Procesos 54, julio-diciembre 2021250
de los roles de género, que tendría como efecto su paso “de un patriarcado
privado a uno público”.1
Veamos, ahora, los aspectos de la obra que contienen ambigüedades e
imprecisiones. El primero de ellos se reere al uso que la autora hace de la
categoría “género” y el segundo a las nociones de “feminismo” / feminidad,
así como de “masculinidades”.
En lo concerniente al “género”, me preocupa la oscilación del texto entre
el término “género”, dicho en singular, y las referencias a “los dos géneros”
o “ambos géneros”, enunciadas en plural. Y me preocupa por dos razones.
La primera es que, en este contexto, la categoría “género” se reere a una
asimetría en las relaciones de poder, mas no a una realidad biológica (y así lo
reconoce la autora, p. 24). Sin embargo, la expresión “los dos géneros” alude
a las deniciones sexuales en tanto construcción social en torno a las genita-
lidades; en tal caso, se corre el peligro de una mirada esencialista, puesto que
la diferencia sexual estaría anclada en lo biológico, llevando a que se pierda
de vista el problema de la desigualdad o la inequidad de las mujeres en la
sociedad y en los ámbitos político-partidarios. Aquí es pertinente señalar
que las identidades sexogenéricas son mucho más que dos, como hoy en día
lo sabemos. Por lo tanto, en los estudios sobre mujeres, género, sexualidad
o identidades LGTBIQ+ es menester buscar —desde el horizonte actual de
las ciencias sociales y de la historia como parte de ellas— la deconstrucción
constante de la diferencia sexual referida a la biología, que hoy es ya del sen-
tido común y no una posibilidad teórico-epistemológica.
El uso impreciso de la categoría “género” puede restar riqueza analíti-
ca al trabajo. Por tal motivo, a pesar de la abundancia de datos manejados
por la autora, la identicación de las disparidades sociales y de poder entre
los hombres y mujeres velasquistas se queda a medio camino. Hay entradas
interesantes a esa problemática, no obstante, el estudio se beneciaría si se
lograse superar los niveles descriptivos de las trayectorias y de las contribu-
ciones de las mujeres velasquistas.
Vamos a un segundo aspecto. Se trata del uso de los términos “femi-
nismo” o “feminismos”, por una parte, y “feminidad”, por otra, así como
del término, dicho en plural, de “masculinidades”. Al hablar de “feminis-
mos”, nos referimos a los movimientos de reivindicación de los derechos de
las mujeres, movimientos que denitivamente no se quedan circunscritos
al ámbito de la evaluación moral de las capacidades y virtudes femeninas,
sino que necesariamente son de naturaleza política y apuntan a los efectos
del ejercicio del poder, se lo denomine o no como “patriarcado”. Ximena
1. Mrinalini Sinha, GenderandNation (Washington D. C.: American Historical Asso-
ciation / Committee on Women Historians, 2006), 113.