Asociaciones, benecencia, educación y teatro.
Salta, primera mitad del siglo XIX
Associations,Charities,Education,andTheater.
Salta,rsthalfoftheTwentiethCentury
Associações,benecência,educaçãoeteatro.
Salta,naprimeirametadedoséculoXIX
Víctor Enrique Quinteros
UniversidadNacionaldeSalta
Salta, Argentina
enriquequinteros84@gmail.com
ORCID: 0000-0002-0661-9803
DOI: http://dx.doi.org/10.29078/rp.v0i51.848
Fecha de presentación: 25 de agosto de 2019
Fecha de aceptación: 19 de noviembre de 2019
Artículo de investigación
Procesos.RevistaEcuatorianadeHistoria, n.º 51 (enero-junio 2020), 11-40. ISSN: 1390-0099; e-ISSN: 2588-0780
RESUMEN
Este artículo aborda el estudio de las nacientes experiencias
asociativas modernas en la ciudad de Salta (Argentina) durante
la primera mitad del siglo XIX, con el propósito de analizar
las relaciones entre el Estado provincial y la iglesia local, tras
la disolución del orden colonial; para lo cual se examinan
la conguración de la benecencia decimonónica y la paulatina
conformación de una incipiente esfera pública moderna.
De manera particular, se caracterizan las asociaciones que se crearon
al margen de la jurisdicción eclesiástica y, a través de ellas, se reseñan
algunas de las expresiones del proceso de secularización
en el período señalado.
Palabras clave: historia latinoamericana, historia de Argentina,
Salta, historia cultural, asociaciones,
benecencia, educación, teatro, siglo XIX.
ABSTRACT
The article tackles the emerging experiences of modern
associationalism in the city of Salta in Argentina in the rst half of
the twentieth century, for the purpose of examining the ties between
provincial governments and the local church, after the collapse of the
colonial order. To this end, it also examines the structure
of nineteenth-century charities and the gradual rise of the modern
public sector. In particular, it describes the associations that were
established on the margins of church jurisdiction
and summarizes some of the manifestations of secularization
in the above-mentioned period.
Keywords: Latin American history, history of Argentina,
Salta, cultural history, associations, charities,
education, theater, nineteenth century.
RESUMO
Este artigo aborda o estudo das nascentes experiências associativas
modernas na cidade de Salta (Argentina), durante a primeira metade
do século XIX, objetivando analisar as relações entre o Estado
provincial e a Igreja local, após a dissolução da ordem colonial; no
qual se examina tanto a conguração da benecência nos
Oitocentos quanto a gradual conformação de uma incipiente esfera
pública moderna. Em particular, caracterizam-se as associações
instituídas à margem da jurisdição eclesiástica e, por meio delas,
são descritas algumas das expressões do processo
de secularização no período indicado.
Palavras chave: História latino-americana, história da Argentina,
Salta, história cultural, associações, benecência,
educação, teatro, século XIX.
INTRODUCCIÓN
Durante la primera mitad del siglo XIX, en un contexto convulsionado
por los efectos de la guerra,
1
las cofradías y hermandades religiosas de ori-
gen colonial (que todavía funcionaban en el seno de los diversos templos
de la ciudad y que constituían los principales espacios de sociabilidad aso-
ciativa) experimentaron una serie de transformaciones que propiciaron la
reconguración de su sonomía. Cambios que se vincularon más con las
modicaciones que operaron en el ámbito de las prácticas religiosas que con
el alcance de programas liberales/anticlericales orientados a disminuir el
poder de las corporaciones eclesiásticas, como sucediera en otros nacientes
Estados americanos.
2
Será este, entonces, el período en el que algunas de las cofradías y her-
mandades sobrevivirán agónicamente, adaptándose a las condiciones im-
puestas por el nuevo orden en construcción y a las necesidades de una
feligresía que fue desarrollando nuevas prácticas y vínculos para con sus
referentes sagrados. Otras, por el contrario, dejarán de existir como conse-
cuencia de su relativa decadencia expresada ya hacia nales del siglo XVIII.
3
La primera mitad del siglo XIX fue testigo, además, de la emergencia de
otras nuevas experiencias asociativas que funcionaron al margen de la órbita
eclesiástica, desprovistas de la injerencia del clero. Dos de ellas, La Libertad
y la Sociedad de Benecencia, constituyeron las primeras expresiones de un
asociacionismo que bien podríamos denominar laico. Ambas, consagradas a
la defensa de la educación pública, fueron promovidas por un Estado pro-
vincial dispuesto a asumir funciones otrora desempeñadas por otros pode-
res e instituciones.
4
1. Sara Emilia Mata, “Conicto y violencia en tiempos de crisis. Salta (Argentina) en
las primeras décadas del siglo XIX”, Secuencia, n.º 90 (2014): 33-54.
2. Véase María Dolores Palomo Infante, “Tiempos de secularización: iglesia y cofra-
días en Chiapas a partir de 1856”, Mesoamérica, n.º 46 (2004): 153-172; Yamilet González
García, “Desintegración de bienes de cofradías y de fondos píos en Costa Rica, 1805-1845”,
Mesoamérica,n.º 5(1984): 279-303; Lowell Gudmundson
, “
La expropiación de los bienes
de las obras pías
en Costa Rica, 1805-1860: un capítulo en la
consolidación económica
de una élite
nacional”, RevistadeHistoria, n.º 7 (1978): 37-92.
3. Enrique Quinteros, “Asociacionismo religioso. Cambios y permanencias en la
transición del siglo XVIII al siglo XIX. Un estudio de caso. La cofradía Esclavitud del
Santísimo Sacramento. Salta, Argentina, 1774-1880”, HispaniaSacra, n.º 143 (enero-junio
2019): 329-343.
4. Atilio Cornejo, “La cultura de Salta. Antecedentes históricos”, BoletíndelInstituto
SanFelipeySantiago, n.º 2 (1938): 1-54.
PROCESOS 51, enero-junio 202014
Junto a ellas, las sociedades teatrales dieron también sus primeros pasos
en el escenario local de la mano de una élite dirigente que hizo de estas, y de
las obras representadas, un instrumento de crítica pública respecto de lo que
consideraban desviaciones y deformaciones del comportamiento de algunos
de los principales referentes de la sociedad, entre ellos, principalmente, el
clero regular.
Tales problemáticas, en conjunto, no han sido hasta el momento aborda-
das de forma sistemática por la historiografía local, salvo por escasos trabajos
centrados en la pervivencia de las asociaciones religiosas de origen colonial
durante las primeras décadas del siglo XIX.
5
Las investigaciones sobre el aso-
ciacionismo moderno son mucho más prolícas para otros espacios, como
por ejemplo para el rioplatense. Allí nuestra principal referencia la constitu-
yen los trabajos de Roberto Di Stefano en la medida en que se ocupan de ana-
lizar, de forma integral, el proceso de secularización en la naciente Argentina
decimonónica y las nuevas prácticas asociativas del período comprendido
entre el último cuarto del siglo XVIII y mediados del XIX, es decir, en el
período de transición de un régimen de cristiandad al de una modernidad
religiosa.
6
Debemos destacar también, ya para la ciudad de Córdoba, los aná-
lisis de Pablo Vagliente que (aunque centrados principalmente en la segunda
mitad del siglo XIX) retoman las características del temprano asociacionismo
decimonónico y las diferencias entre este y aquel que se conguró a partir de
la década de 1850, entre ellas su vinculación con la Iglesia católica.
7
En lo que
respecta al teatro, es nuevamente el ya referido Di Stefano quien nos ofrece
algunas claves interpretativas para abordar su estudio, en tanto instancia
pública de crítica religiosa y de lo que esta, como producción cultural, nos
permite comprender acerca del lugar que le correspondió a la Iglesia y a sus
agentes en las sociedades que se fraguaron tras 1810.
8
5. Enrique Quinteros, “Profanando las sagradas estas con ritos y ceremonias gentili-
cias. Cofradías, poder y religiosidades. Salta, 1750-1810”, QuintoSol 22, n.º 2 (mayo-agosto
2018): 1-20, doi: http://dx.doi.org/10.19137/qs.v22i2.1935.
6. Roberto Di Stefano, “Orígenes del movimiento asociativo: de las cofradías colonia-
les al auge mutualista”. En Delascofradíasalasorganizacionesdelasociedadcivil.Historiade
lainiciativaasociativaargentina.1776-1990, coord. por Elba Luna y Élida Cecconi (Buenos
Aires: Gadis, 2002), 101-166.
7. Pablo Vagliente, “La explosión asociativa en Córdoba entre 1850 y 1880: la confor-
mación de su esfera pública”, CuadernosdeHistoria,serieEconomíaySociedad, n.º 6 (2004):
255-294; Pablo Vagliente, “El asociativismo comparado: Buenos Aires y Córdoba en la
etapa de la explosión asociativa (1850-1890)” (2006), http://cdn.fee.tche.br/jornadas/2/
H1-05.pdf.
8. Roberto Di Stefano, Ovejasnegras.Historiadelosanticlericalesargentinos (Buenos
Aires: Sudamericana, 2010).
PROCESOS 51, enero-junio 2020 15
Por último, debemos referirnos a las investigaciones dedicadas al asocia-
cionismo benéco. Entre ellas, las realizadas por Pilar González Bernaldo,
para quien el análisis de la Sociedad de Benecencia constituye un punto
de partida para abordar el problema de la redenición de las funciones de
gobierno de los Estados (provinciales) en proceso de construcción en la pri-
mera mitad del siglo XIX.
9
Tal como lo demuestran también Alejandra Fac-
ciuto, Emilio Tenti Fanfani y Andrés Thompson, el análisis de esta asociación
resulta crucial para comprender el proceso histórico de conguración de las
modernas políticas asistenciales, la instrumentación de diversas formas esta-
tales de intervención social y la relación entre la benecencia moderna y los
principios de la tradicional caridad cristiana.
10
En el presente artículo nos proponemos abordar el estudio de las prime-
ras experiencias asociativas que surgieron en la ciudad de Salta en el trans-
curso de la primera mitad del siglo XIX. Ello a n de analizar las nuevas rela-
ciones que se establecieron entre el Estado provincial y la iglesia local (tras la
disolución del orden colonial) mediante la conguración de la benecencia
decimonónica y la paulatina conformación de una incipiente esfera pública
moderna. Nos interesa particularmente dar cuenta de las características de
las asociaciones que se conformaron al margen de la jurisdicción eclesiástica
y, a través de ellas, reseñar algunas de las expresiones del proceso de secula-
rización en el período señalado.
11
La escasa documentación disponible en los repositorios locales solo nos
ha permitido reconstruir retazos de las trayectorias de dichas experiencias
asociativas; trayectorias efímeras signadas por la inestabilidad política y civil
del contexto en el que se gestaron. Por ello nos centraremos especícamente
en el análisis de los indicios que nos informan acerca de las relaciones que se
fraguaron entre Estado e Iglesia en el seno de dichas instancias asociativas.
9. Pilar González Bernaldo, “Benecencia y gobierno en la ciudad de Buenos Aires,
1821-1861”, BoletíndelInstitutodeHistoriaargentinayamericana, n.º 24 (2.º semestre 2001):
45-72.
10. Alejandra Facciuto, “El surgimiento de la política social en Argentina”, Revistade
Humanidades:TecnológicodeMonterrey, n.º 14 (2003): 165-205, https://www.redalyc.org/
pdf/384/Resumenes/ Abstract_38401407_2.pdf; Emilio Tenti Fanfani, Estadoypobreza:es-
trategiastípicasdeintervención (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1989); An-
drés Thompson, EltercersectorenAméricaLatina (Buenos Aires: CLACSO, 1994), http://
biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/otros/20111211111053 /thom2doc.pdf.
11. Por secularización entendemos el proceso de ajuste de la religión a una esfera es-
pecíca (diferente de otras) y, consecuentemente, a la pérdida de su capacidad normativa.
Este concepto alude también, cabe aclarar, a la permanente recomposición de la religión
en las denominadas sociedades modernas. Roberto Di Stefano, “Por una historia de la
secularización y de la laicidad en la Argentina”, QuintoSol15, n.º 1 (2011): 1-32, http://
www.biblioteca.unlpam.edu.ar/pubpdf/quisol/v15n1a04stefano.pdf.
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En lo que respecta a dos de las formas asociativas analizadas, la Sociedad
de Benecencia y la sociedad La Libertad, el corpus documental trabajado se
compone únicamente de sus respectivos reglamentos, de informes parciales
sobre la entrega de los denominados “Premios de Virtud” y de algunas actas
de sesiones celebradas en los últimos años de la década de 1830. Para el aná-
lisis de la Sociedad Dramática las fuentes son aún más escuetas, pues solo
disponemos de una breve misiva de 1845, dirigida por el presidente de dicha
entidad al vicario capitular de la diócesis. Por ello, en este caso considera-
remos también la referencia de otros episodios que dan cuenta de los usos
políticos del teatro y de su contribución a la conformación de una incipiente
opinión pública local.
Por último, cabe aclarar que el presente trabajo forma parte de una in-
vestigación mayor, cuyo objetivo es estudiar la trayectoria de los procesos
de secularización en Salta en el período que se extiende desde nes del si-
glo XVIII a nes del XIX. En este sentido, las asociaciones referidas pueden
concebirse como espacios desde donde no solo se expresaron las directrices
de gobierno que reconguraron las relaciones entre Estado e Iglesia tras la
progresiva desarticulación del denominado régimen de cristiandad,
12
sino
también desde donde dicha trama relacional halló una nueva instancia de
redenición.
SALTA, PRIMERA MITAD
DEL SIGLO XIX. ESTADO E IGLESIA
Durante la primera mitad del siglo XIX el Gobierno de la provincia puso
especial énfasis en ejercer un mayor control sobre los pastores de la iglesia.
Numerosas fueron las disposiciones emitidas orientadas a denir el perl
del buen clérigo, caracterizado idealmente por su “mansedumbre y obedien-
cia”, por el despojo de “la arrogancia y la vanidad irreverente” y, sobre todo,
por su rechazo a la pretensión de “sobreponerse a las autoridades civiles”.
13
12. El denominado régimen de cristiandad puede ser denido como un ordenamiento
en el que Estado e Iglesia “constituyen poderes distintos pero inescindibles”; un orden en
el que la comunidad cristiana y la sociedad en su conjunto se identican, “es decir que
poseen idénticos contornos y coinciden en los mismos individuos y grupos, tanto en el
plano jurídico como en el imaginario”. Roberto Di Stefano, “De la cristiandad colonial a
la Iglesia nacional. Perspectivas de investigación en historia religiosa de los siglos XVIII y
XIX”, Andes, n.º 11 (2000): 83-113.
13. Manuel Solá, “Nota remitida al Vicario de la Diócesis”, Salta, 12 de junio de 1840,
Archivo y Bibliotecas Históricos de Salta (ABHS), FondoCopiadoresdeGobierno, libro 2, .
122-123.
PROCESOS 51, enero-junio 2020 17
Para las élites dirigentes posrevolucionarias, sin embargo, no se trató
simplemente de corregir la conducta de quienes osaban desobedecer tales
principios, sino también de velar por el exacto cumplimiento de los man-
datos evangélicos a los que debían sujetarse todos los religiosos encargados
del cuidado moral y espiritual de la comunidad.
14
A este conjunto de deberes
y obligaciones se les añadió otros de naturaleza política. Al tiempo que el
clero instruía a sus devotos en los preceptos de la religión, debía también,
desde el púlpito, inculcarles el amor a la naciente patria y el respeto a las
autoridades,
15
predicando con la palabra, pero sobre todo con el ejemplo,
constituyéndose así en enseña y divisa de la paz y moralidad de las emer-
gentes sociedades políticas.
16
En el marco de una temprana modernidad en la que Estado e Iglesia se
hallaban todavía estrechamente entrelazados, los agentes eclesiásticos devi-
nieron así, por su notoria ascendencia sobre la comunidad misma, en un im-
portante instrumento de legitimación de los proyectos políticos puestos en
marcha a partir de 1810.
17
Se denía, de esta manera, una precisa utilidad so-
cial y política que se convirtió en un requisito para quienes pretendían ser de-
signados al frente de un curato o recibir algún tipo de benecio eclesiástico.
18
Durante la primera mitad del siglo XIX el Estado provincial avanzó tam-
bién sobre los bienes de una ya diezmada Iglesia (tal como se vericó por
entonces, con distinta suerte, en otros puntos de Hispanoamérica), al objeto
de poner en circulación los recursos estancados en las denominadas “manos
muertas”.
19
En efecto, fue a principios de la década de 1830 cuando el poder
civil, agobiado por la escasez del erario público y por la continua exigencia
de recursos que demandaban los enfrentamientos políticos y militares, dis-
puso la enajenación de los bienes de obras pías y capellanías. La medida (de
corte ilustrado y ensayada hacia nales del siglo XVIII por los Borbones)
autorizaba al Poder Ejecutivo a proceder a la venta de tales bienes y a ingre-
14. Ibíd., f. 123.
15. Manuel Antonio Saravia, “Nota remitida al Vicario de la Diócesis”, Salta, 3 de abril
de 1845, ABHS, FondoCopiadoresdeGobierno, libro 98, . 3-4.
16. Ibíd., 5 de agosto de 1845; Archivo Arzobispal de Salta (AAS), carpeta Obispos.
17. Gabriela Caretta y Marcelo Marchionni, “Entre la ciudadanía y la feligresía. Una
cuestión de poder en Salta a principios del siglo XIX”, Andes, n.º 11 (2000): 1-25; Valentina
Ayrolo, FuncionariosdeDiosydelaRepública. Cleroypolíticaenlasexperienciasdelasautono-
míasprovinciales (Buenos Aires: Biblos, 2007).
18. Vicente Tamayo, “Nota remitida al Vicario de la Diócesis”, Salta, 19 de diciembre
de 1849, AAS, carpeta Obispos.
19. Juan Carlos Grosso, “El impacto de la desamortización en los procesos de transi-
ción en América Latina: reexiones en torno al caso mexicano”, AnuariodelIEHS, n.º VII
(1992): 197-209.
PROCESOS 51, enero-junio 202018
sar el producto de estas negociaciones en la Caja General de la Provincia,
reconociendo el interés del 5% anual en benecio de sus propietarios.
Si bien, en líneas generales, no se trató de una exitosa medida económica
(pues pocas fueron las capellanías alcanzadas por una ley que bien pronto
perdió su inicial impulso), sus efectos repercutieron sobre los recursos des-
tinados a la celebración del culto religioso. Y es que la Tesorería de la Pro-
vincia, signada por el décit de sus nanzas, no pudo satisfacer algunos de
los intereses de los principales que tomó a su cargo, imposibilitando de esta
manera la realización de las misas por las almas de los difuntos fundadores
de capellanías.
20
En conjunto, tales medidas (que formaron parte de programas más am-
plios de reforma general de organización y administración de la Iglesia,
pergeñados por los nuevos gobiernos independientes) difícilmente pueden
concebirse como parte de un programa anticlerical. Se trató más bien de una
serie de disposiciones propias del proceso de institucionalización del po-
der provincial y su necesidad de recursos. Disposiciones mediante las que
el naciente Estado provincial rearmó su autoridad sobre el poder religioso,
avanzando sobre este en un contexto de difusión de los principios liberales
modernos.
21
Como mencionamos en líneas anteriores, las cofradías y hermandades
religiosas (principales instancias asociativas de la población local, hasta bien
entrado el siglo XIX y espacios privilegiados desde donde las élites riopla-
tenses coloniales construyeron parte de su poder) no permanecieron inmu-
nes a tales reajustes.
22
En ejercicio del Derecho de Patronato, las autoridades
civiles conservaron cierto control sobre ellas y sus recursos, disponiendo de
estos últimos en diversas oportunidades. Algunos bienes cofradieros fueron
enajenados por la referida Ley de Expropiación de Capellanías del decenio
de 1830.
23
Pero incluso antes, en la década de 1810, el director supremo de
las Provincias Unidas del Río de La Plata había dispuesto el ingreso en la Te-
sorería del Estado de “todas las sumas pertenecientes a fábrica de Iglesias y
cofradías piadosas que se hallen existentes”.
24
La medida, que respondía a la
20. Abelardo Levaggi, “La redención de capellanías en Salta en el período de 1831-
1854”, BoletíndelInstitutodeSanFelipeySantiagodeEstudiosHistóricos,n.º 38 (1985): 153-
172.
21. Valentina Ayrolo, “Matices reformistas. Gobiernos y reformas eclesiásticas en Bue-
nos Aires, Paraguay, San Juan, Mendoza, Perú y Bolivia, durante la segunda década del
siglo XIX”, Itinerantes.RevistadeHistoriayReligión,n.º 5 (2015): 39-60.
22. María Elena Barral, “Iglesia, poder y parentesco en el mundo rural colonial. La cofra-
día de Ánimas Benditas del Purgatorio, Pilar. 1774”, CuadernosdeTrabajo, n.º 10 (1998): 15-56.
23. Levaggi, “La redención de capellanías...”, 158.
24. “Ley de enajenación de bienes de cofradías”, Salta, febrero de 1815, ABHS, Fondo
deGobierno, carpeta 33 A.
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exigencia de recursos de la guerra revolucionaria, bien pronto fue ejecutada
en el espacio local por el gobernador Martín Miguel de Güemes. Ya en 1816
este había afectado 278 pesos pertenecientes a la cofradía de San Benito, con
asiento en el convento de San Francisco de la ciudad.
25
Años después, en 1831, se implementó una política similar en respuesta
a la derrota de la Liga Unitaria del Interior, de la que la provincia formó
parte hasta entonces. Ante la imposibilidad de hacer frente a los costos de
reparación e indemnización que les impusiera el victorioso caudillo federal
Facundo Quiroga, las autoridades civiles locales se vieron en la necesidad,
nuevamente, de echar mano sobre los recursos de estas corporaciones, afec-
tando en esta oportunidad, entre otros, parte del escaso patrimonio del que
disponía la cofradía Esclavitud del Santísimo Sacramento.
26
Los capitales expropiados (en los casos reseñados) fueron considerable-
mente exiguos. Sin embargo, en el marco de un declive general de las eco-
nomías de las cofradías religiosas, pudieron signicar un duro revés para
la supervivencia de las mismas.
27
Las autoridades civiles, sin embargo, no
intervinieron tan solo en materia económica. También conservaron algunas
prerrogativas respecto a las públicas expresiones de fe de estas corporacio-
nes. El Ejecutivo provincial fue el responsable, en calidad de máxima auto-
ridad del territorio, de conceder o denegar las licencias necesarias para la
organización de las procesiones y rogativas que convocaban a buena parte
de la feligresía devota. En caso de otorgarlas, debía además velar para que
las mismas se realizaran sin alterar el orden público. Por ello se decretó en
la década de 1820, desde el ámbito de la jurisdicción civil, la supresión de
algunas nocturnas funciones religiosas,
28
a n de evitar los abusos, excesos y
desordenes que generalmente se vinculaban a las estas cofradieras celebra-
das durante la noche.
29
No fue esta la única medida de carácter ilustrado que las autoridades
civiles implementaron a n de regular el culto público al que se consagraron
las cofradías y hermandades. Hacia nes del período analizado, el Ejecutivo
provincial, “deseando excitar el celo y patriotismo” del clero y la feligresía,
25. “Disposiciones de Gobierno”, Salta, octubre de 1816, ABHS, FondodeGobierno,
carpeta 33.
26. “Libro de la cofradía Esclavitud del Santísimo Sacramento de Salta”, 1774-1859,
ABHS.
27. Quinteros, “Asociacionismo religioso. Cambios...”, 338.
28. “Licencia para sacar el vía cruz”, Salta, 6 de marzo de 1826, AAS, carpeta Asocia-
ciones.
29. Milagrosa Romero Samper, “Las cofradías en el Madrid del siglo XVIII” (tesis de
doctorado, Universidad Complutense de Madrid, 1998), https://eprints.ucm.es/2501/1/
T22669.pdf.
PROCESOS 51, enero-junio 202020
se propuso disminuir el número de “estas religiosas entre semana”, pues
las mismas, destinadas en su institución a ejercicios espirituales y piadosos,
se habían desnaturalizado “sirviendo de fomento a los vicios y desordenes,
enemigos de la industria, de la sana moral, del progreso, de la civilización y
de la misma Religión Santa”.
30
El poder civil se erigía de esta manera, tal como ya lo habían hecho los
Borbones en las postrimerías del período colonial, en el principal garante de
la religión, de la depuración de las costumbres y prácticas que la amenaza-
ban y que atentaban contra el bienestar espiritual y material de la comuni-
dad sobre la que gobernaba.
Fue en este contexto en el que se produjo la emergencia de modernas ex-
periencias asociativas mediante las cuales las autoridades civiles asumieron
nuevas atribuciones y prerrogativas de gobierno; redenieron sus relaciones
con la iglesia y sus pastores; y contribuyeron a renovar, aunque no sea más
efímeramente, un diezmado y estático escenario asociativo, herencia del pe-
ríodo colonial.
BENEFICENCIA Y EDUCACIÓN
Promediando la década de 1830, el Gobierno provincial de Felipe Here-
dia emprendió un amplio proyecto educativo mediante el cual se propuso
contribuir a la instrucción de los jóvenes, hombres y mujeres, de todas las
clases.
31
Para ello procedió a la reglamentación del funcionamiento de las
escuelas de primeras letras,
32
así como de los talleres dedicados a las artes
mecánicas;
33
denió la regularidad y las formas mediante las que se llevarían
a cabo los exámenes públicos y la entrega de los “Premios de Virtud”;
34
y
auspició la conformación de dos asociaciones, La Libertad y la Sociedad de
Benecencia, encargadas de velar por el cumplimiento general de los objeti-
vos de la empresa puesta en marcha.
35
30. Vicente Tamayo, “Comunicación remitida por el gobernador al Provisor y Vicario
Capitular de la Diócesis”, Salta, 10 de septiembre de 1850, AAS, carpeta Asociaciones.
31. Cornejo, “La cultura de Salta...”, 1-54.
32. “Reglamento para Escuelas de Primeras Letras”, Salta, 24 de septiembre de 1836,
ABHS, Biblioteca Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 8, documento 23, . 27-28.
33. “Reglamento de Artes Mecánicas”, Salta, 26 de septiembre de 1836, ABHS, Biblio-
teca Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 8, documento 23, . 28-29.
34. “Reglamento de Premios de Virtud”, Salta, 10 de julio de 1836, ABHS, Biblioteca
Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 8, documento 23, . 25-26.
35. “Decreto de creación de la Sociedad Protectora de la Educación y la Sociedad de
Benecencia”, Salta, 18 de junio de 1836, ABHS, Biblioteca Rafael Zambrano, Registro O-
cial de Salta, carpeta 8, documento 23, . 19-20.
PROCESOS 51, enero-junio 2020 21
Por entonces la educación pública comprendía dos variables; por un
lado, la instrucción en especícos ramos de conocimiento, manuales e inte-
lectuales, según la condición social de los pupilos; por otro, la transmisión
de los valores considerados más propicios para el “progreso y civilización de
la sociedad”. En efecto, el proyecto emprendido reposaba en “la ilustración
y moralidad” de los futuros ciudadanos de un naciente orden de insignia
federal.
36
Y en tanto tal se concebía como una empresa propia del gobierno
civil, que podía delegar en agentes intermediarios, personas e instituciones,
pero sobre la que conservaba preeminencia en cuanto principal responsable
y garante del orden público.
La formación y modelación de una ciudadanía moderna implicó la rede-
nición de un programa de instrucción que giró en torno a un nuevo reper-
torio valorativo centrado en diversas virtudes; el patriotismo; la obediencia
a las autoridades; el respeto por la religión católica; el trabajo y la educación
como fuentes de felicidad; y el desarrollo del espíritu público. Deberes y
obligaciones que los miembros de una comunidad debían interiorizar, “más
por convicción que por temor al castigo que implicaba su transgresión”.
37
Así planteada, la educación que por entonces postulaban las autoridades
federales comprendía ya un principio que a la postre se convertirá en uno de
los pilares de la benecencia ocial decimonónica: la prevención. En oposi-
ción a las penas “inexibles, aisladas y efímeras” que podía aplicar el Gobier-
no a n de evitar la reiteración de crímenes, la educación se perlaba como un
mejor antídoto, con un efecto de mayor alcance y duración; un instrumento
de “seguridad positiva” que requería de constantes buenos ejemplos por par-
te de los clérigos, maestros y preceptores encargados de brindarla.
38
Como mencionamos ya en líneas anteriores, fueron dos las asociaciones
encargadas de llevar a cabo el plan educativo pergeñado por el Gobierno
de la provincia, establecidas ambas en el decenio de 1830. Una de ellas, La
Libertad (fundada primeramente en el año de 1831 y restablecida en 1836)
se conformó por algunos miembros del elenco gobernante y agentes de la
administración pública (el Ejecutivo provincial, el procurador de la ciudad,
el juez de primera elección y el comisario de Educación) y por ciudadanos
particulares “distinguidos por su lantropía”.
39
La composición de la entidad revela también su carácter elitista y la
heterogénea profesión de sus miembros. En sus las predominaban los co-
36. “Alocución de Felipe Heredia”, Salta, 20 de septiembre de 1836, ABHS, Biblioteca
Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 8, documento 23, . 20, 21, 22.
37. Ibíd., f. 21.
38. Ibíd.
39. “Decreto de creación de la Sociedad La Libertad”, Salta, 6 de julio de 1831, ABHS,
Biblioteca Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 8, documento 23, f. 18.
PROCESOS 51, enero-junio 202022
merciantes, algunos poseedores de grandes fortunas, adscritos también (la
mayoría de ellos) al Tribunal Consular.
40
Le seguían los abogados y demás
jurisconsultos, y en menor número militares, médicos y clérigos. Heterogé-
neo fue también el posicionamiento político de quienes la integraron. Entre
ellos algunos reconocidos federales y unitarios. En este sentido, la asocia-
ción pudo constituir una instancia de cohesión social clave para una élite
fragmentada por los constantes enfrentamientos y disputas que signaron el
período de la primera mitad del siglo XIX.
Del conjunto de sus socios, solo unos pocos formaron parte de las tradi-
cionales hermandades religiosas de origen colonial.
41
En este sentido es posi-
ble observar una diferencia notoria respecto a las viejas prácticas asociativas
de la élite local que, en las postrimerías del período colonial, hizo de tales
asociaciones una de sus principales instancias de sociabilidad formal y uno
de los espacios desde donde construyó su poder.
42
Un caso paradigmático de cuanto expusimos es el de la familia Solá.
Miguel Solá, exitoso comerciante porteño, supo desempeñar, en el período
comprendido entre 1789 y 1791, el cargo de mayordomo de la cofradía del
Santísimo Sacramento alojada en la iglesia matriz.
43
Él, como otros merca-
deres foráneos avecindados en la ciudad durante el transcurso del último
cuarto del siglo XVIII, hizo del ejercicio de tal ocio una de sus principales
inversiones orientadas a consolidar su lugar social. Sus hijos, Manuel y Vic-
toriano, por el contrario, ni siquiera se enrolaron en las las de esta herman-
dad, una de las pocas que todavía, hacia principios del siglo XIX, funcionaba
de forma regular. Desconocemos los motivos. Sin embargo, para entonces
pocos rastros quedaban del esplendor que antiguamente había caracterizado
a esta asociación. Escasa de recursos y compuesta principalmente por los
miembros de los sectores populares, dejó de ser un espacio atractivo para los
más conspicuos habitantes de la ciudad, incluso para los hijos de quienes,
tiempo atrás, supieron involucrarse en su administración y gobierno.
A diferencia, también, de las referidas cofradías, La Libertad constituyó
una de las primeras experiencias asociativas laicas en el escenario local, pues
no mantuvo ningún tipo de vinculación orgánica ni institucional respecto
a las autoridades eclesiásticas de la diócesis; sí, por el contrario, respecto
a autoridades civiles, desempeñándose el gobernador de la provincia, por
40. Elizabeth Morillo, “Élites, redes mercantiles y Tribunal de comercio en Salta du-
rante la primera mitad del siglo XIX”, CuadernosFHyCS-UNJu, n.º 21 (2003): 41-58.
41. “Libro de la cofradía Esclavitud del Santísimo Sacramento de Salta”, 1774-1859,
ABHS.
42. Quinteros, “Asociacionismo religioso. Cambios…”, 332.
43. “Libro de la cofradía Esclavitud del Santísimo Sacramento de Salta”, 1774-1859,
Salta, ABHS.
PROCESOS 51, enero-junio 2020 23
disposición reglamentaria, como su presidente. Por ello mismo, también, se
trató de una asociación con características similares a las que por entonces
se conformaron en otras ciudades vecinas,
44
es decir, espacios asociativos a
medio camino entre la iniciativa estatal y la asociación libre.
45
Como entidad consagrada a la promoción de la formación cientíca
y moral de los jóvenes de la provincia, La Libertad concentró un amplio
abanico de funciones. Así pues, debía proponer al Ejecutivo provincial la
creación de nuevos establecimientos educativos; informar sobre las irregu-
laridades y abusos que requerían de reformas en estos espacios; vigilar la
enseñanza en artes, ciencias y costumbres; asistir a los exámenes públicos
y a la entrega de los Premios de Virtud; ejercer control sobre los maestros
y denunciar la poca exactitud de estos en el desempeño de su cargo, como
también el abandono de algunos padres de familia en lo concerniente a la
instrucción de sus hijos.
46
En cumplimiento de este último punto, la sociedad adquirió funciones
de policía, es decir, de control sobre la población, debiendo, además, consig-
nar algún destino de enseñanza u ocupación a los jóvenes en los que advertía
extravío por descuido de sus tutores, suspendiendo la autoridad de estos.
Podía igualmente privar de la patria potestad a los padres que empleaban a
sus hijos en algún objeto que amenazara el orden público, haciéndolos ins-
trumentos de sus vicios y fraudes.
47
Al tiempo que se encargaba de garantizar las condiciones propicias para
la educación de los jóvenes, debía, como ya señalamos, formarlos en los valo-
res que la construcción de un nuevo orden político exigía de sus ciudadanos.
Por ello la asociación puso especial énfasis en el fomento del patriotismo de
los pupilos a través de diversas medidas. Exigiéndoles, por ejemplo, el tra-
bajo con materiales de lectura que versaban sobre la expedición libertadora
del Perú bajo las órdenes del general Arenales, a n de “perpetuarla en la
memoria de la comunidad;
48
obligándolos a aprehender los nuevos referen-
tes patrios, el himno nacional entre ellos, mediante su entonación diaria en
44. Facundo Nanni, “La dicultad de perdurar. Primeras experiencias periodísticas y
asociativas en la provincia de Tucumán. 1820-1852”, TerritórioseFronteiras 10, n.º 2 (agosto-
diciembre 2017): 299-318, http://www.ppghis.com/territorios&fronteiras/index.php/v0
3n02/article/view/622/pdf.
45. Di Stefano, “Orígenes del movimiento...”, 57.
46. “Decreto de creación de La Libertad”, Salta, 6 de julio de 1831, ABHS, Biblioteca
Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 8, documento 23, f. 18.
47. “Reglamento de Artes Mecánicas”, Salta, 26 de septiembre de 1836, ABHS, Biblio-
teca Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 8, documento 23, . 28-29.
48. “Actas de la Sociedad La Libertad”, Salta, 8 de julio de 1836, ABHS, Biblioteca
Rafael Zambrano, fondo deGobierno, caja 139, carpeta 6.
PROCESOS 51, enero-junio 202024
las escuelas de primeras letras y en las casas consistoriales de la ciudad.
49
Estas medidas se correspondían con otros rituales y prácticas anes. El
mismo nombre, La Libertad, remitía a los procesos históricos que, princi-
piando en 1810, culminaron triunfalmente en 1816 con la declaración de la
independencia rioplatense. En clara alusión a este último hito se había lleva-
do a cabo, también, la fundación de la asociación el 9 de julio de 1836.
El patriotismo que tanto propugnaba La Libertad debía enseñarse, ade-
más, con el ejemplo concreto de sus miembros. En las más diversas jornadas
festivas de carácter cívico, como la que se celebraba anualmente el día 25
de mayo, eran estos los encargados de recorrer las calles de la ciudad con
los nuevos estandartes nacionales, liderando un cortejo del que también for-
maban parte las autoridades civiles y eclesiásticas y los vecinos más distin-
guidos de la comunidad. La educación de los jóvenes en los principios del
catolicismo fue otra de las preocupaciones de La Libertad. No obstante, la
moral cristiana quedó comprendida, en este caso, en un proyecto de mayor
envergadura que se valió de los aportes de esta, incorporándolos en una
nueva trama simbólica que combinaba referentes cívicos y religiosos.
50
La religión se constituyó en uno de los pilares centrales del programa
de moralización puesto en marcha por las autoridades civiles. Por ello, la
preocupación de los miembros de La Libertad de instruir a los pupilos en
la doctrina cristiana, de que asistieran a misa y desarrollaran un profundo
sentimiento religioso.
51
Al tiempo que el poder civil se servía de la religión
como un instrumento de gobierno de la población, propiciaba también la
apropiación de algunos de sus valores poniéndolos al servicio de la patria,
su progreso y civilización, como un n en mismo, es decir, adaptando el
catolicismo “a las formas de una religión cívica”.
52
La conguración de la
benecencia moderna (como una transguración de la ayuda social cristia-
na en un moderno programa de disciplinamiento), por ejemplo, se produjo
en estrecha relación con una modicación de la percepción de la pobreza,
con la pérdida de su halo sagrado (es decir, de su idea como “Templo vivo
del Señor”)
53
y su consecuente consideración como un problema que podía
amenazar el orden social, por lo que requería de una efectiva y sistemática
49. Ibíd., 17 de julio de 1836.
50. Telma Chaile, “Adhesiones políticas y festividades cívico-religiosas de revolucio-
narios y realistas en la intendencia de Salta durante los desplazamientos de ejércitos en
pugna (1812-1813)”, Andes, n.º 27 (2017): 1-30.
51. “Actas de la sociedad La Libertad”, Salta, 1836, ABHS, Biblioteca Rafael Zambra-
no, fondo deGobierno, caja 139, carpeta 6.
52. Di Stefano, Ovejasnegras.Historia..., 129.
53. Di Stefano, “Orígenes del movimiento...”, 44.
PROCESOS 51, enero-junio 2020 25
intervención estatal.
54
La benecencia promovida por las autoridades civiles,
apelando al principio ilustrado de utilidad, debía así apartar del ocio y la
vagancia a los desdichados de este mundo, contribuyendo, de este modo, al
sostenimiento del orden social.
La Sociedad de Benecencia, por su parte, secundó la labor de La Liber-
tad, con similares atribuciones y prerrogativas, aunque abocada especíca-
mente a promover la educación del “bello sexo”. Y sobre este punto radicó
una de las principales diferencias entre ambas asociaciones. Pues mientras
La Libertad debía contribuir al desarrollo del espíritu público de los ciu-
dadanos de un naciente orden republicano, aquella solo debía asegurarse
de que las jóvenes salteñas se convirtieran en garantes del referido espíritu,
como futuras madres y esposas (más que como ciudadanas de plenos dere-
chos), pues su guía moral gozaba de la virtud de constituir una enseñanza
indeleble para sus hijos y esposos.
55
Fundada de forma simultánea con La Libertad, en el año de 1836, se
trató también de una asociación de carácter elitista (tal como se vericó en
otras ciudades rioplatenses),
56
compuesta por siete matronas designadas
por el secretario de Gobierno. La presidencia de la entidad recayó, además,
en la gura de la esposa del Ejecutivo provincial, acentuando aún más su
dependencia respecto a las autoridades civiles. En este sentido, la labor de
esta institución puede considerarse funcional al ejercicio del Derecho de Pa-
tronato que pretendió reasumir el poder temporal luego de la ruptura del
orden colonial. Así pues, la Sociedad de Benecencia se conformó como la
principal institución reguladora de la educación del “bello sexo”, habilita-
da, por lo tanto, para inspeccionar todas las escuelas de niñas de la ciudad
y sus alrededores, entre ellas el Colegio de Educandas, institución privada
con nes públicos regentada por mujeres beatas estrechamente ligadas a las
autoridades eclesiásticas de la diócesis.
57
Durante sus primeros años de vida, la Sociedad de Benecencia no man-
tuvo relación orgánica con la iglesia local, de forma contraria a lo que suce-
54. Enrique Quinteros, “Mujeres, benecencia y religiosidad. Un estudio de caso. Sal-
ta, segunda mitad del siglo XIX (1864-1895)”, Andes, n.º 28 (enero-junio 2017): 1-26.
55. “Decreto de creación de la Sociedad de Benecencia”, Salta, 18 de junio de 1836,
ABHS, Biblioteca Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 8, documento 23, f. 19.
56. Federico Medina, “Entre lo terrenal y lo celestial. La Sociedad de Benecencia y
la Sociedad Filantrópica de Jujuy: concepciones ideológicas y proyectos (siglo XIX)”, Folia
HistóricadelNordeste, n.º 23 (2015): 173-199; José Luis Moreno, “Modernidad y tradición
en la refundación de la sociedad de benecencia por las damas de élite, en el estado de
Buenos Aires, 1852 -1862”, AnuarioIEHS, n.º 18 (2003): 431-447.
57. Victoria Cohem Imach, “Epístolas en busca de un lugar. Las maestras del Colegio
de Educandas de Salta ante el proceso secularizador (segunda mitad del siglo XIX)”, An-
des, n.º 14 (2013): 81-104.
PROCESOS 51, enero-junio 202026
derá en la segunda mitad del siglo XIX.
58
Los vínculos entre ambas partes,
sin embargo, se expresaron en el plano de lo simbólico; es decir, por la re-
ferencia a diversos símbolos religiosos que, como tales, se constituyeron en
hitos del funcionamiento cotidiano de la asociación benéca. A diferencia
de La Libertad (cuyos principales referentes, como expusimos líneas atrás,
fueron algunos de los sucesos que jalonaron la ruptura del vínculo colonial
respecto de la Corona española), la inauguración de la Sociedad de Bene-
cencia se llevó a cabo el día 1 de mayo, en alusión al natalicio del apóstol san
Felipe. Santo que se convertirá, a partir de 1837, en el patrón tutelar de la
corporación, y en cuyo honor y memoria se celebrarán las sesiones ordina-
rias de la corporación.
59
Los referentes simbólicos de la asociación no fueron, sin embargo, solo
de carácter religioso, sino también civil. La entrega de los denominados
“Premios de Virtud”, evento del que participaban de igual forma los hom-
bres de La Libertad y las mujeres de la Sociedad de Benecencia, se llevaba
a cabo, anualmente, en los días próximos al 25 de mayo o, en su defecto, el 9
de julio, celebrando los hitos de la recientemente adquirida independencia.
En denitiva, las dos asociaciones consagradas a la defensa de la educa-
ción pública se conformaron, también, como espacios desde los que se arti-
culó un nuevo repertorio valorativo fundamentado en el progreso de la na-
ciente patria. A ello debían contribuir los principios evangélicos, de principal
relevancia sobre todo para las mujeres que, por entonces, se concebían más
cercanas al ámbito de lo religioso.
Estos pequeños indicios cobran mayor sentido en el marco de una mo-
derna división sexual del trabajo social que inscribió, de forma progresiva,
la labor femenina en un plano más espiritual. Fenómeno que comprendió
también el proceso de feminización de la religión que, al menos en el plano
asociativo, empezó a expresarse con mayor claridad durante la década de
1830. En efecto, ya para entonces las asociaciones religiosas coloniales, como
las cofradías y hermandades, habían perdido su carácter mixto, deviniendo
en instituciones compuestas principalmente por mujeres.
60
Cabe destacar que, a diferencia de las referidas cofradías, la Sociedad de
Benecencia comprendió una nueva experiencia asociativa para las mujeres
que la conformaron. Principalmente porque les permitió asumir funciones
de gobierno y de administración en calidad de presidentas, vicepresidentas,
secretarias, tesoreras, etc. En las hermandades coloniales locales, por el con-
trario, las devotas se sujetaron siempre a las disposiciones y autoridad de un
58. Quinteros, “Mujeres, benecencia y religiosidad...”, 1-26.
59. “Decreto de creación...”, . 19-20.
60. Quinteros, “Asociacionismo religioso. Cambios...”, 340-341.
PROCESOS 51, enero-junio 2020 27
mayordomo, ocio reservado exclusivamente para los hombres. Amén de
ello, sin embargo, ambos tipos de asociaciones coincidieron en su dependen-
cia institucional respecto a otros poderes; las cofradías sujetas al obispo de la
diócesis; la Sociedad de Benecencia, sujeta al Ejecutivo provincial.
Así planteada y ejecutada por La Libertad y la Sociedad de Benecen-
cia, la benecencia ocial, promovida y organizada por el Estado provincial,
se denió, primeramente, como una política de gobierno instrumentada a
n de educar y moralizar a una heterogénea población sobre la que debía
impartirse un conjunto de nuevos preceptos civilizatorios, laicos y religio-
sos. Se fundamentaba, en este sentido, en un principio moderno de utilidad
que complementaba las tradicionales formas de ayuda social y que, más que
preo cuparse por la empresa de salvación en el más allá, ponía énfasis en una
suerte de mundana redención de sus asistidos.
En este proyecto, las asociaciones dependientes de la Iglesia (las cofra-
días y hermandades a las que nos referimos líneas atrás), que supieron brin-
dar ayuda social y caritativa durante el período colonial, no tuvieron mayor
protagonismo, pues la mayoría de ellas se encontraba por entonces en franca
decadencia.
61
RITUALES DE LA BENEFICENCIA.
L
OS “PREMIOS DE VIRTUD
Como empresa de moralización, la benecencia tuvo su máxima expre-
sión ritual en los denominados “Premios de Virtud”, evento celebrado por
la Sociedad de Benecencia y por La Libertad con el auspicio y participación
de las autoridades civiles.
La jornada empezaba desde temprano. Los miembros de La Libertad bus-
caban al gobernador de la provincia por Casa de Gobierno para conducirse
desde allí, portando la bandera nacional, hacia la iglesia del convento San
Francisco, donde nalmente se llevaba a cabo la referida entrega de premios.
Una vez en el lugar, el Ejecutivo se ubicaba en el punto “más dominante”
de un escenario montado para la ocasión, al centro de una mesa, presidiendo
la celebración en calidad de máxima autoridad de la provincia. A su derecha,
el vicepresidente de la asociación La Libertad; a su izquierda, su secretario.
Detrás de ellos los demás miembros, formando columnas de uno y otro lado,
acompañados por las mujeres que conformaban la Sociedad de Benecencia.
Dejando un espacio les seguían las demás autoridades civiles, las fuerzas
militares, las máximas jerarquías eclesiásticas y los alumnos de las escuelas
61. Ibíd., 335-339.
PROCESOS 51, enero-junio 202028
públicas y privadas de la ciudad. Un paso más atrás, por último, los vecinos
concurrentes, principalmente “los más selectos y decentes”.
Una vez colocados todos en sus respectivos lugares, el himno nacional
marcaba el formal inicio del evento. Se realizaba, entonces, la lectura de las
actas de los exámenes efectuados días atrás en los más diversos estableci-
mientos educativos de la ciudad y sus alrededores, destacando a aquellos
que mejor calicación habían obtenido. Llamados al escenario, los pupilos
recibían, uno a la vez, los premios de la mano de los hombres y mujeres que
conformaban La Libertad y la Sociedad de Benecencia.
Las categorías de los premios otorgados eran cuatro: a la aplicación, a la
industria, a la moral y a la piedad lial. Todos entregados previa evaluación
de las comisiones integradas por algunos de los miembros de las dos asocia-
ciones referidas.
El premio “a la aplicación”, que consistía en libros, se reservaba para
los hijos de la élite, a aquellos que podían acudir a las escuelas de primeras
letras y que, por ello mismo, estaban en condiciones de rendir exámenes de
lectura, de escritura, de gramática latina y de ejercicios de cálculo. “A la in-
dustria”, herramientas de trabajo, para los jóvenes artesanos más avezados,
formados en talleres bajo la tutela de un maestro. Este premio se subdividía
en cuantas artes u ocios se consideraran dignos de protección, entre ellos,
carpintería, talabartería, platería, bordado, costura, etc. “A la moral”, meda-
llas honorícas, a los alumnos de probada religiosidad y buenas costumbres,
seleccionados uno por cada escuela y taller que funcionaba en la ciudad, de
entre quienes se elegía, al azar, a un único ganador. “A la piedad lial”, dine-
ro, a los distinguidos por el respeto a sus padres y por sus gestos fraternos,
generalmente hijos de familias humildes seleccionados por jueces, párrocos
y vecinos de criterios.
62
Entregados los premios, se entonaba nuevamente el himno nacional,
pero esta vez para dar por nalizado el evento. A modo de despedida, las
autoridades presentes sugerían a los jóvenes pobres premiados que conser-
varan sus sentimientos de gratitud para con los decentes ciudadanos y ma-
tronas que tanto empeño ponían en la defensa y promoción de la educación
pública.
63
Finalmente, la bandera era llevada de regreso a la Casa de Gobier-
no en el mismo orden en que había sido conducida al escenario central y por
los mismos hombres (los miembros de La Libertad).
Es posible reconocer en el acto descrito dos grupos claramente diferen-
ciados por la distancia de sus respectivos lugares sociales, cada uno con de-
62. “Reglamento de Exámenes y Premios de Virtud”, Salta, 10 de julio de 1836, ABHS,
Biblioteca Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 8, documento 23, . 24, 25, 26.
63. “Distribución de Premios de Virtud”, Salta, 29 de diciembre de 1836, ABHS, Bi-
blioteca Rafael Zambrano, Registro Ocial de Salta, carpeta 12, documento 9, . 46, 47, 48.
PROCESOS 51, enero-junio 2020 29
beres y prerrogativas diversas. Por una parte, la élite dirigente que mediante
la referida puesta en escena impuso al resto de la comunidad un repertorio
valorativo ajustado a sus intereses, y al Estado que pretendía construir. A
través de este ritual, la denominada “gente decente”se encargó también de
presentar públicamente a la virtud que por excelencia se autoatribuyó, la
moralidad, y que por ello mismo consideró como estrictamente suya la obli-
gación de inculcarla y transmitirla. Tal deber moral no consistió, sin embar-
go, en transmitir hacia abajoun conjunto de valores superiores, sino solo de
reproducir el principio de obediencia y respeto a los patrones de conducta y
comportamiento propios de cada condición y grupo social.
64
La festividad civilconstituyó también la ocasión propicia para que la
élite dirigente (sobre todo las damas de la Sociedad de Benecencia) luciera
sus galas, “su sencillez natural, belleza, hermosura”
65
en complemento con
sus disposiciones benécas, como una forma de ostentar su poder. La bene-
cencia moderna se conguró inicialmente, de esta manera, como la insignia
de una naciente élite; una actividad que le correspondió por su superioridad
moral, constituyéndose a la postre en una variable de prestigio.
Los sectores populares, es decir, todos aquellos habitantes de la ciudad
que no pertenecían al selecto círculo de la élite, también estaban presentes en
la escena, representando la contraparte del contrato benéco. Los premiados
de este grupo debían encarnar las virtudes de la resignación y aceptación de
un estado de pobreza y necesidad vivida dignamente, sin protestas ni des-
manes.
66
Un deber ser ejemplicador para todos los de su condición. Como
tales, por el reconocimiento que recibían, debían mostrarse agradecidos, res-
petuosos ante los ciudadanos y matronas decentes que, por disposición y
mandato moral, se preocupaban por ellos y su formación.
Entre ambas partes mediaba, así, un comercio que garantizaba la repro-
ducción del ordenamiento social.
67
Un intercambio asimétrico entre grupos
diferentes y, según la percepción de la misma élite, moralmente desiguales.
Al tiempo que el ritual marcaba las distancias sociales de los concurrentes,
sancionaba también las relaciones de fuerza entre las autoridades civiles
provinciales y las máximas jerarquías eclesiásticas. La jornada se constituía
así en una instancia de representación simbólica del nuevo orden en proceso
de construcción; un orden caracterizado por la primacía de las autoridades
civiles respecto a otros poderes, entre ellos el eclesiástico.
64. Tenti Fanfani, Estadoypobreza..., 24-25.
65. “Distribución de Premios de Virtud”, f. 46.
66. Facciuto, “El surgimiento de la política...”: 188.
67. Robert Castel, Lametamorfosisdelacuestiónsocial.Unacrónicadelsalariado (Buenos
Aires:Paidós, 2002).
PROCESOS 51, enero-junio 202030
EL TEATRO, ESCUELA DE COSTUMBRES
El 5 de agosto de 1845 el gobernador de la provincia, Manuel Antonio
Saravia, por medio de una breve correspondencia le comunicaba al vicario
capitular de la diócesis, Manuel Antonio Marina, que el presbítero Díaz de-
bía abandonar la provincia en un plazo de dos días. El motivo, un agravio
directo; este último se había atrevido a cuestionar públicamente al primer
magistrado civil por promover, como presidente de la Sociedad Dramática,
la exhibición de una pieza teatral ofensiva para las instituciones monásticas.
Según el Ejecutivo, se trataba de un delito inaudito, pues Díaz, “obrando
con audacia inconcebible e ignorancia superior”, opinaba sobre una obra que
desconocía, que no había visto ni leído; una obra que de ninguna manera ata-
caba al clero regular al que las autoridades civiles tanto habían contribuido. Por
tal desacato, el presbítero debía pagar con su exilio, constituyendo este en un
escarmiento ejemplar “para que nadie en la cátedra del espíritu santo vertiera
calumnias en vez de verdades y máximas evangélicas”.
68
Saravia sostenía, ade-
más, que era esta una sanción compasiva y que de no ser por la mediación del
vicario Marina y por la voluntad del mismo Dios “que ha querido que no sea
más que lo determinado”, Díaz tendría que haber recibido una pena mayor.
El documento al que nos referimos es sumamente escueto; no da cuenta del
título de la obra que suscitó el conicto, ni del nombre completo del interpela-
do presbítero del que solo conocemos su apellido. Sin embargo, en tanto indi-
cio, nos permite aproximarnos al universo del teatro local y sus diversos usos.
En primer lugar, nos interesa remarcar la existencia de una Sociedad
Dramática, tal como las que existían por aquellos años en otras ciudades,
69
como la de Jujuy, por ejemplo.
70
La misma, como las asociaciones a las que
nos referimos en el apartado anterior, mantuvo una estrecha dependencia
con las autoridades civiles, sobre todo con el gobernador de la provincia
que desempeñó su dirección, tal como lo hiciera también en La Libertad. Al
igual que aquellas, además, constituyó una experiencia asociativa laica con
nes especícamente seculares y sin vinculación orgánica con la iglesia local.
Como tal, la Sociedad Dramática se encargó de fomentar el teatro mediante
la selección y representación de diversas obras, entre ellas, de aquellas que
incluso podían resultar ofensivas a los ojos del clero.
68. Manuel Antonio Saravia, “Comunicación a Manuel Antonio Marina”, Salta, 5 de
agosto de 1845, AAS, carpeta Obispado de Salta.
69. Di Stefano, Ovejasnegras.Historia..., 134-154.
70. Federico Medina, “Poder político en Jujuy y relaciones interprovinciales a nes
del régimen rosista. La representación de la obra de teatro Lanuza en 1851”, Americanía,
n.º 4 (julio-diciembre 2016): 335-371.
PROCESOS 51, enero-junio 2020 31
En segundo lugar, para entonces en Salta, como también en otros espa-
cios, el teatro se constituyó en uno de los canales de expresión de la crítica
religiosa durante la primera mitad del siglo XIX;
71
crítica que, retomando
algunas premisas ilustradas,
72
se cirnió, en parte, sobre el clero regular.
Por último, cabe destacar el papel desempeñado por el Ejecutivo provin-
cial en tanto garante del buen comportamiento del clero local, capaz de casti-
gar con el exilio a aquellos que no se ajustaran a sus directrices de gobierno y
a las relaciones de poder que rearmaban la supremacía de la jurisdicción se-
cular sobre la espiritual. En este sentido también se comprende la expresión
de Saravia autoproclamándose intérprete directo de la voluntad divina, con
la potestad de distinguir las verdaderas enseñanzas de aquellas perniciosas
que podían pronunciarse desde el púlpito.
No sería esta la última vez que el vicario Marina haría frente a un con-
icto originado por el contenido de una obra teatral. Apenas dos años des-
pués, en 1847, se suscitaban nuevas tensiones entre las autoridades civiles y
eclesiásticas por la representación de Lanonasangrienta (la monja sangrien-
ta), melodrama francés de cinco actos compuesto por Anicet Bourgeois y J.
Mallian. La misma, al igual que en otras ciudades,
73
llamó la atención del
clero, entre ellos del referido Marina, quien, antes de su estreno, le solici-
tó al gobernador de la provincia suspendiera su ejecución por considerarla
altamente ofensiva a la religión y “poner en ridículo a las monjas y a otras
personas del fuero eclesiástico”.
74
Ante las quejas del vicario, el por entonces gobernador interino Tomás
Arias, “cumpliendo con el más sagrado de sus deberes que es proteger y
defender la religión del Estado”,ordenó la postergación de la presentación
de la obra y la inmediata conformación de una comisión censora para que
la examinara y determinara si su exhibición sería perniciosa para la moral
pública.
Como puede observarse, es nuevamente la disciplina de los monaste-
rios, de los claustros, el blanco de las críticas religiosas que se expresaban
desde el teatro. En este caso, sin embargo, no fue el mismo gobernador de la
provincia el promotor de una obra considerada ofensiva para la Iglesia, sino
una compañía teatral que actuaba de forma independiente a los poderes pú-
blicos; fenómeno que podría dar cuenta de los primeros inicios del proceso
71. Di Stefano, Ovejasnegras.Historia..., 99-109.
72. Roberto Di Stefano, “El púlpito anticlerical. Ilustración, deísmo y blasfemia en el
teatro porteño postrevolucionario (1814-1824)”, Itinerarios, n.º 1 (2007): 183-227.
73. Juan Valera, Cartasamericanas (Madrid: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,
1958), http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cartas-americanas--0/html/.
74. Tomás Arias, “Comunicación con Manuel Marina”, Salta, 2 de junio de 1847, AAS,
carpeta Obispado de Salta.
PROCESOS 51, enero-junio 202032
de conformación de una incipiente esfera pública por la que ya circulaban
discursos que cuestionaban al clero regular y la vida monástica.
En efecto, Lanonasangrienta, una obra de estilo gótico inspirada en la
novela inglesa Themonk(el monje) de Matthew Gregory Lewis,
75
denunciaba
los vicios, la hipocresía y las desviadas conductas sexuales que corrompían
a las monjas y religiosos de los conventos, en un escenario abarrotado de
personajes y adminículos grotescos:
Catacumbas, venenos, espectros, fantasmas, el desconocido, la visión, las calave-
ras, el hilo, la antorcha, la polvareda, las llamas, la víctima, los gitanos, el puñal,
la muerte, el lecho nupcial, lo horroroso hasta no más, la desesperación, la fata-
lidad, todos los elementos, accidentes e incidentes que acompañan al drama de
nuestros días.
76
Como lo señalaba Sarmiento, desde Chile, en su crítica teatral publicada
en el diario ElMercurio en 1841, lo grotesco y lo irracional de la pieza en cues-
tión tenían la función de conmover, de perturbar al espectador y de inculcar
en él, por contraste, una moral que se deslindaba en abierta oposición al caos
presentado, haciendo visible lo condenable.
77
El veredicto de la comisión censora, conformada según las órdenes del
gobernador Tomás Arias, se fundamentaba en similares premisas. Según
esta, los vicios del clero (de los que daba cuenta en la obra) se representa-
ban a n de reprobarlos, de generar en el público un profundo pesar por
su explicita exhibición, obligándolos a los que en escena eran interpelados
“al cumplimiento exacto de los altos deberes que le imponen la moral y la
religión”. Agregaba además que, por esa misma función pedagógica, la pie-
za contribuía a la ilustración y al progreso de la sociedad. Por lo tanto, lejos
estaba “de afectar la pureza del dogma y de ofender los principios de la
religión del Estado”.
78
El teatro venía así a convertirse en una escuela de costumbres,
79
en tan-
to instancia pública consagrada a “la crítica de los licenciosos y criminales
75. Luis Pradenas, TeatroenChile.Huellasytrayectorias.Siglos XVIyXX(Santiago:
Lom, 2006).
76. Domingo Faustino Sarmiento, Obrascompletas, t. I (Santiago: Imprenta Gutenberg,
1887), 107-108.
77. Daniela Paolini, “Conjurar los monstruos. Una lectura gótica sobre la crítica tea-
tral y el folletín en los escritos de Sarmiento en el exilio (1840-1849)” (ponencia, VI Con-
greso Internacional de Letras. Transformaciones culturales. Debates de la teoría, la crítica
y la lingüística, Buenos Aires, 2014).
78. “Informe de la Comisión Censora”, Salta, 2 de junio de 1847, AAS, carpeta Obis-
pado de Salta.
79. Di Stefano, Ovejasnegras.Historia..., 104.
PROCESOS 51, enero-junio 2020 33
abusos de todos los estados y profesiones de la que ninguna clase o jerarquía
de la sociedad podía concebirse exenta”.
80
El clero, por lo tanto, no gozaba
de ningún privilegio en este sentido. Por el contrario, cargaba con mayores
obligaciones, pues suya era principalmente la misión de instruir moral y es-
piritualmente a su feligresía.
Tras evaluar el diagnóstico elaborado por la comisión censora, Tomás
Arias se comunicó inmediatamente con el vicario Marina a n de informarle
su decisión de autorizar la representación de la obra, reproduciendo parte de
los argumentos arriba esbozados y aduciendo que Lanonasangrienta había
sido ya exhibida en la mayor parte de los países católicos.
81
CONSIDERACIONES FINALES
Durante el transcurso de la primera mitad del siglo XIX, las cofradías y
hermandades religiosas coloniales perdieron el dinamismo y vitalidad que
las había caracterizado durante el período precedente. Para entonces, tam-
bién, pocos rastros quedaban de las terceras órdenes religiosas, ya casi ex-
tintas tras la reducción del número de los franciscanos y mercedarios que, a
nes del período colonial, supieron aunar en el seno de dichas instituciones
a los miembros de la élite local.
A pesar de este notorio declive, todavía hasta la década de 1850 (a dife-
rencia de Buenos Aires, pero de forma similar a lo que se ha observado para
la ciudad de Córdoba)
82
las experiencias asociativas católicas constituyeron
una de las principales instancias de sociabilidad y de integración social en el
escenario local, dependientes todavía (tal como durante el período colonial)
de las máximas autoridades de la diócesis y del mismo gobernador de la
provincia.
La primera mitad del siglo XIX fue testigo también de la aparición de los
primeros periódicos locales costeados por el Ejecutivo provincial a n de dar
publicidad a sus actos de gobierno y promover al desarrollo del espíritu de
discusión.
83
Apelando a ese mismo e incipiente espíritu público, el Estado provin-
cial auspició la conformación de la Sociedad de Benecencia y La Libertad,
dos experiencias asociativas modernas consagradas al ejercicio de la bene-
cencia pública. Como tales, fueron el producto de una política de gobierno
80. “Informe de la Comisión Censora”.
81. Arias, “Comunicación a Manuel Marina”, en ibíd., 3 de junio de 1847.
82. Di Stefano, “Orígenes del movimiento...”, 101-166; Vagliente, “El asociativismo
comparado...”.
83. Miguel Solá, AdiciónalaimprentaenSalta (Buenos Aires: Jacobo Peuser, 1941).
PROCESOS 51, enero-junio 202034
orientada principalmente a la promoción de la educación y la formación mo-
ral de los jóvenes de todos los grupos sociales.
A través de estas dos asociaciones se puso en marcha el decimonónico
proceso de sistematización y organización de la ayuda social, otrora desple-
gada principalmente por agentes e instituciones eclesiásticas. Esto supuso
ya, entonces, un primer cambio sustancial respecto a la conguración de la
caridad tradicional característica del período colonial; una primera instancia
de secularización de sus nes, fundamentos y formas de ejercicio, pues en
tanto proyecto político postulaba la educación, la instrucción, el disciplina-
miento y moralización de una parte de la sociedad como un requisito indis-
pensable para el progreso y civilización de la naciente patria, como un n en
sí mismo.
El instituto de la benecencia implicó así una primera denición de una
nueva área de gobierno, de los agentes (la élite) legítimamente autorizados
para intervenir en ella, de especícos mecanismos y formas de intervención y
de los sujetos/objetos de benecencia. Proceso gradual que experimentó a lo
largo del siglo XIX constantes redeniciones y que se sujetó a un proyecto de
mayor envergadura: la construcción de los Estados modernos.
84
En este con-
texto, cabe señalar que la paulatina denición de la benecencia decimonóni-
ca implicó, también, la institución de un nuevo contrato social (plan de gober-
nabilidad) basado en las reciprocidades morales (asimétricas) de las partes
en ella involucradas, desplegadas, por lo tanto, en un nuevo espacio ético.
85
Los cambios se expresaron también a nivel de las relaciones institucio-
nales, pues estas experiencias asociativas se conformaron en instrumentos
de control del Estado provincial sobre el conjunto de los establecimientos
educativos de la ciudad y sus alrededores, entre ellos los que mantenían una
estrecha vinculación con las autoridades eclesiásticas de la diócesis. En este
sentido, La Libertad y la Sociedad de Benecencia fueron dos entidades que,
respondiendo a los intereses del poder civil, devinieron en garantes de la
educación pública, un ámbito en el que la Iglesia conservó injerencia durante
el período precedente; ahora supeditado, sin embargo, a aquellas experien-
cias asociativas.
Ambas asociaciones, como tales, pueden concebirse, además, como pro-
ducto de un moderno proceso de secularización en tanto se conforman al
margen de la autoridad eclesiástica, de su capacidad normativa.
86
Prácticas
asociativas que no se consagraron principalmente a la búsqueda de bienestar
espiritual ni a la salvación del alma, sino a la formación de los futuros ciuda-
84. Moreno, “Modernidad y tradición...”, 431-447.
85. Marta Bonaudo, “Cuando las tuteladas tutelan y participan. La Sociedad Damas
de Caridad (1869-1894)”, SignosHistóricos, n.º 15 (2006): 70-97.
86. Di Stefano, “Por una historia...”, 1-32.
PROCESOS 51, enero-junio 2020 35
danos y al disciplinamiento de los sectores populares; y que contemplaron la
enseñanza de las máximas evangélicas como parte de un repertorio valorati-
vo más amplio. Tales experiencias distan considerablemente de aquellas que
se conformaron, por ejemplo, en la vecina ciudad de Jujuy estrechamente
vinculadas al poder religioso local y a uno de sus más acérrimos represen-
tantes, Escolástico Zegada.
87
El orden que las élites dirigentes pretendieron construir tras la ruptura
del vínculo colonial se valió también de nuevas estas y rituales.
88
Instancias
lúdicas mediante las cuales la benecencia se expresó como un valor central
de las emergentes sociedades modernas, tanto más valioso por cuanto ape-
laba a reciprocidades morales, a vínculos de dependencia entre diferentes
grupos sociales en un contexto todavía convulsionado por los efectos de la
guerra revolucionaria. En estas jornadas festivas los símbolos religiosos se
combinaban con nuevos referentes patrios y nuevas marcas identitarias al
servicio de la naciente nación.
Para el Estado que por entonces se conformaba, la educación de los ciu-
dadanos no se redujo al ámbito de los establecimientos escolares regentea-
dos por la Libertad y la Sociedad de Benecencia. El teatro, concebido como
una escuela de costumbres, fue otro de los instrumentos de los que las auto-
ridades civiles hicieron uso para difundir los valores que consideraban cons-
titutivos de una ciudadanía moderna. Una ciudadanía que debía nutrirse ar-
mónicamente de una moral que conjugaba valores laicos y religiosos, y que
debía cultivar un espíritu público y crítico de la mano del Estado. Se trató,
por ello, de un proyecto ocial que sentó las bases de la sociedad civil que se
consolidará en el transcurso de la segunda mitad del siglo XIX. Y para llevar
a cabo dicho programa, la élite dirigente se valió de las asociaciones que ya
para entonces empezaban a congurarse como una instancia intermediaria
cada vez más necesaria entre los proyectos de gobierno y la sociedad a los
que estos se dirigían.
Auspiciada por el Ejecutivo provincial en calidad de presidente de la So-
ciedad Dramática, la representación de una obra teatral, que parecía atacar
a las instituciones monásticas, da cuenta de la conformación de un nuevo
mecanismo de control sobre el clero. El teatro devino así, por un lado, en el
canal por medio del cual las autoridades civiles expresaron públicamente su
crítica respecto a los que consideraban excesos y conductas inadecuadas de
los religiosos. Por otro, en una instancia de formación de un público crítico,
es decir, un espacio garante de moralidad, con funciones pedagógicas, desde
87. Medina, “Entre lo terrenal...”, 173-199.
88. Carlos Garavaglia, “Buenos Aires y Salta en rito cívico: la revolución y las estas
mayas”, Andes, n.º 13 (2002): 1-27.
PROCESOS 51, enero-junio 202036
donde se sancionaba lo bueno y lo reprochable a n de que los asistentes
incorporaran un nuevo repertorio de valores.
La representación de Lanonasangrienta por una compañía teatral ajena a
la jurisdicción de los poderes civiles pone en evidencia, por su parte, que los
discursos críticos respecto a las instituciones monacales habían excedido los
círculos ociales y empezaban a circular entre ciertos grupos, organizados
de forma más o menos espontánea, contribuyendo a la conformación de una
incipiente esfera pública a nales de la década de 1840. El teatro, quizá como
los periódicos y las sociedades de lectura, se constituía así en una instancia
de “utilidad”, de progreso y civilidad por cuanto apelaba al juicio de los asis-
tentes, a su reexión, a n de hacer de ellos sujetos críticos, estimulando el
debate y la confrontación de opiniones sobre los temas representados sobre
el escenario.
89
Con sus respuestas a los conictos suscitados por la representación de
las referidas obras teatrales, las autoridades civiles dejaban en claro la pre-
tensión que tenían de subordinar a los miembros del clero y de castigarlos
cuando estos últimos desobedecían y desaaban su autoridad, sobre todo si,
como el presbítero Díaz, lo hacían en público, brindando un mal ejemplo al
conjunto de la sociedad.
Sin embargo, quizá no todo fue una cuestión de desobediencia moral
en el mencionado episodio, sino también política. Y es que el impertinen-
te presbítero al que se reere la documentación analizada y del que solo
conocemos su apellido, probablemente haya sido el reconocido unitario y
antirosista Gabriel Díaz. Si ello fue así (y esto a modo de conjetura), Saravia,
gobernador federal, pudo provechar el exabrupto de un adversario político
para justicar su exilio, es decir, una medida política que gravitaba en las
relaciones de fuerza entre dos grupos políticos y/o facciones enfrentadas.
Mediante los argumentos esgrimidos, el gobernador de la provincia re-
armaba además la supremacía de la jurisdicción secular sobre la espiritual,
incluso en la defensa del evangelio y la preservación de su pureza. El Ejecu-
tivo, de esta manera, redenía otra de la que consideraba sus atribuciones,
legitimando su intervención en la materia apelando al ejercicio del Derecho
de Patronato.
En simultáneo operaba otro proceso, pues se jaban los límites de una
incipiente opinión pública, censurando toda aquella expresión que pudiera
ofender y contradecir a las máximas de la denominada “religión de Estado”.
89. RenánSilva,“Prácticas de lectura, ámbitos privados y formación de un espacio
público moderno. Nueva Granada a nales del Antiguo Régimen”. En Losespaciospúbli-
cosenIberoamérica.Ambigüedadesyproblemas.SiglosXVIII-XIX,comp. por François-Xavier
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Centro Francés de Estudios Mexicanos, 1998).
PROCESOS 51, enero-junio 2020 37
De esta manera, la esfera pública que por entonces empezaba a tomar for-
ma no fue, desde sus inicios, una esfera completamente laicizada, tal como
también puede observarse en otras latitudes hispanoamericanas.
90
La crítica
religiosa que se ceñía sobre el clero no invalidaba, sin embargo, las atribu-
ciones sociales de estos últimos. Por el contrario, la constitución del Estado
comprendió su disciplinamiento en tanto conductores de conciencia y agen-
tes funcionales al proyecto de conformación de una nueva ciudadanía.
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