KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 54 (Julio-Diciembre, 2023), 135-157. ISSN: 1390-0102

Artículo de investigación


Mosaico para hacerse una curandera-sanadora: orígenes, saberes y prácticas desde el conocimiento situado*


Mosaic for Becoming a Woman Healer: Origins, Knowledges and Practices from Situated Knowledge


DOI: https://doi.org/10.32719/13900102.2023.54.8


Fecha de recepción: 2 de marzo de 2023 - Fecha de aceptación: 26 de abril de 2023
Fecha de publicación: 3 de julio de 2023





Alejandra Milena Valencia González ORCID

Universidad de Antioquia Medellín, Colombia alejandra.valencia@udea.edu.co. Email

RESUMEN

Las mujeres curanderas-sanadoras a lo largo de la historia han cultivado conocimientos sobre ciclos de la vida, uso de las plantas y conexión con el mundo espiritual como modos de pervivencia. Sin embargo, la ciencia y la iglesia amparadas en el patriarcado las han desprestigiado y perseguido como brujas y supersticiosas. Pese a esto, ellas mantienen la resistencia ante el poder sobre sus cuerpos, afectos, emociones y conocimientos propios. Belisa es una de estas mujeres que mantiene su práctica de curación-sanación pese a las múltiples formas de violencia, por eso sostiene que el perdón y la consciencia son vías para sanarse a sí misma y a los demás. Su vida invita a la reflexión sobre la justicia epistémica.

Palabras clave: Mujeres curanderas, brujas, saberes populares, conocimiento situado, justicia epistémica.


ABSTRACT

Women healers throughout history have cultivated knowledge about life-cycles, use of plants and connection with the spiritual world as ways of survival. However, science and the church, protected by the patriarchy, have discredited and persecuted them as witches and superstitious. Despite this, they continue to resist others’ power over their bodies, their emotions and their own knowledge. Belisa is one of these women who maintains her healing practice in the face of multiple forms of violence. She holds a firm belief that forgiveness and awareness are the paths to heal herself and others. Her life invites reflection on epistemic justice.

Keywords: Women Healers, Witches, Traditional Knowledge, Situated Knowledge, Epistemic Justice.






INTRODUCCIÓN


Los MOSAICOS SON imágenes hechas de pequeñas piezas -teslas-1 que por el diseño, material diverso y capacidad de integración se constituyen en obras de arte. También han guardado historias visuales de sociedades, mitos, rituales, cosechas y naturaleza, etc., a través de los tiempos. Desde Mesopotamia hasta Abya Yala se extendieron para dejar huellas que en el presente nos permiten leer algunos hechos del pasado. Por su sentido de unir y contar algo, el mosaico permite ensamblar las piezas de este texto con un sentido: dar cuenta de cómo una mujer, campesina popular, en su trayectoria de vida se vuelve curandera-sanadora.

La disposición de las piezas da pistas de la conexión entre los orígenes de las mujeres en las prácticas de curación-sanación con la vida de Belisa,2 una mujer curandera-sanadora que ha sido señalada de bruja como otras mujeres a lo largo de la historia. Ella se conecta con las fuerzas espirituales de las plantas como lo hacen las curanderas indígenas o afrodescendientes. Igualmente, hace de estos saberes y prácticas una reconfiguración cultural en su mestizaje campesino popular.

Belisa ha sido conducida por algunas circunstancias adversas y por sus propias decisiones al camino de la sanación y del "despertar a la sabiduría", como suele llamarlo. Desde niña en las lejanas montañas del occidente antioqueño veía cómo su madre resolvía con las plantas las necesidades de salud de todos. Después, cuando era una madre joven activó su potencial de sanación ante la necesidad de curar a su hijo enfermo.

Asimismo, con el transcurrir de los años llegaron a ella el tabaco y el yagé por las búsquedas de su propia sanación. Luego, se integraron a su mundo los orishas por la enseñanza de un paciente agradecido quien la consultó en algún momento. En esta curandera-sanadora y, a través de ella, las matrices culturales propias como modelos de organización sustentados en civilizaciones milenarias con cosmogonías y memorias de la naturaleza confluyen en un conocimiento situado, que puede entenderse como una composición intercultural en la que se dinamizan resistencias, sensibilidades y luchas.


ORÍGENES, PERSECUCIONES Y DIVERSIDADES DE LAS MUJERES CURANDERAS-SANADORAS

Las mujeres han estado a lo largo de los siglos asociadas a los procesos de sanación y cuidado de sus pueblos por la necesidad fundamental humana de asegurar la continuidad de la vida, mediante la distribución de tareas de sobrevivencia. Así, en un comienzo de la organización de las sociedades, la división de tareas por sexo se hizo necesaria. De manera preponderante, tareas como la caza, la pesca y la guerra fueron ejecutadas por los hombres. Mientras que las prácticas rituales, como símbolo de fecundidad, fueron abanderadas por las mujeres.

Las mujeres participaron en los sistemas médicos populares fueron precursoras de la medicina alopática. Se desempeñaron como enfermeras, farmacéuticas, alquimistas, comadronas, consejeras, entre otras actividades que proporcionaban una estabilidad esencial para la pervivencia de sus comunidades (Rodríguez, Da Costa y Pasero 2021, 137). No obstante, siendo portadoras del saber ancestral y de la alquimia que les confería poder a las mujeres para realizar ritos, cultos y ceremonias en los ciclos de la naturaleza, representaron una amenaza al poder espiritual de la iglesia y de la medicina en la Edad Media. Ambas instituciones amparadas en el patriarcado y la idea de impulsar el capitalismo primario se unieron en la caza de brujas: buscaron la domesticación de la mujer, el disciplinamiento de su cuerpo y la subordinación a los hombres (Federici 2010, 156-64).

Para entonces, el clero incorporó la creencia de que las mujeres sabedoras eran súcubos dotadas de poderes maléficos. En consecuencia, produjo en la población una desconfianza generalizada por aquella mujer que otrora los sanaba. De igual forma promovieron y consolidaron un odio por lo femenino, puesto que "dicha fe afirmaba que la maldad de las mujeres era parte de su naturaleza" (Acosta y González 2017, 67-70). A su vez, la ciencia con su idea de avanzar hacia la modernidad del conocimiento encauzó un discurso en el que detallaba lo amenazante de las prácticas de las brujas y la afectación mental de estas mujeres, a quienes señaló de desquiciadas, neuróticas, psicóticas, farsantes y timadoras.

Tanto las representaciones de la iglesia como de la ciencia sobre los saberes y prácticas de las mujeres que sabían se propagaron de Europa hacia Abya Yala con la colonización. Período en el cual asociaron las prácticas de curación y sanación de indígenas y afrodescendientes con la persecución demoniaca que se daba en Europa. La diversidad encontrada en el "nuevo continente" superaba los marcos reglamentarios que traían de Europa, por lo que hicieron modificaciones a sus leyes inquisitoriales para concretar los castigos de prisión o muerte.

Por esta vía, determinaron que los rituales de paso, fiestas y prácticas mágicas de los indígenas se tratarían como brujería de indio. Asimismo, aquellas prácticas asociadas a supersticiones de lo que pasaba con los cuerpos, las cosechas, los animales, etc., serían asignadas a la brujería de origen africana o española (Lux-Martelo 2005, 46). Con estas herencias instauradas fueron sacrificadas muchas mujeres que sabían de los ciclos de la naturaleza, de la reproducción de la vida, del uso de plantas como medicinas, de los rituales; mientras que otras tantas hicieron algunos ajustes para mimetizar sus saberes y mantener las prácticas de curación, sanación y cuidado de acuerdo con los contextos y cosmovisiones particulares.

Aunque es mucho más amplia la descripción histórica y la gama de saberes y prácticas de curación y sanación ejercidas por las mujeres indígenas y afrodescendientes, mi interés es mantener un hilo común con el uso de las plantas y la mediación espiritual. Tal decisión tiene asiento en la conformación de un tejido de continuidad que persiste en el tiempo y que llega a configurar los saberes mestizos en mujeres campesinas populares de las que hace parte Belisa, la curandera-sanadora que nos trae su historia en este texto.

Los pueblos indígenas han enarbolado un principio de unidad relacional con la Madre Tierra y el mundo espiritual. Entienden esto en un espiral, en la cual el ser humano es una parte con el todo. En estos pueblos las mujeres cumplen unos roles fundamentales de cohesión comunitaria entre los que están las dedicaciones a las prácticas de sanación con plantas y de mediaciones espirituales. Por ejemplo, cuando usan plantas se conectan con sus espíritus y la fuerza mística de estos para que operen en sus pacientes o territorios. En otros casos, han desarrollado capacidades de conexión con el mundo espiritual por medio de sueños, visiones y revelaciones de los que obtienen información para sus prácticas curanderiles (Martínez y Halbmayer 2020, 27).

En cuanto a las mujeres afrodescendientes, han mantenido sus conocimientos entrelazados a sus ancestros y a la diáspora que produjo una reconstitución cultural sincrética de vínculo con aquel origen, aquí en el "nuevo mundo". Entre ellas está presente el uso de las plantas en sus curanderas: remedieras y yerbateras al hacer preparaciones de bebidas, emplastos, baños, etc. Igualmente, hay algunas que se enfocan en la dimensión espiritual y sanan con rezos, secretos o prácticas de adivinación (Díaz 2005, 31-2; López et al. 2011, 293; Araujo, Bermúdez y Vega 2018, 118).

Más allá de la especificidad étnica -indígena o afrodescendiente-, los saberes y las prácticas de curación y sanación parecen tener vida propia que los modifica, adecua y entrama cultural y territorialmente. Por eso, no solo hay algunas similitudes en las matrices culturales indígenas y afrodescendientes, sino que estas perviven en los saberes y prácticas de las mujeres mestizas, campesinas populares. Debido a que en ellas se concreta la coexistencia indígena, afrodescendiente e hispana que ha producido una mezcla, una hibridación o, mejor dicho, una síntesis de un mestizaje de saberes y prácticas (Aguirre-Beltrán 1992).

Si bien estos elementos van dando una idea de la continuidad entre saberes y de las líneas borrosas entre unos y otros, la discusión es incipiente y reclama mucho más trabajo al respecto. Incluso porque algunos consideran que tomar los saberes y las prácticas de fuentes originarias donde se producen y llevarlas a otros contextos supone vaciarlas de sentido (Rodríguez, Da Costa y Pasero 2021, 145). Esto puede ponerse en discusión a la luz del conocimiento situado o encarnado como expresión posible de las epistemes subalternizadas en las que tienen lugar lo indígena, afrodescendiente y campesino popular.

Asimismo, los saberes y prácticas de curación y sanación que toman forma en las mujeres mestizas, campesinas populares, son producciones epistémicas "otras". Se dan desde esa corporeidad móvil que está en un lugar y en un cuerpo que es a la vez una composición histórica, cultural y biológica de diversas fuentes que conllevan a su mestizaje. También, en el caso de las mujeres campesinas populares, lo ancestral se diluye, pero se mantiene en los cruces, mezclas e influencias que las han conformado.

Por tanto, el conocimiento situado como política de posición, posicionamiento y situación, construye conocimiento desde la parcialidad de quienes son como hibridación si se quiere (Nardini 2014, 21). Dicho conocimiento encuentra sustento en las epistemologías fronterizas en las que Gloria Anzaldúa (1999, 133-51) construye su propuesta de mestizaje consciente en las que toma su historia, experiencia e identidad como sujeto móvil entre fronteras territoriales -Estados Unidos y México- y culturales -norteamericana y latina-; es decir que no se sitúa en un lado y borra el otro. Sino que se reconoce parte de ambos territorios y universos simbólicos. Dicho asunto mantiene mi relación con este trabajo y fundamentalmente con las mujeres curanderas-sanadoras. Asimismo, creo importante los aportes de la justicia epistémica en la que se asume la diversidad de otros modos legítimos de generar conocimiento y prácticas desde miradas plurales (Santos 2010, 43-9), tal como acontece en el conocimiento generado por mujeres curanderas y sanadoras desde tiempos remotos y en particular el de Belisa.

En esta urdimbre, tanto la historia como las diversas miradas de las mujeres en sus prácticas curanderiles permiten evidenciar ejercicios de poder, de violencias, negaciones y despojos. Asimismo, aparecen algunos elementos que interpelan necesariamente una interculturalidad de otro modo para superar subordinaciones de un saber sobre el otro, de una cultura sobre otra, de un sujeto sobre otro. En este sentido, ofrece pistas rastrear la interculturalidad crítica en términos del cómo la diferencia colonial se expresa en las experiencias de subordinación de estas mujeres (Walsh 2007, 48).

Ahora bien, en lo que vengo señalando con el ánimo de construir un mosaico de una curandera-sanadora, cabe hacer una acotación y es el porqué de nombrarlas así. Por lo cual hice un ejercicio de lo que es curar y sanar. Igualmente, con las mujeres en sus diferentes roles y entendimientos ante la variedad de nombres: abuelas, mayoras, sabias, sabedoras, curanderas, yerbateras, matronas, hueseras, sobanderas, remedieras, entre otras tantas. Sin el ánimo de atrapar sus identidades particulares elijo nombrarlas curanderas-sanadoras.

Curanderas-sanadoras como continuidad que encuentro entre la curación y la sanación que subyace a sus prácticas, en las que la noción de curación supera su significado de retorno a la salud dado por la medicina alopática, debido a que tanto el ser humano como la salud son mucho más que su expresión biologista. Aunque la medicina popular y el chamanismo hacen uso de la curación en un marco explicativo más amplio, porque no se limita al cuerpo biológica (Schwartz 1991, 324; Menéndez 1994, 73).

Por su parte, la sanación puede entenderse como un asunto holístico o multidimensional para llegar a la armonía de las relaciones personales -del cuerpo, la mente y el espíritu- con los demás y con el ambiente (Bohórquez-Castellanos 2019, 139). Tal asunto tampoco se romantiza, pues está mediado por ejercicios de poder en las relaciones de quienes participan de la práctica -sabedora y paciente-. Tradiciones milenarias como el budismo zen y las cosmovisiones de pueblos indígenas y de comunidades afrodescendientes de Latinoamérica la tienen incorporada como una relación íntima corpo-espiritual.

Por las diferencias y complementariedades de curación y sanación, considero la curación-sanación en continuidad como un proceso interrelacional de fuerzas creadoras y de trasformación visibles y no visibles, que integran el cuerpo-mente-espíritu en su dimensión individual y colectiva. Además, proponen una relación respetuosa y dialógica de tú a tú, entre el ser humano con la naturaleza, sus elementos y el mundo espiritual. De tal forma irrumpe con la lógica normada antropocéntrica y le imprime un carácter político y de poder afirmativo en pro de la vida.


LAS PIEZAS QUE COMPONEN LA VIDA DE BELISA, LA MUJER CURANDERA-SANADORA3

Conocí a Belisa por medio de un amigo, Kike, hombre dedicado a los saberes botánicos, lectura del tarot y guía de ceremonias de yagé, quien me contó que algunas de las mujeres que frecuentaban sus ceremonias "estaban muy empoderadas de sus trabajos de magia". Me dijo: "mi querida amiga, hay una brujita tabaquera que tiene un altar a los orishas". Le manifesté mi interés en conocerla y Kike resolvió prontamente la visita a Belisa en el barrio La Cruz, uno de los barrios periféricos de crecimiento marginal en la Comuna 3, Manrique, de la Zona Nororiental, de la ciudad de Medellín.

La Cruz cuenta con una población cercana a los 9600 habitantes, en su mayoría personas "sin techo" y desplazados de diferentes regiones del país. Las viviendas se construyen de manera irregular con madera, plástico, zinc y tierra. En este barrio confluyen "desplazamientos forzados, falta de vivienda, carencia de servicios básicos, desempleo y condiciones de extrema pobreza" (Pérez et al. 2014, 142-3). A lo largo de su historia los habitantes han sufrido deslizamientos de tierra, hacinamiento, inseguridad, presencia de grupos delincuenciales que controlan el tráfico de drogas y extorsiones a pequeños comercios.

Asimismo, el acceso al barrio es complejo porque solo hay una vía que es estrecha e inclinada por la que hay un alto tráfico vehicular por la densidad poblacional del sector. Aunque hay avances en diferentes frentes, todavía se requieren inversiones para mejorar la calidad de vida en general. Asunto que está en el horizonte de lucha y reivindicación de los habitantes de este sector.

En este sector marginado de la ciudad, Belisa ha concretado su misión de dedicarse a las prácticas curanderiles no sin antes transitar por un proceso iniciático que se ha dado en su trayectoria de vida. Sus primeros años en la zona rural dispersa del Frontino campesino; la vivencia familiar de múltiples violencias; los códigos de silencio, escucha y observación que se han vuelto herramientas en su trabajo curanderil; los amores, desamores; aciertos y desaciertos son piezas claves de su caminar para hacerse curandera-sanadora. Ella recoge la herencia de su madre con el uso de plantas para sanar a su familia.

Toma las enseñanzas del yagé -brebaje amazónico de tipo enteógeno que se toma en el marco del ritual-, que le habla y muestra. Asimismo, incluye su altar de orishas que llegaron por un amigo. La generosa mujer que comparte su proceso y práctica sonríe al expresar: "yo lo que quiero es aprender más y que yo le pueda pasar a usted las manos así y que usted se sane".


Fuente: Fotografía de María, archivo Belisa Padierna, septiembre de 2022.

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Belisa y su altar



LAS INFLUENCIAS DEL CONTEXTO DE MONTAÑA DE SUS PADRES Y HERMANOS

Belisa nació y vivió hasta su adolescencia con sus padres y hermanos en una vereda lejana de Frontino, un municipio del occidente antioqueños que ha sido emblemático en el conflicto armado de Colombia. Su privilegiada ubicación geográfica lo sitúa en un corredor de salida al océano Pacífico, por lo que es altamente perseguido. Aunque Belisa no precisa la vereda en la que vivía, destaca la lejanía de la cabecera municipal: "Nosotros vivíamos por los lados de Frontino [...] y de mi casa coger el carro eran tres horas por el monte. Era un camino rial que llama uno, quedaba lejísimos, muy lejos". Precisamente por ser un lugar distante de la zona urbana, también era de presencia guerrillera. Cuenta al respecto:

Nosotros vivimos mucho tiempo con la guerrilla, pero en ese entonces, y me imagino que ahora, la guerrilla utilizaba como muchas estrategias. O sea, lo enredaban a uno, porque como uno es analfabeta y todo eso, uno no entiende muchas cosas.

Sin embargo, su familia mantenía unos códigos para la convivencia que les permitía moverse con relativa tranquilidad, porque actuaban de manera "neutral" con los actores armados que llegaban. Los saludaban, los recibían, conversaban y nunca decían nada que los situara en riesgo. "Ellos [papá y mamá] siempre nos decían: ustedes no ven, ni escuchan nada, entonces nosotros no veíamos, ni escuchábamos nada". Dicho aprendizaje se incorporó a la vida de Belisa y la acompaña hoy en sus prácticas.

En su familia compuesta por padre, madre y 12 hermanos mantuvo la sensación de no encajar "porque no se podía hablar, ni la opinión de nosotros contaba", por eso Belisa decidió no hablar y obedecer. Para entonces se enteró que era hija de una de sus hermanas y no de la mujer que reconocía como mamá. Ella era hija del incesto entre su padre y su hermana: "Mira, mi historia [... ] hay un vacío porque mi madre, la que yo conocí como madre, no es mi madre biológica. Yo provengo de una hermana mía. [...] mi padre abusó de ella, y ella quedó embarazada".

Este suceso le dejó una huella en el alma que la acompaña en su propio proceso de sanarse. Todavía Belisa espera un encuentro con su madre biológica para conversar de su origen y aunque la reencontró en La Cruz, no hubo conversación del asunto, así, una vez más la vida le mostraba que no siempre la vida es como se espera.

Con su padre no encontró caminos para comunicarse y cada vez que lo veía sentía un terror paralizante y esa sensación tuvo sentido al enterarse de su origen. Al respecto expresa: "cuando yo ya me enteré la historia de dónde la procedencia mía, ya entendí por qué el rechazo hacia él". Un rechazo que surgía desde sus entrañas y que logró matizar manteniendo todo a tiempo por evitarse el dolor de los castigos, tanto así que: "Yo prefería que mamá me diera dos o tres pelas porque yo sabía que era con una manila y no con un palo".

Por el contrario, con su madre "de crianza" tuvo una relación estrecha y extraña, tampoco primaba la expresión de sentimientos. Belisa dice: "ella me daba rejo porque sí, me daba rejo porque no", pero ella disfrutaba sentirla cerca: "no había comunicación, pero siempre estábamos juntas, siempre. Mamá, vámonos por leña, vámonos por esto. Así ella lo que trajera fuera un palito, pero yo estaba feliz que ella estaba ahí. Es como lo más hermoso". Esta madre inspiraba su aprendizaje por las plantas, fue su primera maestra al resolver las necesidades de salud de su familia y eso era un motivo de admiración para Belisa:

Yo veía a mi mamá que ella hacía baños, hacía bebidas [...] ella no buscaba al médico. No sé si ella de pronto vendría de alguna comunidad de curacas, pero ella si manejaba mucho las plantas, porque nosotros vivíamos muy lejos de la ciudad. El pueblo era montañoso, entonces si a uno le daba fiebre, ella le echaba baños; o le daba vómitos, ella traía la planta. A uno le daba dolor de cabeza, entonces uno iba como ejerciendo esa situación.

Su madre la acompañó en muchos momentos vitales, menos en su matrimonio porque no estaba de acuerdo, Belisa tenía solo 17 años. Luego de estar casada, recuerda que su esposo se fue de la casa a otra ciudad, por eso Belisa decidió buscarlo y traerlo de regreso. Para entonces su madre le dijo: "mija, no se vaya de su casa que el hombre vuelve a su casa", pero ella no escuchó el consejo y se fue. Nunca pensó que sería la última vez que la vería, porque cuando regresó su madre ya había muerto. Con sus hermanos no construyó una relación significativa porque no les enseñaron a ser unidos y ayudarse. Tanto así que hoy en día solo mantiene comunicación con uno de ellos.


LOS ENCUENTROS/DESENCUENTROS CON SUS PAREJAS Y EL AMOR POR SUS HIJOS

Otro momento significativo para Belisa tiene que ver con sus parejas, inicialmente su esposo y luego el padre de su última hija. Su matrimonio como escape a la vida familiar lo recuerda así: "De hecho, cuando yo me casé, no, yo le dije a mamá: yo me caso, pero me caso por salirme, pero yo a él no lo quiero, quiero es salirme de la casa porque yo no quiero seguir esta vida". Pero, con el tiempo el amor llegó y mantuvieron una relación por 15 años de la que nacieron tres de sus cuatro hijos -dos hombres y una mujer-, hoy adultos, cada uno con su vida independiente.

Durante los primeros años del matrimonio su esposo "no la dejaba trabajar", él le insistía que ella tenía todo y no necesitaba nada. Luego empezó a trabajar y juntos fundaron una fábrica de confecciones que hacía trabajos para empresas. Por esta vía consiguieron casas y mejoraron sus condiciones de vida. Sin embargo, su suerte fue pasajera y la empresa quebró. También su matrimonio atravesaba por situaciones difíciles que llevaron a Belisa a dejar todo e irse con sus hijos.

El amor no fue suficiente y su esposo empezó a consumir drogas hasta perderse en el bazuco (residuo de mala calidad de la cocaína) y "dañó el hogar". Tanta ventaja tomó este asunto que hubo un momento en el que Belisa se preguntó por el futuro de sus hijos e imaginó lo que les podía pasar. Ella no quería ver a sus hijos en ese panorama, por eso sola se dedicó a la crianza, el cuidado y la manutención de su propia familia, dice: "para mí fue algo muy duro, algo muy bravo, dónde a mí me tocó elegir dos amores que se amaban de verdad, para poder salvar tres".

Con el tiempo vivieron hambre y necesidades por lo que su hijo mayor se retiró de estudiar y se puso a trabajar para ayudar al sustento familiar. Ella trabajaba en costuras, pero, a veces, se complicaban las cosas y no alcanzaba ni siquiera para alimentar a sus hijos. Pasados unos años conoció a su segundo compañero, el padre de su última hija, "la niña". De este amor me habló poco, simplemente me dijo que no se entendieron y que cuando decidió irse a vivir a La Cruz se distanciaron, aunque mantienen comunicación porque "él le ayuda a la niña".

Belisa ha tenido otras relaciones de pareja ubicadas en otro plano que no desplaza sus intereses y gustos, porque ahora se ha dedicado más a ella y a la construcción de lo que sueña: dedicarse a la sanación. Sus "amores" la han llevado a resignificar sus relaciones, así como a pasar de la dependencia y sumisión hacia la autodeterminación y libertad. Ahora Belisa considera que ha superado esa etapa del sometimiento porque ella trabaja para ganarse la vida.

Ahora dice que lo mejor que le ha pasado son sus hijos. Los tres mayores tienen 34, 30 y 29 años respectivamente y la niña con quien vive tiene 12 años. Los mayores tienen sus propias familias, incluso ya es abuela y mantiene una relación "bonita con ellos", aunque recuerda que esto es fruto de las adversidades y carencias vividas en el pasado. Durante las épocas de hambre, desesperanza y desesperación estuvo acompañada por la premisa de sacar adelante a sus hijos.

Me cuenta que hubo un momento en el que todo se cerró y no tenía para pagar el arriendo, ni para suplir las necesidades de estudio de sus hijos, mucho menos para comer. Belisa lloraba y sentía su vida miserable y sin salida. En uno de esos días una compañera de trabajo la invitó a salir a lo que Belisa respondió:

con llanto en mis ojos le dije: lo que usted me va a dar en pasajes regálamelo para yo comprar comida, le dije yo. Entonces ella voltió y me dijo: arréglate que Dios es grande y mañana veremos. Sí Dios existiera yo no estoy como estaba [... ] porque yo no he sido mala hija, yo no he sido mala esposa, yo no he sido mala mamá. Yo no he matado ningún cura, y no tengo por qué estar como estoy.

No fueron fáciles aquellos tiempos, la desesperación, la búsqueda de posibilidades y la necesidad de sacar adelante a sus hijos la obligaban a seguir. Algunas veces sus fuerzas no le daban para más dolores del alma y del cuerpo, por eso sentía desfallecer. En este tiempo de adversidades la rondaban las preguntas de ¿qué hacer? La desesperanza ante el empobrecimiento la llevaron a considerar terminar con su vida y la de sus hijos para no sentir más hambre, más llanto y más dolor. Belisa abre su corazón y comparte la huella de aquel suceso que le permitió recupera su confianza en Dios:

llegaron otros momentos donde yo pensé en suicidarme con mis hijos, yo lo saqué [veneno] a ellos así, y yo miraba y yo decía: ¿a cuál le doy primero?, ¿cuál esto?, ¿cómo se lo doy?, ¿qué tanto? Ellos me decían: mamá qué tiene y yo: ¡no, nada mi amor, no tengo nada! Pero nos vamos a tomar una cosita para acostarnos. ¡Ah, bueno, gracias! De pronto como que me llegó una lucecita y yo dije: ¿y qué tal si yo les doy a ellos y ellos se mueren, y yo no? No Padre, yo no voy a hacer esto. Yo los abracé y ellos: mamá qué tiene y yo, ¡no..., nada mi amor!

Pasados los años y tomando distancia de lo que vivió considera que le faltó entonces más presencia de Dios, dice: "Dios sí estaba, sino que yo nunca lo llamé" igual que conocimiento como el que ahora ostenta. Empero el tiempo la llevó a las búsquedas de su propia sanación a lo que llama "el despertar de la sabiduría" y allí encontró esta fuente de saber para cerrar este ciclo. Dice que reunió a sus hijos y les pidió perdón por aquel momento, lo que se convirtió en un proceso de autosanación que necesitaba Belisa. Sus hijos abrazaron su perdón y entendieron el sufrimiento por el que estaba pasando en aquel entonces.

Este, entre otros momentos de tensión y aprendizajes pasados por su corazón de madre, la han conducido a mantener unos vínculos fuertes con sus hijos. Se acompañan mutuamente en medio de sus diferencias. Ella como madre les ayuda en lo que puede, igual que sus hijos a ella y a su hija menor. Al recordar lo que ha vivido con sus hijos, Belisa sonríe, suspira con orgullo maternal y agradece por quienes son, después de tanto dolor.


SU CASA Y TEMPLO EN LA CRUZ

La llegada a Manrique La Cruz marcó la liberación de lo que considera ataduras para dedicarse a su hacer como curandera-sanadora. Ella años atrás había comprado un lote en este barrio, pero no pensó en vivir en él porque le tenía miedo. Sin embargo, sus caminos se fueron cerrando y le indicaban que esa era la opción. Tanto así que sus hijos mediaron para llevarla a pensar que esa sería la mejor opción puesto que de diferentes casas arrendadas la echaban por "tabaquiar". Fue entonces cuando su hija, la menor de los tres mayores como le dice, le movió las fibras para alzar el vuelo:

se me fueron cerrando las puertas y se me fueron cerrando las puertas. Yo pagaba arriendo y una vez la niña menor me mandó un audio por ahí de 20 minutos más o menos y ella me dijo cantidad de cosas, pero esas cosas me llegaron al alma. Yo lo escuché por ahí 50 veces y 50 veces lloré de ver las palabras que ella me decía. Me decía: Ma', a usted le gusta tabaquiar, a usted la echan de las casas por el tabaco, a usted esto, a usted le gusta su sanación. Váyase para su casa, organícese, nosotros allá la vamos a apoyar [...] pero viva tranquila.

Allí en Manrique La Cruz, recibió ayuda de varias personas que se unieron para levantar su casa. Unos aportaron unas cosas y otros otras. Belisa no tenía nada y según sus palabras "aparecieron ángeles" que se solidarizaron con su sueño, con su misión y su opción de vida para dedicarse a la "magia". Poco a poco con los arreglos hizo de este lugar su hogar en el que manifiesta sentirse feliz. Allí está el espacio donde reposa su altar de sanación "Portal guerreros de luz y sanación" en el que realiza sus prácticas mágicas y atiende a sus pacientes. Por todo esto, sus horizontes se han ampliado y ahora atesora el anhelo de "hacer una casa, de organizar bien el altar, de hacer una estantería bien bacana para ponerlos a ellos [sus deidades]. De dejar este lugarcito para sanación, y esa es mi meta ahorita".


PASOS DE BELISA, LA CURANDERA-SANADORA PARA AFIRMARSE SABIA

Indudablemente el camino de Belisa está atravesado por la observación y la escucha como herramientas para agudizar su intuición. Allí desde esa pulsión interior estaba el llamado a creer en ella, en lo que hacía y decía. Un momento central que la llevó a este camino de magia tuvo que ver con la enfermedad de uno de sus hijos. Por aquellos tiempos, las condiciones de empobrecimiento la tenían cercada. Entonces, el "despertar de su magia" se hizo por necesidad y profundo amor a su hijo. Al respecto dice:

Yo vine a tener el despertar de la magia a medida que fui como avanzando y las necesidades como dices tú se fueron acumulando. Entonces, yo sanaba sin saber. Porque mi hijo cualquier día se enfermó y yo no tenía denario [... ] Entonces yo me recosté en la cama y yo dije: ¡Padre, ¿yo qué hago?, no tengo forma de nada, recordé un pedacito en la Biblia que dice: de solo pan no vive el hombre. Entonces yo dije: si de solo pan no vive el hombre, de solo medicina tampoco.

Me paré y herví medio vasito de agua, y le eché la bendición; le recé un Padre Nuestro, le pedí a mi Padre y se lo entibié, ya se lo enfrié, se lo di [...] Se lo tomó y empecé a sobarle la pancita, y eso fue como un antídoto.

Este proceso iniciático motivado por la necesidad despertó en ella la inquietud por sanar y hacer cosas para ayudar a otros. Asimismo, le otorgó la confianza para seguir los pasos entre dudas y atrevimientos al ofrecer sus servicios de curación-sanación. Luego llegó a su vida el tabaco, una vez se lo ofrecieron y sintió una particular conexión con él. Este "abuelito" como suele llamarlo es un elemento y elemental clave en su práctica curanderil. Ella siente que el "abuelito tabaco" le enseña cómo hacer sus sanaciones y le va mostrando el camino para que cada persona que toque quede limpia:

Mira, yo el abuelito tabaco trabajo con él porque nos aprendimos como a conocernos mucho ¿cierto?, y me gusta decirte a ti: ¡ve! esto significa esto ¿cierto?, esto quiere decir. Pero en sí yo no necesito ni un tabaco, ni una vela, ni un tinto, ni un chocolate. Yo hago todo eso porque me gusta, porque quiero escudriñar más. Pero en sí yo para decirte a ti las cosas, te las digo así. Yo te digo a ti mira, esto es así, así.

En la vida de esta curandera-sanadora se entrelazan unas cosas que llevan a otras, por lo general mostrándole el camino de la sanación al que se dedica. Con el tabaco ha consolidado sus limpiezas y fue por el tabaco que llegaron los orishas. En una ocasión conoció a una pareja que le pidieron sanación, por lo tanto, Belisa se las realizó. Me cuenta que estaba duro el trabajo con el muchacho, pero logró terminarlo bien. Posteriormente se hicieron amigos y empezaron a trabajar juntos en estos asuntos de magia, porque la pareja sabía de ello. Tanto así que el muchacho, a quien llama "colega", había sido iniciado en la santería años atrás en su natal Venezuela.

Por la vía de la limpieza de tabaco al "colega" llegaron los conocimientos de matrices afrodescendientes como los orishas, a quienes hoy pide sean custodios e intercedan por las peticiones de sus pacientes en el "Portal guerreros de luz y sanación". Ella recuerda que la esposa del "colega" le hablaba de los orishas, pero ella no sabía de eso y se empezó a interesar:

O sea, por una sanación llegué a un paciente venezolano. [...] Entonces a mí me interesó, por qué, o pa' qué, o qué. Entonces ella me hablaba de los orishas. Pero yo no tenía mucho conocimiento. Entonces el muchacho mandó a decir que por cuánto le hacía una limpieza. Entonces yo le dije: No, dígale que traiga los materiales que yo a él no le cobro, que ya cuando él esté bien, lo que le salga de su corazón.

Por el mismo tiempo llegaron los saberes de matrices indígenas porque se sentía muy enferma con dolor en el cuerpo y no podía moverse casi. Así la invitaron a tomar yagé y fue con su hijo de acompañante y vivió un trance "muy duro". Pero poco a poco empezó a sentir mejoría de sus dolores del cuerpo y sufrimientos del alma. También encontró en estas ceremonias la fuente de inspiración para ganar confianza en sí misma y en su saber para dedicarse a su práctica curanderil. Belisa al caminar en fuentes diversas de saberes: indígena, afrodescendiente y campesino, no se pregunta por la fragmentación ni por el derecho de uso de cada de saber; lo hace con amor y respeto. En ello ratifica que lo que sabe es "un don que Dios le dio" para sanar.

Pese al disfrute por su hacer las cosas no son fáciles en La Cruz y el contexto del barrio le anuncia alertas por considerar. Por un lado, han perseguido a su hija adolescente para abusar de ella y por el otro a la propia Belisa por brujería. Este entorno de amenaza se inscribe en un patrón de inferiorización y sujeción de la mujer deseada que se representa en la niña con sus atributos de pureza-inocencia por poseer como "botín". En contraste está el miedo y rechazo por la mujer representada como "bruja" que sabe de plantas, rezos y conjuros.

Ambas son expresiones de la misoginia instaurada por un patrón patriarcal que se ha mantenido a lo largo de la historia como se detalla en apartados anteriores. En este caso, Belisa ha recurrido a su práctica de magia para "tumbar esas cosas" y mantenerse a salvo con su hija. En su práctica es consciente que lo que hace es para hacer el bien, aunque los demás no lo entiendan; ella, en el proceso de su "despertar", se ha reconciliado con la bruja que es, aunque prefiere ser nombrada sabia o maga:

A ver, las personas que tienen muy poquito despertar o conocimiento, o nada, diría yo, me llaman por bruja. Personas que ya yo he tratado, y ya van como encaminando por el asunto de la medicinita y todo, ya me dicen sabia, o me dicen maga. Ya la expresión es diferente. Pero a mí no me afecta en la forma que me llamen. Yo soy lo que soy, les guste o no, así de sencillo.

Sumado a estas persecuciones, las prácticas de curación-sanación tienen sus polaridades y hay "un precio" pagado con el cuerpo. Me dice que a veces "queda rendida" y tiene que acostarse para recuperar sus fuerzas. Además, se hace limpiezas, baños y purgas después de atender a sus pacientes. Asimismo, toma vitaminas para que su cuerpo esté fortalecido, porque considera que "si la materia está bien fortalecida a ti no te pasa nada".

El encuentro con Belisa habla de la continuidad entre matrices de conocimientos indígenas, afrodescendientes y campesinos que expresan el encuentro con su propio ser interior e íntimo en el acto de sanarse a sí y en la expansión para sanar a otros y otras. Una transformación que la lleva a ser la mujer curandera-sanadora que enuncia que tiene un don para explorar y sanar a otras personas en una comprensión de circularidad e interdependencia que se rastrea en su palabra al decir: "si yo te sano, yo me sano. Porque somos uno. Es depositar uno la confianza y el amor y la entrega a lo que sabes".


ALTAR, OFRENDAS Y RITUAL DE LIMPIEZA

Fuente: Fotografía de María, archivo Belisa Padierna, septiembre de 2022.

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Los seres aliados de Belisa


El altar de Belisa es una rica composición cultural en la que se encuentra el mestizaje de saberes y prácticas. Una manera de coexistir sin reñir de un Cristo y Obatalá, de la Virgen y Yemayá, de un ángel de la abundancia y un ángel guerrero como Miguel, de un águila para cuidar el día y un búho para cuidar la noche. Su descripción e indicación precisa a continuación:

Allá tenemos el águila [16], el águila cuida en el día y tenemos acá el búho [17] que es el que cuida en la noche, entonces ellos se comunican; el uno es la luz y el otro la oscuridad. Ellos se comunican, el uno en el día, el otro en la noche. El que hay detrás del águila se llama Oshosi [2], él es un mago para la salud. Él puede ser cirujano, un guerrero, pero también se puede utilizar para sanaciones de enfermedad.

El que hay [adelante] de Oshosi es Ismael [1], él es el que cuida los malan-dros de la calle, el que los protege de accidentes y de cosas así. El que sigue es el niño, él es Eleguá [10], se utiliza para abrir los caminos cerrados, él se utiliza para cerrarlos o para abrir los caminos. Ya luego siguen las tres potencias [5] que se conforman del indio Guaicai-puro, la negra María Lionza y el negro Felipe. El negro Felipe es para las guerras, para problemas y dificultades y cosas así. Ella [María Lionza] es del amor, para atraer el amor, y el indio Guaicaipuro también se utiliza para casos difíciles, también cuando hay problemas y cuando hay cosas así.

Tenemos ahí el Cristo que representa las siete potencias que son las siete potencias africanas [8]. Luego sigue Shangó [6]. Shangó lo utilizamos para la riqueza, para abundancia. Luego sigue Oggun [4] que con Eleguá también es para abrir los caminos. Ya sigue Oshún [11], ella también es para el amor, ella es para el amor. Y sigue Oyá [12] que es la del cementerio. Allí seguimos con Orulá [3], yo con Orulá casi no he trabajado, pero es como más para leer la suerte, los caracoles y las cosas así. Luego sigue Obbatalá [7], él es el justiciero, entonces eso son para trabajos de casos de justicia. Y está Yemayá [9] que ella es la de los mares, ella es para pedir también abundancia. Y está la virgencita [14] que no nos puede faltar, y San Miguel [13] y el ángel de la abundancia [15]. Todos ellos tienen sus diferentes labores.

A cada uno de estos seres les ofrenda licores de su preferencia, frutas, tabacos y dulces para cuidarlos y honrarlos, por lo cual, ellos en reciprocidad cuidan y son auspiciosos para las peticiones que les hace. Por ejemplo, a Osho-si le sirve aguardiente; a María Lionza, Oshún y Oyá vino blanco; a la Virgen y a Orulá vino oscuro; a Shangó y Oggun ron; a Obatalá agua; a Yemayá agua de mar con piedritas; a Ismael cigarrillos y a Eleguá dulces. Dice Belisa que cuando esta escasa de recursos, les dice: "manden pues pacientes que necesitamos provisiones" y aparecen los pacientes y aparecen las provisiones para ellos en el altar y para Belisa como custodia.

Me recuerda las sacerdotisas de los templos antiguos en el cuidado diario de su altar, porque con pacientes o no está ahí manteniendo su rezo con un tabaco. Conversando con ellos en intimidad, contándoles sus asuntos, pidiendo gracias y agradeciendo por ello. Me dice que se siente muy feliz de estar tan bien acompañada:

me siento muy satisfecha de tener ese conocimiento de ellos porque no los tenía y siento que ellos son un pedacito de mí. Y la idea es crecerlo, organizarlo más, porque todavía faltan más orishas, faltan otras personitas que nos pueden ayudar y me da mucha felicidad.

Cuando va a realizar una sanación, Belisa armoniza su altar con un tabaco, le pide al paciente que lleve los materiales y generalmente no cobra. Al finalizar, cuando la persona siente la mejoría, le dice: "deme lo que su corazón sienta". Sin embargo, así mejoren, a veces no le aportan por su trabajo y creen que debe ser un servicio gratis por ser un don. A veces los trabajos que son muy duros sí prefiere ponerles un precio porque es mucho el desgaste. Los casos más comunes que la frecuentan son personas buscando liberaciones de magia negra.

Belisa al limpiar una persona le pide que vaya profundamente a su interior y trabaje en el perdón propio y de los demás. Según la necesidad le pide un paquete de 30 tabacos, ofrendas para los orishas, así como plantas amargas y dulces. En las plantas es flexible, "se trabaja con lo que hay, si hay ruda bien, si hay salvia; pero si no hay, uno convoca la energía y espíritu de esa planta en otra. Se trabaja con lo que hay, así es la magia".

Cuando llega la persona la hace pasar al altar para escuchar el motivo de su consulta, le recibe las ofrendas mientras observa y escucha detenidamente lo que le dice. Le entrega al paciente dos tabacos "abuelitos" que debe tomar en cada mano para equilibrar la energía. Al mismo tiempo, Belisa enciende un tabaco para pedir ayuda a los orishas. Durante este proceso va observando sí la persona necesita una limpieza con 7, 14, 21 o más tabacos. Siempre impares, porque así es esto. Los separa y conjura en el altar. Además de estos tabacos, elige entre tres y siete adicionales para cocinar en un vaso de agua.

El paciente debe fumar los dos tabacos que tiene en cada mano en los que está el rezo de la limpieza. Posteriormente, toma el agua de tabaco y la pasa con agua tibia que toma poco a poco hasta vomitar, lo que significa que está soltando, reconciliándose y perdonando. Durante este tiempo Belisa fuma uno a uno los tabacos y sopla el humo en el consultante para limpiarlo hasta que el tabaco muestra sus cenizas blancas y quema bien, en ese momento ya está hecho el trabajo. Finalmente se cierra la sesión y agradece a sus seres de ayuda en su altar.




AJUSTE DE PIEZAS PARA CONCLUIR


Belisa encarna la historia de esas mujeres que fueron perseguidas tanto en el pasado como ahora por su saber y hacer. Los señalamientos sociales de bruja tienen un profundo arraigo en la episteme occidental que sustenta el desconocimiento de maneras otras de ser, hacer y estar en el mundo de la vida, que son tergiversadas por romper con el patrón cultural esperado. Persiste el desprestigio de estos saberes otros producidos en la periferia por sujetos subalternos y pervive el miedo por aquello que consideran profano a los mandatos de Dios, según las creencias judeocristianas diseñadas para mantener las presiones sobre las mujeres que saben y sobre los conocimientos subalternizados.

Con todo esto Belisa, como otras mujeres curanderas-sanadoras a lo largo de la historia, se rebelan y asumen una posicionalidad de bruja resignificada. En el caso de esta con la afirmación de "yo soy lo que soy, gústele a quien le guste" a la que subyace la autodeterminación de ser quien es. Tal enunciación situada en cuerpo y territorio ha sido un motor para que estas prácticas de curación-sanación pervivan. Asimismo, refleja la resistencia de esta mujer que se abre caminos con la certeza de aportar a dirimir el sufrimiento humano. Resistencia que encarnan otras mujeres algunas veces desde silencios, olvidos o acciones afirmativas. Asimismo, representan una respuesta al poder sobre los cuerpos, los afectos, las emociones y los conocimientos propios de las mujeres curanderas-sanadoras.

En este mosaico persisten las violencias de diferentes índoles. La familiar, marcada por el incesto y la violencia política vivida en el campo de la que sobrevivió con la norma de "ver, oír y callar". Ahora en el contexto de la Cruz, continúa la violencia de grupos al margen de la ley, que se abren un espacio en el control territorial. Igualmente hay presencia en su historia de la violencia cultural con los vecinos que pretenden sacarla de su casa. En el centro de estas, puede advertirse la violencia cultural y simbólica materializada en ideologías, religiones, lenguaje y ciencia para justificar el daño a lo diferente. Aparentemente son más sutiles, por eso rastrearlas es una tarea fundamental en las prácticas de curación-sanación que se dan en medio de ellas.

Además, nos muestra los límites borrosos entre prácticas de curación-sanación que se dan entre matrices culturales diferentes que vienen de civilizaciones milenarias como las indígenas y las afrodescendientes, por la interdependencia de relaciones que se dan a lo largo de los territorios en los que habitan. Esta curandera-sanadora asume su proceso como caminante de las medicinas ancestrales del que aprende secretos, rezos y posibilidades de cómo llevar a cabo su práctica de curación-sanación. De los saberes afrodescendientes ha integrado un panteón de orishas con quienes mantienen una relación de tú a tú, por lo que ellos en reciprocidad son aliados de sus prácticas curanderiles.

Belisa en sus prácticas de curación-sanación con la convivencia de saberes mixtos marca una manera de ser y vivir un mestizaje consciente, un conocimiento situado y una interculturalidad epistémica que se hace desde los límites de la subordinación. Dispone un conocimiento que nombra de unión, porque "todos somos uno", para cuestionar el poder del saber y posiciona un conocimiento plural para ayudar a aliviar el sufrimiento.

La justicia epistémica y el conocimiento situado ante las escasas brechas para hacerse legítimo se apalancan en la mediación espiritual para proveer la fuerza necesaria a las mujeres curanderas-sanadoras para en ese mismo marco que las condena, abrirse campo y ganar parte del terreno en disputa. En este claroscuro también está la tenacidad, resistencia e insurgencia de las mujeres curanderas-sanadoras, entre ellas Belisa, que irrumpen con el orden establecido patriarcal, normado, letrado y occidental para cuidar y sostener otras maneras de vivir, más cercanas a un proyecto solidario, tan necesario en estos tiempos.




NOTAS


[*] Esta reflexión hace parte de algunas preguntas, lecturas y encuentros con mujeres en el desarrollo de mi tesis: "Las brujas y las diosas. Prácticas de mujeres curanderas-sanadoras en contextos de violencia-despojo en Colombia", enfocada en las prácticas de mujeres indígenas, afrodescendientes y campesinas-populares en medio de las violencias-despojos epistémicas, simbólicas, culturales y político-sociales. Trabajo adelantado en el marco de mi formación doctoral en estudios culturales latinoamericanos en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.

[1] Piezas de piedras, vidrio, cerámica, barro que se disponen de manera geométrica y se unen con un pegamento de yeso, cal, arcilla o cemento y conforman una obra de arte, el mosaico.

[2] Acojo las consideraciones éticas de investigación y el principio de respeto por la persona y palabra de Belisa, por ello cuento con su consentimiento para el uso con fines académicos de su nombre y la información registrada en las entrevistas, observaciones, conversaciones y fotografías registradas desde agosto hasta septiembre de 2022.

[3] Todos los fragmentos testimoniales de su vida son la compilación de las entrevistas personales con María Belisa Padierna (Padierna 2022, entrevista personal) y los paréntesis son personales. En el escrito no recurro a las citas parentéticas de las entrevistas por esta salvedad.


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