KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 48 (Julio-Diciembre, 2020), 149-155. ISSN: 1390-0102


Sumar de Diamela Eltit: el excedente radical de la ficción


Sumar by Diamela Eltit: Fiction’s radical excess


DOI: https://doi.org/10.32719/13900102.2020.48.9


Fecha de recepción: 11 de febrero de 2020 - Fecha de aceptación: 29 de abril de 2020







Julio Ramos

Universidad de California Berkeley, Estados Unidos


RESUMEN

En diálogo con la novela de Diamela Eltit, Sumar (2018), Julio Ramos vuelve sobre el entramado que junta vida, literatura y política. En su lectura, Ramos interroga las formas y las categorías que integran los cuerpos de una suma política, en el marco de una ficción especulativa y entorno escópico, sobre las transformaciones del trabajo y de la vida en regímenes cibernéticos y farmacológicos contemporáneos. Ramos observa que la novela de Eltit se distancia de las prácticas más reconocibles de la metaficción contemporánea, y más bien repotencia la escritura de la ficción como un “trabajo artesanal de la lengua mediante el relevo de voces como materia misma del acto de novelar”. De manera especial, destaca en la lectura que propone Ramos el peligro de extinción de todo un gremio, el de los vendedores ambulantes: últimos custodios de una vida material que se esfuma bajo los regímenes inmateriales, higiénicos, securitarios y descarnados.

Palabras clave: Diamela Eltit, novela chilena, desmaterialización del trabajo, mercado informal, trabajo precario, entorno distópico.


ABSTRACT

Reflecting on Diamela Eltit’s novel, Sumar (2018), Julio Ramos revisits the netting that binds life, literature and politics. In his lecture, Ramos interrogates the forms and categories that make up the bodies of a political unit, within the framework of speculative fiction and scopic environments, as well as the transformations of work and life under contemporary cybernetic and pharmacological regimes. Ramos observes that Eltit’s novel distances itself from the more recognizable practices of contemporary meta-fiction, and rather revitalizes fiction writing as a “craft of language through the relay of voices as the very matter of the act of novelizing”. In particular, Ramos’ reading highlights the danger of the extinction of an entire guild, that of street vendors: the last guardians of a certain form of material life that is vanishing under immaterial, hygienic, securitarian and cruel regimes.

Keywords: Diamela Eltit, Chilean novel, dematerialization of work, informal market, precarious work, dystopic environment.





ESCRIBO SIN MÁS fundamento que la memoria de la conmoción que la lectura de los escritos de Diamela Eltit ha suscitado en varios momentos de la vida de un lector, pero reconozco que ese efecto tan vital de la lectura empalma inmediatamente con varias discusiones decisivas que, de hecho, organizan un horizonte común de preocupaciones y vocabularios, protocolos de pensamiento y compromiso político-afectivo.1 Ese horizonte seguramente tiene mucho que ver con las genealogías múltiples y comunes de la reflexión sobre un entramado que junta vida, literatura y política. Creo que la pregunta sigue siendo pertinente: ¿cómo se juntan o se separan vida, literatura y política?

Me refiero, para darles solo un ejemplo, al efecto que produjo en varios de nosotros, a mediados de la década de los noventa, la lectura de un libro insólito titulado El infarto del alma, sobre el viaje de Diamela Eltit y la fotógrafa Paz Errázuriz al Hospital Psiquiátrico de Putaendo, donde las viajeras, en una especie de peregrinación a los extremos más vulnerables de la vida, descubren —para su sorpresa y la de sus lectores— a un grupo de pacientes emparejados, conjunciones de cuerpos y vidas desiguales, cabe suponer, de locos enamorados, movilizados por las irreducibles aunque frágiles lógicas de la reciprocidad requeridas para la sobrevivencia (Ramos 2000). Desde sus primeros libros, Diamela Eltit ha puesto la atención más aguda de su trabajo en el pulso y el agotamiento de la vida ubicada en los límites de los órdenes simbólicos o en las fronteras de la literatura misma: vidas en entornos sometidos a presiones de violencia y control extremos, bajo formas brutales del poder, en zonas-límite donde colapsan incluso los nombres, los propios y los comunes, las palabras que todavía nos quedan para expresar lo que hay de irreducible o de intransferible en la humanidad misma. Allí se develaba una nueva relación entre la práctica literaria y los cuerpos múltiples de la condensación política. Su pregunta, tal vez más urgente ahora que nunca antes, interroga lo que puede decirnos hoy por hoy la práctica literaria sobre la proximidad de los sujetos y las formas que surgen en los extremos de estos órdenes, sus estremecimientos y abismos. En El infarto del alma, el fragmentario testimonio del viaje puntualizado por los destellos de una escritura que conjugaba la elipsis y el intervalo poético con la fotografía y la reflexión teórica, inauguraba un raro protocolo de experimentación que posiblemente relacionaríamos hoy con las expansiones de la literatura contemporánea: operaciones formales y combinatoria de materiales que desbordan los géneros reconocibles de la literatura y nuestros hábitos de lectura. Al conjugar imagen y palabra, El infarto del alma potenciaba un trabajo colaborativo entre la fotógrafa y la escritora que colectivizaba incluso la categoría fundante del autor, instancia allí de un junte colaborativo.

Sumar, como sugiere el título, interroga las formas y las categorías que integran los cuerpos en una suma política, aunque ahora en el marco de una ficción especulativa, de entorno distópico, sobre las transformaciones del trabajo y el peligro de extinción de todo un gremio: los vendedores ambulantes, “hijos del genocidio industrial”, como los llama la narradora de esta novela sobre la progresiva desmaterialización del trabajo y de la vida en los regímenes cibernéticos y farmacológicos contemporáneos. En las palabras de la ambulante que narra la novela, la tocaya de Aurora Rojas, “formamos una asamblea integrada por antiguos acróbatas, sombrereros, mueblistas, sastres o recicladores o ebanistas, o piratas, labriegos o excedentes o cocineras o mucamas o artesanos o expatriados que ahora solo trabajábamos con un ahínco feroz en las veredas”. Los ambulantes son los últimos custodios de una vida material que se esfuma bajo los regímenes hipostasiados, inmateriales y descarnados, de una economía que rediseña la vida de las ciudades de acuerdo a un modelo higiénico y securitario, bajo un plan casi inescapable que supone, para los ambulantes, la reducción de las veredas, la pasteurización de la vida callejera, la persecución policiaca de su sonoridad reverberante, los colores brillantes, el olor vibrante y saltarín de la fritanga: formas de una sensibilidad que en otro lugar Diamela Eltit ha identificado con el disperso caudal de los saberes cómicos de la calle, fuente sensorial de su anarco-barroco (Richard 2010). Con más tiempo, convendría considerar en detalle el desafío que la ficción de Diamela opone a un discurso teórico fundado en la idealización del mercado informal y del trabajo precario ejemplificado por los ambulantes, tradición que acaso comienza con los estudios programáticos de Hernando de Soto sobre la economía informal en el Perú, en los momentos iniciales de un debate antiestatista de cuño neoliberal, y que pasa luego, con signo político muy distinto, al abordaje de las prácticas plebeyas, resignificadas por el gesto crítico de Verónica Gago (2014) en su libro sobre las ferias del mercado negro de La Salada en la Argentina (De Soto 1987).En efecto, la ficción de Diamela Eltit elabora espacios altamente conceptuales, esferas imaginarias, donde la novela trabaja puntualmente un interfaz de la teoría política contemporánea, especialmente a partir de toda una gama de discusiones inspiradas por la irrupción de nuevas formas de activismo y emplazamiento urbano frecuentemente identificadas con los movimientos OCUPA a partir de 2011. Me refiero, por ejemplo, a las amplias discusiones sobre la cuestión de la asamblea y las nuevas formas de intervención desatadas en las políticas de la multitud (Butler 2015; Hardt y Negri 2017).2 La ficción desafía las categorías y las condensaciones de la teoría mediante una serie de operaciones que distancian la novela de las prácticas más reconocibles o habituales de la metaficción contemporánea, muy marcada por la deriva borgeana de la ficción hacia la voz ensayística o autorreflexiva. En un sentido inesperado, la novela de Diamela repotencia la escritura de la ficción como un trabajo artesanal de la lengua mediante el relevo de voces como materia mínima del acto de novelar. Esto se nota particularmente en la distribución meticulosa de las formas del discurso referido y otras operaciones que inscriben los tonos, cuerpos y mundos de las voces múltiples; voces de otros que cohabitan la voz de la narradora, la tocaya multiplicada de Aurora Rojas. Y digo que se trata de un trabajo artesanal, consciente del desfase o anacronismo que supone este tipo de práctica narrativa en una novela sobre las lógicas cibernéticas de la desmaterialización.

En Sumar, los ambulantes se organizan en una gran marcha para recorrer 12.500 kilómetros en 360 días, movilización de la “última multitud”, impulsada por el deseo de la destrucción final del centro neurálgico del poder, La Moneda —arquitectura del Estado y cifra de las transferencias del capital financiero—, cuya quema ha sido visualizada en los sueños y premoniciones de la narradora. A pesar del agotamiento de los cuerpos, de la tos asmática o del dolor en los riñones que atrasa o detiene el paso, las tocayas se suman contra un orden capaz del exterminio final de los ambulantes y del trabajo mismo, según lo conocemos, en la subsunción absoluta de las formas corpóreas, concretas, de la vida. La multitud se encamina a la destrucción de La Moneda, pero la progresión lenta y anárquica de la marcha es vigilada por la omnipresencia de una nube, condensación mayor de la inteligencia artificial, custodiada por drones que capturan la imagen y cifran el movimiento de los cuerpos en los mapas virtuales de la configuración neuronal de los sujetos. Se trata, en efecto, de un régimen de control donde cada una de las partes lleva la marca de las mutaciones del todo. ¿Cómo zafar de ese orden?

Una pregunta de Diamela Eltit, en esta novela sobre el peligro extremo (y perfectamente actual) de la subsunción absoluta de la vida, tiene entonces que ver, primeramente, con lo que queda afuera de la nube; es decir, el excedente vital que fundamenta la creación o movilización de formas alternativas de proximidad y sinergia de los cuerpos, la grieta o punto ciego de la nube, donde expanden su espacio de acción los cuerpos disidentes, las partes insubordinadas de la condensación o la estructura. Lo que supone, simultáneamente, un debate sobre los espacios restantes de la acción política, es decir, sobre los órdenes alternativos que articulan las partes en lógicas y operaciones colectivas de la participación. Y al mismo tiempo, esto supone también una pregunta sobre la forma de la novela como ensamblaje político y modelización alternativa de las voces y los tiempos en la superficie misma de la dimensión material de las palabras. Me refiero a los relevos de la voz en la novela, en un complejo entramado puntualizado por las coordinaciones y subordinaciones de voces y esferas de vida.

La narradora de esta ficción ambulatoria es la tocaya y frecuentemente el relevo indistinguible de Aurora Rojas: “crítica, desconfiada, disidente”, opositora no solamente del orden de la nube, sino de las maniobras internas de la dirigencia de la marcha y del predominio de los intereses más fuertes sobre el sentido común de la asamblea. La narradora —colectora de sueños, conjuros y cachivaches— está dotada por la vocación y el saber del reciclaje, donde el estilo combinatorio aúna materiales desechados, de utilidad redimible, que consignan tiempos arcaicos y a la vez actuales, restos de formas de vida y sobrevivencia, como los ambulantes mismos. En su propio cuerpo, en su cerebro, la narradora lleva una multitud: cuatro nonatos de una deliberada tendencia anarquista, vidas de lo que aun-no-existe; es decir, en estado virtual, aunque de fuerza material, física, que la narradora-madre se ve obligada a administrar o controlar. Así, de hecho, se potencia la vida en esta novela, entre dos tipos de energía o fuerza: por un lado, la potencia material, múltiple, aunque dispersa y a veces casi exhausta de los cuerpos y, por otro, la consistencia inmaterial de formas de condensación y control que proliferan, se agregan y se suman. El control entonces se multiplica no tan solo en las operaciones de la nube y de los drones, a cada vuelta del camino, sino también en las subordinaciones internas que regulan el paso y ordenan la energía de la marcha que, como pueden imaginarse, tiene vanguardia y retaguardia: las mujeres ambulantes marchan atrás, al frente van los pilotos que aceleran el tiempo como si se tratara de una carrera. Es decir, el emplazamiento de los cuerpos en la movilización política y la distancia entre las voces de la asamblea distribuye u ordena los cuerpos de acuerdo a principios regimentados de valor, de acuerdo con su potencial de acción o performatividad política. De ahí que la compulsión contemporánea de cierto activismo sea también objeto de crítica y burla. Así, por ejemplo, en el peso que cobra Casimiro Barrios en la novela, figura emblemática de una dirigencia que centraliza la marcha y la asamblea, en cuya figura el poder de la elocuencia empalma con un carisma sexualizado, seductor, al que se le suma luego el vigor performático y la inteligencia actualizada de Ángela Muñoz Arancibia y de su compañero, el rapero Dicky, los artistas de la marcha. Los performeros de la marcha le suman una alegría radical y sentido a la vida callejera, pero no logran reconocer, en su afán de actualidad y protagonismo, los ritmos distintos, los tiempos asincrónicos o incluso arcaicos de ontologías y formas de vida que convergen y se dividen en la marcha.

Como operación de una lógica política, entonces, sumar y agregar implica el despliegue de los principios de la juntura o el ensamble, pero al mismo tiempo supone una distribución desigual de fuerzas. La novela Sumar no subsume los restos de la profunda división que consigna el intrigante epígrafe que antecede la narración. Me refiero a la carta que escribe el padre de Ofelia Villarroel Cepeda, obrera desaparecida, arrestada a pocos días del golpe de 1973, durante una redada militar en la fábrica Sumar, taller textilero, destacada como experimento de socialización del trabajo y de la producción bajo la Unidad Popular, y recientemente conmemorada como patrimonio cultural y valor archivístico. El padre de la obrera, Santiago Villarroel Cepeda, escribe una carta para reclamar lo que resta de su hija Ofelia, sepultada en una fosa de ubicación imprecisa, en “una caja de una persona del sexo masculino”. La carta expresa la tensión profunda entre la escritura protocolar del padre y un dolor irrevocable. El epígrafe introduce un excedente documental del cuerpo desaparecido, el resto que queda fuera, inscrito en el borde mismo de esta ficción de Diamela Eltit donde la historia de las transformaciones y de la precarización rampante del trabajo empalma con el origen violento, militar, del neoliberalismo en Chile. Aunque la carta no vuelve a mencionarse explícitamente en la ficción, se sugiere que los nonatos que la narradora porta en su cerebro son los custodios o archiveros del secreto, el arresto y desaparición de la obrera textil en la fábrica Sumar, lo que nos recuerda también que la suma, la asamblea o el agregado político están siempre transitados por la huella de una resta, el excedente radical de Diamela Eltit. *




NOTAS


1 Texto leído en la presentación de la novela Sumar, de Diamela Eltit, el 28 de noviembre de 2018 en New York University. Mi agradecimiento a la autora y a Rubén Ríos Ávila por la invitación a participar en esta conversación, donde también fue un placer compartir con la poeta y ensayista Áurea María Sotomayor. Agradezco la lectura y sugerencias de Luis Othoniel Rosa y Carlos Labbé.

2 Javier Guerrero señala la relevancia del libro de Butler en la discusión de la novela de Eltit (2018).


Lista de referencias


Butler, Judith. 2015. Notes Toward a Performative Theory of Assembly. Cambridge: Harvard University Press.

De Soto, Hernando. 1987. El otro sendero. La revolución informal. Lima: La Oveja Negra.

Eltit, Diamela. 2018. Sumar. Santiago de Chile: Seix Barral.

Gago, Verónica. 2014. La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular. Buenos Aires: Tinta Limón.

Guerrero, Javier. 2018. “Los paisajes cerebrales de Diamela Eltit”. Literal. Latin American Voices/Voces Latinoamericanas. Septiembre. https://literalmagazine.com/los-paisajes-cerebrales-de-diamela-eltit/.

Hardt, Michael, y Antonio Negri. 2017. Assembly. Londres: Oxford University Press.

Ramos, Julio. 2000. “Dispositivos del amor y la locura” (Boletín del Centro de Estudios de Teoría y Crítica. Rosario, octubre 1998). En Creación y resistencia: la narrativa de Diamela Eltit (1983-1998), editado por María I. Lagos. Santiago de Chile: Cuarto Propio.

Richard, Nelly. 2010. “Una alegoría anarco-barroca para este lamentable comienzo de siglo”. Papel Máquina (Santiago de Chile), n.º 5: 31-9.