “Carta de dote a favor de Doña Francisca Calisto y Muñoz”, AHN/Q, Notaría
Primera de Pichincha, sección Protocolos, 1781-1782, vol. 419, . 196-197.
Procesos 57, enero-junio 202332
En el segundo caso, con la carta de dote otorgada por don Mariano Al-
bares a su hija natural Manuela Albares, se conoce que, cuando contrajo ma-
trimonio con don Josef Guillén en Cuenca en 1784, su padre se comprometió
a entregarles la cantidad de 2000 pesos. A través de estos documentos se
puede comprender la importancia de las joyas, así como la calidad, adornos
y alto precio de la ropa que, en su descripción, concuerda con la que reali-
zaron los viajeros y visitantes que se rerieron a la vestimenta y joyas de las
mujeres de la Audiencia.54 Además, el padre donó bienes valiosos tanto de
hombre como de mujer al matrimonio:
Disen que al tiempo, que [...] contrae matrimonio entre los dos otorgantes le pro-
metio Don Mariano Albares Padre natural de la dicha Doña Manuela, dar por
bia de dote, En [...] valiosos, assi de ombre como de mujeriles, asta en cantidad
de dos mil pesos; yabiendo unido [...] dicho matrimonio, según orden de nuestra
Santa Madre Iglecia, cumpliendo el expresado Don Mariano, lo que asi hubo
prometido aí presente le aparesido [...] y adequarla promesa pidiendo que los
dichos otorgantes, otorguen resibo de dichos [...], para que asiéndose pago sedan
por contentos y entregados a su satisfacción.
En los dos testamentos estudiados se presenta una circunstancia parti-
cular: los esposos desaparecieron o no se conocía su paradero. En el primer
caso se trata de una mujer vecina de Cuenca, doña Manuela Blanco de Al-
varado, que se considera pobre, y al testar en 1778 detalló los bienes dotales
que recibió de sus padres. Estuvo casada con Pedro de Rivera, natural de la
ciudad de La Habana (La Bana), pero su matrimonio duró seis meses, ya que
el esposo desapareció y nunca se supo más de su paradero, tampoco tuvie-
ron hijos. Rivera, al parecer, no aportó nada al matrimonio; para la boda al
novio se le entregó de manera simbólica un espadín y un par de pistolas, que
formaban parte de su atuendo matrimonial. Los padres de la novia dotaron
a la hija de algunos bienes, entre las joyas se destacaron:
Dos pares de Sarcillos de Oro, en un par grandes, de perlas y el otro regulares de
perlas [...] una cadena de oro con su relicario grande de la advocacion de Nuestra
Señora del Rosario bien conosida [...] Un Peyne engastado en oro [...] dos sortijas
de oro, la una con su ametista y la otra de Pasto [...] Tres gargantillas de Perlas, la
una grande con su cruz de oro, montada de piedras berdes, lo otra en tersiopelo
negro, y la ultima de dos hilos de perlas y todas tus de perlas regulares [...] un
par de motas de perlas gruesas.55
54. “Carta de dote de Mariano Albares a su hija Manuela Albares”, AHN/C, Notaría
Cuarta, 4 de octubre de 1784, libro 3-049, . 364-367.
55. “Testamento de Manuela Blanco de Alvarado”, AHN/C, Notaría Cuarta, 1778, .
99v-101r.
Procesos 57, enero-junio 2023 33
Los objetos y joyas descritos en el testamento de Manuela Blanco de Al-
varado permiten comprender la importancia de las joyas en las dotes y en los
testamentos de las mujeres de la época. Mientras que el segundo testamento
fue solicitado en Quito en 1771, por doña Micaela Blanco, hija natural de
Don Juan Blanco y de Doña Isabel Villazo, también vecinos de la ciudad. Se
casó con Don Dionisio Escobar, desaparecido, y sin hijos sobrevivientes.56
En su testamento se legan distintos objetos de cama, cajas, mesas, crucijos
y pinturas de distintas advocaciones, guras religiosas, un nacimiento, va-
rias esculturas del niño Jesús, sillas, taburetes, estrados (uno grande y otro
pequeño) alfombras, candelabros de plata, pailas de cobre, joyas de oro y
piedras, así como vasos y escudillas de la China. Un dato interesante es que
la escultura del Niño Dios estaba adornada con gargantilla y manillas de
perlas, con sus cobijas guisadas de franja de oro y plata. También deja en su
testamento una imagen con su gargantilla y orejeras de perlas y un san Josef
con su azucena y dos diademas de plata. Entre sus vestidos se describen tres
sayas: una negra usada de tafetán con rizo, otra de griseta piche con franja
na de plata, otra de imperiosa dorada con franja na de plata, cuatro rebo-
zos de colores azul, piche, blanco y amarillo y un faldellín de bayeta encar-
nada con franja de plata. Lega sus bienes a una niña que había criado, María
Laura Blanco, a quien dona también un clave porque ella se había dedicado
a la música.
En este último testamento llaman la atención el instrumento clave, que
no es fácil de encontrar entre los bienes y objetos materiales de los testamen-
tos de ese período; hace pensar la importancia creciente de la música para
las mujeres. También destaca la mayólica, un objeto de prestigio y de iden-
ticación hispana consumida básicamente por la clase dominante. La loza
o mayólica y vajillas de este no material fue importada de Sevilla y otras
zonas de España, luego de Panamá. Y destaca la presencia de los estrados,
objetos ligados a los espacios privados de las mujeres y sus actividades, para
trabajar, conversar, recibir a las visitas, coser, hilar, rezar; generalmente se
adornaba con alfombras, almohadones o sillas bajas.57 Su origen se remonta
a la lejana herencia cultural mora, tanto en Castilla como en América. A di-
ferencia del clave, está presente en numerosos testamentos y cartas dotales.
Este objeto permitía denir y adjetivar la pertenencia de su poseedor a gru-
pos sociales altos, muestra de ello es que aún en los años 70, y bien avanzado
el siglo XX, todavía se escuchaba en la provincia del Azuay la expresión: “las
56. “Testamento de Micaela Blanco”, AHN/Q, Notaría Primera de Pichincha, sección
Protocolos, 1783-1792, vol. 423, . 88-90.
57. El estrado era una pieza baja de mobiliario, generalmente cubierta con alfombras,
y servía para sentarse, normalmente sobre almohadones. En los estrados también se reu-
nía la familia o se podía beber chocolate.
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damas del estrado azuayo” para referirse a las mujeres del grupo social más
encumbrado de la ciudad de Cuenca.
En general, tal y como han concordado varios estudios en la región, las
dotes y las herencias servían esencialmente para mantener el estatus y la
pertenencia étnica.58 Ciertamente, la mayor parte de los donantes fueron
miembros de las élites, pertenecientes a los cabildos, militares y hacendados
y, para el caso de las dotes, los padres o madres de la novia, y en menor pro-
porción hermanos, tíos o gente piadosa.59 Pero el denominador común del
período fue la vestimenta, esencialmente entre la aristocracia criolla, dueña
de la tierra y del poder local.
ConClusiones
Este estudio analiza desde el objeto, como parte de la cultura material,
la representación de las mujeres en el último cuarto del siglo XVIII. Se trata
de un estudio pionero en el medio andino que aprecia a las mujeres de la
época desde esta perspectiva. Con este n, se han analizado pinturas, cua-
dros y retratos, así como documentos notariales —dotes y testamentos— que
permiten reejar, como en un espejo, las complejas y variadas realidades de
las mujeres del territorio de la Audiencia de Quito, principalmente Quito y
Cuenca, durante el período colonial tardío, con una realidad cambiante en
lo social, económico, cultural y político debido a las reformas borbónicas. De
forma concreta, esos elementos han permitido liar a la mujer a un estatuto
social, económico y étnico determinado y, con ello, identicar las diversas
tipologías sociales existentes en esa época y las características que denieron
a cada grupo mediante uno de los objetos materiales más representativos: la
vestimenta, así como también otros objetos en los que se incluían adornos y
joyas personales, ajuares dotales y domésticos y bienes que otorgaban pres-
tigio y distinción a su poseedora. Con lo limitado que puede resultar hablar
de un estamento, los retratos muestran una diferenciación entre la cultura
de las élites “ilustradas” (criolla y española) y las mujeres mestizas, indias y
negras, que, por las comparaciones efectuadas, parece tener cierta homoge-
neidad en toda la región hispanoamericana.
Los documentos, que nos hablan de dotes y testamentos, nos han per-
mitido ver la red de relaciones que establecieron sus actores. En general,
quienes dotaban o legaban a sus hijas buscaron conservar el poder, y con
58. Ross Jamieson, “Majolica in the Early Colonial Andes: The Role of Panamian
Wares”, Latin American Antiquitiy 12, n.º 1 (2001): 45-58.
59. Cabrera y Rea, “El aspecto económico...”.
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ello asegurar o mejorar el estatus de las mujeres miembros de esas familias,
o conservar el estatus y su capacidad económica. En ese sentido, la moda
expresada en la vestimenta y las joyas constituye uno de los mejores indicios
de este afán porque demuestra que no solo de trataba del traspaso de bienes
materiales, sino de todo un sistema de relaciones y redes sociales que esta-
blecieron los individuos entre sí.
Las dotes y legados que recibieron las hijas casaderas —las hijas en gene-
ral— permitían mantener el patrimonio familiar y el estatus. La dote fue una
institución que, idealmente, garantizaba la situación económica y social de
las mujeres dentro del matrimonio. Más allá del atractivo que pueden tener
las dotes para emprender alianzas matrimoniales, y mantener el estatus y
fortuna, las dotes y legados o herencias garantizaban que se mantuviesen
costumbres, valores y modelos culturales de la época, además de delinear el
papel social de la mujer, a través de los aspectos de la cultura material, sus
bienes, como su adscripción a uno u otro estamento social.
En esencia, las mujeres de las pinturas de Albán en Quito, la mujer de la
élite recientemente desposada, doña María Josefa de Velasco Vallejo, la crio-
lla o mestiza del “baile del costillar”, con su traje vivo y colorido, con sus cin-
tas y adornos, representada en la pintura mural, y todos los objetos legados
en los dotes y testamentos, ya sean vestidos, joyas, instrumentos de música y
otros nos hablan de la vida y de una importante participación de las mujeres
en la sociedad durante esa época. Las representaciones pictóricas estudia-
das permiten observarlas dentro de sus contextos “a colores”, más allá del
blanco y negro de los documentos y de las dicotomías interpretativas que
muchas veces han ensalzado más la oscuridad que las luces y sus matices.
Fuentes y bibliograFía
FUENTES PRIMARIAS
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