Procesos 57, enero-junio 2023 203
en que este ha inuido en los procesos de segregación desde la década de
1950. Este capítulo tercero cierra con un apartado dedicado a los conictos
que emergieron en torno a la construcción de la Ciudadela de Ingahurco, un
sector que el Plan Regulador planteó como zona de recepción de un número
importante de damnicados por el terremoto, ofreciéndoles una solución de
vivienda que pagarían con créditos. Nuevamente se abordan los conictos
entre Estado Central, el gobierno local y población, esta vez entre 1952 y
1959, relativos a la percepción de injusticias en la adjudicación de viviendas,
la implementación de servicios básicos en la ciudadela, el otorgamiento
de permisos de construcción, el pago y condonación de créditos y las
reclamaciones por abandono de los afectados que no recibieron una vivienda.
Las conclusiones reejan esos ejercicios conectados. Por un lado, se
concluye que la reconstrucción de Ambato tras el terremoto de 1949 se produjo
en un diálogo en el que las partes tenían pesos y posiciones cambiantes. Así,
el gobierno local requería para la reconstrucción los recursos del Estado, pero
también ejercía oposición a este en procura de su autonomía y los intereses
de la urbe. Al tiempo, el Estado podía imponer sus criterios, mas necesitaba a
las autoridades locales como mediadores con la población. La otra conclusión
es que esa reconstrucción consolidó procesos de segregación previos al
terremoto; no obstante, estuvo inuida por los criterios de urbanismo
modernizante del Plan Regulador de Ambato de 1951. Los dos ejercicios que
propone tienen desarrollos independientes, detallados e interesantes, sin
mucho diálogo, pero con transiciones uidas en torno a temas comunes. Tal
uidez, sin embargo, es parcialmente truncada por un uso continuo de la
enumeraciones dentro del escrito. Es decir, la autora divide la temporalidad
de los fenómenos que estudia de manera demasiado precisa, lo que se vuelve
confuso por la acumulación de múltiples periodicidades. A ello se le suma
una decisión respecto a la disposición de la información dentro del texto que
extravía al lector. Se trata de incluir explicaciones relativas a la estructura del
escrito en notas de pie de página y no en el cuerpo del relato (por ejemplo,
los “momentos” en que divide los dos subcapítulos nales).
Otro aspecto que quiero comentar es el papel de la población como
sujeto de estudio en los diálogos tripartitos de la reconstrucción de Ambato.
La autora presenta las interacciones de este colectivo con el Estado central
y el gobierno local centrándose en un tipo de documento, los editoriales de
prensa. Lo que conlleva a que muestre a “los ambateños” como un cuerpo
compacto sin exponer en el texto preguntas críticas sobre esas fuentes, tales
cómo: ¿Quiénes escribían esos editoriales? ¿Qué intereses o vínculos tenían
con las autoridades municipales? ¿Su contenido era representativo de un
sector importante de los habitantes de la urbe? Más allá de esta crítica, la
inclusión de ese actor colectivo es uno de los puntos que más interpela del