KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS
CULTURALES,
No. 57 (Enero - Junio, 2025), 178-182. ISSN: 1390-0102
Reseña
Carolina Andrade, A orillas de un relato, Guayaquil, b@ezeditores, 2024, 171 p.
Cecilia Vera De Gálvez
Universidad
Católica de Santiago de Guayaquil, Guayaquil, Ecuador
Guayaquil,
9 de Julio de 2024
Del cero al diez, ¿cuánto le duele? ... Entre esas dos cifras, entre entregarse a la tragedia o al cinismo, cualquier número cabe, siempre y cuando se sustente en una historia verosímil. Todo dolor exige un buen relato. (13)
Así comienza la obra. Con ese dejo de ironía tan propio de la escritura de Carolina Andrade. Pero también se anuncia la motivación que llevará al personaje narrador a contar su historia.
Una voz narrativa que poco a poco se va convirtiendo en el personaje protagónico de la novela decide (la repuesta cuando le preguntan si le interesa colaborar está entre signos de interrogación), participar en un estudio que realizará una institución científica: UAPEC (Universo Apto Para Estudios Científicos). La reclutadora Ulrika le inquiere: “¿Cree que está calificada para participar en UAPEC?”. Y el personaje narrador que insiste en que estaba sanísima, le responde con otra pregunta “¿Sí?”. Sugestiva respuesta de una personalidad insegura, pero llena de curiosidad e inquietudes. Será este el motivo desencadenante de toda la historia de la novela en que la narradora le relata su estadía de 10 años en la mencionada institución a su psicoanalista. Ese diálogo o, tal vez, monólogo psicoanalítico, enmarca su historia en UAPEC que los lectores compartiremos a partir de la interlocución del personaje con la profesional a la que acude para recuperarse de tal experiencia.
Experta como es la autora en todo lo que se refiere a producción de imagen, la historia propuesta accede a las características del reality televisivo que, al irse desarrollando, logra crear un mundo distópico que impacta y desconcierta en la lectura, precisamente como efectos buscados en el relato, desde su orilla, es decir desde el recuerdo de la paciente que informa de todo lo vivido a su analista, diez años después. Desde allí nos enteramos los lectores, desde ese margen del relato.
Esa etapa vivida por la narradora en UAPEC estará llena de las peores experiencias para ella y sus seis compañeros, personajes cuyas historias también conocerán los lectores y que serán utilizados para diferentes tipos de violencia inducida por los que manejan la experimentación, pero que nunca aparecen en la historia. Y comenzamos a pensar, entonces que en la novela se trata de presentar una alegoría distópica de las diversas experiencias que se pueden sufrir en cualquier contexto real.
La estructura de la novela consta de cinco capítulos, dividido cada uno en varios apartados. El segundo es el de los personajes, en el cual se van presentando con detalle a cada uno de ellos. Como antecedente, la narradora recuerda a Alberto Mangel, el escritor argentino, quien afirmaba que en la vida de cada uno “trabajan seis u ocho personajes y eso es todo” y así enumera a quienes fueron sus compañeros de experimentación: Konrad, Margaretta, Johann, Wolfgang, Ifigenia y Schmetterling. La narradora se define y define a sus compañeros de experimentación en algún momento al contarnos que
Cada mañana escribimos un texto para quienes pensamos que encontraremos ese día; cada mañana, cuando escogemos un vestido, un color, unos accesorios, un peinado, escribimos una misiva personal para la mirada de los otros. Somos un mensaje elaborado. La gente se dice... quiero que crean que estoy en control... (83)
Pero ninguno de los seis personajes, ni la narradora, tienen el control en UAPEC. Ellos deberán pasar por todas las pruebas desestabilizadoras de su yo, de su dignidad, de su saber para avanzar hacia otros momentos desconocidos y disruptivos. Es ese recorrido el que deviene en espacio propicio para que la autora inserte temas críticos sobre la condición humana, las discriminaciones sociales, diversos tipos de desconocimientos, exclusiones, abusos y otras injusticias. Clara Medina en su reseña sobre la novela afirma que
Es una obra que nos muestra las infinitas posibilidades de un relato y acaso también la capacidad de los seres humanos para resistir y tratar de sobrevivir en un mundo en el que cada vez más nos convertimos en una cifra, en un código, en una clave. (El Universo, 7 de julio de 2024)
En algún momento de la experimentación la narradora se entera de las experiencias de sus compañeros. Todos han tenido que mentir para sobrevivir. Parecería ser una condición sine que non en el mundo compartido socialmente. Wolfgan, Margaretta, Ulrika, Ifigenia, Schmetterling mintieron. Cada uno tenía su versión justificativa. Así se concluye afirmando que
La humanidad es mentirosa porque, supongo es necesario mentir. Las mentiras trabajan como piezas de acomodación para completar un mecanismo que de otra forma no podría jamás funcionar. Las mentiras son el lubricante para que las partes del sistema encajen unas en otras. (107)
Los espacios en los que se desarrollan las acciones de la novela están perfectamente definidos y son variados: desde turísticas playas en las que se veía a los bañistas que “como Pedro [...] caminaban sobre las aguas, llenos de fe y protector solar” hasta lugares agrestes y solitarios, de nutrida vegetación. Asimismo, hay en la novela múltiples referencias culturales relacionadas con obras literarias, películas y series televisivas, que no son mencionadas al paso, sino que van acompañadas de una breve explicación para que el lector tenga claras las asociaciones con lo que se está contando.
Pero el centro de toda la novela como clave connotativa de la historia contada se encuentra en la palabra. Primero, porque toda la narración es el recuento de lo que la narradora le relata como paciente a su analista (a nosotros ¿analistas?), esa palabra que tiene que ver con la pregunta freudiana de ¿quién soy yo cuando digo que soy yo? Es decir, palabra de una validez relativa. ¿Es todo verdadero o la memoria ya hizo su trabajo al combinarlo no solo con la interpretación sino con la imaginación?
En segundo lugar cuenta la palabra, porque en ella se sustentan todas las convicciones vitales de la narradora: “He pasado mi vida creyendo que la palabra es la madera finísima con la que se construyen cosas de lujo y con la que se otorga partida de nacimiento a lo que merece perdurar y ser compartido. Nombrar algo es asumir nuestra paternidad sobre lo nombrado. ¿Tiene razón de ser lo que voy a nombrar? Si no estoy segura: el silencio” (58).
Aquí no hay silencios. Esta novela construye con palabras, diversas historias enmarcadas en otro discurso, el de la paciente ante su analista que, a su vez, según se menciona, es intervenido por una tal amiga escritora. Y crea y, metafóricamente, recrea una parte de nuestro mundo para decirlo de una manera diferente y conmover a sus lectores.
Vale mencionar la excelente edición del libro a cargo de Báez Editores, que luce como portada una impactante obra del pintor Joseph William Turner.
De mi parte, una cita final. En un momento la paciente pide a la analista:
No la quiero presionar, pero necesito saber que voy encontrando las palabras. Mi máxima aspiración... ofrecerle a usted un relato interesante. Si así fuera ¿por qué contenerme? Óigame y por favor, celebre algo de todo lo que le digo... Recuerde: le pregunto <¿cierto?>. Y usted me dice <cierto>. Ayudaría mucho. (91)
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DOI: 10.32719/13900102.2025.57.10
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e-ISSN: 2600-5751
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