KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 50 (Julio-Diciembre, 2021), 194-196. ISSN: 1390-0102


RESEÑA


Efraín Villacís, Ciudad Jenga, Quito, Grado Cero Editores, 2020, 160 p.


Juan José Pozo Prado - Universidad de Sevilla Sevilla, España



Así como tantas personas habitan una ciudad, existe igual cantidad de ciudades para esos habitantes y, por ende, una cantidad semejante de historias. A más de un año de las protestas de octubre de 2019, estas continúan resonando, apilándose unas sobre otras, construyendo una torre de incertidumbre y vértigo que amenaza con derrumbarse en cualquier instante. Por eso, resulta una asombrosa precisión que el título de la segunda novela del escritor ecuatoriano Etraín Villacís aluda a aquel juego de mesa cuyo nombre, si bien remite al vocablo suajili para "construir", no anuncia sino la inestabilidad de una estructura y su derrumbe inminente. 1

En Ciudad Jenga estallan una serie de protestas y enfrentamientos entre manifestantes y policías armados. No obstante, la narración no desarrolla los acontecimientos in situ, sino desde la perspectiva de un narrador protagonista y de su acompañante, Manuela, quienes, camino a su departamento, ubicado en las cercanías de la Casa de la Cultura, bastión de la protesta, presencian la muerte de un manifestante. De esta manera, la novela abre el telón sobre un panorama altamente conflictivo y tenso. Durante los días en que suceden las protestas, los protagonistas no salen del departamento: permanecen atentos a los acontecimientos a través de noticias transmitidas por televisión e Internet mientras comen, fuman y beben, recogiéndose principalmente en la cama.

La voz narrativa trasciende este espacio de intimidad, dirigiéndose hacia ámbitos que perfilan el carácter de una ciudad "limpia a la vista, asquerosa al respiro hondo" (95). La omnisciencia de esta voz recorre la evolución de las manifestaciones y su cobertura periodística, así como los conflictos demográficos de Ciudad Jenga y de las provincias aledañas, con esos inefables habitantes nórdicos, altos, de ojos verdes y azules (22-3) que se suman a las protestas.

Además, mediante analepsis narrativas, se establece un contrapunto con los acontecimientos que la trama articula, ampliando la dimensión de personajes como los protagonistas y las figuras públicas, entre las cuales sobresale el primer mandatario, Piernas Locas. Cabe destacar la capacidad de sugerencia de los nombres de cada personaje: Anticuario Hucha, Rufo Brisa, Banderillero Graso, Serenidad Percutor, Municiones Mandril y Cháchara Maitines, por mencionar algunos, son ejemplos que precisan cualidades relacionadas con su modo de presentarse y sus funciones. La elaboración literaria de estos nombres caracteriza, de modo hilarante pero significativo, dichas figuras públicas y miembros del Gabinete de Gobierno adscrito al piernaloquismo.

Ante una urbe fuertemente marcada por el hacinamiento, así como por elevadas tasas de natalidad y angostos espacios de vivienda, la promulgación de un decreto que reduzca aún más estos espacios, eximiendo, además, de obligaciones tributarias al sector encargado de la producción de bienes relacionados, es el disparador de un descontento general. Conforme las protestas aumentan en cantidad e intensidad, lo mismo sucede con las medidas represivas de los ministros Percutor y Mandril, mientras que las cadenas nacionales encabezadas por Piernas Locas oscilan entre la furia y la súplica. No obstante, se mantiene el pronunciamiento de los jengos, razón por la cual el primer mandatario resuelve trasladar la sede del Gobierno a la ciudad de Snor, en donde se desarrolla un debate a la busca de una resolución del conflicto: por un lado, "dialoguemos, tomemos la decisión sobre los demás ahora mismo" (155); por otro, "hieran, dispersen, háganme respetar" (156). Eso sí, sabiendo de antemano que como perros mueren los pobres y que la única solución no puede ser sino kafkiana.

Los paralelismos con los acontecimientos de octubre de 2019 son, pues, más que evidentes, lo que conduce a que Ciudad Jenga se presente como una novela que ofrece dos lecturas simultáneas, predominando lo satírico en ambas. Sin embargo, la apuesta es otra: trasciende el nivel referencial y denotativo a través del manejo del lenguaje, como ya el título lo anuncia. Lenguaje delirante que, además de insinuar la inestabilidad de las atmósferas que va creando, elabora perspectivas que amplían el efecto de las descripciones narrativas. Tal efecto se genera por la mención de instituciones como el Registro de Viviendas y Dormitorios de la Nación (REVIDONA) o planes gubernamentales como el de "Buena existencia". Este efecto también se manifiesta en la presencia de lo cinematográfico, al encuadrar personajes a través de planos, o bien mediante referencias. La descripción de la muerte de un manifestante a la luz de la balacera de Wanted (2008), por ejemplo, o la referencia a los emblemáticos bailes charles-tón de Joséphine Baker durante la narración del nacimiento de Piernas Locas así lo confirman. Acaso otras referencias, como el epígrafe de una canción de Peggy Lee con que empieza la novela, ya prefiguren algunos rasgos de los personajes principales.

De ningún modo es arbitrario el lenguaje en la novela. Al contrario, este, aunque fluido, refleja un trabajo riguroso, como ya se pudo ver en La sonrisa hueca del señor Horudi (2018), a raíz de la cual el bibliógrafo e investigador Gustavo Salazar Calle recordaba, en su valiosa reseña aparecida en Cartón Piedra 385 (15 de marzo de 2019), una no muy extensa pero sólida tradición nacional paródica, representada por autores como Alfredo Pareja Diezcanseco, Pablo Palacio y Humberto Salvador. Ciudad Jenga es un trabajo que entabla un acuerdo implícito con el lector, llevándolo a su vez hacia una revisión de su entorno desmantelado por la parodia. Porque esta segunda novela de Efraín Villacís recuerda oportunamente que no hay poder que el humor y la parodia no puedan desarmar.

Juan José Pozo Prado
Universidad de Sevilla Sevilla, España

Notas

1. Otra posible alusión, podría pensarse, es la que remite al vocablo centroamericano "jenga", definido por el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) como "cada uno de los subgrupos organizados de jóvenes que forman una mara"; o sencillamente, tal vez, la ciudad es jenga, y no renga, porque sí.