El imaginario femenino emeritense
y el advenimiento del movimiento sufragista
en Venezuela (1936-1947)
The Minds and Imagination of the Women of Mérida and the advent
of the Suffragette Movement in Venezuela (1936-1947)
O imaginário feminino em Merida e o advento do movimento
sufragista na Venezuela (1937-1947)
Edda O. Samudio A.
Universidad de los Andes
Mérida, Venezuela
edda.samudio@gmail.com
DOI: http://dx.doi.org/10.29078/rp.v0i51.849
ORCID: 0000-0002-4822-0542
Fecha de presentación: 25 de noviembre de 2018
Fecha de aceptación: 25 de septiembre de 2019
Artículo de investigación
Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, n.º 51 (enero-junio 2020), 177-196. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
Se indaga la participación de las mujeres en las organizaciones
políticas de Venezuela en la época posgomecista, entre mediados de
los años treinta y cuarenta, período histórico durante el cual
se constituyó el Estado-nación moderno. En este contexto se revisa
la intervención femenina en el sufragio, desde donde se realiza una
crítica al sujeto masculino del héroe/patriarcal, enraizado
en la perspectiva historiográfica venezolana, y se devela
un imaginario femenino que da cuenta del legado de las mujeres del
área andina y sus aportes en la trasformación sociopolítica
de la región, desde donde se cuestionan las narrativas
históricas convencionales.
Palabras clave: historia latinoamericana, historia de Venezuela,
historia de mujeres, Mérida, sufragio femenino, siglo XX.
ABSTRACT
The article explores the participation of women in Venezuela’s
political organizations in the period following the death of strongman
President Juan Vicente Gómez between the mid-thirties and forties,
a historical period during which the modern nation-state was
established. In this context, women’s participation in suffrage
is examined, on the basis of which a critique is developed of the
hero/patriarchal male, rooted in Venezuela’s historiographical
perspective. It reveals the minds and imagination of women and
provides evidence of the legacy left by women in the Andean area
and their contributions to the region’s sociopolitical transformation,
challenging conventional historical narratives.
Keywords: Latin American history, history of Venezuela, history of
women, Mérida, women’s suffrage, twentieth century.
RESUMO
O artigo investiga a participação de mulheres em organizações
políticas na Venezuela, entre meados dos anos de 1930 e 1940,
período histórico no qual o Estado-nação moderno foi constituído.
Neste contexto, revê-se a participação feminina no sufrágio,
realizando uma crítica ao sujeito masculino herói/patriarcal
enraizado na perspectiva historiográfica venezuelana, e revela-se um
imaginário feminino acerca do legado das mulheres na área andina
e suas contribuições para a transformação sócio-política da região,
questionando as narrativas históricas convencionais.
Palavras chave: História latino-americana, história da Venezuela,
história das mulheres, Mérida, sufrágio feminino, século XX.
INTRODUCCIÓN
Dentro del largo y complejo proceso de consolidación de Venezuela
como un Estado-nación moderno, encontramos un aspecto de primer orden:
el papel de la mujer y su implicancia en la política nacional, que forma parte
de un período histórico fecundo que comienza con el advenimiento de la
República (1830) y culmina con la conquista de los principios democráticos
modernos adoptados por el país (1947). Sin embargo, hay una etapa que se
muestra importante dentro de este proceso histórico, el período que va de
1936 a 1947,1 fase sociopolítica en la cual se puede establecer una clara dife-
renciación en la manera cómo se fue entretejiendo la participación pública de
la mujer y el papel de las organizaciones civiles en efervescencia.
Es importante apuntar que un buen número de estas organizaciones
mostraban una evidente tendencia partidista, conservadora y andrógina, la
cual situó a la mujer en un lugar “particular”, en medio de una construcción
discursiva que promovió una civilidad bolivariana y patriótica sui géneris.
Por tanto, resulta imperativo analizar el papel del imaginario femenino du-
rante el período señalado, considerando la diversidad de espacios nacio-
nales de una Venezuela en proceso de construcción, ya que las diferencias
socio-culturales cotidianas desempeñaron un papel significativo a la hora de
asumir la ciudadanía en el país, tanto en los ámbitos urbanos como rurales.
Desde la Cátedra Libre Historia de la Mujer2 hemos venido impulsando
de manera firme la idea de asumir la perspectiva de género en la investiga-
ción histórica, por el innegable papel que ha tenido la mujer en la construc-
ción del país y en la consolidación de la democracia como sistema político en
el siglo XX. Esto ha significado, además, hacer una crítica a la historiografía
centrada en el hegemón patriarcal, el cual se encuentra enraizado en la idea
del “héroe patrio”, con el fin de develar la vida, participación y legado de las
mujeres en los procesos de trasformación a nivel nacional. En este sentido, re-
conocemos la importancia de asumir la locución “género” como categoría de
análisis histórico. De esa manera podría impulsarse un proceso de reflexión
que permita fortalecer la participación de las mujeres en la historia como su-
jeto histórico activo; asimismo, profundizar en el análisis sobre lo femenino
en un contexto espacio-temporal amplio y dentro de una visión de conjunto.
1. Este estudio abarca los gobiernos de José Eleazar López Contreras (1936-1941),
Isaías Medina Angarita (1941-1945) y dos de los tres años del Trienio Democrático o “Trie-
nio Adeco” (1945-1948).
2. Cátedra instalada en la Universidad de los Andes (Mérida, Venezuela), 21 y 22 de
octubre de 2014.
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Por otro lado, las aportaciones teóricas respecto al imaginario, propues-
tas por autores como Jean Paul Sartre, Cornelius Castoriadis, Jaques Le Goff,
Roger Chartier, Celso Sánchez Capdequí y José Luis Pintos, entre otros, cons-
tituyen una invitación a repensar los niveles de inteligibilidad respecto al pa-
pel de la mujer en la sociedad.3 A pesar de la superposición de sus posturas,
queda claro que el imaginario permite retrotraer, de forma reflexiva y analí-
tica, aspectos que muestran, desde otro ángulo investigativo, la importancia
de lo femenino en el devenir histórico; ayudando a ampliar las posibilidades
de comprensión acerca del papel de la mujer en el contexto hispanoamerica-
no en general y venezolano en particular.
En consecuencia, definimos el imaginario femenino como una expresión
que designa los aspectos más importantes de lo que en apariencia pareciera
ser un “mundo femenino”, el cual ha sido creado, naturalizado y legitimado
por una sociedad como parte de su realidad, hecho que incluye las maneras
potenciales -individuales y colectivas- de sentir, pensar, desear e interactuar
cotidianamente; construyendo significados, discursos, valores y normas, los
cuales van delineando el papel de la mujer en policontextos espacio-tem-
porales disímiles, y acrecentando el debate acerca del rol de la mujer en el
ámbito de las ciencias sociales.4 En ese sentido, nos ocupamos del imaginario
femenino merideño a través del examen de la percepción del mundo y del
actuar de un sector de mujeres pertenecientes o vinculadas a familias de
prestigio social, económico y político de la sociedad merideña.
En este primer avance sobre un tema poco estudiado buscamos resaltar
el lado femenino de la historia emeritense, en el que queda patente la presen-
cia de “construcciones imaginarias” propias de su contexto. De esa manera,
en este trabajo resaltamos tres aspectos puntuales. 1. El papel del imaginario
femenino a la sombra de la política nacional y regional de la época. 2. La
importancia de la ciudadanía en la concepción de la mujer en la Mérida agro-
productora posgomecista (1936-1947). 3. El imaginario femenino en la Méri-
da provinciana a la luz de la Universidad de los Andes, en el marco de una
Venezuela que se expresaba socioculturalmente de cara a la modernidad.
3. Jean-Paul Sartre, La imaginación (Buenos Aires: Sudamericana, 1967 [1939]); Jean-
Paul Sartre, Lo imaginario. Psicología fenomenológica de la imaginación (Buenos Aires: Losada,
1997 [1940]); Cornelius Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad (Barcelona: s.
r., 1983); Jacques Le Goff, “Les Limbes”. En Un Autre Moyen Age (París: Gallimard, 1999
[1981]); Jacques Le Goff, El nacimiento del Purgatorio (Madrid: Taurus, 1985); Celso Sánchez
Capdequí, Imaginación y sociedad: una hermenéutica creativa de la cultura (Madrid: Tecnos /
Universidad Pública de Navarra, 1999); Juan Luis Pintos, “Algunas precisiones sobre el
concepto de imaginarios sociales”, Revista Latina de Sociología 1, n.º 4 (2014): 1-11, entre otros.
4. Sobre ese tema, véase Gilbert Durand, “L’exploration de l’imaginaire”, Circe. Ca-
hiers du Centre de Recherches sur l’imaginaire, n.º 1 (1969): 15-45; Baczko Bronislaw, Los ima-
ginarios sociales (Buenos Aires: Nueva Visión, 1969).
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CIMIENTOS DE LAS RELACIONES DE GÉNERO
EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX
El siglo XX venezolano comienza con una sucesión de acontecimientos
trascendentales que impactan la vida nacional, entre estos: el advenimiento
de la dictadura gomecista (1908), que sentó las bases de una Venezuela dis-
tinta a la heredada por las luchas intestinas de la segunda mitad de siglo XIX;
el estallido de la Gran Guerra (1914-1918), lo cual significó un acontecimiento
internacional que afectó las bases de las relaciones sociales entre mujeres y
hombres, estimulando cambios en los roles de género; y la explotación del
primer pozo petrolero comercial del país: el Zumaque 1 (1914), hecho que re-
presentó en lo sucesivo un acontecimiento sociosimbólico perentorio para el
cambio del modelo agroexportador predominante a otro de carácter rentista.5
No obstante, si bien Venezuela no estuvo ligada directamente a la guerra
internacional, esta permeó la economía agraria de la cual dependía, e im-
pulsó, en parte, el auge petrolero bajo la hegemonía gomecista, hecho que
desdobló también la realidad social y cultural del país. En suma, durante
esta etapa la nación entró más claramente en el radio de intereses estraté-
gicos (geopolíticos) de las potencias que marcaban el pulso de la economía
mundial. Por ende, la cosmovisión política de estos actores internacionales
también penetró la piel del país, trayendo como resultado que las regiones
comenzaran a experimentar cambios socioculturales en el marco de las rela-
ciones de género, entre ellas la región andina.
Todos estos acontecimientos forjaron un despertar de la conciencia po-
lítica en la mujer, es decir, afectó las bases culturales que la situaban en es-
tado de indefensión y ahora la iría haciendo partícipe de los asuntos del
país; atrás comenzó a quedar la imagen tradicional de mujer para dar paso
a la idea de mujer-ciudadana. Pero, resquebrajar los prejuicios asociados a
la mujer venezolana durante este período significó solo un primer paso. Sin
lugar a dudas, la experiencia bélica europea evidenció cómo muchas de las
mujeres pasaron de trabajar en el hogar, deberse a sus hijos y atender a sus
esposos, a ocupar puestos que no eran considerados “propios de su sexo”,
siguiendo la expresión de la época.
Esta nueva realidad conllevó a un debate respecto a la reestructuración
del papel desarrollado por la mujer hasta entonces, y su rol ante las necesi-
5. Es oportuno recordar que la Gran Depresión o Crisis del 29, que en Venezuela se
sintió en 1933, arrasó con el modelo agroexportador. Esta crisis del capitalismo en Vene-
zuela se solapó con el auge de la renta petrolera, la cual es la principal fuente de ingresos
del país hasta hoy.
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dades de cada época, una representación de lo femenino que llegó hasta la
ciudad serrana. Sin duda, como señalan Georges Duby y Michelle Perrot:
“Por la fuerza de la necesidad, la guerra elimina las barreras que separaban
trabajos masculinos de trabajos femeninos”.6 Este hecho no solo deja entre-
ver cómo ocupar otros puestos de trabajo, era ya un paso al frente hacia la
diferencia, sino que, además, permite apreciar cómo el trabajo intelectual se
volvió parte de su atractivo femenino, ya que reflejó una nueva estética pú-
blica frente al hombre. En todo caso, una mujer que usaba su intelecto para
comprender la realidad vivida, actuaba de una manera distinta y era capaz
de dialogar en otra dimensión discursiva con su par masculino, sin verse o
sentirse subordinada.
Así, el papel de la mujer en las sociedades europeas y en los Estados
Unidos sirvió de referente a las mujeres venezolanas. Tanto en el área eco-
nómica como profesional, intelectual y familiar, la subjetividad femenina
experimentó un cambio. Desde estas latitudes, las mujeres leían cómo otras
mujeres en el mundo ocupaban los puestos que dejaban los hombres para
irse a la guerra, lo cual ponía en evidencia el valor de su mano de obra (capa-
citada) y su rol como sujeto histórico proactivo, hecho que nutrió el imagina-
rio femenino de la época, caracterizado por los principios de independencia,
autonomía y reconocimiento social.
No es extraño que los datos demográficos europeos evidencien la rela-
ción entre la participación femenina en la vida pública nacional y la gran
cantidad de bajas masculinas en los períodos de beligerancia, ya que el gra-
do de ocupación de puestos de trabajo asumidos por las mujeres se ajustaba
a los requerimientos del drama social de la guerra y la posguerra. Por esa
razón, algunos intelectuales consideraron ese período como el de la mascu-
linización femenina de la nación. Como escribió el ensayista francés Gatún
Rogeot, la sociedad se encontraba en el “alba de una nueva civilización”. Por
su parte, el historiador parisino Leon Abensour hablaba del “advenimiento
de la mujer a la vida nacional”,7 expresiones que muestran la importancia
histórica y cultural del hecho en cuestión.
6. Georges Duby y Michelle Perrot, Historia de las mujeres en Occidente, ed. por Georges
Duby y Michelle Perrot, vol. V (Madrid: El siglo XX, 1993), 65.
7. Françoise Thébaud, “La Primera Guerra Mundial: ¿la era de la mujer o el triunfo de
la diferencia sexual?”. En Historia de las mujeres..., vol. V, 31-90.
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MUJERES CARAQUEÑAS, PIONERAS EN LA LUCHA
POR LOS DERECHOS POLÍTICOS Y SOCIALES FEMENINOS
Tras la muerte de Juan Vicente Gómez (1935), aparece en la escena políti-
ca el general Eleazar López Contreras. A su llegada, el país se inclinó por una
actitud civil.8 Como mandatario, López dio libertad a los estudiantes y a los
presos políticos por órdenes de Gómez, modificó el gabinete de ministros y
dio paso a una nueva imagen de la política nacional, tanto en términos prác-
ticos como sociosimbólicos. Su mandato ha sido considerado un período de
“transición” activo.9 En este contexto, se fueron gestando una serie de mo-
vimientos civiles que buscaron la instauración de un proceso democrático
donde participaran tanto hombres como mujeres.10
En ese escenario, cuando la participación política comienza a tener un
auge significativo, inició la conformación de los primeros movimientos y
partidos políticos en el país, inspirados en la llamada Generación del 28.11
De tal forma, se amplió la participación política, sobre todo proveniente de
las luchas clandestinas, ideándose, concretándose y publicitándose los pri-
meros partidos y organizaciones políticas de arraigo democrático, a saber: el
Partido Republicano Progresista (PRP), antiguo PCV;12 el Movimiento Orga-
8. Es oportuno hacer referencia a la Ley Lara, aprobada por el Parlamento en junio de
1936, destinada a controlar y reprimir las manifestaciones políticas opositoras, si hubiere
necesidad. Eleazar López Contreras, Gobierno y administración 1936-1941 (Caracas: Arte, 1966).
9. Al respecto, véase Manuel Caballero, Dramatis Personae: doce ensayos biográficos
(Caracas: Alfa, 2004); Eduardo Casanova, Eleazar López Contreras (1883-1973). El mago del
equilibrio, http://www.literanova.net/blog5.php/eleazar-lopez-contreras-1883-1974; Fer-
nando Coronil, El Estado mágico. Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela (Caracas: Alfa,
2016); Rebeca Gerardina Padrón García, “Del gendarme al prestigio moral necesario: la
transición en el Gobierno de Eleazar López Contreras”, Tiempo y espacio XXXV, n.º 68 (julio-
diciembre 2017): 129-149.
10. 1935 se ha considerado como el año en que se produce el primer reclamo femenino
sobre el derecho a ser contratadas en talleres y fábricas en Venezuela, hecho que tuvo lugar
mediante una misiva al presidente Eleazar López Contreras. Véase Luis Fernando Castillo
Herrera, “El renacimiento político: algunas observaciones frente al contexto venezolano
(1936-1947)”. En Mosaico electoral venezolano, comp. por Jaime Ybarra y Francisco Ameliach
Orta (Valencia: Fondo Editorial Carabobo, 2016), 203.
11. Formó parte de ella el poeta, dramaturgo, periodista, biógrafo, ensayista y ora-
dor Andrés Eloy Blanco, quien desempeñó importantes cargos públicos, llegando a ser
presidente de la Asamblea Constituyente de 1946, constituyéndose además en un tenaz
defensor del sufragio femenino.
12. El PCV se fundó en 1931. Antonio García Ponce, “Ricardo Arturo Martínez ‘Ro-
lito’ ”, El Nacional, 24 de agosto de 2019, https://www.elnacional.com/papel-literario/
ricardo-arturo-martinez-rolito/.
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nización Venezolana (ORVE), antes reconocido como ARDI, y la Federación
de Estudiantes Venezolanos (FEV), entre otros.
En la misma forma, las primeras organizaciones de mujeres caraqueñas
surgieron en soporte a los presos políticos y en la actividad clandestina con-
tra el dictador Juan Vicente Gómez.13 Se sumarían la Asociación Patriótica
de Mujeres Venezolanas (APMV) en 1933, la Agrupación Cultural Femenina
(ACF) en 1935, cuya consigna era elecciones libres para 1936.14 En ese mismo
año se creó la Asociación Venezolana de Mujeres (AVM); impulsadora del
Primer Congreso Venezolano de Mujeres en 1940, con conocimiento de los
problemas femeninos y cuyo impacto motivó el inicio de la construcción de
un movimiento social nacional con base en las luchas femeninas;15 es en ese
entonces que se crea la Casa de la Mujer Obrera, destinada a atender la salud
y la educación de las mujeres en horarios nocturnos, los cuales hasta enton-
ces habían sido ofrecidos a los hombres, a los trabajadores.16
Los gobiernos de Eleazar López Contreras (1936-1941) e Isaías Medina
Angarita (1941-1945), con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo,
ampliaron las libertades políticas y económicas: se reformó la Ley de Arancel
de Aduanas, se concibió el Programa de Febrero, el cual tendría como obje-
tivo reorganizar las bases estructurales del país y traería consigo mejoras en
materia de salud, vías de comunicación, economía, agricultura, educación,
administración pública, entre otras. A la reforma del Código de Comercio
se sumó la importante reforma al Código Civil en 1942, lo que significó un
avance para las mujeres, quienes desde sus organizaciones reclamaban sus
derechos sociales y políticos;17 así, legalmente pudieron tener la tutela de sus
hijos y administrar sus propios bienes sin necesidad de estar sujetas a un
esposo. También se les permitió obtener una profesión comercial separada
de la de su marido, lo que significa un avance en el reconocimiento de su
individualidad y su condición como ciudadanas venezolanas.
13. Véase el interesante estudio de Magally Huggins Castañeda, “Re-escribiendo la
historia: las venezolanas y sus luchas por los derechos políticos”, Revista venezolana de
estudios de la mujer 15, n.º 34 (junio 2010): 163-190.
14. Mercedes Fermín, “La mujer venezolana y la disolución del Congreso, 1936”. En
Pensamiento político venezolano del siglo XX, t. VII, vol. I, n.º 14 (Caracas: Ediciones del Con-
greso de la República, 1983), 567-570.
15. Gioconda Espina y Cathy A. Rakowski, “¿Movimiento de mujeres o mujeres en
movimiento? El caso Venezuela”, Cuadernos del Cendes 19, n.º 49 (enero 2002): 31-48, http://www.
scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1012-25082002000100003&lng=es&nrm=iso.
16. Ibíd.
17. De 1943 a 1947, las mujeres organizadas y apoyadas por hombres destacados en
la vida política venezolana, tales como Jóvito Villalba y el poeta Andrés Eloy Blanco, entre
otros, planteaban ante la Cámara del Senado su derecho al voto. Véase Castillo Herrera,
“El renacimiento político...”, 202-208.
PROCESOS 51, enero-junio 2020
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El 5 de mayo de 1945, el presidente Medina concede a la mujer el derecho
al sufragio, limitado al ámbito municipal; es a partir de entonces cuando
fundó el Correo Cívico Femenino, órgano desde donde continuaron la lucha
por la tan temida igualdad de género, centrándose en el derecho absoluto al
voto,18 conquistado plenamente con la Constitución del 5 de julio de 1947,
la cual concedió rango constitucional al voto femenino, directo y universal,
el de las analfabetas y mayores de 18 años; el 14 de diciembre de ese año lo
ejerció, por primera vez, en una elección presidencial; tiempo en que la mu-
jer se ejercita como figura pública, abriendo el compás de participación a sus
semejantes; proyecta así una imagen femenina en positivo.
En el ínterin, el 15 de marzo de 1946 se otorga el Derecho del Sufragio Uni-
versal a los venezolanos mayores de 18 años, sin discriminación por motivos
sociales, culturales o de sexo. Así, las venezolanas podían votar y ser elegidas
para la Asamblea Nacional Constituyente. De esta forma, en este período que
abarca dos años del Trienio Democrático (1945-1948),19 se comenzó a manifes-
tar un cambio significativo en la estructura social. La mujer cambia su imagen
tradicional y se convierte en militante activa dentro del sistema democrático
que germina, al punto de participar en los asuntos políticos de la nación. Co-
mienza a gozar de los beneficios implícitos en la noción de ciudadanía.
LA PRENSA EMERITENSE, ÓRGANO DIFUSOR
DE LOS NUEVOS ROLES DE LA MUJER
En este tiempo histórico, Mérida comenzó a sentir las “ráfagas” de la
modernidad experimentada ya por la capital, Caracas, de la cual formó parte
el influjo de las luchas feministas que escenificaron el despertar de las mu-
jeres latinoamericanas, quienes demandaban sus derechos ciudadanos en la
búsqueda de una sociedad donde imperara la igualdad de género, respal-
dada por un marco jurídico válido y eficaz que garantizara la paridad de
oportunidades y derechos.
En ese contexto, en Mérida, las primeras asociaciones femeninas apare-
cen organizadas por la curia, pues se trataba de grupos con carácter piadoso
y caritativo. Pero también se fundaron algunas agrupaciones con vocación
18. Véase Inés Quintero, “Madres y ciudadanas (la lucha por el sufragio femenino
en Venezuela)”, Cuadernos del Cendes, n.º 46 (2001): 53-71; Inés Quintero, “De la política
contingente a la política militante”. En Las Mujeres de Venezuela. Historia Mínima (Caracas:
Funtrapet, 2003), 11-26.
19. Véase Alfredo Angulo Rivas, “La Unión Federal Republicana: política, autonomía
y religión en Mérida”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, n.º 310 (abril-junio
1995): 95-110.
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PROCESOS 51, enero-junio 2020
diferente, como el Centro Cultural de Mujeres, una organización establecida
en abril de 1944, cuyo objetivo era fomentar la iniciativa política y cultural
entre las mujeres merideñas.20
En este escenario, la prensa representó uno de los medios de difusión más
importantes vinculados a la promoción del nuevo rol de la mujer. Comenzó
a observarse con mayor regularidad cómo estas desempeñaban múltiples
labores en las sociedades del primer mundo.21 En abril de 1944, por ejemplo,
en una de las notas aparecida en el diario El Vigilante, se hacía referencia a
un artículo del diario Nuevo Tiempo, donde se comentaba la necesidad que
había de “mujeres de verdad”, aduciendo a que en el panorama público solo
se veía “hombres por todas partes [...] pues la mujer moderna no tenía otro
pensamiento que el de subir peldaños en la escala de masculinidad física y
moral perdiendo su feminidad”.22
El 31 de agosto de 1944, el mismo periódico reseñaba que un significativo
número de mujeres inglesas, por su reconocida preparación técnica, ejercían
un rol prominente en la reestructuración de la industria británica de la pos-
guerra, pues en los últimos cuatro años, ellas habían logrado una estupenda
experiencia técnica; circunstancia que auguraba el incremento de su partici-
pación en el ejercicio de cargos prominentes.23 Un año más tarde, el mismo
periódico publicaba que la guerra había demandado de las mujeres un gran
sacrificio, por lo que más de 18.000 de ellas laboraban en Estados Unidos de
América, no solo desempeñando empleos antes ejercidos por hombres, sino
también haciéndose cargo de una diversidad de labores nuevas.24
De la Alemania nazi, asimismo, la prensa local emeritense reprodujo la
noticia de que el régimen hitleriano proveía de cuchillos a algunas mujeres
arias para ser arrojadas en paracaídas dentro de las líneas norteamericanas
en Londres, con la única misión de seducir a los soldados aliados y luego
asesinarlos.25 No obstante, es oportuno acotar que en tiempos del Tercer
Reich, la mujer se destinó a la cocina, la iglesia, los niños y como reproducto-
20. “Centro cultural de mujeres”, El Vigilante, n.º 2909, año XX, 5 de mayo de 1944: 4.
21. La presencia de la mujer en el trabajo no se produce en el siglo XIX, pero sí su
marcada preponderancia durante esta centuria con el advenimiento del capitalismo in-
dustrial. Véase Joan W. Scott, “La mujer trabajadora en el siglo XIX”. En Historia de las
mujeres..., vol. IV, 405-436.
22. “Se necesitan mujeres”, El Vigilante, n.º 2890, año XX, 9 de abril de 1944: S.C/1.
23. “La mujer británica en la posguerra”, El Vigilante, n.º 2994, año XX, 31 de agosto
de 1944: S.C/1, 3.
24. “Más de 18 mil mujeres trabajan en los Estados Unidos”, El Vigilante, n.º 3230, año
XXII, 19 de agosto de 1945: S.C/1-3.
25. “Mujeres alemanas provistas de cuchillos fueron arrojadas por paracaídas dentro
de las líneas norteamericanas”, El Vigilante, n.º 3076, año XXI, 27 de diciembre de 1944:
S.C/1.
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ra-cuidadora de la raza aria; aunque también, en su condición de súbdita,26
fue ocupada en una diversidad de oficios como soporte del régimen. Estu-
dios recientes revelan que la prostitución también fue utilizada como arma
durante la Segunda Guerra Mundial.27 Sin duda, la prensa tuvo una función
pedagógica antes y después de la guerra, sirviendo de agente promotor de
cambios sociales. Desde este enfoque, sostenemos que estas publicaciones
periódicas fomentaron el espíritu público en lo que atañe a los temas político
institucionales y a la construcción de una nueva sociedad.
Lo expuesto nos plantea que la triada condición femenina, formación
académica y acción pública insertó en el debate nacional a la modesta ciu-
dad andina. La formación profesional y la preparación adecuada de un sec-
tor de mujeres merideñas permitieron conquistar espacios relevantes en la
sociedad, e hizo sentir el empoderamiento de su palabra en la vida pública
emeritense. Igualmente, también evidenció el anhelo femenino de afiliarse
con sus congéneres, lo que hizo posible la búsqueda de un sufragio con par-
ticipación de la mujer.28 En todo caso, si esa lucha había surgido en el mundo
anglosajón, el derecho de ciudadanía permitía también a las merideñas, y a
las venezolanas en general, gozar de una vida política a puertas abiertas. Sin
duda, un paso muy importante entre la vieja idea decimonónica de la “mujer
florero”, y la mujer como representación de la igualdad social, propia del
nuevo siglo.29
EL IMAGINARIO FEMENINO EMERITENSE
A LA LUZ DE LA UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
Hasta las tres primeras décadas del siglo XX, los espacios estudiantiles
universitarios emeritenses fueron exclusivamente masculinos. Sin embar-
26. La joven alemana tenía la condición de súbdita y tan solo adquiría el derecho
de ciudadanía por el matrimonio o por el ejercicio permitido de una profesión u oficio”.
Véase “El rol de la mujer en el nazismo”. Millaray Carcamo Hermosilla, “Ideal y rol de
la mujer en la Alemania nazi o nacionalsocialista”, Academia.edu, http://www.academia.
edu/4491415.
27. Maren Röger y Emmanuel Debruyne, “From control to Terror. German Prostitu-
tion Policies in Eastern and Western European Territories during both World Wars”, Gen-
der & History 28, n.º 3 (noviembre 2016): 687-708.
28. Muy pronto se divulgó en Mérida el reclamo de las mujeres solicitando la modifi-
cación del artículo 23 de la Constitución nacional que limitaba el voto femenino a la esfera
municipal y convocaba a todas las mujeres a que se hicieran presentes y manifestaran tal
solicitud en las respectivas legislaturas. “Llamamiento femenino a los partidos políticos”,
El Vigilante, n.º 3073, año XXI, 22 de diciembre de 1944: CC/1-2.
29. Véase Lizette Jacinto y Eugenia Scarzanella, ed., Género y ciencia en América Latina:
mujeres en la academia y en la clínica (siglos XIX-XXI) (s. r.: AHILA, 2011).
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go, en el imaginario de las jóvenes merideñas debió acariciarse el sueño de
compartir con aquellos los novedosos conocimientos que se impartían en sus
aulas. Décadas antes, ese trascendental salto en la educación de la mujer se
había experimentado en la Universidad Central de Venezuela, en la inquieta
Caracas, ciudad que servía de referente cultural a los merideños.30 Ciertamen-
te, el hecho de que la misma formación ofrecida exclusivamente a hombres se
haya ampliado al ámbito femenino, debió inquietar e intimidar a algunos de
ellos; pero precisamente esa injusta ausencia de mujeres en aquellos espacios
motivó a las mujeres para hacerse profesionales ejemplares.
Un ejemplo de esta experiencia fue representada por dos jóvenes uni-
versitarias en Mérida: Olivia Díaz Albarrán y María Dolores Quintero;31 en
quienes queda patente la presencia de “construcciones imaginarias” propias
de su contexto, las cuales, interrelacionando tanto los aspectos vinculados
con su intimidad y acción familiar, como aquellos asociados a los espacios de
orden sociocultural, dejan entrever una actitud propia y una toma de cons-
ciencia de la experiencia caraqueña y, seguramente, de aquellos países que
hasta entonces habían gestado en su seno una revaloración del rol de la mu-
jer en el marco de un escenario de guerra y posguerra; entiéndase: Inglaterra,
Estados Unidos, Francia, España y Alemania.
Por ello, no sorprende que aquellas dos estudiantes de Farmacia acogie-
ran temerosas, pero decididas, la orientación del padre de María Dolores,
reconocido abogado, quien, al momento de graduarse su hija, ostentaba el
cargo de presidente de la Corte del estado de Mérida. Cabe acotar, como
correlato biográfico de esta estudiante, que la madre, apegada a los valo-
res tradicionales de los hogares merideños, no consentía que la hija “saliera
sola”, ni se desenvolviera fuera de las puertas del hogar, mucho menos que
compartiera libremente con jóvenes de su edad.
María Dolores Quintero y Olivia Díaz Albarrán figuraron como puntas
de lanzas en una dinámica intelectual y de acción que las convirtieron en
protagonistas de los cambios vividos en el escenario andino merideño. Deja-
ron de ser mujeres de “molde” para convertirse en sujetos partícipes de los
cambios de su época. Con ellas, los espacios universitarios, casi exclusiva-
30. Véase Edda O. Samudio A., “El ingreso de las mujeres a la educación superior
en América Latina. Los inicios de la presencia femenina en la Universidad Central de
Venezuela y en la Universidad de los Andes”. En Aspectos de la modernidad latinoamericana:
rupturas y discontinuidades, coord. por Rogelio Mora Valencia y Hugo Calcino Troconis
(Veracruz: Editorial Universidad Veracruzana, 2017), 109-127.
31. “Expedientes de Estudio”, t. 324, año 1935, Archivo de la Secretaría de Gra-
do de la Universidad de los Andes. Véase el estudio pionero de Marcela Rangel, “La
profesionalización de la mujer en la Universidad de los Andes, 1930-1960” (tesis de licen-
ciatura en Historia, Universidad de los Andes, 1999).
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mente masculinos, se comienzan a erosionar como escenarios androgénicos
para dar paso a la temida imagen de la mujer que seduce con el intelecto y
la pluma.
Dentro del imaginario emeritense de la época, los factores familiares y
sociales se presentaron como elementos definitorios de gran peso. El doble
valor de estas estudiantes reside en que, sin la anuencia de sus progenitoras,
con el temor de salir del espacio doméstico (seguro) y acuciosas al exponer-
se al murmullo frecuente de quienes al verlas caminar exclamaban: ¡ahora
las mujeres estudiando!,32 vencieron el tradicional y arraigado concepto de
la mujer y de su honor, asociado a la sexualidad,33 y lograron concretar en
papel aquello que comenzó con un simple anhelo. Sin duda, se supieron
situar frente al asombro propio de una sociedad conservadora, estupor que
si bien se podría ver como común para la época, no abandonaba un cierto
matiz “ofensivo” para la inteligencia de la mujer, cuyo actuar se continuaba
controlando.34
En una Mérida apegada a una formación ética y moral religiosa, donde
tal como lo revelaba El Vigilante en junio de 1944, algunas madres, aferradas
a los convencionalismos sociales que pautaban el comportamiento de la mu-
jer, frenaban la superación femenina, al asociar los estudios universitarios
con libertinaje, con un amenazador desenfreno en la disciplina hogareña.
Por esa razón, aparecerá en aquella misma nota periodística la suspicacia de
su autor, quien postulaba la conciliación antes que sacrificar el reconocido
anhelo de ilustración que inquietaba a la juventud femenina de entonces.35
Además, coincidiendo con el articulista, en esta época se buscaba impe-
dir que las estudiantes confundieran la libertad concedida por sus padres
para lograr su anhelada superación, con lo que denominaban un “perjudicial
desenfreno”,36 y sugería, con el mismo tono conservador de una madre, que
tuvieran una actitud controladora respecto a los compañeros y compañeras,
y sobre las horas de comida, salida y retorno de las hijas a la casa.37 Sin lugar
a dudas, el que las jóvenes buscaran su superación personal y escaparan del
tutelaje doméstico, inundaba de temor los ambientes cerrados del hogar tra-
32. Para ampliar esta temática, véase Pilar Gonzalbo Aizpuru y Berta Ares Queija,
coords., Las mujeres en la construcción de las sociedades iberoamericanas (Ciudad de México:
El Colegio de México, 2004).
33. Véase Michel Foucault, Historia de la sexualidad 1. La voluntad del saber, 2.ª ed. (Bue-
nos Aires: Siglo XXI, 2008).
34. “Palpitación del día. Estudiantado femenino”, El Vigilante, n.º 4, año XX, 29 de julio
de 1944: 1 y 4.
35. Ibíd.
36. Ibíd.
37. Ibíd.
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dicional, pero también a una sociedad apegada aún a un sistema de valores,
creencias y costumbres “deshonrosas”, normado por la Iglesia.
Queda claro que esos prejuicios y actitudes hostiles no impidieron que
en ese entonces, más de una decena de muchachas que se preparaban en las
aulas andinas cumplieran su sueño: capacitarse profesionalmente y actuar
en la vida pública, al tiempo de contribuir con su participación en la con-
solidación del embrionario Estado moderno. Ello nos permite considerar a
las mujeres universitarias como motor fundamental de un cambio en esta
sociedad encadenada a atavismos patriarcales, de los cuales han sido y aún
son copartícipes; tema fascinante de un futuro trabajo.
En este estudio hemos podido percibir cómo la formación profesional fe-
menina y la preparación adecuada para conquistar espacios en la sociedad, en
los diversos escenarios de la vida pública, estuvo asociada al anhelo femenino
de afiliarse con sus congéneres; circunstancia que fortaleció la tenaz búsque-
da de la mujer por el sufragio; lucha que surgió en el mundo anglosajón y que
impulsó el derecho de ciudadanía que permitió su participación abierta en la
vida política venezolana. Con ello, un viejo paradigma se resquebrajaba, y la
mujer, sutilmente consciente de su derecho como sujeto, empezó a batallar
abiertamente en la esfera pública, pugnando contra todo aquello que atentaba
y aún atenta contra el poder que su capacidad y fuerza pueda ejercer.
LA MUJER MERIDEÑA EN LOS MOVIMIENTOS
SUFRAGISTAS PARADIGMÁTICOS DEL SIGLO XX
Un ejemplo de la embrionaria participación de la mujer merideña “puer-
tas afuera”, en la política, fue proporcionada por la formación de la Unión
Federal Republicana (UFR),38 un partido regional que incluía a hombres y
mujeres de reconocido prestigio social, al cual se sumaron algunos sacer-
dotes. En mayo de 1946 se institucionalizó esta organización política, cuyos
componentes eran: el conservadurismo originario por la influencia del cato-
licismo; el patriotismo, el bolivarianismo, un férvido nacionalismo que re-
chazaba toda influencia extranjera, al que se sumó un componente nuevo: el
federalismo, opuesto al centralismo; partido que muy pronto irradió por el
resto del país.
De esta manera, la mujer fue incorporándose progresivamente a los
cambios políticos, económicos, sociales y culturales que experimentaba Ve-
nezuela; su presencia y acción estuvo presente en la vida política emeriten-
38. Nelly Hernández, Unión Federal Republicana. Un partido político merideño 1946-1948
(Mérida: El Lápiz, 2013).
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se como protagonista y no como simple espectadora; en junio de 1945, en
un acto calificado como dignamente emocionante, un grupo de mujeres, ya
con sus respectivas cédulas de identidad,39 se aprestaban a cumplir el acto
de inscripción electoral.40 Desde los inicios del partido político merideño
(1946), las mujeres de la Unión Federal Republicana participaron en los co-
mités femeninos en los distintos municipios. Teresa Santoromita de Quiño-
nes fue postulada por el partido a la Asamblea Constituyente en septiembre
de 1946,41 elección en la que la Unión Federal Republicana logró mayoría.
Otras damas de este movimiento como María Elena de Mora Márques, Irid
de D’Filippis y Consuelo Calles de Alfonso fueron sugeridas como suplentes
de diputados para el Congreso Nacional en 1947; mientras un buen grupo
de señoras participó como testigo en la votación y escrutinios de las mesas
electorales del municipio.
La formación de la mujer merideña en las lides de la política las capaci-
tó, además, para desempeñar hábilmente una importante labor pública, así
como relacionarse de forma notoria y sin traba con los distintos sectores de la
sociedad. Bajo sus propios lineamientos, se dedicaron a la tarea de concien-
tizar a otras mujeres respecto a la responsabilidad que tenían como electoras
y elegidas, condición que como ciudadanas adquirieron y fortalecieron entre
1945 y 1947.42 Las mujeres de la Unión Federal Republicana, vinculadas por
sus maridos o familiares al partido, formaron también la Comisión Directiva
Femenina del partido, a la cual se le dio la estructura de Consejo Directivo.
De esta forma, a ellas correspondió formar las Comisiones Directivas
Femeninas Municipales y preparar a sus miembros en la labor de ganar a
nuevas simpatizantes o militantes para el partido. A propósito de la con-
tienda política, es oportuno mencionar a Ilva Muller de Corredor, quien al
manifestar sus intereses políticos gesta una postura en la política regional,
marcando un precedente en relación con el voto de sus conciudadanas, al ser
elegida concejal en este período; a ella se atribuye la condición de primera
concejala en Venezuela.
39. “La mujer venezolana y el derecho al sufragio”, El Vigilante, n.º 3160, año XXII, 10
de mayo de 1945: S.C/1.
40. Se reseñaba que el “regocijo patriótico se reflejaba en sus rostros y un hálito de
alegría circulaba en sus labios”. “La mujer de Lagunillas se inscribe para el voto”, El Vigi-
lante, n.º 3197, año XXII: 1 de julio de 1945: S.C/1.
41. “La Unión Federal Republicana”, El Vigilante, n.º 3415, año XXIII, 5 de junio de
1946: 4.
42. Entre las mujeres que formaron aquellas comisiones femeninas en 1947, desta-
caba la insigne educadora Josefa Barrios Mora, quien se desempeñó desde muy temprana
edad como ayudante de su madre en la escuelita municipal de Zea; en 1920 fue nombrada
maestra de una escuela federal unitaria y entre 1935 y 1953 dirigió la Escuela Graduada
O’Leary, para jóvenes.
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Así, un nuevo imaginario femenino emeritense se fue construyendo, in-
clusive, desde las luces de la Universidad de los Andes, pero encontró su
proyección y concreción entre las sombras de una política nacional, la cual
germinaba junto a los anhelos democráticos que animaban indistintamente a
hombres y mujeres a dejar atrás la dictadura y el belicismo y abrazar la lucha
libertaria; en suma, la causa ciudadana.
Lo señalado en los dos puntos anteriores nos lleva a delinear una tran-
sición de orden cultural importante: la Mérida que cierra el largo siglo XIX,
aquella de familias de reconocido prestigio social, academia, obispado, eco-
nomía agrícola próspera y en gran medida conservadora, se abre paso a los
cambios generacionales del siglo XX. Gradualmente se soslayaban los obs-
táculos geográficos y se gestaba una integración con el resto del país, lo cual
acarreaba intercambios importantes de ideas y patrones de conducta, a la
par de las actividades económico-sociales y políticas.
Se erosionaban así valores femeninos otrora tenidos en grado superlati-
vo. La participación femenina en la vida de la ciudad se hacía cada vez más
diversa y activa, aun en medio de actitudes masculinas hostiles hacia la par-
ticipación pública de la mujer. Sin embargo, el hombre comenzaba a percibir
que no solo era necesario el reconocimiento de la capacidad de la mujer, sino
estratégicamente conveniente a la hora de hacer efectivo el ejercicio demo-
crático. Los movimientos de participación impulsaban y fortalecían nuevos
valores que se mantienen en el tiempo. Sin duda, una transición difícil, pero
con cambios favorables para el reconocimiento de los roles femeninos en la
ciudad serrana que dejaron de estar circunscritos a la vida privada.
El lapso que transcurre de 1936 a 1947 refleja un quiebre con los patro-
nes políticos tradicionales, restringidos a los hombres. La mujer demostraba
que no solo podía tener capacidades cívicas sino éxito en sus aspiraciones.
Además de conquistar el derecho al sufragio en 1945, con el primer logro del
voto, activo y pasivo, para la formación de los concejos municipales. Luego,
el 15 de marzo de 1946, el Derecho del Sufragio Universal que se concedió
a los venezolanos mayores de 18 años, sin discriminación por motivos so-
ciales, culturales o de sexo. Así, las venezolanas podían votar y ser elegidas
para la Asamblea Nacional Constituyente, derecho que ejercieron por prime-
ra vez el 27 de octubre de 1946.
En aquel tiempo la mujer comienza a construir discursos, ocupar espa-
cios y realizar funciones cada vez de mayor influencia en la vida nacional.
Atrás fue quedando el exclusivo mundo del hogar y la iglesia, mientras la
calle y los salones de debate se abrieron ante la nueva señora, moderna y
profesional que emerge en una ciudad cada vez menos llena de comentarios
sexistas. Entonces la Universidad de los Andes, a tono con su presencia que
se inició en los años treinta, impulsaba definitivamente la incorporación de
PROCESOS 51, enero-junio 2020
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la mujer como sujeto de derecho a la vida nacional con la promulgación, dos
años más tarde, el 5 de julio de 1947, de la Constitución que consagró el voto
femenino, directo y universal, el de las analfabetas y mayores de 18 años;
tiempo en que la mujer se ejercita como figura pública, abriendo el compás
de participación a sus semejantes; proyectando una imagen femenina en po-
sitivo.
Mérida, la siempre culta y salubre, fue viendo cómo por sus calles se
paseaban estudiantes y sufragistas. Contempló cómo la mujer se empode-
raba poco a poco de la palabra y modelaba un futuro sin tutelaje. La ciudad
fue testigo de cómo los movimientos sufragistas paradigmáticos del siglo
XX se convirtieron en referentes directos para su lucha; las señoras se docu-
mentaban y discutían públicamente. Además, reformulaban los caracteres
del imaginario femenino emeritense y, con el advenimiento del movimiento
sufragista venezolano en pleno, se incorpora a la vida ciudadana, a partir de
un elemento catalizador definitorio: el voto.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Aproximarse a delinear las divergencias que dieron forma a un imagina-
rio femenino en los distintos espacios del territorio nacional venezolano se
hace imperativo para una historiografía aún escasa de investigaciones sobre
la mujer en el ámbito emeritense. Sobre todo, si se considera que las repre-
sentaciones político-económicas y socioculturales de la sociedad desempe-
ñaron un papel principal a la hora de asumir la participación femenina en
términos de ciudadanía. Por esto, la perspectiva de género en la investigación
histórica no solo permite hacer una crítica al sujeto masculino aún presente
en la perspectiva historiográfica venezolana (héroe/patriarcal, actor funda-
mental), sino desvelar la vida, participación y legado de las mujeres venezo-
lanas, en general, y las merideñas en particular.
Reconocemos así la importancia de asumir la categoría género con el fin
de incorporar a las mujeres en la historia, resaltar su papel como sujeto histó-
rico central y no marginal, al tiempo que buscamos profundizar en el análisis
sobre el imaginario femenino en un contexto espacio-temporal y con una vi-
sión de conjunto. Olivia Díaz Albarrán, María Dolores Quintero, las afiliadas
a la Unión Federal Republicana e Ilva Müller de Corredor T., relacionadas o
pertenecientes a familias con reconocimiento social, económico y político de
la sociedad merideña, quienes representan una parte de esa feminidad que
interrelaciona intimidad, acción familiar, dinámica laboral y ocupación de
espacios; en medio de un país en pleno proceso de consolidación del pro-
yecto de Estado-nación. En consecuencia, Mérida se vuelve, en fin, escenario
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activo y no pasivo de la lucha y la participación femenina, escribiendo un
apartado más en la inacabada historia de la mujer andina, en la que el tema
de sus derechos y reconocimientos aún no está resuelto y donde el juego de
los imaginarios se hace presente como parte del proceso histórico. Después
de todo, hay que recordar las palabras de Michel Pastoureau cuando señala-
ba que lo imaginario es siempre a la vez el modelo y el reflejo de la realidad.
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