KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS
CULTURALES,
No. 53 (Enero-Junio, 2023), 113-126. ISSN: 1390-0102
Artículo de investigación
DOI: https://doi.org/10.32719/13900102.2023.53.4
Fecha de recepción: 4 de marzo de 2022 -
Fecha de aceptación: 29 de abril de 2022
Fecha de publicación: 3 de enero de 2023
RESUMEN
Partiendo de la idea de que toda tecnología de poder, según Michel Foucault, determina la conducta de los individuos, objetivándolos, y considerando, además, la postura que el escritor ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta adopta en el contexto del expresionismo, una estética que expone y apela a lo sensible en conflicto con lo que vive el ser ante su deshumanización, en este artículo se analiza un grupo de sus obras desde la perspectiva de la ciencia ficción. En efecto, Aguilera Malta es un autor que, hibridando los géneros narrativos, es quien se aventura a introducir elementos de la ciencia ficción en determinadas obras, unas teatrales y otras novelescas, con la finalidad de exponer sus preocupaciones sobre la mitad de siglo, cuando el ser humano ha sido testigo de la degradación tecnocientífica cuyo punto culminante es la detonación de la bomba atómica. El artículo sitúa el discurso pesimista o desencantado de Todos los átomos (1955), de Muerte S.A. (1970) e Infierno negro (1970), como fundantes del teatro de ciencia ficción ecuatoriano; y los contrasta con las novelas El secuestro del general (1973) y Réquiem para el diablo (1978), las cuales denotan su preocupación sobre cómo las tecnologías de poder sirven para sojuzgar.
Palabras clave: Ecuador, literatura, teatro, ciencia ficción, Demetrio Aguilera Malta, expresionismo, deshumanización, maquinismo.
ABSTRACT
Starting from the idea that all technologies of power, according to Michel Foucault, determine the behavior of individuals, objectifying them, and, also considering the position that the Ecuadorian writer Demetrio Aguilera Malta adopts, in the context of expressionism, an aesthetic that exposes and appeals to the sensitive in conflict with what the being lives before its dehumanization, a group of his works is analyzed from the perspective of science fiction. Indeed, Aguilera Malta is an author who, hybridizing narrative genres, is the one who ventures to introduce elements of science fiction in certain works, some theatrical and others novel, in order to expose his concerns about the middle of the century, when the human being has witnessed a techno-scientific degradation whose culminating point is the detonation of the atomic bomb. The article places the pessimistic or disenchanted speech of Todos los átomos (1955), by Muerte S.A. (1970) and Infierno negro (1970), as founders of the Ecuadorian science fiction theater; and he contrasts them with the novels El secuestro del general (1973) and Réquiem para el diablo (1978) which denote his concern about how power technologies serve to subdue.
Keywords: Ecuador, Literature, Teatro, Science Fiction, Demetrio Aguilera Malta, Expressionism, Dehumanization, Machinism
EMPECEMOS CITANDO EL fragmento de una entrevista que Gerardo Luzuriaga hiciera a Demetrio Aguilera Malta (1971) para elaborar su tesis doctoral que luego derivó en un libro de referencia: Del realismo al expresionismo: el teatro de Aguilera Malta. En tal entrevista, el autor guayaquileño dice: "la función del teatro en la sociedad de hoy es la misma de siempre. Plantearle al espectador los problemas del hombre frente a su ubicación y devenir" (201). La declaración es importante en tanto subraya que el teatro proyecta los problemas del ser humano, si bien, donde está, al mismo tiempo, en su acontecer y a dónde procura dirigirse. En otras palabras: mirar el presente de la humanidad y aproximar su horizonte de expectativas.
¿Es posible pensar, en esta alocución, la alusión a cómo se disloca la realidad y se la observa desde su evolución, quizá proyectada a tiempo y espacio distintos, logrando un conocimiento nuevo de tal realidad, propio de la ciencia ficción? La propuesta de este artículo, bajo esta pregunta, es leer algunas obras de Demetrio Aguilera Malta desde la ciencia ficción, demostrando, además, que tal escritor vendría a ser uno de los primeros de su generación -el Grupo de Guayaquil-1 que inicia el teatro de ciencia ficción para la literatura ecuatoriana (Rodrigo-Mendizábal 2017a, b).
Sin embargo, sabemos que nos enfrentamos con algunos problemas que de antemano vale la pena esbozar. Uno de ellos es la consabida filiación de Aguilera Malta y de algunos miembros del Grupo de Guayaquil con el realismo mágico (Flores Jaramillo 2011, 137 y s.; Diez 1982, 34; Fama 1977), sobre todo por su vocación vanguardista (Heise 1975, 145). Correlativo a este, que hay quienes ven su literatura afín con lo fantástico, y otros, con el costumbrismo que raya con el surrealismo (Diez 1982, 34; Fama y Aguilera Malta 1978, 21; Carter 1974, 67). Y el tercer problema, el relativo al expresionismo, estética con la que el escritor se identificó en su trayecto más maduro (Luzuriaga 1971).
En sentido general, respecto al tema que intentamos desarrollar, y siguiendo a Silvia Kuriat Ares (2012), aunque como críticos y analistas queramos comprender y construir una teoría sobre la ciencia ficción latinoamericana y ecuatoriana, tomamos en cuenta el riesgo de ver la obra de Aguilera Malta desde el horizonte de la ciencia ficción anglosajona, o tám֊ bien desde cierta correspondencia de lo fantástico con el realismo mágico, además como si estos incumbieran a la ciencia ficción latinoamericana (15). El ejercicio que presentamos, en este contexto, pese a lo anotado, es aproximativo con la perspectiva de abrir futuras investigaciones sobre el trabajo de Aguilera en el marco de la ciencia ficción latinoamericana. Reconocemos, sin embargo, que ya hay breves menciones sobre la relación de Aguilera Malta con dicho género -para algunos autores, "ficción científica"-, sin que ello signifique que tales estudios estén centrados en concreto con lo que reivindicamos acá. Por ejemplo: sobre "No bastan los átomos" (1954) ya aparece una temprana alusión en Solorzano (1961, 68); lo propio en Suárez Radillo (1976, 85), además de unas líneas en una corta reseña en la mexicana revista La Palabra y el Hombre (1995, 158); sobre tal obra ya tanteamos un primer texto más ajustado al tema: "Teatro de ciencia ficción en Ecuador" (Rodrigo-Mendizábal 2017a). En el caso de Elsecuestro delgeneral (1973), Rabassa la insinúa con ciertos rasgos con la ficción científica (1981, 48), al igual que Pineda, cuando revisa la obra de esta autora, recalcando que Aguilera Malta ya alude en su narrativa a "la tecnología futurista popularizada en las obras de ficción científica" (1983, 32). Fuera de estos acercamientos, cabe indicar que existen trabajos sobre Aguilera Malta como los de Luzuriaga (1970; 1971), Carter (1974), Valverde (1979), Diez (1982), Rabassa (1981), Martínez Queirolo (2009), Flores Jaramillo (2011) y Rengifo Α. (2019).
Desde ya digamos que Demetrio Aguilera Malta (1909-1981) no fue muy consciente de que su trabajo estuviera relacionado con la ciencia ficción, sino hasta 1970. Sin embargo, sí sabía que era un "experimentador", como declaró en una entrevista a Antonio Fama (1978, 21). Es decir, no quiso encasillarse dentro de ciertas estéticas literarias, a sabiendas, como constató, que "no hay una oposición entre realismo, surrealismo, realismo mágico o cualquiera otra clase de realismo, sino que todas estas realidades parciales son partes integrantes de una misma realidad total" (18). Según sus palabras, su interés era la realidad total, o la obra total, la "novela total" (22). Se podría colegir en estas ideas que su propia vida como "hombre de multiples facetas" (Barriga López y Barriga López 1980,1: 37) también se ha traducido en su interés por atender la variedad de escenarios de la realidad: abandonó sus estudios universitarios, exploró los artes de la imprenta y de la ilustración, fue reportero en España durante la Guerra Civil -labor que siguió practicando posteriormente-, fue marino, luego se desempeñó como funcionario público con rango de subsecretario, tras lo cual se dedicó a la diplomacia. Otra faceta de su vida fue la de cineasta, realizando tres largometrajes y una serie de documentales; fue productor y escritor de obras de teatro, a la par que cultivó la poesía, escribió cuentos, reportajes y novelas, en este último contexto, con marcada orientación "ético-político-social" (Ocampo 1988,19), no obstante, la experimentación con diversidad de géneros literarios. En otras palabras, el conocimiento de distintos aspectos de la realidad estuvo en corresponden-eia con sus búsquedas estéticas.
En todo caso, para él representar tal "realidad total" era exteriorizar a sus lectores el "cosmos" latinoamericano, en el sentido de Mircea Eliade (2013,13-4), uno realizado por seres distintos, hasta cierto punto "sobrenaturales", el cual pudo ser portentoso con sus rasgos únicos. El mundo posible que pretendió el escritor bordeó, así, con lo mítico, pero al no poder conciliar con la imagen de un espacio-tiempo fabuloso de origen, su obra derivó en un universo paradójico donde el peso de la realidad le llevó a mostrar tal mundo mítico como si fuera apocalíptico, tal como dice Luis Diez cuando identifica dos de sus últimas novelas: El secuestro del general de 1973 y Réquiem para el diablo de 1978, esta última reescritura de su pieza teatral de 1967, Infierno negro.
Según Diez (1982), Aguilera Malta quiso "proyectar" la realidad latinoamericana sesentera y setentera, dominada por "el caciquismo, el militarismo y la dominación transnacional, bajo la luz de lo grotesco, el esperpentismo, es decir, desde la distorsión antropomórfica" (35-6). El trabajo del escritor se enfocó en mostrar lo latinoamericano desde su extrañeza, aunque curiosamente humanizada. Es por eso que el grado de experimentación lo llevó a hibridar géneros literarios, a jugar con el lenguaje, a imprimir un estilo difícil de identificar, llegando al metalenguaje (35-6). Esta misma impresión la capta Rengifo cuando afirma que en el trabajo de Aguilera Malta, sobre todo la última de su trayectoria -donde está El secuestro Леї general-, se pueden notar entremezcladas huellas del "realismo mágico, la caricatura, el esperpento, la visión estereoscópica de la realidad, la integración de la ciencia y la tecnología como actividad en el producto literario" (2019, 2). Todo ello, en sus palabras, tiene la característica de "estratificar" la realidad -en el sentido de los formalistas rusos-, pero con la pretensión de recordar a los lectores que, aunque literatura, esta lleva recordar de manera inminente a los mismos hechos de la realidad: así, un relato "es tal vez nuestra propia bufonada que constantemente vivimos" (2).
En este contexto, habría que añadir a las ideas de Diez y Rengifo, ponderando las obras que pretendemos señalar como las de ciencia ficción, que Aguilera Malta, cumpliendo con su tesis de "usar la literatura como instrumento político o social" (Fama y Aguilera Malta 1978, 18), hizo aparecer, mediante tal distorsión, un factor operante de la política ligada a la ciencia: la tecnología de poder. Es por ello que el escritor guayaquileño, radicado en México, cuando reúne todas sus obras en 1970 en su libro Teatro completo, donde incluyó su vieja pieza de 1954, "No bastan los átomos", añade a las instrucciones, al inicio de esta, una palabra con la que dio una pista de sus intenciones nuevas, a la luz de su interés político-literario. Leamos lo que escribió:
La acción transcurre en una noche de la primera mitad del siglo XX, en una isla donde se realizan investigaciones secretas. La isla está situada lejos de la costa continental de un país imaginario. La decoración es la misma para toda la acción y representa la Biblioteca de Ifigenia, ubicada en la Torre del edificio donde viven Ifigenia y su marido, Arquimedes. Todo es estilizado, para crear un ambiente de ciencia ficción. (Aguilera Malta 1970c, 103)
La frase: "Todo es estilizado, para crear un ambiente de ciencia ficción" no estaba en la edición de la Revista de la Casa de la Cultura Ecuatoriana de 1954, ni en la reedición como libro doble: No bastan los átomos/Dientes blancos (1955). Es decir, se apropia del término "ciencia ficción" tardíamente, hacia 1970, enfatizando el sentido de la obra de teatro "No bastan los átomos".
En síntesis, digamos que Aguilera Malta empezó a escribir ciencia ficción para teatro con "No basta con los átomos" (1954). Y gracias a sus exploraciones estilístico-políticas, luego escribió "Muerte S.A." [1962] (1970a), al igual que Infierno negro (1967). No contento, pronto tomó el camino de la "antinovela" (Carter 1974, 66), incitando al lector a ser reflexivo introduciendo rupturas en sus tramas. Tales antinovelas, que son desde ya de ciencia ficción, vendrían a ser: ш secuestro delgeneral (1973) y Réquiem para el diablo (1978).
Y ahora habrá quienes se preguntarán: ¿por qué estas obras son de ciencia ficción? En la pregunta inicial de este artículo se planteó una noción. Pero, para ser más exactos, recojamos la definición de Darko Suvin (1984) cuando dice que la ciencia ficción "es un género literario cuyas condiciones necesarias y suficientes son la presencia y la interacción del extrañamiento y la cognición, y cuyo recurso formal más importante es un marco imaginativo distinto del ambiente empírico del autor" (30). El distanciamiento y, desde tal estado, la cognición, producirían una realidad que, aunque asemejase a la empírica, implica la determinación de lo nuevo, el novum, dado por la ciencia o la tecnología. ¿No le interesaba a Aguilera Malta proyectar al espectador o al lector la realidad del ser humano latinoamericano como si se hubiera deslocalizado y como si tal deslocalización lo hubiera llevado a otro devenir? Y, considerando a Suvin, ¿no es el novum de la dinámica de las tecnologías de poder que reordenan el universo latinoamericano el expuesto en sus obras?
Abordemos, para comprender lo que planteamos, las obras citadas, y en ellas las claves de la ciencia ficción.
En "No bastan los átomos" estamos ante la llegada de un sobreviviente de la guerra. Sabe que su padre, el científico Arquimedes, inventa y hace experimentos; este ha construido una bomba letal que será empleada por el dictador. El soldado, Fausto, enloquecido, intenta acercarse a su padre y se da cuenta que ha muerto; quiere continuar su obra porque cree que la humanidad debe ser destruida. Luego comprende que el Dictador es el que produce el horror de la guerra y de la muerte. Su madre decide cumplir con el propósito de impedir que el Dictador se lleve el arma.
En "Muerte S.A." o "La muerte es un gran negocio" vemos a un hombre que se vale de una planta que los Tsáchilas resguardan porque saben que con ella se puede volver a vivir. Él hace experimentos con su criado y de ello resulta la fórmula para resucitar, y luego monta un negocio asociándose con otro hombre que se hace pasar por un altruista médico. Un día su amigo está enfermo, pero su sobrino lo quiere muerto para cobrar la herencia, por lo que convence al inventor para que más bien falsee la fórmula. Hay una disputa y el inventor muere; su ejecutor quiere la fórmula y cuando está por agonizar, le entregan un frasco sin aquella, porque se ha agotado.
En Infierno negro, y en su versión novelada, Réquiem para el diablo, el inventor Hórridus Nabus, tras idear un aparato para controlar el aire que la gente respira, el aerómetro, y luego del éxito de su máquina y la fábrica para convertir afros en salchichas, reclama sus regalías a los potentados de su país. Estos se burlan y más bien se apropian para su beneficio de estos y otros inventos y el general Pim Pam Рит lo mata. Cuando llega al infierno es juzgado por los afros, víctimas de sus inventos.
En Secuestro de ungeneral, el dictador Holofernes Verbolifia, un esqueleto que se hace pasar por hombre, es puesto en jaque tras el secuestro de su más alto oficial, el gorila Jonás Pitecántropo. El secuestro es realizado por una guerrilla autodenominada Amauta. Esta demanda, entre otras, libras de huesos del dictador y el entierro de los personajes cadavéricos, lo que lleva a que los miembros de la dictadura pacten intentando salvar sus cabezas, en tanto la verdadera revolución estalla.
En estas obras notemos cómo Aguilera Malta realiza el distancia-miento cognitivo y con ello nos hace conocer una realidad, nueva, determinada por la tecnología de poder:
a) El "planeta" latinoamericano. No hay países identificables ni hechos de referencia. Tal "planeta" está representado ya sea por una isla bloqueada por toda esperanza porque allá se hacen experimentos ("No bastan los átomos"); o por un país seudoutópico donde todos han resucitado, Inmortalia ("Muerte, S.A."); o por otro dominado por el capitalismo salvaje y el neoliberalismo, Nylonpólis {Infierno negro y Réquiem por el diablo); o por un Estado-nación, Babelandia, detentado dictatorialmente por interfectos {Secuestro de un general). Este planeta tiene mundos posibles donde no son viables la utopía social ni el Estado de bienestar. Allá los que gobiernan son dictadores, empresarios, falsificadores que han coagulado toda dinámica social en beneficio suyo.
b) El sistema distópico de este "planeta" latinoamericano. En algún momento escribimos acerca de las distopías políticas y cómo la ciencia fieción las deconstruye, usando para el caso el mismo mecanismo de su potencia: mostrar el lugar aborrecible, su vida absurda, el gobierno de lo peor, el totalitarismo imperante, como si fueran las características del mundo que se podría aspirar (Rodrigo-Mendizábal 2017b; 2018). En los mundos distópicos de Aguilera Malta todo está apaciguado, la gente vive subyugada por el comercio y la ciudad, como es el caso de Réquiem para el diablo, incluso cuando tal ciudad es surrealista, con sus calles que atraviesan las casas, o con sus zancudos voladores que sirven de transporte, o con el aire vitaminado, etc., todo, sin embargo, construido para que todo habitante esté expuesto a las redes del poder. Así, la realidad latinoamericana es apocalíptica, esto es, en términos de la ciencia ficción, según Frank Kermode, una realidad con sus terrores y pesadillas, plagada por una angustia existencial dado el bloqueo de la historicidad porque lo decadente gobierna e impide la realización de nuevos ideales (2000, 37, 20). Ante tal bloqueo, Aguilera Malta (1973), vía el esperpento, vía la distorsión antropomòrfica, idealiza la posibilidad de una salida. Un personaje de El secuestro de ungeneral, Fúlgido, le dice al secuestrado, Pitecántropo: queremos "estimular una catarsis colectiva [...] [porque] no nos preocupa solo el cambio de unos gobernantes por otros, tal vez peores. Nos interesa el advenimiento de regímenes que permitan construir -o que construyan- una nueva sociedad hospitalaria. Para que el mundo sea de todos. Y no solo de unos cuantos" (244). Es decir, el autor, esgrime, ironizando la distopía, un escape.
c) El poder y la invención. En los mundos distópicos de las tres obras de teatro y las dos novelas señaladas, siempre hay un dictador y un inventor. Este último crea las tecnologías de poder y es el dictador el que, dominando la racionalidad técnica, se vale de aquellas para oprimir y matar. Mientras el dictador, sea este un militar, un grupo empresarial o un médico que se hace pasar por bueno, es perverso, el inventor es bieninten-Clonado, aunque también ambicioso, porque quiere ser parte del poder, y eso lo lleva a sugerir a quienes entrega sus máquinas, el uso siniestro que se puede hacer de ellas. En "No bastan los átomos", Arquimedes diseña un arma letal, una especie de bomba atómica; en "Muerte S.A.", una planta sagrada es industrializada para hacer el negocio de la inmortalidad; en Infierno negro y Réquiem para el diablo, Hórridus Nabus, el inventor, crea una máquina para convertir en salchichas a los afros, o una máquina que controla el aire de los habitantes y con ello esclavizarlos al trabajo, un aparato que los convierte en robots. En El secuestro de un general, el dictador ha hecho de sus ayudantes, seres serviles con "cerebros computadoras, micrométricos nidos de resortes, ruedecillas e hilos metálicos" (143). El poder solo usa el genio de los inventores, pero luego los elimina. Aguilera demuestra que los inventos у/o las innovaciones siempre tienen la finalidad del mal, pese a que sus inventores y científicos sean inocentes y crean lo contrario. El imperio de un régimen totalitario haría desaparecer toda libertad, pero, por el ejercicio de la distorsión antropomòrfica, impone al dictador o al grupo de poder empresarial como si fueran los padres, los cuales definirían el grado de libertad que algún sujeto puede tener. El escritor pareciera indicarnos que el problema de la distopía latinoamericana es que los dictadores, ayudados de ciertas inteligencias, obligan a los ciudadanos a creer que las nuevas patrias, los nuevos padres -a falta de los fundadores- son ellos; y el sometimiento debido, incluso violento, es por defecto una necesidad imperiosa.
De lo anterior, el novum de la ciencia ficción de Aguilera Malta son las tecnologías de poder. Michel Foucault (2000) postula que tales tecnologias "determinan la conducta de los individuos, los someten a cierto tipo de fines o de dominación, y consisten en una objetivación del sujeto" (48). Se trataría de la biopolítica y del control de la población (Foucault 2008, 222). ¿Qué hace toda dictadura? Estatiza lo social; pero a la vez congela, coagula su dinamismo interno; lo subsume.
En la ciencia ficción de Aguilera Malta, en la representación de la distopía latinoamericana, la dictadura y el poder empresarial neoliberal también quiere expandir sus cuerpos o sus figuras robóticas a la vida de la sociedad. En El secuestro de un general, Infierno negro y Réquiem para el diablo vemos que el dictador o el poder empresarial tienen una actuación racional, un trabajo científico de organización de la ciudad, de la vida de la población, de sometimiento incluso del diferente, hasta su completa exclusión. La idea es mostrar que el sometimiento y la vida aborrecible son preferibles, por lo que vemos operar cómo el poder lleva a la subjetivación del terror como algo necesario y natural. Si se es descontento, manifiestamente está la desaparición sistemática, como es el caso de Infierno negro y Réquiem para el diablo, con la revelación del poder que convierte a los afros -en realidad, Aguilera Malta usa la palabra "negros"- en salchichas para hacerlos desaparecer de la realidad, o jurar que los Amautas -pen-sernos en los indígenas- serán eliminados del reino de Babelandia en El secuestro de un general. ¿Habría alguna crítica que realiza el autor sobre el racismo y la discriminación, como constituyentes de las dictaduras militares de su época, además determinadas por las ideas de exclusión social desde tiempos de la República? Solo digamos como apunte -y sin ánimo de responder a esta última pregunta-, para Handelsman (2001), pese a que Aguilera Malta haya tratado el tema de la "discriminación racial contra los negros [...],lo que llama la atención es cómo su solidaridad para con [ellos] no ha podido evitar ciertas contradicciones y equivocaciones, tanto de parte suya como la de muchos de sus lectores" (42). Es posible que, en su momento, la cuestión de las "minorías", como el mismo escritor señalaba, aunque no debían ser una preocupación (Rabassa 1981, 116), sí eran figuras latentes que ponían en debate la nacionalidad ecuatoriana.
Por otro lado, los personajes de las obras de Aguilera Malta, sobre todo los inventores o los científicos, subjetivan al poder, convirtiéndose en sujetos que codician el poder, queriendo operar con su misma disposición. Es decir, se configuran en dispositivos, siguiendo a Giorgio Agamben (2015), con "la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes" (23). El problema es que su racionalidad científica se torna contra ellos porque la racionalidad del poder es maquínica y destructiva, minimizándoles, haciéndoles ridículos. De este modo, en principio, tales personajes están conectados al poder y son parte del sistema biopolítico representado, pero luego son desestimados porque importa más la racionalidad del poder que el de la misma tecnociencia. Lo importante de su rol es que por primera vez vemos en la ciencia ficción ecuatoriana la representación de la ciencia y la tecnología que, en manos del poder, son medios que desintegran lo social.
Es posible que Aguilera Malta haya sido influenciado por H.G. Wells, en cuanto a una ciencia ficción sociológica, o por George Orwell en cuanto a la deconstrucción distópica: hay trazos de sus influjos en "No bastan los átomos" o El secuestro de un general. Sin embargo, ese tono denunciativo-irónico, esa mordacidad para mostrar el modus operandi de la tecnología de poder, tiene que ver con su admiración por el expresionismo. Este se caracteriza, de acuerdo con Luzuriaga (1970), por romper con lo mimètico representacional del realismo, por experimentar con el simbolo y la esquematización, por distorsionar para crear un mundo subjetivo y creativo; la finalidad es la expresión de la interioridad del autor (42). Pero ligado a la ciencia ficción, cabe decir que el expresionismo es una preocupación o una inquietud por el tipo de sociedad que se edifica bajo una especie de racionalismo militar-científico y un reclamo ante el imperio de la máquina y la maquinización que, en palabras de Hermann Bahr (1995) vaciaron de contenido el espíritu del ser humano (119). En este contexto, es oportuno citar un diálogo de "No bastan los átomos", en la voz de su personaje Ifigenia:
Hombres ensimismados, que parecen evadidos de otro planeta. Gigantescas máquinas que intimidan. Temblores intermitentes, cada vez que se realiza una experiencia. Ruidos aterradores. Relámpagos artificiales que cruzan el espacio, como gigantescas sierpes de luz. [...] ¡Es horrible! Transitar cotidianamente por un mundo fantasmagórico' Sentir que, poco a poco, nos vamos volviendo minerales, sin carne y sin alma. (Aguilera Malta 1970b, 107)
El ser humano -un tipo de ser humano- se ha vuelto un dictador, el dueño del mundo y de la vida de quienes la pueblan; se han autoerigido como entidades maquínicas, es decir, sin espíritu, cuyo imperio ha ensombrecido la existencia planetaria; su ejercicio ha devaluado la calidad de vida, sembrando el terror y la angustia. Es importante decir que "No bastan los átomos" fue escrita luego de la Segunda Guerra Mundial y la detonación de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, y la sombra de ese hecho luctuoso en definitiva ha permeado el pensamiento y la acción de las sociedades y ha puesto de manifiesto que sobre la vida humana pesa el poder militar y, sobre todo, las tecnologías de poder. Frente a ello, pensamos que la propuesta de Aguilera Malta es volver a encontrar el camino de la utopía, saliendo de la oscuridad y el terror que impusieron en su época el militarismo y el neoliberalismo al querer forzar el ingreso a Latinoamérica a la modernidad con el discurso del desarrollismo. Dentro del planeta latinoamericano, para Aguilera Malta hay un espíritu que no quiere ser maquínico, sino más bien libre.
[1] Denominación, por otro lado, posterior dada por Jorge İcaza en su artículo: "Relato unificador en la Generación del Año 30" en la revista Letras del Ecuador, n.° 129 de 1965. İcaza había sugerido agrupar en tres grupos la generación de novelistas que marcaron hitos con su obra en la década de 1930, con impacto incluso posterior en la literatura ecuatoriana: el "Grupo de Quito" —con İcaza, Humberto Salvador, Jorge Fernández, Fernando Chaves, Enrique Terán—, el "Grupo del Austro" —con escritores cuencanos y lojanos como Ángel Felicísimo Rojas, Humberto Mata y Alfonso Cuesta y Cuesta—, y el "Grupo de Guayaquil" —José de la Cuadra, Enrique Gil Gilbert, Joaquín Gallegos Lara, Demetrio Aguilera Malta, Alfredo Pareja Diezcanseco, Adalberto Ortiz—. (Heise 1975, 11 y s.).