KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES,
No. 47 (Enero-Junio, 2020), 15-19. ISSN: 1390-0102


MÁS ALLÁ DE LA LITERATURA: adaptaciones y nuevas formas de expresión cultural en Ecuador (Ponencias del Congreso de la Asociación de Ecuatorianistas, Quito, julio de 2019)


BEYOND LITERATURE: Adaptations and New Forms of Cultural Expression in Ecuador (Papers presented at the Congress of the Asociación de Ecuatorianistas, Quito, july 2019)








Santiago Cevallos

Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador




Presentación


Julio Ramos en Ensayos próximos reflexiona a partir de las crónicas de José Martí y los textos de José Enrique Rodó acerca del lugar del escritor y el crítico cultural finisecular en América Latina. Frente a los procesos modernizadores de finales del siglo XIX, estos pensadores buscarían reencontrar su lugar y su rol dentro de este nuevo campo cultural que para ellos estaría en crisis. Como anota Ramos (2012), en este momento se construye una “diferenciación entre territorio de lo bello y la industria, oposición que presupone la noción moderna de autonomía” (82). Como se lee más adelante en el mismo texto, en la posición de estos intelectuales, “[s]e trata, en efecto, de un concepto aurático de la cultura, ligado a la ‘experiencia verdadera’ del arte” (82).

En este sentido, las posiciones de Martí y Rodó son muy interesantes de analizar, pues ellos construyen una serie de nociones hacia finales del siglo XIX que aparecen en los debates actuales sobre los trabajos creativo, intelectual y académico. Ambos pensadores buscarían construir, para legitimar y autorizar su propio trabajo, un lugar apartado de todas las dinámicas sociales y políticas que atraviesan su propia reflexión:

Es decir, su discurso está comprometido con la legitimación de la esfera cultural en el interior de la modernización que ellos pretenden “ver” o representar. En su reclamo de distancia (el “ver de lejos” de Martí) estos intelectuales proyectan la representación objetiva y desinteresada de la sociedad. Pero su representación –su visión, más bien– es en sí un hecho social, sujeto también al impacto de la modernización, y participante en las pugnas que forman el mundo social “representado”. La representación –nunca neutra o inocente– está mediada por los intereses, por el lugar que intelectuales como Martí o Rodó ocupan en la competencia entre discursos que la modernización instaura (82).

A partir de lo que anota Ramos en esta cita, me parece importante remarcar que esta idea de crisis del campo cultural que sostienen estos dos intelectuales no es neutral ni objetiva. Ellos buscan, más bien, construir y autorizar su propio lugar y trabajo desde la idea de la crisis, y, a partir de ahí, desarrollar una nueva noción de autonomía. Este “ver de lejos” al que se refiere Ramos con respecto a Martí tiene que ver justamente con esta nueva noción de autonomía, “que proyectaba el carácter ‘puro’ incontaminado (por el mercado) del campo literario” y que “fue uno de los fundamentos de su virtual autoridad social” (84).

Este debate tiene que ver ciertamente con una concepción de cultura y sus implicaciones, pues una “acepción de ‘cultura’ presupone una diferenciación entre distintos tipos de facultades intelectuales; implica cierta reducción del campo de lo cultural al territorio de la actividad intelectual desinteresada” (81; énfasis en el original). Esto, como veíamos más arriba, tiene que ver además con una idea y una función específica de crisis, pues esta

se convirtió en una notable narrativa de legitimación, de apelación carismática, mediante la cual intelectuales desplazados de sus funciones tradicionales (como administradores del sueño racionalizador, modernizador) reclamaban autoridad precisamente argumentando que eran voces autónomas del mercado y por eso capaces de criticar la modernización (83).

Justamente a esto se refiere Ramos al abordar el reclamo de autoridad social de los intelectuales como Martí y Rodó, quienes “podían hablar de la crisis de los ‘verdaderos’ valores, porque –según se autorrepresentaban– no estaban sujetos al fluir desestabilizador de la ciudad y el mercado. Podían hablar, tenían autoridad, porque estaban arriba y afuera” (84; énfasis en el original).

Este debate de finales del siglo XIX se puede pensar en términos similares el día de hoy, seguramente con una diferencia muy importante, pues la autoridad social del intelectual en la actualidad y la construcción de su lugar en el campo de la cultura se la realiza a partir de la idea de autonomía, ya no con respecto al mercado, sino con respecto a la política, a una idea reducida de la política.

Esta posición que se quiere lejana, supuestamente objetiva y neutra, empobrece la noción de cultura –y literatura–, dificulta abordar debates urgentes sobre las condiciones materiales sumamente precarias de los trabajos creativo, intelectual y académico. Remedios Zafra (2017) en El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, anota lo siguiente:

Uno de los riesgos del asentamiento de nuevas formas de valor en el mundo conectado es la primacía de criterios meramente cuantificadores camuflados como neutrales. Criterios a los que parecen ceder sin demasiada resistencia las instituciones que gestionan el conocimiento. Y me parece que la academia (doblegada a lograr índices de impacto y entretenida en burocracias y procesos de evaluación permanentes) es cómplice de esta deriva y debiera repensar su cesión a este dominio, y atreverse con una transformación que revalorice el libre pensamiento y el arte (237).

Resulta así urgente abordar este debate desde las universidades, pues tiene que ver con el trabajo que realizamos, que no es neutro y que no puede ser lejano o distante. Zafra anota más adelante en su texto que coincide

con las palabras de Adrienne Rich al afirmar que objetividad es el nombre que han dado muchos hombres a “su propia subjetividad’. Y justamente esta equivalencia está aún latente, a mi modo de ver, en la homogeneidad de quienes a comienzos del siglo XXI siguen ostentando el poder académico (78).

Además, según la misma autora, “[c]egada por el espejismo de exactitud y de predecibilidad estadística y matemática, la academia parece haber sucumbido a una inquisitoria racionalidad apoyada en tres pilares: precariedad, burocracia y objetivación numérica” (79).

Marina Garcés (2018) en Ciudad princesa aborda una problemática similar al pensar en la relación entre teoría y práctica. Ella anota que “[e]n el grupo de afinidad que empecé a frecuentar cada semana, hablábamos de ‘poner el cuerpo’ ” y que esta “[e]ra una expresión intuitiva que señalaba una posición donde, precisamente, filosofía y práctica no se podían separar” (20). Garcés en este sentido reflexiona acerca de un pensamiento que transita los bordes, que rompe los límites.

“Poner el cuerpo” significaba que solo se puede pensar actuando y que solo se puede actuar pensando. Es decir, que pensamiento y acción se transforman y empujan uno a otro y que no nos valía, por tanto, la separación entre intelectuales y militantes, entre grupos de acción y grupos de reflexión, entre academia y movimientos sociales (20).

De lo que se trataría, según la filósofa catalana, es de abrir caminos y sentidos. Esta sería la labor de toda teoría:

Con el paso de los años, “poner el cuerpo” también ha sido la idea que ha guiado mi pensamiento y mi escritura filosófica. El aprendizaje de esos años me enseñó a leer y escribir de otra manera y a entender que la teoría no representa el mundo sino que es una herramienta para desplazarnos y para aprender a percibirlo de otra manera. Los conceptos no capturan sentidos, sino que son llaves que abren caminos, los caminos de lo impensado. [...] Toda teoría es la de un cuerpo involucrado en la realidad que vive y que percibe, que le afecta y que le concierne. Por esto toda teoría es parcial. [...] De ahí la peligrosa proximidad de la teoría y de los intelectuales con los poderes fácticos. Aprendiendo a poner el cuerpo, aprendí a salir de la esfera de la representación para entrar en el espacio del compromiso. La esfera de la representación funciona sobre la base del reconocimiento y, por tanto, de la identidad. El espacio del compromiso solo depende, en cambio, de nuestra capacidad de afectar y dejarnos afectar sin rompernos por el camino (21).

Garcés opone el espacio de la representación al espacio del compromiso, pues el primero estaría estrechamente relacionado con lo individual, la autoridad y el poder. Garcés opta por el espacio del compromiso, de la desclasificación de las identidades, pues “solo hay política cuando dejamos de ser lo que representamos y dejamos de hacer lo que nos está asignado y nos mostramos capaces de una voz y de una acción que ni teníamos ni nos era legítima”. Es decir, que es necesario pensar la política como “un proceso de desclasificación respecto a las identidades políticas anteriores, de sensibilización personal y de capacitación colectiva inesperados” (40). A partir de esto se desprenden preguntas como: ¿Qué espacio es actualmente la universidad y qué lugar hay allí para la política? ¿Qué rol tiene el pensamiento crítico en la academia? ¿Cuál es el lugar de la literatura en la universidad y la sociedad?

En este marco me permito presentar las ponencias que se encuentran a continuación, situar la importancia del Vigésimo Primer Congreso de la Asociación de Ecuatorianistas (Quito, 17-19 de julio 2019), y resaltar sobre todo la articulación de la Asociación con nuestra Universidad y su Área de Letras y Estudios Culturales, que da cuenta de un trabajo y un pensamiento académicos situados, en diálogo con una serie de problemáticas sociales y políticas.


Santiago Cevallos González
Área de Letras y Estudios Culturales
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador


BIBLIOGRAFÍA


Garcés, Marina. 2018. Ciudad princesa. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

Ramos, Julio. 2012. Ensayos próximos. La Habana: Fondo Editorial Casa de las Américas.

Zafra, Remedios. 2013. (h)adas. Mujeres que crean, prosumen, teclean. Madrid: Páginas de Espuma.

–––. 2017. El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital. Barcelona: Anagrama.

UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR, Sede Ecuador
Toledo N22-80 (Plaza Brasilia) • Apartado Postal: 17-12-569 • Quito, Ecuador
Teléfonos: (593 2) 322 8085, 299 3600 • Fax: (593 2) 322 8426
© KIPUS: REVISTA ANDINA DE LETRAS Y ESTUDIOS CULTURALES.