Procesos 55, enero-junio 2022222
hicieron esfuerzos —desde la década de los ochenta— por construir ediciones
facsimilares de sus revistas culturales más importantes.6 Además, varios por-
tales web han sumado esfuerzos para poner en línea valiosas colecciones de
revistas latinoamericanas. Un ejemplo: el portal digital del Instituto Iberoame-
ricano de Berlín que tiene alrededor de 135 impresos de este tipo.
En el tercer y último capítulo, Tarcus aborda las tendencias actuales con
respecto al estudio revisteril. Estos programas de investigación son diver-
sos y se encuentran todavía en proceso de elaboración. Los nuevos abor-
dajes estudian las revistas como objetos de indagación. Los programas de
investigación en este campo no solo son diversos, sino que se encuentran
en construcción; han apelado a diversas nociones, a menudo metáforas an-
tes que nociones, para pensar las revistas como objetos de indagación. El
campo revisteril estudia a sus objetos como banco de pruebas, laboratorio,
artefacto, espacios de sociabilidad, tramas revisteriles, trama impresa, mapa
de relaciones intelectuales, nodos de red, etc. Esto nos habla de un esfuerzo
de conceptualización en curso. Pero ¿por qué es un estudio nuevo? Porque
las revistas han pasado de la historia literaria a la historia intelectual, de la
dimensión textual a la material, de lo individual a lo colectivo, de lo alto a lo
bajo, de la cultura letrada a la cultura plebeya.7 Es importante mencionar que
luego del giro de la historia literaria a la historia intelectual, las revistas ya no
se consideran “canteras” de donde se extraen documentos valiosos enterra-
dos en las hemerotecas, sino que las mismas revistas son objetos culturales,
reejo de colectivos intelectuales de un momento dado. Se sale del terreno
de la instrumentalización de la revista, para darle importancia a las tramas
editoriales, a las jerarquías y a la relación de los textos o imágenes que acom-
pañaron la revista. Del mismo modo, las revistas son reconocidas como uni-
dades signicativas, como una voz coral compuesta por voces diversas.
Tarcus dedica un apartado para hablar sobre el giro material en las re-
vistas. A partir de la década de los noventa, las revistas empezaron a enmar-
antes que por instituciones ociales. Por ejemplo, en Argentina se tuvo la iniciativa de
realizar catálogos hemerográcos y la labor se nutrió de los coleccionistas de revistas pri-
vados y no por repositorios ociales.
6. En México se realizaron ediciones facsimilares de revistas de 1979 a 1986. En Brasil
se comenzó tardíamente y el impulso vino desde la academia. En Venezuela se editó un
facsimilar de la RevistaLiteraria de 1865, mientras que la Cámara de Comercio y Produc-
ción reprodujo el boletín Bolívar. En Chile apareció en 2011 una edición facsimilar de El
Crepúsculo (1843-1844). En Ecuador, el Banco Central lanzó, en 1984, la “Colección revistas
ecuatorianas”, donde volvieron a ver la luz revistas clásicas como LetrasdelEcuador, La
UniónLiteraria, Hélice, RevistadelMarPacíco, Historiadelasideas, entre otras. En Perú, la
empresa editora Amauta, de los hijos de José Carlos Mariátegui, publicó desde la década
de 1979 ediciones facsimilares de las revistas que dirigió su padre: Claridad, Labor y Amauta.
7. Tarcus, Lasrevistasculturales..., 75-78.