Procesos 56, julio-diciembre 2022 204
y hombres, con buena salud para enfrentar las actividades productivas y de
soporte de la institución en términos económicos es central.
Finalmente, se establece a quiénes iba dirigida la intervención del hos-
picio, el bajo pueblo, denominación que abarca un amplio espectro social
compuesto por los pobres, presos y leprosos entre otros, sujetos todos de la
idea de regeneración moral, disciplinaria y laboral ilustrada. Es interesante
observar el problema administrativo de denición y control de la plebe. Ya
no funciona el dispositivo de castas, entonces se implementará una nueva
clasicación poblacional, sustentada en la medicina. Aquí se opera una se-
lección, en primer lugar, en términos de utilidad para el trabajo, aquellos que
físicamente sean aptos se les disciplinará mediante la formación en algún
ocio; en segundo lugar, los otros con algún problema físico o médico con-
tarán con los cuidados del hospicio, y nalmente, una intervención moral,
para aquellos casos como son el de las mujeres contraventoras, todo para
combatir la “ociosidad pecaminosa”.
Los casos de las mujeres expuestos en el tercer capítulo se trabajan a
nivel colectivo e individual y dan voz y sentido desde abajo. Nos muestran
un espectro variado de participación de las mujeres, así como también su
compleja composición, aunque estén en un contexto donde prima la pobre-
za, es claro que la situación de las reclusas conducidas al hospicio, abarca a
distintos sectores sociales con niveles diversos de cultura, costumbres y mo-
ralidad, no es homogénea la realidad. A nivel colectivo, es claro que son un
sujeto relevante, ya que están al frente de los reclamos de los demás internos,
pero dejando claro el papel de aquellas mujeres que lideran los procesos, que
conocen y usan los medios con que disponen para lograr sus nes. A nivel
individual se abre otro panorama, un proceso más claro de choque de las
mujeres con las dinámicas de control social y moral que se están incorporan-
do. Evidencian las dinámicas sociales del mestizaje, las rupturas de la vida
cotidiana de la época con el esquema de control de la iglesia y el Estado, en
donde desde una posición subalterna no permiten que pasen sobre ellas,
posicionando con su voz su dignidad y derechos.
Los procesos judiciales que sostienen las mujeres exponen de manera
clara la crisis del sistema colonial, la doble moral de la iglesia, sus vicios,
la corrupción, la participación de terceros para ejecutar los castigos, entre
muchos aspectos, y por supuesto la violencia de género y los excesos del po-
der estructurales. Estos elementos no se quedan en este período, sino que se
heredan y algunos apenas van ahora en retroceso. Las autoridades expuestas
buscan sostener el orden deshecho mediante arreglos administrativos, pero
los posicionamientos en los alegatos que agencian las reclusas, hablan de un
orden establecido en las costumbres, consuetudinario, que ya tiene arraigo y
es parte de la vida cotidiana ¿de la mayoría de la población? Este elemento es