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des sociales y otros con conocimiento del fenómeno, y un análisis de las des-
cripciones de los medios populares (como los periódicos y la revista Vistazo)
acerca de asuntos de crimen y delincuencia en las décadas de estudio. Mien-
tras que el período principal del análisis es 1960-1980, la autora extiende
su trabajo de archivo en las dos direcciones, incluyendo el lapso de 1956 a
1986, para asegurarse de poder contextualizar e identicar cambios previos
y tendencias que hubieran subsistido más allá del n del período. La inves-
tigación de archivo permite un análisis cuantitativo de patrones cambiantes
a través de arrestos por diferentes tipos de crímenes, así como patrones de
género claramente diferentes entre los apresamientos de hombres y mujeres.
La autora también logra seguir la pista de casos especícos desde el arres-
to a la condena, lo que le permite examinar la forma en que tipos particula-
res de hechos fueron manejados por los diferentes actores estatales (policía,
jueces a distintos niveles, guardias de prisión, entre otros). Hay ventajas en
trabajar en archivos que no están catalogados, porque uno tiene que revisar
grandes cantidades de material que, a menudo, pueden ofrecer mucha más
información de la que se hubiera esperado en documentos estatales. Este es
el caso de este libro: por ejemplo, donde las prácticas ilícitas y semilícitas de
los agentes estatales emergen claramente de los documentos, al mismo tiem-
po que las prácticas y formas de negociación de los acusados.
Las entrevistas de historia oral proveen información acerca de las expe-
riencias en la prisión y en las celdas de contención y también de las trayecto-
rias de vida de grupos marginales (o sea, los que son activamente marginali-
zados por procesos estatales), una visión del funcionamiento de la economía
informal y las estrategias de supervivencia en situaciones precarias, y las
formas en que la gente encarcelada continuaba participando en redes so-
ciales de actividad económica y apoyo mutuo. Mientras que el análisis de
los medios de comunicación muestra las cambiantes preocupaciones de la
“ciudadanía” letrada acerca de las distintas formas de delincuencia a través
del tiempo (estas descripciones se basaban mayoritariamente en la manera
en que los problemas fueron articulados por las fuentes ociales judiciales
o de la policía). Aunque los periodistas, como los que escribían para Vista-
zo, sí reprodujeron el lenguaje del Estado, en ocasiones también llamaron la
atención del público hacia la situación de las prisiones y cárceles (hasta la
reciente construcción de un complejo de prisión moderno fuera de Quito).
El libro muestra profundidad y madurez en la reexión, que proviene de
pensar y analizar el tópico durante un extenso período de tiempo. El marco
teórico para el análisis está inuido por el trabajo de Michel Foucault, inclui-
do su estudio sobre gubernamentalidad. Foucault enfatiza en cómo el po-
der puede capacitar tanto como reprimir, e incluso la discusión de la autora
sobre los aspectos más represivos de la actividad estatal muestran también
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