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ecuatoriano, vista desde las transformaciones de su aparato jurídico y poli-
cial.
En relación con este último punto, Incivilycriminal nos muestra cómo la
criminalidad y la ilegalidad son campos que el Estado congura y donde a
la vez interviene y, de este modo, forman parte de lo que Foucault entendió
como la dimensión productiva del poder. Un efecto fundamental de esta ma-
nifestación del poder se produce en relación con el sujeto. La investigación
de Andrea Aguirre nos muestra cómo el poder de denición, categorización
y represión del Estado moldean al sujeto a lo largo de su ciclo de vida. Esta
perspectiva revela como borrosas las líneas entre la “decencia” y la desvia-
ción, la legalidad y la ilegalidad, y las propias fronteras del acto delictivo
aparecen así desdibujadas; entonces se puede comprender a la serie de ac-
tos considerados criminales en un contexto histórico especíco, no como un
momento aislado de la “normalidad” de la vida, sino como una trayectoria,
y esta a su vez, no como desviación, sino como una continua y violenta ins-
cripción de los sujetos a lugares sociales marginales en donde se aprende y
se practica la supervivencia cotidiana entre lo legal y lo ilegal.
En el núcleo de la producción estatal de la ilegalidad, según estudia el
libro de Aguirre, está el proceso de racialización como forma especíca de
dominación, parte de lo que en los estudios poscoloniales se denomina la
“matriz colonial del poder”. Un aspecto de la “indeseabilidad”, tomando
las palabras de Segato que Aguirre cita, es el supuesto implícito de que los
sujetos así comprendidos están permanentemente fuera de lugar: no perte-
necen propiamente a ningún espacio económico, social, racial o urbano; a
partir de ello funciona, por ejemplo, uno de los mecanismos de persecución
policial cotidiana, que consiste en detener a personas que parecen “sospe-
chosas” precisamente por estar en un lugar “incorrecto” o no estar ocupados
en una actividad considerada apta para ellos. En innumerables ocasiones,
esa presencia fuera de lugar consiste en el solo hecho de moverse en el es-
pacio urbano, cuando los “marcadores simbólicos” que reconoce el sentido
común, en palabras de Andrés Guerrero, identican en el sujeto sospecho-
so una pertenencia campesina o indígena. Es de este modo que el texto de
Andrea Aguirre proporciona pistas para pensar en la larga relación que a
lo largo de la historia se ha ido trazando entre producción de la ilegalidad,
racialización y movilidad.
En este sentido, la investigación que nos ofrece esta autora va más allá
del tema especíco del caso estudiado, para conectarse con el tiempo actual
y problemáticas contemporáneas que conguran la vida urbana en Quito
y otras ciudades latinoamericanas. Particularmente, a partir de los nuevos
procesos de migración internacional que han atravesado a la región en las
últimas dos décadas, la literatura reciente nos alerta sobre la conguración
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