Procesos 49, enero-junio 201986
En el caso del Ecuador, según Clark, durante la Revolución Liberal y,
añadiríamos, bajo el Progresismo, surgió un consenso en torno a la reforma
nacional impulsada por el ferrocarril, pero por reforma nacional se entendía
antes que nada la regeneración de la economía y la sociedad de una Sierra
aislada en medio de las montañas y aparentemente impermeable a las fuer-
zas del progreso.
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El tren debía romper este encierro al abrir mercados para
la producción agrícola serrana, ya fuera en la Costa o en el extranjero, como
lo anunciaba con entusiasmo en 1885 Luis Cordero, uno de los principales
exportadores de cascarilla.
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Para el ingeniero Modesto López, los ferrocarri-
les, y las vías de comunicación en general, eran el mejor instrumento para
crear un mercado interno, obtener una homogeneización territorial y cultu-
ral y de ese modo consolidar la unidad nacional.
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El tren haría retroceder
las identidades regionales y las tendencias centrífugas, como vaticinaba Ca-
amaño: “solo el ferrocarril con su tráco podrá borrar algún día al maldito
regionalismo”.
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No hubo que esperar a que Alfaro popularizara la expresión
“obra redentora” para que se conriera una dimensión soteriológica a las
vías férreas. El propio Caamaño calicaba en 1894 el ferrocarril del sur de
“obra de general redención”.
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Durante el Progresismo, ya se vehiculaba la
imagen de un tren taumaturgo que, al ser la encarnación misma del progre-
so y la modernidad, por sí solo resolvería todos los problemas del país: “El
ferrocarril es para los pueblos por donde atraviesa vida, actividad, energía,
fuerza, movimiento, producción, riqueza, bienestar, orden, paz y moralidad
de las costumbres. En una palabra, el ferrocarril es, hasta cierto punto, la
síntesis de la perfectibilidad humana”.
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A pesar del entusiasmo que despertaron los proyectos de ferrocarril a me-
diados de los años 1880, todos los contratos terminaron fracasando, sea por el
deceso prematuro de los empresarios o porque estos nunca dieron inicio a las
obras. En cuanto al contrato con Palau, el tribunal arbitral proclamó su anula-
ción en 1891, mientras que el conicto con Kelly solo se resolvería durante la
Revolución Liberal.
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Varios factores conuyeron para dicultar la construc-
227-251; Juan Santiago Correa, “Ferrocarriles y soberanía: el ferrocarril de Panamá, 1850-
1903”, América Latina en la Historia económica.
27. Ibíd., 59-60.
28. “Cámara del Senado. Acta del 8 de agosto”, El Nacional, 16 de octubre de 1885: 4.
29. Modesto López, Los ferrocarriles (Quito: Imprenta de Sanz, 1892), 9.
30. Carta de José María Plácido Caamaño a Antonio Flores, Guayaquil, 27 de febrero
de 1889, Archivo Histórico del Ministerio de Cultura y Patrimonio, JJC.01649, carta 94.
31. “Informe del Sr. Gobernador de la Provincia del Guayas”, Informe del Ministro de
Obras y Crédito Públicos al Congreso Constitucional de 1894 (Quito: Imprentas del Clero /
Talleres Salesianos / EE.CC., 1894), s. r.
32. “El ferrocarril”, El Nacional, 25 de diciembre de 1885: 2.
33. “Sentencia del Tribunal Arbitral en el juicio sobre resolución del contrato para la