Procesos 54, julio-diciembre 2021 117
beneciarias de este discurso, pero no las vemos apropiándose del mismo.
¿Es así en todos los casos?
En 1825, Josefa Calisto escribía a la autoridad como “apoderada gene-
ral” de su marido. Reclamaba a la “contaduría departamental” que quisie-
ran cobrarle unas cuentas rezagadas de la época en la que su esposo fue
administrador de tributos en Ambato.15 Josefa decía que ella misma había
entregado las cuentas y que, por tanto, el cobro era injusto. El texto comienza
con la frase de rigor: “La ciudadana Josefa Calisto”. Más adelante, su nota
remarcaba la legalidad, justicia y libertad que debía imperar en el nuevo go-
bierno. Al poner en contexto las acciones previas y posteriores de Josefa,16 es
evidente que fue ella misma quien redactó el texto e hizo uso de ese conjunto
de conceptos republicanos, con toda conciencia de lo que hacía y de lo que
esperaba recibir. Si regresamos a la carta de Rosa Montúfar, lo más seguro
es que ella también la haya redactado. Rosa y Josefa eran mujeres bastante
independientes, muy enteradas de las nuevas ideas políticas e inmersas en
las actividades económicas de sus familias.
Pero, aún queda por preguntarse ¿en qué contexto social y lingüístico
aparece la voz ciudadana? o ¿desde qué momento el término ciudadana
designa a mujeres con derechos civiles y políticos? Con seguridad los an-
tecedentes para hablar de ciudadanía femenina están en 1791 con Olympe
de Gouges y su Declaracióndelosderechosdemujerylaciudadana. No es el
momento de entrar en detalles, pero hay que mencionar que la posibilidad
de que la ciudadanía incluya a las mujeres y a otros segmentos sociales, se
fundamenta en la noción de igualdad. Un principio que, como sabemos, es
central en el pensamiento liberal y republicano de aquellos años. Aun así,
muchos pensadores claves en este proceso de cambio político desecharon
tajantemente la posibilidad de que la igualdad se aplicara al sexo femenino.17
15. ANE, fondo Especial, caja 253, vol. 627, exp. 149, 6 de diciembre del 1825.
16. Josefa Calisto fue militante del realismo y miembro de una de las familias líderes
de la contrarrevolución quiteña. Pero, para 1820, cuando la independencia era inminente,
propició el cambio de bando de toda la familia y apoyó a los independentistas. Sus accio-
nes fueron determinantes para que su extensa familia permaneciera en Quito, conservara
buena parte de sus propiedades y se reinsertara en la vida política del nuevo Estado.
Véase Salazar y Sevilla, MujeresdelaRevolución...; Alexandra Sevilla Naranjo, “ ‘Al mejor
servicio del Rey’. Fidelismo, realismo y contrarrevolución en la Audiencia de Quito entre
1809 y 1822” (tesis de doctorado, FLACSO Ecuador, 2017), http://repositorio.acsoandes.
edu.ec/bitstream/10469/11484/8/TFLACSO-2017ARSN.pdf; y, Alexandra Sevilla Na-
ranjo, Fidelismo,realismoyrevoluciónenlaAudienciadeQuito (Quito: FLACSO Ecuador /
IPGH, 2019).
17. Álvaro Acevedo Tarazona, “Mujeres y ciudadanía: orígenes de un derecho y un
debate sobre la participación política de las mujeres en el gobierno”, RevistaCientícaGui-
llermodeOckham 13, n.º 1 (enero-junio 2015): 109-116.