KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS
CULTURALES,
No. 47 (Enero-Junio, 2020), 144-145. ISSN: 1390-0102
Roy Sigüenza Poeta y periodista, Ecuador
Hace cien años, más o menos, una mujer norteamericana, inteligente, guapa, con apenas 24 años, licenciada en Artes Liberales por el Bryan Mawr College –donde también se educó la poeta Marianne Moore–, lectora de la mítica revista Athlantic Monthly, dejó su Nueva York natal y se vino a Ecuador. Era una viajera decidida a abrir la puerta del mundo que no conocía y marchar por ahí, sin tour.
Se llamaba Alice Lovell Kellogg. Llegó al país en 1916 después de dos meses de viaje, en un periplo que le permitió recorrer –desde el puerto de Nueva York– Panamá, Guayaquil, Puerto Pital de Santa Rosa –Puerto Bolívar no tenía muelle de cabotaje entonces–; Ayapamba, Zaruma y, finalmente, el Campamento Minero de Portovelo, luego de dos días de travesía a “lomo de mula”, por el duro camino de herradura que, por esos años, fue el único medio de comunicación de las partes baja y alta de El Oro.
El Campamento era, ciertamente, una pequeña ciudad obrero-patronal –dicho sin mucha sociología–, donde casi todos los artilugios y trampas de la modernidad se habían instalado como en ningún otro territerritorio de la provincia de El Oro. Aquí todo era “una pura novedad” donde el estrépito industrial permitía el convivio –nunca sin lastimaduras– del alegre Fox Trot gringo y el doliente yaraví cordillerano; la lámpara de carburo y el alumbrado residencial; la chicha de jora y el whisky; los estrechos cuartos de “los hombres solos” y el elegante Newberry Club; el béisbol o el criquet y el voly...
Aquí se instaló Alice los doce años que vivió en Ecuador, amando su “nido de águila” –como llamaba, con humor, a la casa que le construyeron arriba de una colina en los terrenos del Campamento Americano, donde habitaba la numerosa colonia gringa; compartiendo sus días con familiares, coterráneos y lugareños para procurarse lo que había “de disponible felicidad” en el Campamento y más allá de su geografía, hasta donde su avidez viajera la llevó una y otra vez –siempre a “lomo de mula” o a pie, si eso había que hacer–, incluyendo los territorios de la provincia de Loja y la Amazonía ecuatoriana.
A su retorno definitivo a Norteamérica, en 1928, Alice escribió y publicó las memorias de su intensa vida en Portovelo y el Ecuador, con el parvo título de Portovelo 1916-1928, en una edición más bien modesta, cuya circulación no pasó de las manos de familiares y amigos. Hoy, luego de casi un siglo, se recupera este admirable legado textual –y vital– que nos hacía falta para conocer con más puntualidad –y también con belleza–, la historia de la modernidad en Ecuador, de la cual Portovelo era –y es– un referente paradigmático.
Con un nuevo título: Alice Lovell Kellogg, Viajera. Memorias de una neoyorquina en el Ecuador de principios del siglo XX. Portovelo 1916-1928, el Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, PUCE, acaba de reeditar, esta vez en español, la publicación original de las memorias a las que se ha sumado un prólogo –que se me encargó y es de mi autoría–; más una nota con apuntes profesionales de su traductora, Betty Aguirre-Maier, y un dossier de fotos de la época con imágenes del Campamento –y del día a día local–, así como algunos retratos de la autora y su familia procedentes de varios archivos fotográficos privados, todas editadas por la artista gráfica Nela Meriguet.
Visto en conjunto, el libro es un hermoso producto final de un esfuerzo de sostenida generosidad de algunas personas –ecuatorianas y extranjeras– que se unieron para participar de este proyecto editorial, cuyo resultado celebramos ahora, tanto como a la admirable y muy querida convocante: Alice Lovell Kellogg.
Roy Sigüenza
Poeta y periodista, Ecuador