Procesos 50, julio-diciembre 2019226
El trabajo de Iván Párraga sobre la huelga universitaria de 1939 es la
primera investigación sobre esta importante lucha universitaria, y ha sido
realizado con una lectura atenta del contexto histórico general, y de diver-
sas fuentes históricas. El propósito es indagar lo que el autor calica como
“uno de los acontecimientos políticos de mayor trascendencia en la historia
universitaria”, producido en rechazo a la reforma a la Ley de Elecciones por
parte del Congreso Extraordinario de 1938, que desconocía el derecho de las
autoridades universitarias para designar a su cuerpo docente, lo que lesio-
naba gravemente a la autonomía universitaria proclamada en las Leyes de
Educación Superior de los años 1925 y 1938. Esto derivó en un enfrentamien-
to de las autoridades, los docentes y estudiantes de la Universidad Central
con el gobierno de Aurelio Mosquera Narváez en marzo de 1939. A los es-
tudiantes y maestros universitarios y secundarios, los actores principales de
esta lucha, se unieron en un frente común y llamaron a una huelga general
los días 21 y 22 de marzo de 1939, otros sectores de la sociedad organiza-
da, como los maestros, obreros textiles, tranviarios, trabajadores eléctricos y
transportistas.
Párraga se apoya en la explicación de Hernán Ibarra acerca de la creación
de estos frentes en la primera mitad del siglo XX, quien señala que fueron
resultado de alianzas entre capas medias y sectores subalternos, todos afec-
tados por las crisis económicas de aquellos años, que pugnaban por mayor
espacio de participación política, y que interpelaban al Estado a través de la
protesta urbana.
El gobierno de Mosquera Narváez, médico militante del Partido Liberal,
quien había sido rector de la Universidad Central, respondió a la huelga
con marcada hostilidad, utilizando los recursos represivos estatales y mo-
vilizando fuerzas de choque integradas por militantes del Partido Liberal.
El movimiento no recibió la solidaridad efectiva por parte de las otras uni-
versidades de la época, y los únicos sectores que expresaron un apoyo real
fueron los maestros, organizados desde 1934 en un sindicato, también de
los sectores de trabajadores organizados y de los estudiantes secundarios,
especialmente del Colegio Normal Juan Montalvo, que se declararon en paro
y se movilizaron.
Frente a la paralización de los servicios de transporte y de electricidad,
la ocupación de la universidad y el paro de la producción en las fábricas
en huelga, con estudiantes y obreros en las calles de Quito los días 21 y 22
de marzo, en el momento más elevado del enfrentamiento, el gobierno se
vio obligado a negociar. Pero no negoció con el conjunto del movimiento
sino únicamente con los sindicatos textiles y con los universitarios. Párraga
señala la división del movimiento universitario, con los estudiantes de la
Escuela de Veterinaria apoyando al gobierno, y las debilidades del conjunto
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