“Con el sudor de mi frente”.
Las cacicas de la Audiencia de Quito
en la economía del siglo XVIII
“Bythesweatofmybrow”.Womenchiefs(cacicas)
oftheAudiencia ofQuitointheeconomyoftheeighteenthcentury
“Comosuordaminhatesta”.Asmulherescaciques
daAudiênciadeQuitonaeconomiadoséculoXVIII
Paula Daza Tobasura
Investigadoraindependiente
Quito, Ecuador
correocurioso@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-8756-3329
DOI: http://dx.doi.org/ 10.29078/procesos.v.n52.2020.2604
Fecha de presentación: 16 de octubre de 2019
Fecha de aceptación: 20 de noviembre de 2019
Artículo de investigación
Procesos.RevistaEcuatorianadeHistoria, n.º 52 (julio-diciembre 2020), 11-38. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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RESUMEN
El artículo muestra la actividad económica de las cacicas
de la Audiencia de Quito en el siglo XVIII y explora su participación
en los circuitos comerciales locales. Los expedientes
revelan la estrategia de estas mujeres de combinar su prestigio
político y poder económico para moverse con mayor dinamismo en
la economía colonial. Pero las fuentes también dan cuenta
de las limitaciones que estas cacicas tuvieron para participar
en actividades comerciales o mercantiles, por razones de género.
Palabras clave: Audiencia de Quito, cacicas, mujeres, tierras,
mercado, mano de obra indígena, siglo XVIII.
ABSTRACT
The article depicts the economic activities of the women chiefs
(cacicas) of the Audiencia of Quito in the eighteenth century and
explores how they were involved in local trade channels. The les
reveal the strategy these women used, combining their political
status and economic power, in order to move about more
energetically in the colonial economy. But sources also provide
an account of the gender-based constraints these cacicas encountered
when participating in trade or business activities.
Keywords: Audienciaof Quito, cacicas, women, land, market,
indigenous labor force, Eighteenth Century.
RESUMO
O artigo aborda a atividade econômica das mulheres caciques
da Audiência de Quito no século XVIII, explorando a maneira
pela qual tais líderes indígenas participaram dos circuitos comerciais
locais. Os documentos revelam a estratégia destas mulheres
de conciliar seu prestígio político e poder econômico para se
movimentarem com maior dinamismo na economia colonial.
As fontes também demonstram as limitações relacionadas
a questões de gênero enfrentadas por elas na participação
das atividades comerciais e mercantis.
Palavras chave: Audiência de Quito, mulheres caciques, mulheres,
terras, comércio colonial, mão de obra indígena, século XVIII.
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introduCCión
En el siglo XVIII los cacicazgos en la Audiencia de Quito eran espacios en
disputa para la nobleza indígena y para quienes estaban fuera del núcleo de
principales. Esta situación se sumaba a la consolidación del modelo produc-
tivo de la hacienda, al fortalecimiento político-económico del mundo criollo,
las migraciones indígenas y el paso de miembros de las familias de caciques
al espacio criollo o mestizo y la ausencia de varones disponibles para here-
dar el cargo de cacique. A su vez, el debilitamiento de las redes de parentesco
y reciprocidad entre los principales y sus tributarios, la emergencia de nue-
vas identidades, fruto de la movilidad social que trajeron las reformas bor-
bónicas, pusieron en entredicho fueros y privilegios antes reconocidos para
la república de indios; todos estos elementos rompieron la continuidad en la
descendencia indígena que había gobernado desde el siglo XVI.
Esos cambios en la organización de los cacicazgos y en el orden socio-
político de la Audiencia generaron condiciones de posibilidad para que las
líneas femeninas de los linajes de caciques tomaran el mando. Las cacicas
son parte del repertorio político andino que crearon las comunidades indíge-
nas y sus autoridades durante el siglo XVIII, para enfrentar los efectos de la
reforma borbónica. El orecimiento de las cacicas ocurrió en sitios donde la
desestructuración interna de los cacicazgos había progresado. Prosperaron
en lugares donde la república de indios estaba aún en ciernes, espacios don-
de los grandes caciques se habían desdibujado y el mundo criollo tenía más
incidencia. La permanente presencia de ellas en la documentación revela su
protagonismo en la vida política de los pueblos de la Sierra de la Audiencia
de Quito.
El siglo XVIII fue un período de transformación del orden económico y
social, esos cambios impactaron en la vida de las comunidades indígenas,
sobre todo en su relación con la tierra, sus usos y propietarios. Y en tanto la
vida de los indígenas estaba tan conectada con el espacio rural, las disputas
por el control del territorio y de la mano de obra llevaron a los caciques y ca-
cicas a usar nuevas estrategias para intentar mantener el orden en sus parcia-
lidades. En ese sentido, el resto de los actores económicos buscaba restringir
el poder de los caciques, de manera que las tierras y la mano de obra de las
comunidades fueron convirtiéndose en un botín disputado. En ese contexto
de incertidumbre por los recursos materiales, se puede entender las accio-
nes judiciales que encabezaron las cacicas para intentar soportar su prestigio
personal y los recursos necesarios para el mantenimiento de las parcialida-
des a su cargo. La cronología de los casos que se presentan en el artículo, en
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mayor medida corresponde a la segunda mitad del siglo XVIII,
1
período en
el cual hubo incierto auge de las mujeres cacicas gobernando cacicazgos.
2
Los expedientes muestran dos tendencias: un grupo grande hace referencia
a asuntos de tierras, y el otro núcleo de menor incidencia incorpora activida-
des generales de las cacicas alrededor del comercio.
La historiografía sobre los cacicazgos en la Audiencia de Quito ha recaba-
do, preferentemente, una narración masculina pese a que algunas investiga-
ciones registran la presencia de cacicas.
3
Esta omisión se extiende al conjunto
de la literatura sobre cacicazgos andinos coloniales en la cual las cacicas apa-
recen tangencialmente. Quizá esta visión sea parte de la idea “generalizada
de las mujeres indígenas como seres no políticos y no amenazantes”.
4
Ese
desdén por las cacicas podría relacionarse con una mirada incompleta sobre
la composición y estrategias de la élite indígena colonial, que ha relegado la
importancia de las mujeres en la creación de pactos familiares y políticos. En
1. Dentro del artículo se usan algunos documentos de nales del siglo XVII, que ofre-
cen un contexto a las actividades económicas que las cacicas emprendieron.
2. Paula Daza, “Gobernar en tiempos de cambio: Las cacicas de la Audiencia de Qui-
to”, FronterasdelaHistoria:RevistadeHistoriaColonialLatinoamericana21, n.
o
2 (2016): 78-
103. El artículo explica la manera en que las cacicas de la Audiencia se quedaron con el
gobierno de sus cacicazgos en la región Sierra, durante el siglo XVIII. Este estudio constata
que el orecimiento de las cacicas, ocurrido en lugares donde la desestructuración interna
de los cacicazgos había progresado, prosperaron en sitios donde la república de indios
estaba más amenazada, espacios en los que los grandes caciques se habían desdibujado y
el mundo criollo tenía mayor protagonismo; lugares en los que la presión por los recursos
materiales era mayor, escaseaba la tierra y la crisis económica golpeaba con fuerza a las
comunidades indígenas. Incluso, algunas cacicas fueron nombradas en parcialidades en
las que hubo rebeliones indígenas durante el siglo XVIII. Comparando a las cacicas de
la Audiencia con lo sucedido en el resto de los Andes, ellas fueron particulares porque
fueron numerosas y lograron tomar el mando directo de los cacicazgos. Se analiza do-
cumentación correspondiente a: Ibarra, Otavalo, Quito, Latacunga, Ambato, Riobamba y
Guaranda, es decir, los expedientes de las cacicas se concentran en la región central de la
Sierra de la Audiencia de Quito.
3. Chantal Caillavet, “ ‘Como caçica y señora desta tierra mando...’. Insignias, funciones
y poderes de las soberanas del norte andino (siglos XV-XVI)”, Bulletindel’InstitutFrançais
d’ÉtudesAndines 37, n.
o
1 (2008): 57-80; Rosario Coronel Feijóo, PoderlocalentrelaColoniay
laRepública.Riobamba,1750-1812(Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
/ Corporación Editora Nacional, 2015); Rosario Coronel Feijóo, “Cacicas indígenas en la
Audiencia de Quito, siglo XVIII: las redes ocultas del poder”, Procesos. RevistaEcuatorianade
Historia,n.
o
42 (julio-diciembre 2015): 9-37; Daza, “Gobernar en tiempos...”, 78-103.
4. Derek Williams, “¿Quién indujo a las comunidades de indios? El levantamiento
de los pastos y la política de etnicidad y género en la Nueva Granada colonial tardía”,
en LaNuevaGranadacolonial.Seleccióndetextoshistóricos, comp. por Diana Bonnett Vélez,
Michael La Rosa, Germán R. Mejía Pavoni y Mauricio Nieto Olarte (Bogotá: Universidad
de los Andes, 2005), 174.
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ese sentido, este artículo muestra que la participación político-económica de
las cacicas en la Audiencia fue permanente, los reclamos ante los jueces así
lo conrman.
Con el sudor de mi frente
Durante el siglo XVIII los actores económicos de la Audiencia buscaron
restringir el poder de los caciques y hacerse cargo de la administración de la
fuerza de trabajo y la tierra de los tributarios. En ese contexto, las cacicas en-
cabezaron acciones judiciales y económicas para mantener su prestigio étnico-
político y obtener los recursos necesarios para la reproducción de la vida en las
parcialidades a su cargo; pusieron en marcha estrategias retóricas, jurídicas,
políticas y económicas para ganar y mantener el gobierno de los cacicazgos;
desarrollaron un discurso que se movía entre la conmiseración por su condi-
ción de mujeres e indias y el uso de las leyes que amparaban a los caciques. A
través de ellas, se aprecia el cambio sociopolítico que supuso la reestructura-
ción de la relación de los caciques con el mundo criollo, mestizo e indígena,
en la Audiencia. Ellas y sus familias tejieron una estrategia político-económica
que marcó un período en el gobierno de los pueblos de indios de la región
de la Sierra. En ese orden, este artículo conrma lo que otras investigaciones
llevan décadas mostrando: las mujeres en la Colonia participaron activamente
de los espacios políticos y económicos. En general en la Audiencia, las mujeres
de todos los estamentos interpusieron acciones legales para defender sus inte-
reses económicos, porque les resultaba un mecanismo efectivo.
5
En el escenario colonial, el prestigio de las familias de caciques no solo
dependía de su autoridad étnica. Para ser un gobernante exitoso había que
participar en diversas actividades económicas. Así, los caciques se convirtie-
ron en mediadores entre la comunidad y la Corona “entre la cultura andina y
la occidental, entre la economía étnica y el mercado”.
6
Sinclair Thomson su-
braya que el cacicazgo entró en crisis a partir de la extinción de los caciques
“étnicos”, luego de la pérdida de legitimidad de los principales indígenas,
quienes adquirieron rasgos culturales del mundo español y se enriquecieron
gracias a la economía de mercado. Al parecer, el poder económico de los
caciques creó un cierto mimetismo con los intereses económicos criollos que
los pudo haber alejado de su relación con las comunidades.
7
A la vez, Karen
5. Chad Thomas Black, TheLimitsofGenderDomination:Women,theLaw,andPolitical
CrisisinQuito,1765-1830(Albuquerque: University of New Mexico Press, 2010), 121.
6. Sinclair Thomson, Cuandosoloreinasenlosindios.Lapolíticaaymaraenlaeradela
insurgencia(La Paz: Muela del Diablo, 2006), 79.
7. Scarlett O’Phelan Godoy, Kurakassinsucesiones.Delcaciquealalcaldedeindios.Perúy
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Powers, al estudiar las estrategias de las familias de caciques en la Audiencia
de Quito, encuentra que los recursos económicos obtenidos por ellos dieron
continuidad al resto del mundo indígena. La acumulación de riqueza a tra-
vés de la privatización de los recursos de la comunidad, la participación en
la economía de mercado, la remuneración de los cargos públicos, la manipu-
lación de las fuerzas de trabajo y, sobre todo, el mecanismo de no declarar a
todos los tributarios a cargo de un cacique, ayudaron a sobrellevar las malas
épocas y facultaron a los gobernadores para cumplir las funciones redistri-
butivas que le correspondían a un buen cacique.
8
Por su parte, las cacicas aprovecharon los privilegios de su cargo para
participar del circuito económico. Con el aumento de la mercantilización
de la tierra indígena y el cambio en el sistema de tributación, el papel de
guardián de los recursos de caciques y cacicas se ponía en juego. Y como el
poder político de las cacicas estuvo asociado a la riqueza material, intentaron
aprovechar las ventajas que el mercado les ofrecía. El resultado fue la notoria
autonomía de las cacicas en el mundo de los negocios, aunque con un cierto
condicionamiento por su género y estamento; por ejemplo, la venta de mer-
cancías en lugares fuera de su residencia era un trabajo que no parecía muy
apropiado para una cacica. Otro obstáculo del comercio a larga distancia,
debe haber sido la falta de contactos y “estos generalmente se establecían
mediante los viajes que la mayoría de los comerciantes realizaban al inicio
de su carrera”.
9
Por estas restricciones, doña Manuela Duchilema, cacica principal del
pueblo de Calpi en 1767, encargó a su esposo Antonio Lozano unos lien-
zos por valor de 50 pesos, para que los vendiera en el camino de Bodegas.
Al término del viaje, Lozano regresó “sin los efectos ni el importe de ellos
en ninguna especie dando, por descargo haber dejado todo ado”.
10
Para la
cacica ese argumento era falso porque en realidad su esposo se había gasta-
do el dinero “cegado del quebrantamiento del sexto precepto del Decálogo
viviendo pública y notoriamente en ilícito comercio y concubinato, con dife-
Bolivia1750-1835 (Cuzco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas,
1997), 21.
8. Karen Powers,Prendasconpies.MigracionesindígenasenlaAudienciadeQuito (Quito:
Abya-Yala, 1994), 226.
9. Christiana Borchart de Moreno, “La imbecilidad y el coraje. La participación feme-
nina en lo economía colonial (Quito, 1780-1830)”, RevistaComplutensedeHistoriadeAmé-
rica, n.
o
17 (1991): 180.
10. “Doña Manuela Duchilema mujer legítima de Antonio Lozano vecina del pueblo
de Achamoe jurisdicción de esta Villa, Casica, demanda al marido por quedarse con su
dinero”, 1767. Archivo Histórico Juan Félix Proaño Casa de la Cultura, Núcleo Chimbo-
razo (AHJFP), f. 1.
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17
rentes mujeres comunes”.
11
Doña Manuela también culpaba a su esposo de
“disipar todos mis bienes y sudor” durante el matrimonio, ya que se trataba
de un hombre tan pobre que cuando ella lo conoció “hasta la camisa se reía
de sus carnes”.
12
En 1767, doña María Duchicela, cacica del pueblo de Yaruquíes en la juris-
dicción de Riobamba, entabló una demanda contra el teniente Antonio Bene-
dict, a quien había entregado “veinte varas de tela, las diez de color carmesí,
las otras diez verdes, diez varas altas de morado para que vendiese en la ciu-
dad de Cuenca, a diez pesos cada vara por ser tela rica en tafetados [...] y ha-
biendo vuelto el susodicho de la dicha ciudad a esta de Quito no me ha dado
el precio de los géneros que son doscientos quince pesos [...] excusándose con
razones falsas”.
13
El teniente dijo que no pudo vender las telas porque estaban
usadas y el valor comercial fue inado por doña María. La cacica admitió ha-
ber ocupado las telas para confeccionarse un vestido que llevó en “las estas
reales que se hicieron en la ciudad por haber ido echa inga”.
14
La cacica interpretó el papel del inca vistiendo unas ropas suntuosas (da-
mascos), durante la entrada del presidente de la Real Audiencia en 1674.
Doña María Duchicela era parte de uno de los linajes de caciques más im-
portantes de Riobamba y esa celebración exhibía “la conexión existente entre
las pretensiones dinásticas, el proceso de las mercedes y los espectáculos
públicos” que hacían las familias de caciques en la Audiencia.
15
Doña María
Duchicela fue de las pocas cacicas que trasladó su residencia a Quito. Y a pe-
sar del cambio de domicilio, siguió llamándose “cacica de los Yaruquíes”. En
la Audiencia estuvo “inmersa en litigios defendiendo los privilegios de su
familia cacical”.
16
Ella vivía entre las calles de Loja y La Ronda, en una casa
grande, donde se emplazaban algunos negocios.
17
La cacica era una gura
conocida en Quito, de hecho, su pompa y prestigio fueron criticados por Ma-
riana de Jesús, quien encontraba demasiado orgullosa a la cacica.
18
11. Ibíd.
12. Ibíd.
13.“Causa de doña María Duchisela, cacica principal del pueblo de Yaruquíes en la
jurisdicción de Riobamba, contra don Antonio Benedid, por una mercadería que le entre-
para que la venda en Cuenca; se trata de veinte varas de tela (no especica calidad),
diez varas de tatefán y un pecho bordado con lentejuelas e hilo de oro”, 20 de diciembre de
1675. Archivo Nacional del Ecuador, Quito (ANE-Q), serie Indígenas, caja 11, exp. 12, f. 1.
14. Ibíd., f. 28.
15. Carlos Espinosa, ElIncabarroco.PolíticayestéticaenlaRealAudienciadeQuito (Qui-
to: FLACSO Ecuador, 2015), 101.
16. Ibíd.
17. Fernando Jurado Novoa, CallesdeQuito (Quito: Banco Central del Ecuador, 1989), 138.
18. Jacinto Jijón y Caamaño, Puruhá (Quito: Imprenta de la Universidad Central,
1927), 204-205.
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La incidencia femenina en el mundo de los negocios en la Audiencia
involucró a mujeres de todas las razas y estamentos. Para Kymberly Gau-
derman, el alcance de las actividades económicas de las mujeres estaba res-
tringido por el estamento y no por el sexo o estado civil.
19
Sin embargo, al
observar lo sucedido con las cacicas, son notorios los intentos por usurpar
sus bienes usando la fuerza, la amenaza y las decisiones judiciales; en ese
sentido, el género sirvió para empantanar sus ambiciones económicas. Pero
como en todo proceso histórico, el juego de poder a veces las favoreció. En el
marco de la reforma borbónica en 1779, se intentó menguar el control ejerci-
do por los gremios españoles; entre las medidas tomadas constan la autori-
zación para la participación de las mujeres en la producción textil y el intento
de fomentar su integración en el mercado laboral.
20
Un uso de las contingen-
cias legales es mencionado por Gauderman al observar que las indígenas
del común emplearon a su favor la posibilidad de estar libres de cumplir
la mita y de estar exentas de pagar el impuesto a las ventas.
21
Y aunque se
suponía que legalmente la mujer era incapaz de involucrarse en negocios sin
el consentimiento del padre o del marido, aparecen numerosas mujeres que
“actúan solas y por su propia cuenta”.
22
Esa ventaja fue aprovechada en Latacunga por doña Melchora Hati, ca-
cica principal del pueblo de San Miguel y propietaria de una pulpería donde
vendía géneros y comestibles. Este negocio lo podía dirigir con facilidad una
mujer porque “requería de un modesto capital con los muebles indispensa-
bles y los gastos jos, tales como el arriendo y los impuestos, que sumaban
unos 20 y 60 pesos respectivamente”. Por su parte, doña Melchora se acogió
a un indulto de los impuestos y por eso “podrán los indios [vender] sin este
gravamen, en sus tiangues o tiendas los géneros que quisieren sin impedi-
mento alguno”.
23
Ella mencionaba ese privilegio a propósito de que la mesti-
za Melchora de la Cruz había abierto una pulpería en la misma calle donde
estaba el negocio de la cacica “sin atender [...] de los privilegios que goza
dicha cacica por ser natural de este pueblo y pagar anualmente al Real Erario
los derechos correspondientes: ha puesto en dicho pueblo otra tienda [...] y
quedará esta cacica y toda su pobre familia que tiene a su cargo expuesta a
19. Kimberly Gauderman, Women’sLivesinColonialQuito.Gender,LawandEconomyin
SpanishAmerica (Austin: University of Texas Press, 2003).
20. Borchart de Moreno, “La imbecilidad y el coraje...”, 167-182.
21. Gauderman, Women’sLivesinColonial...,2003, 115.
22. Borchart de Moreno, “La imbecilidad y el coraje...”, 168.
23. “Autos de Doña Melchora Hati, Cacica de San Miguel de Mollehambato, sobre
el amparo de una tienda en que vende varios granos comestibles”, 23 de mayo de 1760.
ANE-Q, serie Carnicerías y pulperías, caja 2, exp. 10, f. 2.
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la última miseria”.
24
La justicia le da la razón a la cacica y ordena el cierre y
pago de una multa de la tienda de su competencia. Doña Úrsula Sacho, ca-
cica del pueblo de Guaranda, no corrió con la misma suerte. Ella elevó una
querella en los tribunales de la Villa de Riobamba en 1760, por varias alhajas
y prendas de su propiedad que fueron empeñadas por los indios Antonio
Bejarano y Lucas Pilamunga “aprovechándose de su condición de mujer y
viuda”. Los demandados conrmaron la versión de la cacica, pero le recor-
daban que el dinero de los bienes empeñados lo gastaron en aguardiente del
cual también bebió doña Úrsula. Entre las prendas prestadas estaba una
pollera de sarga almidonada que se empeñó [...] por el precio de cuatro pesos
y dos reales [...] y las perlas se empeñaron también en aguardiente por dos
pesos”.
25
Los jueces no apoyaron a la cacica, porque el empeño de la alhajas
se hizo con su consentimiento.
Otra fuente para rastrear el desempeño económico de las cacicas son los
testamentos. A partir de estos documentos se puede decir que algunas lo-
graron acumular extensas fortunas, representadas en: tierras, huertos, casas,
ganado, vestidos de lujo, alhajas y bienes decorativos. A su vez, el protago-
nismo y autonomía de las cacicas en el campo económico, les permitió crear
redes sociales e interacciones culturales que construyeron a partir de los tra-
tos comerciales con indígenas, mestizos y blancos. Las cacicas establecían en
sus testamentos rublos para pagar misas, apoyar alguna cofradía o nanciar
una devoción religiosa. También se estipulaba que a la muerte de las cacicas,
sus cuerpos fueron velados y enterrados con los lujos de cualquier miembro
de la élite colonial. Doña Francisca de Lara, cacica principal de Caranque,
pidió que la enterraran en la iglesia del pueblo y “que su cuerpo sea cubierto
con una manta capa de oro y redoble de campanas”.
26
A la vez, algunas ca-
cicas dejaban bienes modestos; independientemente de su fortuna, muchas
redactaron testamentos.
la luCha por la tierra
Diana Bonnett estudió el accionar de los protectores de indios en la Au-
diencia de Quito y detectó que durante los siglos XVII y XVIII el 31 % de los
casos interpuestos por estos defensores correspondían al despojo de tierras
24. Ibíd.
25. “Doña Úrsula Sacho Casica del pueblo de Guaranda, reclama unos bienes”, 1760.
AHJFP.
26. “Testamento de doña Francisca de Lara de San Antonio de Caranque”. Archivo
Histórico de Ibarra (AHI), fondo Municipio, 1666, caja 46, doc. 8.
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20
de indígenas.
27
Asimismo, desde el siglo XVI el auge y caída en los juicios
respondía a la variación en la relación población y tierra. En cuanto al siglo
XVII, los pleitos se concentraron en la década del 80 y 90. La Corona españo-
la, en principio mediante mercedes, repartió la tierra de los originarios para
las encomiendas, las órdenes religiosas y los indígenas. En el caso de las
comunidades, los caciques distribuían a cada familia una porción de tierra
de al menos dos cuadras.
28
En el siglo XVI el crecimiento de la población española aumentó la pre-
sión sobre las tierras de comunidad y las propiedades particulares de los
indígenas “sobre todo si se tienen en cuenta que no todos los estratos de
la población española o mestiza tenían acceso a las mercedes de tierras”.
29
En la Audiencia, el auge de las mercedes se desaceleró “debido, en parte, a
la intervención del presidente de la Real Audiencia, Manuel Barrios de San
Millán, preocupado por el despojo de tierras a los indígenas”.
30
Luego, en el siglo XVII, la Corona impuso las composiciones de tierras,
mecanismo que permitía pagar un monto a las autoridades para legalizar la
tenencia en predios que no tenían un “dueño” declarado. Las composiciones
pasaron a ser uno de los principales motivos de conicto por tierras durante
todo el siglo y fueron una estrategia para adueñarse de las posesiones de co-
munidades indígenas.
31
Las tensiones sobre la tierra en el siglo XVII aumenta-
ron por la recuperación de las tasas de natalidad en la Sierra.
En el siglo XVIII, en la relación entre población y tenencia de la tierra, las
cacicas fueron protagonistas. En ese sentido, Christiana Borchart considera
que en la expansión de la propiedad española del siglo XVIII las mujeres in-
dígenas cumplieron un papel decisivo.
32
Para la autora, el matrimonio de ca-
cicas e indias del común con españoles y mestizos permitió vender o comprar
tierra de los indios sin tener que solicitar permiso a los jueces. Sin embargo, la
interpretación de que las mujeres indígenas, sobre todo las de élite, fueron un
vehículo para incrementar el patrimonio de sus esposos blancos o mestizos,
deja de lado algunos elementos. Durante el siglo XVIII había mujeres de to-
dos los estamentos participando del mercado de tierras. En la región de Cum-
27. Diana Bonnett, ElprotectordenaturalesenlaAudienciadeQuito,siglosXVIIyXVIII
(Quito: FLACSO Ecuador, 1992), 73-74.
28. Nicholas Cushner, Haciendayobraje.LosjesuitasyeliniciodelcapitalismoenQuito
colonial,1600-1767, trad. por Gonzalo Ortiz Crespo (Quito: Instituto Metropolitano de Pa-
trimonio, 2011), 29.
29. Christiana Borchart de Moreno,LaAudienciadeQuito:aspectoseconómicosysociales
sigloXVI-XVII (Quito: Abya-Yala, 1998), 168.
30. Carlos Espinosa, HistoriadelEcuadorencontextoregionalyglobal (Barcelona: Lexus,
2009), 236.
31. Borchart de Moreno, “La imbecilidad y el coraje...”, 136.
32. Borchart de Moreno,LaAudienciadeQuito...,156.
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bayá, por ejemplo, un “hecho que caracteriza la evolución de la tenencia de la
tierra en el siglo XVIII es la multiplicidad de traspasos de tierras en el valle,
muchos de los cuales son hechos por mujeres y entre mujeres”.
33
La injerencia
de mujeres en el mercado de tierras era una práctica antigua que se replicó en
la región austral de la Audiencia. Entre 1592 a 1699 Poloni-Simard encuentra
que de los contratos de compraventa de tierras que conciernen a indígenas, el
41,7 % fueron pactados entre vendedoras y compradoras.
34
El papel de las mujeres en el mercado de inmuebles era muy destacado,
compraban tierras, casas y huertas, en los espacios rural y urbano. Como la
misma Borchart reconoce, “también hay que considerar el papel de las muje-
res indígenas en el traspaso de la tierra [...] más dinámico [...] a diferencia de
sus colegas varones.”
35
Al analizar el volumen de tierra indígena que pasó a
manos de terceros, hay que valorar que las mujeres fueron protagonistas en
ese intercambio y por esa razón la mayor parte de la tierra de los naturales
circuló por manos femeninas.
36
En un tiempo de incertidumbre sobre los bie-
nes materiales de los indígenas, las cacicas intentaron preservar los recursos
de las comunidades en instancias judiciales. Aunque, al ver el siglo XVIII en
perspectiva, mucha tierra indígena dejó de ser controlada por ellos, eso no sig-
nica que las cacicas no intentaran contener el descalabro social y económico.
Además, en los casos revisados, las cacicas reiteran el despojo de sus bienes
por parte de esposos, cuñados, hermanos, curas, indios del común, españoles
y mestizos. Entonces, la pérdida de tierra de los indígenas por vía de las mu-
jeres, no solo procedió del lado blanco-español, la ambición por quedarse con
la fortuna de las cacicas fue un tema atravesado por una relación de género.
Para entender de qué manera las cacicas hicieron parte de la dinámica
por la tenencia de la tierra, hay que ampliar el contexto agrario de la época.
Al nal del siglo XVII e inicios del XVIII, se hizo frecuente considerar las
tierras comunales como si fueran realengas, es decir, ejidos que podían ser
33. Loreto Rebolledo G., Comunidadyresistencia.ElcasodeLumbisíenlaColonia (Quito:
FLACSO Ecuador / Abya-Yala, 1992), 168.
34. Jacques Poloni-Simard, “Mujeres indígenas y economía urbana: el caso de Cuenca
durante la Colonia”, en MujeresdelosAndes. Condicionesdevidaysalud, dir. por Anne-
Claire Defossez, Didier Fassin y Mara Viveros (Bogotá: IFEA / Universidad Externado de
Colombia, 1992), 215.
35. Borchart de Moreno,LaAudienciadeQuito...,224.
36. Lavrin observa numerosos juicios promovidos por mujeres en relación con los
linderos de sus tierras o con derechos de agua, invasión de tierras por ocupantes sin título,
derechos hereditarios, despojo de tierras y otros semejantes; deberían borrar la idea de que
la mujer de la colonia carecía de personalidad y de fuerza. Asunción Lavrin, “Investiga-
ción sobre la mujer de la colonia en México: siglos XVII y XVII”, en Lasmujereslatinoame-
ricanas.Perspectivashistóricas, comp. por Asunción Lavrin(Ciudad de México: Fondo de
Cultura Económica, 1985), 65-66.
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comprados por mestizos y blancos.
37
Era usual que en predios de los indíge-
nas colindantes a tierras de comunidad o particulares, se argumentara que
fueran sobrantes, ya que el sistema de rotación de cultivos utilizado por los
naturales mantenía zonas de barbecho que podían parecer yermas.
38
Las cacicas intentaron mantener la integridad de las tierras comunales.
Doña Bernarda Titusunta, cacica del pueblo de Quisapincha, denunciaba
que los maestros de capilla, los asistentes de los curas, quienes sabían leer
y escribir, se encargaban de redactar los testamentos de los indios “dispo-
niendo aquellos de las tierras de comunidad”.
39
Doña Bernarda decía que
era preciso que el cacique o cacica estuviera presente al momento de testar
para impedir que los maestros de capilla se aprovecharan de que los indios
no eran letrados. En otro caso, Petrona y Mateo García Pasquel Tusa, caci-
ques principales del pueblo de Tusa, denunciaban en 1787 que las lomas
denominadas Quiñanes e Inanputes, habían sido usurpadas por el mestizo
Miguel Ponce. Según los hermanos, sus tributarios usaban esas tierras “en
conanza de que eran de sus caciques y mantenían sus ganados en las refe-
ridas lomas”.
40
Doña María Rosa de los Reyes, cacica de Caranqui, pedía en el tribunal
que no se tramitara la compra de un terreno hecha por Juan A. Carvallo
alegando que cuando los españoles estaban cerca de la tierra de los indios:
les hacen muchos agravios y porque se eviten que vivan entre ellos con quietud;
está dispuesto por ordenanza y cédulas reales que los pueblos de los indios no
vivan y reciben españoles, mestizos, negros, ni mulatos ni que estos se venden ni
arrienden tierras de indios a menos que sea procediendo información de utilidad
mediante pregones, tasadores y evaluación.
41
Charles Gibson notó que los registros coloniales sobre transacciones de
tierra estaban repletos de amenazas y prácticas ilegales. Los españoles nego-
ciaban la venta una propiedad y luego se extendían sobre ella o se apropia-
37. Rebolledo, Comunidadyresistencia..., 166.
38. Bonnett, Elprotectordenaturales...,78.
39. “Petición de doña Bernarda Titusunta y Punina, cacica principal del pueblo de
Quisapincha, a n de que los indios realicen sus testamentos ante sus caciques y no ante
los maestros de capilla”, 2 de febrero de 1796. ANE-Q, serie Indígenas, caja 141, exp. 41, f. 1.
40. “Representación de doña Petrona y don Mateo García Pasquel Tusa, caciques prin-
cipales del pueblo de Tusa, para que les entreguen las dos lomas de tierras denominadas
Quiñanes e Inanputes, heredadas por cláusula testamentaria pero que fueron invadidas
por el mestizo Miguel Ponce. Indica que presenta el testamento”, 1787. ANE-Q, serie In-
dígenas, caja 121, exp. 22, f. 1.
41. “Reclamación de doña María Rosa de los Reyes, cacica de Caranquí por la dupli-
cidad del cobro de tributos a siete indios de su comunidad que laboran en el obraje de
Tumbaco”, 9 de marzo de 1700. ANE-Q, serie Indígenas, caja 24, exp. 7.
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23
ban del terreno a la fuerza. Al mismo tiempo, “los indios subrepticiamente
cambiaron de lugar los mojos, presentaban títulos de propiedad falsicados
y de otras maneras, intentaban engañar a los españoles”.
42
Otra razón de los
pleitos alrededor de la tierra indígena tenía que ver con el pastoreo de anima-
les de propiedad de españoles o mestizos. Los animales ocasionaban daños
en las viviendas y cementeras de los indios, “los vecinos, blancos y mestizos
de pueblos de indios usaban esta maniobra con el n de que los naturales,
cansados de las hostilidades, terminaran por venderles sus propiedades”.
43
En Riobamba, a mediados del siglo XVIII los hacendados empezaron a co-
brar a los gañanes residentes hasta dos reales por semana, por el uso de los
potreros que tradicionalmente había sido gratuito.
44
Las ambiciones sobre la tierra indígena también dependían de su ubica-
ción, recursos o de su nivel de productividad agrícola. Doña Francisca Pro-
sel, cacica principal de Otavalo en 1680, acudió a la corte de la ciudad de Iba-
rra para denunciar a Lucas de Almey, español, quien la habría despojado de
tres cuadras de tierra que ella tenía en la traza de Otavalo “y asimismo a me-
tido una acequia de agua por las tierras de esta india en gran perjuicio suyo
secando las entradas”.
45
Doña Francisca denunciaba que “el dicho Lucas de
Almeyda tenía un hermano escribano y por tener a la justicia de su parte
“no han querido dar cumplimiento a mis pedimentos”.
46
Al nal ella ganó el
caso y se ordenó la restitución de sus tierras y de las fuentes de agua que la
recorrían. En otro proceso en 1786, doña María Quisirunday, cacica principal
del pueblo de Asancoto, llevó su queja a los tribunales de la Audiencia en
Quito, sobre la posesión de unas tierras heredadas de su abuelo, quien se
las había dejado cuando era menor de edad y “con el tiempo y reconocerse
ser cacica hizo sus diligencias y tomando saber que las situadas tierras eran
pertenecientes al abuelo don Alonso Pariatanta”.
47
Sin embargo, el terreno lo
estaba ocupando el español Marcos Arguello, porque, según él, eran tierras
“baldías y realengas siendo todo falso y siniestro”.
48
42. Charles Gibson, “Las sociedades indias bajo el dominio español”, en AméricaLatinaen
laépocacolonial.Economíaysociedad, ed. por Leslie Bethell, vol. 2 (Barcelona: Crítica, 2003), 123.
43. Bonnett, Elprotectordenaturales..., 83.
44. Robson Brines Tyrer, HistoriademográcayeconómicadelaAudienciadeQuito(Qui-
to: Banco Central del Ecuador, 1988), 253-254.
45. “Querrella por vía de despojo que sigue doña Francisca Procel cacica principal de
Otavalo, a Lucas de Almeida vecino de este asiento, por tres cuadras de tierras”, 5 de junio
de 1680. ANE-Q, serie Indígenas, caja 13, exp. 5, f. 1.
46. Ibíd.
47. “Juicio seguido por doña María Quisirumbay, mujer del cacique de Asancoto, don
Victoriano Uchubanda, con Sebastián Arguello por la tierras de Llancán”, 7 septiembre de
1786. ANE-Q, serie Indígenas, caja 120, exp. 1, f. 19.
48. Ibíd.
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24
En esas contiendas también eran frecuentes las discordias entre las ca-
cicas e indios del común. Era difícil distinguir las posiciones personales de
ellas y las que correspondían a la propiedad comunal del cacicazgo, las ca-
cicas se aprovechaban de esa ventaja para engordar su fortuna. A veces las
cacicas y caciques usurpaban tierras comunitarias o privadas en benecio
propio y las arrendaba sin consultar a la comunidad. Esa superposición de la
propiedad individual sobre la comunal, alteró los principios de reciprocidad
y redistribución comunal, de manera que se favoreció la posición de los ca-
ciques frente a la comunidad.
49
Caciques y cacicas buscaban comprar tierras
privadas para el uso comunal, con el objeto de ganar control político, con la
ventaja de que esas propiedades contaban con el respaldo de una posesión
sujeta al sistema judicial español.
50
En suma, caciques y cacicas combinaban
la tenencia de la tierra europea y andina para lograr el mayor benecio per-
sonal y comunal de las propiedades.
Los comuneros de Santa Rosa de Ambato, en 1738 culpaban a doña An-
tonia Cando porque los tenía trabajando “sin darnos tierras de comunidad,
ni descanso alguno, aunque habiendo hecho la mita muchos de nosotros”.
51
El abuso de la cacica, denunciaban los tributarios, era tal que debían darle
“gallinas, cuyes, chicha y aguardiente siempre que tiene estas de aquellas
ordinarias que se hacen en dicho pueblo y cuando hay alguna falta nos azota
y arrebata todas estas cosas”.
52
Los indígenas denunciaban a sus gobernadores por pasar tierras comu-
nales como privadas.
53
Esa tensión “revela las ambiciones patrimoniales de
ciertos caciques, cuyo precio lo pagaban sus súbditos y la fragilidad del po-
der cacical, cuya gura no era ya considerada como inviolable y sagrada”.
54
Esos reclamos también se originaban por la ambigüedad en los límites de los
49. Powers,Prendasconpies..., 203.
50. Karen Powers, “Inventing Chiey Legitimacy in the Colonial North Andes:
The Making Of The Duchisela Cacicazgo”, en 49 Congreso Internacional del America-
nistas (ICA) (Quito: 7-11 julio 1997), https://www.equiponaya.com.ar/congresos/
contenido/49CAI/Powers.htm.
51. “Autos de Doña Antonia Cando contra Doña María Cando Pilamunga, sobre la
propiedad de doce parcialidades del pueblo de Santa Rosa en Ambato. Termina el 24 de
enero de 1743”, 24 de julio de 1738. ANE-Q, serie Cacicazgos, caja 46, vol. 104, f. 161r.
52. Ibíd., f. 161.
53. Los caciques a veces reclamaban derechos ancestrales sobre las tierras a consi-
derable altura, “incluso páramos es probable que los derechos políticos al territorio se
extendieran a los pisos más de arriba de las tierras centrales dedicadas al maíz”. O’Phelan
Godoy, Kurakassinsucesiones..., 227.
54. Jacques Poloni-Simard, Elmosaicoindígena.Movilidad,estraticaciónsocialymesti-
zajeenelCorregimientodeCuenca(Ecuador)delsigloXVIalXVIII (Quito: Abya-Yala / IFEA,
2006), 43.
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predios, además, los títulos de propiedad eran confusos y no toda la gente
contaba con papeles que pudieran acreditar la tenencia de un bien.
Doña Gregoria Cachomuid, cacica de la parcialidad Cachomuid, situada
en término del asiento de Otavalo, dijo a los jueces que “estando gozando así
mi parcialidad como otras de los pastos comunes [...] de los indios nombra-
dos Pandaguiro y Pisinguiro y otra loma llamada Yllumburo desde tiempo
inmemorial sin impedimento de persona alguna”. En esas tierras se introdu-
jo Juan de Paredes, vecino del pueblo, “impidiendo el comercio continuo de
los ganados de los indios de mi parcialidad y de los demás, contando exceso
que los maltrata no solo a ellos sino sus ganados de que se le sigue innitos
agravios dignos de gran reparo pues se atrazan sus familias [...] en la paga
de los reales tributos”.
55
Doña Blasa Illinchiní, cacica principal del pueblo de Machachi, en 1763
pedía a los jueces que se reconrmaran los títulos de propiedad de varios
terrenos que había comprado y, según ella, unos indios querían usarlos ale-
gando que se trataba de tierras de comunidad. Raticaba “que no habien-
do heredado de mis abuelos y padres que fueron caciques de dicho pue-
blo ningún pedazo de tierras a fuerza de mi aplicación y trabajo personal
fui comprando poco a poco a españoles solares y cuadros de tierras”.
56
A la
ambigüedad sobre la propiedad y la posesión de las tierras, se sumaba que
indios y caciques justicaban sus dominios de tierra armando que habían
sido suyas desde tiempos inmemorables.
57
Las cacicas sabedoras de que sin un territorio era imposible reclamar
el gobierno de una parcialidad, representaban a sus tributarios en pleitos
por la defensa de tierras comunales o para impedir la venta o el remate de
algún bien privado.
58
Bonnett estima que de los casos presentados por los
protectores de indios entre los siglos XVII y XVIII en torno a pleitos por
tierras, aproximadamente el 68 % de los autos denitorios expedidos por la
Audiencia amparaban las tierras particulares o de comunidad de los natura-
les.
59
Aunque estas cifras hay que verlas con precaución, porque, si bien los
55. “Autos de Doña Gregoria Cachomud con Juan de Paredes sobre la propiedad de
unas tierras nombrada Pandoquiro, Pinsiquiro e Ilimburo, jurisdición de Otavalo. Termi-
na el 4 de febrero de 1723”, 9 de noviembre de 1722. ANE-Q, serie Cacicazgos, caja 40, vol.
82, f. 1.
56. “Pedimento de doña Blasa Illinchiní, cacica principal del pueblo de Machachi,
para que se conrmen los títulos de propiedad de varios terrenos que ha adquirido por
compra a personas particulares”, 9 de agosto de 1763. ANE-Q, serie Indígenas, caja 80,
exp. 23, f. 3r.
57. John Fisher y David Cahill, eds., DelaetnohistoriaalahistoriaenlosAndes (Quito:
Abya-Yala, 2008), 65.
58. Bonnett, Elprotectordenaturales...,74.
59. Ibíd.,87.
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jueces podían amparar a las comunidades, en la cotidianidad se presentaban
muchos abusos.
La tierra también generaba ambiciones entre caciques; Pedro Chicaiza,
gobernador de Angamarca, solicitaba a los jueces se le obligara a doña An-
tonia Chicaiza y Paivaca devolver unas tierras de comunidad que se había
apropiado “aún antes de entrar en la posición del cacicazgo”. En el expe-
diente dice el cacique que doña Antonia había arrendado a “Calisto Otalora,
hombre blanco, las tierras”.
60
Durante el siglo XVIII los caciques le apostaron a usufructuar la tierra de
comunidad para tratar de mantener el control sobre la vida socioeconómica
de sus indios.
61
La documentación sobre las cacicas ratica la interpretación
de Karen Powers en cuanto a los pleitos asociados al arriendo de propieda-
des de ellas o sus comunidades. En los juicios se mencionan disputas por
lugares arrendados a comunidades religiosas, españoles, mestizos e indios.
Esos tratos comerciales llegaron a los tribunales cuando las cacicas pedían el
pago de los arrendamientos y la contraparte no quería amortizar lo conve-
nido. En 1767, la cacica Gregoria Avendaño, del pueblo de Quero, solicitó el
pago de 30 pesos por el arriendo de una propiedad a su yerno José Naranjo,
quien la había ocupado por seis años y pretendía apropiarse de la tierra.
62
Cuando las cacicas arrendaban un terrero recibían un ingreso y evitaban que
las tierras fueran usurpadas. Y si la cacica no contaba con los sucientes tri-
butarios y dinero para invertir en el negocio agrícola le resultaba convenien-
te alquilar sus posesiones.
Otros documentos alrededor de este tema se dedican a la solicitud de
licencias para la venta de tierras. Aunque la ley prohibía la enajenación de
la propiedad de los indígenas, era posible elevar una solicitud ante las au-
toridades para vender un predio individual o comunal. Usando ese recurso,
las cacicas pedían autorización para rematar bienes, esta era una demanda
común entre los caciques quienes vendían sus propiedades para solventar
los tributos. Doña María Quantusa de la Bastida, cacica principal y goberna-
dora del pueblo de San Pedro de Guara, en 1694 solicitó la autorización para
60. “Petición de Pedro Chicaiza, gobernador de Angamarca, para que se libre provi-
dencia a n de que las tierras de la cacica Antonia Chica arrendó arbitrariamente Calisto
Galarza sean devueltas a la comunidad, por así exigirlo la ley; desde luego pagarán al
arrendatario su inversión”, 11 de noviembre de 1788. ANE-Q, serie Indígenas, caja 124,
exp. 15, f. 1.
61. Powers,Prendasconpies..., 207.
62. “Autos de doña Gregoria Avendaño, cacica del pueblo de Quero y pobre de so-
lemnidad, para que su yerno José Naranjo desocupe la estancia denominada Terremoto
y le pague 30 pesos de seis años de arriendo. Parece que el pleito se agudizó porque su
yerno se introdujo en tierras que la cacica tenía destinadas para su hijo”, 7 septiembre de
1786. ANE-Q, serie Indígenas, caja 120, exp. 8, f. 1.
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enajenar un terreno que fue tasado en 240 pesos y ocho reales. El Protector
de Indios raticó que el dinero del importe era necesario por
cuanto la otorgante se halla alcanzada de rezagos de reales tributos por las dos
epidemias en que fallecieron muchos indios de su parcialidad, debiendo dife-
rentes tercios y no teniendo bienes con que satisfacerlos por muerte de ellos, ha
sido forzoso según carta cuentas pagar la otorgante además de los costos que ha
tenido en la curación y entierro creyéndose apretada para la paga y amenazada
de los jueces a ejecuciones.
63
Los permisos para la venta de tierras eran generalmente otorgados en
los tribunales, de esa forma las autoridades garantizaban el pago de los im-
puestos. Por su lado, la corona organizó “ventas masivas de tierras indíge-
nas para recuperar los tributos atrasados de las comunidades”.
64
En 1788 las
cacicas de Taques, María, Manuela, Úrsula y Baleriana Astigarrada en una
petición conjunta piden permiso para vender un pedazo de tierras “en el
sitio nombrado Tulcán que tendrá una caballería poco más o menos, por la
cantidad de 350 pesos [...] cuya venta la hicieron para el remedio de pagar
deudas, así para el entierro del marido de doña María, como para satisfacer
al rey los tributos que tenía caídos”.
65
Adicionalmente, las cacicas solicitaban la aprobación de la venta para
pagar deudas y asumir el costo de los servicios religiosos. En la Villa de
Ambato en 1775, la cacica principal de los Hambatillos, doña María Sánchez
Mollacana, informa “que habiéndose hallado necesitada de dinero para el
seguimiento de varios litigios pertenecientes a sus patrimonios y otros ane-
xos del cacicazgo” tiene que “enajenar siete cuadras, un solar y medio de
tierras, que tiene y poseo en términos de esta dicha Villa”.
66
Las cacicas también solicitaban en los tribunales restituciones de sus
bienes, cesiones de tierras y demandaban por ventas que no fueron paga-
das a tiempo o por el precio establecido con el comprador. Doña Petrona
Amaquina, cacica principal del pueblo de Sangolquí, solicitaba el amparo en
una “casa y tierras que quedaron del dicho don Esteban de Torres en dicho
63. “Doña María Quantusa de la Vastida Cacica Principal y Gobernadora del pueblo
de San Pedro de Guara solicita se le autorice venta de tierras para pagar tributos”, 1694.
AHI, fondo Municipio, caja 266, doc. 5.
64. Espinosa, HistoriadelEcuador..., 317.
65. “Doña María Astigarrada, doña Manuela, doña Úrsula doña Baleriana Astigarra-
da Yndias Casicas de la parcialidad de Taques, piden se les autorice la venta de tierras”.
AHI, Protocolos, carpeta 82, documento protocolos de 1788 hasta 1793.
66. “Doña María Sánchez Mollacana Casica principal y gobernadora de la parcialidad
de los Hambatillos, pide se le permita vender unas tierras”, años de 1775 a 1781. Archivo
Nacional del Ecuador, Ambato (ANE-A), Protocolos, escribano Joaquín Viteri, tomo 42.
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pueblo de Sangolquí para que pueda ser amparada en la posesión de ellas en
nombre de dichos mis hijos.
67
el modelo de la haCienda
En la historia agrícola de la Audiencia de Quito, durante el siglo XVIII
la gran protagonista fue la hacienda, un sistema basado en la cría de ganado
y el cultivo de alimentos, que surtían los mercados de las villas y ciudades.
El principal estímulo para la expansión de la hacienda en la Sierra central
y norte fueron los altos precios de aguardiente.
68
Las haciendas empezaron
a demandar tierras fértiles dotadas de agua, ubicadas en sitios estratégicos
para favorecer la comercialización de los productos y de esa forma com-
pensar las bajas tasas de ganancias de la empresa agrícola, el elevado costo
de mantenimiento y los gastos extraeconómicos. Las haciendas acapararon
cada vez más recursos “para el período entre 1768 y 1775 menos del 1 % de
la población de Quito poseía el 34 % de las tierras del distrito de Quito. Y
tan solo 56 familias realizaban el 32 % de las transacciones a nales del siglo
XVIII”.
69
Igualmente, la hacienda requería de extensos grupos de trabajadores que
hicieran posible su funcionamiento.
70
Sin embargo, la mano de obra disponi-
ble dependía de un cacique o cacica, la hacienda necesitaba que las autorida-
des indígenas asignaran indios mitayos para trabajar. A su vez, el hacendado
pagaba al cacique por el jornal de los tributarios y de esos fondos los caci-
ques retribuían los impuestos a la Corona. Los caciques habían sido siempre
intermediarios molestos para la economía blanca-española; los encomende-
ros, los obrajeros, los dueños de las minas habían tenido que lidiar con ellos.
67. “Petición de doña Petrona Amaquina, cacica principal de Salgolqui por un man-
damiento de amparo para que se le posesione de las tierras correspondientes a sus hijos
menores de edad, luego de la muerte de su esposo. Ella tiene sus propias tierras por
compra realizada legalmente”, 10 de agosto de 1700. ANE-Q, serie Indígenas, caja 24,
exp. 16, f. 1.
68. Espinosa, HistoriadelEcuador..., 317.
69. En la segunda mitad del siglo XVIII, casi el 50 % de los indígenas de la Sierra cen-
tral y norte de la Audiencia dependía económicamente de las haciendas, hacia nales del
siglo, subió a 60 %. Ibíd., 317-383.
70. Hasta el siglo XVII, debido a que los mercados y la rentabilidad eran limitadas,
las empresas españolas preferían no mantener mano obra ja, las haciendas que estaban
cerca de las unidades indígenas empezaron a tener mano de obra indígena permanente,
sobre todo porque el crecimiento el mundo hispánico en las ciudades expandió el merca-
do. James Lockhart, “Organización y cambio social en la América española colonial”, en
AméricaLatinaenlaépocacolonial..., 63.
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29
La diferencia en el siglo XVIII era que la base del poder de los caciques se
estaba desmoronando y mientras que el sistema de encomienda requería de
la sobrevivencia de la sociedad indígena, la hacienda necesitaba romper la
estructura comunitaria de trabajo para transformar a los indios en una masa
empobrecida y dependiente de ella; así, el hacendado podría conducir el
proceso productivo y no simplemente captar el excedente agrícola generado
por la comunidad indígena.
71
Los hacendados intentaban librarse de la gura de los caciques, ofrecién-
doles la ambicionada tierra a los forasteros “a riesgo de perder su libertad de
movimiento”.
72
También para los tributarios sometidos a caciques muy vio-
lentos, la hacienda era una posibilidad de librarse de ellos. Los hacendados
usaron elconcertajepara anclar a las familias indígenas.
73
Por su parte,las ór-
denes religiosas también le apostaron a las haciendas; aunque, el mercado de
la tierra en la Colonia estaba limitado para los religiosos, ellos acumulaban
propiedades heredadas por los feligreses. Los clérigos realizaron todo tipo
de compras y ventas de tierras. Para 1700, en el valle de Los Chillos “más
de la mitad de toda la tierra que poseían los españoles estaba en manos de
órdenes religiosas: los jesuitas eran propietarios de aproximadamente 340
caballerías; los agustinos de 112, los mercedarios de 115 y las hermanas de
Santa Clara, 119”.
74
Para engrosar sus haciendas, los religiosos se extendieron sobre la tie-
rra de los indígenas, a veces mediante compras, cambios y usurpaciones.
Otro mecanismo fue tomar terrenos de las comunidades con el pretexto de
nanciar el culto de algún santo.
75
La intención de acumular tierras no solo
competía a las órdenes religiosas, también “los sacerdotes y presbíteros [...]
convenciendo a los indígenas en el momento de la muerte para que les do-
naran sus tierras”.
76
Doña Francisca Taques Guambo, cacica principal del
pueblo de Tulian, en 1688 reclamaba 10 cuadras de tierras en el pueblo de
Mira. La propiedad estaba siendo usada por el vicario Johan López Hurta-
do de Salazar aduciendo que eran tierras de capellanía. La cacica pedía “el
lanzamiento (de) unas pardas que están de mucho tiempo a esta parte en
las dichas cuadras de tierras”. También aducía doña Francisca que “no hay
71. Espinosa, HistoriadelEcuador..., 235.
72. Jacques Poloni-Simard, “Testamentos indígenas e indicadores de transformación
de la sociedad indígena colonial (Cuenca, siglo XVII)”, en SaberesymemoriasenlosAndes.
InMemoriamThierrySaignes(Lima: CREDAL / IFEA, 1997), 241.
73. Federica Morelli, Territorioonación.ReformadisolucióndelespacioimperialenEcua-
dor,1765-1830 (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005), 165.
74. Cushner, Haciendayobraje..., 108.
75. Rebolledo, Comunidadyresistencia..., 178.
76. Ibíd.
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30
razón que [...] estén en pueblos de indios negros mulatos ni mestizos cuantos
más apoderándose de tierras de indios”.
77
A nales del siglo XVIII, la hacienda había modicado el reparto de la
fuerza de trabajo. Ese movimiento sacó numerosa mano de obra de la econo-
mía indígena hacia la española; entonces, fue claro que el deseo de la Corona
de ser la intermediaria entre el trabajo indígena y la élite local no era posi-
ble.
78
Paulatinamente, para nales del siglo XVIII los caciques eran rempla-
zados por los hacendados “a cuyos predios se habían trasladado a vivir la
mayoría de indios, en adelante, los hacendados representarán a sus indios
en la relación con el Estado, el cabildo y los curas”.
79
Para Carlos Espinosa,
incluso “el patronato fue transferido del rey al terrateniente y los rituales je-
rárquicos pusieron énfasis en el rol del hacendado como promotor de la fe y
generador de fertilidad.
80
Sin embargo, los caciques no aceptaron impávidos
ese traspaso de poder.
La consolidación de la hacienda produjo un crecimiento de la economía
blanco-mestiza. Al nal del siglo XVIII, la tendencia fue la pérdida de la
tierra indígena y el aumento en las disputas legales de las cacicas con los
hacendados. Doña María García Taque de Tulcanaza, cacica del pueblo de
Tulcán, tuvo un pleito con don Patricio de Cisneros sobre la propiedad y
pertenencia de las tierras de Carampúes. La propiedad de la cacica colinda-
ba con la hacienda de Cisneros y esta se había extendido sobre los dominios
de doña María.
81
El otro asunto a negociar con los hacendados era el respeto de los turnos
de la mita. Doña María Puntutasig, doña Martina González y don Santia-
go Caisatoa, caciques del pueblo de Machachi, pidieron a la Real Audiencia
que advirtiera a los hacendados que debían respetar el período de trabajo
establecido para los mitayos.
82
Dejando a los tributarios sin “un instante de
descanso y como esta servidumbre practicada de este modo se viene a hazer
77. “Doña Francisca Taques Guambo Cacica Principal del Pueblo Tulian demanda por
unas tierras”, 1688. AHI, fondo Municipio, caja 273, documento 4.
78. Morelli, Territorioonación..., 165.
79. Coronel Feijóo, Poderlocal..., 207.
80. Espinosa, ElIncabarroco..., 179.
81. “Autos sobre la propiedad y pertenencia de las tierras de Carampúes, por la que
litigan doña María García Taque de Tulcanaza, cacica principal y gobernadora del pueblo
de Tulcán, con don Patricio de Cisneros, vecino de la Villa de Ibarra”, 19 de julio de 1727.
ANE-Q, serie Indígenas, caja 41, exp. 2.
82. “Escritos de doña María Puntutasig, doña Martina González y don Santiago Caisa-
toa, caciques del pueblo de Machachi para que los hacendados del lugar no les apremien
con la integración de mitayos, pues tienen providencias a su favor que determinan que la
mita debe ser cumplida por la quinta parte del número de indios presentes en el lugar”, 5
de marzo de 1746. ANE-Q, serie Indígenas, caja 54, exp. 18, f. 1.
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31
[...] intolerable perpetuandose los indios [...] en una continua esclavitud [...]
y otros se ausentan de suerte que quedan desamparadas sus familia”.
83
la táCtiCa de los forasteros
El auge de los forasteros en el siglo XVIII y su acomodo en las comu-
nidades fue un reto para las cacicas. Ellas debieron crear lazos que les per-
mitieran, por un lado, tratar de contener la migración de sus tributarios y,
por otro, atraer forasteros a las comunidades. Por ello, la respuesta de las
cacicas era ambigua, si se trataba de gente huida de sus parcialidades eran
considerados “prófugos”; hay que recordar que los caciques debían entregar
los impuestos según las numeraciones hechas por la Corona y la ausencia de
un tributario debía ser cubierta. A la vez, las cacicas buscaban aprovechar
la mano de obra de los forasteros. Además, los caciques intentaron atraer
forasteros porque ellos pagaban menos impuestos y “se convirtieron en can-
didatos para realizar contribuciones voluntarias a las arcas de sus comu-
nidades originales y en blancos de la extorsión cacical”.
84
Durante el siglo
XVIII “alrededor de los forasteros giraban las maquinaciones de la política
sectorial”.
85
La Corona a su vez promovió la creación de parcialidades de
migrantes que contribuyeron a la desestabilización política de la esfera indí-
gena.
86
El desplazamiento indígena relajó las estructuras sociales y cambió
la composición de las autoridades étnicas y muchos forasteros pasaron a ser
parte de parcialidades de la Corona, administradas por caciques y cacicas.
Esos gobernantes constituyeron una renovada élite indígena que, gracias a la
administración de esta población otante, lograron movilidad social y poder
político”.
87
La organización de parcialidades constituidas por indios forasteros o
“vagabundos” dio acogida a “ciertos grupos de migrantes, que compartían
el mismo origen geográco pero se hallaban dispersos en pueblos diferentes,
alcanzaban un número suciente como para construir grupos autónomos”.
88
Los forasteros en los nuevos sitios de residencia no poseían tierra, carencia
que los liberaba de cumplir con la mita. Sin embargo, los migrantes con el
paso de los años, intentaban tener idénticos derechos que los indios nati-
vos, algunos lograron comprar tierra, con la ventaja de que esas propiedades
83. Ibíd., f. 3.
84. Powers,Prendasconpies..., 314.
85. Powers, “Inventing Chiey Legitimacy...”
86. Powers,Prendasconpies..., 247.
87. Ibíd., 245.
88. Poloni-Simard, Elmosaicoindígena...,114.
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32
estuvieron menos expuestas a usurpaciones. Además, si un forastero vivía
en un pueblo por más de diez años o se casaba “era automáticamente con-
siderado como originario con todas las obligaciones y privilegios de dicho
estatus”.
89
Asimismo, la tierra dejada por los indios migrantes generaba ambiciones
entre los caciques que estaban prestos a apropiarse de ella para ofrecerla a
otros forasteros o para incrementar las fuentes de riqueza de la comunidad.
Justamente por dominios de tributarios de la parcialidad de Tocagón, loca-
lizada en San Luis de Otavalo, se enfrentaron doña Antonia Titusunta Lla-
moca y doña Antonia Tocagón en 1766. La cacica Titusanta culpaba a su con-
traparte de un “despojo violento que ha hecho de las tierras del común de
los indios de mi parcialidad”.
90
El tema de las tierras y las cacicas se movió
entre la restitución y el despojo. Las gobernadoras noticaban a los jueces
que con “mano poderosa” les usurpan los bienes personales y comunales.
91
Por defender los dominios de sus indios sufrieron diversos atropellos.
92
Las
cacicas reiteraban que mediante “violento despojo” perdían el control sobre
sus recursos. La fuerza y los golpes eran aplicados también contra las cacicas
por los maridos, curas, vecinos, hacendados. Doña María Sanches Mollaca-
na, cacica principal de los indios Hambatillos en la provincia de Chimbo, de-
nunciaba en 1767 que don Patricio Parras, cacique de la Real Corona, estaba
obligando a su indios “a hacer mita para los asendados”, “quitándome [sic]
con grave despojo el derecho que tengo a esta mi parcialidad pues es visto
por otra ley recopilada que ningún casique [sic] puede entrometerse en lo
que no es suyo”.
93
Las chacras dejadas por los forasteros eran tomadas por mestizos o espa-
ñoles. También los caciques usaban la tierra de los ausentes para arrendarla
o venderla.
94
En 1685, en el pueblo de Sigchos, doña Francisca Zumba, cacica
principal, solicita a la Audiencia se le conceda licencia para vender “veinte y
89. Powers,Prendasconpies..., 312.
90. “Litigio por las tierras de San Roque pertenecientes a la comunidad de indios
sujetos a doña Antonia Tocagón, cacica de la parcialidad de Tocagón, en donde se ha in-
troducido y hecho reparto de tierras a indios forasteros doña Antonia Totusunta Llamoca,
cacica principal y madre de don Justo Alejandro Cabezas Puento, Pilla Inca de Salazar,
cacique y gobernador del asiento de Otavalo”, 25 de octubre de 1766. ANE-Q, serie Indí-
genas, caja 85, exp. 5, f. 4.
91. Ibíd., caja 35, exp. 8, f. 24.
92. Ibíd., caja 34, exp. 2, f. 31.
93. “Autos de Juan Tipantisa y consortes, indios residentes en el pueblo de Guaranda,
sobre el servicio de mita al que trata de obligarlos el cacique Patricio Parra, cuando ellos
son forasteros y su cacica es doña María Mollacona”, 9 de mayo de 1767. Ibíd., caja 86,
exp. 6, f. 11.
94. Powers,Prendasconpies..., 207.
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cuatro caballerías de tierras poco más o menos que cogen desde el río grande
hasta la cumbre arriba del cerro de Puellaman me las tiene entradas en dote
y casamiento con Don Joan Venitez mi marido que fue [...] y como tal dueña
que soy las e poseído yo y mis antepasados de tiempo inmemoriales a esta
parte sin contradicción de persona alguna”.
95
La petición de la cacica busca-
ba detener la ocupación ilegal del español Joan Muñiz Molinero quien se “ha
entrado en mis tierras yermas que tengo en la jurisdicción de Sigchos, distri-
to de Ysinbili con muchos indios forasteros”.
96
Para raticar que la tierra que
reclama la cacica era de su propiedad, llamó a varios testigos a declarar a su
favor, un mecanismo utilizado en los juicios para demostrar el derecho de
usufructo sobre un bien, cuando no se contaba con escritura, o cuando terce-
ros estaban reclamando el mismo terreno. Llama la atención que la tierra en
disputa fueran 24 caballerías, una porción de tierra de considerable tamaño
y que hace pensar en el poder económico de la cacica y su familia. Pese a ello,
en su declaración, para disuadir a los jueces, dice que:
por vernos pobres indios sin tener quien los ayude más que la piedad y calidad
de la justicia [...] se sirva demandar seamos amparados en dicha posesión me-
jorándola en que será en nuestro favor la posesión de dichos nuestros padres;
de sus abuelos por haber sido los primeros que se dieron por vasallos a nuestro
rey señor en la conquista de los españoles que ayudaron a ella hasta poner todo
el gentío de indios de su gobierno por vasallos tributarios quietos y pacícos y
cristianos.
97
La justicia falló a favor de la cacica y se autorizó la venta. En otro caso,
presentado por Bernarda Panincuango y María Ygualapiango, cacicas de
Cochasquí junto con Agustín Hujulastaba, indio, en 1643 contra Mateo Guz-
mán, un forastero que se habría apropiado de unas tierras de comunidad.
Para demostrar en el tribunal la arbitrariedad de Guzmán, las cacicas exhi-
ben una real provisión de amparo que protegía sus propiedades.
98
La peti-
ción de amparo las solicitaban los indios del común y los caciques ante la
Real Audiencia, aunque no siempre el tribunal fue muy efectivo al expedir
estos certicados porque a veces eran tierras disputadas por varias personas,
95. “Diligencia de doña Francisca Zumba, cacica de Sigchos, para poder vender vein-
ticuatro caballerías de las tierras de Colatio en términos del pueblo de Isinliví, las mismas
que las recibió como herencia de su padre”, 17 de agosto de 1685. ANE-Q, serie Indígenas,
caja 15, exp. 11, f. 2.
96. Ibíd., f. 41.
97. Ibíd., f. 44r.
98. “Bernarda Panincuango y María Ygualapiango, cacicas de Cochasqui y Agustín
Hujulastaba, Yndios, contra Mateo Guzmán por unas tierras”, 1643. AHI, fondo Municipio,
caja 254, doc. 1.
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34
y para evitar pleitos futuros, los bienes eran amparados “sin perjuicio de
tercero y con citación de circunvecinos”.
99
En 1717, doña Mensia Jaigua, cacica del pueblo de Penipe, abrió un caso
contra el capitán Gaspar de Espinosa Alcívar, alegando la ocupación ilegal
en sus tierras en el sitio de Guainay. La cacica denunciaba que a través de la
india Julia Tungo, el capitán Espinosa entró en sus tierras para cuidar una
manada de ovejas de Castilla y luego usó la tierra para cultivarla “ocupán-
dome mis tierras con manos poderosas y de estos [...] me fui a la ciudad
de Quito y traje despachos del Señor Presidente y Gobernador y ociales
Reales, quien me mando dar posesión y lanzamiento de la tierra”.
100
Los in-
dios “invasores” que la cacica denunciaba eran unos forasteros deseosos de
hacerse de un pedazo de tierra. En ese mismo sentido la cacica de la par-
cialidad de Tocagón en Otavalo, doña Antonia Tocagón, en 1760 denuncia-
ba la usurpación de las tierras de la comunidad “cometida por tres indios
connaturalizados”.
101
ConClusiones
Los estudios sobre la participación en la economía de las mujeres duran-
te el período colonial revelan que fueron protagonistas en diversos sectores
del mercado. Por su parte, las cacicas se involucraron en empresas comercia-
les y lograron consolidar una gran autonomía en el mundo de los negocios,
a pesar del condicionamiento de estamento y género. La toma del mando de
los cacicazgos por parte de las cacicas de la Audiencia durante la segunda
mitad del siglo XVIII, fue un proceso atravesado por diversas controversias;
aunque las cacicas eran legítimas portadoras del derecho a gobernar los ca-
cicazgos, esa autoridad siempre estuvo cuestionada por el resto de actores
políticos. Los opositores a las cacicas usaron la violencia y la retórica de la
diferencia sexual para persuadir a los jueces que ellas no eran dueñas de una
propiedad, algún negocio o del gobierno de alguna parcialidad. Sin embar-
go, esas “débiles” mujeres tomaron el control de diversos cacicazgos y cons-
truyeron mecanismos para defender su poder, sumaron a su estrategia un
99. Bonnett, Elprotectordenaturales...,76.
100. “Autos de doña Mencia Jaigua, cacica del pueblo de Penipe, por las tierras de
Gabiñai, las que se disputa con el capitán do Gaspar de Espinosa”, 15 de enero de 1717.
ANE-Q, serie Indígenas, caja 35, exp. 8, f. 1.
101. “Autos de doña Antonia Tocagón, cacica de la parcialidad de Tocagón en Ota-
valo, por la usurpación de las tierras de la comunidad cometida por tres indios conna-
turalizados en el lugar; tambien le han despojado otros indios, de sus tierras llamadas
Itulpiche”, 15 de septiembre de 1760. Ibíd., caja 76, exp. 316, f. 2 r.
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35
accionar efectivo en las cortes y la construcción de redes sociales y familiares
que las amparaban. Las fuentes resaltan su amplia participación en la vida
económica de la Audiencia y los casos sobre asuntos económicos conrman
lo que la historiografía ha dicho acerca de la vitalidad de las mujeres en
el mundo material colonial. Las cacicas reforzaron su autoridad generando
riqueza para sus familias y los indios de sus parcialidades. Usaron la tie-
rra, el trabajo de los forasteros, la compra-venta de bienes para aumentar su
fortuna personal y para cumplir con el pago de los tributos y las contribu-
ciones que las comunidades indígenas demandaban. Igualmente, las cacicas
reproducen las prácticas sociopolíticas de los caciques varones, ellas inten-
tan quedarse con tierras y tributarios de otros caciques. Además, las cacicas
provenientes de familias poderosas trataban de intimidar y sacar del juego
político y económico a las cacicas con menos tradición y poder.
La injerencia de las mujeres en el mercado colonial desmonta la idea de
que ellas permanecían recluidas en las labores de hogar. Sin embargo, no
conviene dejarse llevar por un exagerado optimismo, también en el ámbito
de la economía las mujeres debieron luchar contra el prejuicio de género.
Para las cacicas esa situación era clara: indios del común, caciques, hacenda-
dos y religiosos intentaban tomar ventaja sobre sus bienes y riquezas, apro-
vechando la desigualdad social entre hombres y mujeres. Más aún, al ser
parte de la nobleza indígena, debían además cuidar su buen nombre y no
participar de algunas actividades económicas que no parecían dignas para
una cacica. Este trabajo, en ese sentido intenta subsanar el descuido de las
investigaciones sobre las indígenas de la élite, quienes por razones de su
estamento participaban de los acuerdos políticos y económicos, distintos a
las indígenas del común. Por ello, es preciso cruzar la condición de mujeres,
nobles e indígenas, para explicar los alcances y restricciones que ellas tuvie-
ron en el ejercicio de su autoridad, y en el caso concreto de este artículo, de
las actividades económicas que emprendieron.
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