Una lectura crítica de Hombres y mujeres
velasquistas, 1934-1972
ACriticalreadingofHombres y mujeres
velasquistas, 1934-1972
UmaleituracríticadeHombres y mujeres
velasquistas, 1934-1972
Natalia Catalina León Galarza
UniversidaddeCuenca
Cuenca, Ecuador
https://orcid.org/0000-0001-5995-8182
https://doi.org/10.29078/procesos.v.n54.2021.2940
Ximena Sosa nos ofrece el resultado de un trabajo de largo aliento sus-
tentado sobre muchos materiales de archivo y numerosas entrevistas. El en-
foque enunciado por la autora es la mirada del velasquismo desde el punto
de vista del género, de la memoria histórica y de la cultura política. De los
ltros propuestos por la autora, me concentraré en la mirada de género, que
es un campo de la investigación histórica que vengo transitando desde hace
muchos años.
Una de las bondades de la obra es la presentación de algunas mujeres
que tuvieron un papel activo en la construcción de la legitimidad política
de Velasco Ibarra. Sosa menciona los nombres de Zoila Yánez de Carillo, Ju-
dith de Terán Varea, Victoria Samaniego de Salazar, de las maestras Angélica
Hidrobo y Angélica Carrillo, entre otras, y nos ofrece sus trayectorias; nos
muestra, por otro lado, las opiniones de Velasco sobre el papel de las mujeres
en la sociedad y en la política, apuntando las contribuciones de los gobiernos
de Velasco a su inclusión en la esfera pública por medio de la educación. En
el texto también se hace referencia a la promoción de la igualdad jurídica, y
aquí tenemos una precisión analítica muy interesante, cuando Ximena Sosa
señala, siguiendo a Mrinalini Sinha, el papel previsto para las mujeres, en
tanto apoyo a la ideología y a la política dominante sin la reformulación
Procesos.RevistaEcuatorianadeHistoria, n.º 54 (julio-diciembre 2021), 249-252. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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de los roles de género, que tendría como efecto su paso “de un patriarcado
privado a uno público”.1
Veamos, ahora, los aspectos de la obra que contienen ambigüedades e
imprecisiones. El primero de ellos se reere al uso que la autora hace de la
categoría “género” y el segundo a las nociones de “feminismo” / feminidad,
así como de “masculinidades”.
En lo concerniente al “género”, me preocupa la oscilación del texto entre
el término “género”, dicho en singular, y las referencias a “los dos géneros”
o “ambos géneros”, enunciadas en plural. Y me preocupa por dos razones.
La primera es que, en este contexto, la categoría “género” se reere a una
asimetría en las relaciones de poder, mas no a una realidad biológica (y así lo
reconoce la autora, p. 24). Sin embargo, la expresión “los dos géneros” alude
a las deniciones sexuales en tanto construcción social en torno a las genita-
lidades; en tal caso, se corre el peligro de una mirada esencialista, puesto que
la diferencia sexual estaría anclada en lo biológico, llevando a que se pierda
de vista el problema de la desigualdad o la inequidad de las mujeres en la
sociedad y en los ámbitos político-partidarios. Aquí es pertinente señalar
que las identidades sexogenéricas son mucho más que dos, como hoy en día
lo sabemos. Por lo tanto, en los estudios sobre mujeres, género, sexualidad
o identidades LGTBIQ+ es menester buscar —desde el horizonte actual de
las ciencias sociales y de la historia como parte de ellas— la deconstrucción
constante de la diferencia sexual referida a la biología, que hoy es ya del sen-
tido común y no una posibilidad teórico-epistemológica.
El uso impreciso de la categoría “género” puede restar riqueza analíti-
ca al trabajo. Por tal motivo, a pesar de la abundancia de datos manejados
por la autora, la identicación de las disparidades sociales y de poder entre
los hombres y mujeres velasquistas se queda a medio camino. Hay entradas
interesantes a esa problemática, no obstante, el estudio se beneciaría si se
lograse superar los niveles descriptivos de las trayectorias y de las contribu-
ciones de las mujeres velasquistas.
Vamos a un segundo aspecto. Se trata del uso de los términos “femi-
nismo” o “feminismos”, por una parte, y “feminidad”, por otra, así como
del término, dicho en plural, de “masculinidades”. Al hablar de “feminis-
mos”, nos referimos a los movimientos de reivindicación de los derechos de
las mujeres, movimientos que denitivamente no se quedan circunscritos
al ámbito de la evaluación moral de las capacidades y virtudes femeninas,
sino que necesariamente son de naturaleza política y apuntan a los efectos
del ejercicio del poder, se lo denomine o no como “patriarcado”. Ximena
1. Mrinalini Sinha, GenderandNation (Washington D. C.: American Historical Asso-
ciation / Committee on Women Historians, 2006), 113.
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Sosa, efectivamente, trae a colación las perspectivas maternalistas predomi-
nantes en el paradigma conservador y las liberales o individualistas. Sería
interesante una denición de la autora en torno a si los enunciados sobre la
superioridad moral de la mujer compartidos por Velasco Ibarra —y en eso
él es conservador a pesar de la promoción formal de cierta igualdad jurídi-
ca— pueden ser considerados “feministas”. Personalmente considero que
no, porque la visión moralista, lejos de signicar una liberación, conduce a
la reinscripción en el espacio doméstico y los roles de allí derivados, con el
consecuente control y sometimiento de los cuerpos y de las acciones de las
mujeres. En rigor, la exaltación de la virtud y la capacidad femenina, vistas
desde la perspectiva moralista y conservadora, antes que una reivindicación
política, conguran lo que Pierre Bourdieu denomina “negación simbólica”,2
es decir, una expresión en positivo que, en términos de su efecto político, sig-
nica todo lo contrario. Por medio de la alabanza resulta, pues, legitimada
la opresión patriarcal.
Por otra parte, cuando hablamos de “feminidad”, estamos hablando de
las identidades o relatos personales o grupales de los agentes sociales. “Fe-
minismo” y “feminidad” son fenómenos de diverso orden, sin embargo, pa-
recería que los términos que los designan son sinónimos e intercambiables.
En relación con estos tópicos surge una nueva inquietud. Y es la referida a
la noción de “masculinidades” tal como es utilizada en el capítulo tercero,
intitulado “Feminismos y masculinidades”. También aquí he podido iden-
ticar una ambigüedad en el uso operativo de la noción y me pregunto a
qué se reere la autora: ¿a las identidades de género de los actores políti-
cos hombres?, ¿a las proyecciones imaginarias o íconos de Velasco Ibarra
percibidas por el electorado? De hecho, ambas dimensiones del fenómeno
político-cultural “velasquismo” están aludidas en varios pasajes de la obra.
Parece que Ximena, en el capítulo de marras, se reere más bien a las percep-
ciones que el electorado elabora sobre Velasco Ibarra, puesto que en varias
ocasiones la autora menciona “la masculinidad aristocrática e intelectual”
del caudillo, caracterización desplegada con amplitud en el libro. Por otra
parte, a pesar de que se enuncia en plural, otros íconos de la masculinidad
en la imagen de Velasco Ibarra están apenas insinuados en el libro, cuando la
autora menciona la imagen de “hombre santo” o de “mejor competidor”, en
tanto característica fundamental de la masculinidad (por haber ganado cua-
tro elecciones, p. 84). La autora acierta en estos señalamientos, aun cuando
no haya profundizado en ellos; se trata de lones analíticos promisorios que
podría explotar en futuras contribuciones sobre el fenómeno velasquista.
2. Pierre Bourdieu, Opodersimbólico (Río de Janeiro: Bertrand, 1998).
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Para nalizar, y entre paréntesis, me gustaría señalar que la pluralidad
de imágenes que el líder populista es capaz de proyectar en su interpela-
ción, junto con la polisemia de sus palabras, son elementos muy interesantes
de los liderazgos populistas, a pesar de lo cual han sido poco estudiados.
Quizá sean estos los rasgos centrales del poder simbólico del político po-
pulista y que pueden explicar el arrastre masivo de seguidores. En efecto,
los mal llamados “líderes carismáticos” tienen un rostro polivalente con el
que cada elector puede identicarse y una palabra singular, diría que casi
personalizada, para las circunstancias emocionales y afectivas de los interpe-
lados e interpeladas.3 En su obra clásica MataronaGaitán, el colombiano Her-
bert Braun presenta la polivalencia de las facetas públicas de Jorge Eliécer
Gaitán que asume eventualmente signicados políticos contrapuestos; así
Braun nos muestra, en el capítulo sobre “Experimentos en la vida pública”
al “Gaitán izquierdista”, “Gaitán derechista”, “Gaitán estadista”, “Gaitán
jerárquico”.4 Los populistas son personajes políticos muy complejos y ricos
en tanto símbolos, y pienso que, en gran medida, de ahí deriva la potencia
de su interpelación.
La obra de Ximena Sosa tiene el indiscutible mérito de sacar a la super-
cie de la memoria colectiva y del análisis historiográco los nombres de las
mujeres que construyeron, desde la subordinación partidaria, a la legitimi-
dad política de Velasco Ibarra y que fueron silenciadas durante décadas por
“la historia de ellos”. En ese sentido, la obra estaría encuadrada, mucho más,
en la “historia de las mujeres” (y “de los hombres”) que en “la historia des-
de una perspectiva de género”. Y este posicionamiento mío no signica en
absoluto una devaluación de la contribución de Sosa y se reere, más bien, a
una precisión sobre su “forma de hacer historia”.
De cara al compromiso teórico declarado por la autora al inicio de su tra-
bajo, he identicado un conjunto de imprecisiones que, desde mi punto de
vista, han conducido a que la riqueza del material disponible haya sido ana-
lizada de manera relativa. Sin embargo, esta misma circunstancia convierte
a Hombresymujeresvelasquistas,1934-1972 en una obra con nal abierto, cuya
profundización promete novedosas contribuciones al análisis de un período
crucial de la historia política ecuatoriana.
3. Sobre la interpelación polifacética y “generizada” del líder populista, véase mi es-
tudio comparativo sobre Abdalá Bucaram y Collor de Mello. Catalina León Galarza, Gé-
nero,subjetividadypopulismo.Fantasmagoríasdelapolíticacontemporánea (Quito: Abya-Yala,
2006).
4. Herbert Braun, MataronaGaitán (Bogotá: Aguilar, 2008).