Lo incivil y lo criminal
Uncivilandcriminal
Oincivileocriminoso
Ana María Goetschel
FacultadLatinoamericanadeCienciasSociales(FLACSOEcuador)
Quito, Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-3130-4897
DOI: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n53.2021.2513
El libroIncivilycriminal.Quitocomoescenariodeconstrucciónestataldela
delincuenciaentrelosdecenios1960y1980 aporta de manera signicativa a la
historia del delito y la delincuencia así como a la historia social y de las mu-
jeres en el Ecuador y América Latina.
En 2014 se inauguró la cárcel de Latacunga, concebida como hito, ori-
gen o punto de despliegue de una rehabilitación largamente debatida desde
nales del siglo XIX. No ha pasado demasiado tiempo antes de que ese mo-
delo penitenciario muestre su verdadero rostro. En el libro MoralyOrden.
LadelincuenciayelcastigoenlosiniciosdelamodernidadenEcuador(2019),
muestro cómo en un momento anterior al estudiado por Andrea Aguirre, el
del liberalismo de comienzos del siglo XX, ya se ensayaron propuestas de
rehabilitación del delincuente mediante la disciplina y el trabajo. Pero esos
intentos de racionalización del sistema carcelario, lejos de llegar a ser plena-
mente modernos en un sentido foucaultiano, sustituyendo el castigo por la
vigilancia, el control y la rehabilitación constituyeron formas de civilización
del castigo, de acuerdo al término acuñado por Lila Caimari para Argentina.
Algo en lo que también coinciden otros estudios como los de Carlos Aguirre
para el Perú. Se trata de procesos de miserabilización de las personas conde-
nadas como delincuentes, o de construcción de vidas precarias, procesos que
venían gestándose desde los inicios de la modernidad con el garcianismo y
el liberalismo, pero que solo toman plena forma a partir de los años sesenta-
ochenta del siglo XX, momento estudiado por Andrea Aguirre.
Para entender el funcionamiento de los sistemas punitivos en una so-
ciedad concreta como el Ecuador, hay que acercarse a los discursos estatales
Procesos.RevistaEcuatorianadeHistoria, n.º 53 (enero-junio 2021), 290-293. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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y a la construcción de dispositivos como las leyes, los sistemas judiciales y
penales, las estadísticas y los imaginarios como constructores de la imagen
de las personas catalogadas como delincuentes. Pero, además, hay que rea-
lizar una historia desde adentro, como la que hace Andrea, desde los actores
sociales: hombres, mujeres y sus niños y niñas de condición “inferior”, pero
también desde los agentes policiales y personas involucradas directamente
en la acción punitiva del Estado.
Eso nos permite conocer a profundidad varios aspectos que me parecen
importantes; por ejemplo, que los centros de detención provisional y las cár-
celes no son instituciones fuera de la vida social sino que constituyen, más
bien, un continuo entre el mundo de adentro con sus dispositivos de castigo
y vigilancia, sus relaciones entre internos y guardianes, y el mundo de afue-
ra, de la calle, de los trajines callejeros, de la venta y el trabajo informal, de
las redes de sobrevivencia y cuidado de los más depauperados. Como señala
la autora: “los escenarios que constituyeron lo que llamo geografía del poder
punitivo del Estado, las calles, los calabozos, las ocinas de investigación
criminal, juzgados, correccionales y cárceles conguraron un ambiente con-
tinuo, de tránsito permanente de infractores, parcialmente abierto a quienes
componían sus redes de sostenimiento y cooperación social; de manera que
los centros de encierro no fueron lugares de aislamiento y disciplinamiento,
sino espacios de intimidad creciente con las autoridades, con quienes se lle-
vaba a cabo negociaciones cada vez más intensas y difíciles” (p. 12).
En ese sentido, es interesante la forma como está organizado el libro: en
el primer acercamiento a la investigación la autora se reere a las calles como
escenarios de la economía popular callejera y la sobrevivencia y arraigo de
sectores marginalizados o en riesgo de marginalización entre 1960 y 1980. En
el contexto de la aceleración del capitalismo dependiente, que trajo consigo
la migración masiva del campo como efecto de la reforma agraria y el creci-
miento sin precedentes de masas marginales en el ámbito urbano, se dio una
proliferación de actividades, en donde los límites entre lo legal y lo ilegal, lo
permitido y lo permisible no eran sucientemente claros. El Estado a través
de dispositivos policiales, no solo trataba de vigilar y controlar, sino que era
uno de los responsables de la producción de códigos de dominación racial y
patriarcal a partir de los cuales se creaba la imagen de los vagos, vagabundos
y sujetos peligrosos sobre indígenas y mestizos venidos a la ciudad; esto es,
sobre sectores del pueblo que no tenían domicilio ni trabajo estable, y que
se veían, de un modo u otro, involucrados en hurtos pequeños, contraven-
ciones y sospechas de todo tipo. Luego, Andrea analiza las prácticas de los
agentes policiales y judiciales en la represión de los rateros y descuideros,
que era el principal problema relacionado con la delincuencia en Quito en las
décadas de 1960 a 1980. Se señala que, a lo largo de estos años, se produjo la
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conversión imaginada de una multitud de los llamados vagos en delincuen-
tes peligrosos y el surgimiento de la noción de delincuencia como problema
público de primera importancia. Dialogando con mi propia investigación
puedo señalar que este proceso empezó a producirse ya a comienzos del
siglo XX, como justicación para el aumento del aparato punitivo del Esta-
do y de la violencia estatal. A continuación, la autora centra su atención en
la vida cotidiana de las personas privadas de libertad en los calabozos de
detención provisional y en las cárceles de varones. Se enfoca en su miseria,
la precariedad existente, las torturas, los motines como recurso extremo de
negociación, la aplicación de la ley de fuga; escenarios que, a la vez, abrían
intersticios de cogestión de la sobrevivencia y de la vida. Y por último, trata
la delincuencia que involucra a mujeres y los connamientos correccionales.
La Cárcel de Mujeres de Quito, entre 1970 y 1985, bajo la administración
de las religiosas del Buen Pastor durante el Gobierno de Camilo Ponce, se
constituyó en una institución correccional de tipo moral y de disciplina con-
ventual, algo a lo que también he venido siguiendo la pista para las épocas
garciana y liberal.
Considero que el aporte de Andrea Aguirre a la historia social de las mu-
jeres señalizadas como marginales y delincuentes, y para la propia historia
de las mujeres, es de gran valor.
A través de testimonios muchas veces conmovedores y de los casos ju-
diciales se puede ver la agencia de estas mujeres, primero, para sobrevivir a
través de actividades económicas de todo tipo, participación que nos enseña
la versatilidad propia de las mujeres activas en la búsqueda de la vida en las
calles, y segundo, cómo estos negocios constituyeron un factor vital para el
sostenimiento y la cooperación al interior de redes sociales. Andrea señala
que “incluso las mujeres dedicadas a los trabajos más precarios como la ven-
ta ambulante de cantidades mínimas de algún producto del agro o comida
preparada, así como la recolección callejera de cartón, que vivían hacinadas
en cuartos con sus familias, compatibilizaban el trabajo económicamente
productivo con el de cuidados, mientras los niños y niñas en capacidad de
hacerlo trabajaban con ellas”. Aunque estas actividades no tienen que ver
con la delincuencia, constituyen el telón de fondo de la sobrevivencia en
condiciones de desarrollo del capitalismo dependiente y de incremento de
la precariedad. También niños y niñas fugados de su entorno de violencia
familiar podían encontrar en las calles ambientes para tejer lazos de cuidado
mutuo y cooperación. Un caso conmovedor es el de una niña de casi 13 años
que arrendó un cuarto y ante la arrendadora se presentó como responsable
de un grupo de alrededor de 24 niños y niñas entre 9 y 16 años. Se trataba de
una familia de infantes que vivían del hurto prodigándose cuidados mutuos
y trabajando en cooperación.
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En palabras de la autora: “Madres, madrinas, señoras, busconas, putas,
perras, negociantes... Si algo resulta sorprendente en las memorias de mu-
jeres residentes en Quito, presas como reincidentes y en los documentos de
archivo, es la autonomía personal con la que actuaban las mujeres vincula-
das a la economía popular, a todo lo largo de la segunda mitad del siglo XX”
(p. 98). Pero también las mujeres sostenían a hermanos, padres, parejas que
estaban en prisión, estableciendo amplias redes de sostenimiento y coopera-
ción social y económica. Después de que las monjas del Buen Pastor se reti-
raron y —por lo tanto— los niños pudieron volver a estar con sus madres,
relata Andrea, hicieron que estos esfuerzos de gestión compartida de la vida
familiar encontraran a muchas abuelas conviviendo en la prisión con nietos
y nietas, como modo de liberar para el trabajo a mujeres de la familia que no
estaban recluidas. Las mujeres presas adecuaban cada celda, cada pabellón y
la totalidad del entorno penitenciario para la vida común, en el hacinamien-
to. Ellas seguían asumiendo su responsabilidad de crianza, manutención y
cohesión familiar.
Para terminar, quiero señalar el aporte metodológico de este libro. Es
resultado de una investigación desarrollada desde un conocimiento situado
y de compromiso político con las mujeres presas y con sus familiares, donde
se combina la historia oral y un exhaustivo trabajo del archivo de demandas
y expedientes judiciales del Consejo de la Judicatura. Pero es, además, pro-
ducto de un acercamiento sensible a la vida de las mujeres sujetas al sistema
carcelario o relacionadas con las redes familiares y de apoyo. Recuperar las
voces de las sujetas del control punitivo del Estado le ha permitido a Andrea
Aguirre realizar una historia que no ha sido contada en Ecuador; permite
devolver la historia a la gente con sus propias palabras, de acuerdo a lo que
señala E. P. Thompson.
El propio trabajo de Andrea Aguirre no hubiera sido posible sin la in-
serción de ella misma, como investigadora, en estas redes como parte del
trabajo del grupo Mujeres de Frente. De este modo, el libro Incivilycriminal
marca un parteaguas entre las formas convencionales de trabajo académico
y un tipo de investigación acción participativa, feminista y políticamente
comprometida.
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