Abyección y rebeldía: la construcción estatal
de la delincuencia según Andrea Aguirre
Abjectionandrebellion:Thestate’sclassication
ofcrimeaccordingtoAndreaAguirre
Abjeçãoerebeldia:aconstruçãoestatal
dadelinquênciasegundoAndreaAguirre
Catalina León Galarza
UniversidaddeCuenca
Cuenca, Ecuador
https://orcid.org/0000-0001-5995-8182
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n53.2021.2664
La obra de Andrea Aguirre Salas, Incivilycriminal.Quitocomoescenariode
construcciónestataldeladelincuenciaentrelosdecenios1960y1980, representa
el encuentro de la militancia de su autora en el colectivo Mujeres de Frente
con el rescate reexivo de las experiencias y las luchas de muchos seres hu-
manos, hombres y mujeres, en el universo tejido por las luchas cotidianas
frente el acoso del poder punitivo, el estigma social y la pobreza. Y en eso,
desde mi punto de vista, radica su principal valor, pues es en el ir y venir
entre el compromiso militante y la reexión académica que se enriquece el
posicionamiento ético de la autora, proveyendo a la crítica social nuevos co-
nocimientos políticos y legales para una praxis de solidaridad con los presos,
presas y sus familias. Debo también añadir que se trata de una contribución
original al conocimiento de la historia del sistema penitenciario en Ecuador.
Un amplio segmento de la obra está anclado en la mirada de género
sobre la experiencia de los sujetos criminalizados, lo que constituye otra de
las fortalezas de la obra. Sin embargo, a pesar de la relevancia del tema y de
la riqueza de su tratamiento analítico, en este momento deseo someter a es-
crutinio tres de los tópicos planteados por Aguirre, proyectando, de alguna
manera, el potencial heurístico de dichas ideas. La primera problemática,
ampliamente estudiada a la luz de la etnografía del Estado, tiene que ver
con la abyección de grandes contingentes humanos criminalizados y con-
Procesos.RevistaEcuatorianadeHistoria, n.º 53 (enero-junio 2021), 294-298. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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vertidos en “superuos”, es decir en no ciudadanos, por la dialéctica entre el
capitalismo dependiente y el patriarcado de raigambre colonial. El segundo
desarrollo se reere a la gestación de las subjetividades e identidades de los
sujetos criminalizados. El tercer planteamiento —este, apenas insinuado—
tiene que ver con la conversión del sistema penitenciario ecuatoriano a una
institucionalidad de carácter total, a raíz de las transformaciones promovi-
das por el Gobierno de Rafael Correa (2007-2017).
el aPartheid soCial Como suPuesto
del moderno estado CaPitalista eCuatoriano
Como referencia de contexto, Aguirre toma el carácter transicional de
la modernidad y el capitalismo en el Ecuador de las décadas de los años
sesenta a los ochenta. Se trata, nos dice, de la descomposición de las relacio-
nes agrarias de sujeción de la mano de obra, lo que derivó en la expulsión
a las urbes, en particular hacia Quito, de vastos sectores campesinos que se
asentaron en las áreas periféricas en busca de opciones para la sobreviven-
cia. Toda esa población “excedente” debió dedicarse, en gran medida, a las
actividades económicas callejeras, en ausencia de un sector industrial que
hubiese absorbido ese caudal demográco. De manera simultánea, al calor
del boom petrolero y del crecimiento del Estado, la modernización urbana
de la capital ecuatoriana se tradujo en una nueva espacialidad social: la con-
versión del norte en espacio habitacional para los sectores medios y altos,
mientras el centro histórico se convertía en lugar de viviendas precarias y
tugurizadas de los sectores populares marginalizados, así como en espacio
de trabajo informal y pequeño comercio.
Aguirre sustenta, de manera convincente, cómo la presencia de estos
amplios grupos humanos, otrora campesinos, se convirtió en un problema
público de primer orden, con la intensicación de la conictividad asociada
al incremento de los delitos contra la propiedad (robo, hurto y vagancia).
Este fenómeno, explica la autora, fue interpretado desde los imaginarios co-
loniales preexistentes, en cuyo marco, se atribuía inmoralidad y degenera-
ción a los indígenas y personas de ascendencia afro, lo que condujo a alguna
analista de la época a denir a dichos sectores como “las castas inferiores”
(p. 212). Aguirre sostiene y lo demuestra con solvencia que el funcionamien-
to del Estado presupone la existencia de segmentos de la población sobre
los que es legítimo “ejercer formas de regulación excepcionales, simultánea-
mente legales, ilegales, letales” (p. 17).
Fueron, precisamente, los recién llegados desde los campos —una vez
perdidas las relaciones de sujeción a las haciendas— al mundo de la margi-
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nalidad urbana quienes se convirtieron en esos “otros” a los que había que
cercar, acosar, perseguir, estigmatizar y encarcelar. Así, fue el discurso infa-
mante, la actividad y la política de los agentes estatales lo que hizo posible,
junto con la segregación social, la expulsión de amplios sectores hacia el es-
tatuto de no ciudadanos: “Un poder que conguró, para determinados gru-
pos sociales en diferentes momentos de la historia moderna, un particular
entorno de vida cotidiana: cercó sus ambientes, les marcó como incivilizados
y transgresores, estranguló sus opciones vitales, atravesó de muchos modos
aquellos cuerpos sensibles, señaló y expuso a sus criaturas” (p. 34).
Igualmente, acertado y profundo es el enfoque de los efectos performa-
tivos de la representación de las transgresiones y delitos en los medios y en
los informes policiales: los detalles aterradores que presentan esas narrati-
vas justican ecientemente el rechazo ciudadano, la violencia policial y el
maltrato en las instituciones penitenciarias y correccionales. Tales discursos
operan simbólicamente desde la matriz colonial, racista y patriarcal más tra-
dicional atribuyendo a dichos sectores sociales una esencia de inmoralidad y
perversión “naturales” que pone en peligro la paz y el bienestar de la ciuda-
danía y alimenta el prejuicio de la población urbana.
En mi criterio, el análisis de la construcción de la delincuencia desde la
abyección de los sectores populares urbano-marginales y, sobre todo, mar-
ginalizados, es el aspecto mejor logrado de este trabajo. La potencia de esta
tesis va de la mano con la demostración fehaciente de la separación entre las
identidades ciudadanas y no ciudadanas como resultado de una política de
segregación de los sectores populares y su acoso y cercamiento por parte del
Estado.
las subjetividades:
entre la fraCtura y la rebeldía
Una vez situado el desgajamiento social y legal como “no ciudadanos”
de quienes han sido estigmatizados como “delincuentes”, Aguirre se aproxi-
ma al proceso de formación de sus subjetividades. La autora nos muestra a
sujetos activos e inventivos que buscan sobrevivir en las condiciones creadas
por el acoso estatal y la marginalidad social, adaptándose y negociando con
los agentes del orden, trazando y elaborando estrategias: estas personas, nos
dice, “disputan su humanidad”. Con gran riqueza y sensibilidad narrativas,
se muestra que el primer factor modelador las subjetividades en la segrega-
ción es el sufrimiento causado por la frustración de las expectativas de vida,
la pérdida de seres queridos y de la libertad. Emergen, pues, ante la mirada
del lector, personalidades complejas y no meras víctimas.
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La llave que permite a Aguirre acceder a la comprensión de las subje-
tividades rebeldes y transgresoras es la categoría “experiencia”, entendida
como el proceso por el cual se construye la subjetividad, que permite a los
sujetos situarse en la realidad social y generar sus autopercepciones (pp. 31-
32). En un sentido cercano al planteado por Aguirre, concibo que hablar de
la identidad y de la subjetividad implica reconocer un conjunto de relatos,
autopercepciones y autoevaluaciones del sujeto. Durante el trabajo de inves-
tigación, Andrea ha recuperado múltiples relatos de hombres y mujeres en
condición penitenciaria. Considero, sin embargo, que la mirada de la subjeti-
vación está menos lograda, a pesar de las virtudes del tratamiento del tema.
Tomo, como ejemplos, dos temas apuntados con brevedad: las referencias a
la “autoculpabilización” de los sujetos estudiados, así como al “racismo au-
toinigido”
(p. 82); en realidad, no encontramos en el texto relatos que sus-
tenten estos tópicos, sobre todo el segundo. Desde mi punto de vista, estos
dos argumentos hubiesen dotado de mucha fuerza a la comprensión de las
subjetividades e identidades al mostrar, precisamente, las autopercepciones
de las personas criminalizadas.
Recuerdo un singular pasaje de la magna obra de Barrington Moore Jr., La
injusticia.Lasbasessocialesdelaobedienciaydelarebelión,en el que se hace alu-
sión a los relatos que justicarían la obediencia, la sumisión y la aceptación de
estatuto de “intocables” en el marco del sistema de castas de la India.
1
Las víc-
timas de ese sistema de injusticia radical elaboran relatos sobre la dignidad
de su trabajo que les permite una “facilitación ideológica” de su circunstancia
social. Me pregunto, entonces, por la importancia de los mecanismos de auto-
culpabilización y de racismo autoinigido de la población criminalizada para
la sostenibilidad de la hegemonía, en el marco de los imaginarios y sistemas
simbólicos coloniales. Aclaro que no pretendo desmerecer el trabajo de An-
drea, sino explorar la potencialidad de una de las tesis por ella planteadas. Y
es que tanto la rebeldía como la autodegradación son los rostros de la cabeza
de Jano de las subjetividades y las identidades fracturadas. Seguramente, la
propia Andrea podría emprender una reexión en esta línea.
la instituCionalidad PenitenCiaria
en la enCruCijada
De manera más bien implícita, el estudio nos presenta dos momentos de
la historia del sistema penitenciario ecuatoriano. La etnografía del Estado
1. Barrington Moore Jr., LaInjusticia.Lasbasessocialesdelaobedienciaydelarebelión
(Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1989).
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ampliamente desplegada en el trabajo, permite a su autora aseverar que:
Las cárceles del país no eran lugares de martirio en tanto ámbitos de ruptura
abrupta con la vida cotidiana, privación de las sutiles libertades de ese afuera e
imposición de un severo régimen de control de las rutinas de la vida diaria en el
connamiento: no eran instituciones totales. No eran lugares retirados del cam-
po de visibilidad, instituciones de aislamiento detrás de cuyos muros se aplicaba
un tratamiento moderno disciplinario a los condenados. [...] Las cárceles eran
lugares de encierro en la miseria, sitios de cogestión de la pena entre las autori-
dades y los reos, donde, paradójicamente, la población carcelaria, sólidamente
vinculada a redes urbanas de sostenimiento y cooperación social y económica,
alcanzaba a desplegar la capacidad creativa de su humanidad (pp. 179-180).
Este lúcido pasaje del libro nos permite dimensionar el carácter relati-
vamente abierto del sistema penitenciario de las décadas anteriores, a pesar
de su ignominia y su crueldad. Muchos son los apuntes y observaciones que
demuestran el planteamiento. En el plano de la historicidad, Aguirre consta-
ta que, en cambio, el Gobierno de Rafael Correa inauguró un nuevo régimen
penitenciario de alta seguridad
que transformó de manera profunda y vertiginosa la vida de la gente vinculada a
la prisión. El modelo propone cultivar entre la población penitenciaria superua,
cuerpos dóciles, y en la práctica supone un régimen de aislamiento en complejos
penitenciarios levantados lejos de las ciudades [...] la implementación del nuevo
régimen se ha distinguido por la destrucción abrupta de los vínculos sociales que
sostenían la vida de familias ecuatorianas o radicadas en el país, con miembros
distribuidos adentro y afuera, circulando entre las calles y las prisiones y tejien-
do otros lazos de tipo social y económico (p. 25).
El estudio de esta inexión de la administración penitenciaria hacia la
institucionalidad total no forma parte de los objetivos de la obra de Aguirre,
pero su sola mención es un llamado de alerta por el giro que está operán-
dose en la política de los derechos humanos en el país. Y es que, más allá
de los personajes y de las agrupaciones políticas que detenten el poder del
Estado, la experiencia en las prisiones de la modernidad tardía es tenebrosa
por la radicalización de la inhumanidad del encierro y por la clausura total
de los vínculos con el exterior. De ahí la trascendencia de la tesis esbozada
por Andrea.
Para nalizar diré que Incivilycriminal es una obra que nos enseña mu-
cho sobre la vida en la prisión, pero que, sobre todo, nos mueve a la reexión
sobre los nuevos horizontes de la injusticia.
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