Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972:
una conversación con Catalina León Galarza,
Tatiana Salazar y Patricio Moncayo
Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972:Talkingwith
CatalinaLeónGalarza,TatianaSalazar,andPatricioMoncayo
Hombres y mujeres velasquistas, 1934-1972:umaconversação
comCatalinaLeónGalarza,TatianaSalazaryPatricioMoncayo
Ximena Sosa
Investigadoraindependiente
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0001-9601-6522
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2943
Ante todo, agradezco a los colegas Catalina León Galarza, Patricio Mon-
cayo y Tatiana Salazar por tomarse el tiempo para leer y comentar mi libro,
Hombresymujeresvelasquistas:1934-1972. También agradezco a Santiago Ca-
brera Hanna por convocar este Diálogo Crítico que enriquece la conversación
académica. Mis respuestas están divididas en dos partes. Primero, contesto
los puntos que tanto Catalina como Tatiana han recalcado, ya que ambas tra-
tan sobre el género. Y luego respondo a los puntos destacados por Patricio.
Uno de los puntos que Tatiana encuentra problemático es la falta de diálogo
con otros autores sobre la masculinidad. Mi libro utiliza tres categorías teóricas:
género, cultura política y memoria colectiva, todas entrelazadas con el popu-
lismo clásico de Velasco Ibarra. De tal manera que no fue mi intención hacer
una revisión teórica sobre ninguno de estos conceptos. Menciona los estudios
de Matthew Gutman como si no hubieran sido citados en el libro (p. 77). Tam-
bién nombra el trabajo de Xavier Andrade, que está enmarcado dentro de otro
tipo de masculinidad, más bien asociado con la cultura popular de Guayaquil,
enmarcado en la década de los 80. En este sentido, la masculinidad de un popu-
lista clásico como Velasco Ibarra es diferente a la de un escritor como Pancho Jai-
me. De tal manera que no era necesario incluirlo en el debate. Adicionalmente,
hay un elemento de la caracterización del populismo que es crucial entenderlo,
Procesos.RevistaEcuatorianadeHistoria, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 267-270. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
Procesos 54, julio-diciembre 2021268
y es la relación asimétrica que mantiene un líder populista con sus seguidores.
Las jerarquías existentes entre los opositores políticos también están desarrolla-
das en la competencia que enfrentó Velasco Ibarra en sus campañas electorales
y sus presidencias (capítulos uno y dos). Finalmente, en un libro anterior analicé
dos tipos de masculinidades y estoy trabajando en otro artículo sobre este tema.1
Por otro lado, si bien es cierto que el libro no se adentra en las relaciones
complejas de género, sí hace referencia a cómo esa masculinidad aristocráti-
ca intelectual fue construida (p. 90). Concuerdo con Tatiana al expresar que
las masculinidades son cambiantes. Sin embargo, sostengo que cuando se
construye una gura política que perdura tantos años, esta debe poseer ele-
mentos de permanencia que obviamente tiene variaciones en las diferentes
tácticas y estrategias que Velasco Ibarra y sus partidarios políticos utiliza-
ron para reclutar votantes letrados en las cuatro campañas (capítulo dos).
A lo largo del libro, señalo las diferentes imágenes construidas por Velasco
Ibarra que le sirvieron para identicarse con los seguidores o para que sus
opositores lo rechazaran como político. Empero, como indica Catalina León
Galarza, sería interesante ir desmenuzando estas imágenes construidas a lo
largo de sus presidencias, asunto que podría ser profundizado. Adicional-
mente, Catalina menciona “los mal llamados líderes carismáticos”, pero no
hace ninguna referencia académica ni una explicación de por qué son mal
llamados o qué propondría para una diferente conceptualización de estos
líderes políticos. Desde mi perspectiva, la mayoría de los líderes políticos
son carismáticos, sean o no populistas (pp. 17-22). No obstante, como indico,
el carisma no es la única característica de los líderes populistas (pp. 86-88).
También explico cómo las relaciones de género fueron cambiando, en al-
gunos casos se mantuvieron en la confrontación, como con la mayoría de los
estudiantes de la Universidad Central del Ecuador, que luchaban por la auto-
nomía de las instituciones de enseñanza superior. Pero también hubo, como
en todo contexto histórico, diferentes posiciones de los seguidores y opositores
velasquistas, en las que se dieron renegociaciones entre el mandatario y los
diferentes sectores de los que trata el libro. Por ejemplo, la relación asimétrica
de Velasco Ibarra con los ferroviarios fue bastante compleja, pero sí se llegaron
a renegociaciones en las que también intervinieron mujeres (pp. 231-236).
Concuerdo con Catalina en que la feminidad es parte de “identidades o
relatos personales o grupales de los agentes sociales”, tema que probablemente
necesitaba mayor claricación en el libro. En este mismo contexto, las posturas
1. Véase Ximena Sosa-Buchholz, “The Changing Images of Male and Female in Ecua-
dor: José María Velasco Ibarra and Abdalá Bucaram”, en Gender and Populism in Latin
America, ed. por Karen Kampwirth (University Park: The Pennsylvania University Press,
2010), 247-266; Ximena Sosa, “Masculinity and Populism in Ecuador: The Case of José
María Velasco Ibarra (1930s-1970s)”, inédito.
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de las mujeres seguidoras de Velasco Ibarra y de Galo Plaza en la campaña de
1960 son diferentes.2 Sin embargo, las mujeres velasquistas sí intervinieron en
la política, ya sea por defender los ideales de sus maridos, padres o hermanos o
porque sus ideas concordaban con ellos. Y cito: estas mujeres “creían, como su
líder populista, que la mujer podía involucrarse en la política sobre todo para
puricarla, lo cual está ligado con la idea de que las mujeres como, así como su
líder, eran guardianes morales de la sociedad” (p. 177). De esta manera se apli-
ca la transición “patriarcado privado” a un “patriarcado público” acuñado por
la historiadora Mrinalini Sinha, que es utilizado a lo largo de todo mi trabajo.
Adicionalmente, la memoria colectiva juega un papel importante en esta
percepción del involucramiento de las mujeres velasquistas en la política.
Esta memoria colectiva estaba reejada en maniestos, cartas y entrevistas
realizadas por o a estas mujeres. Ahí se reeja cómo estas mujeres seguidoras
del líder populista clásico se identicaban a sí mismas. Sin embargo, Catali-
na no coincide con esta concepción de las mujeres velasquistas, y alude a la
noción de negación simbólica de Pierre Bourdieu. Ciertamente, este sería un
tema que habría que estudiarlo más ampliamente.
Es importante destacar que el libro no es sobre género, es una unión del
populismo, asunto que es primordial entender en la política ecuatoriana, y
cultura política, memoria colectiva y también género. Pero concentrarse solo
en elementos teóricos de género utilizados o no en este estudio es mirar par-
cialmente la contribución del libro.
Los comentarios de Patricio Moncayo tienen un matiz más global de mi
obra. Resalta, entre muchos puntos, la cultura política del velasquismo, en-
marcada en una heterogeneidad y, al mismo tiempo, en una inestabilidad
producida, en mucho, por el carácter explosivo de Velasco Ibarra. Yo añadi-
ría que pese a esa inestabilidad, también se dio una continuidad que logró, a
través de redes clientelares, que tanto hombres como mujeres mantuvieron
viva su imagen de “salvador de la patria”. Y que, de esta manera, se logró
renegociar acercamientos con varios sectores de la población votante con el
objeto de candidatizar cinco veces a Velasco Ibarra.
Patricio destaca la distancia sutil que este líder populista mantiene tanto
con los liberales como con los conservadores. Por una parte, abraza el Estado
laico de los liberales, y por otra, corteja a los conservadores con la educación
superior, sobre todo con la creación de la Ponticia Universidad Católica
del Ecuador, en 1946. En este sentido, concuerdo con Patricio, que para el
expresidente “la democratización de la educación superior era una afrenta a
2. Ximena Sosa, “Mujeres en la campaña presidencial de 1960: participación política, cla-
ses sociales y religión católica”, en Historiade[sde]mujeres, ed. por Andrea Aguirre y Tatiana
Salazar, en prensa.
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la aristocracia intelectual de la que Velasco se sentía connotado integrante”.
Al recorrer los capítulos pertenecientes a los grupos estudiados, Patricio
menciona la continua disputa entre los integrantes de ideología de izquierda y
Velasco Ibarra. Este hecho se desarrolla a lo largo del libro, tanto con los profe-
sores como con los estudiantes, los obreros rurales y urbanos y los artesanos;
los ferroviarios y los choferes. Esta pugna permanente, que enriquece el análi-
sis de una política dinámica, contribuye a entender cómo los diferentes actores,
hegemónicos y subalternos, tuvieron un papel en la construcción de una de-
mocracia, al decir de Patricio, de “distintas percepciones”. Por parte de Velasco
Ibarra, una democracia delegativa; y, por parte de los sectores de izquierda,
ligada a “la acción directa” plasmada en “huelgas y protestas callejeras”. En
ese sentido, yo agregaría que la relación entre el populismo y la democracia
ha sido muy discutida. Empero, mantengo que esta relación compleja tiene
varias aristas. Entre ellas, la posición de Chantal Moue y Benjamin Arditi,
quienes argumentan que el populismo tradicionalmente ha sido considerado
como una amenaza a la democracia.3 Otros académicos arguyen que el popu-
lismo es compatible con la democracia. Por ejemplo, el sociólogo Carlos de la
Torre asegura que el populismo es el resultado de una forma particular de la
incorporación política del pueblo en la comunidad nacional. La lucha entre el
pueblo y la oligarquía es de naturaleza maniquea y ética. Entonces, la democra-
cia es entendida como una acción y movilización de las masas de parte de un
líder, en vez de considerarla como las normas y procedimientos democráticos
liberales.4 Si se mira al populismo en ambas caras, se tienen las dos posturas.
La democracia es constitucional y debe incluir, por lo menos, las instituciones
y los derechos ciudadanos, pero cuando estos elementos no están presentes, la
democracia se deteriora. De tal manera, cuando el gobierno es percibido como
incompetente, el pueblo expresa su descontento, situación de la que el populis-
mo se puede beneciar. Así, desde mi punto de vista, el populismo más bien es
una manera de recordarnos que la democracia no está funcionando.
En conclusión, agradezco nuevamente los comentarios de los tres acadé-
micos, sobre todo sus sugerencias de literatura que no fueron incluidas en
el libro. Invito nuevamente a profesionales de la historia a profundizar los
temas analizados y sobre todo continuar investigando posibles explicaciones
de por qué el populismo en sus diferentes variantes sigue siendo un fenóme-
no persistente en América Latina.
3. Chantal Moue, “The ‘End of Politics’ and the Challenge of Right-wing Populism”,
en PopulismandtheMirrorofDemocracy, ed. por Francisco Panizza (Londres / Nueva York:
Verso, 2005), 50-71; Benjamin Arditi, “Populism as an Internal Periphery of Democratic
Politics”, en ibíd, 72-98.
4. Carlos de la Torre, Populist Seduction in Latin America: The Ecuadorian Experience
(Athens: Ohio University Center for International Studies, 2000), 141.