Procesos 50, julio-diciembre 2019 185
histórico quiteño, teñido de enraizados simbolismos hispanistas. Por ello, a
continuación, me referiré someramente a solo un aspecto de la complejidad
temática que aborda cada uno de los textos, para ilustrar los enfoques de sus
autoras y autores.
Un marco de tensiones caracteriza al centro histórico desconectado de
los planes urbanos, con sus signicados culturales minimizados por el “sa-
ber técnico” de la gestión empresarial pública, pues la ciudad se desarrolla
a espaldas de su pasado, argumenta Rosemarie Terán Najas, analizando la
política urbanística quiteña que creó la institucionalidad metropolitana para
la “puesta en valor” de las edicaciones patrimoniales. El relato hispanista
monumentalista de la “arqueología de rescate” que justicó las excavaciones
del metro, minimizó los hallazgos en el subsuelo de la plaza, dice la autora,
desconociendo que eran expresión de un complejo esquema de relaciones
coloniales de poder que ponen en entredicho la “cción” fundacional de
Quito de cara al papel de las ciudades en la conquista, la forma de damero
como organizador del espacio y la capacidad hispanista de crear núcleos
urbanos; tendencias que contextualizaron también los cambios espaciales y
simbólicos del complejo franciscano. De ahí que se requieran nuevos lengua-
jes patrimoniales que permitan entender la compleja relación entre subsuelo
y monumentalidad, conectando las temporalidades que “interrelaccionan
registros culturales distintos”.
Precisamente, la plaza de San Francisco, más allá de la estación de metro,
es un “lugar” único en la geografía de la meseta quiteña que guarda “memo-
ria, historia y signicados sociales” sobrepuestos en un mismo espacio: fue
un catu o mercado prehispánico intrarregional, más tarde una plaza-merca-
do conectada con las calles y plazas de la cuadrícula colonial, en la República
centro de actividad comercial, religiosa y política, y contemporáneamente
parque y luego plaza patrimonial, explica Inés del Pino. Desde la perspecti-
va del vínculo entre el lugar como lo íntimo y la geografía como lo abierto,
la investigadora destaca su importancia en un contexto más amplio, pues
la plaza fue parte de la red de nueve ferias itinerantes en la cuenca del río
Guayllabamba, se convirtió en el centro de control regional de los señoríos,
luego en el núcleo fundacional urbano vinculado a la topografía del entorno,
siempre conectando la “urdiembre de caminos antiguos”; después de ser el
parque Bolívar, con la declaratoria patrimonial la plaza se convirtió en sitio
de “contemplación y turismo”, y yo añadiría, ahora es una parada del metro
de Quito que atraviesa la ciudad y articula la movilidad del distrito metro-
politano, suscitando múltiples interrogantes.
Entre ellos, Susan V. Webster se pregunta: ¿cómo podemos concluir sobre
lo que solo podemos ver parcialmente, como en el caso de las excavaciones
de la plaza de San Francisco? Justamente cuando el sitio de los hallazgos es
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