KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 57 (Enero - Junio, 2025), 33-48. ISSN: 1390-0102

Artículo de investigación


Migrar de la violencia a la violencia en la novela Ciudad berraca (2018) de Rodrigo Ramos Bañados

Migrating from Violence to Violence in the Novel Ciudad berraca (2018) by Rodrigo Ramos Bañados

 

DOI:   https://doi.org/10.32719/13900102.2025.57.4

 

Mireya Ramos Jiménez

 

Universidad de Concepción, ciudad de Concepción, Chile  

Fecha de recepción: 30 de agosto de 2024 - Fecha de aceptación: 3 de octubre de 2024
Fecha de publicación: 
2 de enero de 2025

 

 

Resumen

En el contexto de la narrativa chilena de la posdictadura, Rodrigo Ramos Bañados nos lleva al escenario sociocultural del norte de Chile, a un lugar que se ha convertido en el tema principal de su trabajo literario. Ciertamente, como periodista y escritor tiene mayores ventajas para observar los síntomas de la migración y darles voz a los propios protagonistas de una peligrosa travesía en busca de seguridad y trabajo. A través de su novela Ciudad berraca (2018) nos muestra una forma de violencia padecida por ciudadanos colombianos al momento de emigrar a Chile, ilusionados con las oportunidades laborales que ofrece este país y también para superar los padecimientos dejados atrás, sin la amenaza de la guerrilla y el narcotráfico.

Palabras clave: migración, violencia, racismo, clasismo, derechos humanos.

Abstract

In the context of Chilean post-dictatorship narrative, Rodrigo Ramos Bañados takes us to the sociocultural setting of northern Chile, a place that has become the main theme of his literary work. Certainly, as a journalist and writer, he has greater advantages to observe the symptoms of migration and give voice to the protagonists of a dangerous journey in search of safety and work. Through his novel Ciudad berraca (2018) he shows us a form of violence suffered by Colombian citizens at the time of emigrating to Chile, illusioned with the job opportunities offered by this country and also to overcome the suffering left behind, without the threat of guerrillas and drug trafficking.

Keywords: migration, violence, racism, classism, human rights.

 

LA NOVELA TRANSCURRE en Antofalombia, un lugar construido entre antofagastinos y colombianos a la llegada de la primera oleada de migrantes al norte de Chile entre los años 2010 y 2012. Provenientes de las zonas selváticas de Buenaventura y de Cali, llegan arrastrados por los problemas internos de su país y por la guerrilla colombiana.

Pero, Antofagasta como el destino elegido por la familia Parrada Castillo, no es lo que ellos imaginaban; a pesar del auge del cobre que la hacía atractiva para los extranjeros, es también un muro de contención difícil de traspasar, cargado de prejuicios y falta de dispositivos institucionales que garanticen el derecho humano a la migración, especialmente cuando se trata de personas afrodescendientes que llegan en pésimas condiciones físicas y emocionales a la frontera desértica del fin del mundo.

El protagonista, Jean Parrada Castillo, un adolescente de dieciséis años, junto con sus padres y dos hermanos menores, realizan una peligrosa travesía por Ecuador, Bolivia y Perú hasta su anhelado destino: “esa ciudad berraca que vivía su esplendor económico, gracias al precio del cobre que estaba en las nubes de la bolsa de valores de Londres” (Ramos 2018, 13).

En algunos tramos fueron guiados por coyotes peruanos, que se referían a Chile como el paraíso de rotolandia, y por un camionero boliviano, en el último tramo de lo que restaba para llegar a Pozo Almonte. Jacinto Quispe se llamaba y no perdía oportunidad, durante el trayecto con la familia Parrada, de despotricar contra todo lo que fuera chileno: “un carajo país de mierda, decía” (33). Y sin tener mucha idea de cómo era Chile, salvo por el fútbol, Alexis Sánchez y lo frío de su clima, la expresión de Quispe daba clara cuenta de su percepción sobre los chilenos y de cómo trataban a sus vecinos o a los forasteros.

De manera violenta y cargada de xenofobia, los Parrada Castillo fueron recibidos en su primer día en Antofagasta, en una larga fila de extranjeros hacia la gobernación y soportando todo tipo de insultos: “Colombianos traficantes, fuera de Chile, negros narcos” (9). Pero, a pesar de ese comportamiento de los chilenos, estaban dispuestos a recomenzar sus vidas en ese desierto que, aunque en nada se asemejaba con la humedad de sus selvas, sí les ofrecía la oportunidad de estar juntos y libres de la muerte en manos de las guerrillas del famoso Valle del Cauca.

Hasta este punto de la novela es posible constatar la ausencia de la institucionalidad chilena para asuntos de extranjería. Los personajes perciben inmediatamente esta falta al momento de ser recibidos y auxiliados por una persona de la oficina del refugiado, pero no de la municipalidad sino de la Iglesia católica. Luego de una larga espera, les facilitan baños para ducharse y luego son llevados al campamento Los Arenales, a un garaje lleno de bichos y chatarras donde vivirían de ahí en adelante gracias a la solidaridad de terceros y no del Estado chileno.

El trauma de la llegada a Antofagasta, más la sensación de desprotección que experimenta la familia de Jean en el país de acogida, deja en evidencia las falencias del sistema político-administrativo al no estar preparado para afrontar los desafíos de una migración a gran escala, poniendo en permanente tensión a las autoridades locales y nacionales, sin capacidad de respuesta frente a una emergencia eminentemente humanitaria.

El poder de acción del Estado es mínimo y segmentario y se diluye en las oficinas de la burocracia municipal y los servicios sociales, que les ponen todo tipo de trabas para encontrar trabajo, tener previsión social o acceder a derechos básicos esenciales. Desde esta perspectiva, lo señalado por Gilles Deleuze, a propósito de aquellos laberínticos procesos ficcionalizados por Kafka sobre la burocracia, adquiere notable pertinencia en esta realidad:

Si Kafka es el teórico más importante de la burocracia es porque muestra cómo, a cierto nivel (pero ¿cuál? No es localizable), las barreras entre despachos dejan de ser “límites precisos”, están inmersas en un medio molecular que las disuelve, al mismo tiempo que hace proliferar el jefe en microfiguras imposibles de reconocer, de identificar. (Deleuze 2020, 281)

Ante tal disolución de los poderes, Viveca, la dirigente social amiga de políticos y madre de los narcotraficantes del sector, es lo más cercano a un Estado protector; ella los ayuda a conseguir trabajo, comida y servicios básicos que de manera formal no podrían obtener. Es decir, donde no funciona la maquinaria institucional aparece el pulso de las soluciones improvisadas.

Donde no falla la burocracia es en las estadísticas, una herramienta eficaz utilizada por los chilenos para etiquetar a las personas por su situación socioeconómica, para clasificarlos entre ricos y pobres. Los chilenos se toman muy en serio estas marcas de la desigualdad que, para su infortunio, Jean y su familia debieron internalizar rápidamente.

La apariencia física es la primera puerta de entrada para aceptar o rechazar a alguien que viene de otro lugar, y como los Parrada Castillo, según el narrador, no tenían aspecto de turistas, ni de extranjeros venidos de Europa o Norte América, de seguro este país los iba a etiquetar de acuerdo con una clasificación que habían inventado y que funcionaba según criterios de ingreso económico y lugar de nacimiento. Por supuesto, Jean y su familia clasificarían en los niveles de mayor pobreza:

Chile, país que etiqueta en un frío lenguaje algebraico a grupos de personas por sus ingresos económicos: ABC1 o C2, por ejemplo, para los más pudientes y D o E, para los con menos recursos; y había barrios donde los economistas fabricaban ecuaciones como esta: C2 + E. Inmigrantes colombianos como los Parradas con suerte cabían en la letra E. (Ramos 2018, 21)

A pesar de este panorama, la idea de Jean y su familia era sobrevivir de manera honesta y en nada que estuviera fuera de la ley. Es lo que don Lino, el padre de Jean, les hizo prometer a sus hijos.

Una vez instalados en un campamento a orillas de un vertedero de chatarras, Jean supo que allí se quedarían indefinidamente, en una ciudad sin árboles, de cerros que parecían incendiados por el sol y en contraposición el océano, provocando en el adolescente una sensación de desamparo que por alguna razón le agradó. Supo en ese instante que el caos de Tumaco, con sus selvas, los mosquitos y las FARC, no era transferible a este desértico lugar, sin embargo, elucubró en su mente que otro tipo de violencia se fabricaba allí con la sola presencia de colombianos como él. El racismo y el desprecio social de los chilenos hacia ellos: “Pero Jean guardaba la esperanza. Incluso más allá de las limitaciones que le imponían los chilenos, que lo tildaban de grone, colombiano y pobre; lo último era lo que más le molestaba, pues él quería prosperar” (14).

La familia comenzó a buscar oportunidades laborales que no se dieron tan fácilmente, ni mucho menos se podía esperar que fueran puestos formales de trabajo; estaba latente su temor a ser descubiertos por la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) en su situación de migrantes ilegales. La madre comenzó a cocinar y vender papas rellenas en el campamento, ayudada por Viveca y sus contactos con políticos y funcionarios de la municipalidad.

Gran parte de la solidaridad que reciben los Parrada se debe a los infortunios que padecen, lo que genera la compasión de sus vecinos, una conducta a la que don Lino le sacaba provecho, especialmente con la situación de salud de Eyhi, su hija menor, una niña de tres años, víctima de una bala que se le había incrustado en la cabeza producto de una persecución al progenitor por parte de una mafia de Cali. El caso de Eyhi, sumado a las condiciones de vida que tenían, fue motivo para la llegada de fotógrafos y reporteros de medios locales que realizaron notas periodísticas sobre la “Niña bala”. Por fortuna, la bala no había llegado al cerebro de Eyhi y solo requería una operación más sencilla de lo que habían imaginado.

A Jean y a su hermano Álex se les había ocurrido una forma de ganar dinero con la venta de televisores viejos que llegaban al vertedero donde vivían. Juntaban refrigeradores, lavadoras y muchos otros artefactos que estaban en buenas condiciones y, por cierto, eran el reflejo de la fiebre del consumismo de la ciudad minera que hacía proliferar estos basureros de la modernidad.

También encontró un tanque de guerra enterrado en el desierto: “Jean le mostró la chatarra, parecía un viejo M-41, uno de esos tanques gringos que circundaron La Moneda en septiembre de 1973” (44). Había descubierto el vestigio de una parte de la historia de Chile que no conocía, y que más tarde le explicó Manuel Lau, un exmilitar en la época de la dictadura, ahora conserje de un condominio, con quien había hecho amistad.

A diferencia de sus padres, el adolescente sabía que nunca regresaría a Colombia, por eso le interesaba aprender el presente y el pasado de este país. En ese rol de profesor, Manuel Lau le contó que la exoficina salitrera de Chacabuco había sido un campo de prisioneros políticos en la dictadura de Pinochet y que este había matado a mucha gente cuando vino a poner orden al país y que hasta el día de hoy su nombre divide a los chilenos, provocándoles un odio que se transmite por generaciones: “El viejo tanque de Pinochet se transformó en el tanque de la esperanza: Jean era el príncipe de los colombas de Antofagasta y, si era necesario, los defendería a todos” (44).

Manuel Lau, además de contarle estas historias e instruirlo en lecturas de libros y revistas viejas, lo ayudó con trabajos informales como la venta de frutas cerca del condominio, cuidar autos, pasear a las mascotas, cortar pasto, incluso llegó a confiarle su trabajo en la conserjería mientras él se pegaba unas escapadas habituales a la vieja salitrera de Chacabuco: “Con orgullo le contaba, como si fuera el protector de algún sitio arqueológico, que en el tiempo que estuvo en la salitrera de Chacabuco como guardia contribuyó a detener el saqueo y a proteger la ciudadela de latón oxidado” (89).

Lau insistía en que los milicos no mataron gente durante la dictadura, ni a comunistas, ni a nadie, cuando él estuvo tras una ametralladora en su época de conscripto. De algún modo había quedado prendado de ese lugar que visitaba, al menos, una vez al mes, ahuyentando a saqueadores de lo poco que quedaba, y también a coleccionistas de la dictadura que esperaban encontrar cadáveres o casquillos de balas, pero según él, y pese a la obsesión que tenían, nunca encontraron nada.

Jean estaba abierto a aprender de todo, con cada persona que se topaba era capaz de aprender algo. Se ilusionaba con desarrollar alguna vocación que le significara tener oportunidades de mejor vida, porque estaba consciente de que sin una cédula de identidad chilena era difícil acceder a la universidad, más aún si su escolaridad había alcanzado lo que para el sistema educativo chileno es el primero medio.

Lo cierto es que tenía interés por muchas cosas, le gustaba jugar a la guerra desde pequeño, cuando su madre le regalaba soldaditos de plástico. Quería ser fotógrafo y trabajar en un diario y ser el primer fotógrafo negro en Antofagasta: “Rastrear la vida de los colombas en la ciudad. Publicar fotos de los parces. Y dejar testimonio de la inmigración” (72). También se vio formando parte de la PDI con una pistola y manejando una camioneta. Imaginó que su salvación sería el deporte, en un club deportivo lleno de negros buenos para el fútbol. Le gustaba Alexis Sánchez y quería conocer Tocopilla, la ciudad donde este se subía a un camión y regalaba juguetes a los niños en navidad.

Conoció a un profesor universitario residente del condominio, Héctor Farandato, quien “se consideraba humanista y respetuoso de la diversidad” (82), pero no pudo evitar sucumbir ante la belleza de Jean y le propuso sacarle fotos desnudo para una exposición artística y cuánto le cobraría por ese trabajo, ante lo cual, de inmediato, se arrepiente por haber sido arrastrado por sus pasiones, dado que como homosexual él siempre exigía respeto, pero esta vez se había salido de los límites:

Las invitaciones de Farandato a su casa en el condominio continuaron, pero no tan directas como la inicial. Y claro, el grone tenía algo de hambre y curiosidad por conocer a ese solitario hombre que lo incineraba con la mirada y que podía aportarle en su afán de aprendizaje en ese país. (82)

Las conversaciones con Farandato ocurrían comúnmente en el puesto de frutas que el joven instalaba cerca del condominio. Un día le mostró una colección de películas y le propuso adiestrarlo en el conocimiento del cine, tres veces a la semana, en su departamento, con el fin de que enseñara este conocimiento en algún taller para colombianos, de esos que cada cierto tiempo auspician las mineras.

De este modo, la experiencia de integración y aprendizaje de los personajes en Antofalombia se construía sobre la compasión y la solidaridad de algunos, pero más por la discriminación y el racismo que estaba incrustado en la mayoría de sus habitantes, partiendo por un muro que separaba al basural humano y los condominios del progreso que se difuminaban hacia el mar.

Don Lino, sin tener oportunidad laboral que le permitiera sustentar a su familia, se convierte en un ladrón de animales exóticos, cobrando recompensas a sus desesperados dueños, además de robarle a su propia esposa una valiosa caja con dinero que tenía a su cuidado. Aquella relación termina en el abandono de su familia.

Álex, después de probarse en muchos clubes deportivos como futbolista logra ser fichado por un equipo importante de Santiago, en donde no estará exento de arbitrariedades y malos tratos por ser negro.

El espíritu de superación de la madre, incursionando en diferentes proyectos laborales independientes para sustentar a la familia, la impulsó a instalarse con un salón de belleza que le reportó buenas ganancias al descubrir cómo complacer la vanidad de las antofagastinas, siempre en disputa con las colombianas quita maridos, por su evidente gracia natural, sus atrevidos maquillajes y prominentes traseros: “Fue gracias al trabajo de la madre y al apoyo de Viveca que consiguieron tener luz eléctrica, agua y televisión por cable en la casa” (126).

El momento de mayor tensión en la travesía de estos personajes está marcado por el partido de Chile y Colombia en el contexto de las eliminatorias al Mundial de Fútbol que se realizaría en Brasil el 2014. Las clasificatorias se jugaron en Barranquilla en octubre de 2013 donde resultaron vencedores los colombianos. Los grupos anticolombianos jadeaban en las calles preparándose para humillar al primer colombiano que se les atravesara aquella fatídica noche: “Si no se les ganaba en la cancha, se les ganaba en la calle, a combos, a patadas, a martillazos y a balazos” (140).

Por esos días Jean reemplazó a Manuel Lau en la conserjería del condominio y quedó oficialmente a cargo; se sentía orgulloso por la confianza que se ganaba de los vecinos. No escuchó los goles, pero la desazón de los chilenos ante la espera que definiría su clasificación en el juego con Ecuador desató la ira contra los colombianos. Para su infortunio, Jean se encontraba en la línea de fuego de esos enfurecidos choripanes humanos como los graficó: “le tocó recibir a los hinchas chilenos [...] venían a los asados que engrasaban la atmósfera con el tufo a chorizo quemado” (140). Fue insistentemente provocado a pelear, desde los menos a los más agresivos, recibió todo tipo de insultos y al ver que no respondía lo atacaron en grupo, incluida una asistente social que se hizo parte de ese odio en grupos de Facebook anticolombianos: “Trabajaba en la repartición de gobierno de desarrollo social y quedó dañada por los colombas cuando su pareja conoció a una de esas mujeres culonas que llamaban la atención de cuanto viejo caliente había en la sopeada Antofalombia” (140).

Jean fue llevado por Farandato de urgencia a un hospital, sangraba por todos lados, los campamentos emplazados en los cerros ardían en fuego provocado por chilenos borrachos como una forma de desatar su ira contra los colombianos, ni siquiera dejaban avanzar a los bomberos. Frente a esta escena de horror que ya habían vivido en la selva, no tuvieron más opción que agarrar fierros y palos para defenderse de la violencia de los chilenos en ese momento. Ante tal ataque, Jean estaba decidido a cumplir una de sus vocaciones, la de la guerra, para defender a los suyos, intentando hacer andar el viejo tanque de Pinochet.

El planteamiento de Zygmunt Bauman en su libro Vidas desperdiciadas nos da luces respecto al análisis del fenómeno migratorio que protagoniza la familia afrocolombiana Parrada Castillo, por razones políticas y de subsistencia. Al respecto, las características y condiciones de los personajes de Ciudad berraca se ajustan a las reflexiones de este sociólogo, al menos en dos sentidos: para Bauman la migración forzada es una condición que cataloga a las personas migrantes como seres superfluos, innecesarios, carentes de uso, según el criterio de quienes diseñan la modernidad. Son aquellos no necesitados por los otros: “No existe razón para tu presencia ni obvia justificación para tu reivindicación del derecho a seguir ahí” (Bauman 2015, 24). Son los declarados desechables, una mercancía que carece de utilidad, cuyo destino es el basurero, como ocurre a la familia Parrada cuando son llevados a vivir a un vertedero de electrodomésticos.

A su vez, el vertedero para Bauman es una necesidad de la modernidad, porque marca la diferencia entre nosotros y los otros: “Entre normalidad y patología, salud y enfermedad, lo deseable y lo repulsivo, lo aceptado y lo rechazado (43). En Antofalombia hay una muralla que divide ambos mundos.

La publicación de un artículo de la Revista Letrônica, Porto Alegre: “Migración en la novela Ciudad berraca de Rodrigo Ramos Bañados” (2022) de Daiana Nascimento, muestra el fenómeno de la migración en la zona norte de Chile y las condiciones precarias que viven los personajes, especialmente el protagonista, Jean, en su malograda experiencia de búsqueda de trabajo. Destaca que el fenómeno de la migración afrodescendiente en Chile es relativamente nuevo, lo que se complejiza por el aumento progresivo de otros grupos llegados al país, como haitianos, peruanos y colombianos, dejando en evidencia el problema de la alteridad que se presenta en la novela de Rodrigo Ramos.

Daiana Nascimento promueve la reflexión sobre el fenómeno de la migración en el norte de Chile, mediante esta novela, donde los protagonistas viven la exclusión en todo sentido, incluso desde la propia institucionalidad que deja ver su falta de preparación y de políticas respecto a la subsistencia de personas en situación de migración.

El telón de fondo de la migración, sea de orden interno o externo, como el que se representa en la novela, no ha sido suficientemente abordado por los estudios literarios pues casi siempre están focalizados en la experiencia de migración desde el país de acogida, restando valor a su trasfondo. (Nascimento 2022)

Desde este punto de vista, Nascimento nos señala que este asunto se ha estado discutiendo en grupos de investigación: “Crisis humanitaria y migración en la novela reciente de África y Latinoamérica”, siendo mucho menor la producción literaria sobre las complejidades que deben afrontar las personas afrocolombianas en la experiencia de migración y que en la mayoría de los casos es una migración forzada. Existen factores políticos, sociales y religiosos que determinan la salida abrupta desde sus territorios. Por ejemplo, la familia Parrada Castillo, protagonista de la novela, son originarios de una de las zonas de mayor complejidad en Colombia, en la región del Valle del Cauca y en el Pacífico colombiano; zonas definidas por la ONU como escenarios de vulnerabilidad de derechos e inestabilidad, que implican, para las comunidades afrocolombianas, permanentes desplazamientos de emergencia.

En este artículo, Nascimento analiza la ficción en Ciudad berraca, señalando que, como pocas, es capaz de relevar las problemáticas de la sociedad nortina que se ha visto superada, el último tiempo, por el tema de la migración y con ello el drama humano de quienes llegan a Chile.

La novela es narrada por Jean Parrada Castillo, un adolescente afrocolombiano de dieciséis años, llegado a Chile junto a sus padres y dos hermanos menores que él, a través de un complejo movimiento migratorio que deja en evidencia las deficiencias del sistema político y social de nuestro país.

Así también, las motivaciones se pueden asociar a crisis económicas, catástrofes, problemas políticos, religiosos o sanitarios. En Chile contemporáneo es un fenómeno más reciente que ha ido en aumento esta última década, especialmente de ciudadanos del Caribe y otros países como Colombia, Perú y Venezuela. Lo que ha visibilizado la precariedad laboral y los sesgos de estratificación social que complejizan los problemas de convivencia colectiva: “Tijoux (2016) entiende en su libro Racismo en Chile: la piel como marca de la inmigración y que precisamente se halla expuesto en el imaginario representado en la novela Ciudad berraca” (Nascimento 2022).

El fenómeno de la migración en Chile evidencia una trayectoria de racismo desde la época colonial, lo que hasta el día de hoy prevalece y no se ha podido enfrentar. No obstante, destaca que ha habido importantes esfuerzos sobre la idea de instalar debates sobre la existencia de afrodescendientes en la época de la colonia. Lo que ha aportado importante información para la recuperación del legado por parte de los descendientes de quienes fueron esclavizados e invisibilizados históricamente: “Hay en los espacios culturales y sociales chilenos un desconocimiento total del pasado esclavista nacional y una resistencia aún mayor a asumir elementos afroamericanos como parte de la identidad nacional” (Salgado 2012, 238).

Dicho fragmento nos aclara cómo el discurso colonial y republicano ha operado para invisibilizar la presencia afrodescendiente del discurso nacional. La idea de que en Chile no hay negros se ha mitificado desde distintas formas, por ejemplo, que los pocos que llegaron no sobrevivieron al clima y las enfermedades; sin embargo, es posible rastrear su llegada y permanencia desde el siglo XVI.

A comienzos del siglo XXI con la llegada de emigrantes afrodescendientes, este escenario descrito en este artículo comienza a quedar en evidencia e impone la necesidad de debatir acerca de la migración, el racismo, la discriminación y el clasismo en el Chile de hoy.

Otros artículos que analizan la narrativa de migración nos proponen una lectura crítica sobre racismo y un análisis comparativo de dos novelas acerca del desplazamiento migratorio de sus protagonistas. A saber, “El cuerpo racializado del migrante en la Fila india de Antonio Ortuño y Ciudad berraca de Rodrigo Ramos Bañados” (2020) de Tatiana Calderón, y “Desplazamientos: los imaginarios de la travesía de Jean en Ciudad berraca y Obama de El Metro” (2019) de Lilian Salinas.

El artículo de Tatiana Calderón examina cómo estos dos autores, Ortuño (mexicano) y Ramos (chileno), abordan el tratamiento del cuerpo en la literatura de migración, para lo cual hace uso del concepto corpografía, en el sentido de transcribir aquello que el cuerpo inscribe en su experiencia de racialización y de agresión político-social tanto en México como en Chile.

Para Calderón, la violencia que opera en los cuerpos migrantes, al igual que en el trabajo anterior de Daina Nacismento, encuentra una posibilidad de testimonio en el texto literario, de ahí la instalación de un debate público, más allá de lo interdisciplinario, que también emplace a la literatura como vector de visibilización de este problema: “El sujeto migrante puede recuperar su lugar en la historia así como adquirir una doble pertenencia a través de la materialidad de la escritura” (Calderón 2020).

Luego de su travesía desde Colombia hasta Chile, Jean Parrada, un adolescente afrodescendiente, y su familia experimentan la racialización del cuerpo desde el momento que llegan a Antofagasta.

Según el planteamiento de esta crítica, al menos habría tres formas de racialización que padece Jean: una corresponde a su llegada a una ciudad fronteriza, periférica y aislada que se configura como un espacio carcelario para los personajes; otra serían las enfermedades sexuales como signo racista atribuido a la llegada de migrantes; y una tercera forma de racialización del cuerpo es aquella que se refiere a una jerarquía importada que perpetúa la conducta colonial a través de las clases sociales y el color de la raza.

Si bien Antofagasta se caracteriza por ser una ciudad fronteriza, que para los migrantes ofrece oportunidades de movimiento hacia otros espacios de mayor desarrollo, una vez estando dentro, experimentan las limitaciones de sus fronteras, primero porque Antofagasta está encajada entre el mar y la cordillera, cerca del desierto. De ser un lugar en la periferia de Chile pasa a convertirse en una cárcel para los personajes de la novela, no solo por su geografía sino también por la segregación que experimentan: “Chile refuerza la racialización impuesta por Europa y el blanqueamiento de los países marcados por el mestizaje” (Calderón 2020).

Por su parte, la llegada de los migrantes es considerada una plaga o enfermedad contagiosa, donde también la clase política y los medios de comunicación exacerban este miedo al contagio de enfermedades de transmisión sexual, urticaria en los más conservadores, sarpullidos o estrés por verlos mover sus cuerpos bailando en las calles: “El cuerpo del otro migrante y sus acciones contaminan a la sociedad chilena que cierra su entendimiento para elaborar un cerco sanitario por el miedo a la mezcla de razas” (2020).

Calderón reconoce una ironía en este comportamiento de los chile nos, tratándose de un país que es de origen mestizo.

La noción de corpografía que orienta su trabajo, la toma de otros estudios previos como el de Pierre Zoberman y Marie-Anne Paveau, cuyo estudio sobre la materialidad remite a una idea del texto que integra tanto componentes biológicos como físicos y con ello cuestiona la supuesta ruptura entre cuerpo y espíritu impuesta por la racionalidad cartesiana. También se basa en el planteamiento de Francine Masiello sobre cuerpo y catástrofe en la literatura. Así también nos presenta su definición de raza, aludiendo a Foucault:

Para Foucault, aquí cabe hacer la aclaración, raza alude a un grupo social que no comparte origen, lengua o religión con otro; razas, o en aras de una comprensión más precisa: etnias, son dos grupos que si llegaren a convivir la unidad de esa convivencia estaría sostenida sobre la base de la violencia. Así, “hay dos razas cuando hay dos grupos que, pese a su cohabitación, no están mezclados a causa de diferencias, disimetrías, barreras debidas a los privilegios, las costumbres y los derechos, la distribución de las fortunas y el modo de ejercicio del poder. (Foucault 2001, 77)

En tal sentido, Foucault hace responsable al Estado por desarrollar un discurso unitario desde el que pueden emerger, y así ocurre en esta realidad de la migración, luchas de razas que dividen de un modo binario al cuerpo social. Esta fracción de los cuerpos en el ámbito de lo biológico es lo que construye grupos diferenciados que dan lugar al racismo.

Lilian Salinas, en su artículo “Desplazamientos: los imaginarios de la travesía de Jean en Ciudad berraca y Obama de El Metro (2019), realiza un análisis comparativo entre dos novelas basadas en las travesías de sus protagonistas, Jean en Ciudad berraca y Obama en El Metro, para llegar al destino soñado, España y Chile, respectivamente. Es posible establecer un itinerario de experiencias cargadas de emocionalidad y poder de adaptación que tienen que demostrar los personajes ante situaciones nuevas y traumáticas, que inevitablemente contribuyen a deteriorar la identidad de dichos personajes.

En el proceso de transición y adaptación que deben experimentar forzadamente los migrantes es donde más se detona el trastoque de la identidad respecto del imaginario social que se tiene del lugar de “acogida”, pues entre más precario el proceso de desplazamiento (tipo de transporte, estadías provisorias, burocracia estatal), mayor es el espacio de tran sición y adaptación que incidirá en la fractura de la identidad. Marc Augé lo señala como los no-lugares o lugares de tránsito.

La travesía del joven Jean Parrada y su familia es un proceso cargado de emociones que influyen en la percepción que tiene el protagonista acerca de su identidad y lo traumático de esta experiencia como sujeto social, cuya transición al país de acogida pareciera ser un proceso de constante adaptación.

Lo interesante de este trabajo, independientemente de las diferencias en ambas novelas, es el valor de los estudios literarios comparativos que buscan eliminar las fronteras del saber hegemónico y generar espacios de construcción de conocimiento descolonizados.

Corresponde al análisis comparado de dos novelas que abordan una misma realidad, los desplazamientos internos en busca de mejores condiciones de sobrevivencia, y que posteriormente se transforman en migraciones a otros países. Son traslados que revisten alta peligrosidad y pueden significar la muerte de quienes migran. Aun así, son viajes asumidos con resignación por parte de los personajes en ambas obras, porque su situación les impide continuar viviendo fuera de peligro en sus países. Ante tales circunstancias, es inevitable que las visiones de vida de Jean y Obama no sufran alteraciones producto del trauma que les provoca la nueva realidad. Por lo tanto, se produce un devenir en la identidad de estos personajes al tener que desarrollar “otra” identidad que en este caso funciona “bajo la borradura” de la anterior (Hall 2003, 14).

Tanto Obama como Jean no sabían nada de la cultura donde iban a llegar, sin embargo, ambos tenían la ilusión de tener un mejor futuro en otra tierra, sin saber que al llegar a esos lugares pasarían a formar parte de los imaginarios sociales que los distinguen por su color de piel de manera institucionalizada. Sus pieles no-blancas los diferencian de los demás, pero no de manera positiva sino como seres inferiores que habitan un lugar que no les pertenece y los hace tener que desplazarse eternamente en una odisea en busca del hogar definitivo.

En conclusión, la novela Ciudad berraca de Rodrigo Ramos, como pocas, es una propuesta literaria que combina perfectamente la información periodística sobre la migración en el norte de Chile y el trabajo artístico del autor, adentrándonos en la dura realidad de la migración, pero desde la mirada de quienes llegan y padecen en el supuesto país de acogida.

Es la experiencia de Jean Parrada y su familia cuando llegan des de Colombia a Antofagasta y no cuentan con la orientación ni apoyo de las esferas locales del Estado para ejercer su derecho de estar en Chile, sintiéndose abandonados y reiteradamente segregados a los espacios de sobrevivencia humana.

En este sentido, un aspecto relevante de este análisis es la relación de los sujetos marginales en Ciudad berraca con el diseño y propagación de la modernidad que plantea Bauman (2015) respecto de los residuos humanos, obligados a migrar a otros lugares del planeta en busca de mejores condiciones de vida, que tampoco llegan a ser tales.

La migración de Jean Parrada y su familia, desde Colombia al norte de Chile, nos muestra el movimiento de los seres superfluos, según Baumann, dentro del marco del imperio de la sociedad de mercado y la globalización: “Habían sido desahuciados por la guerrilla. Para esos muertos, llegar a Antofagasta era como alcanzar el cielo” (Ramos 2018, 10).

También se destaca el trabajo de Nascimento (2022) que plantea el fenómeno de la migración en la zona norte de Chile y las condiciones precarias que viven los personajes, especialmente el protagonista, Jean, en su malograda experiencia de búsqueda de trabajo. El fenómeno de la migración afrodescendiente en Chile es relativamente nuevo, pero no es nueva la trayectoria de racismo desde la época colonial.

Por su parte, el trabajo de Calderón (2020) nos permite señalar la importancia que adquiere el habla del cuerpo racializado del migrante en la Fila india de Antonio Ortuño y Ciudad berraca de Rodrigo Ramos Bañados, a partir del examen de cómo estos dos autores, Ortuño (mexicano) y Ramos (chileno), abordan el tratamiento del cuerpo en la literatura de migración, para lo cual hacen uso del concepto “corpografía”, en el sentido de transcribir aquello que el cuerpo inscribe en su experiencia de racialización y de agresión político-social tanto en México como en Chile.

Por último, Salinas (2019) destaca la importancia de realizar análisis comparativo entre dos novelas basadas en las travesías de sus protagonistas, relevando la importancia de crear espacios de convergencia en los estudios literarios, que vayan más allá de los límites que impone el saber dominante y hacia la construcción de conocimientos descolonizados.

Lista de referencias

Augé, Marc. 2000. Los no-lugares, espacios del anonimato: una antropología de la sobremodernidad. Traducido por Margarita Mizraji. Barcelona: Gedisa.

Bauman, Zygmunt. 2015. Vidas desperdiciadas. Santiago: Ediciones Culturales Paidós.

Calderón, Tatiana. 2020. “El cuerpo racializado del migrante en la Fila india de Antonio Ortuño y Ciudad berraca de Rodrigo Ramos Bañados”. Nueva Revista del Pacífico, n.º 72: 259-78. http://scielo.conicyt.cl/pdf/nrp/ n72/0719-5176-nrp-72 279.pdf.

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Declaración De Conflicto De Intereses

La autora declara no tener ningún conflicto de interés financiero, académico ni personal que pueda haber influido en la realización del estudio.

 

 

 

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DOI: 10.32719/13900102.2025.57.4

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