Procesos 54, julio-diciembre 2021270
la aristocracia intelectual de la que Velasco se sentía connotado integrante”.
Al recorrer los capítulos pertenecientes a los grupos estudiados, Patricio
menciona la continua disputa entre los integrantes de ideología de izquierda y
Velasco Ibarra. Este hecho se desarrolla a lo largo del libro, tanto con los profe-
sores como con los estudiantes, los obreros rurales y urbanos y los artesanos;
los ferroviarios y los choferes. Esta pugna permanente, que enriquece el análi-
sis de una política dinámica, contribuye a entender cómo los diferentes actores,
hegemónicos y subalternos, tuvieron un papel en la construcción de una de-
mocracia, al decir de Patricio, de “distintas percepciones”. Por parte de Velasco
Ibarra, una democracia delegativa; y, por parte de los sectores de izquierda,
ligada a “la acción directa” plasmada en “huelgas y protestas callejeras”. En
ese sentido, yo agregaría que la relación entre el populismo y la democracia
ha sido muy discutida. Empero, mantengo que esta relación compleja tiene
varias aristas. Entre ellas, la posición de Chantal Moue y Benjamin Arditi,
quienes argumentan que el populismo tradicionalmente ha sido considerado
como una amenaza a la democracia.3 Otros académicos arguyen que el popu-
lismo es compatible con la democracia. Por ejemplo, el sociólogo Carlos de la
Torre asegura que el populismo es el resultado de una forma particular de la
incorporación política del pueblo en la comunidad nacional. La lucha entre el
pueblo y la oligarquía es de naturaleza maniquea y ética. Entonces, la democra-
cia es entendida como una acción y movilización de las masas de parte de un
líder, en vez de considerarla como las normas y procedimientos democráticos
liberales.4 Si se mira al populismo en ambas caras, se tienen las dos posturas.
La democracia es constitucional y debe incluir, por lo menos, las instituciones
y los derechos ciudadanos, pero cuando estos elementos no están presentes, la
democracia se deteriora. De tal manera, cuando el gobierno es percibido como
incompetente, el pueblo expresa su descontento, situación de la que el populis-
mo se puede beneciar. Así, desde mi punto de vista, el populismo más bien es
una manera de recordarnos que la democracia no está funcionando.
En conclusión, agradezco nuevamente los comentarios de los tres acadé-
micos, sobre todo sus sugerencias de literatura que no fueron incluidas en
el libro. Invito nuevamente a profesionales de la historia a profundizar los
temas analizados y sobre todo continuar investigando posibles explicaciones
de por qué el populismo en sus diferentes variantes sigue siendo un fenóme-
no persistente en América Latina.
3. Chantal Moue, “The ‘End of Politics’ and the Challenge of Right-wing Populism”,
en PopulismandtheMirrorofDemocracy, ed. por Francisco Panizza (Londres / Nueva York:
Verso, 2005), 50-71; Benjamin Arditi, “Populism as an Internal Periphery of Democratic
Politics”, en ibíd, 72-98.
4. Carlos de la Torre, Populist Seduction in Latin America: The Ecuadorian Experience
(Athens: Ohio University Center for International Studies, 2000), 141.