MACHADO DE ASSIS (1839-1908) publica Memórias póstumas de Brás Cubas en 1881. La novela abre la década en que, con dos plumazos institucionales sucesivos, se establece que el régimen monárquico-esclavista brasileño queda circunscrito al pasado nacional. En esa época, el filósofo positivista Auguste Comte (1995, 69), al definir el principio, la base y el fin del régimen republicano, encuentra acogida en el pensamiento brasileño: "El Amor por principio y el Orden por base; el Progreso por fin". Ordem e Progresso será el lema de la bandera brasileña. Por otro lado, la quinta novela machadiana es la primera de las cinco atrevidísimas que llegará a escribir y publicar hasta 1908, entre ellas Dom Casmurro (1900) y Esaú y Jacob (1904).
En 1908, año en que fallece Machado de Assis, el gobierno republicano conmemora el centenario de la primera medida tomada por el príncipe regente D. João al exiliarse en la colonia americana, donde se asentará la Corte imperial portuguesa hasta 1822. Cien años atrás, el día 28 de enero de 1808, al desembarcar de Europa en Bahía, firmaba la carta regia que disponía la apertura de los puertos de Brasil al comercio con las naciones amigas. Decretada antes de que la comitiva real se instalara en Río de Janeiro, la medida dio por concluido el antiguo "pacto colonial". Durante siglos había quedado establecido que las mercaderías solamente podrían ser llevadas o traídas al país por medio de embarcaciones portuguesas. También se había prohibido que las mercaderías manufacturadas fueran producidas en la colonia.
Localizada en el barrio de Urca, en el Distrito Federal,1 la magnífica exposición conmemorativa del centenario de la apertura de los puertos a las naciones amigas involucraba varios e importantes predios representativos de las riquezas de diversas naciones extranjeras y amigas de los principales Estados brasileños. Tras publicar, en 1908, el cautivante y demoledor volumen A alma encantadora das ruas, el escritor João do Rio (seudónimo de Paulo Barreto) aprovecha la evidencia del conocedor de la cotidianidad republicana carioca para cubrir periodísticamente la exposición, deteniéndose en el papel de las autoridades presentes y en el comportamiento de multitud de visitantes. En sus crónicas ejercita la verba irónica y arrasadora. Las mismas serán reunidas posteriormente en el libro Cinematógrafo de las Letras (1909).
Para abrir la lectura de las Memórias póstumas de Brás Cubas, adopto inicialmente la perspectiva sociocultural y política ofrecida por el siglo XIX. Siempre y cuando ese siglo y la novela machadiana soporten ser comprendidos fuera de las balizas cronológicas tradicionales y admitan 1808 como inicio y 1908 como fin. El siglo XIX se configuraría, en la historia de la joven nación brasileña, como el último y largo intervalo independentista de la metrópoli lusitana. Ese período fue vivido intensamente por Machado de Assis desde 1839 y se cerraría el año en que fallece y en que se conmemora el centenario del exilio del Príncipe Regente en el Nuevo Mundo.
Durante ese siglo XIX, los antiguos colonos lusitanos y, a continuación, los ciudadanos letrados brasileños, van a conformar y formatear la literatura nacional, según la matriz y los modelos importados de la prosa y la poesía europeas modernas, en detrimento de las lenguas de los pueblos originarios y de los pueblos africanos diaspóricos. Recibimos y acatamos de la metrópoli una matriz lingüística, comportamental, religiosa y artística que venimos trabajando de segunda mano, aclimatándola, abrasileñándola por su interiorización imitativa o educacional en nuestras mentes e imaginaciones. Insertándola, por lo tanto, en la lengua portuguesa hablada en el Brasil colonial que se definirá, en fase posterior, como la lengua oficial de la nación autónoma.
La matriz y los modelos que la colonización portuguesa acarrea son formales, universales y eurocéntricos y, luego de las sucesivas conquistas de los habitantes letrados de la región en tránsito, se muestran innegablemente flexibles. La escritura artística y el contenido llamado exótico aparecen como la principal contribución brasileña, ya que el texto y la trama literarios se afirman en el registro de la estetización localista.
Esas tres categorías -matriz formal europea, contenido nacional y estilización regional- reciben adeptos definitivos y ganan diferentes y nítidos contornos bajo la luz tropical del Nuevo Mundo. Los habitantes letrados buscan la autonomía de la colonia en lucha por la ciudadanía, que tendrá como fundamento un clivaje espacial (geográfico) y temporal (histórico). El nuevo fundamento geográfico y espacial de la región es el lugar y el tiempo de la obediencia colonial y de la rebeldía independentista. Es hacia allí donde el original es trasplantado y surgen la copia, el ciudadano y el artista. El allá, Portugal, y el acá, Brasil, o viceversa, deben configurar un espacio/tiempo más amplio -caracterizados tardíamente en la escritura inaugural de Memórias póstumas de Brás Cubas- que el cuadro general propuesto por el famoso poema de Gonçalves Dias sobre el nacionalismo literario,2 sobre la vida del brasileño en el exilio y, finalmente, sobre la efusión sentimental del poeta en las nostalgias de la patria americana.
Será sintomática esa incesante y duradera condición de posterioridad de la nacionalidad, del ciudadano y del arte. Serán poco a poco y críticamente configurados por la diferencia en complementariedad (a la metrópoli). Esa es la definición de lo que se llamó cotidianamente proceso de abrasileñamiento de lo metropolitano y lo extranjero. Brasil es anacrónico sociopolítica y culturalmente.
En tres novelas nativistas aclamadas por el gran público, tres héroes extranjeros pasan simbólicamente por ese proceso de abrasileñamiento. Tales novelas se suceden en la periodización de la literatura brasileña y se afirman como de lectura indispensable en las aulas locales. Me refiero al héroe romántico Martim, abrasileñado por la devoción de Iracema; al realista-naturalista Jerônimo, por el amor de Rita Bahiana; y al modernista Nacif, por la seducción de Gabriela. Y a las novelas Iracema (1865), de José de Alencar, O cortiço [El conventillo] (1888), de Aluísio Azevedo y Gabriela, cravo e canela (1958), de Jorge Amado, respectivamente. La ideología del patriarcado y de la cordialidad, por el lado de la relación sexual y de la procreación, fueron montadas bajo el signo del todopoderoso amor al macho.
Con las raras excepciones de siempre, la producción literaria colonial, al ganar peso y valor nacional, será imaginada, armada y construida por escritores que forman parte de la selecta ciudadanía masculina brasileña. Si nos fijamos en el género literario europeo que recibió mayor aceptación entre nosotros, la novela (the novel, género bautizado en el Reino Unido en el siglo XVIII), hay que destacar que la genialidad tardía del novelista Machado de Assis, expresada en 1881, vendrá a intervenir en las obligaciones, deberes y esperanzas que el antecesor más destacado en el canon nacionalista, José de Alencar (1829-1877), había pronosticado para la prosa literaria en lengua portuguesa hablada en Brasil. Machado intervendrá en ellas para divergir de ellas. Interviene y diverge de la convergencia nacionalista; interviene divergiendo.
El primer fragmento de este ensayo enfoca, en 1881, las sucesivas intervenciones machadianas en la novela brasileña romántica y las consecuentes divergencias de temperamento universalizante. Es en aquel año que publica su quinta novela, Memórias póstumas de Brás Cubas.
Si el presente ensayo abarcara también la producción de poemas por parte de ciudadanos brasileños letrados en el siglo XIX, las intervenciones y las divergencias en prosa de Machado de Assis llegarían a ganar un compañero notable y un inestimable apoyo cultural e intelectual. Recuerdo a un amigo olvidado de Machado de Assis, el marañense Sousândrade (Joaquim de Sousa Andrade, 1833-1902), autor del poema épico Oguesa errante (1884). Él también ha sido contestado por la tradición nacionalista de la literatura brasileña.
No habría sido por mera vanidad o por accidente que, en 1872, Machado de Assis habría enviado para publicar en O Novo Mundo, diario editado en Nueva York, cuya vicepresidencia ocupaba el mencionado poeta marañense, el ensayo "Noticia de la actual literatura brasileña" (más conocido por el subtítulo "Instinto de nacionalidad"). El manuscrito será publicado en marzo de 1873 en Manhattan. El ensayo machadiano venía a conmemorar no solamente aquí, sino también en el extranjero, el cincuentenario de la Independencia de Brasil, obviamente desde su perspectiva.
Todo indica que, ya en 1872, Machado y Sousândrade comulgaban con ideas semejantes sobre el estado actual de la literatura escrita en Brasil. Hay que agregar que, en 1884, tres años después de la edición en libro de las memorias póstumas, el marañense publica el poema épico que dramatiza a protagonistas heroicos de otras nacionalidades del Nuevo Mundo, y no solamente a los brasileños. Sousândrade, además, venía escribiendo O guesa (en quichua, "sin hogar") desde 1858. A semejanza de Machado en la prosa, Sousândrade intervendría sobre la poética del antecesor notable, el poeta Gonçalves Dias (1823-1864), también marañense y, como Alencar, perteneciente al canon nacionalista brasileño. Sobre ella interviene para diferir de ella.
La prosa de José de Alencar y de Machado de Assis se reflejan, respectivamente, en los poemas de Gonçalves Dias y de Sousândrade. Machado de Assis y Sousândrade imponen una actitud universalizante, el tono épico (la historia del pueblo americano o planetario). Que los desprende del romance y del poema nítidamente nacionalista uno y lírico el otro.
Así las cosas, el prepotente novelista carioca -y él lo es, no hay que suavizar ese rasgo de su genialidad artística siempre disimulado- hace que las imprevistas, calculadas y amenazadoras divergencias de carácter universalizante llevadas a cabo por las Memórias póstumas de Brás Cubas colisionen frontalmente con la victoriosa convergencia nacionalista de la novela romántica escrita y publicada en Brasil.
La prosa de la ficción machadiana publicada en 1881 es aún más ambiciosa y soberbia. Por su atrevida y rimbombante performance en el campo literario, Machado también va a deconstruir -como esperamos probar en el transcurso de este ensayo- la formación educativa, política, religiosa y artística eurocéntrica del colono y del ciudadano brasileño, que fundamentó, a su vez, la evaluación prevalente del concepto de universal entre nuestros educadores, políticos, religiosos y artistas.
No será problemático constatar, teniendo como telón de fondo nuestro siglo XIX y la vida cultural y política del ciudadano brasileño, un momento en que la expresión del nacionalismo triunfante en 1822 causa cierta disconformidad inquietante entre los intelectuales. Evidenciada por las divergencias macha-dianas, esa disconformidad individual y colectiva va a gritar en la novela de 1881 y podrá ser comprendida por el examen concreto y positivo de su contribución ficcional. Una contribución desorientada, desafortunada y revolucionaria, que viene en busca de una descentrada y planetaria concepción de la matriz única europea. Una concepción de lo universal multifacética y multirracial, con conflictos internos, muchas veces solo aprendida en silencio, en el silencio de la lectura.
Hasta el día de hoy, las divergencias ficcionales universalizantes, expresadas por Machado en el siglo XIX, dirigen a su lector atento a comprender el camino que lleva a la concretización de la siempre anhelada y nunca alcanzada soberanía económica, social y artística del Estado-nación brasileño en el concierto de las naciones. El instinto de nacionalidad solamente se enriquecerá por la concienciación por cada ciudadano de la condición autónoma de la nación, dice Machado en 1872.
Para la motivación inicial del lector sugiero apenas la lectura del arte poética de la prosa de ficción brasileña, tal como la expresa José de Alencar en la "Carta al Dr. Jaguaribe", hoy publicada como apéndice a la novela indigenista Iracema de 1865, poniendo al lado las memorias póstumas de 1881. En el contraste entre los pilares extremos se yergue la primera prosa brasileña propiamente literaria.
Si se la expande hasta el siglo XX, la perspectiva divergente de la crítica machadiana serviría para inmediatamente situar la novela Memórias póstumas de Brás Cubas del lado contrario al que acuerda y adscribe la mayor parte de la historiografía literaria vigente como la legítima tradición literaria brasileña. Esta será nombrada, defendida y adjetivada (o sea, calificada y autorizada académicamente) por Afrânio Coutinho como "la tradición afortunada" -título, además, de uno de sus libros de ensayos. Afrânio, como se sabe, es catedrático de Literatura Brasileña en la actual Universidad Federal de Río de Janeiro (entonces, en 1937, Universidad del Brasil, así llamada en oposición a las universidades propiamente estaduales como la Universidad de San Pablo, USP, y la Universidad del Distrito Federal, UDF).
En la misma época, Antonio Cândido (2007, 9), profesor de la USP, defiende su tesis afinada con las divergencias machadianas. Son conocidas y bien difundidas las palabras del prefacio de Formación de la literatura brasileña. Las repito:
Nuestra literatura es gajo secundario de la portuguesa, a su vez arbusto de segundo orden en el Jardín de las Musas... Los que se nutren apenas de ellas son reconocibles a primera vista, incluso cuando sean eruditos e inteligentes, por el gusto provinciano y por la falta del sentido de las proporciones. Estamos destinados, pues, a depender de la experiencia de otras letras, lo que puede llevar al desinterés y al menoscabo de las nuestras [...] Por eso, [este libro], aunque fiel al espíritu crítico, está lleno de cariño y aprecio por ellas [las letras brasileñas], procurando despertar el deseo de penetrar en las obras como en algo vivo, indispensable para formar nuestra sensibilidad y visión del mundo (las cursivas me pertenecen).
En la configuración audaz que presenta, el historiador nos debe un cues-tionamiento a nuestra obediencia irrestricta hacia Occidente, o sea al eurocentrismo. Su discípulo Roberto Schwarz (2000, 2012) explicitará con agudeza y talento, dentro del molde establecido por el maestro, la lectura de Machado de Assis.
En caso de juzgar válida la divergencia de Machado respecto del canon calificado y valorizado por el adjetivo "afortunado", la prosa literaria brasileña avanzará también por una tradición desventurada, o sea, para nada afortunada. Si al instinto de nacionalidad sucedió su conciencia, a la tradición afortunada le sigue la desafortunada.
Si se considera asentada esta doble constatación histórica y literaria, tendrá sentido y saltará a la vista una segunda y casi absurda divergencia ma-chadiana, de evidente significado subjetivo y autodestructivo. Exteriorización de su personalidad no conformista, la divergencia siguiente reorienta y redirige a la anterior para el análisis y la evaluación (prematura) de su propia obra publicada bajo forma de novela, antes de las memorias póstumas.
La novela de 1881 es sorprendente por partida doble. Libera al autor para divergir también de las obligaciones, deberes y esperanzas que inspiran y sostienen sus cuatro primeras novelas románticas, escritas y publicadas entre los años 1872 y 1878: Ressurreição [Resurrección], A mão e a luva [La mano y el guante], Helena y Iaiá Garcia (los títulos están listados en orden cronológico). Machado de Assis se desprende de las cuatro primeras novelas, a) en términos de composición del texto, b), por el estilo en que están escritos, c) por la retórica literaria de que se vale el narrador, y d) incluso por el modo en que caracteriza al personaje.
Es evidente que el autor se inventa por segunda vez como novelista, asentando la personalidad artística más poderosa, naturalmente hegemónica hasta nuestros días. Se trata de una osadía performática de cuño pretencioso, arriesgado y suicida. Solo en la edad madura el novelista estimula la génesis de otros e impensables narradores en su obra, tornándose modelo para futuros y osados novelistas en Brasil.
A semejanza del poeta Carlos Drummond de Andrade en el siglo XX, Machado de Assis en el XIX no actúa como novelista experimental por entusiasmo juvenil y rebelde. El intercambio de cartas entre el joven poeta Carlos y el paulista Mario de Andrade, fechadas entre 1924 y 1925, informará minuciosamente sobre el proceso tardío de acceso a la vanguardia modernista por parte del poeta minero y podrá servir de sostén en la comprensión de la prosa vanguardista machadiana fuera de la estación de la vida que es propicia a tales ejercicios.
La narrativa del autor difunto, o del difunto autor, es, pues, la responsable de los dos prepotentes y rentables epitafios. Machado entrega a los gusanos la novela y el canon literario afortunado, y a ellos también les lega, como adelanto de herencia, sus cuatro primeras novelas románticas.
La producción brasileña en prosa literaria anterior a la década de 1880, incluyendo la del propio Machado de Assis, no estimula más ni estimulará al escritor carioca cuarentón, ya achacado por evidentes problemas de salud, como atestiguan los biógrafos. Y, en una nación poscolonial, de régimen monárquico-esclavista, el intelectual carioca pasa a divergir abruptamente del ideario ideológico y artístico nacional, romántico y sentimental y de la nítida y estrecha reivindicación identitaria.
Siendo el portaestandarte de una tradición desventurada de la literatura nacional, Machado de Assis se libera en 1881 de las invenciones artísticas independentistas que lo preceden y de las que se desprende. Permanecerá menos solitario que el poeta Sousândrade, que será notado y anotado por el crítico Fausto Cunha (El Romanticismo en Brasil, 1971) en la década de 1960. Desafortunadamente, el prosista carioca y el poeta marañense permanecerán en la historia de la literatura brasileña. En la historia de la literatura brasileña, el prosista carioca y el poeta norteño permanecerán desafortunados.
Los dos tendrán sus legítimos detractores y sus arrogantes admiradores.
No hay, pues, que juzgar como acto gratuito el desprecio por las cuatro primeras novelas enunciado por el propio autor. La actitud drástica es autocrítica y, al mismo tiempo, crítica. El ascendiente del lector crítico sobre el escritor procede, en gran parte, de la sensibilidad inconformista del intelectual carioca, nítida en el ensayo sobre la nacionalidad como instinto en búsqueda de soberanía.
El novelista Graciliano Ramos, indagado por el investigador y crítico Homero Senna en diciembre de 1948 sobre si considera que su obra literaria va a permanecer en el tiempo, responde monosilábicamente: "No vale nada. En rigor, incluso, ya desapareció". ¿Será que la autocrítica/creativa de los maestros Machado de Assis y Graciliano Ramos serían asumidas por un joven novelista en el blog de moda?
A diferencia de los actuales haters bolsonaristas,3 Machado acoge y acata la lectura crítica y mordaz de los contemporáneos y la de los más jóvenes. Asume la palabra ajena como asesora para dialogar con ella y con él mismo, aprendiendo a autocriticarse en contexto contradictorio, así como el muchachito del morro do Livramento aprende con un inmigrante, el panadero de la comunidad, la lengua francesa, y con el vicario de la parroquia local el latín.
Hay incluso una prueba más cabal del ejercicio de autocrítica por el autodidacta Machado de Assis. Luego de lanzar a la venta en las librerías la cuarta novela, Iaiá Garcia (1878), el autor reverencia con ponderación la lectura maliciosa que le dedicó el joven crítico Urbano Duarte (1855-1902), también dramaturgo y futuro miembro fundador de la Academia Brasileña de Letras (prueba de que Machado tampoco guarda rencor de la crítica).4 Urbano pega fuerte en la reseña periodística de Iaiá Garcia. El crítico es un árbitro en el ring de box. Hace sonar el gong de la derrota en el cuarto round de la lucha entre Machado y la novela. Se justifica junto a la platea:
El [poeta] cantor de las Americanas que acatamos y apreciamos debe cargar un poco más la boquilla de su pluma, a fin de que sus novelas no mueran linfáticas. (Duarte 1878, 69)
Machado de Assis, autor de cuatro novelas linfáticas: les falta vigor y energía, vida. El autodidacta aprende con el juicio ajeno, repito. Al inventar el quinto manuscrito en la intimidad del hogar, ¿no estaría el novelista a punto de preguntarle a Urbano:
[¿] Qué le parece, joven mío, si yo repensara radicalmente las deficiencias de las cuatro novelas linfáticas y pactara con un autor difunto, tenido como inverosímil? ¿No sería meritorio abrir espacio en nuestra Vida para los que vayan a vivir al campo y se vuelvan alimento de gusanos? ¿No sería esencial capacitar con palabras a los fallecidos y enterrados, a fin de volverlos incapaces de influir, interferir e incluso interrumpir el curso por demás previsible de la experiencia de vida en el presente? ¿Volver a los muertos capaces de hacer sus reclamos y quejas e incluso de impedir nuestro olvido?5 (Despret 2022)
A comienzos de la década de 1880, las dos divergencias críticas macha-dianas -la externa a la obra, de carácter nacional, y la íntima, consecuencia de la autocrítica- escandalizan tanto a los compañeros de letras del novelista como al pequeño público lector brasileño. Un único volumen reunió los folletines publicados en la Revista Brasileira a partir de marzo de 1880.
Pasa a ser de nuestro interés personal y ensayístico investigar la concepción machadiana de folletín y de folletinista. Volvamos a la primera vez en que el escritor carioca intenta configurar lo que debe ser la producción en Brasil de otro género literario europeo (en este caso, un género tenido por menor). En la cuarta crónica publicada en el diario O Espelho (16 e 30/10/1859) intitulada "O folhetinista", Machadinho, a los veinte años, define el género típicamente periodístico, subrayando que el modo de "aclimatación" del folletinista a los trópicos se asemeja a las idas y vueltas del "colibrí" (género americano de la familia del picaflor, el colibrí es el único pájaro que logra volar hacia atrás y hacia adelante). Escribe Machado de Assis (1859, 1):
El folletinista ocupa en la sociedad el lugar del colibrí en la esfera vegetal; salta, vuela, brinca, tiembla, flota y espolvorea sobre todos los tallos suculentos, sobre todas las savias vigorosas. Todo el mundo le pertenece; incluso la política.
Enseguida, el futuro novelista siente la necesidad de realzar la condición de "segunda mano" de la producción artístico-literaria brasileña, clase de observación que nunca se le escapa, a fin de enfocarse en el sudor que lo espera en la mesa de trabajo:
Una de las plantas europeas que difícilmente se haya aclimatado entre nosotros [brasileños] es el folletinista. (1)
Y concluye más adelante:
El folletinista es la fusión admirable de lo útil y de lo fútil, el parto curioso y singular de lo serio, maridado con lo frívolo. Estos dos elementos apartados como polos, heterogéneos como agua y fuego, casan perfectamente en la organización del nuevo animal. (1)
Inicialmente, Memórias póstumas de Brás Cubas -publicado veintidós años después de la crónica citada, bueno es recordarlo- es el "nuevo animal" folletinesco aclimatado, amamantado y crecido en la... Revista Brasileira. Fusión admirable de lo útil y de lo fútil en sus combinaciones. Parto curioso y singular de lo serio, maridado con lo frívolo. El folletinista se exhibirá posteriormente (o póstumamente) como narrador de novela en las librerías afrancesadas de la capital del Imperio. El narrador difunto, todavía un "colibrí" juvenil y brasileño, entrega al lector una novela compuesta de manera desvencijada, torpe y asombrosa.
La prosa ficcional de Brás Cubas salta, revolotea, brinca, tiembla, cuelga y se espolvorea sobre todos los tallos suculentos, sobre todas las savias vigorosas.
Se lee ya en las memorias póstumas: "Hay que agregar que la gente grave encontrará en el libro una apariencia de pura novela, a la vez que la gente frívola no encontrará en esta su novela habitual; tenerlo ahí lo priva de la estima de los graves y del amor de los frívolos, que son las dos columnas máximas de la opinión" (Assis 1998, 13). Ni pura novela ni novela habitual. Las dos. Un pie hacia acá, otro pie hacia allá. El frívolo se complace con la anécdota y debe saltear, por consejo del narrador, todo el capítulo reflexivo titulado "El Delirio". Al grave le agradarán las partes reflexivas de la novela (abandonadas por el frívolo), aunque se pierda en los efectos de ficción. Machado no busca, por lo tanto, una "opinión" sobre su libro (sobre los hechos narrados por él), que se sostenga en una de las columnas máximas de la opinión. Nos recuerda el narrador Brás Cubas:
al pie de cada bandera grande, pública, ostensiva, muchas veces hay otras banderas modestamente particulares, que flamean y fluctúan a la sombra de aquella, y no pocas veces le sobreviven. (20)
Desarrollada en escritura literaria castiza, la novela de 1881 es, sin embargo, desvergonzada y autorreflexiva (ejemplo de autorreflexión es el inesperado capítulo "El sino del libro").
Políticamente, la narrativa descoyuntada y divertida está en tensión con la descolonización tutelada y tardía del Estado-nación brasileño y trae, también, citas infinitas y vigorosas de obras ajenas y alusiones a mil y una suculentas vidas nacionales y extranjeras. Nos sobran, como lectores, historias y saberes.
Tal vez esté ahí el motor que impulsó al novelista-crítico John Barth (1984, 75) a interesarse por la configuración de la "literatura del agotamiento" en la segunda mitad del siglo XX, por los sudamericanos Machado de Assis y Jorge Luis Borges. Cito la lectura que hace Barth del cuento "La biblioteca de Babel" del argentino:
la biblioteca infinita de uno de sus cuentos más populares es imagen particularmente pertinente para la literatura del agotamiento: la "biblioteca de Babel" hospeda todas las combinaciones posibles de caracteres alfabéticos y espacios y, por eso, de todo libro o enunciado posible, incluyendo sus y mis refutaciones y reivindicaciones, la historia del presente futuro, la historia de todo futuro posible y, a pesar de que el cuento no menciona este detalle, no solo la enciclopedia de Tlön sino la de cualquier otra palabra imaginable.
El conjunto ficcional machadiano le cierra definitivamente la boca al crítico Urbano Duarte y se ostenta como "nuevo animal" perfectamente concebible en selva tropical del Nuevo Mundo.
Al no querer compartir con los compañeros de letras el más acá de las fronteras de la autonomía nacional y por abrir el espacio colectivo para nuestra soberanía en el más allá de las fronteras brasileñas, la novela de 1881 aprehende inicialmente el mundo occidental en su larguísima y desastrosa historia y cultura, tal como son expresadas por la fuerza que apuntala la formación [Bildung] del colono y del ciudadano brasileño. Fuerza esta que, en virtud de su poder hegemónico en Occidente, es intolerante con los neófitos americanos y castradora de las etnias locales y de varias otras diaspóricas. Esa fuerza formativa es la adoptada como modelo universal por la colonización europea de las tierras retomas en el espacio y en el tiempo de los conquistadores. En la tierra de la Vera Cruz ella constituye, al cabo de tres siglos, familias aristocráticas (por el mérito y no por la sangre) y una pequeña burguesía autónoma y letrada (Bildungsburgentum), sometida al régimen de gobierno vigente, el monárquico-esclavista.
En las páginas iniciales de la novela, en el capítulo "El delirio", se aclara el cuadro histórico universal, que será deconstruido en capítulos cortos por la prosa ficcional machadiana. El narrador-protagonista monta un hipopótamo que se asemeja menos a un caballo que a un rinoceronte en la zoología fantástica de Jorge Luis Borges. Inicia un viaje al origen de los siglos. Allí sobrevive la ambigua y enigmática Pandora. Todavía sentado en el dorso del hipopótamo, el narrador protagonista hace un larguísimo viaje de vuelta. Pisa el último siglo del planeta, que le "dará el desciframiento de la eternidad". Origen y fin. Aleph.
En el planeta Tierra se completó el ciclo de la vida a la moda de Occidente. Se cierra también el ciclo de una vida humana occidentalizada en el planeta. Pandora le había dicho al viajero Brás Cubas: "yo no soy solamente la vida; soy también la muerte, y tú estás listo para devolverme lo que te presté. Gran lascivo, te espera la voluptuosidad de la nada" (Assis 1998, 26). Pandora le explica el sentimiento al que responde el "estatuto universal" de todo ser viviente: "¿Egoísmo, dices? Sí, egoísmo, no tengo otra ley. Egoísmo, conservación. La onza mata al novillo porque el razonamiento de la onza es que ella debe vivir, y si el novillo es tierno tanto mejor: he aquí el estatuto universal" (27).
Espero demostrar que el egoísmo creativo del descendiente de pueblos diaspóricos esclavizados en Brasil osará desconocer cualquier forma de límite espacial y temporal predeterminado por Occidente. Eterno viajero entre el origen y el fin, Brás Cubas se baña voluptuosamente en la nada para aprehender el todo de la vida humana en la biblioteca de Pandora.
Para eso, Machado de Assis inventa en la prosa literaria brasileña subterfugios humanos, culturales, históricos y geopolíticos que van a retirar la construcción de la (siempre demorada) soberanía nacional de la violenta referencia a la colonización europea y a la fuerza formativa (Bildung) del ciudadano centrada y limitada al Occidente. Fuerza formativa que fue y continúa siendo impuesta a todo y cualquier ser humano nacido y criado en el territorio del Nuevo Mundo, e incluso al ser humano diaspórico, obligando a todos a vivir modernamente6 bajo el régimen de gobierno monárquico en el orden social esclavista.
En ese aspecto, el novelista ya egoísta por naturaleza (enseñanza de Pandora) y por deseo propio (enseñanza de la biblioteca de Pandora) se excede. Excesivo en su década y en su siglo, se transforma contemporáneamente (me refiero a la actualidad del lector de este ensayo) en un ejemplo más entre los precursores de la actitud "filosófica" instaurada por Jacques Derrida a fines de la década de 1960 y designada como un acto de lectura deconstructiva de los centramientos que constituyen a Occidente como universal.
Desde fines de la década de 1960, Derrida (1972) se entrega a la deconstrucción de los centramientos autoritarios y excluyentes (el logo-, el etno-, el falo- y el fono-centrismo), responsables de la imposición de valores hegemónicos de pensamiento y de acción, autoevaluados como los únicos positivos en la expansión universal de la metafísica occidental. Para tomar posesión de los primeros detalles de la argumentación derrideana, se invita al lector a familiarizarse con el ensayo clásico del filósofo, "La farmacia de Platón", hoy en la colección La dissémination (1959).7
Intentaré ser preciso y contundente en las futuras citas de la obra literaria de Machado de Assis. Los ensayos que seguirán a este ensayo deben demostrar al lector que el novelista y cuentista carioca hospeda (para el significado del concepto, ver Fisiología de la composición, de este autor) en sus tramas ficcio-nales una variedad de libros y de figuras que desorientan las fronteras estrechas de Occidente. Cobran particular atención por parte de Brás Cubas un derviche sufí (un faquir), en el capítulo 49, "La punta de la nariz"; en el capítulo 18, "Visión desde el corredor" incorpora a la trama a un pobre enamorado extraído del relato "Los hermanos del barbero" en Las mil y una noches. Hay que destacar también, como ejemplos adicionales de descentramiento de Occidente, a los sufridos pueblos orientales colonizados que se encuentran dramatizados en el clásico Peregrinación (Lisboa, 1614), del navegante lusitano Fernão Mendes Pinto, y finalmente hay que citar la presencia de héroes moros como Massinissa. La variedad de ejemplos de descentramiento no se detiene allí.
Las dos divergencias críticas machadianas -la objetiva y la íntima, repito- tienen, por lo tanto, un tercer objetivo: el de desorientar, el de desbrujulear (el neologismo tiene sentido) al lector brasileño respecto de una ancestralidad occidental única y exclusiva, la tradición grecorromana y europea.
Si se busca en letra de molde y en literatura, el desbrujuleamiento no es tan evidente a primera vista, tal es la fuerza secular de la convicción por la orientación hacia la creciente occidentalización del mundo. Con cuidado y esmero, hay que dedicarse a una lectura intertextual, atenta y reflexiva. En caso de que la intertextualidad se imponga, uno de los libros en juego no complementa al otro, o sea, uno no se suma orgánicamente al otro. Uno de los libros suplementa al otro, constituyendo todo un ejercicio de deconstrucción del centramiento del norte occidentalizante, que no se evidencia en la mera lectura complementaria de los dos libros.
Aclaro más. En los precursores de Derrida, la escritura-de-la-deconstrucción se organiza, pues, por la suplementariedad, o sea, por la inserción en un libro de otro y determinado libro posterior en fecha, que pasa a suplementar al primero y anterior en torno de consideraciones críticas y observaciones divergentes con la intención de, repito, deconstruir a este. El lector parte simultáneamente de la lectura de dos libros, siendo el primero un todo de valor discutible y, por eso, pasible de dejarse suplementar por el otro, que deconstruye el significado total del anterior.
Un buen ejemplo de lectura deconstructiva, suplementaria, es el Suplemento al viaje de Bougainville (1773) del filósofo francés del siglo XVIII Denis Diderot (2019). Ese libro será empleado como ejemplo de lectura decons-tructiva antes de dedicarnos a Machado de Assis en su biblioteca de Pandora.
Ya el título nos lleva a imaginar que el filósofo francés escribe y presenta al público el suplemento, repito, de un famoso relato de viaje, firmado por un coterráneo suyo, el navegante y escritor Louis-Antoine de Bougainville (2006). Frente a los ojos, el lector tendrá simultánea y suplementariamente el ensayo del filósofo y el relato de viajes. El segundo es anterior al primero, ya que el libro de Diderot se publica dos años después del relato de Bougainville. Un libro no complementa al otro, insisto; el segundo libro suplementa al primero. El primero es un todo (autor Bougainville) que se deja suplementar por el segundo todo (autor Diderot). El suplemento existe para que el segundo se escriba crítica y divergentemente del primero, y va a ser concebido como ejercicio que pone en cuestión la noción de universal, para deconstruirla. Al colocar en cuestión el alcance de universal, el texto lo pone entre comillas. "Universal", en el caso de Bougainville, corresponde al proceso de occidentalización por el que pasa el mundo; universal, en el caso de Diderot, cuestiona la fuerza semántica de la noción si no estuviera limitada por la occidentalización del mundo.
A pesar de que el navegante y el filósofo trabajaban dentro de la misma y amplia dimensión planetaria del ser y del mundo, no piensan lo universal de manera contradictoria. Para dar un ejemplo, geográfica y filosóficamente estará en cuestión -en los dos libros- el sentido que se da al acto de poseer algo, sea un objeto por parte de un individuo, sea una tierra extraña por parte de un poder nacional en viaje más acá y más allá de las respectivas fronteras comunitarias. Posesión de un objeto propio por otro, posesión por el europeo de una tierra extraña al Occidente. En el segundo caso, se habla de una tierra salvaje que se está descubriendo y que necesita ser civilizada.
El subtítulo del libro de Diderot ya dice lo esencial: "Sobre el inconveniente de relacionar ideas morales con ciertas acciones físicas que no las comportan".
Escrito deliberadamente en la patria francesa, el relato del viaje alrededor del mundo de los colonizadores le sirve a Diderot para contestar o, mejor, para deconstruir las certezas etnocéntricas divulgadas por Bougainville en su relato de viajes, escrito a fines de la época colonial e inicios de la época imperial. En la agenda metropolitana, el filósofo inserta la relatividad de los valores morales sobre los que se funda la civilización occidental en el largo y violento proceso de colonización de las regiones no occidentales del planeta. Las naciones de Occidente han tomado posesión, se han apropiado de otras tierras y de la mente de otras poblaciones, a partir y por la imposición al "otro" de muchos de sus buenos valores civilizatorios y de muchos otros desastrados y desastrosos.
Ya en el siglo XVIII francés, la ceguera etnocéntrica desarrollada por Bougainville es suplementada por el respeto al "otro" propuesto por Diderot.
En determinado pasaje del suplemento al relato de viaje por Bougainville, el filósofo cita una conversación entre el navegante europeo y un viejo polinesio -el otro. Este le pregunta al colonizador europeo: ¿Por qué mataste al tahitiano que vino a tu encuentro, que te acogió en su cabaña, que te recibió al grito de "Taïo, taïo, taïo, amigo", que te entregó mujer e hijas para el sexo?
La razón para el asesinato del tahitiano -suplementa el texto de Diderot al endosar la pregunta del polinesio- es simple y contradictoria: habiendo recibido todo del tahitiano como dádiva, el viajero francés asesina, sin embargo, al nativo porque lo sorprende "hurtando" algunas de sus chucherías. La acción física de uno, el hurto, como lo calificamos, no comporta la idea moral de desobediencia, o de infracción, que debe ser castigada por otro acto, el robo de una vida humana.
Concluye Diderot que el hurto de un objeto y el robo de una vida humana no comportan el mismo juicio moral. Un acto es provisorio y el otro, absoluto. El valor del concepto de "hurto" de un objeto no está vinculado a una noción de intercambio equitativo. Hurto de objeto y robo de vida humana -en la visión del marinero descrito por Bougainville- están directamente vinculados a la noción occidental de propiedad, noción inexistente entre los polinesios y entre muchos otros pueblos originarios del norte de África, como se lee en la novela El inmoralista, de André Gide. Es la noción de posesión la que apuntala en concreto y en el abuso el ideario ético del conquistador malagradecido y asesino.
El filósofo extiende el sentido del ejemplo dado. ¿Por qué es tan fuerte el sentido de propiedad en la Europa del siglo XVIII? Es notable el hecho de que la pregunta suplementaria del filósofo gane mayor sentido con el transcurso de los siglos. Preanuncia al Engels del Origen de la familia, de la propiedad y del Estado (1884). En otro contexto, y en el siglo siguiente al de Diderot, preanuncia también las novelas que van de Madame Bovary, de Gustave Flaubert, a Dom Casmurro, de Machado de Assis. Muchos personajes femeninos, así como también sus lectoras, preguntarán al unísono sobre las implicaciones domésticas de la noción de patriar-calismo defendida por los maridos, posesivos y machistas. Y, al final de la lista, no hay que olvidar una novela más reciente: São Bernardo, de Graciliano Ramos.
¿Por qué olvidarse del drama reciente de la belohorizontina Ângela Diniz en torno de Doca Street?
¿Por qué no volver los ojos al año 1500 y al comportamiento de los indígenas de Vera Cruz y de los futuros e indignados ciudadanos brasileños? Uno de los indígenas quiere cargar hasta la tierra los objetos de la carabela de Pedro Álvares Cabral que le seducen tanto la vista. He aquí un buen ejemplo de la Carta de Caminha para ser deconstruido. Son ciertas cuentas de rosario que uno de ellos luego "se las echa al cuello" como collar, anota el escribiente de la armada en carta a D. Manuel el Afortunado. Y el navegante agrega precavidamente: "Pero si él quería decir que se quedaría las cuentas y también el collar, esto no lo queríamos entender nosotros, porque no se lo íbamos a dar".
Los marineros no retribuirían con meras "cuentas de rosario" la recepción cordial, la misa a la que asisten contritos y las informaciones recibidas sobre el oro y la plata existentes en la tierra. En contrapunto, día tras día los indígenas van dejando de lado el arco y la flecha con que recibieron inicialmente a los desconocidos, posiblemente enemigos.
Recomienzo por donde debería haber comenzado.
A semejanza del filósofo Denis Diderot en el Suplemento al viaje de Bougainville, Machado no complementa, por ejemplo, el clásico Peregrinación, de Fernão Mendes Pinto. Lo excede, lo suplementa en un cuento de composición singular y original, tan atrevido como el de las memorias póstumas. Me refiero a "El secreto del bonzo. Capítulo inédito de Fernão Mendes Pinto", incluido en la colección Papeis avulsos [Papeles dispersos] (1882).
Machado de Assis excede el clásico Peregrinación, suplementándolo (y no complementándolo, insisto) con un capítulo inédito. La indicación está en el subtítulo del cuento. Se convierte incluso en un texto extraordinario porque se trata de un pastiche en las buenas maneras del siglo XIX brasileño.8 La opción por el pastiche viene a cuestionar, por un detalle deconstructor, lo singular de los seres humanos asiáticos y africanos -estos pueblos diaspóricos en el Brasil continental-, "la nariz de batata". Acompañadas por las orejas, esas narices han sido objeto de tortura física por parte de los colonizadores europeos en el proceso de colonización de los orientales. Son simplemente decapitados. En el cuento no habla el padre jesuita, habla el bonzo. Él guarda un secreto: inventa una nariz artificial que suplementará, en el rostro, la pérdida.
En la lectura de la prosa ficcional de Machado de Assis, el suplemento a la noción de universal corresponde al movimiento político-social y cultural de descolonización contemporáneo, nuestro contemporáneo, inspirado como ha sido por la propuesta deconstructiva de Jacques Derrida. La prosa ficcional machadiana establece y propone la recomposición planetaria del concepto de universal exigiendo las comillas en "universal" cuando el concepto todavía se refería solamente al exclusivismo occidental en la formación educacional de la ciudadana y el ciudadano.
La novela de 1881, además de descalabrada, autorreflexiva, extravagante, asombrosa y acogedora de vidas heroicas y de textos clásicos, es también, desde su época hasta hoy, excéntrica en todos los sentidos del adjetivo. El debido tenor y la originalidad de las diferencias contestatarias que las memorias póstumas implantan en las literaturas de naciones autónomas periféricas, si se ponen sobre el tapete, han sido domesticados por la crítica y por la historia literaria conservadora. La insubordinación machadiana ha sido muy domesticada en cuanto a la wilderness que representa la novela Grande sertão: veredas, publicada en la década de 1950, si se examina en contexto regionalista. La ópera prima de Rosa suplementa, por la ferocidad que dramatiza con tanto coraje, la euforia desarrollista del gobierno de Juscelino Kubitschek.
Memórias póstumas de Brás Cubas se convierte, en virtud de esos vuelos deconstructivos en dirección a los variadísimos hospedajes (vidas y obras ajenas, nacionales y extranjeras), en un movimiento todavía más radical en los años bolsonaristas. Tales vuelos representan inserciones ficcionales de la condición brasileña en diferentes y multifacetados contextos universalizantes, que redunda en una forma enmarañada. Ese enmarañado (tangle, en inglés), en el caso de Machado de Assis, está trenzado mediante erudición sofisticadísima, que no respeta el sentido de localidad, y no es en absoluto arbitraria o gratuita.9
Típico de culturas periféricas, el enmarañado machadiano es semejante al que trenzará en la década de 1920 -para recubrir el mix de la cultura popular en Brasil- Mário de Andrade en la novela Macunaíma. Esos trenzados son ejemplo de sabiduría e instrucción 1. popular periférica, Mário de Andrade, o 2. enciclopédica universalista, Machado de Assis. Llegan al lector brasileño sin adjetivo geográfico restrictivo, como, por ejemplo, el que indicaría una única nacionalidad. En la obra de Machado de Assis, el enmarañado es el principal responsable por el esfuerzo de deconstrucción de la noción de universal, esfuerzo de contrapunto a las nociones rudimentarias de identidad y esfuerzo de resistencia al ímpetu colonizador de la periferia por Occidente.
El enmarañamiento que redunda de la inserción en el texto de vidas y obras ajenas, nacionales y extranjeras, se representa mediante un viaje de colibrí, o sea, de la imaginación creadora, en busca de hospedajes, semánticamente pródigos y ricos, que prestan nuevo y amplio sentido a detalles de la narrativa y refuerzan situaciones trágicas o dramáticas del regionalismo y del nacionalismo periférico. Esos viajes se perderían en el tacho de basura de la historia, en caso de que estuvieran apenas para demostrar el exhibicionismo de la cita por la cita misma.
Vistos desde el siglo XXI, los vuelos planetarios del colibrí carioca, o las inserciones de vidas y obras ajenas, nacionales y extranjeras en el texto macha-diano, o incluso el enmarañamiento como fruto maduro de la erudición del autodidacta, denotan que el cuaderno de viaje del novelista fue planeado con la intención de reajustar soberanamente, o universalmente (sin comillas), el Estado-nación y su cultura, para ser adjetivado como brasileño.
Un ejemplo notable se encuentra en la novela Esaú e Jacó [Esaú y Jacob]. Presentado en las páginas iniciales de la novela, el personaje "hermano de las almas" no expondrá en la novela todas las estafas financieras que, en páginas muy posteriores, imagina como las verdaderas responsables por su transformación en el "capitalista" Nóbrega, un millonario todopoderoso de Río de Janeiro. El texto de la novela mantiene en silencio las locuras financieras y la administración federal de la joven nación republicana en el período conocido como Encilhamento,10 que el hermano de las almas aprovecha para enriquecerse. El texto de la novela prefiere encuadrarse en una digresión del narrador en torno del capítulo "Eldorado" del Cándido de Voltaire, la súbita metamorfosis del recolector de limosnas en la Iglesia y de tantos otros nouveaux-riches del período. A través de la palabra del narrador machadiano se hace una notable lectura de la novela, no solo del encuadre del personaje a través del relato de Voltaire, sino también una segunda lectura, la del desastre económico del Encilhamento que arrasó los cimientos de la nación autónoma tras la proclamación de la República. No hay cambio en la transferencia del poder nacional entre el Segundo Reinado (Esaú) y la República (Jacó), ya que son los nuevos social climbers quienes sustituyen a los abusadores monárquicos. El Estado-nación continúa siendo mal administrado.
Primera intervención machadiana: insertar la cultura brasileña en su formación original europea.11 Segunda intervención: esa inserción debe producirse por efecto del descentramiento, ser responsable por la reparación (en el sentido actual del verbo) de un vaciamiento arrasador originario respecto del "otro", vaciamiento histórico y continuo.
Los dos movimientos de inserción ofrecen al proceso de autonomía brasileño un horizonte universal, el de la soberanía entre las naciones del mundo, que debe alcanzarse. A la vista del horizonte amplio, planetario, la ciudadana y el ciudadano brasileño podrían llevar a cabo y conformar positivamente el entusiasmo revolucionario de 1822 en soberanía. El entusiasmo revolucionario de 1822 avanzó. La prosa machadiana preanuncia los movimientos de descolonización que ocurrirán en el tercer milenio. Aparecen bajo la forma de intervenciones de rebeldía artística y se expresan mediante digresiones críticas, en general de responsabilidad de los narradores. Rebeldía y digresiones apuntan a reorientar las políticas identitarias restrictivas que pueden retraer el entusiasmo nacionalista por la repetición y llegan a presentarse a través de manifestaciones retrógradas y conservadoras.
Sin el reajuste en la formación occidentalizadora de Brasil, sin el siguiente e indispensable proceso de reparación nacional, las políticas decimonónicas del período monárquico-esclavista -pauta de la novela machadiana de 1881- tendrían que ser comprendidas hoy desde la visión amplia del movimiento independentista del siglo XIX. Las políticas decimonónicas son paralizadoras del entusiasmo patriótico despertado en 1822.
Los vuelos planetarios deconstructivos son, entonces, planeados en discordancia respecto de las normas civilizatorias impuestas a la región del Nuevo Mundo durante el período colonial. Sus habitantes -los originarios, los colonizados y los diaspóricos- son obedientes e incluso serviles a la colonización metropolitana en la exageración y en el uso de la violencia. Para no restringirme al Grito de Ipiranga en su bicentenario, agrego la eficiencia ejecutiva de las Reformas pombalinas, del período 1750-1777, cuya motivación principal es reestructurar, de manera totalitaria, la desorganización por la que pasaba entonces el sistema colonial portugués.
Espero que se comprenda mejor ahora la razón por la cual la novela de 1881 tenía que divergir, ante todo, de la motivación romántica nacionalista y patriótica, tal como estaba consolidándose en el horizonte político y estético y endureciéndose por el racismo estructural tal como es descrito en el comportamiento imitativo del ciudadano brasileño durante la etapa colonial.
Véase el caso del personaje de Cotrim, cuñado de Brás Cubas, en el capítulo 123, titulado "El verdadero Cotrim".
Aunque rápidamente, intento avanzar con el análisis de Cotrim: el racismo estructural endurece la motivación romántica nacionalista y patriótica por la fuerza sempiterna de los hábitos retrógrados y conservadores implantados en los señores por la esclavización del africano. La motivación entusiasta proporcionada por la autonomía, esencial para llegar a la descolonización de la joven nación, pierde gradualmente la fuerza y contribuye a paralizar e incluso a inhibir los movimientos legítimamente revolucionarios, que anhelan una efectiva y verdadera abolición de la esclavitud africana en Brasil y su reparación.
Otro rápido análisis contrastivo: compárese la novela machadiana en relación con la pintura Independencia o muerte (1888), encargada al pintor Pedro Américo por los consejeros imperiales, miembros de la Comisión del Monumento de Ipiranga.
Sería bueno aclarar desde ya que la noción de hábito no tiene función histórica, en el sentido événementielle del término; ella obtiene dimensión apropiada en el análisis y la lectura que se evidencia por la noción de longue durée (estoy recurriendo a la dicotomía establecida por el historiador Fernand Braudel). En su ensayo clásico, el historiador francés juzga necesario alertar al estudioso sobre los cambios que la nueva noción de temporalidad histórica trae:
Para el historiador, aceptar la longue durée significa prestarse a un cambio de estilo y de actitud, a una inversión del pensamiento y a una nueva concepción de lo social. Se trata de familiarizarse con un tiempo en cámara lenta, algunas veces apenas al margen de lo que se mueve. (Braudel 1965, 271)
Como observa Peter Burke (1992), la "estructura" se encuentra para Braudel en el carácter repetitivo (cursivas mías) de las actividades de individuos y grupos. La descripción de determinada estructura acarrearía para su historia -que concentra en sí misma los cambios internos- las crisis coyunturales, los movimientos cíclicos, la tendencia al estancamiento y al crecimiento. Evento y estructura -continúa Burke- no se oponen en la articulación de la historia y la interdisciplinariedad resulta esencial para alcanzar una historia global, visto que una ciencia no debería oponerse a otra.
En prosa literaria macabra, increíble y fúnebre, Memórias póstumas de Brás Cubas discrepa insertándose apenas en el festivo ambiente independentista brasileño que va de 1808 a 1908. De manera intermitente y exhaustiva, la nueva prosa enriquece la trama novelesca nacional con autorreflexiones dolo-rosas y divagaciones aleatorias, inspiradas ambas por espantosos juegos críticos e irónicos y, en realidad, escépticos. Los juegos son el principal responsable 1. de la meditación contemplativa según la práctica islámica (la figura del faquir como modelo de reflexión, alternativa a la tradición socrática) del narrador y de los personajes, 2. del análisis de la política nacional, al detener por obra de la parálisis socioeconómica el proceso de soberanía anunciado por la autonomía, y 3. de la crítica al atraso en las relaciones entre la sociedad brasileña y las demás sociedades colonizadas por Europa, por su intervención planetaria.
Situado en una nación periférica y autónoma, que se inventa y se monta en el siglo XIX como una sociedad pequeñoburguesa occidentalizada y con fuertes rasgos aristocráticos, heredados de la monarquía esclavista lusitana, Memórias póstumas de Brás Cubas es, por naturaleza, provocador y responsable. Evita el discurso nacionalista monocorde, expresado en exitosa construcción artística por los escritores románticos y, a continuación, por los prosistas realistas-naturalistas; los evita a fin de facilitar la invención de una figura ficcional extraña al ambiente festivo, un narrador/protagonista inverosímil perteneciente a la élite letrada brasileña. Su comportamiento profesional es connivente con los hábitos heredados de los tiempos coloniales y también es crítico de ellos. Todas y todos los personajes de la novela se caracterizan por perfiles psicológicos nítidos y alusiones culturales traicioneras. Todos y todas se vuelven refinadas y competentes figuras dramáticas, que deben ser interpretadas por el lector y por la crítica como codependientes de la parálisis que domina los movimientos sociales progresistas contemporáneos y, por eso mismo, son ellas también las principales responsables del desinterés en inventar y montar una futura nación soberana en la periferia de Occidente.
La realidad brasileña no solo es dramatizada con la brutalidad necesaria porque es atribuida, por el difunto autor, a un undiscovered country (Shakespeare) -una nación ya habitada y mapeada, pero todavía por inventarse a través de un "descubrimiento" imprevisto, que anunciaría una especie de recomienzo del mundo. Recomienzo semejante al anunciado por Oswald de Andrade al publicar, en 1924, los poemas de Pau-Brasil.12 El recomienzo oswaldiano se manifestaría menos por la autenticidad de los documentos relativos a la historia nacional y más por un enmarañado paródico que no se distancia del pastiche machadiano de Peregrinación. Así es la realidad brasileña en las memorias póstumas, se presume. Ella se nos ofrece a través de su inverosimilitud, valor mórbido e intempestivo en plena hegemonía de la composición realista-naturalista de la novela burguesa occidental.