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entre lo artístico y lo político, no solo con esto último, como considera su
colega Kennedy. La autora también secunda la tesis previamente expuesta
de Carcelén, en cuanto al apoyo de ciertos gobiernos a la formación artística,
especialmente el de García Moreno, quien dio los primeros pasos para la
consolidación institucional de actividades artísticas.
Pérez sostiene que el academicismo, sobre todo el de la EBA, generó arte
moderno. En un intento por puntualizar cómo se encontraba presente la mo-
dernidad en la institución referida, la autora nombra el trabajo de Mireya
Salgado y Carmen Corbalán de Celis,LaEscueladeBellasArtesenelQuitode
iniciosdelsigloXX(2012), aunque parecería que hizo falta un diálogo ma-
yor con este trabajo con el n de completar las ideas ya manifestadas por
la autora. Por ejemplo, se pudo mencionar que lo moderno, además de la
generación de capital cultural especíco para los artistas y la diferenciación
entre bellas artes y artes industriales —aspectos que bien expone Pérez—,
tiene que ver con el adelanto en prácticas artísticas como la litografía, la cual
unió el arte con el progreso mecánico. Además, la modernidad también se
evidenció en las relaciones que las instituciones artísticas tenían con los me-
dios escritos modernos como la prensa.
El artículo de Muñoz en el que se aborda la producción artística de Pinto,
muestra un artista multifacético, autodidacta y bastante formal en su pin-
tura. Estas premisas interactúan apropiadamente con las obras selecciona-
das para el libro. Sobre el trabajo de este pintor, Muñoz menciona que el
personaje recibió encargos de pinturas religiosas, así como arqueológicas y
cientícas. Acerca de su papel en la EBA solamente se maniesta que fue uno
de sus profesores, y a pesar de que el autor del capítulo no hace uso de una
historiografía variada, realiza un importante estudio de las obras de Pinto,
al tiempo que apuesta por una suerte de historia intelectual al rastrear los
libros que el artista leyó para así determinar ciertos rasgos de su pintura.
Finalmente, el apartado escrito por el investigador David Jaramillo, lla-
mado “Las dos Facultades de Artes. Antecedentes y un breve relato de los
primeros momentos de la Facultad de Artes de la Universidad Central del
Ecuador a 50 años de su fundación”, se enfoca en los diversos momentos
que atravesaron las facultades de Arte en dicha institución. Asimismo, en-
trelaza dichos cambios con el campo artístico de 1950-1960, época en la que
se produjo un distanciamiento del indigenismo para acoger tendencias más
vanguardistas. La Facultad de Artes nació en 1968 con el propósito de sus-
tituir a la EBA y al Conservatorio Nacional, esto debido a que se pretendió
incorporar programas artísticos a la educación universitaria del país. La fa-
cultad buscó diferenciarse de estas entidades en dos aspectos: el primero,
formar artistas profesionales, y el segundo, funcionar como institución supe-
rior para quienes habían salido de establecimientos artísticos menores como
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