KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 54 (Julio-Diciembre, 2023), 119-132. ISSN: 1390-0102

Artículo de investigación


La huelga del 15 de noviembre de 1922 como antecedente histórico de Las cruces sobre el agua (1946) de Joaquín Gallegos Lara


The November 15, 1922 Strike as a Historical Antecedent of Joaquín Gallegos Lara’s Las cruces sobre el agua (1946)


DOI: https://doi.org/10.32719/13900102.2023.54.7


Fecha de recepción: 1 de marzo de 2023 - Fecha de aceptación: 3 de mayo de 2023
Fecha de publicación: 3 de julio de 2023





Luis Aguilar Monsalve ORCID

Academia Ecuatoriana de la Lengua Quito, Ecuador aguilar-monsalve@hanover.edu. Email

RESUMEN

Las cruces sobre el agua de Joaquín Gallegos Lara y la huelga del 15 de noviembre de 1922 sirven como antecedente histórico para su realización novelística. Este suceso fue una expresión de protesta motivado por el descontento de un sector de la población guayaquileña, cansado del abuso constante de los “poderosos” hacia una clase social que reaccionó en defensa de sus intereses cuarteados por el abuso y la injusticia. Este hecho tocó de cerca un problema acuciante en las relaciones obrero patronales y su despegue trágico tuvo que darse. Esta novela presenta a Alfredo Baldeón como el prototipo del héroe motivador de un levantamiento que busca de urgencia un cambio iluminador en el diario vivir de una población marginada en sus más esenciales intereses. Para llegarse a una población mixta, el autor usa “yo narradores” varios, para que se visualice mejor este ambiente indigno y, ofreciéndonos así un fondo social y político concluyente que justifica un realismo social de testimonio.

Palabras clave: abusos, cruces, población, realismo social, testimonio.


ABSTRACT

Las cruces sobre el agua by Joaquín Gallegos Lara and the November 15, 1922 strike serve as a historical background for the author’s novelistic realization. This event was an expression of protest motivated by the discontent of a sector of the population of Guayaquil, tired of the constant abuse of the “powerful” towards an impoverished social class that reacted in defense of its interests torn by abuse and injustice. This fact touched closely on a pressing problem in labor relations and the tragic takeoff that had to take place. This novel presents Alfredo Baldeón as the prototype of the hero who motivates an uprising that urgently seeks an illuminating change in the daily life of a population marginalized in its most essential interests. In order to reach a mixed population, the author uses several “narrators” so that this unworthy environment is better visualized, thus offering us a conclusive social and political background that justifies a testimony of social realism.

Keywords: Abuses, Crosses, Population, Social Realism, Testimony.





Una literatura realmente nueva no lo es solo por la novedad de la forma. No lo es por el cambio de cáscara. Una literatura nueva no existe sino después de una revolución literaria integral. La literatura revolucionaria se da cuenta de su sino, se vuelve conscientemente política, porque no existen literaturas apolíticas...

Joaquín Gallegos Lara

ESTE ENSAYO PRETENDE establecer una causalidad histórica entre la huelga del 15 de noviembre de 1922 y la novela Las cruces sobre el agua publicada por Joaquín Gallegos Lara en 1946, texto que, según Jorgenrique Adoum, quien hace referencia a la opinión del escritor chileno Mariano Latorre, debería ser considerada como una de "las grandes novelas de América Latina" (45).

Esta huelga se llevó a cabo en el puerto de Guayaquil y fue una manifestación popular de protesta que tuvo lugar en medio de "un noviembre negro" y que estuvo motivada por el descontento general de un sector significativo de la población, cansado del abuso constante, de la injusticia permanente y de la opresión vejatoria de una clase social antagónica en la defensa de sus intereses particulares.

A la huelga se adhirieron, en rápido seguimiento, otras organizaciones de trabajadores de la ciudad que se unieron sin mayor planeamiento profesional, como resultado más bien de una implosión auténtica y casual de protesta.

En Ecuador, como en cualquier otra parte del mundo, hay escenarios de violencia entre estas dos clases: los obreros, por un lado, ansiosos de conquistar un reconocimiento justo de sus derechos laborales y, por otro lado, patrones empeñados en acumular ganancias, en su exclusivo beneficio, y haciendo caso omiso de los derechos de sus subalternos, tal como lo ilustra el historiador Juan J. Paz y Miño Cepeda cuando dice: "El grupo Quilapayún en su 'Cantata de Santa María de Iquique' (1970), recoge uno de los episodios más dolorosos acaecidos en Chile, el 21 de diciembre de 1907, cuando fueron asesinados centenares de obreros del salitre que demandaban mejoras salariales, así como otros reclamos laborales". (Paz y Miño Cepeda 2018, párr. 2).

En Ecuador, uno de los más claros ejemplos de lo que acabamos de afirmar sería la masacre del 15 de noviembre de 1922, ya referida en líneas anteriores, y que marca un antes y un después en la historia del país.

Si diésemos una mirada retrospectiva al conflicto entre capital y trabajo, podríamos señalar que, durante la Colonia, la mayor parte de veces la fuerza laboral trabajaba sin recibir ningún salario y vivía en una situación precaria. En el período republicano, las cosas siguieron igual, a pesar de cambios sociopolíticos como la libertad para los esclavos o la supresión del tributo indígena. Ya en el siglo XX, la presencia substancial de una oligarquía capitalista activa y enraizada en el poder, impidió el surgimiento de algún tipo de progreso equitativo para el conjunto de la sociedad, una mejor distribución de la riqueza en beneficio y reparación de las clases marginadas. En 1925, con la Revolución juliana y el advenimiento de una época progresista se pudo entrever, acaso, un tinte de esperanza, pero se trató tan solo de un respiro engañoso.

Volviendo a 1922 se pueden observar ciertos acontecimientos, en particular en Guayaquil, como la organización primaria de sindicatos, por llamarlos de alguna manera, en los que trabajadores se agrupaban bajo la influencia de pseudo intelectuales que calculaban beneficios electorales populistas -problema latinoamericano endémico e inherente- a futuro, en un mundo occidental agitado por el proletariado. Fue el "populismo más que el marxismo o el fascismo el que se convirtió en la médula del juego político ecuatoriano" (Espinosa 2010, 588).

En Durán, por ejemplo, la Asamblea de Trabajadores del Ferrocarril del Sur exteriorizó una serie de peticiones: el cumplimiento de trabajo por ocho horas diarias por seis días; aumentos de salario y seguridad de empleo, etc. Como no tuvieron una acogida favorable, la huelga surgió como una alternativa de presión. Y la medida resultó tan eficaz que otros gremios se unieron a ella, de modo que la gerencia tuvo que acceder parcialmente a sus peticiones.

En este mes de noviembre, los empleados de la Empresa de Luz hicieron exactamente igual y otras agrupaciones como la de los muleros o la de los trabajadores del gas, etc. De este modo, y con ecos en toda la nación, el 15 de noviembre una abrumadora muchedumbre lanzaba sus gritos en contra de los patronos y proclamaba sus exigencias. Un intenso sentimiento de beligerancia se esparcía por las calles a tono con el calor tropical.

A consecuencia de la huelga y la represión del gobierno, murieron centenares de trabajadores y con su sangre se escribieron las primeras quejas laborales en el país. La "matanza obrera de Guayaquil, de la que fuera responsable el gobierno de José Luis Tamayo (1920-1924), incluso fue justificada con el argumento de que se había disparado contra "saqueadores" y "delincuentes". Todo para esconder la responsabilidad compartida de los capitalistas de la época" (Paz y Miño Cepeda 2018, 2).

Este suceso puso el dedo en la llaga de un problema acuciante en las relaciones obrero patronales, sin embargo, para entonces y para hoy, no "solo se ha perdido el norte revolucionario y ético de la militancia sindical, sino que también el medio organizativo, el sindicato, se muestra insuficiente para canalizar la lucha obrera" (Pazmiño y Martínez 2016).

Es penoso decirlo, pero esta disputa no ha tenido ni el planeamiento necesario, ni la eficaz ejecutoria para aunar todos los esfuerzos requeridos para conseguir el cambio pues los "notables eran un grupo social compuesto de personas pudientes que sentían que era su derecho manejar la cosa pública... dirigían el Estado... dominaban las legislaturas... eran ... voceros libres en lugar de grupos organizados... (Espinosa 2010, 587).

Aquí no se trata de pronunciarse a favor o en contra de actividades de origen comunista o de una izquierda recalcitrante, ni, por otro lado, de de fender a una derecha inasequible y rígida, sino de abogar por la defensa de los derechos legítimos de los trabajadores que merecen estar representados por personas sin intereses mezquinos.

La huelga del 15 de noviembre de 1922 debe servir de ejemplo de un pueblo que se levantó en reclamo de sus derechos y su sacrificio debe contribuir a procurar una nación más justa para todos sus ciudadanos.


LAS CRUCES SOBRE EL AGUA

Esta novela rehace ese suceso ominoso que fue una manifestación popular de protesta que tuvo lugar en medio de "un noviembre negro" y que estuvo motivada por el descontento general de un sector significativo de la población, cansada del abuso constante, de la injusticia permanente y de la opresión vejatoria de una clase social antagónica en la defensa de sus intereses particulares.

A más de cien años de este acontecimiento, podemos recordar que, por primera vez, un grupo de trabajadores se organizaba de una manera rudimentaria para protestar por la paupérrima situación en la que se desenvolvía su existencia, a lo largo de generaciones. Buscaban con esperanza una variación para su vida y consideraban que valía la pena arriesgarse por ella desafiando la utilización económica en la que estaban sumergidos.

El trabajador Alfredo Baldeón resultará el intérprete par excellence de una clase de "madera de guerrero", sumergida en el abuso y la pobreza; y del luchador que podría conseguir la variación que buscaban a su dura existencia.

Nunca se descubrió el número de cuerpos que fueron lanzados al río Guayas. Los dirigentes gubernamentales hablaron de decenas, pero el pueblo los calculó en cientos. La tradición indica que los moradores del lugar, cada 15 de noviembre, echaban cruces de flores sobre sus aguas y así recordaban a sus muertos.

Joaquín Gallegos Lara, en 1946, intituló su obra Las cruces sobre el agua. Después de sus 77 años de publicación se podría comentar algunas de las diferentes interpretaciones que se han hecho a esta pieza narrativa y a su valor fundamental.1

Asimismo, en esta obra hallamos varios personajes protagonistas que desarrollan sus actividades de acuerdo a sus necesidades y al trajín diario de sus diligencias. El movimiento habitual de su existencia está caracterizado por una rutina limitada por la escasez de recursos y la ausencia total de comodidades. Su dieta no es variada y depende del dinero que falta y no siempre llega (uno de los enunciados del realismo social).

Efectivamente, en Las cruces sobre el agua, Alfredo Baldeón, hijo de panadero, mecánico y también panadero, y Alfonso Cortés, de clase media, estudioso aficionado de la música y de la poesía, los dos personajes principales de la novela, que recorrerán las calles de Guayaquil, trabajarán e inclusive viajarán hacia otras provincias en busca de sustento. Pero la escasez económica será su fiel compañera en medio de un país gobernado por una plutocracia favorable a las clases altas, asunto que el autor no quiere que perdamos de vista.

Con seguridad, dentro de sus primeras lecturas Gallegos Lara tuvo A la costa (1904) de Luis A. Martínez. Novela realista tardía, perteneciente al primer período del movimiento literario denominado costumbrismo, al que también se lo puede llamar realismo social o regionalismo,2 que evidencia los problemas nacionales de inestabilidad económica, política y social tras el conflictivo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

La Revolución juliana de 1925 buscaba hacer frente a "los problemas sociales y la persistencia de la recesión económica, la agitación social y la inestabilidad política" (Varios 2007, 15). Para literatos como Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert y Joaquín Gallegos Lara, y en congruencia con su postura de izquierda, esta situación fue un motivo focal de preocupación. En este contexto nace la Generación de los 30. Sale a luz Los que se van (1930), obra que no solo transforma las letras nacionales, sino también las internacionales pues "produjo... un escándalo literario que después tuvo repercusiones continentales [...] Los que se van refleja el espíritu proletario que imperaba entre los intelectuales del mundo entre 1929 y 1939". Con este libro ya no hay temas prohibidos para la literatura... ni hay límites que circunden "por la violencia de su apetito sexual". "Las transgresiones fonéticas de su dialecto son las más atrevidas que existen en la literatura hispanoamericana... De los tres autores de Los que se van el más proletario fue Gallegos Lara... " (Menton 1992, 274).

Asimismo, en estos tres autores hay un factor común: en ellos se encuentra como temas recurrentes la conquista del macho a la hembra, las costumbres ancestrales del montuvio y la fatalidad acarreada en un pesimismo conmovedor.3

En 1926 se había fundado el Partido Socialista4 y Joaquín Gallegos Lara fue parte de este grupo. Años después se integrarán José De la Cuadra y Alfredo Pareja Diezcanseco. Los cinco formarán un frente de trabajo para mejorar la literatura nacional -lo que recuerda la manera cómo se formó en España la Generación de 1898-, para ayudar al mejoramiento de la sociedad más necesitada y velar por sus intereses cada vez que fuese necesario. Los cinco fueron diligentes en sus anhelos y se esforzaron para cumplir sus metas debido a sus concordancias en ideales. Fueron llamados "Cinco como un puño". Asimismo, estos escritores guayaquileños escribieron sobre el indio de la serranía y el montuvio de la Costa, como aparece con toda su energía y fuerza en Las cruces sobre el agua.


ADENTRÁNDONOS EN EL ANÁLISIS

La novela comienza a inicios de 1900, fecha del nacimiento de Andrés Baldeón y termina años más tarde del evento del 15 de noviembre de 1922. La obra está conformada de once capítulos con nombre y subcapítulos. Su desarrollo se centra en Guayaquil con la excepción de Esmeraldas. Alfredo Baldeón viaja a esta provincia por razones económicas. Gallegos Lara usa su tiempo para informarnos que este personaje, fuera de su entorno familiar y local, en su nuevo hábitat, se transforma y adquiere una madurez notoria. Se asocia con los revolucionarios esmeraldeños del coronel Carlos Concha Torres.

La segunda vez en la que Guayaquil tampoco es el lugar de la acción sucede cuando Alfonso Cortés viaja de vacaciones a la hacienda Gloria invitado por un tío. De lo contrario, toda la labor narrativa se desarrolla en el puerto, en particular en los barrios populares. Es una ciudad donde convergen cosmovisiones, estereotipos y penas inexorables. Pero en Las cruces sobre el agua se reflexiona también sobre, la problemática de comunicación, cultura e identidad que se la siente ambigua y cerrada. De esta manera, el tema de la multiculturalidad5 adquiere prestancia en la obra y en particular entre los personajes secundarios, tal el caso de Trinidad que siendo oriunda de Daule no ensambla del todo con el estilo de vida del guayaquileño. Igualmente, encontramos una polifonía en los protagonistas principales dado que cada uno de ellos tiene experiencias diferentes y sus reacciones inmediatas frente a un problema serán diversas. No obstante, el núcleo familiar es unido y el uno depende del otro de una manera ejemplar.

Gallegos Lara usa "yo narradores" distintos, cada uno enfatizando más su visión de juez omnisciente o cuasi participante, para que visualicemos mejor ese ambiente de tortura y se justifique con antelación la huelga, ofreciéndonos un fondo social y político contundente que justifica un realismo social de testimonio. Aunque no debemos olvidar que, por más énfasis que se dé a una novela por hacerla que se asemeje a la vida, no deja de ser ficción con tintes reales.6

También está presente en la obra un tipo de narrador heterodiegético moralista, por decirlo de alguna manera, ya que con frecuencia da acotaciones u opiniones sobre lo que está informando: "A Alfredo le encantaría ganarle. Los presentes, Nelson, el ombligón, que se paseaba por el patio sin pantalones; Aníbal, el que comía tierra; Lorenzo, el que era dueño de una caja de soldados de plomo" (57).

En las décadas de los 30 y, en particular la de los 40, los intelectuales se dedicaban, a la vuelta de la esquina, a un cosmopolitismo desafiante o a un existencialismo interactivo, el primero con el rigor de Jorge Luis Borges y el segundo con el puño exuberante de Eduardo Mallea. De igual forma, se hacía presente el estilo cubista de Miguel Ángel Asturias o el especialista barroco de lo real maravilloso, Alejo Carpentier. Todos ellos cansados y unos cuantos más, del realismo social, se entretenían más bien en investigaciones hacia nuevos horizontes, para lo que llegaría a ser la nueva narrativa latinoamericana, en particular, con el boom. Por todo esto, Isabel Cañelles indica, entre otras cosas, que todo esto "conduce al lector a considerar la interrelación de forma y contenido" (1999, 8). A lo que añadiríamos también que la narrativa, cuento o novela son creaciones de arte genuinas basadas, acaso, en hechos históricos o en otras obras cuya exquisitez es obvia y que puede llevar hasta algún tipo de intertextualidad, término acuñado por la filósofa Julia Kristeva que, a la vez, está fundamentado en el concepto de lo "imperativo dialógico" del ruso Mikhail Bajtín.

También agregaría otro narrador interdisciplinario, el que está encargado de participarnos de aquello que mana en el subconsciente, en este caso, de Juan Baldeón: "No conseguía dejar de extrañar a Alfredo. Todos los días, a la hora del almuerzo, había que mandarlo a buscar a la plazuela" (58). Por último, reconocemos la existencia de una especie de narrador-testigo, aquel que deja brotar el diálogo de acuerdo al hablante y, en este caso, podemos escuchar el lenguaje local usado por los protagonistas.

-¿Por qué te demoras tanto? Solo vos eres el que queda vegetreando íngrimo.

-Solo no estoy, sino con mi zuncho. -¿Acaso el zuncho es gente? (67)

Asimismo, el autor delega en otro narrador omnisciente la indagación de las costumbres, dolores y esperanzas de aquellas gentes. Breves raccontos, constantes huidas hacia el pasado de los protagonistas, una especie de flashback, muestran el propósito de Gallegos Lara de condensar la obra, de volverla un reflejo multidimensional de la realidad.

El tiempo literario sigue una cronología y se refiere con precisión a hechos de la infancia y juventud hasta llegar a la madurez de los protagonistas. Existe un par de momentos en los que Gallegos Lara usa la analepsis para que, al que le interese, especule sobre cualquier aspecto de su pasado. En el texto y dentro de su estructura nos colocan en tal posición que nos destapan los acontecimientos que se iban dando para que no perdamos ni un milímetro de su accionar, cuya base es testimonial y se refiere a la mala condición de vida de un pueblo que está adscrito a la miseria y al sufrimiento. Para alcanzar el efecto deseado, el autor acopia aspectos esenciales de una cultura popular: ambiente, escenarios, fonética, léxico, mitos, entre otros, que son los ecos que divagan por la novela.7

Gallegos Lara inicia su obra de esta manera: "La calle herbosa, de pocas casas y covachas, y de solares vacíos, no era casi más que un errante de la sabana... El sol se ocultaba... ¿Qué habrá dentro del sol?" (55). Enseguida vienen los diálogos sencillos e indigentes:

-¡Alfredo! ¡Alfredo! ¿A qué horas entras, chico?

-Desde el boquerón sin puertas de un medio de la cerca, su madre lo llamaba. (55)

La descripción telúrica abruma y advertimos que esta obra estará llena de los altos y bajos de un drama único familiar, que es compartido por todos. Parece decir, ya desde un inicio de la novela, que los pobres no van a contar con opciones por la aridez del suelo, por la pobreza que los agobia y por ser una tierra de nadie.

Esta apertura nos trae a la mente el inicio de la famosa novela Pedro Páramo (1955): "Vine a Comala porque me dijeron que acá vive mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo" (7). Inicio desalentador y doloroso porque es obvio que padre e hijo no tienen ninguna relación y ese "un tal Pedro Páramo" deshumaniza al punto que se cosifica des-familiarizándose de un concepto importantísimo como es la familia.

Por otra parte, en Las cruces sobre el agua hay una presencia fuerte del machismo; la hegemonía del hombre no es cuestionada. En este caso, el énfasis está puesto en la infelicidad de los padres de Alfredo. Finalmente, su madre abandona el hogar.

Con la referencia a la aparición en Guayaquil de la peste bubónica, el autor envía un claro mensaje de que los ricos tienen más oportunidades de salvarse, no así los pobres. Entre líneas se puede vislumbrar también que el necesitado tiene pocas formas de mejorarse y que la educación, aunque es un derecho para todos, es muy difícil que el infortunado la alcance. La otra opción que se presenta es el vandalaje, que ocurre en la misma calle donde viven los protagonistas.

Como se ve, el escenario de esta obra no es alentador ni conduce a un mejoramiento de la sociedad, más bien reafirma el hecho de que el despojado tendrá forzosamente que recurrir a métodos de protesta y violencia como un levantamiento de obreros. Una huelga justificada y legítima, bajo sus enunciados de cambio y mejora, parece su única salida para un trabajador fustigado por todo lado. De una manera sigilosa, los obreros se reúnen.

Joaquín Gallegos Lara, en su afán de que su novela sea auténtica y proselitista, acopia varios componentes necesarios para denunciar la masacre ocurrida por obra de un gobierno insensible al bienestar de las clases empobrecidas y a la ausencia de programas de cambio para su mejoramiento. Usa el lenguaje vernáculo de la Costa y de la Sierra; activa: montuvio y serrano, obviamente con el español y algo del inglés, lo que enriquece la fonética y afianza la identidad pluricultural. A veces, una expresión fuerte y vulgar utilizada en el oficio sirve para dar ánimo al trabajador y hace hincapié en la situación social en la que viven. Subraya, así mismo, la falta de comunicación entre el jefe y los empleados, a la vez que priman las reuniones clandestinas y, por ende, anuncian los albores de una huelga.

En esta obra, por sus líneas corre un mensaje directo del realismo social y cuya misión está basada en la creencia de que usando este medio literario se puede adquirir enfoques diversos de perspectivas que beneficiarían a la sociedad marginada, cohibida por conflictos económicos, políticos y sociales del individuo común ecuatoriano; este acto revolucionario parece indicar el mensaje último en la obra.

Esta existencia rudimentaria de los personajes moldeará sus vidas y buscarán una excusa para que exploten sus desengaños. Armados dentro de las filas opositoras se enfrentarán en contra del ejército que defiende al gobierno del momento. Si esto se encuentra en la superficie fría de la obra, ¿asumimos que, por ello, se anula el concepto del arte por el arte?8

Sin embargo, una cosa queda clara: el Grupo de Guayaquil, por lo menos, al referirse a este concepto, lo catalogaba como un sentimiento burgués caduco. Para estos escritores, la validez del arte radica en que debe ser afín a la lucha social.

Las cruces sobre el agua, novela de la década de los cuarenta, es una obra ecuatoriana importante, que es cada vez más reconocida, en particular por referirse a una gesta ecuatoriana de proporciones continentales -se sale, de alguna manera del realismo social local y se proyecta hacia una hazaña socialista continental- pese a que muchos de los protagonistas de la huelga eran en realidad artesanos. Esta novela es una tarea realista social, también urbana por su accionar citadino.

El estilo usado en ella es accesible y no tiene los cambios introducidos en las grandes novelas de Estados Unidos o Europa. El fluir de la conciencia, por ejemplo, vigente ya por algún tiempo y utilizado por William Faulkner, James Joyce y Virginia Woolf -que lo consideraron como un juego y que intenta capturar de manera realista la forma de pensar de un personaje- o también denominado monólogo interior no es empleado por Joaquín Gallegos Lara.

Jorge Enrique Adoum, otra vez, nos informa que "quizás... por ser una de las primeras obras de ambiente urbano en el Ecuador sus personajes populares tienen debilidades y errores, a veces son injustos, a veces grandes... (45-6).

Benjamín Carrión señala que es: "Novela grande y gran novela a la par; tipificación certera y valiente de las clases sociales; poesía surgente de situaciones, paisajes y caracteres, y sobre todo un gran calor de humanidad... " (Gallegos Lara, 31).

Por otro lado, Miguel Donoso Pareja opina que por "su visión totalizadora, Las cruces sobre el agua es, en gran medida, la novela de Guayaquil ... [a la vez que] la propia organización del discurso novelístico... le da autonomía y especificidad, convierte en materia literaria al referente real... (24-5).

El lanzamiento y el flotar de las cruces sobre el agua, en sí, es un indicador que los habitantes de la comarca ven esperanzador este acto que contrasta con la corrupción, la injusticia y la pobreza. La novela se ha convertido en un palimpsesto de compromiso social, a la vez que puede ser abordada, además de la literaria, desde disciplinas heterogéneas: la antropología, la historia o la sociología. Digno de encomio es la posición de verosimilitud que emplea Joaquín Gallegos Lara en Las cruces sobre el agua y el dramático y poético final: "más allá de canoas y barcas, Alfonso vio recostarse... un grupo de negras cruces ... Eran altas... Las ceñían coronas de... moradas flores... que se consagra a los difuntos. A su alrededor, el agua se hacía claridad líquida, pareciendo querer serles aureola... Quizá esas cruces era la última esperanza del pueblo ecuatoriano (Gallegos Lara, 287-8).




NOTAS


[1] Siguiendo las sugerencias de Roland Barthes, conocido, entre otras disciplinas por sus estudios de semiótica estructuralista, de Jonathan Culler, acreditado por el análisis y crítica de teoría literaria o de Jacques Lacan, percibido como "el psicoanalista más controvertido desde Freud", preocupado con la angustia y el estilo que marca la lengua —encontrará en esta novela la riqueza de la palabra, la estructura con sus puntos de vista, la perspectiva políticosocial, la participación interpretativa de un leyente activo y comprometido que modela y origina el "texto". Sin embargo, en este momento queremos referirnos a lo que ha pasado con obras, a través de los tiempos y, tomando al azar, La Celestina (1499), un enjambre de un mundo social en conflicto con características similares a las que nos atañe hoy, a pesar de los años que han transcurrido, o Rayuela (1963), más cercana a nosotros que, dependiendo de las circunstancias y de un punto de vista globalizado, una pieza literaria puede sufrir modificaciones de apreciación acarreadas por niveles y posturas interpretativas diferentes. Otro ejemplo, continuando con esta idea, el caso específico de Esteban Echeverría y su extraordinario relato El matadero (1871), pero ya terminado en 1836 y dejado al olvido por el autor por considerarlo sin mayor validez. Ha sufrido transformaciones exegéticas, en su caso, por una manera nueva de apreciarlo.

[2] Para mayor información sobre este asunto, consultar el libro Breve historia y crítica de los movimientos literarios en Hispanoamérica: del romanticismo al posmodernismo en la narrativa, de mi autoría (2013, 63-92).

[3] En una conversación que tuve con el crítico Hernán Rodríguez Castelo por el año 2016, hablábamos sobre los cambios importantes en la literatura ecuatoriana a partir de Los que se van y lo que escribo fue su opinión.

[4] Según el historiador Rafael Cordero Aguilar, en un intercambio de información, afirma que "el partido comunista se funda por una escisión del partido socialista en 1931" (1 de marzo de 2023).

[5] El multiculturalismo, entre otras cosas, orienta políticas de inmigración que suscitan el impulso cultural de los grupos étnicos presentes en una localidad. Para Ricard Zapata-Borreto, uno de los más conocidos defensores de este tema, su investigación se ciñe a asuntos relacionados a contextos de diversidad.

[6] Tal vez por eso las novelas históricas son tan buscadas y populares, tal el caso de J'Accuse (1898) de Emile Zola que es un alegato en favor del capitán Alfred Dreyfus, en forma de carta abierta al presidente de Francia Félix Faure.

[7] Estos ingredientes son los que caracterizan al costumbrismo —realismo social— en su esencia misma. Lo que falta indicar son las dos máximas ineludibles de este movimiento literario: "lo nuestro y lo testimonial".

[8] La teoría del "arte por el arte" se desarrolló durante los primeros años del siglo XIX en Francia y en Inglaterra y se centra en la afirmación del arte como un fin en sí mismo y no como un medio para servir a otros propósitos, sean estos científicos, económicos, morales o políticos. Asimismo, es una forma de emitir descripciones, espacios, hechos ficticios o reales, historias, imágenes, sentimientos, etc.; valiéndose de la creatividad, de la imaginación, del uso artístico del lenguaje y con un propósito y sentido estético. También el parnasianismo literario preconizaba el arte por el arte en particular dentro de la poesía.


Lista de referencias


Adoum, Jorge Enrique. 2010. "Las cruces sobre el agua de Joaquín Gallegos Lara". Revista Rocinante: 44-7.

Aguilar Monsalve, Luis A. 2013. Breve historia y crítica de los movimientos literarios de Hispanoamérica: del romanticismo al posmodernismo en la narrativa. Quito: Editorial Ecuador.

Cañelles, Isabel. 1999. La construcción del personaje literario. Un camino de ida y vuelta. Madrid: Ediciones y Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja.

Donoso Pareja, Miguel. 1990. "Estudio introductorio". En Joaquín Gallegos Lara, Las cruces sobre el agua. Quito: Libresa.

Espinosa, Carlos. 2010. Historia del Ecuador. En contexto regional y global. Barcelona: Lexus Editores.

Gallegos Lara, Joaquín. 1990. Las cruces sobre el agua. Quito: Libresa.

Menton, Seymour. 1992. El cuento hispanoamericano. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

Pazmiño Vásquez, Carlos, y Carlos Martínez. 2016. "Entre el cinismo y la contemplación: a 94 años del 15 de noviembre de 1922". 21 de noviembre. Rebelión.

Paz y Miño Cepeda, Juan. "Ecuador: la huelga del 15 de noviembre de 1922". Historia y Presente. 15 de noviembre. https://www.historiaypresente.com/1795-2/.

Rufo, Juan. 1969. Pedro Páramo. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica .

Varios. 2007. Historia de las literaturas del Ecuador: Literatura de la república, 1925-1960 (primera parte). Vol. 5, coordinado por Jorge Dávila Vázquez. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional.

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