Luis Antonio Aguilar Monsalve (Cuenca, 1942), es un escritor ecuatoriano que ha transitado por distintos géneros, al punto que ha publicado más de una veintena de obras: cuento, microrrelato, ensayo, novela, además de cultivar la crítica literaria y haber realizado varias antologías (la última de ellas, una de literatura juvenil infantil en Ecuador, la cual debió haber sido un reto fascinante), en especial, de narrativa. Aguilar Monsalve también es miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y profesor emérito por la Universidad Hanover College, es decir, un hombre con mucho bagaje literario.
Es lo que encontramos en el libro de microrrelatos Herederos de las sombras, su trabajo más reciente: gran esmero por el cuidado de la palabra, colocarla en el lugar exacto, para brindarnos párrafos precisos que no dejan la sensación que faltó o sobró algo. Del mismo modo, por su experiencia como escritor, conoce los detalles e ingenios que pueden volcar una situación aparentemente normal para transformarla y volverla atípica. Aguilar Monsalve es un "cazador" de momentos, tal cual lo dice la reseña del libro. "Cualquier destino por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento" (Borges). Y en este tema se especializa el escritor, ofrecernos momentos claves, narrados desde diversos puntos de vista: "momentos básicos e indispensables, segundos que el escritor llena de eternidad".
Adiciono que, en la obra mencionada, hallamos variedad e imaginación.
En la variedad de temas podemos hallar a viajeros que buscan o recuerdan un destino. Las travesías pueden ser físicas o internas. Lo encontramos en varios de sus cuentos. El deseo, consciente o no, de arribar a un lugar. "Al otro lado de un paraíso" es una muestra de lo que sostengo. Trata sobre una sencilla excursión a un lago, realizada por tres amigos (lo que nos hace recordar experiencias similares, a quienes amamos la pesca o la aventura, simplemente), la salida muy temprana, los refrigerios en su punto para cuando sean necesarios, todo en su lugar -el escritor no olvida los detalles- se puede percibir el frío en el rostro, pero la historia pega un giro cuando uno de los protagonistas escucha el canto de un ave (aquí es cuando me refiero a los momentos claves que modifican el hilo narrativo). O en "En el mundo de los Herederos de las sombras" que relata la emoción de un viaje (autobuses, equipaje, hoteles de nombres exóticos: Miosotis) y la del peregrino, quien después de registrase y salir de su hotel, bajo una amenaza de lluvia, se topa con un quiosco de libros usados. Allí una ráfaga de viento le lleva mágicamente uno de esos textos a sus manos. Desde allí el misterio, el elemento que deja de ser coincidencia para sorprendernos. En "Lo oblicuo de la neblina", Omar, un niño, emprende un viaje en tren, dirigiéndose, después de los preparativos y precauciones de su madre, a donde habita un amigo. Y al igual que en las obras antes citadas, notamos que la pluma de Aguilar Monsalve traerá el asombro, lo que atrapa a cada uno de sus personajes y, por qué no, de algún modo, a sus lectores. En este caso, un pequeño accidente, la caída del muchacho, para después encontrarse (sin que esto sea un spoiler porque la historia continúa) con que, en la estación final, nadie lo espera. Pero en este grupo de cuentos, quizá el más impactante (al menos uno de los que más me gustó de todo el manojo) es el denominado "Toda una vida viaje el mejor", que es la transición lograda de un muchacho en una peluquería y que nos conduce obligadamente a recapacitar sobre lo efímero de la vida y el tiempo en que vivimos. Entonces, ¿nacemos para morir o morimos para vivir? (frase recogida de otro de los cuentos: "Premonición").
Lo arcano, lo profano, las incógnitas están presentes en Herederos de las sombras (por cierto, un título muy propio para una serie de misterio). Algunos de sus personajes son fantasmas (aunque en todo el libro no encontremos esta palabra por ningún lado, manejada exactamente como un ser etéreo: "no la encontramos, pero está allí, repetidamente") que desean ser entes reales o viceversa, según el hermoso relato "Sin explicaciones", donde un elegante hombre de negocios y una colegiala de ojos azules ingresan a un ascensor; se desarrollará la trama en un breve tiempo que comienza cuando el artefacto se activa y culmina al subir, apenas un piso, o menos. O el que leemos con el título "Deseos desde el más allá", que enfoca el itinerario de un extraño ser que recorre librerías, acaso un reflejo de nosotros mismos cuando nos empecinamos en repasar mentalmente nuestras vivencias. O cuando regresamos a esos "sitios" que nos llenan de nostalgia, semejante a lo que nos deja la obra de Proust, en "Por el camino de Swann".
Un tercer aspecto de Herederos de las sombras es la intromisión a otros cuentos famosos, un reto complicado que el autor supera con creces. Y así nos embarcamos en "Más allá de los robles", que es un "espejo con diferente propuesta" del cuento "Continuidad de los parques", de Julio Cortázar. En "El príncipe de los ingenios" el escritor nos estimula a barajar algunas meditaciones sobre las intenciones latentes en la famosa novela de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La metamorfosis, de Kafka, tampoco escapa a esta "cacería", pero el autor nos brinda otra distorsión posible, más bella, poética y soñadora. O en "Punto de vista" y en "El silencio condesciende", elegantes invitaciones para recordar a Monterroso.
Finalmente, hay un puñado de cuentos que señalan las frases célebres, otras comunes, refranes y dichos, en los que Aguilar Monsal-ve parece divertirse elaborando una historia a partir de dicha expresión, sin dejarnos de invitar a la reflexión.
Una de ellas es "Sorensen", que trata sobre la popular y profunda frase de John F. Kennedy. En el mismo grupo tenemos: "Las apariencias engañan", "Donde hay repetición está el gusto", "No todo lo que brilla es oro" y "El que a cuchillo mata a cuchillo muere".
Leer Herederos de las sombras es realizar un desplazamiento por parte del lector, como ocurre en "Al otro lado de un paraíso", un viaje en el que se topará con más de una extrañeza, que es una de las intenciones del autor, hasta que suene un "disparo", un "bumm", que es también el título de otro de sus cuentos.