Procesos 54, julio-diciembre 2021 291
el tributo resultó imposible porque era el sustento de los funcionarios públi-
cos. Debido a ello, los caciques, guras importantes en la sociedad colonial,
en función del tributo ejercían inuencia sobre los indios para optar ya sea a
favor o en contra del proyecto juntero quiteño. Por otra parte, la plebe se ali-
neó con el realismo o la insurgencia de acuerdo con las relaciones clientelares
existentes; y a su vez, la población esclava buscó un bando que se alineara
con sus intereses.
En el tercer capítulo (pp. 129-162), se analiza otro actor importante: el cle-
ro. La adhesión de este a uno u otro bando no obedeció a jerarquías religiosas
ni lugar de nacimiento, sino más bien a lazos económicos, familiares y clien-
telares. La participación del clero en la contrainsurgencia fue vital, pues a
través del púlpito movilizaban a la población y mediante el confesionario se
indagaban las intenciones políticas y se las denunciaba. El clero realista tuvo
una clara inclinación hacia el regalismo, y muchos curas se mantuvieron e-
les a este, incluso, desobedeciendo la autoridad de prelados insurgentes. En
lo que respecta al clero insurgente, de acuerdo con Sevilla, es difícil ubicarlo
con un claro discurso. El análisis del papel del obispo Cuero y Caicedo antes,
durante y después de los sucesos de la revolución política, muestra clara-
mente un discurso cambiante, de acuerdo con las circunstancias de la época.
En los tres primeros capítulos, Sevilla evidencia cómo se constituyó el
realismo en la Audiencia que, ante la crisis de 1808 y la Revolución quiteña,
no mostró grandes diferencias con respecto al juntismo. A más de visibilizar
el realismo, un aporte del libro es identicar los elementos que diferenciaron
a cada bando. En el cuarto capítulo (pp. 165-220) se estudia la manera en la
que la contrarrevolución asimiló la crisis de 1808 y el juntismo quiteño. Las
abdicaciones de Bayona y la ocupación de la península por las tropas fran-
cesas generaron conmoción en territorio americano. En la Real Audiencia
de Quito, un año después, se estableció una junta el a Fernando VII, que
desconocía a las autoridades de la Audiencia. Esta junta buscó preservar el
territorio para la monarquía y asumir la soberanía del rey ausente, atacó los
privilegios y poder de las autoridades de la Audiencia y al poco tiempo fue
rechazada por las demás ciudades y por los centros virreinales. De esta ma-
nera, se formó un bando contrainsurgente que defendía la permanencia de
las autoridades audienciales. Esta primera junta fracasaría al poco tiempo y
Ruiz de Castilla sería restituido como presidente.
Tanto en la Península como en los pueblos americanos existió una cultu-
ra política idéntica, una misma simbología religiosa, y un delismo notable,
por ello hay una respuesta juntera generalizada. En esa medida, la recons-
trucción de las facciones es un gran aporte de Sevilla, pues ambos bandos
se muestran eles a la monarquía, pero actúan frente a la crisis de forma
distinta. Los realistas en 1809 representaron al absolutismo, mientras que