Comentarios sobre el Estado
transformista en el Ecuador*
CommentsontheTransformistStateinEcuador
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Silvia Vega Ugalde
Universidad Central del Ecuador
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0001-6013-3882
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n56.2022.3409
He disfrutado la lectura de Laaleacióninestable porque se lo lee fácil-
mente, lo que habla muy bien del libro; ello se debe, a mi entender, a dos
motivos: su lenguaje y su estructura. Está muy bien escrito, en un lenguaje
claro, expresivo, impecable en su sintaxis. Y tiene una estructura lógica, que
desenvuelve su visión teórica. De hecho, el “primer interludio teórico” del
libro tiene el propósito de justicar la secuencia de su exposición.
El libro tiene tres partes, que corresponden a tres dimensiones del Es-
tado: el origen del Estado, entendido como un pacto de dominación (visión
de raigambre marxista); el proceso desuconsolidación, en el que se analiza al
Estado como un escenario de luchas sociales, inspirado tanto en la visión
liberal de la democracia, en la que, mediante mecanismos procedimentales
se permite el juego de posiciones, como también, en la visión marxista, en
su versión gramsciana, que sostiene que el Estado expresa concesiones y ne-
gociaciones con los subalternos para generar consensos. Finalmente, la ter-
cera parte, que se reere al funcionamiento del Estado, inspirado en la visión
weberiana que lo entiende como un conjunto de organismos, de institucio-
nes, de funcionarios, que adquiere en cierto modo, vida propia. Esta parte la
trabaja el autor, con base en el rastreo del funcionamiento del Ministerio de
Previsión Social y Trabajo (MPST).
* Comentario originalmente realizado en foro virtual organizado por Procesos. Revista
Ecuatoriana de Historia, el 23 de septiembre de 2021.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 56 (julio-diciembre 2022), 193-197. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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Una cuarta dimensión, que no la trabaja como tal, pero que constituye
en cierto modo el resultado general, deviene de la idea clásica del Estado
moderno como comunidad política en un territorio, fruto de un pacto entre
iguales, aceptado como sentido común de todos y como verdad ocial, y
que sería pues la aleación inestable, pero aleación al n, en la que vivimos las
ecuatorianas y los ecuatorianos.
Coincido con la posición un tanto ecléctica del autor para el tratamiento
del Estado y, en general, para tratar de interpretar y entender las historias
complejas, para las que siempre resultan cortas las herramientas teóricas de
las que podemos valernos, por lo que resulta útil echar mano de visiones
teóricas combinadas.
El autor alerta sobre la estructura del libro, que podría parecer —dice—
muy lineal y esquemática, y podría opacar la comprensión de la simultanei-
dad de procesos y efectos, cuya descripción y análisis podría ser muy abi-
garrada. Sin embargo, pienso yo, esta estructura de exposición permite una
lectura uida, conduciendo cómodos a los lectores en un desenvolvimiento
lógico de las ideas expuestas.
El libro hace, por otra parte, frecuentes contrastaciones del caso ecuato-
riano con otros casos de la transición al capitalismo y sus Estados en América
Latina, y esta es otra fortaleza del libro, que enseña y mueve a reexiones
más profundas. Se escribe también en diálogo y contrastación teórica con
otras interpretaciones de la historiografía y sociología ecuatoriana, especial-
mente de la nueva historiografía, lo que resulta muy rico para los interesa-
dos en la historia del Ecuador, y es una prueba de la madurez intelectual
del autor en la producción de su propia interpretación. Es un libro con un
amplio, muy amplio, sustento bibliográco, convirtiéndose también por ese
lado, en una indispensable fuente de consulta para historiadores y cientistas
sociales.
un par de puntos de disCusión
Me propongo en este corto espacio, tocar solo un par de puntos del vasto
campo de discusión que abre la interpretación de Pablo Ospina.
Invisibilización de luchas y actores subalternos
El concepto de Gramsci de transformismo tiene una dimensión hacia la
cooptación que ratica la dominación y fragmenta los subalternos y, también,
una dimensión de “revolución” pasiva. El autor señala que el transformismo
es “una fórmula de compromiso que produjo cambios en la sociedad y el Es-
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tado, a veces de gran profundidad histórica”. Pareciera que el énfasis lo coloca
en la primera acepción, por lo que queda la sensación de una invisibilización
de las luchas sociales que van jalonando los cambios, muchas veces profundos
y perdurables, porque también el énfasis no muestra esos cambios sino las con-
tinuidades de la dominación. El autor sostiene que el transformismo se expre-
sa sobre todo en la dimensión de “proceso”, la segunda que él desarrolla; en
esa dimensión es donde “se abordan las mediaciones políticas de la lucha so-
cial y la transacción que llevó a la primacía de los mecanismos transformistas”.
El momento cronológico en que, según Pablo, se cristalizó el Estado
transformista sería desde mediados de los 40, concretamente 1946 (después
de la Gloriosa), período en el que el ejército desechó las alianzas radicales y
optó por una con los conservadores, con la mediación de Velasco Ibarra. Este
proceso no fue tan “suave” ni “molecular”. Velasco Ibarra persiguió y exilió
a los exasambleístas de 1945. Fue una “derrota” con altas dosis de respon-
sabilidad propia de la izquierda, pero derrota al n. Entonces, la revolución
desde arriba no solo neutraliza, sino que aplasta, reprime, la revolución des-
de abajo, que se forjó por las luchas de los subalternos.
Los actores con nombre y apellido, los decisivos, son los conservado-
res y liberales, expresión de las fracciones dominantes regionales y, por otro
lado, el ejército, sobre todo el ejército, porque su autonomía relativa impide
que las oligarquías lo usen para enfrentamientos armados interoligárquicos
o contra el pueblo. Y Velasco Ibarra como intermediario, más ligado a los
conservadores y porque tiene un rol decisivo en los años 40, concretamente
en torno a la Gloriosa, cuando se expresó su mayor auge. Entonces, los otros
actores subalternos se difuminan, son masas rurales —anónimas—, entendi-
das como población mayoritaria que deja de serlo... Quizás falta la mirada
de las disidencias que se van gestando en las ciudades y que dieron lugar a
hechos como la masacre del 15 de noviembre de 1922, la huelga general que
derroca a Martínez Mera a inicios de los 30, las movilizaciones urbanas que
conuyen en la Gloriosa en los 40.
Los cambios de este período, plasmados jurídica y programáticamente
en la Constitución de 1945, aparentemente fueron efímeros, pero luego se
abrieron paso, lo que explica que 30 años después, en el proceso de retorno
a la democracia de nes de los setenta, se colocara nuevamente esa Consti-
tución como paradigma de avances democráticos, frente a la cual, en todo
caso, no podía retrocederse, en la nueva Constitución que también se elaboró
para ese tránsito, y nalmente se aprobó. Estas idas y venidas, que muestran
los efectos de las luchas y cambios impulsados desde abajo, es lo que quizás
hace falta resaltar. Insisto, queda la impresión de una cierta invisibilización
de las luchas y actores sociales y de esos grandes cambios que acaecen desde
las revoluciones de arriba.
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La transición al capitalismo y el Estado transformista
El período escogido, 1920-1960, para la cristalización del Estado transfor-
mista, sería el de la transición al capitalismo, según el autor. ¿Es, realmente,
este período el de la transición al capitalismo, o esta fue más larga y viene de
antes y hasta después?
¿Qué había antes de 1920? ¿Un Estado oligárquico a secas? Se arma que
el país no vivió ninguna revolución burguesa (p. 440). ¿Qué fue entonces
la Revolución Liberal? ¿Una revolución de una oligarquía contra otra oli-
garquía? Porque esa sí fue una revolución cruenta. En un texto de Enrique
Ayala Mora, en la Nueva Historia, con base en los estudios de los esposos
Costales, se identican 4300 muertos, entre 1895 y 1916, con énfasis en los
primeros años de la revolución y en los del enfrentamiento del alfarismo con
el placismo (1906 y 1911-1912). Otro caso en que el pacto —en las cumbres
más que con actores de abajo— se dio a partir de la liquidación física de los
adversarios alfaristas y conchistas.
¿Y no es justamente la década del 60 y 70 en las que se consolida el tardío
capitalismo ecuatoriano? ¿Ya estaba consolidada una burguesía en 1960 para
pensar que había terminado la transición al capitalismo o podemos hablar
de ello con el proceso retrasado de sustitución de importaciones al calor del
auge petrolero? El perl del ejército en estos años ¿podría ser analizado bajo
el mismo prisma que catalogó su alianza con el conservadurismo en los 40?
El ejército cambió de faz con la adscripción a la doctrina continental de
seguridad nacional pero, pese a ello, tanto la Junta Militar como la dictadura
de Guillermo Rodríguez Lara fueron gobiernos desarrollistas, con reforma
agraria de por medio, nacionalismo petrolero, etc. Habría que pensar si a esos
gobiernos les calza una caracterización equiparable a la de un Estado trans-
formista, por los cambios que llevaron adelante, decisivos para consolidar el
capitalismo en Ecuador, aunque haría falta una detallada investigación sobre
el tipo de alianzas que establecieron con las clases dominantes nacionales y
extranjeras, la combinación de represión-cooptación que ejercieron hacia los
subalternos, y la relación con el declinante velasquismo, factores del período
de los 40 que no parecen repetirse décadas después.
Podría haber el riesgo de usar el concepto Estado transformista de ma-
nera muy elástica. El autor usa el término en el texto “Reexiones sobre
el transformismo: movilización indígena y régimen político en el Ecuador
1990-1998”.1 En este caso, ¿se cumplen las mismas condiciones del período
1. Pablo Ospina, “Reexiones sobre el transformismo: movilización indígena y régi-
men político en el Ecuador 1990-1998”, en Los movimientos sociales en las democracias andi-
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analizado en el libro? O sea, ¿las confrontaciones regionales de fracciones
dominantes descompasadas y, sobre todo, el carácter moderado de los sub-
alternos? ¿Se puede caracterizar esa enorme movilización indígena como
“moderada”, “localizada”? Porque los cambios democráticos en relación con
la denición del Estado y los derechos democráticos que recogen las Consti-
tuciones de 1998 y 2008 sí son de bastante profundidad...
El quid del “transformismo” propuesto por Pablo está en la actuación
del ejército, y este señalamiento apunta a un tema central de la historia ecua-
toriana, en la que su rol ha sido relevante, decisivo, en diversos momentos.
El giro del ejército liberal hacia una alianza con el conservadurismo en los
años 40, es un jalón de su análisis, explicado más por su contexto (derrota en
la Guerra del 41, emergencia “comunista” en La Gloriosa, mayor inuencia
de sus similares norteamericanos en la formación profesional). Siendo un ac-
tor central en la historia económica y política del país, queda pendiente des-
entrañarlo con mayor profundidad tanto en sus características intrínsecas,
como su composición social, por ejemplo, su permeabilidad a inuencias ra-
dicales y aun socialistas, como en las inuencias externas contrainsurgentes
que han acompañado la armación del capitalismo en el mundo y en nuestro
sur, con diversas manifestaciones acordes a las coyunturas de cada país y del
nuestro en particular. Uno de los méritos del libro de Pablo es, precisamente,
haberlo estudiado a fondo en el período que abarca su investigación.
nas, ed. por Julie Massal y Marcelo Bonilla (Quito: FLACSO Ecuador / Instituto Francés de
Estudios Andinos, 2000), 125-146.