Arqueología, patrimonio, memoria
Archaeology,heritage,memory
Arqueologia,patrimônio,memória
Eduardo Kingman Garcés
FLACSOEcuador
DOI: http://dx.doi.org/10.29078/rp.v0i50.803
Cuando se me propuso comentar el libro, al revisar su portada me mos-
tré escéptico con respecto a sus contenidos. El título acordado para la pu-
blicación era “El patrimonio en disputa, la plaza vs. el metro”, pero me pre-
guntaba y me pregunto si no hubiera sido mejor titularlo “La plaza frente al
metro y el patrimonio”. No se trata de una cuestión formal, tampoco de una
precisión teorética, ya que ello lleva implícito algunas de las políticas relacio-
nadas con los centros históricos. Aún cuando se pueden hacer distintos usos
de la noción de patrimonio, es posible que sea mejor hablar de disputas con
respecto al patrimonio que establecer diferenciaciones entre un buen y un
mal uso de este. A mi modo de ver el patrimonio no es una entelequia sino
un campo de fuerzas, y lo fundamental es saber ubicarse con respecto a ese
campo de fuerzas.
Cuando hablo de disputas me estoy reriendo a disputas sociales rela-
cionadas con la distribución del espacio y sus usos, pero también de disputas
simbólicas que, sin dejar de tener un ingrediente técnico, van más allá de
cualquier caracterización puramente técnica. De disputas, particiones y no
de usos más o menos apropiados a ser denidos desde una instancia espe-
cializada, la de expertos. Aun cuando el patrimonio ha pasado a formar par-
te de las políticas culturales, no hay que perder de vista su relación con otros
ámbitos como la industria del turismo, la renovación urbana, la seguridad
y la expulsión de poblaciones. Se trata de un problema semántico y concep-
tual, y al mismo tiempo político.
El libro ensaya distintas entradas, históricas y contemporáneas a un es-
pacio patrimonial afectado por la construcción del metro como es la plaza de
San Francisco. Se trata, en cierta manera, de un trabajo arqueológico, pero en
Procesos:revistaecuatorianadehistoria, n.º 50 (julio-diciembre 2019), 179-183. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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el que está implícito un cuestionamiento a la idea misma de arqueología. Me
parece que un mérito del libro es haber sabido organizar distintos recorridos
por el Quito del metro. Y me reero tanto a quienes como Cabrera Hanna o
Godard reexionan sobre los impactos de la construcción del metro, como a
los historiadores Burgos, Terán, Del Pino y Webster. Se trata de conexiones en-
tre distintos tiempos y situaciones en los que además de los autores participa
el lector. Leyendo el texto de Inés del Pino, por ejemplo, empecé a imaginar
todo el sistema de intercambios materiales y simbólicos organizados a partir
de la Plaza. En este caso, el archivo sirve de auxiliar a la memoria. El texto de
Susan Webster, por su parte, nos muestra hasta qué punto fue invisibilizada
la participación de la población indígena en la construcción de San Francisco
y por ende de la ciudad. Rosemarie Terán Najas hace uso de un conocimiento
pormenorizado de las políticas de patrimonio desarrolladas en más de dos
décadas, pero también de estudios históricos y arqueológicos para reconstruir
ese otro mundo que existía más allá de la plaza; la relación de la plaza con la
iglesia y con un mundo de intercambios y de sacralidad predominantemente
indígena. A esto último contribuye el importante artículo de Hugo Burgos.
No voy a detenerme en los estudios especícos que forman parte de esta
publicación, sino a cuestiones que atraviesan al libro en su conjunto. Lo que
llamamos patrimonio se caracteriza por sus contenidos concretos, esto es his-
tóricos, antes que generales o abstractos. El patrimonio es una problemática
propia de la modernidad, paralela a la formación de colecciones y museos.
La noción de patrimonio forma parte de los procesos de construcción de las
naciones y de reinvención de tradiciones como las del hispanismo, estudia-
da por Guillermo Bustos, o las del ornato estudiadas por mí.
1
El patrimonio
tiene que ver con la búsqueda de sentidos, de lo que da fundamento, pero el
cómo se lo hace depende de las circunstancias históricas. No ha funcionado
del mismo modo en Francia, en México, en el Cuzco, en Bogotá o en Quito. El
patrimonio toma, en muchos casos, la forma de historia monumental e his-
toria anticuaria, pero también existen discursos patrimoniales relacionados
con los proyectos totalitarios o con un tipo de historia aparentemente crítica
comprometida con las ideologías y las teleologías de Estado. En muchos ca-
sos se trata de la búsqueda de sentidos ahí donde estos se han perdido. Fue,
justamente, en la Alemania culturalmente mediocre del siglo XIX, cuando,
de acuerdo con Nietzsche, se desarrolló un culto por lo monumental y una
monumentalización del pasado. Pero en otros casos lo que opera es el olvi-
do. Cabe preguntarse cuáles son los usos que se dan hoy, en este momento,
1. Guillermo Bustos, Elcultoalanación.Escrituradelahistoriayritualesdelamemoria
en Ecuador, 1870-1950 (Quito: Fondo de Cultura Económica/UASB-E, 2018); Eduardo
Kingman Garcés, Laciudadylosotros.Quito1860-1940:higienismo,ornatoypolicía (Quito:
FLACSO Ecuador/Universitat Rovira e Virgili, 2006).
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cuando distintos proyectos poscoloniales de modernización de las ciudades
se han visto acompañados por una espectacularización del pasado.
La arqueología, tal como generalmente se entiende, constituye una disci-
plina, pero al mismo tiempo muchas de sus acciones han servido de justica-
tivo de políticas de intervención en áreas protegidas. Cuando se dice que es
el saber de los expertos lo que avala o no intervenciones en lugares con valor
histórico, como la de la Plaza de San Francisco, habría que preguntar cuáles
son los presupuestos cognoscitivos, sociales y políticos de esos saberes exper-
tos. ¿Qué lleva a los expertos a hacer cierto tipo de indagaciones y a desechar
otras? ¿Qué vestigios se encuentran, cuáles no y por qué? No se trata de una
práctica ingenua. El pasado arqueológico puede permitirnos pensar de otro
modo la historia de una ciudad, así como sus relaciones con el presente. Se
trata de objetos o residuos de objetos que tuvieron una signicación en el
pasado pero que pueden continuar siendo signicativos hoy. De manera pa-
ralela, tales pueden ser asumidos de manera cosicada como sedimentos,
curiosidades sin valor histórico e incluso basurales. Lo que está en cuestión
es el grado de seriedad de determinados estudios que sirven de base para
evaluar los impactos de las intervenciones en zonas sensibles de una ciudad
como es el caso de la Plaza de San Francisco en la ciudad de Quito.
Ya existen en Quito, en el mismo centro histórico, lugares destinados a
una arqueología separada del mundo social que les dio origen y separada
del espacio social contemporáneo en el que continúa reproduciéndose, bajo
condiciones de inequidad, el mundo de las comunidades al que debería re-
mitirnos la arqueología. La conversión del pasado en un pasado arqueoló-
gico separado de la vida, ya sea en una colección de piezas estéticas o como
desechos carentes de interés. Y es ahí donde me parece que hay una rica re-
exión en trabajos como los que aquí reseñamos, me parece que son trabajos
que ponen en cuestión la propia dimensión de los hallazgos arqueológicos.
Los relacionan con un campo de indagación más amplio, sociológico e his-
tórico.
Es posible que seamos un país sin arqueología o, para ser más precisos,
sin una preocupación suciente por la arqueología. Un país que no quiere
ni puede guardar huellas de ciertos momentos de su historia o presta poca
importancia a esas huellas. Un país construido en torno al hispanismo, y en
torno a la reproducción del hispanismo, pero también en torno a la idea de
progreso y desarrollo, a la necesidad de borrar todo lo que no se relacione
con el paradigma del progreso. Un país en donde, al mismo tiempo, se in-
corpora una visión edulcorada de los otros, despojada de contenidos. Es a
partir de ahí que hay que entender los usos de la historia y de la arqueología.
Tanto la arqueología como la historia pueden ser asumidas como reco-
lección de vestigios del pasado, de manera descontextualizada y poco com-
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prometida con una perspectiva crítica. Pero también es posible desarrollar
otro tipo de enfoque, en la línea de lo que Foucault y Deleuze llaman ar-
queológica.
2
La arqueología como método histórico, como posibilidad de
comprensión de distintas capas ubicadas entre el pasado y el presente, algo
que va más allá de los límites de la propia historia como disciplina. Sabemos,
a partir de Freud, que lo que llamamos consciencia está condicionado por
un juego de estraticaciones o ujos que tienen que ver con lo inconscien-
te y con lo no consciente. Vivimos atravesados por un cruce de relaciones
complejas, y esto es válido tanto para los individuos como para las socie-
dades. El pasado no es aquello que ha sido superado; el pasado existe en el
presente, forma parte de él, no como cosas que quedan, como remanentes o
como simples huellas, sino como supervivencias, como algo que habiendo
pasado sigue pesando sobre el presente. Esto quiere decir que todo esfuerzo
de comprensión debe relacionar estos distintos tiempos y estratos. El cono-
cimiento histórico depende de una lectura arqueológica, de una capacidad
de leer distintas capas tanto del presente como del pasado, relacionándolas
y contrastándolas. Cuando Walter Benjamin, en su libro sobre LosPasajes
hace un recorrido por el París del siglo XIX, por su arquitectura, sus calles
y su literatura, para luego dirigirse al metro y descender a las cloacas, hace
un recorrido arqueológico. Y eso es también lo que hay que hacer en el caso
de nuestras ciudades. También las ciudades andinas están hechas a partir
de diversos estratos o sedimentaciones, no solo aquellas visibles por las que
podemos organizar recorridos, sino también por aquellos que se nos ocultan
o que procuramos ocultar.
Lo que permite el metro en cualquier ciudad donde se ha instalado es
pasar de manera rápida de oriente a occidente, de sur a norte (es lo que
pasa en México o en Buenos Aires). El urbanitas curioso puede atreverse por
distintos mundos, a diferencia de lo que sucede en ciudades que siendo ex-
tensas, como el propio Quito, largo y estrecho, las formas de desplazamiento
son todavía lentas. Pero la historia o la antropología existen en la medida
en que facilitan otros recorridos no solo por lugares sino por distintas capas
temporales, por distintos tiempos.
¿Qué permite un trabajo como el que estamos comentando? ¿Qué es lo
que hace posible un trabajo de ese tipo? En primer lugar, veo que la forma
como ha sido organizado el libro rompe con las especializaciones, con la
tradición de un libro técnico concebido por expertos y orientado a expertos,
como forma de legitimación de la opinión de los expertos. Rompe con la idea
2. Michel Foucault, La arqueología del saber, trad. por Aurelio Garzón del Camino
(Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 1970); Giles Deleuze, Nietzscheylalosofía, trad. por
Carmen Artal (Barcelona: Anagrama, 2002).
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de que la opinión sobre la ciudad está o debe estar en manos de especialistas
de la arqueología, de la historia, de la sociología o del urbanismo capaces de
justicar planes de inversión minera o intervenciones como estas que modi-
can radicalmente la estructura de la ciudad.
El papel de la crítica es otro, el papel del pensamiento crítico es otro.
Su lugar no disciplinario es transdisciplinario y en movimiento. Capaz de
atravesar las distintas capas de una ciudad o de una sociedad, a través de la
antropología, de la etnografía, la literatura, la estética. Ese es el papel funda-
mental del pensamiento y creo que el libro ha logrado hacerlo.
Para terminar, quisiera relacionar la perspectiva abierta por este libro con
mis propios intereses como investigador, planteando la necesidad de hacer
otra conexión metodológica que es la conexión con la memoria. Los estudios
de base histórica incluidos en este libro muestran cómo en el pasado se yux-
tapusieron o entraron en juego el mundo hispánico y el mundo andino. Al
mismo tiempo que obedecían a lógicas distintas, muchas veces conuían, se
mezclaban, respondían a sentidos paralelos, sobre todo en relación a la esta
y a los trajines callejeros. Me reero a un espacio rico de relaciones que tenía
como lugares privilegiados las calles y plazas y que se siguió reproduciendo a
lo largo del tiempo, incluso en medio de la cultura de la separación instituida
en el largo plazo desde el momento mismo de las reformas borbónicas y que
tomó fuerza en la segunda mitad del siglo XX y sobre todo en la última década.
A pesar de que la cultura de la separación ha tomado forma en la ciudad,
como policía y como policía del patrimonio (así en la patrimonialización de
los espacios sagrados o en la expulsión de poblaciones del centro) hay un
mundo social que sigue en movimiento y que no ha muerto. San Francisco es
parte de ese mundo, no es solo un monumento o un espacio para el turismo.
Su esfera de inuencia va más allá de la plaza, hay un mundo muy fuerte,
de movimiento muy fuerte, de ujos muy fuertes en los espacios aledaños.
Es posible que indagaciones posteriores a este libro muestren la forma como
mucha gente se ve obligada a salir del área colindante a San Francisco debi-
do al metro y a la inversión inmobiliaria, pero el centro histórico de Quito es
gigantesco. El centro no es solo la zona patrimonializada, es un mundo más
amplio y es un mundo que tiene todavía una gran riqueza.
Yo diría, para terminar, que de manera semejante al trabajo que en este
libro han hecho los historiadores y particularmente historiadoras, orientado
a reconstruir la urdimbre a través de la lectura de archivos y de textos, hay
un trabajo fuera del campo académico que hace la propia población, y es
el de reconstituir ese tejido social. Muchas veces el centro ha sido vaciado.
Ahora, por la ineptitud de un alcalde, está nuevamente lleno. Espero que no
haya un alcalde lo sucientemente competente como para sacar de nuevo a
la gente del centro.
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