Procesos 48, julio-diciembre 2018 131
1955 hasta 1962, y desde 1962 en adelante; es decir, desde el año de la prime-
ra fundación del museo, en 1955, hasta su reactivación, o tercera fundación,
en 1962, y desde esta última fecha en adelante.
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El análisis de esta periodización es clave no solo porque permite determi-
nar el momento en que efectivamente arrancan las actividades públicas del
museo, sino porque también permite ubicar el período en que la posición de
Marta Traba se consolidó denitivamente dentro del campo artístico nacional
a través de la institucionalización de su pensamiento;
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procesos inextricable-
mente unidos por el carácter particular de la concreción organizacional del
33. Aunque el proceso de creación y consolidación organizacional del Museo de Arte
Moderno de Bogotá es complejo, baste señalar por el momento que su primera fundación
se realizó mediante el Decreto n.º 2057 del 28 de julio de 1955 de la Presidencia de la Repú-
blica, bajo el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla (junio de 1953-mayo de 1957). Este
acto fue derogado mediante el Decreto n.º 150, en mayo de 1958, ya bajo el gobierno de la
Junta Militar que reemplazó en la jefatura del Estado a Rojas Pinilla. El museo fue vuelto
a crear como una institución privada ante el Ministerio de Justicia, según la resolución n.º
0478 de 1958 de esta entidad. Unos años más tarde, en 1962, el museo volvió a fundarse,
y desde esa fecha en adelante su actividad nunca se ha visto interrumpida, a pesar de su
periplo por las consecutivas sedes que ocupó, primero, en el centro de la ciudad (1963-65),
luego en el campus de la Universidad Nacional de Colombia (1965-70), más tarde en el
Edicio Bavaria (1970-71), y en el Planetario Distrital (1971-79), hasta arribar a su sede
denitiva sobre la Avenida 26. Véase Eduardo Serrano, El Museo de Arte Moderno de Bogotá.
Recuento de un esfuerzo conjunto (Bogotá: Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1979).
34. El concepto de institucionalización, dentro del corpus teórico de Bourdieu, está
directamente relacionado con el proceso de diferenciación de los campos; es decir de la
autonomización del espacio social en donde se ejerce y administra un tipo especíco de
saber. La conguración de organizaciones en las que no solo median los intereses de los
agentes particulares dentro de un campo sino que hacen posible la administración de un
conocimiento o saber particular, a través de un código de comportamiento, un sistema es-
colar o académico, o una red de organizaciones, y, con ello, la gestión de los procedimien-
tos que determinan socialmente la construcción de los habitus de los dominantes, pero
también la gestión de la consagración, está en directa relación con la naturalización de
tipos de violencia simbólica aceptadas normalmente, es decir, incorporada por la mayoría
de los agentes dentro de un campo particular. En este sentido, la institucionalización está
en directa relación con las dinámicas de legitimación del ejercicio del poder y de la admi-
nistración del monopolio de las posiciones dominantes, disimulando el carácter arbitrario
de las relaciones de fuerza; es decir, su historicidad. Así, la imposición de una posición
particular o de un conjunto de posiciones concomitantes supone su asunción como teoría,
escuela, misión o visión organizacional, o como norma propia del campo, y más allá, como
organización, en la forma de institutos, universidades, museos, asociaciones, agremiacio-
nes, corporaciones, sindicatos, laboratorios, etc. La institucionalización supone, entonces,
la concentración de capital simbólico y, en consecuencia, su administración a través de la
despersonalización, burocratización, ritualización y, sobre todo, anonimato y universali-
zación; dinámicas que, según Bourdieu, también están en la base de la emergencia y con-
solidación del Estado. Véase Pierre Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción
(Barcelona: Anagrama, 1997).
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