La invención de Humboldt y la destrucción
de las pirámides de La Condamine
The invention of Humboldt
and the destruction of The Piramids of La Condamine
A Invenção do Humboldt
e a destruição das pirámides do La Condamine
Mark Thurner
Universidad de Londres, Gran Bretaña
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Quito, Ecuador
ORCID: 0000-0002-8111-1145
Jorge Cañizares-Esguerra
Universidad de Texas, Austin, Estados Unidos
FLACSO. Quito, Ecuador
ORCID: 0000-0003-0509-8185
DOI: http://dx.doi.org/10.29078/rp.v0i51.867
El éxito editorial de la escritora Andrea Wulf, publicado en inglés
en Nueva York en 2015 con el título de The Invention of Nature: Alexander
Humboldt’s New World, y luego en Londres bajo el subtítulo de The Adven-
tures of Alexander von Humboldt The Lost Hero of Science, circula hoy en una
traducción al español publicada por Taurus en 2016. Esta edición ya no lleva
el subtítulo de “las aventuras del héroe perdido de la ciencia” sino, como la
* Para conmemorar los doscientos cincuenta años del nacimiento de Alejandro von
Humboldt, se llevó a cabo la Escuela de Verano Chimborazo, cuyo eje problemático fue “Des-
colonizar la Ilustración”. Dentro de las muchas actividades académicas de la Escuela en 2019
se desarrolló el Simposio Internacional La invención de Humboldt, gestionado por el Depar-
tamento de Antropología, Historia y Humanidades de FLACSO Ecuador y la Red Interna-
cional para la Historia del Conocimiento (LAGLOBAL), con sede en Londres. Este simposio
se propuso situar a Quito no como el paisaje exótico de indígenas y trópicos que hicieron
posible un Humbodlt, sino como el laboratorio global de modernidad que fue y sigue siendo.
Este no fue un evento sobre “la invención de la naturaleza”, sino sobre la invención colonia-
lista que sugiere que el científico prusiano fue el solitario héroe que inventó la naturaleza.
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 51 (enero-junio 2020), 201-204. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
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neoyorquina, “Del nuevo mundo de Alejandro von Humboldt”. Este cambio
es curioso debido a que el lector hispanohablante lo que menos encontrará es
el nuevo mundo hispano. Con la excepción de un brevísimo capítulo en que
la autora nos quiere hacer creer que el pensamiento revolucionario de Bolí-
var no es más que un mero reflejo del pensamiento naturalista del prusiano,
la autora dedica apenas unas 60 palabras de las casi 600 páginas del libro a
los sujetos conocedores que habitaban la América hispana cuando el barón
pasó por estas tierras.
El relato de Wulf reinventa a von Humboldt como el pionero solitario de
la crítica del Antropoceno, un héroe para nuestros tiempos. Pero Humboldt
es una de las figuras más canonizadas, no solo en círculos académicos sino
en todo el mundo. En Alemania es el héroe nacional por excelencia, después
de su amigo Goethe. Con este gesto retórico, Wulf justifica la recuperación
de Humboldt y sus ideas como nuevas, brillantes y de avanzada.
Al resaltar a Humboldt, Wulf borra por completo a los sujetos cognos-
centes del Perú, Cuba y México, tres países en donde las condiciones del
conocimiento previas fueron capaces de producir ideas parecidas e incluso
más sofisticadas que las del adinerado barón, con su cortejo de cargadores e
instrumentos. Es verdad que en el caso de la Nueva Granada (hoy Venezue-
la, Colombia y Ecuador), Wulf menciona a Mutis, Caldas y Montúfar, aun-
que siempre en roles subalternos. Estos y muchos otros sujetos cognoscentes,
insistimos, hicieron posible la obra y fama de Humboldt.
Wulf exalta a Humboldt como el descubridor del Chimborazo, pero en
realidad fue el Chimborazo el que hizo posible a Humboldt. Como ha de-
mostrado el gran historiador de la ciencia, Juan Pimentel Igea, la fama mun-
dial de Humboldt fue en gran parte producto de autoidentificarse con el vol-
cán Chimborazo. Humboldt hizo del volcán sublime un logotipo mundial de
la naturaleza tropical y de su propia fama y grandeza. Pero lo curioso es que
Humboldt no llegó a la cumbre ni tampoco ideó el concepto biogeográfico
de la verticalidad andina: el Chimborazo como un microcosmos de climas.
Como ha anotado recientemente el historiador colombiano Alberto Gómez,
el famoso dibujo de Humboldt, conocido en alemán como Naturgemaelde, na-
ció del apresuramiento por competir con Francisco José de Caldas, quien en
las mismas fechas había dibujado un perfil geobotánico distinto del volcán
Imbabura, mucho más exacto y empírico que el de Humboldt.
Este acto colonial y literario de desaparición epistémica del conocimien-
to a secas, el mismo que sostiene el mito heroico de Humboldt por doquier,
no nos debe sorprender. El libro de Wulf está tan bien escrito que, como
anotó el New York Review of Books, a menudo se lee como una telenovela. Es
un libro dirigido al lector común del norte. Al igual que Wulf, ese lector des-
conoce y desestima la historia del conocimiento en el sur.
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Para Wulf, el Ecuador y la América Latina en general son destinos exó-
ticos poblados de tarántulas y volcanes, donde el turista viene a sufrir soro-
che. Aunque Wulf recorre este país en helicóptero o en el avión del muy ho-
norable presidente de la Bundesrepublik Deutschland, pretende rememorar en
persona los sufrimientos de Humboldt. Tanto el deliberado olvido de las tra-
diciones intelectuales locales de las que abrevó Humboldt como el esfuerzo
por recapitular las experiencias exóticas del prusiano no descalifican a Wulf.
La cálida recepción del libro no es culpa de la autora. La culpa es nuestra.
Los culpables no somos solo los que investigamos, escribimos la historia
y perpetuamos narrativas heroicas; somos todos los que conmemoramos en
fechas simbólicas los mitos que nos rodean, convirtiéndolos en el aire que se
respira. Así, la narrativa de Wulf es en el fondo la misma que tanto niños de
escuela como extranjeros reciben todos los días en el parque temático de la
Mitad del Mundo, el sitio turístico más visitado del país. Allí, el Museo Ecua-
torial representa al Ecuador tal como lo definió Humboldt y los ilustrados
franceses encabezados por La Condamine que lo precedieron: un L’equateur
de objetos exóticos, no de ideas. Con la llegada de los viajeros ilustrados,
Quito pasó a identificarse como Ecuador, es decir, un espacio tropical exube-
rante en su diversidad biológica.
En el museo, los indios “salvajes” y “semibárbaros” descritos por ilus-
trados como La Condamine y Humboldt son vistos en dioramas, junto a ti-
grillos y zarigüeyas, como otros animales que pueblan el paisaje de los pisos
ecológicos del museo. A pesar de lo que nos quiere relatar y hacer experi-
mentar el museo, la expedición hispano-francesa encabezada por La Con-
damine nunca se interesó por la “mitad del mundo,” sino por medir tres
grados del meridiano para compararlos con aquellos de Laponia y así zanjar
un debate franco-inglés sobre la forma de la esfera terrestre. Las muchas
pirámides que La Codamine mandó construir en la Audiencia de Quito para
celebrar al genio francés y su rey buscaron conmemorar el uso de técnicas
trigonométricas en agrimensura, no la ubicación de la latitud cero. Las pirá-
mides se construyeron en Yaruquí, no en Pomasqui.
Estas pirámides fueron rápidamente destrozadas y abandonadas porque
los quiteños se negaron a ser borrados del mapa global del conocimiento
por los franceses. Las pirámides de La Condamine buscaban memorializar
la Ilustración como francesa, desestimando las contribuciones ibéricas. El
museo debería estar construido alrededor de este gesto de rebeldía. De car-
gadores indígenas a ilustrados dueños de hacienda, a botánicos burócratas
encargados del monopolio de quina, los quiteños hicieron posible la Ilustra-
ción global y entre todos hicieron pedazos las pirámides de La Condamine.
L’equateur tanto como el “Chimborazo” y el “Amazonas” no son dioramas
de historia natural, sino protagonistas pioneros de la globalización y la mo-
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dernidad. Cualquier narrativa que ofusque este hecho esencial merece ser
destruida.
No es nuestra intención promover la destrucción de la pirámide que los
quiteños construimos doscientos cincuenta años después de que destruimos
aquellas que erigió La Condamine. La pirámide de hoy alberga al Museo
Ecuatorial. Lo que queremos fomentar es un diálogo crítico y científico so-
bre lo que esa pirámide debe contener. Buscamos en esencia una discusión
pública sobre el legado de Humboldt, sobre el trasfondo epistémico que ha
hecho posible que otros nos definan, y sobre nuestra avidez por hacer de
esas definiciones eje de turismo e identidad nacional.