CARLOS ROJAS GONZÁLEZ (1941-2019) fue un semiólogo dedicado a las ficciones literarias. Su quehacer cotidiano estuvo en la cátedra universitaria relativa a las ciencias del lenguaje. Publicó de manera parca y discreta como su misma personalidad. Al iniciar la última década del siglo XX conmocionó el ambiente cultural al editarse en la colección Metáfora de Editorial El Conejo un poemario de ciento cincuenta páginas que marcó época. Fue de los primeros en publicar extensos ensayos, en revistas culturales, en las que explicaba con solvencia la diferencia entre semiótica y semiología.
Rojas González pertenece a la categoría de teóricos o pensadores que se han dedicado a la escritura. En 1975 obtiene una maestría en ciencias sociales en la Universidad de la Sorbona París IV. En 1976 consigue un DEA (diploma de estudios avanzados) que es la antesala a su doctorado en Semiótica que le otorgó la misma universidad parisina en 1980. Tarea pendiente la de compilar su tesis doctoral y sus ensayos sobre las ciencias del lenguaje. Se trata de un caso único en nuestra literatura en el que un semiólogo que se dedicó a la escritura de ficción.
En una entrevista con Jorge Martillo, señala: "Creo que de manera bastante importante mis estudios semiolingüísticos han ayudado a sistematizar mi escritura, encontrar mayor precisión en el uso de la lengua y buscar la estructura más adecuada de lo que me propongo" (Martillo 2012). Esta voluntad teórica está ausente en la mayoría de escritores contemporáneos que se lanzan a las aguas de la escritura sin haber antes pasado por un proceso de formación que, en el caso de Rojas González, incluye maestros como Roland Barthes, Algirdas Julien Greimas y Jean Claude Coquet, entre otros.
Sus primeros textos constan en Generación huracanada (Varios 1970), antología en la que aparece junto a poetas coterráneos como Fernando Artieda, Sonia Manzano, Isabel Martínez, Othón Muñoz, Antonio Santos y Agustín Vulgarín. La labor cultural de Rojas González en Quito fue fundamental: entre 1970 y 1972 formó parte del comité editorial de la revista La Bufanda del Sol junto a Fernando Tinajero, Abdón Ubidia, Francisco Proaño Arandi, Raúl Arias, Raúl Pérez, Ulises Estrella y Alejandro Moreano.
En esos años se dedica al análisis literario en El Universo a través de dos columnas: una dominical de una página y otra de media página, reseñando entre semana los libros recién publicados. Firmaba con el seudónimo Trimalción, personaje de Petronio en El satiricón.
Su única obra narrativa es Discurso para cuando llegue el buen tiempo (Ediciones Uso de la Palabra, UTB, 1988), un conjunto de cuentos escritos entre París y Guayaquil. En casi todos los títulos de los libros de Carlos Rojas González (CRG de ahora en adelante) tenemos alusiones a su trabajo con las ciencias del lenguaje. Sus cuentos, pero sobre todo sus poemas, vendrían a ser una especie de ilustración de conceptos semiológicos. Se puede aplicar aquí lo que decía Umberto Eco para justificar la tardía publicación de su ficción: "He descubierto en edad madura, aquello sobre lo cual no se puede teorizar, aquello que hay que narrar" (1987). Poetizar, habría que añadir en este caso.
CRG es heredero de Algirdas Julien Greimas (1917-1992), semiólogo lituano que propuso un original método de semiótica discursiva yéndose en contra de la lingüística estructural que estudiaba únicamente fonemas y morfemas. Se adelantó a la teoría de los mundos posibles postulando la existencia de un universo semántico que fuera suma de todos los potenciales significados. Para todo esto se aferró a la narratología y a los esquemas actanciales que provienen de Vladimir Propp y su morfología del cuento.
El libro cumbre de Greimas (conectado con el proyecto de CRG) Semiótica de las pasiones: De los estados de cosas a los estados de ánimo tiene dos basamentos: el primero, que la dimensión emocional puede ser un objeto de estudio legítimo (y que, como tal, tiene mucho que aportarle a la reflexión semiótica y a los estudios sobre la discursividad social) y, el segundo, que el único camino viable para abordar lo amatorio es considerándolo como efecto de sentido (Greimas y Fontanille 2002). Un gran antecedente de esta teoría es Fragmentos de un discurso amoroso (1977) de Roland Barthes que busca realizar un inventario de los tropos amatorios, de las figuras retóricas que se encuentran presentes en el habla del amor.
Es en el marco de esta epistemología de las pasiones que se puede enmarcar Poesía (1990-2015), publicado en 2021 por la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito, y que contiene ocho libros de la autoría de CRG. Toda su obra estuvo dedicada a problematizar la semiótica de una doble pasión: la ciudad y la mujer. A este particular retornaremos al final de este artículo.
Hay un texto matriz (hipotexto, lo llamaría Gerard Gennette) con el que se abre la compilación, Apuntes para conformar un texto (1990), en el que se maneja el concepto semiológico del texto como tejido. El apunte viene a ser el borrador o sketch anunciando que lo que viene será una gradación hacia un texto definitivo. Vamos revisando cada sección de este libro que abre la recopilación.
Está latente una preocupación por el lenguaje como sistema de significación en la epanadiplosis "Palabra que te hablo de la palabra" que es la primera sección de este libro. De hecho, el vocablo "palabra" aparece 97 veces en toda la compilación y "palabras" surge 106 veces. "Lenguaje" sale 38 oportunidades. "Poesía", 39 ocasiones.
La segunda y tercera secciones de Apuntes... son "Fragmentos de un discurso citadino" y "A este lado que llaman Sur" en los que se poetiza la ciudad con un tono alejado de los postulados de la literatura que recreaba el habla popular. No hay una recuperación de la coba o jerga como lo querían Jorge Velasco Mackenzie, Fernando Nieto y Fernando Artieda. Hay una épica de lo lírico, una carvanalización de lo urbano. Esta fiesta del lenguaje da cabida igual a elementos de la música popular.
La siguiente sección "Embragues y desembragues" es una secuencia de epigramas que reflexionan sobre "el secar las palabras antes de pronunciarlas" (Rojas González 2021, 95). El mismo título que habla de embragar y desembragar sirve para denotar una intencionalidad: bajar el ritmo trepidante de todo el discurso poético.
El módulo contiguo, "Diálogos y monólogos del extranjero", fue escrito originalmente en francés y aquí aparece traducido por el mismo autor. De esa diglosia solo quedan algunos epígrafes en su idioma original.
El penúltimo segmento, "Provisionalmente", es parte de Poesía provisional que se publicó en España en 1976. El bloque de cierre "Algunas cosas más" recoge algunos postales citadinas, incluyendo la recreación del parque centenario (162) que se encuentra en la obra de algunos escritores guayaquileños como Jorge Velasco Mackenzie, Raúl Vallejo, Jorge Martillo y Fernando Nieto.
El segundo libro de la compilación (dedicado a su madre América González) es Un tiempo para decir (1998) cuyo título dialoga con Discurso para cuando llegue el buen tiempo (1988). "Discurso" en el sentido que el mismo escritor le da: "Toda una dimensión que nos proporcione la posibilidad de una significación" (2004, 20). Obsérvese el verbo decir en el título que implica un acto de lenguaje, un pasar a la acción. La primera parte de este libro "Entre el amor y la historia" nos conduce al pretexto de los amantes de Sumpa desde el punto de vista sincrónico.
¿Será hoy día festivo -te pregunto-
porque los veo arremolinarse
multiplicar su curiosa incapacidad
sin imaginar el disfrute de nuestras osamentas
cuando acaricio/acariciamos nuestro/nuestros fémures
amor o historia? (2021, 18)
"Posibilidades del placer", segundo bloque de este libro, es una secuencia de epigramas que retoma la figura de los amantes milenarios, pero ya desde un presente: "todo esto prometemos [repetimos]/ aunque no quede huella de polvo de nosotros" (237).
El tercer libro acopiado, Cosas (2009), nos lleva a un planteamiento ya consignado por Michel Foucault. El decir captura las cosas. Dice Foucault en su obra señera que "los códigos fundamentales de una cultura fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá" (Foucault 1991, 5). Esos códigos primordiales pasan por la poesía que es la encargada de aprehender la cosa en sí como le llamaba Kant a la intuición intelectual o suprasensible. Las cosas que poetiza CRG tienen que ver con el amor cotidiano. Destacan cinco poemas cortos (fechados en 1975 en la biblioteca de la Universidad de la Sorbona) que tienen epígrafes de Pablo Neruda. Ese contrapunto entre poesía automatizada (el premio Nobel chileno) y poesía desautomatizada (el autor guayaquileño) descolla como un diálogo entre dos estilos antípodas que a la larga hablan de lo mismo.
El cuarto libro Palabras como siempre (2009) es un complemento del anterior. No puede haber palabras sin las cosas, tal y como lo dice Foucault. Es como si CRG los hubiese puesto juntos, aunque al revés: primero, las cosas y luego las palabras, para dejar expuesta su preocupación por ese epistema que es la palabra poética acompañada de su representación. En este libro se vuelve a visitar la ciudad como espacio de saudade. El poema más importante es el dedicado al poeta Fernando Artieda (1945-2010) y el que mejor resume esa recuperación de la memoria citadina. La voz lírica en ese texto se permite un par de palabras altisonantes ("Déjate de pendejadas" y "Fíjense cómo omití la palabra mierda") para homenajear a un escritor que ejerció la coba más pura.
La quinta obra, Algunos números (que no intentan significar nada) (2010), porta un título en el que hay una alusión a las matemáticas como portadoras de colores y de formas. Ya decía Pitágoras que los objetos (las cosas) pueden ser aprehendidas en su identidad a través de los números y las proporciones. El subtítulo encerrado en un paréntesis, "que no intentan significar nada", constituye una antífrasis, es decir, un enunciado que quiere implicar todo lo contrario, pues todo significa, todo es parte de una semiosis.
El sexto volumen, Simulaciones y oficios (2012), se divide en tres partes. La primera, "Simulaciones", habla de ese mundo posible levantado por el poeta:
Ya sé
inventaré códigos
rebuscaré toda la gama de imposibilidades a mi alcance
(la abuela aconsejaba que lo que no se puede entender hay
[que inventarlo/falsificarlo
para que no se pueda escurrir de nuestras manos). (Rojas González 2021, 373)
La segunda fracción, "Oficios", tiene que ver con las mitologías cotidianas que cada cual se impone. Esos trabajos aludidos en el título tienen relación con los cuentos o mitos con los que poblamos el día a día.
El tercer bloque tiene como título "Conclusión" y propone una reflexión ulterior sobre ese mundo ficticio que ha proyectado el poeta.
Si me digo que experimenté
que dialogaba con la vida mientras cumplía las imposiciones
que fui obligado a realizar oficios
que con mi diaria máscara construí sitios
espacios imaginarios. (413)
El séptimo libro, En torno al acoso (2015), título ambiguo, habla del asedio de la realidad a través de un trayecto simbólico, un caminar, un avanzar. Para esta operación retórica el hablante lírico indica de manera reiterada que está reproduciendo textos de su libreta de apuntes:
El cansancio es más fuerte que el acoso
a veces el horizonte se distancia
o así nos parece
La soledad entonces toma cuerpo
Una maraña espesa que nos cubre
Una malla invisible que nos ata. (437)
El último volumen, Escritos para corregir más tarde (2015), es la constatación, desde su mismo rótulo, de la imposibilidad de llegar a conformar un texto. Todo queda en el apunte. La procrastinación de la reescritura, presente en el título, es un acta de metas. Este último libro compilado es una summa de las preocupaciones temáticas que constan en las obras precedentes. Vemos desfilar motivemas que siempre estuvieron presentes en toda la poesía de CRG. Se vuelve a la ciudad amada. Aparecen nombrados lugares de París. Se combinan los epigramas (género que domina muy bien el autor) con los poemas de corto alcance y de larga extensión.
También hay espacio en este último libro para la mentira. De hecho, es un vocablo que se repite 26 veces en toda la compilación, pero sobre todo en este octavo libro. Esto puede unirse a la definición de Semiótica de Umberto Eco como una disciplina que enseña a mentir y a identificar lo no verdadero:
La semiótica se ocupa de cualquier cosa que pueda CONSIDERARSE como signo. Signo es cualquier cosa que pueda considerarse como substituto significante de cualquier otra cosa. Esa cualquier otra cosa no debe necesariamente existir ni debe subsistir de hecho en el momento en el que el signo la represente. En ese sentido, la semiótica es, en principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir. (Eco 2000, 22)
A continuación, van algunos versos sobre esa dicotomía falsedad/realidad que mejor ilustran de manera poética lo que es la mentira o, parafraseando la anterior cita de Eco, ese signo que sustituye a otro y que puede tener un estatus de inexistencia en su representación.
La vida es solo una acumulación de farsas. (Rojas González 2021, 473)
Al dolor gracias
a la mentira gracias
igual cosa puedo decir de la verdad
pero ¡cómo asegurarla
dimensionarla
flexibilizarla! (397)
aunque ahora solo queda el recuerdo
eso que tal vez fue pudo existir
y la mentira que permite legitimarnos. (380)
Esta preocupación por la farsa nos recuerda la categoría de Greimas de simulacros existenciales: "las junciones proyectadas por el sujeto en el espacio imaginario abierto por las modalidades" (Greimas y Fontanille 2002, 72). Estas junturas legitiman el discurso de búsqueda que oscila entre el metaquerer y el metasaber (los neologismos son de Greimas).
En esta semiótica pasional de CRG los simulacros vitales han logrado que el sujeto (en este caso la voz poética) reciba "identidades transitorias a lo largo de todo el despliegue sintáctico de los dispositivos". En sus casi quinientas páginas la puesta en discurso va explorando esas identidades y aquello que Greimas llama la inestabilidad actancial, es decir, aquella situación amatoria en la que no hay actantes sino prototipos de actantes. El hablante lírico se ha convertido en un investigador eficiente de su pasión por la mujer y por la ciudad.
Aquí termina el recorrido de una obra vasta, con la certeza de estar frente a una serie de apuntes para conformar un gran texto, tentativa que no cumple con el acabamiento porque toda meta, lo da a entender Carlos Rojas González, es inaccesible. Todo texto es inacabado, inalcanzable.