PROCESOS 51, enero-junio 2020
251
historiográfica general de viejo cuño, vinculada a la polarización política
conservadora-liberal ecuatoriana.
A pesar de que, desde su elaboración, las historias política y educativa
del país informan resultados renovados, los aportes de este texto en torno al
papel que cumplió el Estado liberal en relación a la formación de la nación
y el que en ese sentido se asignó a la educación, indudablemente merecen
ser destacados. Y es que, si bien desde la historia política se ha avanzado
significativamente en reflexiones preocupadas por problemas vinculados a
los procesos de integración nacional, los nuevos resultados salidos de esos
estudios no desdicen, en general, las conclusiones a las que la autora llegó
en su momento. En este sentido, merece subrayarse el engrane que establece
entre educación y política, porque a través de esa mirada sistémica no solo se
develan aspectos relacionados con procesos estrictamente educativos, sino
también con el desarrollo de la institucionalización política estatal y con la
integración nacional. En ese ámbito es relevante su acercamiento crítico al
laicismo, que rompió ataduras con visiones tradicionales que mitificaron
ese fenómeno, con fines políticos, abriendo con ello un nuevo campo de re-
flexión que se ha enriquecido recientemente. En este caso se muestra, de ma-
nera importante, cómo a la luz del laicismo el Estado se propuso emprender
una “conversión de la visión del mundo” con fines nacionales integradores.
Sonia Fernández Rueda
Investigadora independiente
Quito, Ecuador
ORCID: 0000-0001-7326-2122
PEDRO RÚJULA Y MANUEL CHUST. EL TRIENIO LIBERAL. REVOLUCIÓN
E INDEPENDENCIA (1820-1823). MADRID: LOS LIBROS DE LA CATARATA,
2019, 190 PP.
DOI: http://dx.doi.org/10.29078/rp.v0i51.862
España e Hispanoamérica conmemoran un bicentenario poco conocido.
Se trató de un episodio de nuestra historia atlántica, que inició con el pro-
nunciamiento militar del teniente coronel Rafael del Riego el 1 de enero de
1820 en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan, en España, y que
tuvo como consecuencia el restablecimiento del orden liberal amparado en
la Constitución doceañista. Aunque nos pueda sorprender, sus pormenores
y repercusiones se mantienen en el recuerdo de unos pocos interesados en
la historia de la primera mitad de aquel tumultuoso siglo XIX. Sin embargo,
fue un momento excepcional y revolucionario que cambió, en muchos senti-
252
PROCESOS 51, enero-junio 2020
dos, el devenir de España y de los países que se conformaron al disolverse la
monarquía católica, precisamente en esos años del llamado Trienio liberal, es
decir, entre 1820 y 1823. Al menos para la historiografía iberoamericana, este
período se ha visto opacado al ser precisamente los años en que se dieron las
últimas batallas contra los realistas, las consumaciones de las independen-
cias y la conformación de los Estados nacionales.
El 4 de mayo de 1814, Fernando VII desconoció la Constitución de 1812
y restableció el Antiguo Régimen. Así, la labor política y legislativa de las
Cortes quedó anulada. Aquella carta magna fue el resultado de un complejo
y dinámico proceso de negociación y aprendizaje sin precedente, que buscó
fusionar las ideas liberales modernas con la centenaria tradición española.
Sin lugar a dudas, se trató de un ensayo único que estableció la soberanía
de la nación, la separación de poderes, el sufragio universal masculino in-
directo, la libertad de imprenta, el derecho a la propiedad, la abolición de
los señoríos, entre otras cuestiones. En esa primera oportunidad no se logró
poner en práctica; habría que esperar hasta mediados de 1820 para verla en
pleno funcionamiento. Faltan investigaciones al respecto, pero es importante
señalar que se trató de una experiencia legislativa y constitucional que trans-
cendió, tanto en Europa como en las nacientes repúblicas americanas de la
década del veinte del siglo XIX.
La presión militar fue inmensa. Los sucesivos pronunciamientos colabo-
raron al éxito del levantamiento. No le quedó de otra a Fernando VII que
jurar la Constitución el 9 de marzo de 1820, causando un revuelo político a
ambos lados del Atlántico. Rápidamente, la carta magna abrió un espacio
significativo de acción y participación popular nunca antes conocido, en unas
circunstancias particularmente críticas, intensas y dinámicas que marcaron
esta experiencia constitucional española que los historiadores llamamos Trie-
nio liberal. Su proclamación, celebrada como un acontecimiento histórico, fue
calificada de divina. En América, los ayuntamientos constitucionales, las di-
putaciones provinciales y la milicia despertaron expectativas; en cambio, en
las regiones dominadas por la guerra causó una mala impresión, ya que afec-
taría el desarrollo de la guerra. Este poco conocido período de nuestra historia
se dinamizó aún más cuando en este lado del Imperio español se declararon
independientes México, Centroamérica, Panamá, Perú y Santo Domingo en
1821, y las victorias insurgentes de otras regiones como en Nueva Granada y
Venezuela fueron liquidando los ya mermados ejércitos realistas. No se pue-
de olvidar que las tropas acantonadas en Cabezas de San Juan tenían como
propósito apoyar en la pacificación de las antiguas provincias españolas. Los
insurgentes americanos, como entenderá el lector, celebraron que no se con-
cretara el envío de más de 10 mil efectivos militares a la región. Para ellos,
PROCESOS 51, enero-junio 2020
253
era cuestión de tiempo ganar la guerra y alcanzar la anhelada independencia.
De la noche a la mañana, los liberales españoles cambiaron la represión
militar por una política de reconciliación. Se anunció un alto al fuego y se en-
viaron comisarios para negociar con los insurgentes la aceptación de la Cons-
titución gaditana, con la promesa de una amnistía general. Sabemos cómo
terminaron estas negociaciones: los patriotas solo aceptarían el reconocimien-
to de su independencia absoluta por parte de España. Faltarían muchos años
para alcanzar esta aspiración. Más allá del fracaso político y militar del ab-
solutismo y el esfuerzo de los revolucionarios por retomar la senda perdida
en 1814, comenzó un corto, pero interesantísimo período, donde se dio un
cambio de dirección política y militar con respecto a las posesiones ultramari-
nas, específicamente las provincias insurgentes, que no eran pocas. En líneas
generales, se podrían considerar medidas encaminadas a evitar la desintegra-
ción definitiva del Imperio español por medio de una reconciliación. Creían
que los insurgentes abandonarían las armas aceptando el restaurado orden
constitucional como un pacto renovado de convivencia en el seno de la mo-
narquía hispánica. Nada más alejado de la realidad.
El libro más reciente de Pedro Rújula y Manuel Chust, titulado El Trienio
liberal. Revolución e Independencia (1820-1823) nos ofrece una síntesis crítica y
analítica de este período de nuestra historia. Uno de los aspectos destacables
del trabajo es que no se queda con una visión peninsular o americana del
Trienio; al contrario, integra una visión en conjunto de los territorios de la
monarquía hispánica a ambos lados del Atlántico, y un poco más allá, incor-
porando a Filipinas, la gran olvidada por las historiografías iberoamericanas.
La intención de sus autores fue aproximarse a un estudio cercano a los
acontecimientos en la búsqueda de una visión distinta del período, donde
al parecer, nadie era lo que parecía: “ni los moderados eran tan moderados
ni los exaltados tan exaltados; ni el rey fue tan torpe como se pretende ni la
religión tan espiritual como proclamaban sus ministros”; a esta advertencia,
agregaron: “ni los insurgentes tan revolucionarios ni siquiera los realistas
trasatlánticos tan serviles como se había pretendido” (p. 13). Un período de
manifiesta modernidad y de gran madurez política. La invitación es clara:
en primer lugar, revisar nuevamente, de manera crítica y analítica, lo que se
escribió para valorar las interpretaciones historiográficas que existen de esta
breve pero intensa experiencia liberal; y la segunda, regresar a las fuentes del
período en la búsqueda de nuevas preguntas y respuestas que nos puedan
brindar otra dimensión histórica del período.
Como claramente se señala en la introducción, el Trienio no se puede
ver como un fracaso del liberalismo, ni que la Constitución doceañista fuera
un texto con conceptos e ideas foráneas ajenas a la tradición hispánica. A
254
PROCESOS 51, enero-junio 2020
pesar de los problemas económicos y políticos internos, el régimen liberal
fue derrotado gracias a la intervención militar extranjera con el apoyo de
Fernando VII.
Durante estos años, el mundo hispánico fue el centro de la atención in-
ternacional “que lo contempla al mismo tiempo con ilusión y con temor,
como un mito para los pueblos y como un estigma para las monarquías ab-
solutas, con la esperanza de una primera ola de libertad capaz de romper
fronteras y con la impaciencia de quien no ve llegar el momento de poner fin
a una experiencia tan desestabilizadora como aquella” (p. 11). No era para
menos, los coetáneos lo tildaron de revolucionario. Así, la puesta en práctica
de la Constitución, entre 1820 y 1823, despertó la participación política de la
sociedad española amparada en el nuevo modelo liberal a través de diversos
procesos electorales que legitimaban las instituciones del poder local, pro-
vincial y nacional.
En el Trienio se encuentran muchas de las preguntas y sus respectivas
respuestas, sobre la política contemporánea española y, de manera particu-
lar, sobre el contexto que permitió la consumación de los Estados nacionales
de buena parte del continente americano. Es una cuestión que no podemos
perder de vista. Rújula y Chust insisten en la importancia de esa vinculación
entre los dominios españoles de ambos lados del Atlántico.
También es importante el estudio del Trienio sin caer en el anacronismo.
Solo de esta manera se podría entender las diversas posibilidades que se
dieron a las autoridades realistas e insurgentes en este lado del Atlántico.
No podemos estudiar este período pensando que terminó abruptamente a
los pocos años. La historiografía nacionalista limitó valorar lo que significó
para América el Trienio, “considerando, sin fundamento, que las naciones del
futuro estaban ya escritas de antemano en el destino de las gentes” (p. 14).
El libro está integrado por un crítico y analítico estudio introductorio
que sus autores titularon “El Trienio liberal. Un cruce de caminos”; una útil
cronología del período que da cuenta de los sucesos acontecidos en los do-
minios españoles durante esta experiencia; y una bibliografía especializada
que evidencia la escasez de estudios sobre estos temas, y más desde una
perspectiva amplia y comparada, como bien lo logra el texto reseñado. Valo-
rar la importancia de la aplicación de la carta magna doceañista durante los
años veinte en América -como señalan los autores- hubiera sido imposible
hace algún tiempo.
Para continuar con la estructura del libro, este cuenta con diez capítulos
titulados de la siguiente manera: “El pronunciamiento”, “La vida política”,
“El proyecto liberal”, “¿Y América?, De Nueva España a México, 1820-1822”,
“Los caminos de Centroamérica: doceañismo, anexión y república, 1820-
1823”, “Entre Constitución y bayonetas: de Cartagena a Perú, 1820-1824”,
PROCESOS 51, enero-junio 2020
255
“Las islas a salvo: Cuba y Filipinas”, “La reacción” y “La amenaza exterior”.
Como podrá evidenciar el lector, el caso americano tiene un espacio signi-
ficativo en la estructura del libro de Rújula y Chust. Además, se le prestó
cuidado a la dimensión política de lo ocurrido.
En plenas celebraciones bicentenarias, insistir en una revisión detallada
de la historia del Trienio liberal ayudará a entender lo difícil, dinámico y,
en ocasiones, contradictorio del proceso político, social y militar que expe-
rimentaron los antiguos dominios españoles en ambos lados del Atlántico y
en los primeros Estados nacionales que se formaron entre 1820 y 1823. Por
esta razón, considero que El Trienio liberal. Revolución e Independencia (1820-
1823) puede contribuir en esta causa.
Ángel Rafael Almarza V.
Instituto de Investigaciones Históricas
Ciudad de México, México
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Morelia, México
ORCID: 0000-0003-2870-087X