KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 50 (Julio-Diciembre, 2021), 209-211. ISSN: 1390-0102


RESEÑA


Christian León, El oficio de la mirada. La crítica y sus dilemas en la era poscine, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Editorial El Conejo, 2021, 404 p.


Marcelo Báez Meza - Escuela Politécnica del Litoral Guayaquil, Ecuador



La crítica de cine se ha alejado cada vez más del placer genuino para adentrarse en una contemplación a ratos fría del discurso cinematográfico. Difícilmente se encuentran textos que inviten a pensar el cine con fruición, equilibrando al experto con el aficionado, siempre celebrando de manera espontánea ese carnaval de imágenes y sonidos que es el séptimo arte. Pienso en el Guillermo Cabrera Infante de Un oficio del siglo XX, en el Andrés Caicedo de Ojo al cine o en la Pauline Kael de Kiss, Kiss, Bang, Bang. Ya no se hacen críticos como antes, me toca decir usando la frase de un cajón sin fondo. Sin embargo, existe Christian León.

A diferencia de muchos académicos que escriben para ilustrar una teoría o para amoldar un texto a una corriente específica, Christian se preocupó por hacer el levantamiento de una filmografía y se dedicó a escribir sobre títulos en cuya existencia nadie había reparado. Él se las ingenió para que los filmes generen una teoría, y no al revés.

En El oficio de la mirada. La crítica y sus dilemas en la era poscine, Christian logra mostrarnos sus tres facetas de manera límpida. Los tres críticos (el periodista, el ensayista y el académico) conviven en estas páginas. Nos queda debiendo, eso sí, textos sobre sus pecados culposos, que son esas series de televisión que no revelaré por el momento.

El oficio de la mirada es realmente siete libros, cada uno precedido de un párrafo en el que el autor justifica cada minicorpus. El primero, titulado "Clásicos y modernos", es un canon personal en el que se pasa revista a trece autores fundamentales de la historia del cine. Celebro la inserción de Sanjinés y Littín en ese top 13.

El segundo libro, "Convenciones y mixturas", incluye catorce miradas a diversos géneros y subgéneros del cine contemporáneo, ¡ncluyendo el cyber punk, el queer cinema y el psycho killer.

El tercer libro, "Cine independiente", contiene quince comentarios que ayudan a repensar una categoría tan erosionada, ya que la historia del cine nos ha demostrado que lo que se promociona como indie disimula la transición de un director o actor hacia el cine dependiente de la industria. Después de concluir esta sección, sigo preguntándome cómo fue que Sam Mendes, Sofía Coppola y Giuseppe Tornatore perdieron su autonomía. No puedes ganar un Óscar y seguir agitando la bandera independentista.

El cuarto libro, titulado "El nuevo canon", trae los nombres de realizadores fundamentales de nuestra era. Esta sección, más bien, debería llamarse el contracanon, ya que se opone al primer bloque de directores con que se abre el libro. En tal caso, es el Top 10 personalísimo del autor. Apenas dos de los diez directores son de origen anglosajón, lo que permite un ensanchamiento de horizontes al insertar ocho realizadores del otro lado del hemisferio. En este sentido, todo el libro puede leerse como un atlas o, si se quiere, como una cartografía de cineastas de latitudes no oficiales.

El quinto libro, "Cine latinoamericano", nos ofrece el análisis de quince películas de una categoría histórica bastante problemática. Es imposible hablar ahora de un cine latinoamericano cuando hay tantas expresiones disímiles que podrían reclamar esa etiqueta. En lo personal, prefiero la categoría de Néstor García Canclini "espacio audiovisual latinoamericano". No es gratuito que Christian escoja la película Roma como el primer clásico de la era Netflix, pues se trata de un filme hecho con las técnicas del neorrealismo italiano bajo los postulados de Solanas, Birri, Sanjinés, Rocha y Gettino.

El sexto libro, "Cine ecuatoriano", nos trae 24 reseñas de películas del último país de la región que obtuvo su Ley de Fomento de la Cinematografía (2006). Es un recorrido por nuestros clásicos de provincia, empezando por Ratas ratones y rateros (1999) y concluyendo con Carlitos (2015), de José Antonio Guayasamín. Este conjunto debe ser visto como un bosquejo de lo que podría ser una historia del cine nacional firmada por Christian León.

El séptimo libro, "Temas", contiene dieciséis reflexiones sobre tópicos específicos del audiovisual contemporáneo, desde el cine de autor (una categoría ya caduca en tiempos del poscine) hasta los parámetros de la nueva cinefilia.

Este breve barrido que he hecho a la estructura del libro arroja una luz lateral: estamos ante la biografía de un cinéfilo, al mismo tiempo ante una antología de textos que abarca casi un cuarto de siglo. Por algo se consignan la fecha y la procedencia de los escritos.

Se percibe en los textos más viejos cierta inocencia del crítico que ha querido más o menos explicar cómo funciona un filme, pero sin una pizca de amateurismo en su discurso.

En los textos de data más reciente se revela la presencia del profesor que trata de contextualizar problemas, tendencias, temáticas y corrientes.

Es el gran salto evolutivo: de ser un comentarista al que le importan los aspectos técnicos de un filme pasa a ser el académico al que le interesan los estudios culturales, y busca la forma de que los títulos que estudia se inserten de manera natural en las problemáticas que va Identificando.

Dice David Bordwell en su clásico El significado del filme: "A pesar de que la mayoría de los ensayistas y académicos insisten en distinguirse de los reseñadores, todos los críticos son criaturas retóricas". En este caso particular, estamos ante un analista cuyas estrategias argumentativas incluyen no solamente los aspectos técnicos de la cinematografía, sino también los procesos históricos y políticos continentales. Por lo general, los críticos son una especie de voyeristas que demuestran a través de sus textos que se han enamorado de filmes específicos. Christian está en una etapa de su escritura en la que el amor propio ha sido desterrado para dar paso a una objetividad no negociable.

Todos quienes ejercen crítica corren el riesgo de parecer expertos que necesitan presumir cuánto saben sobre cine, o aficionados bien informados que se esfuerzan por redactar una reseña eficiente, o simples amateurs que difunden sus pareceres de manera entusiasta. Por suerte, Christian no pertenece a ninguna de esas tres clases.

Marcelo Báez Meza
Escuela Politécnica del Litoral Guayaquil, Ecuador