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federiCa morelli. de los andes al atlántico. territorio,
constitución y ciudadanía en la crisis del imperio español.
qUito: Universidad andina simón Bolívar, sede eCUador
/ CorPoraCión editora naCional, 2018, 266 PP.
DOI: http://dx.doi.org/10.29078/rp.v0i49.746
En este estudio, Federica Morelli nos presenta una recopilación de sus re-
exiones sobre el período de la independencia hispanoamericana a lo largo
de estos veinte años de investigación. Los nueve artículos en este libro fue-
ron publicados originalmente en distintos momentos y en diversos idiomas,
pero tienen como eje unicador la profunda reexión que hace la autora
sobre tres conceptos imbricados: ciudadanía, territorio y constitución.
La obra está dividida en tres grandes secciones. La primera nos presenta
un estudio de caso: Ecuador y su tránsito hacia la conformación del Estado
republicano. En la segunda nos propone una mirada amplia –atlántica– al
enfocarse en cómo las ideas superan los espacios nacionales, imperiales y
continentales y circulan. En la última parte, la autora argumentará sobre la
noción de “herencia colonial” en las repúblicas latinoamericanas, y señalará
que los problemas y dicultades que estas sufrieron en sus primeras déca-
das de existencia estuvieron más relacionadas con la disolución del imperio
español y sus consecuencias en el espacio americano, que con el hecho de
arrastrar una “herencia colonial” que las frenaba.
Hoy en día es imposible acercarse al estudio de la Revolución de Quito y
a la independencia de Ecuador sin tomar en cuenta el aporte fundamental de
Federica Morelli. En el centro de su análisis sobre la transición de la Audien-
cia de Quito a la República del Ecuador están las nociones de “Estado mixto”
y de “cuerpos intermedios”. Morelli señala que el “verdadero” proyecto qui-
teño al proclamar la Junta de 1809 era el de formar un Estado mixto, esto es,
un sistema político característico del antiguo régimen en el que la soberanía
estaba compartida entre el rey y el reino, “que detentaba la tradición” y ejer-
cía control sobre el monarca. Otros autores ya han señalado el carácter “con-
servador” de la primera Junta quiteña, sin embargo frente a esta armación,
muy bien sustentada, es imposible no preguntarse: si el juntismo quiteño
proponía el retorno a un sistema político más cercano al antiguo régimen
que a la modernidad, ¿qué proponía el realismo quiteño que se le enfrenta-
ba? Tal vez la caracterización historiográca del realismo como puramente
reaccionario y aferrado al pasado sea más injusta de lo que pensamos. Quizá
eran ellos quienes, casi sin pensarlo, defendían una propuesta política más
moderna al defender una forma de monarquía que se remitía a un Estado
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con un poder centralizado y con una soberanía concebida de forma unitaria.
Pero, sea como fuere, la propuesta de Morelli da lugar a un sinfín de interro-
gantes que bien valen la pena continuar explorando, sobre todo si vamos a
salir de esa concepción patriotera y nacionalista de la independencia.
Por otro lado, Morelli indica que la disolución del imperio español y la
constitución de los Estados latinoamericanos evidenciarían la “victoria de
los cuerpos intermedios del Antiguo Régimen sobre el Estado moderno” (p.
17). Para la autora, la anarquía caudillista de los primeros años republicanos
se explica, en buena media, por la existencia de municipios o cabildos fuertes
que estaban en capacidad de disputar con el Estado central y por tanto de
apoyar a los caudillos locales. Así mismo, el “análisis de la dimensión muni-
cipal” permitiría cuestionar el hecho de que en la América española se haya
logado “implementar un modelo de monarquía absolutista y centralizado-
ra” (18); al contrario, desde las reformas borbónicas, dice ella, los cabildos
o cuerpos intermedios, como espacios de negociación y representación de
los intereses de la nobleza colonial, se fortalecieron. Esto explicaría, además,
el hecho de que ciudades como Cuenca y Guayaquil no se unieran a Quito
cuando esta formó su Junta en 1809. Para Morelli este rechazo al juntismo
quiteños no debe entenderse como respeto a la autoridad constituida, esto
es la Junta Central y la monarquía, sino como una defensa de los espacios
municipales. Esto supondría un primer nivel de fragmentación del territo-
rio audiencial. Si bien la propuesta de Morelli es muy interesante y remarca
acertadamente la importancia de que los municipios en la historia latinoa-
mericana, parecería que pierde de vista algunos elementos importantes de la
relación de Cuenca, Pasto, Loja, Guayaquil y de otras ciudades de la Audien-
cia, tanto con Quito como con las sedes virreinales.
En primera instancia, habría que señalar que estas ciudades no se enfren-
taron a Quito de manera aislada. Es decir, la documentación de la época nos
habla de cómo Guayaquil y Cuenca, particularmente, buscaron el apoyo de
Lima. Parecería que los cabildantes defendieron ese “territorio urbano-ru-
ral” que consideraban suyo, pero no solos. Buscaron el apoyo de una gura
con autoridad amplia y con poder unicador, que en ese momento no podía
ser otro sino el virrey del Lima. Es conocida la intensa y estrecha relación que
Abascal mantuvo con los gobernadores de estas ciudades, así como con sus
autoridades eclesiásticas. Los cabildos se apoyaron en los gobernadores, que
a su vez se apoyaron en el virrey para contener a los quiteños insurgentes. En
ese sentido sí habría que preguntarse nuevamente si la repuesta de rechazo
a la Junta de 1809 por parte de las otras ciudades de la Audiencia respondía
al deseo de mantener su autonomía municipal frente a Quito, o más bien al
deseo de mantener la unidad de un imperio que se desmoronaba. Explicar
el fenómeno de la Revolución de Quito solo a partir del fortalecimiento de
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los cuerpos intermedios negaría, me parece, las acciones concretas y exitosas
que en esas ciudades llevaron a cabo los realistas y la contrarrevolución. En
todas las ciudades de la Audiencia hubo quienes comulgaron con la Junta
quiteña y quienes se opusieron ella; y, sin duda, en el centro de esta disputa
estaba el concepto de soberanía.
Si la primera parte del texto nos habló sobre la fragmentación del terri-
torio audiencial, la segunda nos hablará de la unidad del mundo atlánti-
co. En esta sección Morelli nos lleva a pensar en el origen intelectual de la
independencia, no en términos de inuencia o adopción de modelos, sino
en términos de circulación de ideas. Fundamentada en autores como Ber-
nard Bailyn, Morelli defenderá la existencia de un “espacio atlántico” que
se extendía desde Italia, pasaba por Francia y llegaba hasta América. En este
espacio las ideas políticas, económicas y sociales uían, se encontraban y se
confrontaban. Ese sería el caso de las propuestas de Gaetano Filangieri, las
mismas que se difundieron en Quito a través de la reforma universitaria de
nes del siglo XVIII impulsada por el obispo Calama y por la conformación
de la Sociedad Económica de Amigos del País de la que participaron tanto
la élite intelectual como la nobleza quiteña.
Para Morelli el estudio de Filangieri permitiría “vislumbrar un nuevo
recorrido hacía la modernidad política” y a la vez nos ayuda a salir del tri-
llado debate de si el origen del pensamiento independentista quiteño está en
la ilustración francesa o en el pactismo de origen español. Si pensamos en
ideas en circulación y no en modelos impuestos o adoptados, es más factible
aceptar que, seguramente, los juntistas quiteños tomaron de una diversidad
de vertientes para organizar el movimiento de 1809. Pero, además también
nos lleva a pensar en que, si las ideas europeas uían hacía América, segu-
ramente las ideas americanas también circulaban hacia el viejo continente.
Dentro de esta perspectiva habría que dar una nueva mirada a las propues-
tas de personajes como Mejía Lequerica en Cádiz, quien, con seguridad, ayu-
dó a dar forma a la nación que emergió luego de 1812. A su vez, al poner
en diálogo la intervenciones de Mejía con lo que sucedía desde 1809, Quito
permitiría incorporar una dimensión liberal y moderna a la primera Junta
en lugar de verla exclusivamente como el “primer grito de independencia”.
Esta segunda sección del texto nos empuja a buscar nuevas líneas de in-
vestigación. Si bien hoy en día la historia intelectual está sobre la mesa de
trabajo de varios historiadores latinoamericanos, también es muy cierto que,
tal como señala la autora, es un tema aún poco explorado para Ecuador.
La última sección del libro nos lleva al análisis de los conceptos, así como
a repensar cuál es la dimensión atlántica de las revoluciones latinoamerica-
nas. Aquí, al analizar un concepto como “criollo” o “criollismo”, se pone en
evidencia que estas nociones como categorías identitarias son una construc-
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ción posterior al período colonial. En buena medida, la voz criollo fue un
recurso para que las repúblicas latinoamericanas construyan una identidad
propia y, más adelante, ya en el siglo XX, fue “parte de los de los debates so-
bre la crisis de los grandes paradigmas políticos y sociológicos en el proceso
de colonización” (187).
Se podría decir mucho más sobre el texto de Federica Morelli, pero con-
cluiré remarcando que el tener en un solo volumen esta diversidad de artícu-
los y por lo tanto de aproximaciones a un mismo fenómeno, no solo que nos
acerca a las reexiones de esta autora a lago de los años, sino que evidencia
su aporte al estudio de la crisis del imperio español y la formación de la re-
públicas latinoamericanas y, a la vez, nos permite vislumbrar lo mucho que
hay por trabajar al respecto.
Alexandra Sevilla Naranjo
Investigadora independiente