Procesos 49, enero-junio 2019 217
con un poder centralizado y con una soberanía concebida de forma unitaria.
Pero, sea como fuere, la propuesta de Morelli da lugar a un sinfín de interro-
gantes que bien valen la pena continuar explorando, sobre todo si vamos a
salir de esa concepción patriotera y nacionalista de la independencia.
Por otro lado, Morelli indica que la disolución del imperio español y la
constitución de los Estados latinoamericanos evidenciarían la “victoria de
los cuerpos intermedios del Antiguo Régimen sobre el Estado moderno” (p.
17). Para la autora, la anarquía caudillista de los primeros años republicanos
se explica, en buena media, por la existencia de municipios o cabildos fuertes
que estaban en capacidad de disputar con el Estado central y por tanto de
apoyar a los caudillos locales. Así mismo, el “análisis de la dimensión muni-
cipal” permitiría cuestionar el hecho de que en la América española se haya
logado “implementar un modelo de monarquía absolutista y centralizado-
ra” (18); al contrario, desde las reformas borbónicas, dice ella, los cabildos
o cuerpos intermedios, como espacios de negociación y representación de
los intereses de la nobleza colonial, se fortalecieron. Esto explicaría, además,
el hecho de que ciudades como Cuenca y Guayaquil no se unieran a Quito
cuando esta formó su Junta en 1809. Para Morelli este rechazo al juntismo
quiteños no debe entenderse como respeto a la autoridad constituida, esto
es la Junta Central y la monarquía, sino como una defensa de los espacios
municipales. Esto supondría un primer nivel de fragmentación del territo-
rio audiencial. Si bien la propuesta de Morelli es muy interesante y remarca
acertadamente la importancia de que los municipios en la historia latinoa-
mericana, parecería que pierde de vista algunos elementos importantes de la
relación de Cuenca, Pasto, Loja, Guayaquil y de otras ciudades de la Audien-
cia, tanto con Quito como con las sedes virreinales.
En primera instancia, habría que señalar que estas ciudades no se enfren-
taron a Quito de manera aislada. Es decir, la documentación de la época nos
habla de cómo Guayaquil y Cuenca, particularmente, buscaron el apoyo de
Lima. Parecería que los cabildantes defendieron ese “territorio urbano-ru-
ral” que consideraban suyo, pero no solos. Buscaron el apoyo de una gura
con autoridad amplia y con poder unicador, que en ese momento no podía
ser otro sino el virrey del Lima. Es conocida la intensa y estrecha relación que
Abascal mantuvo con los gobernadores de estas ciudades, así como con sus
autoridades eclesiásticas. Los cabildos se apoyaron en los gobernadores, que
a su vez se apoyaron en el virrey para contener a los quiteños insurgentes. En
ese sentido sí habría que preguntarse nuevamente si la repuesta de rechazo
a la Junta de 1809 por parte de las otras ciudades de la Audiencia respondía
al deseo de mantener su autonomía municipal frente a Quito, o más bien al
deseo de mantener la unidad de un imperio que se desmoronaba. Explicar
el fenómeno de la Revolución de Quito solo a partir del fortalecimiento de